Cine y TV

Informe pericial de Anthony J. Soprano

Informe pericial de Tony Soprano
The Sopranos. Imagen: HBO.

Un tipo entra en el despacho de una psiquiatra. El comienzo de la serie The Sopranos anunciaba un giro particular en el género de mafiosos, dándole una perspectiva nueva con una secuencia inédita. Tony Soprano, uno de los más importantes capos en una organización criminal, acude en busca de ayuda psicológica tras haber sufrido un desmayo junto a la piscina de su casa. La famosa imperturbabilidad de Vito Corleone ha desaparecido para siempre. Tony Soprano no es capaz de entender lo que le sucede, ya que la causa aparente del desmayo ha sido bastante peregrina. Al ver partir a una manada de patos que llevaba tiempo habitando su jardín, con los que se había encariñado, siente una repentina opresión en el pecho y cae redondo al suelo. Todo un líder del hampa, un tipo duro, que sufre una crisis y pierde el conocimiento cuando unos patos se marchan de su piscina. 

La doctora, Jennifer Melfi, su psiquiatra, pronto busca alguna interpretación freudiana al hecho: por ejemplo, la marcha de los patos podría representar la pérdida de la familia. Cuando Tony ve cómo los patos alzan el vuelo y abandonan el nido, podría estar estableciendo una asociación inconsciente con su esposa y sus dos hijos, somatizando en forma de crisis de pánico un intenso miedo a perderlos. Una explicación simbólica como otra cualquiera, pero que podría ajustarse bastante a la realidad.

Lógicamente, al tratarse de una serie de televisión, las explicaciones subsiguientes que se aportan para perfilar el estado mental y emocional de Tony Soprano están enfocadas desde una perspectiva más dramática que puramente psicológica. Algo perfectamente comprensible: los espectadores esperamos ver un drama, de hecho, y no un documental médico. Sin embargo, los elementos para trazar un informe psicológico básico sobre este personaje —uno de los más ricos y complejos en la historia de la televisión— están bien presentes en la trama, especialmente durante las dos primeras temporadas, aunque también a lo largo de muchos detalles perfilados hasta el final de la serie. David Chase, el creador de The Sopranos, estructuró cuidadosamente no solamente el personaje de Tony sino su entorno familiar, sus relaciones y sus condicionantes vitales. Así que imaginemos que estamos sentados en la silla de la doctora Melfi y que a lo largo de varias sesiones empezamos a tomar notas sobre ese individuo que ha acudido a nuestra consulta. ¿Qué sucedería si nosotros fuésemos quienes elaborásemos una especie de informe psicológico sobre Tony Soprano? ¿Qué terminaríamos deduciendo sobre él? Hagamos un intento:

El paciente, Tony Soprano, acude a terapia a raíz de unos episodios de crisis de ansiedad que le producen sensación de dificultad respiratoria, mareos y finalmente una repentina pérdida de la consciencia, por lo cual dichas crisis adquieren un carácter urgente. Durante las primeras sesiones se muestra como un individuo reacio a mostrar sus verdaderos sentimientos por una parte, pero impulsivo e irascible por otra. Vive apegado a un buen número de prejuicios sobre cuál debe ser su lugar en el mundo y muy especialmente sobre cómo debería manifestarse su masculinidad, dejando entrever profundos problemas de autoestima. Proveniente de un ámbito criminal donde la confesión de secretos privados es un tabú, Soprano está descontento con su propia necesidad de expresarse, con la debilidad de carácter que le ha producido las crisis de ansiedad y que ahora lo está obligando a recurrir a ayuda de terceros. Se debate entre la imagen que querría tener de sí mismo —la de un líder sólido que puede sobrellevar las presiones de su tarea sin desfallecer— y la imagen real de sí mismo que las circunstancias le han impuesto: la de un hombre vulnerable cuya estabilidad emocional se quiebra bajo la presión. 

Indagando en su biografía, descubrimos un patrón particular de relación con sus padres. Su padre, el difunto John, fue un hombre que también se dedicaba al delito, y que estaba más preocupado por el día a día de su «actividad profesional» que por trasladar patrones educativos válidos a su hijo. Nunca estuvieron en un contacto muy directo desde el punto de vista de dinámica familiar, y el resultado es que Tony ve a John como una figura distante, a la que admira e idealiza pese a todos sus defectos. Tras el fallecimiento de su padre, Tony se siente obligado a ejercer el rol de heredero e intenta seguir los pasos de su progenitor imitándolo en todo. Tiene dos hermanas, pero es el único hijo varón de la familia y en la visión machista de su mundillo, sus hermanas no tienen ningún papel que cumplir a ese respecto.

Sin embargo, intentando imitar esa figura paterna que él percibe como pétrea e inamovible, descubre que él mismo no es ni pétreo ni inamovible. Al ponerse en el papel de su padre descubre que para él mismo las cosas resultan mucho más difíciles, que la presión lo doblega, que no muestra la desenvoltura de carácter que su padre tenía (o que creía ver en él, no importa). Este hecho, la consciencia de su propia vulnerabilidad, le hace sentir un amargo menoscabo hacia su propia masculinidad. Tony siente que, dado que su capacidad de resistencia y su entereza resultan insuficientes, está fallando en su obligación de tomar el relevo de su progenitor y por tanto está fallando en su papel último como hombre, el de reproducir e imitar a su padre. 

Incluso más significativa es la relación de Tony con su madre, Livia. La madre de Tony es una mujer fría, egoísta y manipuladora, fácilmente catalogable como «personalidad límite». Es muy probable que durante esa infancia de Tony, Livia intentase sobreprotegerlo —en otras palabras, castrarlo—, aislándolo del mundo para anularlo como «futuro hombre» y de ese modo mantenerlo junto a sí. Esa sobreprotección de Livia convive, paradójicamente, con ciertos deseos de dañar psicológicamente a sus hijos, principalmente para «resarcirse» por sus propios complejos y carencias. De hecho, cuando Tony crece y deja el nido materno para formar su propia familia, Livia se siente abandonada y traicionada. Repentinamente, los sentimientos subyacentes de frío rencor hacia su hijo se multiplican. Fingiéndose senil, Livia transforma aquellos antiguos mecanismos de castración y sobreprotección en un juego de manipulaciones emocionales destinadas a causar en su hijo profundos sentimientos de preocupación, culpabilidad e inestabilidad. Arrastrado por la idea de que ha heredado el papel de cabeza de familia y que por tanto el bienestar de su madre depende ahora de él, Tony se manifiesta incapaz de percibir la conducta manipuladora de Livia. Conducta que él mismo ha heredado; por ello, cualquier manifestación abierta de sus sentimientos debe ser siempre sometida a un serio escrutinio, ya que ha aprendido sobre el terreno una fina habilidad para el fingimiento y el engaño. Sus crisis de ansiedad son legítimas, y las causas subyacentes son evidentes. Pero la manera en que él expresa sus deseos, sus valores y sus opiniones siempre deberá estar sujeta a la sospecha. Tony Soprano miente con frecuencia; dado que toda su vida es una mentira, se mueve como pez en el agua en ese elemento. Tanto, que es perfectamente capaz de mentirse a sí mismo. 

Este modelo de crianza familiar (padre ausente más madre castradora) es, curiosamente, un modelo frecuente entre individuos con personalidades adictivas. Abunda entre los heroinómanos, por citar un ejemplo significativo, y también se manifiesta en Tony. La figura del padre ausente ha provocado que Tony Soprano haya crecido en un ambiente patriarcal, pero en el que curiosamente no hay una verdadera figura paterna que le imponga barreras o discipline su carácter. Así pues, el patriarcado de su familia es meramente nominal y Tony no ha aprendido a endurecerse a base de someterse a la disciplina de un padre. Más bien al contrario: cualquier barrera que surja en su camino le produce impaciencia e incluso desesperación. Su bajísima tolerancia a la frustración es resultado, entre otras cosas, de la nula presencia educativa de su padre durante su niñez. 

Por otra parte, el control emocional al que desde siempre su madre ha sometido a Tony le ha impedido madurar y desarrollar estrategias para sobrellevar las emociones negativas. Tony es incapaz de procesar y manejar por sí mismo, de manera medianamente saludable, sus angustias e inseguridades. Naturalmente, la vida adulta, y más la estresante existencia de un jefe mafioso, consiste en una sucesión continua de obstáculos frustrantes que producen ansiedad.  Ello requiere, para una cierta salud emocional, fuertes mecanismos de procesamiento de dicha frustración. Tony Soprano, como decíamos, carece de esos mecanismos, lo cual agudiza esa intolerancia a la frustración. Los sinsabores de la vida se acumulan en su interior hasta hacerlo explotar, ya sea en forma de ataques de ansiedad o de explosiones de ira, e incluso de abierta violencia injustificada.

Hablábamos además de un caldo de cultivo para las conductas adictivas, que se presentan bajo ciertas formas de «automedicación» para mantener la ansiedad bajo control. Tony Soprano muestra esas conductas claramente propias de una personalidad adictiva muy especialmente en su relación con la comida —de la que abusa constantemente como una manera de mitigar su ansiedad— y el sexo indiscriminado. Su faceta mujeriega no tiene tanto un carácter de reafirmación de su propia masculinidad a través del donjuanismo, sino más bien de mero desahogo. Para Tony, que ha modelado su yo masculino en torno a su padre, la autoafirmación no pasa por las figuras femeninas sino por las masculinas. La opinión de las mujeres no cuenta demasiado en su autoestima, así que le sirven como una forma más de aliviar sus angustias, como un entretenimiento adictivo más, pero no consigue reafirmar su masculinidad a través de ellas. Para reforzar su autoestima como varón, lo que necesita es la aprobación de otros varones; solo así puede sentirse exitosamente masculino. Ensalza la camaradería masculina y se aferra a su autenticidad incluso más de lo que se aferra a sus relaciones sentimentales con mujeres. Es incapaz de concebir la traición por parte de determinados amigos, que para él forman parte del más importante de sus círculos: el de los pares masculinos que mantienen en pie su autoestima. Rara vez desarrolla esa clase de sentimientos de dependencia hacia una mujer, salvo que ella adopte un rol maternal o protector —como en el caso de la doctora Melfi—, y entonces Tony intente paliar a través de ella el vacío que ha sido siempre la relación con su propia madre. Por todo ello, ante otros hombres, Tony se empeña en imponer respeto a toda costa y en provocar miedo cuando ese respeto no se produce: también su uso de la violencia tiene tintes adictivos, de incapacidad para controlar el uso de la agresividad como automedicación. 

Ciertamente no muestra reparo alguno a la hora de utilizar la violencia, verbal o física, hacia hombres e incluso hacia mujeres. Tony Soprano muestra claros rasgos psicopáticos; su capacidad de empatía no es completamente nula, pero sí está limitada a muy pocas personas. Su mujer, sus hijos, y pocos más. Cuando alguien no es objeto de su afecto, su empatía se diluye y Tony ya no tiene inconveniente en hacerle daño. Desde su punto de vista, el daño que otros puedan sufrir por su causa es un resultado inevitable de la persecución de sus propios fines, un precio que otros deben pagar por que él cumpla sus ambiciones. Lo ve como un daño instrumental, y hay que hacer notar que, salvo en sus arrebatos de ira o de venganza, no busca causar daño por el daño en sí mismo. No es un sádico, al menos no en el sentido estricto de la palabra y no en circunstancias normales. Pero sí es cierto que, cuando para alcanzar un resultado ha de causar un daño indiscriminado a personas inocentes, su conciencia no se resiente por ello. El egoísmo exacerbado forma parte de su mundo desde que era un niño, así que para Tony ese egoísmo se trata de un mecanismo perfectamente natural. La ley de la selva es la única ley básica que conoce, y asume sus consecuencias. Incluso cuando esas consecuencias pudieran llegar a afectarle a él: aunque es capaz de defender con ahínco su vida gracias a un feroz instinto de supervivencia desarrollado en su actividad criminal, no carece de sentimientos autodestructivos. El hecho de que el desmayo sea su mecanismo último de defensa habla muy mucho de su incapacidad para manejar el dolor de manera consciente; su organismo busca el «apagón» cuando la ansiedad se torna insoportable. 

Si trasladamos esta tendencia —la del buscar el apagón— al conjunto de su vida, podemos temer la aparición de conductas autodestructivas. Si el dolor vital se acumulase hasta sobrepasar un cierto umbral, Tony Soprano podría empezar a mostrarse más temerario e imprudente de lo normal. Quizá de manera inconsciente, poniéndose en peligro sin él mismo saberlo. La opción del suicidio por propia mano, en su posición y dada su visión de sí mismo y del mundo, resulta improbable. Además, para ejecutar unos deseos íntimos de autodestrucción —fuesen conscientes o inconscientes— ni siquiera necesitaría suicidarse: le bastaría con revolver las aguas del mundillo criminal en el que se desenvuelve, sabiendo que cualquier signo de abierta inestabilidad podría conducir a que alguno de sus rivales decidiera asesinarlo. Ese final provocado lo rescataría de una escalada inmanejable de frustración y sufrimiento a la que, tarde o temprano, está destinado a enfrentarse si no aprende a canalizar sus frustraciones y complejos. Su carencia de recursos emocionales le impedirán hacer frente a semejantes niveles de ansiedad y cabe recordar que, sin embargo, y pese a la severa desestructuración de su base emocional, Tony Soprano es inteligente y está acostumbrado a planear sus movimientos con frialdad. Esa capacidad de planificación puede trabajar de manera inadvertida, subconsciente, incluso en contra de su propia vida. Si desea autodestruirse de manera inminente en algún momento, ese deseo quizá no aparezca durante la terapia, porque posiblemente ni siquiera él mismo lo esté elaborando de manera deliberada. En su visión de la cosas, el suicidio es un gesto último de debilidad; causar subrepticiamente su propio asesinato es una opción que Soprano no necesita considerar. Habrá que vigilar el modo en que maneja sus «negocios», porque podría provocar un caos deliberado que conduzca a su eliminación. En todo caso, en alguna ocasión ha imaginado tranquilamente —aunque no podemos asegurar con qué sentimientos asociados— cómo sería el instante preciso de su fallecimiento. Podemos pues sospechar que, en su fuero interno, quizá fantasea con la muerte.

¿Cuál sería pues un camino para avanzar en su evolución y obtener resultados terapéuticos positivos? El camino hacia una existencia emocionalmente normal parece, desgraciadamente, muy cuesta arriba para él. Los pasos a dar son demasiado duros y difíciles y la recompensa resulta demasiado incierta. Resulta poco probable que Tony Soprano renuncie por completo a todo aquello que ahora sostiene su frágil concepto de sí mismo —lo cual equivaldría a destrozar ese autoconcepto— para intentar sustituirlo por un nuevo sistema de valores basado en la idea de que la autoestima se obtiene a través de una relación auténtica y significativa con los demás. Los únicos alicientes actuales de su vida, que son producto de su personalidad adictiva, su impaciencia y su constante empeño por aprovecharse de terceros, son placebos a los que tendría que renunciar, porque al mismo tiempo provienen del propio origen de sus males. Su estilo de vida y su entramado cognitivo y emocional están íntimamente ligados; cualquier intento de cambio se va a topar, pues, con una fuerte resistencia. Si la terapia fracasa y Tony no consigue mejorar sus mecanismos de adaptación emocional, podríamos asistir a una progresiva desorganización de su conducta, inconscientemente destinada a buscar un final temprano que le permita huir de sus constantes luchas internas. No cabe pues descartar que Tony Soprano se las arreglase para descuidar sus negocios y su comportamiento criminal para terminar provocando que terceros atenten contra su vid… [el manuscrito se interrumpe bruscamente].

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6 Comments

  1. Eva L.

    Ese final me suena :-)

  2. De acuerdo con que Tony no es sádico. Ejerce la violencia o bien en arrebatos de ira, o bien como un elemento más de sus obligaciones laborales, pero no porque le atraiga particularmente.

  3. Tony también manifiesta una curiosa empatía y vínculo con los animales, ¿Cómo se podría entender este hecho dentro de este análisis?

  4. Jaime Eduardo

    No se por qué, pero intuyo que Tony nunca tuvo abuela materna.
    ¿Podría Livia Soprano haber perdido a su madre a muy temprana edad? Me hace mucho juego ese evento probable, en el desarrollo posterior de la afamada serie de David Chase y llevada a todos nosotros por HBO.

  5. Daniel

    La mejor serie de la historia.

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