¿De todos los bares de esta ciudad has tenido que venir al mío? En realidad, nunca pronuncié esa frase cuando podía hacerlo: era camarera en el Bar Bacharach, el bar de Sergio Algora, en Zaragoza. Entonces siempre hacíamos una broma con otro amigo que tenía otro bar. Entraba, se acercaba a la barra y decía: «¿Vienes mucho por aquí?». En el Bacharach aprendí a estar atenta a las réplicas, como aquella vez que un tipo me pidió dos Heineken, pero solo quedaba una fría y le puse una Heineken verde reluciente y una Ámbar 1900, marrón oscuro, y el tipo preguntó cuál era la Heineken. Ese tipo es ahora mi vecino de arriba. Sergio Algora coleccionaba diálogos que escuchaba, eran fragmentos de conversaciones que captaba por ahí. Sin contexto resultaban absurdamente incomprensibles. Otras veces el contexto hacía la absurdidad mayor. La frase «Si tuvieras que comerte, ¿por dónde empezarías?», que es el primer verso de una de las canciones de El niño gusano, «Mr. Camping», la había robado de una conversación de bar entre dos tipos, o eso decía.
Creo que heredé ese estar alerta a las conversaciones ajenas de él, también a propiciar diálogos con final chispeante que luego pudiera contar o utilizar en un texto.
*
Lanzo una petición a algunos amigos, escritores y cineastas, para que compartan conmigo los diálogos que recuerden y me ayuden en la tarea que me he impuesto: una antología de sus diálogos favoritos. «Cuando tener trazas de TOC / y mil libretas ordenadas / cobra sentido», me responde la escritora Isabel Bono. Ignacio Martínez de Pisón me dice que solo le viene a la cabeza la escena de Besos robados en la que Antoine Doinel (Jean-Pierre Léaud) se mira al espejo y repite el nombre de la mujer de su jefe (Fabienne Tabard), luego el de su novia (Christine Darbon) y, por fin, el suyo (Antoine Doinel). «Un antidiálogo por excelencia», me dice. A Violeta Gil, escritora y actriz, le pasa algo parecido, al principio: solo le vienen a la cabeza monólogos. Le respondo que necesito monólogos para ver si así se le ocurren diálogos. No sé si es por mi provocación, pero me responde con el diálogo de Johnny Guitar:
—¿A cuántos hombres has olvidado?
—A tantos como tú mujeres.
—¡No te vayas!
—No me he movido.
—Dime algo bonito.
—Claro. ¿Qué quieres que te diga?
—Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años.
—Te he esperado todos estos años.
—Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto.
—Habría muerto si tú no hubieras vuelto.
—Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
—Te quiero todavía, como tú me quieres.
—Gracias. Muchas gracias.
A Violeta le gusta el original y también el guiño de Mujeres al borde de un ataque de nervios.
*
Nadie cita el mejor diálogo de la historia del cine: el final de Con faldas y a lo loco, donde Jack Lemmon trata de explicarle a un infatigable Joe E. Brown por qué lo suyo es imposible.
—Hablé con mamá. Se puso tan contenta que hasta lloró. Quiere que lleves su vestido de novia. Es de encaje.
—Eh, Osgood, no puedo casarme con el vestido de tu mamá. Ella y yo… no tenemos el mismo tipo.
—Podemos arreglarlo.
—Oh, no hace falta. Osgood, he de ser sincera contigo. Tú y yo no podemos casarnos.
—¿Por qué no?
—Pues…, primero, porque no soy rubia natural.
—No me importa.
—Y fumo. ¡Fumo muchísimo!
—Me es igual.
—¡Tengo un horrible pasado! Desde hace tres años estoy viviendo con un saxofonista.
—Te lo perdono.
—Nunca podré tener hijos.
—Los adoptaremos.
—No me comprendes, Osgood. [Se quita la peluca] Soy un hombre.
—Bueno, nadie es perfecto.
Música.
Casi cualquier diálogo de casi cualquier película de Billy Wilder debería estar en cualquier antología. Por ejemplo, la secuencia de El apartamento que seleccionó Isabel Coixet, entre sus diez secuencias preferidas de comedia, para el Ja! Festival de Bilbao. Jack Lemmon se está emborrachando en un bar cuando una desconocida se pone a hablar con él.
—¿Le cae bien Castro? Quiero decir, ¿qué opina sobre Castro?
—¿Qué es Castro?
—Ya sabe, el pez gordo de Cuba. El de la barba…
—¿Qué pasa con él?
—Por lo que a mí respecta, es un estúpido. Hace dos semanas le escribí una carta. No me respondió.
—¿En serio?
—Solo quería que dejara salir a Mickey en Navidad.
—¿Quién es Mickey?
—Mi marido.
—Está en La Habana, en la cárcel.
—¿Se ha metido en la revolución?
—Mickey no haría una cosa así. Es jockey. Lo pillaron drogando a un caballo.
—No se puede ganar siempre.
O este de El crepúsculo de los dioses:
—Eras grande.
—Soy grande. Son las películas las que se han hecho pequeñas.
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Casi todos los diálogos que me sé son de comedias. De la película que más diálogos me sé es La princesa prometida. Algunos de mis favoritos:
[De la escena en la que Feezick e Íñigo Montoya llevan a Westley a casa del Milagroso Max.]
—Idos o llamaré a la brigada brutal —dice Max.
—Soy de la brigada brutal —dice Feezick.
—Sois la brigada brutal —responde Max.
La secuencia de la pelea entre Íñigo Montoya y el hombre de negro es todo un juego maravilloso, ágil y con cambios de ritmo, como el combate de espadas que luego tienen. Me gusta cuando Íñigo le ofrece ayudarle a subir, el hombre de negro muestra desconfianza porque está esperando que suba para matarle. Entonces Íñigo dice: «¿Y si te doy mi palabra de español?». El hombre de negro responde: «No, gracias. He conocido a muchos». Justo antes de empezar la pelea, Íñigo dice: «Lamentaré mataros». El hombre de negro responde: «Lamentaré morir». Si eso no es la perfección…
Por supuesto, cualquier diálogo que termine con «Como desees» me gusta; el que más, el que le dice el abuelo (Peter Falk) al niño (Fred Savage) cuando, acabado el libro, le pregunta si volverá al día siguiente para leerlo de nuevo.
*
—¿Tú eres satánico?
—Y de Carabanchel.
(De El día de la bestia)
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—Birdie… No te gusta Eva, ¿verdad?
—¿Quieres pelea, o una respuesta?
(De Eva al desnudo)
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—No eres muy inteligente, ¿no? Me gusta eso en un hombre.
(De Fuego en el cuerpo)
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—Preferiría estar en el salto de longitud, ahí nadie te ve, quedaríamos como tontos en privado.
—Eso no es lo peor. Si algunos no pierden, otros no ganan. Algunos son ganadores y otros perdedores.
—¿Quién decide eso?
—A mí no me preguntes, es el de arriba. Dice: «Tú vas a ser campeón de salto triple y tú vas a ser un inútil».
—¿Quién me entregó a ella? [plano de la madre comiendo groseramente]
—Una vez que ella te tiene, estás jodido. No te quejes, no te fue tan mal.
—¿Por qué no?
—Eres bueno en pintura y en música, pocos tienen una colección de sellos como la tuya.
—Ese es el problema, ya no me gustan los sellos.
(De Melody; una película que ni siquiera sabía que existía)
Me mandan frases: «He cruzado océanos de tiempo para encontrarte» (Drácula); «Publica la leyenda» (El hombre que mató a Liberty Valance). Que me recuerdan otras: «La vida es dolor, alteza, cualquiera que os diga otra cosa solo pretende engañaros» (La princesa prometida); «¡Y también dos huevos duros!» (El camarote de los hermanos Marx); «¡¡Di cualquier cosa de izquierdas!! (Palombella rossa); «Quiero lo mismo que ha tomado ella» (Cuando Harry encontró a Sally).
*
Mis hermanos pequeños vieron tantas veces Bailando con lobos que se aprendieron hasta la parte en que hablan en lakota. Mi hermano Jorge era fanático de las películas del Oeste, tanto que no decía que sí, sino «Tan cierto como que la Tierra da vueltas», una frase de Centauros del desierto. Le llamo para preguntarle por un diálogo que le guste y me cita el final de Manhattan: «Tienes que tener un poco de fe en la gente».
Me pregunto si saber los diálogos favoritos de algunos de mis amigos me da acceso a una parte íntima y profunda de ellos, como si en esos diálogos que eligen pudiera verlos a ellos, cómo son en realidad. La primera vez que leo cada respuesta, lo hago con cierto pudor, como si los viera llorar por primera vez. Voy perdiendo el pudor inicial para tratar de ver lo que dice de ellos esa elección. Puede que en esas líneas elegidas no haya nada no pensado, que todo sea pose. Me empeño en ver una cierta verdad íntima, tanto, que pienso que no tengo derecho a compartir quién ha elegido qué. Utilizo las respuestas para darme cuenta de todas las películas que no he visto aún. O que he visto hace demasiado tiempo. O que nunca, nunca habría pensado. Gena Rowlands, Peter Falk y varios trabajadores durante una comida en Una mujer bajo influencia, de Cassavetes. Y también me gusta mucho el diálogo que tiene Ana Torrent con la otra niña en El espíritu de la colmena (¡rodada en mi pueblo!). ¿Podría ser el monólogo de Chantal Akerman ejemplo de los mejores en su género a la contra total de todo? El corto Saute ma ville, diálogo con los elementos…
Eso me recuerda a una escena de Un genio con dos cerebros. Steve Martin, viudo, acaba de conocer a Kathleen Turner: «Rebeca, si hay algo malo en lo que siento por Dolores, hazme una señal», dice compungido Steve Martin frente al retrato de su difunta esposa. La casa tiembla, voces del más allá gritan, se va la luz, el cuadro comienza a girar sobre sí mismo, las voces siguen chillando con furia, el viento venido de no se sabe dónde despeina a Steve Martin, se abre una grieta en la pared. «Por favor, una señal, la esperaré impacientemente —sigue él—. Mientras tanto, te llevaré al trastero». Definitivamente, los mejores diálogos son los diálogos de comedias.
– Me has hecho el viejo más feliz del mundo
– No eres tan viejo
– Tampoco soy tan feliz
Lloyd Bridges, Un toque de infidelidad
Delicioso artículo. Ñam.
Yo también robo piezas y formo mi propio puzzle de conversaciones improbablérrimas.
Semana Santa granaína. Turistas agnósticos, embriagados de aire inciensario:
«No creo en dios, pero me gusta el olorcillo que deja».
Dos chicas de mi barrio, hermanas, conversando después de una noticia sobre un avistamiento OVNI:
– ¿Te imaginas que aterriza un OVNI aquí y bajan de él unos extraterrestres?
-… Tía ¿y están buenos?
Dele gracias a Dios, porque cuando le hizo tonto le dio cara de tonto (Anthony Quinn en Lawrence de Arabia)
Ugarte (Peter Lorre): ¿Me desprecias, Rick?
Rick (Humphrey Bogart): Si alguna vez pensase en ti, te despreciaría.
Casablanca
Aunque es muy conocido, el final de Con faldas y a lo loco:
Osgood,he de ser sincera contigo,
tú y yo no podemos casarnos
OSGOOD: ¿Por qué no?
DAFNE/ JERRY (con voz de chica): Pues…
primero porque no soy rubia natural
OSGOOD: No me importa
DAFNE/JERRY (con voz de chica):Y…
…fumo… ¡Fumo muchísimo!
OSGOOD: Me es igual
DAFNE/JERRY (con voz de chica): Tengo
un horrible pasado. Desde hace tres
años estoy viviendo con un saxofonista
OSGOOD: Te lo perdono
DAFNE/JERRY (con voz de chica): Ah!
!Nunca podré tener hijos!
OSGOOD: Los adoptaremos
DAFNE/JERRY (con voz de chica): ¡No
me comprendes, Osgood!
(Dafne se quita la peluca rubia
y HABLA CON VOZ DE HOMBRE)
JERRY: ¡Ah! ¡¡¡SOY UN HOMBRE!!!
OSGOOD: Bueno. NADIE ES PERFECTO
Me acabo de preguntar cuánto tiempo habrá pasado entre la lectura que haya hecho del texto de Jot Down y la redacción del texto que nos ha enviado. Un saludo.
Todo un misterio…
Pues no mucho, he dudado porque me parece muy conocida…
Wanda: ¿Tienes pensamientos pecaminosos a veces?
Anna: Sí.
W: ¿Sobre amor carnal?
A: No.
W: Qué pena. Deberías probar. ¿Qué clase de sacrificio serían si no esos votos que vas a tomar?
Ida – Pawel Pawlikowski, 2013
AYUDANTE: Sheriff, la viuda de Gómez va a tener un niño.
McKEY: Déle mi enhorabuena a Gómez.
AYUDANTE: ¡Pero, Sheriff! Gómez murió hace más de un año…
McKEY: Siempre dije que Gómez era uno de esos tipos que siguen dando guerra después de muertos.
Dos cabalgan juntos – John Ford 1961
No me resisto a reproducir un diálogo que hace mucho tiempo transcribí de una de las grandes series españolas de televisión. Hago un copia-pega del documento que elaboré en su día.
Aquí no hay quien viva temporada 2 episodio 9 Érase una parabólica
Guionistas:
Alberto Caballero
Daniel Deorador
David Abajo
David Fernández
Ramón Tarrés
Mauri busca recuperar la amistad de Pedro, un antiguo amigo homosexual con el que tuvo una breve relación en el pasado. Después de citarse por teléfono, Pedro hace una visita a Mauri y este descubre que se ha operado y su imagen es la de una mujer atractiva, solo que aún le falta transformar su pene en una vagina. Pedro se llama ahora Yolanda y el día de su reencuentro Yolanda le pide dinero a Mauri para hacer que su pene desaparezca.
En una segunda cita Yolanda acaba enrollándose con la pareja lesbiana de Bea, la compañera de piso de Mauri. Esta las descubre a ambas y echa airadamente a su pareja del piso. Yolanda y Mauri se despiden a solas.
–Bueno, pues me ha hecho mucha ilusión volver a verte.
–A mí también, ha sido… (mueve las manos de un lado a otro y gesticula) bueno eso que tú has dicho –le contesta Mauri.
–Ay, oye, olvídate de lo del dinero, creo que por ahora no me voy a operar.
–Esas cosas hay que pensarlas con calma.
–Creo que soy lesbiana –le dice Yolanda (o Pedro) en tono confidente.
–Pedro, no puedes ser lesbiana porque eres un hombre.
–No, pero si lo piensas bien todo encaja. Yo no era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Soy una lesbiana atrapada en el cuerpo de un gay. Por eso aun siendo gay, soy un hombre al que le atraen las mujeres.
–O sea que eres heterosexual.
–No, porque me siento mujer. Pero con una mujer no dejo de ser hombre. Soy un hombre lesbiana.
Cara de estupefacción de Mauri.
–No, si mientras tú lo tengas claro.
–Bueno, muchas gracias por todo. Tú siempre me has entendido.
Se dan dos besos.
–Llámame cuando quieras, vale.
–Lo haré. Adiós, adiós.
Me ha recordado una frase de Umbral: yo también debo ser lesbiana, porque me gustan mucho las señoras.
Raro que nadie haya puesto el clásico
– Te quiero.
– Lo sé.
Hay una que recuerdo, me gusta mucho, es de My Darling Clementine (1946):
Wyatt Earp:
Mac, ¿nunca has estado enamorado ?
Mac:
No, he sido camarero toda mi vida.
Mac, you ever been in love?
No, I’ve been a bartender all me life.
Otra del inspector Clauseau (tiene tantas), no recuerdo de cual de sus películas: le preguntan sobre una bomba, que la describa y él contesta: de las que explotan…
Homer: tendrá todo el dinero del mundo, pero hay algo que nunca podrá comprar, Marge.
Marge: el qué?
Homer: un dinosaurio
En «Detrás del último no va nadie» de Paddy Cossolone, en el porche, Betsy Aguado y Pietro Selamenea:
Pietro: ¿Me pasas los litines, cielo? Hoy tengo una sed que ya, ya…
Betsy: Claro, amor, ¡dónde habrás metido tú la lengua!
En casa, siempre que vemos esa escena es el despiporre, a veces hasta habemos roto algún mueble. ¡La hostia!
JAJAJAJA!! Genial, no, lo siguiente.
A mí los de Woody Allen, en general, me flipan, pero este lo encuentro especialmente gracioso, en Sueños de un seductor:
Woody Allen (como Allan, a un chica enfrente de un cuadro en un museo)
«- Es un Jackson Pollock precioso ¿Eh?
– Sí que lo es.
– ¿Qué le sugiere a usted?
– Ratifica la absoluta negatividad del universo, el odioso vacío solitario de la existencia, la nada. El predicamento del hombre dedicado a vivir en una desierta eternidad sin dios como una diminuta llamita que relampaguea en un inmenso vacío donde solo hay desperdicio, horror y degradación formando una inútil camisa de fuerza que aprisiona un cosmos absurdo.
– ¿Qué hace el sábado por la noche?
– Me voy a suicidar.
– ¿Y el viernes por la noche…?»
Juan, mirando a su amigo Pedro, amigo con muchos problemas que estaba bebiendo en forma desenfrenada:
– El alcohol no es la respuesta.
– Lo sé, pero al menos te hace olvidar la pregunta.
Sublime.
«Adiós Sra Pedekaris nos volveremos a ver cuando seamos dos nubes doradas flotando al viento.» El viento y el león, de John Milius.
Adolph que haces?
Cosas.
Cosas nazis?
El: -«¿Qué? ¿Un kiki ni se plantea?
Ella (calcetando): Cuando acabe esta vuelta. Vete lavando los dientes.
De la película «Café irlandés». Me parece la esencia de lo doméstico destilada.
«-¿Baila usted, sr. Darcy?
– No si puedo evitarlo»
Orgullo y prejuicio, versión protagonizada por Kiera Knightley.
En un sangriento western, con J. Wayne:
– ¿ Le molesta ver sangre ?
– Si es la mía, sí.
– Me permite su sombrero?
– No, cómprese uno.
Denzel Washington en Inside Man
De Hanna y sus hermanas.
-Quizá es una exceso de masturbación por tu parte.
– Oye, no te metas con mis aficiones.
Aunque Woody Allen daría para un artículo como este él solo.
Una retahíla de réplicas, una detras de otra en una escena de Yo Claudio, capítulo 6. Siam Philips como Livia, implacable, en el Palacio del Emperador durante el funeral de Germánico, su nieto republicano. Una muestra:
Tiberio (inquieto): Ahí fuera hay cien mil personas. El Campo de Marte arde en antorchas.
Sejano(intenta tranquilizarlo) : Las exequias terminarán pronto y se dispersarán.
Trajano: ¿Por qué lo admiraban tanto?
Sejano (adulador) : Todos admiran a quien ataca al emperador.
Livia (entrando en escena): Mi marido fue emperador cuarenta años y todo el mundo lo admiraba.
Sejano (adulador) : Es cierto, pero yo no me refería a los dioses.
Tiberio: Cuando Augusto murió, las tropas del Rin hubieran hecho emperador a Germánico si él hubiera aceptado.
Livia: Si Germánico hubiera creído en los emperadores le hubiera ido mejor.
Tiberio( mirando por la ventana) : Hay mucho odio ahí, y todo es contra mí! ¿Que quieren que haga? siempre lo prefirieron a él. ¿Por qué?.
Livia: Tú no eres de naturaleza amable. Es una pena, pero ni a tu hijo le importas mucho.
Tiberio: yo creo que me aman muchas personas…
Livia: Más que amor yo hablaría de interés….
Tiberio: ¿te aman a ti?
Livia: mmm No podría decirlo. Y, aunque te cueste entenderlo, no me importa.
Sejano: Si a Germánico lo amaban
profundamente ahora está profundamente muerto. Éso ya no es peligroso. Todos aman a los muertos.
Livia: ¿También cuando mueras tú?
En el diálogo de «La princesa prometida» que cita el autor, hay una réplica estupenda a la desconfianza que muestra el Pirata hacia Íñigo cuando le ofrece su palabra de español, y que no sé por qué no cita el artículo, porque es realmente buena, igual que el diálogo previo y durante el duelo a espada en la cima:
Íñigo: ¿Cómo conseguir que os fiéis de mí?
Pirata: No se me ocurre nada.
Íñigo: (solemne) Juro por el alma de mi padre, Domingo Montoya, que llegaréis con vida a la cima.
Pirata: (responde inmediatamente, con convicción) Lanzadme la cuerda.
No me resisto a poner la frase maravillosa que le dedica Woody a la Srta. Kubelick mientras le sirve la cena en «El apartamento»:
«Yo vivía como Robinson Crusoe, era un náufrago entre ocho millones de personas, hasta que un día ví pisadas en la arena y la encontré a usted».
– ¡Casémonos, joder!
– Mickey, Mickey…no puedes ir pidiendo matrimonio a todas las mujeres que besas.
– ¿Por qué no? Sólo lo hago con las que me casaría.
Geneviève Bujold y Keith Carradine en Elígeme de Alan Rudolph, 1984
Del título no me acuerdo, sólo recuerdo que era una de esas pelícuas malas, malísimas que debe de estar durmiendo el justo sueño de los injustos. Se trataba de la vida de varias parejas, y en una de ellas vemos a una madre preocupada por la moral cristiana de su hijo entrando en la pubertad; entonces llama a su marido, uno que vive de libros y peliculas, y enérgicamente le dice que de una vez por todas cumpla su función de padre pues sospecha que el vástago “cometa acciones impuras debajo de las sábanas”. “Es tu turno pues son cosas de varones”, termina diciendo. Al tipo, por los gestos, se le cae el mundo encima porque tiene que actuar en la vida real, pero se recupera rememorando las grandes escenas patriacarles que había visto; entonces se planta al lado de la mesa del comedor, con una mano en el bolsillo y la otra tamborileando sobre aquella y lo llama con voz autoritaria después de abrocharse la camisa y ponerse una corbata: “Pedro, vení para acá”. El pibe responde “ya voy, papá” y aparece veloz, pero al verlo en esa posición rígida y para colmo con corbata se alarma, ya que jamás lo había visto de tal manera. “Pedro…, tú…, ¿te tocas?”, le pregunta con rostro amenazador después de algunos segundos de suspenso en donde parece destrozarlo con la mirada. Y aquí el pibe demuestra que era un genial actor en ciernes, pues de la cara de terror pasa a una de complicidad maligna, y con una gran sonrisa le responde “Sí, papá… ¿Y tú? Al tipo se le cae otra vez el mundo encima porque no esperaba tal respuesta, y comienza a balbucear, a recordarse de personajes, de películas de amores juveniles sin responder ni sí ni no porque no sabe como zafar; y terminan hablando sobre las actrices rubias de Hollywood. En la escena final se ve a la madre, que escuchaba desde la cocina, abrir los ojos incrédula, sacarse el delantal mientras maldice, entrar decidida y llevarse a los dos de las orejas.
Esto de El buscavidas (The Hustler):
Sarah Packard: I love you.
Fast Eddie: You need the words?
Sarah Packard: Yes, I need them very much. If you ever say them I’ll never let you take them back.
Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión……
¿Acabas de pedir un batido de cinco dólares?……
Raquel Torres le advierte a Chico Marx: «¡Si te encuentran estás perdido!»
Chico Marx: «¿Cómo voy a perderme si me encuentran?»
Sopa de Ganso de Leo McCarey