Ocio y Vicio Humor

Sexo y violencia: guía del perfecto caballero británico

Monty Python sexo y violencia
Monty Python. Imagen: BBC. sexo y violencia

Los caballeros han muerto

Una ojeada furtiva a la sociedad actual viene a tener el mismo efecto que asomarse a un espéculo ginecológico del tamaño del cañón de un tanque en pleno proceso de profundización: aquello parecía divertido al principio pero se ha forzado demasiado hasta convertirse en algo que solo produce desasosiego y angustia.

La cruda ausencia de nobleza, valores y criterio de los linajes recientes resulta alarmante, el individuo medio de nuestra era se presenta como un ser con la sorprendente habilidad de comunicarse mediante expresiones de apenas dos sílabas pero con serias dificultades a la hora de contar más allá de la decena sin tener que quitarse los zapatos. La raza humana reducida a una existencia cuyo objetivo principal parece empezar en convulsionarse ante cacofonías en vocoder agitando un vaso repleto de colonia en la mano, o repartiéndolo homogéneamente entre el interior del individuo y el exterior de su camiseta, y finaliza en saludar el amanecer dominical retozando en el lecho junto a algo que mucha gente civilizada consideraría sacrificar antes de correr el riesgo de que anide y ponga huevos. El problema no es que la evolución se haya estancando, es que ha metido la marcha atrás, está en modo berserker al volante de un monster truck y se dedica a atropellar estoicamente a todas las generaciones pretéritas.

Si aún quedasen esperanzas, estas se acomodarían en el refugio de la casi extinta figura ilustre británica. Los de las islas inventaron para jolgorio del género humano bienes cotidianos tan celebrados como la nevera, la Viagra, el cepillo de dientes, la turbina de vapor, deportes de contacto como el cricket o la disciplina inglesa y sobre todo actitudes tan deliciosas como la flema británica, ese talante emblema de los nobiliarios primigenios que se formaron en Oxford y Cambridge haciendo molinillos con sus cucharillas a piscinas de té. Aquellos que conocen la elegancia del bombín y el guante blanco, la importancia escénica de balancear copas de coñac durante las diatribas y dejar caer el monóculo accidentalmente en su interior de manera dramática, la expresión «oh, qué inoportuno» como catalizador de un priapismo súbito, el ilustre arte de levantar el meñique a la hora de rendir cuentas al coitus interruptus de Onán y las ventajas que ofrece la locomoción en forma de bicicleta con una rueda excepcionalmente más grande que la otra.

Cinco ingleses exquisitos, Terry Jones, John Cleese, Graham Chapman, Eric Idle, Michael Palin y un americano adoptado, Terry Gilliam, serían apadrinados por la BBC para perpetrar en 1969 un vehículo de retorcido nombre (Monty Python’s Flying Circus) con el que demostrarían que también ellos eran capaces de inventar algo. Y decidieron inventar el humor, redefiniendo lo que se consideraba gracioso hasta el momento. Y para ello lo hicieron a su modo, dinamitando todo lo que se les puso por delante con la misma delicadeza con la que un paquidermo entraría en una cristalería. Si dicho elefante lo hiciera a bordo de un meteorito.

Cómo conquistar el espacio

El asteroide 13681 tiene una existencia bastante plena para lo que vienen a ser los estándares de los objetos rocosos en órbita. 13681 se limita a cumplir las funciones oficiales de cualquier planetoide en el cosmos, funciones que suelen reducirse a flotar despreocupadamente por el espacio y en algún momento dejar de hacerlo al chocar contra algo que preocupará a otros. Lo realmente extraordinario del citado asteroide (que en el fondo no deja de ser una roca de vacaciones con un número de serie) es que en 1997 fue avistado por una pareja de científicos checos que resultaron ser groupies a muerte del circense sketch inglés y que, efectuando una genuflexión científica a lo catódico, decidieron otorgarle nombre formal y lo denominaron oficialmente «Monty Python».

La anécdota del Monty Python rocoso y espacial hubiese sido mucho más fascinante y notoria de no haber tenido precursores: los asteroides 9617, 9618 ,9619, 9620, 9621 y 9622 se habían bautizado como Grahamchapman, Johncleese, Terrygilliam, Ericidle Michaelpalin y Terryjones cuatro años antes cuando pasaron en formación de conga por delante de los telescopios del European Southern Observatory donde, por lo visto, sus antenas también recibían con bastante regocijo a la British Broadcasting Corporation.

Cómo redactar una carta formal

Graham Chapman mencionó en una entrevista que en cuanto a las preferencias amatorias se inclinaba más por el género cuyas gónadas se balacean alegremente en el exterior del cuerpo. No era la primera vez que hacía referencia a su condición sexual, pero de algún modo confuso esa información animó a una señora muy religiosa y muy enajenada a escribir una apocalíptica misiva al grupo cómico alertando sobre el hecho de que había llegado a sus oídos que un anónimo miembro de la formación gustaba de retozar con los miembros de otros varones. Y adjuntando al mismo tiempo una enciclopedia de plegarias y rezos varios para que el invertido limpiara su alma junto a un texto de la Biblia que aseguraba que esa modernez de la homosexualidad debía ser bendecida con una colorida lapidación. 

Eric Idle decidió sentarse a la mesa empuñando la pluma para redactar una educada carta de respuesta en la que tranquilizaría a la dama asegurándole que el resto de miembros del grupo, tras una ardua investigación, habían conseguido localizar al elemento gay y lo habían ajusticiado mortalmente. Aquel elegante intercambio de correspondencia se produjo entre la temporada tercera y la cuarta del Flying Circus, justo cuando John Cleese decidió abandonar la serie por cansancio. Por tanto, es bastante probable que alguna mujer aferrada a un rosario en algún lugar de UK se hubiese sentido un poquito incómoda al comprobar que el número de cómicos ingleses de repente, y tras su texto insinuando las bondades del linchamiento, se había reducido en una unidad.

Cómo abrazar la cultura

Cleese, Idle y Chapman estudiaron en Cambridge. Jones y Palin eran carne de pupitre de la universidad de Oxford. Gilliam, siendo americano, probablemente se hubiese educado en algún contenedor. Por todo ello el circo volador tenía cimientos con estudios y los evocaba al retozar con la filosofía y las artes. Presentaban un delirante partido de fútbol entre Alemania y Grecia cuyas alineaciones estaban compuestas exclusivamente por filósofos (entre los que se encontraban Kant, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche, Platón, Sócrates, Aristóteles o Epicuro), invitaban a deglutir físicamente obras de arte con niños hostiables capaces de devorar todo el periodo paisajista del siglo XIX, humanizaba a la Premisa y a la Conclusión en la forma de dos repelentes inglesas de visita a la casa de Jean-Paul Sartre para despejar una duda sobre la obra de aquel, citaban al cardenal Richelieu para testificar en un juicio y sentaban a Pablo Picasso en un sillín de bicicleta para convertirlo en el primer artista que pariría un vástago pictórico en movimiento a través de un evento televisado, y comentado: «Creo que a Pablo le irá bien mientras no intente nada de la escala monumental de algunos de sus primeros cuadros como el Guernica o Las señoritas de Avignon. O sus posteriores murales de Guerra y Paz para la capilla del templo de la Paz en Vallauris. Porque con este fuerte viento de cara no creo que ni Doug Timpson de los Harriers de Manchester pudiera pintar nada a esa escala».

Y en lo que respecta a la teología el Flying Circus proponía la opción más razonable jamás ideada para llegar a la conclusión definitiva en el debate sobre la existencia o no existencia de Dios: poner a los contertulianos a partirse el lomo a hostias en un combate de wrestling.

Cómo desplazarse con elegancia

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Cómo alienar a la población e irritar a la gente

La tropa Pythoniana encaró la empresa de confeccionar el patrón del programa con un talante que exudaba profesionalidad. El grupo cómico concentró sus energías en estudiar a través de una lente convergente las formalidades y bases del sketch como unidad de medida de la risa, en analizar las entrañas del timing del gag, la métrica de lo cómico y la composición estructural que vertebra el cauce de un chiste siguiendo la senda de las estrictas normas televisivas. Con gesto firme y expresión impasible tomaron buena nota de todo. Y justo después se pasaron el grueso de los apuntes por sus santísimos cojones: para el Monty Python’s Flying Circus la estructura coherente era algo que solo ocurría a otros.

Los personajes se salían de sus gags cuando estos se retorcían demasiado, los actores anunciaban su participación en escenas posteriores, las sketchs se interrumpían abruptamente debido a que los propios Python odiaban a muerte la extensa creencia de que un montaje cómico tiene hacer gala de un punto y final en forma de punchline, se utilizaban cortinillas que un Gilliam en psicosis pretecnológica animaba con cuatro cartulinas para interconectar escenas que no tenían ningún nexo en común utilizando excusas delirantes con troquelados de estampas victorianas bizcas y un pie de querubín extraído de la Alegoría del triunfo de Venus de Bronzino aplastándolo todo hasta convertirlo en pulpa, los créditos se desplegaban a mitad del capítulo o la cabecera se escondía en la recta final, un homeless dedicado recorría una distancia absurda hacía la cámara para apenas murmurar un artículo, un personaje al que todo el mundo se refería por su nombre completo se llamaba Johann Gambolputty de von Ausfern- schplenden- schlitter- crasscrenbon- fried- digger- dingle- dangle- dongle- dungle- burstein- von- knacker- thrasher- apple- banger- horowitz- ticolensic- grander- knotty- spelltinkle- grandlich- grumblemeyer- spelterwasser- kurstlich- himbleeisen- bahnwagen- gutenabend- bitte- ein- nürnburger- bratwustle- gerspurten- mitz- weimache- luber- hundsfut- gumberaber- shönedanker- kalbsfleisch- mittler- aucher von Hautkopft de Ulm, y en general la lógica del programa se articulaba como si hubiese esnifado un cubo de cocaína y se apoyara fervientemente en el baremo de que un hombre vestido con una armadura entrando en escena mientras regala hostias limpias con un pollo muerto era la manera más ordinaria de finiquitar una secuencia.

El show era una voltereta de metahumor metódicamente desquiciado. Titulaba algunos de sus capítulos como «Sexo y violencia» o «Desnudo frontal completo» solo por reírse. Funcionaba como una batidora caótica de gags y ocurrencias que transitaban desde lo exquisitamente culto hasta lo mongólicamente imbécil sin sonrojarse. Y dicha anarquía funcionaba incluso mejor que la de humoristas contemporáneos que no se salían de la línea de puntos. Terry Pratchett escribiría que en el fondo el caos siempre derrota al orden porque está mejor organizado. 

Cómo conquistar el ciberespacio

Probablemente, y con envidiable asiduidad, usted recibe emails perniciosos que forman pequeñas cordilleras digitales en su buzón electrónico. Correos invitándole a comprar algo, dudando de su masculinidad, animándole a ayuntar con hembras salvajes en un radio de diez metros cuadrados o proponiendo todo lo anterior al mismo tiempo pero forrando el conjunto en cuero napa y añadiendo una mujer con una cantidad delirante de tachuelas, gorra militar y utensilios que insinúan que en algún momento ha perdido un caballo. Spam es el nombre coloquial que reciben esas falacias electrónicas publicitarias de naturaleza apabullante. Y los Python son los culpables de que popularmente se haya abrazado dicho término para definir a la correspondencia digital indeseable cuando en principio el sustantivo no hacía referencia a nada más que un producto que siendo optimistas podríamos definir como alimenticio. 

La denominación spam surge del acrónimo de Shoulder of Pork And haM, o Spiced Ham según la fuente que se consulte, y consiste en un ladrillo de carne de cerdo enlatada que los ejércitos británicos y soviéticos se llevaban a la Segunda Guerra Mundial con la ventaja de poder ser utilizado tanto para alimentar a las tropas como para construir trincheras para las mismas. Por alguna oscura razón relacionada con el marketing y la ausencia de papilas gustativas funcionales, el artículo fue posteriormente comercializado con éxito.

En uno de los sketchs del Flying Circus una pareja aterriza (literalmente) en un establecimiento en el que se encuentran con serias dificultades para localizar un plato que no contenga spam como ingrediente y a partir de ese momento el gag se dispara de manera delirante haciendo que el término spam inunde la boca de cada personaje en escena, entre los que se encuentran grupo hooligan de vikingos, hasta que el seísmo cárnico acaba por arrastrar la palabra a contaminar los propios títulos de crédito. Esa tormenta de spam indeseado, esa marea bestial de jamón adobado sometiendo a una paliza por erosión a clientes inocentes acabó calando entre la población hasta el punto de convertirse la denominación común para el correo basura.

Cómo distinguir árboles desde bastante lejos

Número 1: El Alerce

Monty Python sexo y violencia 2

Cómo hablar bien de tus compañeros de equipo

John tiene las piernas al revés que todos los demás. ¿Te has dado cuenta? A ver, donde todos tienen la pierna derecha John tiene la izquierda. Y donde la mayoría tiene la izquierda él tiene la derecha. Hemos compartido vestuario, así que lo he notado. Es extraño pero creo que forma parte de su talento. Y su trasero. El trasero de John no tiene raja de en medio. Es un trasero compacto. He trabajado con John desde 1967 en Frost Report, estamos hablando de cuarenta años, y nunca lo he visto ir al baño. Un tío con suerte.

(Michael Palin)

Cómo oficiar actos públicos y recoger galardones 

John Cleese explicaba que una vez Graham Chapman fue invitado a participar en un debate en la prestigiosa y abrillantada Oxford Union Society. Y que se presentó a la cita con toda la dignidad del mundo disfrazado de zanahoria. Llegado el turno de hablar simplemente permaneció frente al micrófono en completo silencio, orgulloso de su outfit de hortaliza y sonriendo durante varios minutos. Cleese define el mágico momento como «la primera vez en la historia mundial en la que un hombre sin decir una palabra consiguió provocar una revuelta».

Cuando los Python estrenaron en el 83 la película El sentido de la vida (que en esencia es un capítulo ostentoso del Flying Circus disfrazado de hiperbólico memento mori) fueron seleccionados para competir en el glamuroso festival de Cannes. Chapman declararía con gesto circunspecto en una entrevista que estaba pasmado por el hecho de que alguien hubiera seleccionado la cinta: «No es rusa, ni está en francés ¿no? Estoy muy sorprendido y algo decepcionado». Terry Jones aseguraría en un plató de televisión que era «algo embarazoso. Porque no estoy seguro de cómo podemos ganar un premio. Con un poco de suerte no ganaremos ninguno, si al final ganamos uno no sé lo que voy a hacer». Aun así él y el productor del filme (John Goldstone) aterrizaron en tierras francesas troleando a la prensa al anunciar que tenían la total seguridad de saberse ganadores porque habían sobornado al jurado. 

El sentido de la vida se llevó el premio especial del jurado (del que Orson Welles formaba parte ese año) y unos sorprendidos Goldstone y Jones subieron durante la ceremonia a recogerlo vestidos con un par de chaquetas en cuya espalda se podía leer «coma más cerdo» para desviar la atención de los espectadores. 

Y entonces Jones cultivó el estilo Python de pellizcar la mayor cantidad de escrotos posibles cuando al subir a recogerlo se le ocurrió dirigirse al jurado con un: «El dinero está escondido bajo el lavabo de caballeros del edificio».

Cómo comportarse en un funeral

Graham Chapman falleció de cáncer en octubre de 1989, faltaban pocos días para que se celebrase el vigésimo aniversario de la formación de los Monty Python y Terry Jones calificó aquello como «la peor forma de joder una fiesta que he visto». El funeral se realizó en la privacidad familiar con el resto de miembros del grupo alejados para no convertir aquello en una farra mediática, pero un acto conmemorativo de despedida fue oficiado por sus compañeros de circo en aquella parroquia que es el Hospital de Santo Bartolomé londinense. Un acto honorable en donde John Cleese se encargó de leer una emotiva elegía preparada para la ocasión que comenzaba de manera exquisita:

Graham Chapman, coautor del sketch del loro muerto, ya no está entre nosotros. Ha dejado de ser, ha pasado a mejor vida, está descansando en paz, la ha palmado, se ha ido al más allá, ha estirado la pata, la ha diñado, ha exhalado su último aliento y ha ido a encontrarse con el Gran Jefe del Entretenimiento Ligero en el cielo. Y supongo que todos pensamos lo triste que resulta que un hombre con tanto talento, tanta capacidad y amabilidad, de tal inusual inteligencia se haya ido de repente a la edad de tan solo cuarenta y ocho años, antes de poder alcanzar muchas de las cosas de las que era capaz, y antes de que se hubiese divertido lo suficiente.

Y yo siento que debería decir: chorradas. Que tenga buen viaje ese oportunista cabrón. Espero que se fría.

Y la razón por la que siento que debería decir esto es que él no me lo perdonaría si no lo hiciese, si dejase pasar esta gloriosa oportunidad de escandalizaros a todos en su honor. Lo tenía todo salvo el buen gusto. Puedo oírle a él ayer, mientras escribía esto, susurrándome al oído: «Bien John, tu siempre has dicho estar muy orgulloso de ser la primera persona que dijo «mierda» en televisión. Si esta elegía es para mí, para empezar quiero que seas la primera persona que en un funeral británico diga «joder»».

El Monty Python’s Flying Circus fue lo mejor que le ocurrió al humor catódico. El grupo fue considerado los Beatles de la comedia, los putos jefes del chiste absurdo. La palabra pythonesco entró oficialmente en el diccionario inglés y los cómicos tendrían la deliciosa cara de lamentarlo porque aquello iba en contra de su idea de concebir algo inclasificable. Llegaron a ser los padres del mejor chiste del mundo gracias a un gag en el que un chiste mortal por jocoso acababa derrocando a Hitler. Y al otro lado de la pantalla perpetraron el mejor funeral del mundo, aquel deseado por toda persona de bien para su despedida. Uno en el que la audiencia acababa descojonada, con un coro interpretando el «Always Look on the Bright Side of Life» y un Eric Idle gritando «Me gustaría ser la última persona en esta reunión que diga “¡joder!”».

Y ahora, algo completamente diferente…

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3 Comments

  1. Hoy por hoy el lenguaje de programación más usado para desarrollar Inteligencia Artificial es Python, llamado así en honor de los Monty Python. Este lenguaje tiene en sus FAQ la siguiente cuestión.
    ¿Me tiene que gustar Monty Python Flying Circus?. No, pero ayuda.
    O en la guía oficial de programación nos dice que, «Hacer referencias a los sketch de Monty Python en la documentación del código no solo está permitido, es recomendable!!»
    Me hace mucha gracia pensar que cuando la AI termine con la humanidad será a golpe de código lleno de coñas de los Python.

  2. Gondisalvo

    Solo un comentario en un articulo sobre los Monthy Python ? pero por favoooor

    • JOSÉ EMILIO MEGÍA LÓPEZ

      Es por aplicación de la máxima pitagórica: «Cállate o di algo mejor que joder»

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