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Estos días ha salido a la luz una disputa de fans neuróticos relacionada con el origen del death metal. Parece ser que hay gente a la que le va la vida si el primer grupo del género fue Possessed, el grupo de Jeff Becerra, o fueron los Death de Chuck Schuldiner. En el thrash tampoco hay una amistad legendaria, precisamente, entre los grupos de la primera hornada, Metallica, Slayer, Megadeth y Anthrax, pero a estas alturas de la vida, cuatro décadas después, es completamente absurdo que las pulgas se peleen por de quién es el perro. Todos estos grupos tenían, cada uno, un sonido genuino. Más complicado lo tienen los que han venido después y se han entregado a sendas muy transitadas. Lógicamente, no es lo mismo crear un sonido de la nada con muy pocas referencias que tener a tu disposición un bufé libre de grupos que arriesgaron e inventaron y modelar un concepto a tu gusto cogiendo un poquito de cada, pero sin hacer nada nuevo.
En esa época en la que los grupos tenían que ofrecer algo único, personal e intransferible y, si no, eran pronto pasto del olvido, a mí siempre me ha llamado la atención Obituary. Tanto sus primeros cuatro discos, que son cuatro pilares sobre los que se asienta un templo monumental, como sus años de Xecutioner, cuando eran solo niños de quince o dieciséis años, pero ya tenían las ideas claras. Están en YouTube. Si por algo ha sido maravillosa la llegada del streaming ha sido por poder acceder a todas las demos habidas y por haber de la escena de metal underground de los ochenta y primeros noventa. Es como si un amante del arte pudiese entrar en los estudios de los pintores impresionistas de París y ver sus bocetos y ensayos.
En el caso de Obituary, en su primera demo de dos canciones, aunque no estuviese su sonido posterior bien definido, ya tenían una seguridad y un rumbo perfectamente claro. En la segunda, un año después, estábamos en 1986 y ya habían dado claramente con el sonido Obituary que en los noventa iba a llenar el mundo de camisetas y pantalones cortos con su logo. Las comparaciones son absurdas, Scream Bloody Gore, que se estaba grabando ese año, es un clásico inenarrable del primer corte al último, pero en lo que se refiere a la hora de configurar un sonido extremo, yo creo que ahí no había gran distancia entre lo que luego se llamaría Obituary y los Death. Si bien, por supuesto, en Mantas en 1984 ya había pasajes de locura totalmente pioneros y precursores del metal extremo.
Aparte, el homo antecessor de Obituary era Celtic Frost. En su debut, en 1989, con el edificante título de Slowly We Rot, lo que se adivinaba como influencia era el Morbid Tales de los suizos. La diferencia es que en los Morrisound Studios de Tampa, Scott Burns supo hacer vanguardia, destacar en Obituary todo lo que en el disco de Celtic Frost son aciertos, especialmente en las guitarras, y sin ser Obituary un grupo especialmente basado en la velocidad, este disco estaba lleno de canciones rápidas que ya apuntaban a otra dimensión del metal. Todo ello grabado solo en ocho pistas, aunque no hay que romperse la cabeza por la elección de este estudio y este famoso técnico. Simplemente, vivían al lado.
En cuanto a Celtic Frost, poco antes, en esas fechas, habían girado por Estados Unidos en su versión más comercial con el disco Cold Lake, en el que unos de los padres del metal extremo se habían pasado al glam. John Tardy, el cantante de Obituary, los vio en directo y casi le dio un síncope. Para él los suizos eran todavía más importantes que Metallica o Slayer, pero se encontró una puesta en escena happy que no fue capaz de entender. Ahora ese disco no parece tan complaciente, pero entonces fue una traición. Entretanto, Metallica ese año ya estaban en la gala de los Grammy. En ese aspecto, el debut de Obituary era también el inicio de una nueva era y la llegada de la siguiente generación, pero con la mira puesta de nuevo en los orígenes, en Venom y Hellhammer.
Como cualquier chaval de la época, eran fans de Metallica y Slayer, pero cuando escucharon Helhammer todo cambió para ellos. La densidad del sonido, la oscuridad, la expresión, todo era distinto. Aunque ahora a Hellhammer cueste valorarlos, entonces eran una rara avis y un grupo que rompía la pauta. El otro gran símbolo distintivo, la voz de John Tardy, simplemente apareció por casualidad, intentando igualar el tono de la guitarra. Era consciente de que no podía cantar como los solitas de thrash ni como Savatage, otro grupo local que les gustaba y, buscando su propio camino, encontró esa barrabasada que le encantó a sus compañeros en el acto. Siguió por ese camino hasta que un día bajó su padre al garaje y se puso a escucharles. Acto seguido le empezó a gritar a su hijo «¡Ni siquiera puedo entender lo que dices!» Y ahí supieron que no era mala idea. Le llevó años perfeccionar ese estilo de voz gutural y conseguir no quedarse ronco al cabo de una hora, pero consiguió una de las características distintivas del death metal y el motivo por el que sus demos, escuchadas ahora, echan a volar.
La escena de Florida ya apuntaba maneras con Mantas, que luego fueron Death, y los Nasty Savage, uno de los primeros grupos de thrash/death técnico, una delicia. Los chavales asumieron todas estas referencias, pero sin intrincados riffs y solos, sino con un paradigma basado en la perfecta sencillez. En Obituary el género parece cobrar sentido en su vertiente más cruda y directa. De esta manera, incluso podría decirse que si hubo dos grupos que marcaron el sonido a los grupos de death metal que surgieron en aquellos años fueron Obituary en Estados Unidos y Bolt Thrower en Inglaterra. De ahí salió el canon al que se ciñeron miles imitadores. Algunos, hasta desarrollar personalidad propia; otros, hasta caer en la irrelevancia y el olvido.
Al principio, la voz de John Tardy era inverosímil. No solo para el que la escuchaba en su casa, también para sus amigos. Él presumía de las caras de espanto que ponían los fans de Poison que conocía cuando les ponía sus demos. Lo que nadie se creía es que alguien de su tamaño pudiese cantar así. En un principio, no sacaron las letras en sus álbumes. Los que más aguzaron el oído se dieron cuenta de que a veces no había palabras. Tardy reconoció que empleaba la voz como un instrumento y que, a veces, no tenía palabras para expresar lo quesentía, y eso es lo que se escuchaba. Muchas letras sin sentido en las que a veces solo se gruñe.
Pese a todo lo que salió de aquellos estudios, la escena de Florida no era tan animada como pudiera parecer. Los conciertos de metal extremo congregaban a poca gente y los que iban eran casi todos miembros de otros grupos. Cuando fueron a California con el primer disco ya publicado, no hubo promoción ninguna. La gente ni siquiera se creía que fueran a ir. Solo sabían que Obituary tocaba cuando se subían al escenario. Aunque existían circuitos underground donde por correo postal se movía todo, no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, Obituary nunca estuvieron muy presentes. Su objetivo no era sacar demos y moverlas. Tocaban porque sí, no tenían ni de lejos pensado dedicarse a esto tantos años, ni siquiera grabar un disco. Todo fue accidental.
Aunque estuvieran rodeados de pura vanguardia metálica y conocieran a todos los grupos de Florida, tampoco puede decirse que alternaran con toda aquella gente, aunque parece que con quien mejor se llevaron fue con los en su día incomprendidos Atheist. No bebían en los bares con los demás, no confraternizaban, fundamentalmente porque eran niños. La primera demo de Xecutioner se grabó con dinero que les dieron sus padres. Batería y cantante, Donald y John Tardy, eran hermanos. No tenían un apartado de correos ni enviaban su material. Si grabaron en un estudio con el dinero que les habían dado sus padres era para venderle sus canciones a sus amigos del instituto. Y los conciertos los daban en las fiestas que se montaban cuando se quedaba una casa vacía porque se iban sus padres. De ahí surgió todo. De la generación espontánea surgida de no tener más ambición que divertirte.
Una nueva demo, en la que el sonido avanzaba a cotas muy alejadas del primer thrash, cayó en manos de Borivoj Krgin. Serbio de Novi Sad llegado a Estados Undios con trece años en 1981, era el autor de los fanzines Violent Noize, Metal Maniacs y Metal Forces, realizó la producción ejecutiva del Piece of Time de Atheist en 1990 y un trabajo excelente años después en Century Media. En los ochenta, en cuanto escuchó a Xecutioner, los metió en la recopilación Raging Death de un nuevo sello, Godly Records, que no sacó nada más, pero ahí ya estaban Sadus y R.A.V.A.G.E., que luego fueron Atheist. Con este disco en la mano, Borivoj convenció a Roadracer (Roadrunner) para que les grabara, previo cambio del nombre a Obituary porque había varias docenas de Xecutioners y Executioners por todas partes. El tema con el que les sedujo no era para menos, «Find the Arise», que luego se regrabó para Cause of Death, era un disparo.
Slowly We Roth apareció en 1989, en el mismo sello y apenas un mes después del Beneath the Remains de Sepultura, que dejaban Cogumelo Records en Brasil para dar el salto. El disco era extraordinario y marcaba un hito de dureza y agresividad a la que todavía no había llegado nadie. Por desgracia, en ese año, el grupo tocó poco, presentó poco su trabajo, pero en septiembre del 90 ya tenían otro elepé, Cause of Death. Iban a otro ritmo. Seguían siendo completamente amateur y muy poco conscientes de cómo se movía este negocio. De hecho, tuvieron que conformarse con la explicación de MTV de que no les ponía debido a las connotaciones de su nombre, en lugar de saber untar a la cadena para que pusiera sus temas. Lo relevante era que el nuevo disco rompía una pauta, la de ablandarse, transigir o ser más complacientes para introducirse en los mercados. Era la deriva de los muchos grupos de los ochenta, pero no fue su caso. Cause of Death era más duro en todos los aspectos.
Solo había un problema. Entre los integristas del género, era un álbum polémico. La presencia de un nuevo guitarrista, James Murphy, dio que hablar. Murphy se había iniciado en los grupos de thrash ochenteros Agent Steel y Hallow’s Eve, pero se había hecho tristemente famoso por ser «el de los solos del Spiritual Healing», el disco de Death que se consideró un paso en falso entre el Leprosy y el Human. Eran demasiado heavys para el death metal, pero también es una cuestión de gustos. Obituary, por ejemplo, siempre han preferido definirse como heavy metal y han rechazado los ocho millones de etiquetas de géneros y subgéneros que hay en el metal extremo. Murphy, la verdad, es que puede que sea junto a Chuck el único guitar hero como tal que diera el death metal. Lo cierto es que Obituary le cogieron los solos, pero prácticamente ningún riff. Todos los que les propuso se fueron a su proyecto posterior, Disincarnate.
Ese invierno comenzó una gira estadounidense junto a Sadus y Sepultura. Los brasileños presentaban un disco que estuvo a punto de llevar la portada del Cause of Death, pero Obituary dijo antes que sí a Monte Conner, A&R de Roadrunner, que se la había propuesto a los dos. Contaba Trevor Peres que el drama era que Igor Cavalera tenía unos ojos tatuados en sus brazos como la portada que fue a parar a Obituary. Independientemente de la anécdota, esa gira estaba ya acompasada con lo que se puede denominar como el surgir de una nueva moda en Estados Unidos, la del death metal.
Los sellos importantes empezaron a fichar grupos que no sabían muy bien qué hacer con ellos, pero esperaban que fuesen next big thing. Al año siguiente, Sepultura partió la pana con Arise. En el género, se manifestaba un crisol de tendencias. Los amantes del rock progresivo podían apreciar la calidad del Human de Death, Testimony of the Ancient de Pestilence y Unquestionable Presence de Atheist. Paradise Lost desarrollaba con Gothic un género cuyo paso más allá de Black Sabbath también se copió y evolucionó hasta la saciedad. En Suecia se consolidaban Entombed y Dismember… Los integristas tenían Effigy of the Forgotten de Suffocation o Dawn of Possession de Immolation… La escena no podía ser más rica y versátil, y el resto es historia.
En el 92, el regreso de Obituary fue con The End Complete. Para los puristas era un disco que había perdido la energía y agresividad de los dos primeros. Era cierto que estaba marcado por medios tiempos y pasajes que eran casi doom, en «In the End of Life» casi parecían Winter, pero también tenía algo especial. Expresión. Es un disco que transmite… ¿podedumbre, como titulaban en su primer álbum? Pues tal vez. La imaginación se iba a los rincones más decrépitos, pesimistas y desolados. Al mismo tiempo, el grupo seguía siendo fuerte, cuando tenía que apretar el acelerador volvía a ser el mismo. Además, con canciones que despreciaban la estructura de riff-estribillo, el disco funcionaba como una sola unidad y permitía evadirse en él. Si el público es el soberano, es el que más vendió: ciento seis mil copias.
En el libro que salió el año pasado Turned Inside Out: The Official Story of Obituary, de David E. Gehlke, se cuenta que el grupo sabía que iba a dar el pelotazo con The End Complete y que era una máxima prioridad para Roadrunner. Solo dos años atrás, eran unos niños que no sabían muy bien en qué se estaban metiendo, ahora ya lo tenían más claro. Tanto que se negaron a darle el máster a la discográfica hasta que no les subiera el sueldo. Semejante idea huelguísitica ya la había hecho alguien antes en el mismo sello, Jeff Waters, de Annihilator, que en esos años también sacó una trilogía excepcional. Graciosamente, el sello dijo que sí, pero luego fue que no. Cuando llegaron los pagos, seguían siendo los mismos que por los discos anteriores. El grupo, entonces de gira por Europa con Napalm Death de sold out en sold out, envió un mensaje escueto: «No vamos a volver a componer». Inmediatamente, llegó un ingreso.
La atapa clásica concluyó en 1994, con World Demise. Para mi gusto, ahí los síntomas de estancamiento ya eran obvios, pero todavía queda gente a la que le gusta mucho el álbum. Lo fascinante es que unos niños, sin querer imitar a nadie en concreto, sin grandes consejos de guías o expertos, gracias al dinero de sus papás, lograron así, accidentalmente, clavar como mínimo tres discos clásicos en la historia del metal. Sin grandes alharacas y todavía con acné, como se ha hecho siempre el buen rock and roll.
No soy un gran fan de aquella escena, más allá de un par de discos/grupos, pero me congratula leer sobre cualquier movimiento guitarrrero, sobre todo aquellos que han pasado «desapercibidos» para el fan medio de Rock.
Ciertamente «World demise» empieza a tomar cosas del metal que vende en la época, es evidentemente más accesible y menos inspirado, aunque muy disfrutable.
Quizás Leprosy es lo mejor que parió el género; Bien producido pero aún warrote, instrumentalmete currado pero aún con cierto espíritu punkarra… Ese sonido de bateria, ese break a mitad de «open Casket»… canelaza
Terrorizer sería death o grindcore? Aquel Lp del 89 es LEY.
En su época me hice con una copia del «Cause of Death» y lo que escuché me voló la cabeza, de principio a fin una auténtica barbaridad, con versión incluida del » Circle of the Tyrants» de sus venerados Celtic Frost.
Una delicia abrir la página de Jotdown (como todos los días) y encontrar de vez en cuando artículos sobre Obituary, Cannibal Corpse, Parabellum, Mayhem etc. Muchísimas gracias Álvaro.
De Florida me quedo con Morbid Angel y desde luego el Leprosy es una barbaridad (vaya vozarron la de Chuck! Tan impactante como la de John Tardy)
Lo de Cold Lake de Celtic Frost fue todo un shock en la época jajaja. Igual que cuando los iconos del hardcore más primitivo Discharge también se pasaron al glam. Mon dieu!
Para cuando un artículo sobre Voivod?
Un abrazo
Genial que el artículo se centre en lo musical de Obituary y no en sus derroteros extramusicales (Allen West como narco; las comunas de gatos de los Tardy Bros.; Frank Watkins pirándose a… Gorgoroth !!!!).
Según Scott Burns en una entrevista de la época cuano era el gurú del sonido de la NWOFDM, el bombo
de Slowly fue sampleado para que sonaran los dos bombos igual; aún no habían triggers.
Pffff… me alegro de haber vivido ese boom del Death 1989-1992 y aquellas reseñas en la MetalliK.O de Dave Rotten.
Talibanada de fanboy: la foto es de la sesión del Cause of Death «ergo» no es finales de los ochenta. James Murphy es el primer ataud por la derecha.
PD: también me uno al comentario anterior: ¿para cuando un artículo sobre Voivod?