El estatuto de la propuesta psicoanalítica no es —como Freud esperó de manera persistente— el de un postulado en la teoría de la evolución de Darwin. Sus verdades son de un orden estético, intuitivo, como las que encontramos en la filosofía y en la literatura. (George Steiner)
Hace exactamente diez años tuve el privilegio de conocer a Judith Miller en Sevilla, en el marco de un congreso sobre el control de la infancia. Probablemente, los organizadores, al invitarnos a compartir una mesa redonda (el tercero en discordia era mi querido amigo Carlos Fernández Liria), esperaban presenciar una animada pelea pública, pues yo había escrito algunos artículos muy críticos —por no decir satíricos— sobre los delirios matemáticos de Lacan. Pero fue amor a primera vista. Nos presentaron la noche anterior al debate y estuvimos conversando ininterrumpidamente hasta altas horas de la madrugada, y, entre otras cosas, nos propusimos organizar un encuentro interdisciplinar para hablar del estatuto epistemológico del psicoanálisis y del marxismo, así como de las relaciones entre ambas corrientes de pensamiento.
Lamentablemente, Judith murió cinco años después sin que llegáramos a dar forma a nuestro proyecto, pero yo nunca me he resignado a abandonarlo del todo. Lo he planteado en distintos momentos, países e instituciones, y aunque la propuesta a menudo ha sido acogida favorablemente, no ha llegado a cuajar. Ojalá contribuya este apresurado artículo conmemorativo a mantener viva la idea.
Para los más conocidos y reconocidos filósofos de la ciencia contemporáneos (algunos de los cuales, dicho sea de paso, me merecen el mayor respeto), desde Karl Popper hasta el recientemente fallecido Mario Bunge, tanto el marxismo como el psicoanálisis son, sencillamente, seudociencias; pero, si bien la denominación es adecuada cuando se refiere a sus manifestaciones más doctrinarias, no se puede despachar con una etiqueta descalificatoria dos de las aventuras éticas e intelectuales más renovadoras e influyentes del siglo XX. Afirmar, sin más, que el marxismo y el psicoanálisis son seudociencias es como reducir el cristianismo a mera mitología.
Junto con el darwinismo, el marxismo y el psicoanálisis son los grandes metarrelatos de nuestro tiempo, en el sentido de que pretenden explicar realidades muy amplias y complejas en función de unos cuantos principios básicos supuestamente universales, a la vez que, en ocasiones, intentan extender abusivamente su área de influencia más allá de los límites de sus respectivas disciplinas.
En el caso del darwinismo, la luminosa idea de una evolución de las especies basada en la selección natural, propiciadora de una auténtica revolución científica, también dio lugar a derivaciones tan espurias como el denominado «darwinismo social». Y en el caso del marxismo, un loable y fecundo esfuerzo de análisis científico de las relaciones de producción derivó, demasiado a menudo, en concepciones dogmáticas e instituciones totalitarias (no en vano Marx dijo «yo no soy marxista», y Darwin rechazó abiertamente las falacias supremacistas esgrimidas en su nombre).
El caso del psicoanálisis es diferente en más de un sentido. El darwinismo, revisado y matizado constantemente en función de los nuevos datos, se ha integrado en la ciencia oficial, y hace mucho que, mal que les pese a los creacionistas, la «teoría de la evolución» dejó de ser una teoría para convertirse en un hecho sobradamente constatado, mientras que el marxismo, aunque sigue teniendo una enorme influencia en el pensamiento y en la praxis política, ha desaparecido casi por completo del panorama cultural, incluso como objeto de refutación. Sin embargo, el psicoanálisis, pese a su desprestigio en los medios científicos y a la competencia del conductismo y otras corrientes terapéuticas, sigue gozando de buena salud mediática y profesional, e incluso académica.
Una de las claves de la vigencia del discurso freudiano es, como ha señalado George Steiner, su vigor filosófico y literario, incluso mitopoiésico. «Las ideas de Freud —dice Steiner— han ejercido un formidable efecto de retroalimentación en la cultura occidental. Nuestro sentido del yo, de nuestras relaciones personales (casi diría de la forma en que nos movemos dentro de nuestra piel), todo esto ha sido impregnado por el estilo freudiano. Muchas de las conjeturas de Freud se han cumplido ya, pues las costumbres privadas y sociales se han alterado para satisfacer las expectativas del psicoanálisis». Y añade más adelante: «La liberación iniciada por Freud respecto de nuestra consciencia de la sexualidad, de las necesidades autónomas de los niños, respecto de la psicopatología y la enfermedad mental, ha sido muy considerable. Gracias a la vida y la obra de Freud, nosotros respiramos más libremente en nuestra existencia privada y en nuestra existencia social»1.
Paradójicamente, la grandeza del psicoanálisis, como la del marxismo, estriba en su contención, en su renuncia a su vocación metanarrativa inicial, del mismo modo —y por la misma razón— que su miseria —la de sus vertientes más doctrinarias— es consecuencia de la pretensión abusiva de formar parte del gran meta-metarrelato de la ciencia.
Notas
(1) George Steiner, Nostalgia del Absoluto (Ediciones Siruela, 2001).
Echa un vistazo a “Verdad y Método” de Gadamer. Lee el primer apartado titulado “El problema del método”. No hay nada que DEMUESTRE que el método de las ciencias naturales DEBA ser aplicado a las ciencias del espíritu. El conocimiento científico o es demostrativo o no será nada, pero hay saberes comprensivos en los que no se demuestra, sino sólo que se muestra. Gadamer es más sutil. Es preferible leer su obra que a mí.
Me parece que no tienes nada en común con Judith Miller aparte de una situación compartida de marginación cultural. Tampoco creo que descubra nada que no sepas, a pesar de tu manifiesto y sentido homenaje, que te honra.
He leído a Gadamer con gran interés y estoy bastante de acuerdo con lo que dice(s). Por eso insisto en que ciertos saberes son seudociencia en la medida en que pretenden ser ciencia.
Date una vuelta por:
https://www.crispian.net/PTOIN.html
Va a ser de tu interés.
Gracias, no conocía esa página. Interesante, sí, aunque muy discutible (si se toma en serio).
Si se echa otro vistazo a la historia de la filosofía analítica, donde se originó el problema de la demarcación, que es ciencia y que no, desde Russell, el Círculo de Viena o el primer Wittgenstein y sus quiméricos intentos de definirlo hasta la actualidad donde el problema ha sido abandonado desde hace décadas por irresoluble se puede uno hacerse una idea de a donde llega todo esto y en que estamos. Ha quedado más como una cuestión sociológica, o como mucho de a donde van a parar los recursos académicos.
«Afirmar, sin más, que el marxismo y el psicoanálisis son seudociencias es como reducir el cristianismo a mera mitología» Admirado Frabetti, ¿acaso el cristianismo no es una mitología? Que de él hayan salido cosas valiosas e inspiradoras no hace que sus fundamentos sean menos mitológicos, me parece a mí. Y el marxismo y el psicoanálisis son, por más que hayan dado lugar a cosas valiosas e interesantes, pseudociencias que carecen de valor predictivo. Por supuesto, no todo es despreciable en las pseudociencias, ni mucho menos, pero no son ciencias positivas.
No digo que no sea una mitología, sino que no podemos reducirlo a eso (como tú mismo apuntas). Y lo mismo ocurre con algunas seudociencias. Me temo que he sido excesivamente escueto y, en consecuencia, poco claro. Tal vez este artículo requiera una segunda parte. Gracias, Eugenio.
El (des)calificativo «pseudocienci»a es un saco en el que, desde la ciencia, se mete lo que pretende ser ciencia sin serlo tanto como aquello otro que sin pretender ser ciencia (y no siéndolo) tiene una utilidad medible por causas aún no entendidas por la ciencia.
El (des)calificativo «pseudociencia» se usa de forma poco científica. Creo que habría que usar nuevos términos y aplicarlos con ciencia.
Es cierto, Alejo: solo debería aplicarse a lo que pretende ser ciencia sin serlo, y a lo que apela a meras suposiciones como si fueran hechos comprobados. Algunos científicos son, en ese sentido, reduccionistas. Una cosa es decir que solo la ciencia es ciencia, y otra muy distinta sostener que no hay más conocimiento que el científico.
No puedo por menos de dejar aquí un enlace a este vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=TIAAJxJPW_8
Es el equivalente dramatizado de un chiste de Eugenio:
¿El saben aquel que diu que uno llama a la puerta de un adivino?
Toc toc
-¿Quién es?
-Pues vaya adivino…
Me hiciste reír, es el chiste más breve y eficaz que he leído
Es que Eugenio hacía honor a su nombre (Eu, del griego, bueno, y genio).
Superstición significa la valoración excesiva de cualquier cosa. RAE ejemplifica con la superstición de la ciencia; Chesterton escribe sobre la superstición de la escuela; y las vecinas del barrio valoraban la buena suerte del trébol de cuatro hojas, pero como lo cultivaban, les permitía también la valoración justa. Hay supersticiones de la democracia, como la del voto y la consecuente de la representación (que no es ascendente sino descendente por más que digan). Sobre darwinismo social no leí nada pero existe la superstición del progreso. Oscar Wilde citando a un personaje, decía que su única objeción al progreso moderno era que se progresaba hacia adelante y no hacia atrás.
La religión no es una superstición, pues se trata de aceptar o no aceptar la valoración justa de la idea sobrenatural propuesta (sin negar que a partir de la aceptación existan supersticiones como en toda actividad). Quien no la acepta no tiene nada que valorar. Le falta el sujeto de la definición. Podemos pensar que en Buda o en Cristo hay una valoración excesiva de un ser humano, pero sería un pensamiento extranjero y una incomprensión de las creencias.
Por cierto, aunque me desvíe un poco del tema: a cuento de Mario Bunge, me llamó la atención leer en un libro suyo: «Filosofía y política», que él sí creía en la existencia de un «Derecho natural», con todo lo científico que él era. Alguna vez hemos hablando aquí de este tema, de Kelsen y demás… En fin, lo dejo sólo ahí. Es un tema que siempre me da vueltas en la cabeza: si podría existir un derecho «natural» al margen del positivo. Un derecho «natural» a veces pienso que podría servir para defender el derecho a la vida de los esclavos, los animales, etc…, pero también en nombre del derecho «natural» se puede defender la supremacía de unas razas sobre otras o de la especie humana sobre otras. Saludos.
Es un tema muy delicado y resbaladizo. Yo creo que Bunge (pero tendría que comprobarlo) se refiere a un derecho acorde o en armonía con la naturaleza, que no es lo mismo que dictado por la naturaleza o implícito en ella. En cualquier caso, es muy difícil hablar de lo «natural» en relación con los seres humanos, puesto que nos hemos constituido y desarrollado como tales superando las limitaciones de los condicionamientos naturales.
Si por derecho natural entendemos que un mono o un árbol tienen derechos, eso sólo puede adquirir sentido pasando a derecho positivo bajo la forma de obligación humana. Y si la obligación carece de fuerza coercitiva es mera declaración (demagogia). Tengamos en cuenta que a las leyes no las hacen los juristas morales sino los legisladores, por eso aquellos casi siempre enfatizan sobre la necesidad de jurados supra-legislativos. Pero creo que, en parte al menos, se engañan, pues las constituciones también son obra de los legisladores. Recuerdo dos ejemplos leídos hace unos años, Constitución de Venezuela (es una constitución de tipo reglamentarista, larga): La tierra tiene derecho a ser restaurada; Constitución de Chile (es una constitución de tipo principista, más breve): Los habitantes tienen derecho a la descontaminación del ambiente. Vaya derechos, diría Eugenio.
Asistí en Cuba a un encuentro internacional en el que se propuso promulgar los derechos de la Pachamama. Me opuse rotundamente, alegando que era mezclar la poesía con la política y el derecho, lo cual solo podía contribuir a crear confusión. Hablar de los derechos de la tierra es una metonimia tan bella como peligrosa.
Pero, curiosamente, alguien al que creo que valoras, el positivista Kelsen, afirmaba que los edificios, los animales, etc… podían tener derechos exactamente igual que los seres humanos; A tiene un derecho desde el momento en que se establece una obligación a B para con A. Según Kelsen, derecho y obligación no son más que dos caras de la misma moneda.
Una cosa son los derechos y otra el derecho (las leyes, o sea, el poder legislativo) y la forma de administrarlo (el poder judicial). Los edificios -o Pachamama- pueden ser objeto de derecho, pero no sujeto. Kelsen rebatió con argumentos contundentes el concepto de «derecho natural»; creo que no hay que confundir sus consideraciones sobre justicia/ética con su teoría del derecho como constructo independiente de tales consideraciones.
A propósito de Kelsen, tal vez te interese mi artículo «Cuba, ¿dictadura o democracia», en Rebelión (no logro pegar el enlace).
https://rebelion.org/cuba-dictadura-o-democracia/
Gracias. Sí, lo leí hace tiempo, y he vuelto a leerlo. Sí, me ha interesado. No obstante (y sin querer enredar con esto) sigo pensando que el Pachamama puede tener un representante legal que defienda «sus derechos». Pero vamos, a lo mejor estamos diciendo lo mismo.
Con respecto a Kelsen, sé que escribió obras acerca del socialismo y el estado, el marxismo… Pero aún no los he podido leer. ¿Tú los conoces? ¿Estás de acuerdo con Kelsen? He leído algún fragmento en donde criticaba algunas cosas de Engels y Marx y Lenin, a nivel teórico, pero no sé qué opinión tenía en general del socialismo.
Por último, leí hace poco esto de Castoriadis que creo viene a cuento: «La pregunta ‘¿quién pone las reglas de derecho?’ no tiene una respuesta en la naturaleza humana o en la naturaleza a secas. Que cada vez hay una posición primera en el poder en cada sociedad y que, al mismo tiempo, se precisa una norma para juzgar esta posición fundamental, y no podemos quedarnos en los puros hechos (como hará Kelsen). (…) Debemos discutirlo, ¿pero a partir de qué? Verdadera antinomia. (…) Nuestra posición nos lleva a condenar los regímenes en donde la posición de las reglas de derecho no pertenece a la totalidad del pueblo. Pero esto no es objeto posible para una demostración teórica.»
Saludos.
No conozco a fondo la obra de Kelsen, más allá de su teoría del derecho. Y creo que Castoriadis acierta al señalar la complejidad del problema, que escapa a todo intento de reduccionismo. Las reflexiones de Lévi-Strauss sobre Rousseau en «Tristes trópicos» me parecen esclarecedoras en este sentido.
«No mezclar la poesía con la política y el derecho» es una gran propuesta extensible a un ideal de sociedad.
O sea, que lo que es derecho o no depende de si hay poder coercitivo: sí sería derecho el derecho nazi y no lo sería la Declaración Universal de DDHH de 1948, o la Declaración universal de los derechos de los animales de 1979. Pero claro, hay quien dice que algunas normas que sean tan tan tan injustas no pueden llegar a ser llamadas Derecho. Es un tema que se discute desde hace muchas, muchas décadas.
No sé como llegas a ese razonamiento. Como dice antes Frabetti, la palabra derecho puede referirse a (1) una declaración de principios y normas, o bien a (2) la facultad individual o comunitaria de ser, hacer o no hacer. Ocurre que (1) abunda y (2) escasea. Hay derechos declarados como para hacer dulce pero los sujetos u objetos de esas declaraciones no los pueden ejercer a falta del cumplimiento de las obligaciones correspondientes, incluso faltan las mismas obligaciones. «Todos los seres humanos nacen libres e iguales…» Vaya impudicia y canto para la tribuna, por lo menos podrían haber escríto «deberían nacer…».
Pero este razonamiento mío en realidad no es mío, es el razonamiento del mismísimo positivismo jurídico: es Derecho el conjunto de normas establecidas por la autoridad legal (puede ser una democracia, una dictadura, una mezcla…) y cuyo cumplimiento está garantizado por un poder coercitivo (policía).
He escuchado a positivistas decir que el Derecho del franquismo podía ser repugnante, pero era Derecho, mientras que la DDHH de 1948 no es derecho porque no tiene un poder coercitivo para hacerlo cumplir. Y en gran medida es cierto, ¿no?
Sólo que hay algunos filósofos del derecho que dicen que el Derecho de una dictadura no es derecho, o que el derecho muy injusto (el derecho nazi) no es derecho.
De acuerdo, por eso la necesaria distinción al decir «derecho», dado que el conjunto de normas de un gobierno no sólo puede reconocer facultades o libertades a los individuos sino que también las puede negar u omitir. Además el mero reconocimiento de un derecho, aún con la obligación correspondiente, no lo garantiza. El problema de las garantías es el más delicado porque afecta a los más débiles.
A Bunge lo escuché a mediados de los 80 en una conferencia y era un persona que no aceptaba dudas a propósito de lo que él consideraba certezas y sólo eran opiniones. Él creía entender de la física, pero lo cierto es que cualquiera de los que estábamos a punto de licenciarnos nos dimos cuenta de que no. Recibió un severo correctivo por parte de los asistentes, que sí sabíamos de física, quedó poco bien y a partir de ese momento comenzó a vender libros hablando de psicobiología, sociología y otros temas donde es menos sencillo trizarte. Tenía una concepción russelliana de la filosofía, de regimentación lógica del lenguaje y estaba muy a favor del fisicalismo y en contra de las pseudociencias, pero su concepto de la física como ciencia exacta era delirante, más aún después del descubrimiento de las limitaciones inherentes a los formalismos.
Me sorprende lo que dices, porque Bunge era doctor en física. Pero lo cierto es que alguna vez le he leído opiniones un tanto reduccionistas sobre algunos temas. Lo investigaré.
Yo le oí decir en aquella conferencia que la química era reducible a física, la bioquímica a química, la biología a bioquímica, etc. Alguien preguntó si conocía las implicaciones para las matemáticas y ciencias del segundo principio de indeterminación de Gödel, el teorema de Tarski y la teoría de los predicados de Kleene. Ahí las cosas se le pusieron cuesta arriba. Un profesor de filosofía muy mayor y devoto de John Searle, Salvador Vinardell, comenzó a trastearle a propósito de la regimentación lógica del lenguaje y terminó por desatar la caja de los truenos. El tal Bunge dijo que él era un especialista y nosotros unos estudiantes listillos, que no sabíamos de qué hablábamos. Intervino el organizador del congreso echándole un capote y dijo que por motivos de horario había que dar paso a otra conferencia. Un año después Bunge comenzó a publicar cosas sobre biología, sociología y psicología. Suerte tuvo de que no se hubieran inventado los móviles.
Justo hoy han posteado en el «Menéame» un artículo de Bertrand Russell y en los comentarios ha aparecido un tal «Anthk» repartiendo estopa a la manera de Bunge:
https://old.meneame.net/story/sirve-filosofia-bertrand-russell
Un reduccionista implacable. Estoy observando el espectáculo como quien entra en un parque jurásico.
Mutato nomine de te fabula narratur!
Esos reduccionistas deberían leer ese pasaje de Dialéctica de la naturaleza que empieza diciendo: «Los científicos creen librarse de la filosofía ignorándola o despreciándola…». (No consigo pegar textos ni enlaces).
Lo he leído por encima. Menudo botarate. Si sostiene que solo la ciencia es conocimiento y su discurso no es científico sino ideológico lo lógico sería callarse, pero sigue con la matraca. Suspendió lógica elemental por lo que se ve y de ahí su inquina.
Es fantástico. Es una oportunidad única. Es como volver a ver a un trilobites en movimiento. Yo no pierdo detalle. No se me ha ocurrido intervenir. Hacía mucho tiempo que no topaba con una expresión tan pura de cientismo desatado.
Si te pasas por Naukas, Xataka o la sección de ciencia de cierto periódico te los encuentras en su hábitat natural. Se creen originales y avanzados y no saben que tienen la falsa conciencia del siglo XIX, o XX, o XXI Son hijos de Comte, pero no les preguntes si saben quién era ese señor, que va a ser que no. Aquí hace no mucho escribía Cristian Campos, actual jefe de opinión del Español, sus artículos de Jot Down son dignos de lectura («Los dinosaurios de letras ya tienen su meteorito») y más sabiendo la deriva imperialista que ha copiado como agitador.
El tal Cristian Campos, por lo que observo, no es siquiera científico. Reconoce que sus estudios son de periodismo y derecho. Habla de oídas como alguien que siguiera en el instituto. Le corean otros que viven en ese nicho. Básicamente es fauna de tabernas.
Pero Bunge es una pieza muy diferente, porque necesita muchas hipotesis “ad hoc” para rechazar lo que no encaja con su visión de las ciencias. Hace toda clase de equilibrios y acrobacias intelectuales. Es newtoniano, pues considera que la teoría de la relatividad sólo tiene validez astrofísica. Rechaza la mecánica cuántica, la teoría de cuerdas, se resistía a reemplazar la causalidad por la correlación (el principio de indeterminación es sólo subjetivo), etc. Al final termina criticándolo todo, salvo su propio enfoque. Así que deja claro a su pesar qué conviene rechazar.
E“Anthk” habla como un ingeniero informático que faltó a clase cuando explicaron las máquinas de Turing. O bien aún no se ha enterado de que es imposible generar números aleatorios mediante procedimientos recursivos y las implicaciones que esto supone.
Yo asisto a este tipo de espectáculos con la fascinación de un botánico que encontrase una planta jurásica en su jardín. Todos estos defensores de las matemáticas tienen un concepto instrumental e ingenuo de las mismas, cartesiano o leibniciano. En el mejor de los casos siguen viviendo un fisicalismo previo al segundo teorema de incompletud de Gödel.
Leerlos es como volver a la década de 1920, aunque ellos se sientan muy modernos. Vano es tratar de convencerlos.
Sí. Es que no hace falta haber estudiado ciencia para ser cientificista, de hecho son peores porque nunca han trabajado haciendo ciencia en un laboratorio ni siquiera en un nivel básico y nunca se han enfrentado a preguntas o limitaciones metodológicas o epistemológicas.
Bunge era muy vehemente, y vocinglero, en sus críticas. Todavía recuerdo que en una entrevista en que se refería a Heidegger poniéndolo de esquizofrénico, por una frase sacada de contexto, y resultaba que la traducción que había hecho del alemán le había desprovisto de sujeto, con lo cual lo complicado de la materia le añadia el sinsentido de la traducción. En fin, cosas del profesor, en otras cosas era una mente afilada y no tan partidista.
Tu lo has dicho, es cartesianismo puro y duro en cuanto a su creencia de un punto de vista privilegiado. Se creen modernos y no han llegado a Kant.
Ah, y desviándome más aún: hace no mucho, una estudiante que estaba terminando Filosofía me dijo que le decepcionaba la carrera porque era demasiado racional y se dejaban otros ámbitos de lado: el psicoanálisis, etc… Esta chica me dio la razón en cuanto a que era una carrera muy masculinizada, y me dijo que ella veía que las chicas son más intuitivas que racionales y los hombres, al revés, sin que ello deba ser malo; decía que es así y ya está. No sé si aquí la gente tiene opinión al respecto.
En la filosofía no veo un problema, sobre todo porque está casi fuera del sistema de enseñanza y es una materia a extinguir. Qué le vamos a hacer. En la educación física (gimnasia para los más políticamente incorrectos), en cambio, sí. Está sobre la mesa la ley «trans». Pretende hacer un bien a un colectivo demasiado castigado, pero quizás sea ingenua en un aspecto muy concreto: las competiciones deportivas. Los niveles de testosterona en los hombres son 20 veces mayores que en las mujeres. La federación internacional de rugby encargó hace no mucho un estudio a propósito de qué significa esto en lo relativo al rendimiento físico para ver qué hacer. Los resultados indicaban que los hombres son 50-60% más fuertes, un 10-15% más rápidos y tienen una capacidad 30-40% mayor para producir fuerza/potencia, incluso, a igual tamaño. Las ventajas deportivas son obvias, en especial cuando el cambio de sexo se realiza después de la pubertad. Que alguien siendo somáticamente mujer pero psicológicamente hombre cambie de sexo no va a alterar las competiciones deportivas masculinas, pero que alguien siendo somáticamente un hombre cambie de sexo alterará las competiciones femeninas y han sido necesarios muchos años para conseguir su equiparación. Si los últimos JJOO hubieran sido mixtos, ¿en qué posición hubiera quedado el oro femenino? En maratón, en la 71ª posición. En natación de aguas abiertas, la 23ª de 26 participantes. En triatlón, la 49ª de 51 participantes. En atletismo 100m, 400m y 800m no se hubiera clasificado una sola mujer ni para las semifinales. Peor aún: no hubieran participado mujeres.
El tema está sobre la mesa y ya sabemos que no toda la sociedad está compuesta por atletas, pero no sólo la alta competición, sino el mundillo del deporte tiene un problema. ¿Qué niña va a querer ser atleta si sabe que en esa profesión no hay un futuro para ella? Un vídeo expresa mejor el problema que mis palabras. Fue durante la a mi entender vergonzosa prueba 4×400 realizada en Doha. Hundieron a una atleta en la miseria, aunque ella en el momento trató de llevar el trance con dignidad:
https://www.youtube.com/watch?v=rUUWYOqxR84
A Martina Navratilova le cayó la del pulpo por opinar que es una «trampa» que se permita dejar participar a atletas que nacieron hombres en deportes de mujeres dado que compiten en desigualdad de condiciones gracias a su mayor capacidad física.
Este toro es de los que nadie desea torear y el tiempo apremia.
Por si alguien le interesa:
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33289906/
Con respecto a cómo «son» los hombres y las mujeres es muy difícil -por no decir imposible- separar lo biológico de lo cultural, sobre todo en lo que se refiere a la mente. Las diferencias entre los cerebros de uno y otro sexo son insignificantes, y la gran plasticidad del cerebro las vuelve irrelevantes en cuanto a lo que pueden llegar a ser/conseguir mentalmente unos y otras.
Popper también decía que la Teoría de la Selección Natural era metafísica, no podía ser falsada, pero que en cambio sí había sido muy provechosa para la biología porque servía de marco a muchas teorías exitosas. Sospecho que su liberalismo no le hizo percatarse de que el marxismo ha servido como corriente inspiradora a las ciencias sociales, a pesar de sus múltiples detractores y a las cazas de brujas, en antropología, sociología, economía o historia.
Siempre me pareció valiente Bunge al señalar que había teorías con mucho predicamento en ciencias y que eran pseudociencia como la psicología evolucionista de Pinker y Buss que propone cerebros que no han cambiado desde el pleistoceno o la teoría clásica económica, la teoría liberal, que no había cambiado sus postulados en más de 150 años de existencia.
Paradójicamente, Popper fue marxista en su juventud (o eso decía él) y dejó la lucha (?) porque se dio cuenta de que no se podía asegurar la inevitabilidad de la autodestrucción del capitalismo ni del paraíso comunista. En su día le contesté que precisamente había que luchar porque la victoria no era segura (de ser inevitable, nos podríamos relajar con toda tranquilidad).
Es de cajón lo que dices. No se deja de aspirar a la justicia social, a la igualdad y a la libertad (la de verdad, la que garantiza las condiciones materiales para evitar que en la medida de lo posible nos subordinemos a otros) porque sea inalcanzable. Todo lo contrario.
Por cierto Carlo, échale si puedes, una lectura a El Amanecer de Todo de David Graeber y David Wengrow, antropólogo y arqueólogo respectivamente que seguramente ya conozcas. Una gozada de lectura.
Gracias, Arryn, lo conozco pero no lo he leído. Precisamente hoy tengo que ver a mi librero de cabecera, se lo pediré.
Espero que lo disfrutes, maestro!