Jugar con cuchillos es arriesgado, los filos poseen el atractivo del riesgo pero al mismo tiempo acarrean el peligro del corte. Elisa tiene doce años y está convencida de que posee los superpoderes de la heroína justiciera que empuña puñales en las páginas de su cómic favorito. Elisa también maneja objetos afilados y planea ejecutar una venganza. Sobre esta premisa, Asombrosa Elisa decide arriesgarse a jugar con cuchillos.
Y lo hace siendo consciente de ello, del atractivo y de los riesgos implícitos, presentándose en sus propios créditos iniciales con una escena donde dos niños ejecutarán un experimento que, inevitablemente, causará una herida dolorosa. La película de Sadrac González-Perellón, un realizador que anteriormente se había paseado por el terror en cintas como Black Hollow Cage o el collage multidirector de Deathcember, tiene la misma alma que ese peligroso juego de infantes mostrado en su prólogo. Algo que asume arrojándose por caminos afilados e incómodos, utilizando como excusa los poderes de tebeo, como dos niños que juegan con una navaja confiando a ciegas en una premisa inverosímil. Elisa (Jana San Antonio) cree tener dones sobrehumanos y vive afligida, refugiándose en una fantasía recurrente donde se imagina invulnerable y capaz de enmendar las injusticias provocadas por quienes hacen daño a otros. Esteban (Iván Massagué), no encuentra el modo de rescatar a su hija Elisa de las ensoñaciones superheroicas, pero comparte con ella el dolor como consecuencia de la catástrofe que las ha producido. Úrsula (Silvia Abascal) se halla atrapada en una silla de ruedas, malviviendo en una existencia asfixiante de frustraciones sexuales y desencanto. Héctor (Asier Etxeandia) es un cotizado pintor de clase alta, incapaz de ayudar a su esposa Úrsula a sentir que merece la pena seguir viviendo. Al margen de todos ellos también camina una fría heroína de cómic, una joven silenciosa que vaga acompañada por un perro, vestida con ropajes llamativos y armada con una daga. Asombrosa Elisa circula entre las historias de todos estos personajes enlazando el mundo real con retazos de un plano fantástico, pero otorgando a este último una presencia anecdótica. Porque no es esta una película de superhéroes, ni siquiera se acerca mínimamente a la forma en la que estamos acostumbrados a contemplar las aventuras de la gente que viste capas y luce vigores fabulosos, sino todo lo contrario: esta es una cinta de seres malheridos, de víctimas terrenales. Y de cuchillos.
Asombrosa Elisa habla de superpoderes asentándose muy lejos de las atronadoras y excesivas fanfarrias marvelitas, y cerca de otro tipo de cine fantástico patrio contemporáneo mucho más personal, específico y comedido. Porque se trata de una película que se muestra heredera sin reparos de la obra cinematográfica de Carlos Vermut, y no resulta difícil verla hermanada de manera directa con aquella Diamond Flash donde un superhéroe era el eje pero nunca la razón de ser de la narración. Aquí se bebe del cine de Vermut, y de los creadores que le rodean, en las formas parcas, a base de planos fijos y estudiados que encapsulan en diferentes estancias los relatos, y también en el fondo rotundo, con un tono que tiene el pie puesto en la realidad pero no tarda en revelarse pretendidamente incómodo y perturbador. Es una obra cercana y terrenal porque aborda temas ásperos, que el mundo del entretenimiento suele esquivar, como la culpa, el duelo, la sexualidad en personas con discapacidades, el acoso en la vida cotidiana o los malos tratos en el entorno familiar. Y resulta inquietante porque apuesta por lo inesperado de manera violenta, dándole una vuelta perversa a situaciones que ya son retorcidas por sí mismas, como la irrupción en el hogar de un asaltante violento, enmascarado con estilo y armado con un cuchillo.
Al mismo tiempo, el metraje introduce pequeñas pinceladas de los estilismos e instrumentos que Nicolas Winding Refn perfeccionó en Drive. Luces de naturaleza artificial que, combinadas con la banda sonora electrónica adecuada, son capaces de arropar las imágenes hasta convertir la estampa de una heroína que contempla la urbe nocturna a través de un ventanal en un cuadro irreal e hipnótico. La narración incluso se arriesga con el experimento visual al introducir a un personaje sin rostro, un cuerpo mudo coronado por un semblante pixelado y mutante.
En todos estos riesgos habita la virtud más destacable de Asombrosa Elisa: el decidir conscientemente lanzarse a jugar con armas punzantes, como la propia sensación de incomodidad. El trastear con utensilios peligrosos que producen respeto y apuntan hacia lugares inesperados. Al mismo tiempo, empuñar este tipo de filos es una decisión que, inevitablemente, dividirá a la audiencia: quienes esperen un relato fantástico al uso saldrán recelosos de la experiencia, pero quienes sepan dónde nacen sus raíces podrían encontrarse aquí con una criatura curiosa.
Las historias de Elisa, Esteban, Úrsula y Héctor se presentan inicialmente desencajadas, en espíritu y en apariencia: con situaciones aisladas y sentimientos extremos, que parecen ajenos entre sí pero en realidad contienen un nexo que los amarra. Entretanto, el camino de la justiciera de tebeo transcurre en un plano paralelo y extraño, difícil de acordonar, pero que establece puentes con el mundo real a través de numerosas pistas: la caja de unos cereales para el desayuno, los productos que contempla un hombre sin cara en el supermercado, o la descripción oral, que realiza un personaje secundario a uno de los protagonistas principales, de las violentas desventuras de cierta superheroína. Dos mundos de paredes difusas, habitados por seres que causan dolor, lo sufren o planean provocarlo.
Entre las bambalinas, en el reparto destaca Silvia Abascal abordando el personaje más difícil de esta historia, una mujer maltrecha, hundida y antipática como consecuencia de la calamidad que la encadenó a una silla de ruedas. Sobre Asier Etxeandia recae otro papel complicado, pero el actor ya ha demostrado que puede con todo desde que lo vimos abordando el Dolor y gloria de Pedro Almodóvar. Algo similar ocurre con Iván Massagué, lo sabemos más que capaz ante una cámara, aunque su rol en este cuento perverso es más comedido e interno, porque eso es exactamente lo que demanda el personaje. La de la debutante Jana San Antonio probablemente sea la labor más peliaguda, porque los papeles interpretados por menores recién llegados siempre son juzgados con mayores desconfianzas, y peores puntillas, pero aquí ella se resuelve competente a la hora de vestirse de Elisa.
Asombrosa Elisa es una fábula siniestra sobre la aflicción y la revancha. Un trayecto que contiene, dentro de una estructura ordenada por capítulos, toda una colección de heridas sangrantes desordenadas a propósito. Sexo incómodo, una daga escondida entre los pliegues de un traje de vengadora, obras de arte cargadas de dolor, puñaladas físicas y psicológicas, un hombre enmascarado amenazando con cortar un cuello, un perro agresivo de cuyo morro gotea sangre ajena, una niña tratando de doblar con sus propias manos un cuchillo de cocina, un encuentro con un desconocido peligroso que se resuelve con un tajo indiferente, un hombre sin rasgos para la audiencia cuya cara Esteban y Elisa no podrán olvidar. Un puzle revoltoso, maquiavélico, travieso y ciertamente desigual en sus aristas, pero más cerrado de lo que podría pensar el espectador despistado tras la escena que sirve de epílogo al film. Y también una jugarreta curiosa repleta de hojas cortantes, una extensión de un estilo a la hora de narrar que comienza a asentarse en nuestra cinematografía actual. Jugar con cuchillos es arriesgado, y solo por atreverse a hacerlo, Asombrosa Elisa ya resulta interesante.
Asombrosa Elisa se estrena en cines el viernes 14 de octubre.
