Jot Down para los Encuentros de Pamplona 72/22
Berta Ares conversa con Ramón Andrés, poeta, ensayista y director comisario de los Encuentros de Pamplona 72/22 sobre la edición que, cincuenta años después, volverá a situar a Pamplona como centro europeo de cultura. Una referencia para aprender a diferenciar el debate público del ruido, ese comodísimo medio para el fascismo y las políticas de intolerancia, y practicar la escucha y el uso de la palabra y de las artes.
Mucha gente joven, incluso de Navarra, no sabrá de qué va esto de Los Encuentros. ¿Qué pasó en Pamplona en 1972?
Fue una puesta al día del mundo, quiero decir con ello que Pamplona, y España en general, bien sabemos por qué, estaba sumida en un letargo político y cultural muy profundo. Aquellos Encuentros fueron un estímulo. Ver a John Cage pasear por las calles pamplonesas, poder hablar en un bar con Iannis Xenakis, escuchar a Carlo Ginzburg, asistir a la actuación de Laura Dean, en fin, tener a Richard Serra y Silvio Bussoti, entre muchos otros, hizo que aquel acontecimiento fuera una espoleta como no la había habido.
Cincuenta años después Los Encuentros que tú has comisariado son puro convite de sabiduría: un convivio en busca de concordia.
Ahora se trata de ofrecer otra propuesta, una nueva textura. Aquellos Encuentros tuvieron mucho de contracultural, su visión estuvo muy marcada por las corrientes que procedían de Estados Unidos. Hoy se trata de preservar la cultura, tan amenazada, y de trasladar la especulación al saber europeo, porque nos concierne de manera urgente. En este sentido, el arte, la filosofía, el cine y la música, el feminismo y la literatura están involucrados en la tarea de desentrañar los conflictos que nos acucian, siempre desde la inteligencia y la imaginación y, si es necesario, desde la mayor radicalidad.
En la filosofía de los Encuentros es tan importante el consenso como la discrepancia y poder debatir, precisamente, a partir de desacuerdos.
De ahí que la base sean, precisamente, los diálogos. Opinar, contrastar, pensar qué dice «el otro», reflexionar sobre ello, sopesar, analizar, escuchar son ejercicios que no siempre se ponen en práctica. Queremos que no suceda esto en Pamplona, sino que el diálogo lo alumbre todo. Mi interés es que se susciten preguntas y, sobre todo, que afloren las dudas. Debemos poner en cuarentena nuestras convicciones.
La música desarrolla una función vertebral en la programación. No bastan sólo las palabras para explicar el mundo.
La música fue muy importante en aquel año 72 y lo será ahora también. Contamos con la presencia de un referente tan central como Salvatore Sciarrino, que ha sido la fuente de una manera de componer y entender la música en el último tercio del siglo XX y todavía hoy. Ha concebido una forma de tiempo en la música, también de espacio, que ha sido una ventana abierta para las nuevas generaciones. Una compositora como Hilda Paredes es un seguro de solvencia y buen hacer, muy implicada en la más radical contemporaneidad, pero también con la música del pasado, con la memoria de las antiguas civilizaciones que se dieron en lo que hoy conocemos como México, que es su patria. Y así, esa misma toma de partido por la música sucede con todos los invitados, como José María Sánchez Verdú, que nos acercarán sus obras y un repertorio radical, como le habría gustado a Luis de Pablo, el impulsor de los Encuentros del 72 junto al artista visual José Luis Alexanko.
Es posible que quien se acerque estos días a Pamplona se codee con varios premios Nobel de Literatura. Lo digo porque vendrá Svetlana Aleksiévich, pero también tendremos a dos candidatos a recibir el Nobel, según las quinielas que se manejan: Hélène Cixous y László Krasznahorkai.
Hélène Cixous cuenta con un sentido común muy poco frecuente a la hora de pensar y de expresar el mundo. Siempre ha trabajado con una inteligencia y una ecuanimidad intelectual admirables. Es firme y dúctil a la vez. No sorprende que colaborara codo con codo con Derrida, siempre con tanto provecho para todos. Y qué decir de Krasznahorkai, autor de una literatura poderosa, obra de una mente que busca y busca, incómoda con la convención, que describe y se desenvuelve como pocos en los ambientes oscuros de esta tiniebla que lo está cubriendo todo. No en vano, el cineasta Béla Tarr se ha inspirado en varias de sus novelas, y de esta alianza han surgido películas magistrales.
Los principios y los finales son fundamentales en la composición de todo trabajo humanístico. Los Encuentros comienzan con música y una pieza de cine fundamental: Babi yar, de Sergei Loznitsa, sobre la masacre nazi que tuvo lugar en Ucrania. ¿Es una declaración de intenciones?
Loznitsa está en los Encuentros por la gran valía de su cine, pero no he de esconder que su origen ucraniano nos ayuda, por razones obvias, a pensar todavía más de cerca el momento actual. Aunque en el diálogo que mantendrá con su amigo, el cineasta ruso Victor Kossakovsky, muy probablemente se soslaye la referencia a la guerra, que no lo sé, el solo hecho de que conversen al calor de la amistad y el cine es suficiente para que todos aprendamos qué significan la amistad y el arte, más allá de unas ideologías que han lastrado Europa hasta cotas inadmisibles.
Luego el programa se desarrolla en torno a varios recorridos temáticos, fundamentales para pensar el presente: Pensar el siglo xxi, Discursos contra el odio, La deriva de Europa, Preguntas en torno a la tecnología, Variaciones desde el género. Un programa en el que participan nombres consagrados y generaciones más jóvenes.
Nos interesa, sobre todo, detectar si hay quiebras significativas entre las distintas generaciones que se darán cita en Pamplona. Por un lado, contamos con la experiencia de un hacer audaz y coherente; por otro, con personas jóvenes y muy capacitadas que hablarán desde la perspectiva del que llega, todavía muy joven, a un mundo desmantelado.
Otros recorridos están diseñados para pensar el arte, o más bien desde el arte, el cine, la música, las artes escénicas y la literatura, donde tendremos voces y miradas tan respetadas y diferentes como la de Svetlana Aleksiévich, Ana Blandiana y Anne Waldman.
Las tres autoras que mencionas son muy relevantes, representan diferentes enfoques de la literatura. Cuantas más miradas, mejor. Seguro que su presencia supondrá una aportación muy notable, están convocadas con esta voluntad. No puedo dejar de señalar algo que considero significativo: en aquellos Encuentros del 72 apenas hubo participación femenina, mientras que hoy la mitad de los invitados son mujeres, y no por una política cuestión de cupo, sino como reflejo de la realidad actual.
Hay performances y actividades artísticas en el espacio público de la ciudad, en interiores y en la calle, como la Oficina de Cine Errante, las Cajas a la Deriva, murmure de Xabier Erkizia, un proyecto de Instalación efímera elaborado por la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra, otro proyecto comunitario de danza y música de Inés Boza y Edurne Arizu (Bi-hotz) y el proyecto colaborativo La Isla que comisaría Alexandra Baurés. Pero también hay propuestas más próximas al espectáculo como el concierto de Niño de Elche, el de Verde Prato en Katakrak, Kukai en el Frontón Labrit y Baró d’Evel en el Teatro Gayarre. ¿De qué manera estos espectáculos dialogan con la propuesta discursiva de Los Encuentros?
En algún momento, ciertas voces han insinuado que los Encuentros tienen un excesivo carácter intelectual, sobre todo los nostálgicos del 72 que disfrutaron con los happenings propios de aquella época. Considero que nada de lo que hacemos puede quedar en la anécdota, y menos sabiendo que esta celebración está financiada con dinero público, no como sucedió en la edición anterior. Dicho esto, se han pensado muchos actos e intervenciones cuyo escenario será la calle, o bien espacios bien habilitados. El público tendrá acceso a todo de manera gratuita, cosa muy importante para los jóvenes. Los espectáculos de la noche serán los únicos de pago, pero a unos precios tan reducidos que harán posible que todos puedan disfrutar de ellos.
¿Qué huella quieres dejar? No pocas personas del mundo de la cultura ya están diciendo que los Encuentros deben cuajar y posicionarse como una referencia europea.
No miento si digo que no pretendo dejar huella, una huella personal. Solo me concibo como un eslabón, nada más. Si otros continúan habré dado por bueno todo esfuerzo. Siempre se ha lamentado que aquel año 72 terminara como una cortante. No quedó nada, se silenció, tal vez por el momento político, lo desconozco. Pero lo cierto es que quedó difuminado. He de señalar que en el ambiente se percibe una voluntad muy definida, y es unánime: que estos Encuentros sirvan de punto de partida para un proyecto serio y de futuro. Dar un tejido sólido, culturalmente hablando, no sólo es bueno para la ciudad, sino para el país entero. Europa se hace así.
Eres Premio Nacional de Ensayo 2021, Premio Nacional de la Crítica 2020, Premio Internacional Príncipe de Viana de la Cultura 2015, Premio Ciudad de Barcelona 2006, Premio Ciudad de Córdoba; ensayista, estudioso de la música, aforista, poeta, humanista, europeísta, apasionado, tenaz e insobornable. ¿Te has preguntado por qué te han asignado esta insigne tarea de celebrar el 50 Aniversario?
No lo sé, quizá por mi neutralidad, que no por mi inhibición. Siempre me he sentido comprometido con el prójimo. El hecho de no pertenecer a ningún partido ni estar circunscrito a ninguna ideología, ya que todas me parecen rémoras del intelecto y del espíritu, tal vez haya decidido este encargo, que agradezco muy de verdad. Por otra parte, he procurado ser discreto y trabajar siempre con la entrega que me ha sido posible. No me he guardado nada para mí.
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