Entrevistas Ciencias

Garik Israelian: «El cielo es el mayor laboratorio que tenemos, gratis, sin pagar nada para mantenerlo»

Garik Israelian para Jot Down

Garik Israelian (Ereván, 1963) quería ser estrella del rock, y se veía imitando a Black Sabbath o a Led Zeppelin, aunque en la Armenia soviética de su juventud no fuera el mejor lugar para empezar. El único modo de tener una guitarra eléctrica era construirla por ti mismo, y la policía perseguía la venta de vinilos. Su carrera en el hard rock no cuajó, pero su capacidad autodidacta para aprender música o construirse sus instrumentos iba a ayudarle extraordinariamente cuando, fascinado por la ciencia ficción, decidiera que quería profundizar en las explicaciones sobre lo que aparecía en las películas y novelas de su género favorito.

Hoy es investigador en el Instituto Astrofísico de Canarias y uno de los astrofísicos cuyos descubrimientos han sido comentados más veces en diarios de todo el mundo y citados en revistas científicas y de divulgación. Es, además, organizador de un festival al que se pelean por ir astronautas, premios nobel, músicos y artistas, pero del que en nuestro país casi nadie ha oído hablar. Garik es una persona muy modesta, que comenta con la mayor naturalidad sus relaciones con figuras históricas de la música, la ciencia o la carrera espacial. Sonríe siempre, ríe a menudo, explica sus descubrimientos en términos accesibles para todo el mundo y cita una y otra vez como ejemplo una película reciente en la que, como científico, se ha visto totalmente reconocido: No mires arriba

Astrofísico, doctor en ciencias físico-matemáticas, más de doscientos cincuenta artículos científicos publicados…, y abandonaste la escuela a los dieciséis años porque eras un pésimo estudiante. 

A mí lo que me gustaba era escuchar a The Residents, leer historias sobre indígenas de Estados Unidos, sobre todo a James Fenimore Cooper, y luego a los trece o catorce años me desvié hacia la música rock, me dio muy heavy. Formamos un grupo, pasaba día y noche tocando, construí mi primera guitarra eléctrica, sudando, porque en esa época conseguir transistores para hacer efectos de fuzz era supercomplicado. Había una revista en la Unión Soviética, Radio, que traía esquemas de circuitos electrónicos en sus diez páginas finales, y ahí, de forma autodidacta, aprendí cómo aplicarlos y así pude hacerme mi guitarra.

¿Qué tipo de música tocabas?

Pues eran los años setenta, así que rock duro a tope, por la época salieron Black Sabbath y Led Zeppelin, de los que éramos hiperfanes. Yo coleccionaba vinilos, otra cosa muy difícil conseguir en la URSS, había que comprarlos en el mercado negro y salían a setenta rublos, el equivalente a un salario. A base de ahorrar, pedir dinero a mis padres y comprar de segunda mano conseguí una colección sólida, unos treinta, que entonces ya era algo. También conocí a todos los vendedores, lugares donde reunirnos, y a tapar muy bien los vinilos con papel de periódico para que no nos descubriera la policía. Aunque cuando veíamos a alguien con un periódico doblado en cuadrado, todos sabíamos lo que llevaba. 

¿Y dónde te llevó esa afición?

A ningún sitio, en realidad. Terminé el colegio sin completar mis estudios. Todos mis amigos empezaron en la universidad, pero yo no sabía qué hacer, y además tenía notas muy bajas. Fui a trabajar a un teatro, como obrero para montar escenarios, pero no pintaba nada allí, todos mis compañeros querían ser actores y esta era una manera de empezar, pero ¿yo? Me aficioné a la ciencia ficción, empecé a ver películas y luego a leer mucho.

¿Qué veías?

Solaris, la de Tarkovski, que salió en esa época; Stalker, también suya; El Bucle de Orión, de Vasili Levin; unas siete u ocho películas soviéticas que había por entonces. Eso me fue suficiente para meterme a leer libros del género, y había un montón, todos los clásicos habían sido traducidos al ruso. Todo Asimov, Arthur C. Clarke, Robert A. Heinlein, Harry Harrison, los mejores autores de ciencia ficción. Todas aquellas lecturas me convencieron de que había un mundo interesante y bastante escondido.

¿Cómo se llega de leer ciencia ficción a ser astrofísico?

Aquella ciencia ficción se ambientaba sobre todo en el espacio, y además yo vivía una época de conquista espacial. En los años setenta, los cosmonautas soviéticos eran héroes, como Alekséi Leónov, que hizo la primera caminata espacial, salían en televisión, y yo no comprendía muy bien de qué iba todo eso, pero me marcó que fueran personas admiradas por todo el mundo. Eso no me llevó a desear ser astrónomo, pero sí a estudiar física y astronomía. Tenía muchas ganas de profundizar en mi conocimiento de todo eso que había visto y leído. Y, claro, cuando les dije a mis padres que iba a ir a la universidad a estudiar físicas, se dijeron: «Pero dónde va este…». Se ofrecieron a ponerme un profesor, pero no quise, e hice un trato con ellos. Si aprobaba los exámenes de ingreso, me darían todo el dinero que iban a gastarse en esa educación privada y yo lo usaría para irme de viaje con mis amigos. Pasé ocho meses estudiando solo y sin ayuda, ni de mi hermana pequeña, que era matemática: quería conseguirlo por mí mismo. Luego me pasé los exámenes así [chasquea los dedos]. 

Y todo esto dentro del sistema soviético.

Que estaba superbién, porque como estudiante tenías una beca, más alta cuanto mejores fueran tus notas. Como yo sacaba todo sobresalientes, ganaba mucho dinero y lo usaba para comprar vinilos, viajar y hacer fiestas, conciertos, estudiando por las tardes en casa con libros porque me gustaba, no porque fuera mi obligación. Los libros, además, eran tan baratos que ni tenías que ir a la biblioteca, en las tiendas se vendían por menos de 1 euro. Eso, y muchísimas caminatas por el monte; fuimos hasta Siberia, el Cáucaso del Norte, subimos hasta los cinco mil metros, fuimos a campos de estudiantes en Riga los veranos… 

Garik Israelian para Jot Down

Luego llega 1991, cae el Muro, y es todo lo contrario.

Justo cuando tenía que escribir mi tesis doctoral cayó el sistema soviético y también se acabó la electricidad en Armenia. El terremoto de 1988 ya había paralizado la central nuclear que teníamos, que producía un 30 o 40 por ciento. Así que, de pronto, solo había una o dos horas de luz al día, lo que era peor en los pisos en pleno invierno, no teníamos con qué calentarnos. Pasamos uno o dos años muy malos, y como los ordenadores no funcionaban tuve que redactar mi tesis con una máquina de escribir y con velas.

Eso te decidió a irte al extranjero. 

Sí, porque encima tenía que trabajar en el campo, en la agricultura. Después de la caída del Muro no hubo salarios de la universidad de Ereván, donde trabajé durante uno o dos años, así que fui a ayudar a mis familiares para ganar algo. Los padres de mi esposa tenían una granja, y allí cultivaba tomates, recogía patatas y por la noche hacía mi tesis. Fue una época interesante.

Tras terminar tu tesis no había posibilidad de trabajar en Armenia.

Ninguna, a los dos años seguíamos en la misma situación, sin luz, con todo destrozado, así que la única manera de salir adelante era pedir una beca posdoctoral. Yo la pedí y gané el concurso porque tenía bastantes artículos publicados. Fuimos a Holanda y Bélgica a trabajar, es lo que los científicos llamamos la vida de un posdoc, después de hacer el doctorado empiezas un camino que puede durar hasta diez años o más hasta que consigues estabilidad en alguna universidad o agencia. Esto pasa en España también, pero yo no lo sabía, porque en la Unión Soviética, después de la universidad, tenías tu plaza fija sin hacer el doctorado. Por contraste, yo veía el sistema en el extranjero, de concursos y más concursos, donde quedan cinco ganadores superbuenos y es imposible elegir a uno porque ¿qué haces con los demás? Quedan fuera, y tienen que cambiar de profesión, lo que te da mucha pena, gente que se ha formado durante diez o quince años y no consigue trabajo.

Tú ves una solución para esto. 

Más financiación en ciencia, y crear más puestos, sin duda. Esa película reciente que me gustó tanto, No mires arriba, refleja muy bien la realidad de los científicos. He leído también críticas que dicen que es demasiado exagerada, pero después de ver lo que pasó con Trump y Bolsonaro en Brasil, creo que no está exagerado en absoluto. 

Y España, ¿cómo está en el tema de inversión?

Pues por supuesto que no está en el top, se hace como se puede, no está al nivel de Alemania, pero tampoco tenemos su industria ni su PIB para permitírnoslo. España es muy diferente también a cómo era hace treinta años. No podemos pedir la misma financiación porque hay que escalar con la economía que tienes. Yo sí veo que está subiendo, y lo veo en mi propio Instituto. 

Dos magnates de la industria, Jeff Bezos y Elon Musk, defienden que esa inversión tiene que ser privada y no exclusivamente pública. 

A mi me gustaría que, en la sociedad, el público fuera lo suficientemente inteligente como para no dejar que esa inversión la haga el sector privado, que la hace con esperanzas de ganar dinero. Elon Musk no va a invertir en procesos cuánticos en física o en física teórica, lo hará en algo que tenga retorno para él, y es normal, siendo dinero privado. No deberíamos seguir por ese camino.

Hablando de campos de aplicación de la ciencia, el tuyo es la espectroscopia. ¿En qué consiste?

Es el estudio del espectro, del arcoíris de las estrellas. En ese espectro se pueden detectar las huellas de elementos químicos, que dejan igual las estrellas, los planetas y las galaxias. La espectroscopia estudia esas huellas, el ADN de las estrellas, a través del cual puedes conocer su estado físico, su evolución, su composición química y la dinámica de la atmósfera.

Usando espectroscopia formaste parte del equipo que descubrió el primer planeta extrasolar. 

Fueron mis colegas, Michel Mayor y Didior Queloz, gracias a lo cual ganaron el Premio Nobel. Empecé a colaborar con ellos tres años después. A partir de ahí comenzamos otros descubrimientos en ese campo, y ganamos el Premio Víktor Ambartsumián con Michel Mayor, convirtiéndonos en pioneros en el estudio de las estrellas que tienen sistemas planetarios. Tratamos de distinguir si los planetas que orbitan alrededor de una estrella dejan alguna huella en ella y descubrimos que sí, es así, lo que nos permite identificar por sus características estrellas como la nuestra, con un sistema planetario orbitándolas.

¿Esto puede llevar también a descubrir la huella química de la vida?

Yo di una charla TED pionera en 2009, donde expliqué cómo la espectroscopia puede ayudar a identificar vida extraterrestre, y no solo moléculas orgánicas, sino vida inteligente. Hay maneras de estudiar el espectro de las estrellas y encontrar civilizaciones. Aunque la humanidad no haya llegado aún a esta fase, con tecnología, dentro de cincuenta, cien años, podemos hacer cosas con el Sol que una civilización remota a muchos años luz podrá estudiar, encontrar un patrón extraño en nuestra estrella que indique nuestra existencia y mandarnos una señal. 

Que podría ser captada justo aquí, en el Instituto de Astrofísica de Canarias. ¿Qué te llevó a elegirlo para desarrollar tu trabajo?

Cuando estaba en Armenia vi una revista con fotos muy bonitas de La Palma y Tenerife, con motivo de la inauguración en 1986 de los observatorios astronómicos. Convocaron además plazas de investigadores de posdoctorado. Me pareció un paraíso para trabajar ahí, pero yo aún no tenía suficientes artículos publicados, tenía que mejorar mi currículum, y eso pasó en unos tres o cuatro años. Para entonces tenía un contrato de un año en Australia, país que me encantaba, y mi mujer me decía: «¡Pero si ya estamos bien aquí!». Sin embargo, yo estaba empeñado: «Vamos a Canarias, aprenderemos español, que es una cosa buena, y estaremos más cerca de la familia en Armenia para viajar».

Cuando se construyó aquí el Gran Telescopio Canarias (GTC), se anunció que conseguiría avances en todos los campos de la astrofísica. ¿Se ha cumplido?

Parcialmente. Es un poco subjetivo eso de hacer predicciones como esa. Cuando construyes un telescopio grande, el avance no consiste en el propio telescopio, sino en los instrumentos que va a tener. No hay tanta diferencia entre un telescopio de seis, ocho o diez metros. Los instrumentos buenos te pueden compensar la diferencia en la superficie de espejo. Todos son únicos, además; los hay excelentes, pero no se reproducen, y el resto no llegan a esa eficiencia. Todos son avances de primera línea en instrumentación, cada aparato cuesta entre 5 y 8 millones de euros. Si tu telescopio cuesta 100 millones y tienes cuatro instrumentos, ya es el 30 por ciento del coste.

Esta es la razón de que Canarias reivindique traer aquí el Telescopio de Treinta Metros (TMT), ya que se duda de que se pueda construir en la ubicación elegida, Hawái. 

Sí, porque cuando accedes a tener un telescopio más grande, los instrumentos que vas a tener también son mucho más avanzados. Cámaras, espectrógrafos mucho mejores y mayor capacidad de cálculo, con ordenadores y sus algoritmos de reducción de datos, y más ahora, que trabajamos mucho con la inteligencia artificial y el machine learning. Son imprescindibles en estos telescopios, a los que llegan muchos más datos. Nosotros no queremos quedar fuera de eso. Los tres mejores sitios para observaciones del planeta son Chile, Hawái y Canarias. Pero Chile está en el hemisferio sur, necesitamos otro en el norte y traer el TMT a Canarias sería impresionante para La Palma, porque además crearía una isla tecnológica a su alrededor.

Garik Israelian para Jot Down

Hay gente que está en contra de la construcción de telescopios, no solo en Hawái. Aquí en Canarias los ecologistas se oponen a construir el TMT o cualquier otro. ¿Tan dañinos son para el entorno?

En absoluto. Esto no es nada más que política. Yo he visto en los últimos treinta años mucha gente que no sabe dónde colocarse, no tienen profesión o no son buenos en lo suyo. Entran en temas de ecología, es más fácil, se vende muy rápido y se asusta a todo el mundo. Sale un ecólogo y todo el mundo callado: policía, ambulancias, nadie habla. Eso es lo que está pasando. Si fueran científicos con una ciencia que demuestra objetivamente sus datos, yo me callaría. Pero no tienen argumentos. En un mundo donde la ecología está fatal y se están haciendo tantas cosas dañinas para el medio ambiente, tú te pegas con un pobre telescopio, que no hace nada sino observar estrellas, no contamina, no hace ningún daño. La película No mires arriba es también muy buena respuesta a esta gente. Hay un momento, cuando están entrevistando a una estrella de Hollywood, en que le preguntan si hay que mirar arriba o abajo, y responde que ni lo uno ni lo otro. Esa gente es más peligrosa que los que están mirando abajo.

Este año nadie habla de telescopios terrestres, toda la atención está en el James Webb.

Porque va a sustituir al Hubble, que deja un legado de treinta años, aunque estaba previsto para diez. Han tardado muchísimo en construirlo, tiene cientos, miles de patentes, y todas son nuevas tecnologías desarrolladas específicamente para él. Cuando metes 10 000 millones de euros en un telescopio espacial y lo colocas a millón y medio de kilómetros de la Tierra, donde, a diferencia del Hubble, no puedes reparar nada, por fuerza ha de tener una tecnología mucho más complicada que un telescopio de treinta metros. Las observaciones que puede hacer llegar, a mucha más profundidad en el espacio, también hace que se hable más de él. No sé si China podría igualarlo, creo que no tienen ese nivel de ingeniería, ni lo pueden copiar. Con los telescopios terrestres grandes tampoco es fácil; con treinta o cuarenta metros, ya hablamos de una tecnología difícil. Pero, en cuanto se inaugure el TMT europeo en Chile, vamos a tener muy buena prensa, y se va a hablar mucho de él. De hecho, estos telescopios son muy buenas máquinas de comunicación y divulgación para la ciencia.

Como tu festival internacional de astronomía, Starmus, que reúne a las mentes más brillantes del planeta. ¿Cómo surgió la idea?

Fueron muchos años de conversaciones y brainstorming con Brian May. Cuando nos conocimos en 1998 nos hicimos muy amigos, muy rápido.

¿Cómo os conocisteis?

Yo publiqué un artículo en el Instituto sobre una estrella caliente, porque descubrimos un bucle de materia, y yo pensé que estaría bien que Hollywood hiciera una película algún día sobre la posibilidad de que uno de estos bucles saliera del Sol y se dirigiera a la Tierra. Todavía no tenemos tecnología para predecirlo, pero sí sabemos que en los últimos cientos de miles de años el Sol ha tenido este tipo de erupciones. Mi idea fue: ¿qué pasa si detectamos una de estas y sabemos que sus efectos llegarán a la Tierra en un par de meses?, ¿cómo vamos a protegerla? Escribí un par de páginas con mi colega de Australia que estaba también aquí, en el Instituto, y desarrollamos la parte sobre cómo proteger la Tierra con un supermagneto. Un poco ciencia ficción, pero era posible. Enseñamos los cálculos al director del Instituto, que era Paco Sánchez, y le preguntamos cómo podíamos desarrollarlo y hacerlo llegar a gente del cine. Y nos dijo: «Pues mira, yo conozco a Brian May, de Queen, que estuvo aquí en los años setenta». Cuando dijo eso, caí en la cuenta. Yo sabía muy bien que Brian era astrofísico, conocía su historia, y sabía que estuvo en Canarias haciendo su doctorado, pero no había caído en la cuenta. Paco le mandó el material, y unas semanas después recibí una llamada del director: «Es Brian May, que quiere hablar contigo». No me lo podía creer. ¡Brian May! Me dijo que el material le pareció interesante y que en dos o tres semanas estaría en Tenerife.

Y acabaste dirigiendo su tesis.

Cuando nos conocimos yo solo hablaba de música, y él solo de astronomía. Yo tenía millones de preguntas sobre Queen: por qué sacaron este disco así, por qué en esa canción habían hecho tal cosa… ¡Es que tenía pósteres de él de joven, en mi casa, con la guitarra, era uno de mis ídolos! Hablamos de mi idea para Hollywood, él la hizo llegar allí, buscaron a gente que escribiera el guion, pero pedían mucho dinero sin garantías de que se realizase y al final quedó en nada. Pero nosotros empezamos a relacionarnos mucho, a hablar más y más sobre música y astronomía, sobre comunicación en ciencia, y un día le pregunté: «Tú que terminas todo lo que empiezas, como las canciones de Queen, ¿por qué empezaste tu doctorado, pero no lo terminaste?». Él ya no creía que pudiese hacerlo tantos años después. Le dije que no era necesario hacer ningún trabajo nuevo, sino pedir reconocimiento del que había hecho. Yo no sabía qué estaba pasando en el campo de la astrofísica en que había hecho su tesis, pero investigué y resultó que no se había hecho casi nada. Era muy raro: estudios sobre la luz solar reflejada en el polvo solar. Brian estudiaba la luz reflejada en ese polvo para determinar su velocidad, y así saber si venía de los planetas, los asteroides o siempre había estado ahí. Y por qué todavía no ha desaparecido, después de cinco mil millones de años; quizá hubiera alguna fuente donde se seguía formando. Le anuncié que, después de sus artículos, publicados en 1972, solo se habían publicado otros dos en ese campo. ¡Y eran artículos en Nature! Le dije: «Pero, chico, ¿de qué vas? Vete ahora mismo a hacerlo». Y me trajo su tesis, que era antigua, escrita con máquina de escribir, y estuvimos un año trabajando en ella. Luego la presentó en el Imperial College y sacó el título. 

Y así, entre tesis y charlas, llegasteis a la idea de hacer Starmus.

En realidad, lo que queríamos hacer era un concierto para la inauguración del Gran Telescopio Canarias en 2009. La idea de Starmus aún no estaba ahí. Fuimos a ver a Jean-Michel Jarre y le preguntamos si estaba interesado, porque él era el único que hacía este tipo de música. Le encantó la idea, vino a La Palma a conocer el observatorio y dijo que si lo hacíamos aquí sería un éxito mundial, porque nadie lo había hecho en un sitio como este. De hecho, Pink Floyd tenía la idea de hacerlo en Hawái, pero no consiguieron la licencia, además era a cuatro mil metros [ríe], y ahí no puedes cantar. Le pregunté a [David] Gilmour qué había pasado, y me contó que los ingenieros de sonido le dijeron que iba a ser muy difícil, y la gente de Hawái también estaba en contra. Así que lo único que hicieron fue sacar fotos, y metieron las fotos en The Division Bell. Nosotros sí íbamos a hacer el concierto, y nos prometieron financiación, pero luego llegó la crisis de 2009; ya no había dinero y nos dijeron que nos olvidásemos. Estábamos muy desanimados. Entonces se me ocurrió hacer un festival para celebrar los cincuenta años del primer vuelo espacial de Yuri Gagarin.

Garik Israelian para Jot Down

Y te trajiste nada menos que a Neil Armstrong y Buzz Aldrin a tu primer Starmus. 

Escribí dos cartas a Armstrong para invitarlo, se las envié a través de Leónov, pero hasta él me decía que me olvidara. «Nunca contesta a nadie, es muy discreto», me decía. Conseguimos otros astronautas —Jim Lovell y Buzz Aldrin—, pero de él no sabíamos nada. Luego, tres o cuatro semanas antes del festival, recibí un email suyo y me dijo: «Mira, vamos a ir, yo y mi esposa». Cuando vino, le pregunté qué le había hecho decidirse, y me respondió: «Ver que el festival no estaba organizado ni por grandes corporaciones ni por políticos, sino por científicos».  Le gustó además la celebración de los cincuenta años de Gagarin; Armstrong tenía mucho respeto a la carrera espacial rusa, era hipermodesto, además, y por las mismas razones ni él ni Aldrin fueron a Rusia. Tenían invitaciones de Putin para celebrar lo de Gagarin, pero ningún astronauta del Apolo fue, y yo tenía siete de esa misión para la misma cosa. El embajador de Rusia vino alucinado a decirme: «Pero ¿cómo? Nosotros gastamos millones, y ustedes, sin patrocinadores ni nada, lo consiguen». Pedimos, eso sí, a Iberia que nos patrocinara el billete de avión de Neil Armstrong, y nos dijeron que no. Dos billetes de clase business, qué les hubiera costado… Tuvimos cero apoyos, y el Cabildo de Tenerife, también fatal. Cuando llegaron, la prensa ya empezó a machacar a los políticos, y entonces sí vinieron corriendo a fotografiarse con Armstrong. Tremendo.

Y en la segunda edición consigues que venga Stephen Hawking. 

El primero salió superbién, había más de trescientos participantes, y la mitad eran gratis. No vendimos ni una entrada para el festival, nada, fatal [ríe], salimos con unas deudas tremendas, muy emocionados, pero muy tocados. Hasta nos invitó el príncipe [Felipe] a Leónov, al embajador de Rusia y a mí a Palacio, para pedirnos disculpas por que no hubiéramos recibido apoyo. Mucha gente anuncia cosas que nunca se hacen, y como esto era muy ambicioso, pensaron que éramos cuatro locos. Esa fue su explicación.

Entonces sí que te dieron apoyo para el siguiente, ¿no?

La mitad del apoyo. Hicimos un presupuesto, ofrecieron financiar la mitad y nos propusieron que financiáramos la otra mitad con entradas. Pero yo le daba vueltas a la mala experiencia previa, y me preguntaba: ¿y si no vendemos ninguna entrada? ¿Y si, porque empezamos a venderlas, piensan: «Mira estos, que quieren hacerse multimillonarios»? Así dejé pasar tres años y llegué a pensar: vamos a cerrar todo esto, no quiero saber nada. De hecho, cuando anunciamos el segundo, y que vendría Hawking, tampoco nos creyeron. Un desastre. Nadie nos creyó hasta que el propio Hawking lo publicó en su página personal. Él estaba muy emocionado, muy interesado, al primer Starmus había venido Kip Thorne, y le había hablado muy bien a Stephen de eso, que era muy de este tipo de rollos, hacer parties, y la música, no le gustaban los congresos científicos. 

¿Era un fiestero?

¡Por supuesto! No iba a los congresos científicos, pero si se trataba de cócteles y parties, él estaba dispuesto. Además, fue a ver el musical de Queen en Londres, y llamaron a Brian, fue a verlo, lo conoció y fueron a cenar. Brian le contó sobre Starmus, le invitó a venir, y dijo que claro. A medianoche me llamó Brian: «¡Garik, Hawking viene!». Al día siguiente escribí corriendo a Hawking, que me respondió enseguida, y corrí en un vuelo a Cambridge para acordar la logística.

Y le gustó tanto, que volvió en la edición siguiente.

No solo eso, sino que me dijo que sería un honor formar parte del consejo de Starmus. Así que se formó y además nos apoyó mucho, hablaba de nosotros en las entrevistas, lograba ayudarnos a que viniera gente importante. De repente, teníamos en primera fila del concierto de rock de Brian Eno, con Hans Zimmer y la Orquesta Sinfónica de Tenerife, a un montón de premios nobel, a él, y a los astronautas del Apolo.

Eso me hace entender menos lo que pasó en 2016. 

El problema fue el Cabildo de Tenerife, que nos aseguró que íbamos a tener el apoyo del Gobierno de Canarias, y de La Palma. Del Gobierno sí tuvimos apoyo, pero ellos nos retiraron el dinero de repente, y eso no era lo peor, sino el trato que estábamos recibiendo. Un desastre, era como un: «Sois nadie, y os machacamos». No pagaron ni un euro de lo prometido. Yo solo supe lo que era tratar bien a un festival después de llevármelo a Noruega. Nunca olvidaré lo malo que fue el trato del Cabildo, no nos apoyaron en el primer Starmus, en el segundo tampoco, y en el tercero nos trataron aún peor. Yo nunca entendí porqué el cabildo de una isla donde se hace un festival de nivel mundial da un trato tan horroroso a los organizadores, con una ignorancia total de todo, de ciencia, de turismo de proyección. No sé, era el partido que gobernaba, Coalición Canaria, eran todos así, mucha corrupción. El presidente del Cabildo [Ricardo Melchior Navarro] también era un desastre.

Sin embargo, en este año 2022 vuelves a traer Starmus a Canarias.

Pero a La Palma. Allí siempre se portaron muy bien, desde el primer festival. Consiguieron un avión para llevar a todo el mundo con Binter hasta la isla, hacían todo lo posible, incluso más, que Tenerife. Por eso yo siempre decía: «Ojalá podamos hacer todo el festival en La Palma». Es otra mentalidad, otra actitud, por parte del Cabildo y de los palmeros, todo muy diferente. 

Y pretendes traerte nada menos que a Elon Musk y Jeff Bezos.

Esa es la idea, vamos a ver. Tenemos unos objetivos otra vez muy ambiciosos, ahora tenemos que formalizar los acuerdos, hay mucha burocracia que hacer, queda muy poco tiempo y estoy muy preocupado por eso, a ver si lo conseguimos. A ver si conseguimos un milagro, como siempre. 

¿En qué fecha se celebrará?

En verano, porque quieren hacer el concierto arriba, y para eso necesitamos buen tiempo, no podemos hacerlo en septiembre o noviembre, sería muy arriesgado.

Buen tiempo y un volcán apagado.

No, el volcán no afecta, está fuera de la zona del observatorio, el norte de la isla es bastante inactivo. Esa será la culminación de Starmus, hacer el concierto arriba, en el Roque de los Muchachos, que es donde el festival comenzó. Me gusta la idea de cerrar el círculo de la primera página de Starmus, y además me gusta porque esto debería apoyar muchísimo a La Palma después del volcán, lo que me da mucha energía para sacarlo adelante, y juntos, con Armenia. Va a ser un mismo festival con dos patas, una aquí y otra allí, en Armenia. Tenemos muchas ideas, y va a funcionar muy bien. Lo único es que la burocracia hay que hacerla muy rápido. Eso me quita el sueño.

¿Cómo está ahora la astronomía en Armenia? Porque en la década de 1990 todavía eran un referente.

Fatal. Después de la caída del Muro, nunca se recuperó. Ahora mismo, con el nuevo gobierno, sí hay interés, por primera vez en treinta años empezaron a empujar la financiación en ciencia. Los antiguos observatorios soviéticos están en uso, pero la cátedra de astronomía es muy pobre en profesores, se nota muchísimo la generación que salió del país y los científicos que tuvieron que cambiar de profesión. Aunque esto está pasando incluso en países como Estonia o Letonia, que ahora les cuesta mantener su astrofísica, y eso que forman parte de la Unión Europea, así que allí, imagínate.

Garik Israelian para Jot Down

Veníamos preguntándonos cómo es que en Jot Down, donde nos gusta divulgar la ciencia, e involucrados como estamos con el laboratorio de Canfranc, y el DIPC (Donostia International Physics Center), no conocíamos el festival. 

Porque Canarias nunca ha querido que Madrid se involucrara en esto, y no nos dejaron nunca tener reuniones allí, ni con Ministerio de Turismo, ni con nadie. Ni siquiera con Turismo de Canarias. Fatal, yo no me lo puedo creer. El otro día la ministra me presentó al responsable de Turespaña y le dijo que tenían que promocionar el festival. A mí sí me gustaría que RTVE nos apoyara, que nos dieran a conocer un poco. 

¿Y Pedro Duque?

Sí vino, pero el Ministerio de Ciencia nunca tiene dinero para eventos como este. Eso es más del de Turismo, y por fin ha entrado, para promocionar La Palma después del volcán. Vale, pues muy bien, bienvenido, pero estaría bien que España pusiera todas las herramientas que tienen para promocionarlo, porque no hay ningún festival como este en el mundo, ellos lo saben, ahora lo han visto. Espero que ahora tengamos ya una colaboración con Madrid y la prensa española.

La ciencia no es atractiva ni para la política ni para el periodismo.

No, de hecho, para eso hago el festival, para hacer la ciencia más atractiva. Queremos buscar un par de artistas que sean más populares entre los jóvenes, para que ellos salgan y digan que la educación en ciencia es muy importante. Porque, claro, gente como Hans Zimmer van a decir esto, pero a ver si hay cantantes o compositores que lo digan. A youtubers que tienen canales de física con dos o tres millones de seguidores, a todos ellos los hemos invitado a Starmus. 

Hay una reflexión generalizada sobre que es importante tener programadores y emprendedores tecnológicos, pero a nadie le parece importante tener astrofísicos.

[Ríe.] Yo siempre digo que la astronomía no es solo importante por su parte científica, sino por su capacidad de inspirar al máximo, en poco tiempo, a niños muy pequeños, el interés en la ciencia. Ninguna rama tiene esa capacidad, y hay que aprovecharla, es lo que defiendo. Suelo poner un ejemplo: tomamos dos países, en uno de ellos prohibimos la astronomía y les cerramos el cielo para que esté oscuro y no vean las estrellas. En el otro sí la fomentamos al máximo en las escuelas, en televisión, en todo. Al final del proceso los comparamos, y vemos si hay diferencias entre los dos o no. Y las habría. Muchísimas. 

Porque la investigación teórica sobre las estrellas puede llevar también a aplicaciones prácticas. 

Empezando por que, sin estudiar el Sol, no llegas a ninguna parte, pero también la parte geológica de la Tierra proviene de la planetología. También las fuentes de energía del futuro dependen para desarrollarse de la astronomía. La fusión fría que se está estudiando o la energía geotérmica dependen de desentrañar los misterios del universo. El cielo es el mayor laboratorio que tenemos, gratis, sin pagar nada para mantenerlo. 

Otras ramas de la ciencia se acercan ahora a la astronomía, la física teórica, el estudio de los neutrinos, etc. 

Pero, a diferencia de ellas, esta es la única ciencia en la que no puedes intervenir, solo estás en modo observador. Miras acontecimientos que pasan o han pasado, y tienes que buscar una explicación sobre ello, sin la posibilidad de hacer experimentos, algo que sí pueden hacer el resto de las ciencias. Fíjate qué fuerte: en astronomía hemos desarrollado en el último siglo una de las teorías más importantes, la de evolución de las estrellas. Hace solo cien años se pensaba que las estrellas estaban ahí desde siempre, que se formaron todas a la vez. De hecho, fue mi jefe [en la universidad de Ereván, su etapa en Armenia], Ambartsumián, el primero en proponer que las estrellas se siguen formando hoy en día. Él descubrió asociaciones de ellas, el lugar donde se forman. Después de esto se comenzó a desarrollar la teoría de la formación de las estrellas y su evolución. Hoy esa teoría es tan fuerte que podemos predecir supernovas, decir lo que pasará con una estrella, y pasa. O explicar cómo evolucionaron, determinar sus edades… Es una pasada que nosotros estemos aquí, las estrellas ahí, tan lejos, y que podamos desarrollar una teoría y explicarlo todo. Aquellos que dicen: «No, ¿a dónde ha llegado la ciencia? A ningún sitio, si aún no sabemos nada…» [ríe]. «Hombre, algo sí sabemos», y te dicen: «Pero ¿de dónde viene el universo? No, no sabemos nada». Pero ¿qué quieren? Las preguntas más sencillas son las más difíciles. La gente tiene la mentalidad de que, por ser científico, tienes que contestar cualquier pregunta que te plantean. Y uno se pregunta de dónde sale ese egoísmo, y por qué piensan que tenemos que saberlo todo, si no somos nadie. 

La gente exagera la capacidad de la ciencia y de los científicos. 

Se ve muy bien en la película No mires arriba. Hay una categoría de gente que no sabe nada de ciencia, pero la respeta, reconoce que es importante, y aprecian las aportaciones. Hay otra categoría, que yo veo muy a menudo en las redes sociales, de gente que cree mucho en su ego, y cuando no entienden algo lo rechazan y se ponen en contra. Buscan pseudociencias, alternativas. 

Con la vacuna lo estamos viendo. El caso del tenista Djokovic ha sido sonado.

Yo vi que es mucho más fácil hablar con la gente muy humilde. En Armenia, cuando vamos por los pueblos, ellos reconocen que no saben nada; entonces empiezas a explicarles y te atienden, porque se les despierta la curiosidad. Pero el que está medio educado, fatal. El problema no está con los no educados, ni con los muy educados, sino con esta gente que solo ha aprendido a medias.

Tú eres de la opinión de que se puede ganar un premio Nobel sin estudiar una carrera universitaria.

Especialmente hoy en día. Tú puedes estudiar toda la carrera por internet, con libros, la oportunidad está abierta. Yo fui a la universidad, pero estudié por mi cuenta, los profesores no me enseñaron nada. Cuando escuchaba sus charlas, después de haber leído los libros, a menudo pensaba: «Pero lo explica fatal, horrible, así no se explica esto». Habría que plantearlo de otra manera. Por eso, muchos pobres estudiantes que van a charlas sin leer se pierden y están muertos, porque se lo explican fatal. Eso solo lo percibe la gente que sí sabe del tema. Ese es otro problema que tenemos en las universidades, los profesores no tienen capacidad de transmitir.

Aunque ahora a los nuevos científicos sí se les exige como parte de su currículum tener capacidad de divulgación.

Bueno, cada uno a su manera, no todo el mundo tiene la misma capacidad, no todo el mundo puede o sabe divulgar, pero siempre digo que cada uno debe hacer algo más que su ciencia. Yo hago Starmus, que es muy fuerte, pero a lo mejor tú no puedes hacerlo, y no importa, debes hacer algo, lo que puedas.

Garik Israelian para Jot Down

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