El término incombustible puede resultar tópico, pero no hay forma más precisa para describir a Vicente Mariskal Romero (Isla Cristina, 1948), testigo del rock desde sus inicios hasta ahora, época en la que en los conciertos, asegura, puedes encontrarte con familias de padre, hijo y nieto. Director de la revista La Heavy y emitiendo a través de MariskalRock.com, Romero fue el gran impulsor del rock duro en España a través del sello Chapa, una iniciativa que permitió la gestación de la escena heavy metal en este país. Además, Mariskal es un gran aficionado al rock argentino, un legado en lengua castellana que, por motivos desconocidos pero sin duda lamentables, es poco conocido en España.
Es entrar en YouTube y verte en movidas, como en una entrevista agresiva a más no poder que te hizo Jordi Estadella en El Semáforo de TVE…
La televisión es lo que busca, también hubo otra con Jesús Hermida…
En la que sacaste un bate de béisbol.
Efectivamente. Los medios visuales sobre todo buscan eso. Saben que no me callo ni debajo del agua. Es lo que tiene haber ido siempre de francotirador, no haber estado nunca anexionado a cadenas. Haber sido siempre freelance en todas partes donde he estado. Los medios saben que yo defiendo lo que defiendo como lo defiendo y buscaban ese tipo de broncas, esa candela. Es parte también de la historia del personaje.
A Estadella le decías que te daba pena que el Estado se hubiese gastado tanto dinero en educación para que la gente fuese de público a la televisión a abuchear.
Para acabar en un plató haciendo el borrego. Eso, encima, no se paró, se ha fomentado. Con la pasta que cuesta educar a la gente, que la televisión haya acabado así en lugar de fomentar una vida más plena, más cultural… Creo que esto es parte del vivero de los políticos, el borreguismo.
¿Cómo has vivido la progresiva desaparición de programas musicales en televisión?
Yo no me meto con eso. El estado del rock tiene que ser este. Los grandes medios solo se acuerdan del tema si regresan AC/DC o Rolling Stones. En el caso del metal, si Metallica o Iron Maiden llenan estadios, pues te dicen «el heavy vuelve». Sin embargo, siempre estamos aquí. Mira las revistas de rock que hay en los kioscos, sobre todo las del rock más duro, que es de las que más hay. Entiendo que los músicos se quejen, pero el rock siempre se ha encontrado en un estado marginal y eso no significa que haya muerto, ha podido estar más vivo que nunca. Rock FM tiene más de un millón de oyentes. La revista Heavy Rock acaba de cumplir cuarenta años. Se nota la crisis del papel, mantenerse es un milagro, pero sobrevive. La revista Rolling Stone, con una inversión detrás de grandes empresas, tuvo que cerrar. Sin embargo, aquí seguimos La Heavy, el Ruta 66… Benditos sean los lectores que siguen rindiéndole culto al papel.
¿Cómo ves la música en directo?
Este ha sido un verano apoteósico. Los festivales se han llenado. Ha sido un gran reencuentro después de dos años de pandemia. Hemos tenido Guns N’ Roses, Stones, Maiden, Muse, Metallica… Para el rock potente ha sido una apoteosis total.
¿Ha envejecido el público del metal?
Para mí lo más bonito de ver no es que vayan padres con hijos, es que estamos viendo ya algunos casos de padres, hijos y nietos. En Leyendas del Rock he visto casos de tres generaciones completas.
La radio te corre por las venas, empezaste imitando a los locutores deportivos en el bar de tus padres.
En Isla Cristina, en Huelva. Con ocho o nueve años cogía un vaso y me ponía a retransmitir los partidos. Tenía vocación de rajar mucho.
¿El Opus qué papel jugó en tus inicios?
Es una anécdota que la gente está destacando mucho, pero que yo no la oculto. Soy de clase obrera, de emigrantes de Andalucía a Madrid. A los catorce años era muy espabilado y un grupo de gente me animó a ir a un piso de la Obra en la calle Recoletos, en Madrid. Ahí recibí una formación en lo humano e intelectual, había mucha gente de clase alta y todos iban con un libro debajo del brazo. Por ejemplo, ahí empecé a leer a Borges.
¿No era todavía una secta elitista e integrista?
No hay que olvidar que tenían el Tajamar en Vallecas. Hay mucha gente que se ha ido de la Obra y ha salido echando pestes, pero yo recibí una formación humanística, me enseñaron a comportarme como buena gente en el mundo, y en lo intelectual también. Estoy muy agradecido, porque un chaval como yo, de donde yo venía, no habría accedido a tanta cultura. Lo agradeceré toda la vida. También allí me entró la música. Cada uno tenía que hacer proselitismo de lo que controlaba y me inventé La tabla redonda del disco. Todos los sábados poníamos veinticinco pesetas cada uno, nos comprábamos los singles que habían salido y los comentábamos. En ese grupo estaban Julián Ruiz y Emilio Gil Cerracín, que luego fue diseñador y en 2015 le dieron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. Pepe Domingo Castaño nos hizo las caretas del programa. Sería el 67, pero ya poníamos a Cream, Doors… Apuntábamos hacia un cambio generacional y sobre todo musical.
¿Por qué te dio por seguir vinculado a la música y no a, yo qué sé… el fútbol?
Al fútbol también, porque llegué a estar cedido por los juveniles del Real Madrid. Tuve esa faceta que más tarde fomentaría cuando creé Rock & Gol en Argentina y aquí. La música la llevaba muy dentro desde que escuché el «Twist and Shout» de los Beatles. Cuando vinieron, tuve la oportunidad de verles desde la calle porque el piso del Opus estaba en Cuatro Caminos. Aquel día del 65 yo iba en tranvía desde Arturo Soria, entonces no llegaba el metro, me bajé, vi el jaleo y lo escuché desde fuera.
Cuando empezaste con tus programas en los setenta, la clave era conseguir discos que hubieran salido fuera.
Me surgía de amigos en Iberia, sobrecargos, que se sacaban un dinero trayendo vinilos. Generalmente, los vendían en las discotecas de la Gran Vía. Yo estaba en contacto con esos pinchadiscos y ponía los elepés que les traían en Musicolandia. Hasta entonces, la radio se nutría de los top con Íñigo, la Ser y sus 40 Principales y todo eso, y el elitismo lo marcaba Ángel Álvarez, que también trabajaba en Iberia. En mi caso, yo a los que imitaba era a los locutores de las radios que se escuchaban en Torrejón, porque vivía en Ciudad Lineal, donde se captaba perfectamente. Ahora hay gente que presume de haber escuchado Radio Torrejón, pero luego te dicen que vivían en Carabanchel y ves que es imposible que la pillaran. Donde yo vivía era descampado hasta Torrejón y la FM de los yanquis entraba como una bomba.
Las bases fueron muy importantes en España para difundir el rock.
En Andalucía, Rota, para Smash y Triana. En Zaragoza también. Escuchábamos además Radio Luxemburgo y las piratas, si tenías paciencia para sintonizar aguantando todo el ruido. El gobierno cerró muchas emisoras inglesas y se fueron a Luxemburgo.
En Luxemburgo conociste a Rory Gallagher.
Fui una semana enviado por Radio Nacional y me quedé un mes. Vi el primer concierto acústico de mi vida, que lo dio Rory Gallagher, y lo llevé a portada de la revista Disco Exprés con una entrevista exclusiva. Me han comprado los derechos de mi biografía para contar todo esto en una serie tipo 24 Hour Party People.
Estuviste a punto de ver a Taste, que tocó en el festival de la isla de Wight, pero no pudiste porque te puteó un militar.
Taste ¡y Hendrix! La puta mili, me castigaron. Estaba en el Ministerio del Ejército y me la jugaron. Los que íbamos a ir éramos un grupo tan reducido que parecíamos los primeros cristianos. De hecho, luego fuimos los que montamos la discoteca M&M, que fue el primer gran templo.
¿Cómo era Rory en persona?
Muy tímido, pero encantador. Lo fue toda la vida. Rosendo creo que copió mucho la imagen de Gallagher en lo musical y en esa faceta de buena gente. Años después, volví a ver a Rory siempre que vino, pero ya con el hígado mal, borrachín, mucha bebida, muy gordo…
¿No estaba así más por los antidepresivos?
Por beber, por mezcla de todo. Era de estos irlandeses que no perdonan. Como su compatriota Phil Lynott, muy bebedores, muy pasados.
¿Su primera en España fue en el Teatro Monumental en 1975?
Correcto. Vino a raíz de ese reportaje que hice yo, sino recuerdo mal le trajo Fernando Salaverri. Yo creo que ya había tocado antes en Torrejón, para los militares. Hendrix también había hecho ese tipo de conciertos. Es más, yo fui una vez a la base de Torrejón a ver a Smokey Robinson. Les traían en avión, tocaban y se marchaban, ni pisaban el país.
Hay muchos locutores y periodistas musicales que vienen y van, pero quizá el secreto de tu longevidad venga de unos cimientos sólidos, como fue el hecho que desde el principio conseguías tú mismo la publicidad para tus programas.
Cuando estás en una gran empresa eres una estrella, pero siempre te utilizan y te tiran, como le ha pasado a alguno. Yo la independencia, poder decir que no, lo he conseguido gracias a la publicidad. Los productores siempre financian los programas, pero llegué a ser uno de los nombres de moda en la publicidad de los años setenta. Hacía anuncios, como el de los vaqueros Cimarrón, por el que me dieron dos millones de pesetas. Pues llegué a hacer hasta cinco marcas de vaqueros. Me dio mucha pasta.
Te criticó Ramocín por esto.
Sí, pero es parte de esto. Cuando el rock no es hinchapelotas, como dicen los argentinos, se convierte en pop. Siempre tiene que haber conflicto, así hemos estado todos. El rock and roll tiene que estar así, si no es pop. Si no estamos de broncas, es de abrazafarolas. Es parte de esto, no hay que extrañarse.
A principios de los setenta ya había una pequeña escena de grupos progresivos en Madrid, como Cerebrum…
Los Canarios tuvieron una etapa progresiva brutal. Cuando Teddy hace Las cuatro estaciones, o Miguel Ríos La huerta atómica, se hicieron obras muy importantes. Hubo gente que se quedó estancada y otros supieron ver las improvisaciones, los temas de veinte minutos, y supieron engancharse. A través de Musicolandia yo pinchaba toda esta música…
Una escena tuya que no me quito de la mente es esa en M&M de un concierto en la que, ante un desarrollo, uno del público grita «¡qué coñazo!» y tú le replicas desde la cabina del DJ «qué dices, ignorante, esto es el futuro».
Sí, hubo gente que no lo entendía, pero yo sabía que era imparable. Soft Machine decían que era un coñazo, pero lo que yo vi era alucinante cuando estuvieron aquí. Nico con el armonio, hubo un momento en el que todos querían ser los más vanguardistas. M&M fue el lugar donde se podían ver estas cosas.
Mi teoría es que Chapa debió haber aparecido diez años antes para recoger bien todo esto. Pienso en grupos como Tapiman…
Salieron en Edigsa. Madrid se llegó a convertir en un parapeto para el rock catalán. Mainat, el hermano del de La Trinca, era el que llevaba la promoción de ese sello, venía y me decía «tú eres el único que me recibes». Luego, de hecho, cuando monté Chapa, hice un Viva el Rollo para recopilar los grupos de Madrid y un Visca el Rollo, con los catalanes.
Esa recopilación, Visca el Rollo! Rock del Llobregat, parece que en Catalunya se estrelló contra un muro porque a finales de los setenta seguían solo interesados en rock sinfónico y cantautores.
Yo siempre he pensado que el planeta es un planeta. En aquel momento cogía lo que había, a los grupos que no tenían oportunidad de grabar. Los que había y los que querían, porque hubo gente que no quiso salir en estos recopilatorios.
Storm venían de Sevilla, también tuviste mucha relación con ellos
Se criaron en el M&M, prácticamente vivían ahí. Les dejaba ensayar por las mañanas y luego Fernández de Córdoba los recogía para los tours que él hacía. En aquella época todos estábamos buscándonos la vida, buscando un camino, y no era fácil vender a Storm en 1973 o 1974. Nos salvaban las fiestas de quintos, que era cuando los chavales se iban a la mili, hacían colectas y con el dinero llevaban algún grupo a tocar a su pueblo. Mi programa de radio tenía mucha influencia en las provincias aledañas de Madrid, como Guadalajara, Toledo… incluso León.
Storm y Smash, dos grupos sevillanos, cantaban en inglés. Tapiman y Màquina!, catalanes, lo mismo. En cambio, a finales de los setenta todo se pasó al castellano. ¿Qué pasó?
Piensa que la dictadura, hasta el 74, le aplicó garrote vil a uno. Ahora lo vemos que… pero era muy complicado, sobre todo para mí, que estaba en la radio en la Emisora Sindical, de la que me echaron varias veces. Entonces, se cantaba en inglés para eludir la censura. Luego, en 75, Viva el Rollo era un título que pusimos que significaba viva la libertad.
Tu primera vez en Londres te sorprendió que la policía no pegaba a la gente.
Vi en el metro a un tío borracho, liándola, y llegó la policía y le dijo «¿Se encuentra bien? ¿Necesita algo?». Hablando, con educación, le redujeron. A mí me pasó algo parecido y fue el motivo por el que mi familia acabó en Madrid. A mi madre en un autobús un chico fue a pasar delante de ella para sentarse, pero otro le cogió y le dijo «oye, que es una señora». Eso le impresionó a mi madre y, al volver a Isla Cristina, obligó a mi padre a vender el bar y traerse los cinco niños a Madrid porque quería esa educación para sus hijos. Lo que yo vi en Londres en el 71 rememora lo que vio mi madre en Madrid en el 59.
En M&M pudiste compadrear con Brian Johnson antes de que fuera la superestrella en la que se convirtió con AC/DC, cuando vino con su grupo anterior, Geordie.
Tenía que llevarle todas las noches a la Costa Fleming cada vez que terminaba el show. Me veía cada noche rodeado de putas con él y al final una vez le tuve que decir «que te den, búscate la vida». Eso sí, Geordie fueron conciertos memorables, allí ya hacía lo de subir al guitarrista a hombros que luego se llevó a AC/DC.
Cuando Tierno dijo lo de «el que no esté colocado, que se coloque», contó aquí Javier García Pelayo que se refería a tener trabajo.
Yo creo que se lo escribió un asesor, Barranco o alguno de estos, porque Tierno no era de esa filosofía. A los políticos les escriben lo que tienen que decir y lo sueltan. Cuando inauguramos el paseo de John Lennon, decía «Lenox» y yo le corregía «Lennon, profesor» y él «Leno»… Están los audios.
Hubo muchos grupos a finales de los setenta en Madrid de gran calidad, pero que no tuvieron largas carreras, como Moon, Union Pacific, Carolina, Mermelada… Pero lo que más me alucina de esta época es el single de Red Box, me parece buenísimo, muy punk y muy desconocido. Como el hecho de que las letras se las hacía Rafael Baladés, autor de «Libertad sin ira»… Aquí el tema era «Ira roja» ¡vaya cambio!
Era un publicista. «Libertad sin ira» era para el lanzamiento de Diario 16. Era muy progresista, pero ante todo era un profesional, un creativo. También hizo Las noches rojas, donde salía yo anunciando el fin del mundo. Me mandaron al Machu Picchu a hacer un programa con Jiménez del Oso, que la final no vino, pero ahí estuve.
Chapa surgió como una promesa a Asfalto.
Un deseo de echarles una mano. Ellos fueron la primera referencia.
Y la segunda, Bloque.
Estaban en Zafiro porque uno de los jefes de promoción era de Santander y se los trajo. Los vi y entraban dentro de la filosofía del «rollo», que eminentemente era madrileño, pero se adaptaba perfectamente a lo que queríamos.
En Chapa decías que tenías un compromiso ideológico de reflejar lo que estaba ocurriendo en los barrios.
Casi todo lo que salió era barrial. Asfalto, Tequila, Moris… era todo de barrio.
Grupos muy beligerantes sobre todo consigo mismos, porque Asfalto se dividió en dos y salió Topo, y Barón Rojo se han pasado toda la vida a la gresca entre ellos.
Eso es parte del rock and roll. Sin bronca yo hubiese cogido y me habría hecho productor de Locomía. Hay una filosofía, yo podría ser muy feliz como locutor de Los 40 Principales, pero lo que quería era esto…
¿Te hicieron una oferta en firme en Los 40?
Claro, todo el que destacaba se lo llevaban. De hecho, se llevaron a Pepe Cañaveral, que no tenía nada que ver con la música. Yo no podía, hubiese sido cambiar de rumbo, como hicieron en su momento con Joaquín Luqui, que era el fundador de la revista Disco Exprés. Igual que Íñigo, todos muy progresistas, pero vieron que ahí no había para comer y se fueron donde les dieron dinero para alimentar a su familia. Yo lo respeto, no lo critico para nada, primero tiene que estar el sostén, tu familia y tu pan, pero yo seguí por este camino, me fue bien, y es que además me gustaba. Me llenaba espiritualmente y en todos los aspectos.
En aquel Madrid de segunda mitad de los setenta fue muy importante el papel de los argentinos.
Por la dictadura tuvieron que venirse. A Moris le habían puesto una bomba en un concierto en Buenos Aires. Los otros eran de familias comprometidas. El padre de Ariel y Cecilia Roth era un periodista clave en Clarín. En mi opinión, fue una bendición que los argentinos cayeran en Madrid. Traían ese concepto tan personal de interpretar. Moris era un tanguero. Los otros trajeron la fuerza del rock argentino, de Spinetta, de Almendra.
Con lo que no estoy de acuerdo es con eso de que nos enseñaron a cantar en castellano. Aquí a finales de los cincuenta ya se cantaba rock and roll en español, Los Estudiantes, Manolo Díaz… Los mexicanos y los españoles fuimos los precursores, ellos porque estaban en la frontera, nosotros porque estábamos a dos horas de Londres. Aquí tuvimos a Los Salvajes, que Gaby iba por La Rambla y le decían los quiosqueros: «¡Gordo! ¡que hay unos ingleses que te están robando las canciones!», porque había hecho versiones en español de Rolling Stones y de todos los demás. Por eso, más que enseñarnos a cantar en castellano, yo creo que yo les inculqué más a ellos tirar por el rock directo. Porque Moris, por ejemplo, venía con unas propuestas muy plastas. En España acababa de morir el dictador y la gente solo quería alegría.
Tenían grupos de rock duro buenos, como Manal… Es curioso que en España nunca pegaran, son perfectos desconocidos, igual que Aquelarre o Almendra.
Lo que sí que envidio de Argentina es que esos grupos allí son dioses. Ojalá hubiera aquí el culto que tienen ellos por sus grupos. Hay una cadena de radio que exclusivamente pone grupos argentinos, de progresivos como Vox Dei a más pop como Soda Stereo. Aquí he intentado hacer una de veinticuatro horas de rock y pop español y ha sido imposible.
En el primer disco de Tequila se refleja esa alegría, esa energía. Es una obra de arte y lo produjiste tú.
Ahora se reivindica ese disco, que se hizo en cincuenta horas y a matacaballo en una semana. Ahora me dicen que qué gran disco. Luego se desviaron, se fueron a otras cotas que querían alcanzar ellos, pero este disco lo produje a conciencia. Es gracioso, porque mientras grababa esto, en el estudio de al lado hice las maquetas de Kaka de Luxe. A Tequila lo que le vino bien fue la estrategia de la compañía, que quería reproducir el fenómeno Brincos. Lo vio y les salió.
¿Y cuando el grupo tocó la fama y las fans, se olvidaron de los que les habían aupado?
Los músicos son así. Cuando están abajo son unos lameculos, chupamedias dicen los argentinos, y cuando están arriba si viene su madre a pedirle un autógrafo no la reconocen.
Kaka de Luxe no eran del rollo de los barrios.
Sí que tenían a algún integrante que era barrial…
El caso es que su propuesta sí que te hizo gracia, aunque no fuera el rock duro.
Hay gente que dicen que me impusieron grabarles: mentira. Miguel Ángel Arenas «Capi», que era cazatalentos, me venía a mí y me filtraba todo, porque yo tenía la discoteca M&M, un pub de jazz en la calle Béjar, mi hermano tenía una tienda de discos donde yo tenía el despacho… Era el Phil Spector, salvando las distancias, de Madrid. No podía llegar a todo, no podía atender a todo el mundo, y me tenían que informar de lo que había. Generalmente, en mi caso, el informante era Capi. Me dijo que había unos chicos guapísimos, argentinos. Lo mismo me dijo con Alaska, que cuando la vi con catorce años con esas pintas me pareció alucinante. Tequila a Zafiro le salió bien, pero Kaka de Luxe no quiso sacarlo por el lenguaje que empleaban en las letras.
La de «Pero qué público más tonto tengo» parece que estaba inspirada en el punk más punk que ha habido en España, que no era punk: José Carlos Molina de Ñu.
Eso te dice lo que es este país, que un genio como José Carlos Molina no haya tenido la trascendencia que tenía que haber tenido.
¿No se boicoteaba a sí mismo?
Es lo que tú has dicho, más punk que un punk. Y lo sigue siendo. Pero es un genio.
Hubo una mujer en Zafiro, Carmen Grau, una ejecutiva, que te dio apoyo porque… era del Opus.
Numeraria. La parte más pura de la Obra, la gente que vive exclusivamente para eso. Un día le dije que había ido a Pamplona y el padre Escrivá me había besado y no se lo podía creer. Le entregué un rosario que me lo había bendecido. Era gente muy conservadora, todo Zafiro estaba relacionado con grupos religiosos. Fue un milagro que saliese Chapa de ahí. No se censuró nada especial más allá de no fichar a Kaka de Luxe.
Un «puta madre» de Leño…
Algo tenían que decir, pero tuve libertad en todo. En aquel tiempo se estilaba que el productor pillara canciones firmándolas con el grupo, yo no hacía eso. Me ganaba la vida bien con la publicidad.
¿No existía cierta extorsión a los grupos entonces? O firmas las canciones conmigo o no te produzco.
No, tampoco es así. Las compañías hacen dinero con la editorial, eso son beneficios a cincuenta años. Ahí resguardan sus inversiones. Si sale mal algo, tienen un fondo. Por ese aro han pasado de los Beatles a Chuck Berry. El gran chocolate del show business es la editorial, el artista puede pasar de moda, pero una gran canción te da beneficios décadas. Mi caso es que yo no me metía entre el grupo y la discográfica. Yo ahora puedo mirar a todo el mundo a la cara. He hecho millonarios a gente que estaba en el suelo y no me he llevado nada. Es verdad que los contratos que ofrecían las discográficas con más experiencia no los hubiese firmado nadie, pero yo incluido, que me quedé sin ver un duro de todo esto. También es verdad que era o eso o no hacías nada. No es como ahora que puedes difundir tu mensaje donde quieras.
Hubo un momento en que grupos de Chapa, como Leño, Coz y Topo, se suavizan cuando llega la nueva ola, lo que se ha llamado movida, y sacan discos coqueteando con el pop.
Se ponen muy nerviosos por la movida. Yo me podía haber enganchado a la movida, como hicieron algunos de mi generación, haberme puesto el pelo verde, aprovechar que era el precursor que sacó a Kaka de Luxe. Sin embargo, seguí mi camino y no me puse nervioso. Los grupos estaban en su derecho, de todos modos, todo el mundo tiene derecho a buscarse la vida.
No eran públicos muy diferenciados como para hacer estas probatinas.
El problema es que la explosión de la movida marginó lo demás. Manolo Martínez, el cantante de Medina Azahara, cuenta que casi tuvo que volver al andamio, que antes era albañil. Se arrinconó la cultura por algo más de usar y tirar, tipo clínex. Es lo que le recriminamos a los socialistas. Les hicimos el trabajo duro, jugándonosla con la censura y todo esto, les armamos el edifico con mucho esfuerzo y, cuando llegaron al poder, no nos querían volver a ver en los despachos ni en nada. Esto fue un poco injusto. Y luego Radio 3 no prestó atención ni al heavy ni al rock radical vasco.
Has hablado alguna vez de María Teresa Campos como comisaria política.
Cuando desembarcaron los nuestros, se olvidaron de los que habíamos puesto la banda sonora y tocábamos gratis en los mítines. María Teresa Campos vino con una gente de Málaga como jefa de emisiones. Me reuní con ella en el despacho de la calle Ayala, donde estaba Radio Cadena, y yo fui el único que no entré en Radio 3, todos los demás se metieron en plantilla. Te prometían la nómina a cambio de doblegarte. Yo vi que aquella mujer no tenía ni puñetera idea de nada y pensé que no iba a hipotecar mi vida por una nómina de esa gente. Tenías que ver a todos estos alrededor de los ministros buscando la nómina. Cuando tienes un medio fuerte detrás estás respaldado, te dan portadas, eres un genio, pero luego te tiran como una colilla. Preferí quedarme como francotirador.
¿Cómo te dio por editar Vanguardia y pureza del flamenco de Smash en una época de efervescencia de rock duro y, por el otro lado, nueva ola?
Porque me encontré las cintas en un armario, arrinconadas. Si no las rescato yo, las habrían tirado a la basura. Fue inquietud cultural, ganas de avanzar. Cuando llegué y vi eso, que lo habían sacado porque estaban cambiando de oficina, dije «¡pero cómo os vais a deshacer de esto!». Para mí es un orgullo haberlo editado. Poner la bandera de Andalucía en la portada fue cosa mía también.
La explosión del heavy metal español…
El heavy metal era Hendrix, punto. Blue Cheer, música underground y progresiva. Deep Purple, Black Sabbath. Cerebrum, Smash con su Ni recuerdo ni olvido de ocho minutos… Lo de heavy metal fue una etiqueta del negocio del disco.
Pero con la NWOBHM los grupos tipo Barón, Obús, etc., estaban en un subgénero concreto…
Yo creo que Bloque y Asfalto ya hacían algo parecido. Ñu también eran precursores, escucha «El tren», como se fusiona el blues en ese tema. Lo que vino con Barón y Obús fueron las tachas, que era una moda. Los Barón no eran de tachas, pero si venían así los Judas, pues a ponerse todos tachas. El Campuzano, Sherpa, cuando lo conocí iba con una chilaba, iba de hippie.
Dices que con Barón, antes de grabar, ya tenía poca fe en su carrera, estaba cansado.
Siempre ha sido así, muy a la contra, por eso genera tanta polémica.
En el desarrollo de este grupo, un obstáculo, o eso os dijeron en Inglaterra, era que no tenían frontman.
Es el grupo más internacional que hemos tenido, pero está claro que cuando intentamos el gran salto no salió. Hay una gran ingratitud por su parte con Zafiro, porque el sello se volcó. Invirtió para enviarnos a Londres para intentar trabajar con Mutt Lange, el productor de Def Leppard y AC/DC, de todos. Se gastaron una pasta enorme en que llegáramos a él y no conseguimos hablar con él. Fueron los ayudantes los que nos dijeron que el grupo era fenomenal, pero que hacía falta un frontman para empezar a hablar. Cuando se lo planteé al grupo fue «¡ni de coña!».
Lo que se ha comentado es que Barón era un grupo que se relacionaba poco, que por la noche en lugar de salir, se iban al bingo.
Eran obreros, sobre todo los hermanos. Siguen siéndolo, sin más ideología que tocar y hacer un excelente trabajo como músicos. No se le puede exigir a toda la gente que viva el mensaje de sexo, droga y rock and roll. Los hermanos han tenido su filosofía y les ha ido muy bien en la vida.
Obús era lo contrario.
Estos eran rock and roll en todos los aspectos, pero de forma bien controlada. Mira la vitalidad que tiene Fortu ahora. El grupo era Vallecas puro y duro escupiéndote. El heavy viene del proletariado más reivindicativo y eso era lo que le molestaba a los que apoyaban la movida, que no querían ver a este tipo de gente. Luego los grandes medios volvieron la mirada al heavy cuando de repente Metallica empiezan a llenar estadios, o AC/DC, pero nunca han apoyado ni estado por la labor.
Qué me dices de los secundarios, Panzer, Santa…
Con la NWOBHM y AC/DC con Back in Black prende la mecha, también fueron importantes Sobredosis. El problema es que estos grupos no tuvieron ningún apoyo y se quedaron en la cuneta, las compañías no apostaron. Ángeles del Infierno, una pedazo de banda, muy imitadora de los Judas, pero todos imitaban a alguien, se tuvieron que ir.
En ese momento de declive de la escena te pasaste a trabajar en Ibiza en los estudios Mediterráneo, concebidos para grabar a todo lujo.
Y tanto. Sin embargo, cuando llegó el tema digital, estudios ampulosos de este tipo ya no se podían financiar. Eran unos hoteles de lujo y podías estar las veinticuatro horas creando canciones. Por ahí pasaron Queen, Frankie Goes to Hollywood, New Order…
Uno de los socios del estudio era Muff Murfin.
Este tenía mucho dinero porque los Diamond Head fueron a su estudio a ver si les grababa. Este les puso como condición quedarse con los derechos de las canciones y, luego, cuando Metallica hicieron la versión de «Am I Evil», se forró.
Un día en Ibiza, en un garito, te encontraste a Page y a Plant…
De hecho, esa exclusiva la llevé a la portada de la Heavy Rock. Phil Carson, el que fichó a Led Zeppelin, tenía una discoteca en San Antonio. La explosión de Ibiza fue una explosión de hedonismo, pero salías del KU y a cincuenta metros tenías a los payeses labrando. Fue fascinante. También me pude haber enganchado a la electrónica que surgió de ahí. Lo hicieron muchos y me parece muy respetable. Fui muy crítico con estas cosas en su día, pero con el tiempo me he dado cuenta de que no todo es blanco o es negro.
Tu siguiente parada fue Argentina…
Había ido ya en el 83, los milicos todavía estaban en el poder. Fui como embajador del rock español, tengo un montón de recortes. Hice todos los periódicos y medios. Decía que Viva el Rollo había sido la banda sonora de la calle en el final de la dictadura y los progres de allí estaban encantados, me pedían que hablara, que rajase, porque ellos no podían. En un coloquio de televisión en directo me dijeron que era una vergüenza cómo estaba Madrid, que la Gran Vía era preciosa y después de la dictadura se había llenado de jeringuillas y drogadictos, con todo lo que había conseguido el caudillo. Me dijo que en una visita había ido al Valle de los Caídos a rendir pleitesía al caudillo y le contesté que yo también había ido, pero a pisarla para que no se levante más. Creo que hice un buen trabajo.
Cuando luego me fui a vivir en los noventa y fue fantástico. Le hice una entrevista a los Rolling Stones uno por uno, un hito histórico. Cubrí el apoteosis de Guns N’ Roses… momentos memorables. La exaltación del argentino ante el rock no se da en ninguna parte del mundo. Tú ves un concierto en el campo de River y se mueve el estadio. Una vez, antes de que empezase la venta de entradas de Rolling Stones, yo estaba retransmitiéndolo en directo desde la unidad móvil de la radio, y en la cola mataron a un chaval cortándole el cuello con una botella. Estaba con mi hijo Juan y, cuando vi el revuelo, el tumulto, me lo sacaron y me quedé ahí solo aguantando, con toda la gente zarandeándome la cabina, fue acojonante. Las colas eran una locura. Tocaron cinco noches, ganaron veinte millones de dólares limpios.
Hice grandes cosas allí. Llegué con un bagaje, había entrevistado ya a mucha gente, y ellos hablaban de todo, pero habían vivido poco por las dictaduras. También me empapé, cuando volví a España y trabajé en la emisora de los ciegos, en Onda Cero, muchas expresiones me las traje de Argentina. Sobre todo el «¡qué grande!»…
Llegó el PP y no duraste mucho.
Con la ONCE había bastante libertad, nos dejaban hacer lo que queríamos, y cuando desembarcó Telefónica se empezó a fiscalizar más todo. Cuando me fui tenía setecientos mil oyentes por las mañanas. Son muchos oyentes cuando estás poniendo Led Zeppelin, pero luego Rock FM ha demostrado que funciona lo que ya se implantó con los ciegos. A Telefónica no le gustaba mucho mi rollo y me volví a Argentina.
También fuiste a Cuba.
El primero que hizo reportajes allí para la Heavy Rock. Fue memorable. Nos vigilaron porque íbamos con el mismo mensaje que a Argentina, que Chapa era la banda sonora de la calle en el final de la dictadura. «El heavy es la banda sonora del cambio»… Eso no le sonaba muy bien a las autoridades.
También estuve en la URSS antes de que cayera el muro. Está todo en las hemerotecas. Hubo un funcionario soviético al que le mostramos los grupos españoles de Columbia, Belter y Zafiro, que habían creado una compañía para exportar nuestra música. Le puse un Super-8 al ruso, que se parecía a Breznev y estaba ahí con su comité y las banderas en una mesa enorme. Fueron sonando Barón Rojo… todos, y solo reaccionó cuando salió Marta Sánchez con Olé Olé. Me dijo el traductor: «Señor Romero, le ha gustado mucho la muchacha rubia…».
No veas qué aventura ir a Leningrado, pero vuelvo a repetir, si el rock no es problemático no es rock. Tuve que sobornar a un funcionario con botellas de brandi Centenario, la que tenía una malla amarilla. Esto fue enviado por el programa Metropolis de TVE, esos seis días debe ser lo único que tengo cotizado en mi vida. Se habían enterado de que había estado en Rusia un año antes y, como el equipo no lograba entrar, me mandaron con ellos como asesor a Moscú. Cuando estábamos allí, el funcionario que estaba con nosotros me dijo que tocaban Scorpions en Leningrado. Le dije que quería ir, pero no podía, solo tenía permisos para Moscú. Entonces saqué las botellas de Terry y se puso como loco. Le dije: «voy a rifar estas dos botellas y le voy a dar todas las papeletas a usted, pero me tiene que ayudar a llegar a Leningrado para ver a los Scorpions». Pues me metió en un compartimento de incógnito en un vagón. Me ordenó no salir y, a la mañana siguiente, me dio unos golpes como señal un colega suyo, que me sacó del tren y me llevó a su casa y pude llegar al recinto. Vi el concierto y luego la misma operación para volver. Igual que en una película de espías.
Qué cantidad de fotos con estrellas tienes en la pared…
Con Lemmy, que era fuerza bruta. Con Coverdale, un caballero. Los Stones… John McLaughlin. Charly García, nuestro Lennon. Steven Tyler, Jack Bruce, gracias a él pude ver la despedida de Cream en el Royal Albert Hall de Londres, porque él vivía en La Palma… Robert Plant, Jimmy Page, gracias a esa amistad en Ibiza pude verlos cuando regresaron juntos. Los Guns N’ Roses, viajé con ellos por todo el mundo en la gira de Use your Illusion… Los únicos personajes aquí que no son músicos es esta foto con Marcelino Camacho y esta otra con Di Stefano.
Pero las fotos más entrañables para mí son las que tengo con Chuck Berry y la que tengo con Angus Young, el padre y el hijo. Si encima intercalas a BB King, el padre del blues, y a Frank Zappa en Ibiza… pues ya te puedes morir. Una frase que no me gusta decir.
El talento más inmenso del señor Romero siempre ha sido el colegueo y las relaciones públicas.
Chirrían un poco todas las veces que en su vida ha dicho «yo pude ser», «yo pude hacer» y no siguió esos caminos a todas luces de mejoría económica por seguir su camino de «independencia».
La verdad es que lo que ha hecho, como buen conocedor de la Obra, es crear su producto diferenciándose del resto. Cualquiera que haya leído la Heavy Rock en sus años o conozca al personaje, sabe que siempre ha vendido la idea de que todo el mundo está contra él y su visión del rock, que hay que aguantar, que el rock es cultura y el Estado (sea cual sea), está contra él.
Lo cierto es que ha vendido muy bien esa idea, pero no deja se de ser un perrito faldero del establishment. AC/DC, Beatles, The Rolling Stones, Metallica… Los de siempre, compadreando y sintiéndose amigo suyo, sin querer darse cuenta de que es una pieza más de la maquinaria y no su amiguete español…
Hablar de Rory Gallagher o Phil Lynott en esos términos, de borrachuzos «pasados» cuando están muertos desde hace tanto, no son buenas prácticas. Porque bien puede hablar de los hábitos de algunos de los que menciona en el artículo, que todavía siguen vivos y siempre se han «pasado» muchísimo más que los dos irlandeses…
Por cierto, ni una mención a Popular1, que con sus buenos y malos momentos, sigue ahí, con una ética mucho más diversa y heterogénea que cualquiera de las revistas en las que publica el señor Romero…
Por cierto, RockFM (de la COPE) tendrá un millón de oyentes… Un millón de oyentes que no se cansan de escuchar una y otra vez «Sultans of swing», «Nothing else matters», «Highway to hell» o «Sweet child o’ mine» y en donde también hay otros personajes del «rollo» muy conocidos que llevan toda su vida vendiendo el mismo o parecido producto…
No, señor Romero, el borreguismo no ha terminado gracias a usted, simplemente usted lo ha pintado de otra tonalidad de azul y ha vivido muy bien durante mucho tiempo haciendo creer a muchos que usted es diferente…
Mi más sincera enhorabuena. Para eso, también hay que tener talento, aunque sea para tocar la flauta…
Totalmente de acuerdo con Spotlight, no se le puede describir mejor, reconociéndole que gracias a él tuvimos en los 70 y 80 algunas cosa dignas de alabar y que ha sabido mantenerse y vivir de ello, pero que no nos venda la moto de la independencia etc..
Comparar la heavy rock con Popular 1 es como hacerlo con el Quijote y el Hola….
Totalmente de acuerdo; Rock FM son los 40 Principales de los rockeros carcas. Por la noche aún se les ve un poco la melena, pero escuchar esa emisora durante el día es EL TEDIO más absoluto para cualquier melómano.
Está la radio como la tele, que ni ganas da de ponerla en marcha si no es para consumir lo que uno mismo decide.
No citar a la revista POPULAR1 ya me lo dice todo de este tipo.
Entrevistar a alguien relevante en la música ya tal.
Yo creo que Mariskal se lo cree y larga a veces y luego piensa pero es un GRANDE in bocas pero es que es HEAVY
Desde que conocí en la HeavyRock a este señor, veo que lleva desde finales desde los 80 con la misma cantinela: salvador del rock hispano, desconocido padre de la transición y eterno defensor de las causas perdidas musicales bajo el mantra «lo que no es rock no vale porque no es auténtico».
Que si… que vale.. que Zafiro en su época y contexto fue algo grande y que del 1980 a 1985 en España el jevi partía la pana pero… coñe… tira p’alante yaaaa.. que está todo el día como el Abuelo Cebolleta contando batallitas.
Bueno, es que el señor Mariskal es un abuelo, y le hacen una entrevista para que cuenta batallitas. No sé que quieres leer tú, chaval.
Con él empecé a introducirme en la música a través de su programa musicolandia, aunque había que esperar a las doce de la noche para oírlo, luego vi a Greenslade banda prog rock, mi primer concierto, en la discoteca M&M y me dejó pasar él mismo pese a no tener edad aún.
Encantado de releer las historias de aquellos tiempo con Mariskal. Una pena no haber tenido la cultura musical que se obligaron a aprender, otro gallo nos cantaría en este país.
Gracias por la entrevista (por cierto las fotografías genailes…”)
Siempre me pareció un idiota este tipo. Todavía está con eso de la diferencia entre Rock y Pop.
Este sr.es de la cosecha del 48 y pertenece a la hornada que mejor supo y pudo encauzarnos a ciertas músicas canónicas, luego la evolución de su trayectoria fue divergente a muchos de nosotros. Siempre recordaré que en el año ´72, y como preámbulo, nos pinchó a Muddy Waters y su versión blusera de «let´s spend the night together», de la disquera Chess de Chicago que supongo no le obsequió ni con el single. No todos pueden decir lo mismo.