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Black metal noruego: treinta años tras la tormenta (y 2)

Black metal noruego: treinta años tras la tormenta

Viene de «Black metal noruego: treinta años tras la tormenta (1)»

Durante un viaje a Bergen (Noruega) Salva Rubio visita la zona cero del black metal en los noventa y relata testimonios inéditos de algunos de los personajes que más silencio han guardado durante todos estos años. ¿Qué queda de todo aquello tres décadas después?

En la meseta vikinga / En el eclipse del límite de la noche

Tras escuchar a Pytten en la minúscula sala donde se grabaron los discos de Burzum, accedemos a una sala más grande, igualmente forrada en madera y de techos más altos. Aquí, nos dice el productor, se grabó el debut Vikingligr Veldi [En la meseta vikinga]), de otra de las bandas insignia actuales de Bergen, Enslaved

Amigos de la infancia de Tore, Padden y Olve, toman el nombre de su grupo de una canción de la primera demo de ImmortalEnslaved in Rot») cuando sus dos miembros fundadores, Ivar Bjørnson (guitarras, coros) y Grutle Kjellson (bajo y voz) tenían trece y diecisiete años de edad; pronto se sumaría al dúo uno de los baterías más respetados de la escena, el ahora también tatuador Trym Torson, cuyas cualidades Pytten parece respetar especialmente. Como un abuelo entrañable, recuerda cómo Ivar preguntaba por el precio de todo aquello pudiera suponer un gasto extra en el estudio; Tarjei provoca la risa de la concurrencia al recordar que «ahora es contable».

El productor nos habla, deslumbrado, admirativo, respetuoso, de su música, diciendo que es como «flotar en medio del sonido». En efecto, Enslaved pronto se distinguieron por una ambición musical superior al resto de sus compañeros: solo un tema de Vikingligr Veldi dura menos de diez minutos y sus letras están cantadas en islandés. Desde entonces, el grupo se ha distinguido por incorporar influencias psicodélicas y progresivas en su prolífica trayectoria de quince discos hasta la fecha, convirtiéndolos en uno de los referentes más destacados del estilo, pese a que la etiqueta «black metal» se le quede pequeña.

Como banda, Enslaved tuvo otro acierto: elegir la mitología, historia y cultura noruegas, mezclada con una cierta dosis de fantasía y hasta de ciencia ficción para poner letras a sus sofisticadas canciones. Como Immortal, ninguno de sus miembros estuvo en el epicentro de los sucesos de principios de los noventa. Quizá por esa razón tuvieron un protagonismo especial en un importante evento que confirmó, mucho tiempo después, el cambio de estatus del black metal para las autoridades nacionales. 

En 2014, con vistas a la conmemoración el segundo centenario de la constitución noruega, el gobierno elige no a un compositor clásico ni a un artista pop, sino al guitarrista de Enslaved Ivar Bjørnson y el poliinstrumentilta Eivar Selvik de Wardruna para componer una pieza en honor de ese momento histórico. «Skuggsjá» (espejo), se estrena por todo lo alto en el festival Eidsivablot el 13 de septiembre de 2014: «destacando ideas, traiciones e instrumentos de su pasado nórdico, «Skuggsjá» cuenta la historia de Noruega y refleja aspectos relevantes de su pasado en el día de hoy (…) como pueblo y nación». Quizá, poco a poco, el país iba asumiendo que junto a un escaso puñado de nombres como Grieg, Munch, Ibsen, Hamsun, Gaarder, Kittelsen, Dahl o A-ha, el black metal es y seguirá siendo una de sus principales exportaciones culturales, que hoy atrae turistas y visitantes, inspira a extranjeros a aprender noruego y que de una forma o de otra representa al país ante el mundo. Quizá, pensaron, pese a los asesinos e incendiarios, hay que hacer algo al respecto. Como veremos, lo hicieron.

Pasamos a la tercera y última sala, y Pytten, como disculpándose, nos explica que fue su siguiente estudio porque «necesitaba algo de luz en su vida»; en efecto, esta habitación es la más grande y alta, con una acústica brillante y amplia, y tiene además un amplio ventanal. 

Nos revela que fue allí donde la tercera de las grandes bandas que tocaron el día anterior grabaron sus discos: habla, por supuesto, de Emperor. Pioneros del black metal sinfónico, Pytten habla de la dificultad de sincronizar en aquella época los teclados MIDI con el resto de la interpretación humana. Recuerda también, y el gesto se le suaviza, cuando al terminar las sesiones de grabación los demás miembros del grupo se iban de fiesta y solo Vegard Sverre Tveitan, de diecisiete años de edad y conocido como Ihsahn, se quedaba con él para hacerle todo tipo de preguntas sobre producción sonora. Hoy, más allá de su trabajo con Emperor, es un exitoso músico en solitario con el proyecto que lleva su nombre, con el que ha publicado siete aclamados larga duración.

Sin embargo, cabría decir que Emperor no han obtenido el reconocimiento institucional de otras bandas, en parte por haber vivido períodos de separación, en parte —quizá— por la implicación de dos de sus miembros en los sucesos de principios de los noventa: el 13 de septiembre de 1992 (unos tres meses después de que ardiera Fantoft) el guitarrista Tomas Thormodsæter Haugen, conocido como Samoth, acompaña a Varg Vikernes a quemar la iglesia de Skjold, lo que consiguen; sería condenado a dieciséis meses de prisión. Pero mucho más grave, poco antes, el 21 de agosto de 1992, el batería Bård Guldvik «Faust» Eithun asesina a sus dieciocho años a un hombre que se le acercó presuntamente para pedirle favores sexuales. Condenado a catorce años de prisión, de los que cumplió diez, la noche anterior a la nuestra visita se sumó a su antigua banda en directo para tocar algunos temas junto al antiguo bajista Mortiis. Lo ha hecho con anterioridad, provocando polémicas en redes y defensas a partes iguales: Gaahl, cantante abiertamente homosexual que expone su obra plástica en una galería de Bergen, le ha defendido en público.

La puerta de la sala se abre de repente, y un escalofrío recorre el cuerpo de los presentes. Acaba de entrar, por sorpresa y sin anuncio previo, una de las leyendas vivas más importantes de la historia del black metal.

Sobre los misterios de nuestro señor Satanás

Attila Csihar, húngaro de nacimiento, mueve todo su cuerpo con cada énfasis de sus palabras. Contrariamente a lo que podría pensarse del líder de Mayhem, es de sonrisa rápida y risa fácil, tiene una cicatriz reciente en la mano y parece un lobo cordial. La noche anterior, la legendaria banda interpretó de nuevo su música en el Grieghallen, lugar donde grabaron en distintos momentos, principalmente entre finales del 92 y principios del 93, su obra maestra De Mysteriis Dom Sathanas

Mayhem fueron cabezas de cartel, como no podía esperarse de otra forma dado su estatus de culto, pero fue Attila (pronúnciese con el acento en la primera «a») el protagonista real de la noche. Fieles a la costumbre de numerosas bandas de black metal, que renuncian a moverse o a dar el espectáculo, el resto del grupo (excepto el batería) tocaron envueltos en cogullas de monje, sus rostros tapados por una capucha, tan quietos como puede estarse tocando música hiperveloz, en una muestra a la vez de desprecio y complicidad con su público.

Attila dominó el escenario, con el rostro pintado de blanco, una cruz hecha de huesos y vestido con una casulla obispal. Su profunda voz de barítono, tan alejada del gruñido raspado estándar en el black metal moderno, recita las letras escritas por su predecesor en la banda, el sueco Per Yngve «Pelle» Ohlin, más conocido como Dead, antes de su suicidio por arma de fuego el 8 de abril de 1991 a los veintidós años de edad.

 

Precisamente Pytten rememora ahora las sesiones de grabación con Attila: él también oscureció el estudio y lo llenó de velas negras, cerró la cortina de la pecera de grabación para que sus compañeros de grupo no pudieran verle y, con la aquiescencia del productor, micro en mano (es decir, no frente a un micro de pie y el clásico filtro antipop) y bailando en la penumbra del estudio, Attila se metió en su personaje y realizó la interpretación que aún hoy puede escucharse en el disco.

Pytten rememora algunos detalles técnicos más de la grabación, mostrando sumo respeto, quizá como bajista que es él mismo, por el trabajo rítmico de Jan Axel Blomberg, conocido como Hellhammer y narrando la anécdota de que antes de empezar a grabar bajó al gimnasio del auditorio a hacer ejercicio y calentar durante una hora; cuando terminó, solo dijo «estoy preparado» y comenzó a grabar sus tomas. Estas se grabaron de una forma especial, en la época en que el ingeniero de audio tenía que buscar maneras creativas de capturar la acústica: la batería se situó en el escenario principal de la sala sinfónica rodeada de una «chimenea» de telón de ópera. De esta forma el sonido no habría de expandirse horizontalmente y volver en forma de retardo. Pytten situó micros sobre la boca de la «chimenea»: uno para capturar el sonido del instrumento, otro para grabar la característica reverberación que adorna el álbum y que sería mil veces imitada en otros tantos discos en el futuro. 

La visita continúa; nos dirigimos a una exposición de fotografías comisariada por el citado Finn Håkon Rødland. Varias son fotos conocidas y mil veces distribuidas, solo que reveladas de nuevo desde los negativos originales. Otras son fotos realizadas por la banda durante las sesiones de grabación, tomadas por Snorre Westvold Ruch (Thorns), el «quinto Beatle» de Mayhem y el creador real del «sonido noruego» que acabó incorporado en la identidad de la banda tras su colaboración temporal con ellos; aunque las guitarras las grabó Euronymous, Snorre estuvo presente. Tras la grabación, explica, les robaron el coche y tuvieron que volver a Oslo cargando a mano sus Marshall en el tren. 

Attila se ríe al señalarse a sí mismo en una de las fotos; a sus veintidós años, de negro y con las entradas que anuncian su calvicie actual, el chaval sonríe ilusionado con las letras que se dispone a grabar: «I was a happy guy», dice, para risas de la concurrencia. 

Madre Norte 

Antes de finalizar mi viaje, me desplazo a Oslo y dirijo mis pasos hacia el Museo Munch, donde está teniendo lugar la más reciente de las ocasiones en que el black metal y las instituciones se han dado la mano en la actualidad para beneficio mutuo.

En 1991, Sigurd Wongraven se une a la banda Satyricon y pasa a ser conocido como Satyr. Sus tres siguientes lanzamientos (Dark Medieval Times, The Shadowthrone y Nemesis Divina) conforman hoy en día parte del canon imprescindible de la segunda ola de black metal. Después, siguiendo la tendencia de la época, el grupo empieza una etapa experimentadora que lo acerca a influencias más accesibles, como resultado, en 2002 su Volcano es aclamado por la crítica, recibiendo incluso un Grammy noruego.

Pese a la importancia de otras bandas, quizá Satyricon son la banda más mainstream de la segunda ola. No poco de ello es consecuencia de la actitud pujante y empresarial de Satyr, un líder atípico que incluso en 2009 crea su propia bodega de vinos del Piamonte, que encuentra un inesperado éxito en el mercado vitícola nórdico. Tanto, que en 2020 vende sus acciones al conglomerado Vingruppen por cinco millones de euros. Con esta actitud emprendedora, no era de extrañar que llegasen otras oportunidades institucionales, como su disco en directo Live at the Opera en colaboración con la Norske Opera & Ballett Operakoret.

Accedo por fin al museo, vibrante e inclinado como las ansiógenas pinturas del genio nórdico. En la décima planta se anuncia la exposición Satyricon & Munch: invitados por la curadora Trine Otte Bak Nielsen, la banda realiza una pieza musical de cincuenta y cuatro minutos inspirándose en trece cuadros del artista, allí presentes. El tema se puede escuchar en una enorme sala oscura, donde el visitante entra a ciegas, dejándose caer en el abismo de una música a caballo entre lo ambiental y el ruidismo. Como catálogo, se vende un libro detallando la cotidianidad del proceso creativo: Satyr sale conduciendo su Porsche, dando una imagen muy alejada de cualquier idea de underground. En la web de su bodega, leo que Wongraven «es una de las pocas compañías vinícolas que ha sabido combinar el éxito comercial mainstream con la confianza de los geeks del vino». Quizá lo mismo podría decirse de su black metal.

Recuerdo en este punto el que posiblemente sea, hablando de la sociedad noruega en su conjunto, uno de los momentos clave para que el black metal sea hoy aceptado como es hoy en día: entre 2020 y 21 se emite en la televisión pública noruega el documental de cuatro episodios Helvete: Historien om norsk black metal. No es el primer documental realizado sobre black metal, por supuesto, pero al contrario de lo que podría pensarse, pese a estar producido por la NRK, no es una pieza amarilla o sensacionalista. Muy al contrario: a lo largo de sus tres horas de duración (que pueden verse en YouTube, inesperadamente subtituladas en español), las figuras de las que hemos venido hablando cuentan su experiencia, su pasado, su vida cotidiana… y su lucha para ser aceptados.

Las entrevistas se realizan en casas agradables, no en cuevas ni búnkeres. Muchos llevan el pelo corto y tienen aspecto de respetables padres de familia relajándose en casa en calcetines. Se tocan los aspectos más complicados (como el suicidio de Dead) con respeto y humanidad sinceras. Los músicos, entre ellos Satyr, incluso se defienden de acusaciones que en su boca suenan a discriminación inmerecida: «Eh, tú, satanista». Es, pienso, un blanqueamiento del black metal en toda regla, un paso más para que la sociedad noruega acepte esta música desde la televisión oficial como un movimiento cultural al que perdonar sus pasados errores juveniles. El hilo conductor es la historia de Mayhem y aparecen, en suma, todos los músicos principales del estilo. 

Excepto dos. Uno porque está muerto. El otro, porque lo mató.

Black metal noruego: treinta años tras la tormenta

Luna heladora

Mientras viajo al aeropuerto reflexiono sobre lo visto y oído. En mi adolescencia, cuando tenía prácticamente la edad de los músicos que hicieron aquellos discos, el black metal era, lo decíamos antes, un secreto, una leyenda, algo tan prohibido y peligroso que podía quemar iglesias, causar suicidios, matar a seres humanos. Hoy produce memes de internet, conmemora constituciones, está en museos nacionales. ¿Qué queda de todo aquello?

Mi mirada vuelve a unos días antes, mientras veíamos las fotos de Mayhem en compañía de Attila y el curador de la exposición. Este nos enseña, una a una, las fotos del grupo tomadas por Snorre Ruch. Rødland señala, uno a uno, a los miembros del grupo, treinta años más jóvenes. Excepto uno de ellos, que ha quedado congelado en el tiempo.

Øystein Aarseth, más conocido como Euronymous, figura clave de la escena de la época, guitarrista y líder de la banda, también era dueño de la hoy desaparecida tienda Helvete, un centro de encuentro clave para los futuros músicos, a los que adoctrinaba sobre música y actitud. «En realidad, era un friki de Tangerine Dream», recuerda Attila. Pero reconoce: «Tenía una visión sobre lo que podía llegar a ser el black metal. Sabía lo que podía dar de sí como estilo, como estética, como mensaje. Y el black metal se convirtió en lo que él había predicho». Attila asiente, dice con convicción: «Øystein tenía razón». 

Euronymous también era una persona que buscaba la polémica, realizaba declaraciones incendiarias en fanzines de escasa distribución, se decía comunista al estilo de Pol Pot y adoraba la Coca-Cola. También tenía por costumbre amenazar de muerte a todo el que le caía mal. La mayoría, con razón, no lo tomaban en serio.

Una persona sí lo hizo.

En la misma exposición están las fotos que Varg Vikernes le toma en un búnker de la Segunda Guerra Mundial en la cercana ciudad de Os, que Tore también nos llevó a visitar. Era un sitio mugriento, refugio de yonquis durante décadas y en el que Euronymous fue retratado con su imaginería más icónica: maquillado con corpse paint, tocado con una capa y armado con un florete, a punto de bajar las escaleras en la imagen que ilustraría el mítico disco Nordic Metal – A Tribute to Euronymous publicado por Necropolis Records en 1995.

La razón del tributo, como es bien sabido, es que el 10 de agosto de 1993, solo unos meses después de la grabación de De Mysteriis Dom Sathanas, Varg Vikernes asesina a Øystein Aarseth a puñaladas en la puerta misma de su casa, en medio de la noche, casi desnudo. Otra historia que se ha contado mil veces. Vikernes fue condenado a veintiún años de prisión. Años después declaró abiertamente su ideología neonazi, que difundió a través de blogs y un canal de YouTube que fueron cerrados. Hoy en día vive en Francia y tiene siete hijos; en 2013 el periódico Aftenposten recordaba que aún debe casi dos millones de euros a la Iglesia noruega por los daños causados. Vikernes no realiza declaraciones en el documental antes citado; solo sale en imágenes de archivo durante su arresto y juicio.

En la exposición del Grieghallen el público guarda silencio, quizá impresionado, quizá desconcertado cuando el curador enseña una foto de Vikernes. Es, en efecto, extraño verle allí. En la imagen se le ve emerger de las sombras, maza medieval en mano, los ojos ennegrecidos y una sombra de la característica cicatriz de su boca. Rødland proclama que incluyó su foto porque en aquel entonces era miembro de Mayhem (sus pistas de bajo quedaron en el disco pese a la petición de la familia de Euronymous de que se retiraran) y estima que su presencia en la exposición es necesaria. Quizá lo dice con más énfasis del necesario. Quizá sabe que defiende una elección que puede no ser popular. Attila guarda silencio, mira al suelo. 

Es posible, en fin, que el black metal continúe medrando, creciendo como movimiento cultural mainstream y sea cada vez más apreciado, aceptado, comercializado, alejándose de las raíces oscuras, sangrientas y peligrosas que lo convirtieron en un estilo maldito. Es posible que se confirme su entrada en la fiesta institucional de las subvenciones, los premios y la cultura pop. 

Por su esfuerzo, calidad y creatividad, por mantener vivo el estilo durante décadas, muchos de los músicos que lo crearon merecen un reconocimiento, éxito y por qué no, dinero. Alguien como Pytten debe saber que, de todo el trabajo hecho con cientos de músicos en su vida, por lo que más será recordado será por sus producciones de black metal. Y parece contento con ello.

Pero también, creemos, es probable que la persona que lo bautizó con el fuego de las iglesias y la sangre de sus amigos, que creó varias de sus obras maestras y que, para muchos, aportó la peligrosidad, radicalidad y la irracionalidad del black metal hasta el final de sus consecuencias nunca sea invitado a esa fiesta.

Ya en el aeropuerto, visito una tienda de recuerdos. Banderas noruegas, discos de Grieg, imanes de nevera de El grito de Munch.

No hay souvenirs relacionados con el black metal.

De momento. 

Black metal noruego: treinta años tras la tormenta

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4 Comments

  1. Alberto González

    Bravo Salva. Vi hace poco el documental Helvete y ciertamente dista bastante del común de los relacionados con este tema. Muy recomendable. Ahora a ver cómo me quito yo las ganas de viajar a Bergen. Gracias por tus artículos.

  2. Iván

    Llegué a visitar los sótanos del Helvette hace unos años, antes de la inundación. La mezcla del mito y realidad que allí respiré me hizo olvidar que me perdí una visita a los fiordos por despistado…..realmente viajé a Oslo por ver esa tienda y no lo olvidaré jamás. El Black Metal se siente además de escucharlo. Y no todos o entienden.

  3. PABLO ALARCÓN PÉREZ

    Muy buen reportaje, con cosillas que no sabía. Y bien narrado.

  4. ANtonio

    Black Metal tourism, jajaja

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