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‘En el vientre de la ballena’: a lomos de una ballena llamada Cultura

En el vientre de la ballena. Ensayo sobre la cultura no es un libro de consulta sobre las distintas voces del término «cultura», sino un relato personal, laborioso trabajo de campo intergeneracional y recorrido casi detectivesco.

Aun con toda la ventaja que nos saca la tecnología en términos de producción e infalibilidad, les agradará saber que hay, al menos, un aspecto en el que, de momento, una inteligencia artificial no nos puede alcanzar ni, por tanto, suplantar: el gozo de estar enfrascado en otros menesteres y que, de pronto, una intuición nos atraviese, haciendo que el mundo se expanda y parezca que ese descubrimiento estaba ahí, solo para nosotros, esperando pacientemente a ser mirado. Le pasó a Newton con su famosa (y tal vez ficticia) manzana, a Descartes mientras se resguardaba de un invierno glacial, contemplando una chimenea, a Arquímedes, quien, presuntamente, profirió aquel sempiterno ¡Eureka! mientras tomaba un baño, y más recientemente a Diego Moldes, «al finalizar el tercer capítulo del ensayo de George Steiner En el castillo de Barba Azul».

En el vientre de la ballena. Ensayo sobre la cultura, de Diego Moldes
En el vientre de la ballena. Ensayo sobre la cultura, de Diego Moldes. Imagen: Galaxia Gutenberg.

Frente al advenimiento de una intuición hay dos actitudes posibles, ambas sin vuelta atrás: o bien hacerse el despistado, dejarla pasar, condenándola al olvido que llega pocos minutos después; o querer apresarla, meterla en una cajita de cristal apuntalada con alfileres, con la esperanza puesta en que, si uno es lo suficientemente rápido, quizás pueda conservarla intacta, tal y como apareció, perfecta. Esto, desgraciadamente, es imposible, porque las intuiciones son segmentos del pensamiento que se mueven a toda prisa y se nos escurren entre las manos a chorros. El borrador escrito a modo de testimonio en ese instante sirve como brújula, pero también como constatación de una profundidad todavía no alcanzada. Está ahí, es en germen, pero hay que meterse en el barro para que no se nos muera antes de haber visto la luz.

Esta es la noble y arriesgada travesía en la que se zambulle Diego Moldes durante las casi cuatrocientas páginas que componen En el vientre de la ballena. Ensayo sobre la cultura. Nos advierte, desde el comienzo de la obra, que no se trata de un libro de tesis, ni una investigación según los ideales asépticos a los que acostumbra la academia. Advertimos nosotros que tampoco es una suerte de enciclopedia para consulta ligera sobre las distintas voces que contiene el término «cultura». Es un relato personal, a la par que el compendio de un laborioso trabajo de campo intergeneracional; un recorrido casi detectivesco, una misión digna del mismísimo capitán Ahab de Melville, yendo a la caza del símbolo, del sentido, en toda su amplitud poliédrica y polisémica, solo que sin la intención de darle muerte, sino todo lo contrario: para poder devolverle la vida, después de que la conceptualización convirtiese al cachalote que surcaba los mares de su mente en la ballena exhibida en el film de Béla Tarr, Armonías de Werckmeister. Un sepulcro de carne, a kilómetros de su hogar salado, vendida al morbo de la masa, con su ojo divino velado.

Con una actitud algo kamikaze, invierte el mito de Jonás. Se adentra en el vientre de la ballena (símbolo de la cultura, del binomio vida-muerte, de lo oculto, de la resurrección) para palpar sus entrañas y, no contento con ello, nos arrastra a sus lectores hasta las insondables profundidades. A veces podemos sentirnos perdidos, a oscuras entre las bocanadas de información que se acumulan sin descanso durante la segunda parte del libro, en la que se reproducen múltiples respuestas a dos —no tan— sencillas preguntas: «¿Qué es para usted la definición de cultura?» y «¿En qué se diferencia la cultura del siglo XXI de la cultura del siglo XX?».

Siguiendo un orden cronológico, que abre el filósofo francés Edgar Morin (1921) y cierra el periodista leonés Jorge Morla (1988), desfilan, por cien páginas de intercambio de correos electrónicos y algún que otro wasap, historiadores, escritores, físicos, cineastas, editores, pintores y hasta la presidenta mundial de Wikimedia Foundation. Noam Chomsky, Pilar Adón, Mircea Cărtărescu, Nuccio Ordine, Alejandro Jodorowsky, Erin Hanson, Javier Gomá, Dietrich Schwanitz, Ingrid Guardiola, Diana Widmaier Picasso y Agustín Comotto son solo una ínfima muestra de los nombres a los que cede el espacio de narración.

Moldes es muy astuto, y los organiza cronológicamente según el año de nacimiento para recordarnos, constantemente, la premisa de que cada cultura debe ser comprendida dentro de un espacio concreto, geográfico e histórico. Y, además, es un autor triplemente generoso: primero, por volcar las palabras de sus interlocutores sin cortes ni interpretaciones; segundo, por oxigenarnos con pequeños interludios, ya sean autobiográficos o como recordatorio de la finalidad del ensayo; tercero, porque gran parte de esa finalidad consiste en implicar al lector, el cual tiene la tarea de extraer su propia definición de cultura. Pero no se asusten, porque, como dice el autor con respecto a Schwanitz, «no es pesado. Ni aburrido. Parece que se lo tomase como un juego, una partida a la que te invita a entrar». 

El único reto real al que nos enfrentamos es el de participar como lectores del siglo pasado: es recomendable que la lectura sea pausada, espaciada, dejando que cada una de las definiciones se integren y dialoguen entre sí, para que no se conviertan en conocimiento acumulado, de rápido consumo, sino que nos vayan llevando al mismo lugar al que Diego Moldes llega en la tercera y última parte del libro. Esto es, a una armonización de lo colectivo bajo la perspectiva individual. 

Como él, podremos sentirnos orgullosos si al finalizar el ensayo no tenemos ninguna definición cerrada, ni ninguna conclusión, porque no puede haberla; porque la cultura es, como la curiosidad, ilimitada. Por ello, solo se puede terminar con una pregunta, la misma que da cierre a la aventura y que deja el horizonte de posibilidades culturales y humanas abierto: «¿Nos adentramos o estamos saliendo del vientre de la ballena?».

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6 Comments

  1. MacNaughton

    Hay un ensayo muy famoso de George Orwell que se llama «Inside The Whale» que es de esperar salga por algún lado en este «noble» ensayo, cuya lectura nos debe hacer sentir «orgulloso» al terminarlo, siempre según la autora de este articulo….

    Muy respetuosamente: ¿es necesario esto? ¿No podemos ocuparnos de nuestra propia respuesta lectora sin que nos tutelen desde lejos?

    El ensayo de Orwell, todo un icono cultural en Inglaterra, y pasado por alto en España mas o menos, en beneficio de carcas como Chesterton, fue escrito tras el encuentro fortuito con Henry Miller en Paris, autor de «Primavera Negra», libro aquel que es precisamente el contrario del tipo de soufle tan cursi como frecuente de nuestro tiempo, visto ejemplarmente en casos como, por ejemplo, el farsante de Stefan Zweig…

    El ensayo de Orwell, en aquel momento en camino a España para luchar en la guerra civil a favor de la II República y en contra del fascismo, cuenta como Henry Miller consideraba a Orwell, y cualquiera que fuera a España a luchar en la guerra civil, idiota de remate.

    El, Henry Miller, se quedaba «inside the whale» de la Historia como nos lo explica Orwell, al rehuir de cualquier compromiso politico en su arte…

    Orwell, de lo mas entusiasta sobre la obra de Miller – cuyas primeros libros son excepcionales – después de su experiencia en España, se hizo tal vez el novelista mas politico en la historia de la literatura, al situarse lo mas lejos de Miller posible… la ballena aquí siempre como la marcha de la Historia que Orwell creía que podía influir y cambiar, y Miller, no, y además, ¿para que?

    No deja de tener algo fascinante, lo de Orwell y Miller y su encuentro en un cafe Paris…y eso que Orwell no da para mucho en cuanto a anécdotas fascinantes….era una persona demasiada seria…

    Por ultimo, la falta de interés en Orwell en España es fácil de explicar: la derecha no se siente cómodo con el porque cogía armas y luchaba para la República, mientras para la izquierda tras los sucesos de mayo 37 tampoco…casi le pegan un tiro…sale de Barcelona por los pelos….en fin….

    • Ana Rosa Gómez Rosal

      Muchas gracias por su comentario, MacNaughton. Siempre es motivo de alegría el recibir respuestas tan interesantes y bien documentadas.
      Creo, sin embargo, que aunque fuese esperable la referencia a Orwell en el ensayo de Moldes (por compartir título y algunas referencias obvias al hablar de ballenas, como la de Jonás, aunque en actitudes de lo más contrapuestas), el segundo hace lo mismo que el primero. Es decir, pararse a pensar la cultura desde lo más cercano, asible y cognoscible en primera persona. Por ello, entiendo que dejar fuera a Orwell, más que a rencillas políticas e ideológicas, quizá se deba -al menos en este caso- a una cuestión de delimitación estructural e histórica. Al fin y al cabo, los nombres aquí/allí citados son los de las personas vivas que han podido dar respuestas, personalmente, a las preguntas propuestas por el autor.

      Y, con el mismo respeto que me ha brindado en su comentario, me gustaría indicar que, en lo que a mí respecta como autora, nada más lejos de mi intención que querer tutelar nada ajeno, menos aún la lectura. Si se fija, no apelo a la satisfacción de la lectura en sí, sino a la de la conciencia de estar ante un tema tan extenso y plural que, si nos ciñésemos a una sola definición o postura, se cerraría cualquier posibilidad de avance en el debate. Y, aun así, ello no es más que una opción, una posibilidad (digo «podremos») y no una orden (en cuyo caso habría escrito «tenemos que», incluso «tienen que…»), ni siquiera, como usted indica, un deber…

      Saludos.

      • MacNaughton

        Muchas gracias, Ana.

        Me perdonará, pero como tengo mas de 50 años, casi todo que leo por aquí me suena a un hilo de Twitter….no me refiero a su articulo en concreto, sino 90% de lo que leo aquí en Jot y en otros lugares…me cuesta entender a veces…

        Me explico: las redes han tenido un efecto inflacionista en en lenguaje… Nosotros, las generaciones analógicas, nos daba cierto reparo palabras un tanto tremendas como «noble», «orgulloso», etc, había que sacarlas solo cuando no quedaba mas remedio…

        …un padre puede sentirse orgulloso de su hijo, por ejemplo, pero sentirse orgulloso uno de uno mismo, pues no… mucho menos por leer un libro…

        Las redes están llenas de gente «orgullosa» por haber nacido, da un poco de miedo…. es un sentimiento bastante narcisista….

        La mejor critica es la que sale cuando un critico siente una afinidad por una obra tanto para escribir por placer sobre ella. Walter Benjamin decía que las mejores traducciones salen así tambien, y no cabe duda que tiene razón, aunque a veces el retraso en hacerse puede durar siglos…

        La crítica es muy importante en una cultura. Pero lo que la critica no puede hacer es decirnos como tenemos que leer, ni indicarnos como hemos de responder frente un libro, sino hacer una defensa robusta (o no) de un punto de vista / lectura sobre aquello…nada mas…

        SI es ingeniosa, original y bien razonada, sera una buena critica, pero todo lo demás es secundario a tener un punto de vista bien argumentado…

        No es exageración decir que la critica apenas existe ya, es una gran pena…

        Gracias de nuevo por contestar.

        • MacNaughton

          PD: en cuanto a George Orwell, es a leguas el escritor inglés con mas influencia del Siglo XX.
          ¿Quien se acerca a Orwell en influencia si no ya en calidad literaria?

          Hay que remontarse a Charles Dickens para darse con un escritor inglés tan extensivamente leido como George Orwell: ambos fenómenos que llegan mas alla del mundo de los libros.

          Prueba de ello es que ambos dan por un adjetivo – «orwellian» y «dickensian» son palabras en uso día de hoy en inglés.

          Por ejemplo, la ley mordaza es una medida orwelliana…o la pobreza en que viven 1 de 4 niños en Reino Unido tras 12 años de los bastardos Tories en el poder solo puede describirse como dickensiana…

          Hay millones de niños que viven con hambre en Reino Unido día de hoy, es absolutamente escandaloso, pero es si…que fuerte, ¿no?

  2. Ana Rosa Gómez Rosal

    Gracias a usted, MacNaughton, por tomarse el tiempo para debatir, con el respeto que se lee en sus comentarios.
    Si bien es cierto que difiero de su valoración con respecto al 90% de firmas que escriben en Jot Down (y no porque escriba en esta revista, sino que escribo aquí justamente por considerar lo contrario de lo que comenta), ahí entramos en el terreno de la opinión y el gusto, ambas subjetivas y particular de cada cual. Lo mismo que me sucede con lo que indica que tiene que ser y/o lo que no puede hacer la crítica. Entenderá mi sorprensa, MacNaughton, al inferir que ¡quiere tutorizar lo que escribo a distancia! (Una pequeña broma, por no ir solo a la contra). Sin duda, la crítica ha cambiado mucho en el último siglo, como lo ha hecho también la literatura y, sobre todo, los medios de difusión de la una y la otra. Por cierto, esta cuestión se trata en el ensayo de Moldes, por si quiere echarle un vistazo.
    Y esto me lleva al siguiente punto: al no comisionar yo por la venta de este ni cualquier otro libro de los que hablo, reseño aquello con lo que, efectivamente, siento afinidad. ¿Se imagina qué triste condena sería la de este bello oficio si tuviese que juntar letras como quien rellena un formulario? Yo, al menos, estaría dedicándome a cualquier otra cosa.
    La crítica es discernimiento, como apunta su raíz griega, efectuar un juicio. A mi juicio, es más interesante invertir mi experiencia lectora en una recomendación -tras la valoración previa- que pueda ayudar (o no) al lector a intuir a qué se va a enfrentar (si es que quiere), que mi opinión subjetiva, la cual hablaría más de mí que del libro. No son pocos los autores que, antaño y hogaño, han aprovechado la crítica para ejercitar ese otro tipo de narcisismo.
    Sentirse orgulloso de haber nacido es, cuando menos, vanidad. Estoy totalmente de acuerdo con usted. Sentirse orgulloso como «satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernida» es la primera acepción que da el DRAE del término.

    En fin, parece que los dos nos preocupamos por hacer un correcto uso de las palabras, pero estas, a menudo, nos vienen cargadas de mucho contexto. Por suerte, nosotros podemos hablar sobre ellas (a Aristóteles nunca podré preguntarle qué entendía por amistad, y solo me quedará el consuelo de pensar que era algo parecido a lo que entiendo yo).

    Gracias, de nuevo, a usted. Por leer y por la reflexión.

  3. MacNaughton

    Ana, gracias, pero creo que estoy criticando el estilo editorial JotDown más bien que el trabajo tuyo o de otro colaborador. Es un estilo digamos posmoderno / ironico que a veces está bien, pero es muy dificil mantenerlo siempre, y como lector me cansa a veces…

    En cuanto a la critica, no es una cuestión de JotDown ni de España. El critico como figura está en vías de extinción…ha sido reemplazado por las redes también… las puntuaciones 5 estrellas y los likes y shares…

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