Gianni Bugno (Brugg, 1964) siempre fue esclavo de su imagen. O, más bien, de la imagen que sobre él tienen los demás. El ciclista elegante, el que no mueve los hombros, aunque vaya muriéndose encima de la bici. Sin muecas, sin retorcerse. Visto desde fuera, hasta podría parecer que no sufre, y eso es lo peor que te pueden decir en un deporte como este, que consume sufrimiento. Para los españoles, Gianni Bugno es, también, gran rival del primer Induráin. Aquel a quien se temía antes del Tour 1992. Luego llegó Luxemburgo, y Sestriere, y todas esas cosas, pero a priori el italiano parecía en condiciones para asaltar la banca. No pudo ser. Las piernas de Bugno funcionaban mejor que su cabeza. De todo eso hablamos con él: de Induráin, a quien admira y respeta; de cómo la vida privada afecta a los deportistas; de seguridad para bicis en las carreteras; de si es mejor pensar o no cuando estás dando pedales. Gianni responde educado y reflexivo. Esa imagen sí es totalmente cierta.
Tus padres son de Cavaso del Tomba, en el Véneto, pero tú naciste en Brugg, en Suiza.
Exacto. Mis padres trabajaban allí. En el periodo de los años setenta muchos italianos emigraban, y ellos fueron a Suiza. Yo nací en Brugg, pero volví pronto. No tengo ningún recuerdo, era muy pequeño.
¿Qué te contaron tus padres sobre lo que significaba ser emigrante? Hay muchos italianos en la zona.
Hay una gran colonia italiana en Suiza, sí. Ser emigrante no es fácil, tienes que adaptarte a una nueva nación y otras formas de vida. Pero yo tuve la suerte de volver pronto a Italia, a mis raíces.
¿Tienes alguna conexión con Cavaso del Tomba? Hay mucha gente con tu apellido en el pueblo.
No, nada, solo parientes que murieron. Quizá queda algún primo lejano…
Llegas a Monza…
Tenía dos o tres años. Estuvimos unos años en Cavaso del Tomba, y cuando nació mi hermana fuimos a Monza. Siempre he vivido allí, toda mi vida. Cuando me casé por primera vez me mudé a Magenta, pero digamos que Monza es una ciudad que me gusta, me siento como en casa.
¿Cómo era aquella Italia de los setenta?
Había menos coches. Era una época de austeridad, cuando subió el precio de la gasolina. Entonces podías recorrer Monza al completo en bicicleta, quizá por eso me aficioné yo. Ahora es más complejo, más difícil. Hay poca atención por parte de los conductores, la gente va mirando el móvil y hay accidentes. Vosotros prestáis más atención a este tema, habéis conseguido imponer una distancia entre los ciclistas y los coches, y seguramente la policía es mucho más severa. Creo que España está más avanzada en este tema. Hoy en Italia no es fácil salir en bici. No es fácil, pero la gente lo hace.
Aquí hay una nueva norma: dejar dos metros de distancia entre coche y ciclista.
Nosotros tenemos la de metro y medio sin aprobar. Y luego estoy en contra de los carriles bici, porque son un gueto para las bicicletas. Se hacen carriles bici, pero es derrochar el dinero, inversiones que no sirven para nada, porque los utilizan ciclistas y peatones. Un ciclista, para mí, es una persona que va al menos a treinta kilómetros por hora, y eso es un peligro en los carriles bici. Igual parece una blasfemia, pero es así. El carril para la bici debería estar en la calzada y ser respetado. Cuando tienes que adelantar a un tractor esperas, no te molestas ni te enfadas. Cuando sales en un grupito, ya sea de diez o veinte ciclistas, siempre hay algún conductor que se queja o discute. Es algo que no entiendo. Vosotros tenéis más educación.
Volvamos a tu historia. ¿Alguien de tu familia te animó con la bici?
No, yo solo.
¿No había nadie aficionado en tu familia?
No, no. Vi pasar el Giro de Italia frente a mi casa y me apasionó. La caravana rosa, ya sabes… Así que empecé a correr, mis padres me habían regalado una bicicleta. Me inscribí en algunas carreras, comencé a ganar…
Cómo era tu primer maillot, el de tu primer club. Como profesional has llevado algunos de los más bonitos que se han hecho…
Mi primer maillot era blanco y rojo. Blanco, rojo y azul. Sí, debe de andar por ahí. Un momento, lo busco [Gianni busca]. No hubo suerte, se está lavando.
De tus años como amateur destaca, sobre todo, el tercer puesto que consigues en el Girino de 1985.
Segundo, ¿no? ¿Segundo o tercero? No me acuerdo ahora.
Tercero. Un ruso (Serguei Uslamine), un checoslovaco (Luděk Štyks) y tú.
Sí, puede ser.
¿Cómo era competir contra los ciclistas del bloque oriental?
Entonces estaba el bloque soviético: la Unión Soviética, Alemania del Este —que eran los más fuertes—, Checoslovaquia… También Yugoslavia, pero resultaban menos potentes. Eran países donde el ciclismo era como el Ejército, unas Fuerzas Armadas a las que uno iba para correr en bici… Eran equipos semiprofesionales, resultaba muy complicado luchar contra ellos.
En 1985 pasas a profesionales. Un ciclismo italiano que estaba, entonces, gobernado por Saronni y Moser.
Eran la referencia, los jóvenes los respetábamos. Pasabas con la categoría de joven y respetabas los ejemplos que seguir. Eso sigue pasando, pero también se respeta a la figura carismática. Quizá muchos jóvenes no le prestan importancia a eso hoy, así que tenemos un ciclismo muy disperso. El mío era…, no más bonito, pero había respeto por parte de todos, una cosa fundamental en el deporte. El ciclismo te enseña a respetar a quien va más fuerte que tú, a no tener envidia. Y los mayores seguramente sabrán alguna cosa más que tú. Después se puede competir, luchar, pero, sobre todo, se trata de mantener ese respeto.
Llevabas el maillot del Atala.
Sí, es bonito. El color es un poco retro. Me gusta mucho, todavía hoy. Puede que sea el más bonito que he llevado.
En 1986 debutas en el Giro, donde acabarás sumando once participaciones. Aquel primer año fue meritorio, pero tiene un recuerdo amargo: la muerte de Emilio Ravasio, tu compañero de escuadra.
Él era de un pueblo cercano a Monza. Entrenábamos juntos, dormíamos juntos. Cuando murió compartíamos habitación.
¿Se puede superar algo así?
¿Cómo puedes superarlo…? En aquel tiempo no llevábamos casco, la bicicleta contrarreloj no existía, las zapatillas se ataban con cordones… Aquel año hubo una transformación radical en el ciclismo, pero entonces… El casco era obligatorio en las categorías inferiores, pero no para los profesionales. Hoy no se ven ciclistas, jóvenes o adultos, profesionales o aficionados, que no lleven casco.
¿Cómo continúas en el Giro?
El equipo siguió corriendo. Él llegó a nuestra habitación y cayó en coma. Desde allí lo trasladaron al hospital, pero no pudieron llevarlo a uno donde hubiese quirófano para operar y no salió del coma. No se pudo hacer nada.
Fue en Palermo, ¿no?
Sí, en Palermo.
En aquel primer Giro haces segundo en el Gran Premio de la montaña.
Sí, me ganó Pedro Muñoz. Tuve el maillot verde hasta la última etapa de montaña, pero pasé una crisis y perdí también esa clasificación.
Un gran escalador, Muñoz.
Sí, sí. Lo recuerdo.
¿Te veías más como escalador durante tu juventud?
Sí… Siempre luché por el maillot verde, intenté ganarlo en 1986, pero después de unas etapas. Durante el primer año no es fácil resistir. De hecho, toda la semana final tuve crisis. Entonces no se corría como ahora, hacías semana tras semana, sin día de descanso. El único reposo era para los traslados.
Hay una bonita foto tuya en aquel primer Giro: llevas el maillot de la montaña y recibes halagos de Gino Bartali. ¿Qué recuerdas de él, de Gino?
Bueno, era el abuelo del Giro, ya mayor. Tendría sesenta y nueve o setenta años, un personaje. Lo recuerdo como una persona normal, no se acrecentaba con el mito… A mí me gustaba hablar con él, era muy agradable. Entonces resultaba fácil hablar entre distintos ciclistas, también relacionarse con los grandes campeones o con el público. Hoy eso no es así.
¿Piensas que es algo negativo para el ciclismo, eso de que ahora el aficionado no se acerque los corredores? Todos apartados, en el bus…
Sí, y aparte, ahora con la pandemia no te puedes acercar. Lo que dije antes es que para mí no es un ciclismo bonito, porque tú a los corredores ya no los ves. Están todos dentro del bus, no tienen contacto con el público, no puedes hablar con ellos. Para charlar con un corredor, tú, que has hecho historia en el ciclismo, es necesario ser… Nosotros, los antiguos ciclistas, parecemos extraños respecto a ellos, como si fuéramos extraterrestres. Esa actitud a mí no me gusta.
En cuanto al vínculo con la historia, ¿crees que en Italia es más fuerte? Hablamos de ciclismo, pero casi podemos entenderlo como una forma de ver el mundo allí.
Claro, hay un pasado compuesto por diversas generaciones que han escrito la historia del ciclismo y la historia de Italia. Digamos que el ciclismo es parte de la historia de nuestro país, ha seguido la historia de nuestra nación.
Gianni, tu estilo sobre la bicicleta es especial, característico. Luis Ocaña, antiguo vencedor del Tour, siempre admiró tu clase. Decía que era como si no movieses la bicicleta. ¿Eso es natural, o lo has entrenando y perfeccionando?
No, no lo he trabajado. Es natural, cuando empecé a andar en bici me salió así. El estilo… Por ejemplo, siempre me fascinó el de Hinault. Quizá me he inspirado un poco en él. Pero no es adquirido, nació así.
Pero el tuyo es distinto al de Hinault. El tuyo era más hermoso. No te movías sobre la bicicleta. Estético. Cuando eras joven ya pedaleabas de esa forma.
Sí, tienes razón. Siempre fue así, nunca lo he cambiado.
¿Crees que a veces a los ciclistas con «mucho estilo» os traiciona precisamente eso? Sois tan elegantes que parece que no sufrís, y eso en ocasiones molesta al aficionado, como si desprendieses una imagen de indolencia.
Bueno, siempre se sufre en bicicleta, solo que estás muy concentrado en pedalear. Quizá es que no moviéndote ahorras energía, pero es una forma de correr que… A mí tampoco me gusta ver a un corredor que se mueve mucho en bicicleta. Prefiero cuando luce más compacto. Si tú ves a Van Aert, es un corredor muy bueno, con potencia, un ciclista de fuerza. Por otro lado, ves a Froome y se mueve demasiado sobre la bicicleta. Pero todo es relativo, porque Froome ha ganado el Tour de Francia cuatro veces. Creo que, aunque se mueva un poco más, esa postura es correcta para su forma de correr y optimiza los resultados que al final puede conseguir.
Sí, por eso la crítica de que no sufres. Al final de tu carrera fue lo contrario. Vi un periódico español donde hablaban de tu casta.
Ah…, la casta. Es mi modo de competir, mi forma de andar en bicicleta. Nunca la he entrenado, siempre la tuve.
Sí, para ti es normal, pero hay gente que te admira por ello. Hay un escritor español que se llama Guillermo Ortiz y escribió un libro el año pasado que se titula El chico que soñaba con ser Gianni Bugno.
Sí, sí, lo sé. Lo tengo. Me ha habló de él un delegado de la Federación Española de Ciclismo, y me lo han enviado.
Es una novela casi autobiográfica, donde tú apareces como un icono generacional. Y se destaca de ti, sobre todo, la clase. ¿Qué piensas de eso, de ser un mito para tanta gente?
Nunca he pensado que soy un mito, solo quise hacer bien mi trabajo. Siempre me gustó correr en bicicleta, he hecho tantos sacrificios…, sacrificios que no lo son, porque cuando haces algo que te gusta no es sacrificio, y yo estoy contento con lo que hice, me siento satisfecho con mi carrera. Podía haber alcanzado más, o menos, no sé. Estoy contento, es un placer que me vean como un mito los chicos que se acercan a la bicicleta, por ejemplo. Es algo que, creo, un atleta debería transmitir a los jóvenes. Hacer deporte, tener objetivos. Esto solo sucede si te vuelves un mito para ellos, así que me siento orgulloso.
Tus primeros años son de mejoras, detalles. Victorias aquí y allá en un calendario italiano que era amplio y muy variado. Italia sigue conservando un alto número de carreras.
En mis primeros años corría con un equipo que tenía un calendario más nacional que internacional. Después fiché por el equipo de Stanga, y allí empecé a salir. Por entonces había dos equipos italianos que hacíamos el Tour, nosotros y el Carrera. Entonces empecé a correr pruebas internacionales, hicimos todas las clásicas, el Giro, el Tour. Corríamos desde el inicio hasta el final del año, no estaba esa moda de la preparación, periodos de competición y entrenamiento. Entonces la Vuelta empezaba en abril, antes del Giro de Italia, y algunos hasta hacían las tres grandes. Era un ciclismo más completo, al campeón lo veías todos los meses. Ahora se está volviendo un poco a eso. Veo, por ejemplo, a Valverde, un corredor que me encanta y al que admiro muchísimo, compitiendo toda la temporada, siempre presente, aunque tenga casi cuarenta años. Es un campeón, es fuerte en todos los terrenos. Quizá haga carreras donde va para entrenar, pero está siempre presente. Luego hay otros que hacen una prueba por etapas y después desaparecen, porque tienen un programa específico de preparación. Digamos que este sistema nació justo en los años en que corríamos Ruiz [Peio Ruiz Cabestany] y yo.
Pasas al Chateau d’Ax en 1988, dirigido por Gianluigi Stanga. Vas a estar en esa estructura, con diferentes nombres, hasta 1994. ¿Qué piensas de él como director? Stanga era especial, tenía un carácter muy fuerte…
Para mí fue muy importante Stanga, con él empecé a hacer un verdadero calendario internacional. Entré en su equipo cuando todavía estaba Moser, era su último año. El equipo era una estructura buena, siempre hizo grandes temporadas. Con el tiempo llegaron Fignon y otros jóvenes, seguro que recuerdas, y fue una escuadra muy fuerte que corría todo el año intentando ganar. Era uno de los equipos más potentes de aquel periodo. Mi problema es que yo no era un corredor óptimo para vueltas por etapas, o para las clásicas, o para los grandes puertos. Fui, por así decir, un corredor completo que buscaba adaptarse a todas las situaciones y obtener resultados. Pero no era capaz de hacer preparación metodológica, como no se puede hacer con el arte. No podía entrenar, mi cabeza no conseguía concentrarse.
¿No conseguías concentrarte de cara al entrenamiento?
Sí, eso es. Para mí el entrenamiento era importante para poder llegar hasta las competiciones, pero donde estás más concentrado, donde piensas en el resultado, donde te topas con los adversarios, es en la carrera. Si haces carrera tras carrera puedes encontrar las condiciones para, incluso, llegar a ganar. Así que, para mí, era más importante la competición que el entrenamiento. El ciclismo ha cambiado, hoy los ciclistas más importantes cuentan con periodos de preparación en altura, así que es un ciclismo un poco más diverso, un ciclismo donde…, bueno, un ciclismo que no es el mío.
Pero tú tenías una fuerza brutal sin entrenamiento. Yo me acuerdo de Cerdeña.
Ah, sí, Cerdeña.
Llegábamos a Cerdeña, teníamos pocos kilómetros y era imposible, todo el mundo detrás, no podíamos perseguirte. Ibas muy rápido.
Yo no me acuerdo, pero sí.
Yo sí me acuerdo. He sufrido detrás de ti al principio de temporada.
Sí, sí. Nos concentrábamos en Cerdeña para entrenar en pretemporada. Cuando cambié de equipo y me fui con Ferretti dejé las carreras por etapas. Descubrí que eran imposibles para mí al coincidir con Induráin y otros corredores que también eran fuertes. Así que me dediqué a las pruebas de un día. Después hice dos años con el Mapei, pero digamos que, para mí, el ciclismo… Obtuve resultados, victorias, pero entendí que había llegado al final de ese ciclo. Luego estudié para ser piloto, empecé a trabajar y sigo en ello.
Volvamos a tu 1988. Aquel es el último año de Moser, ¿no?
Sí, estaba en la escuadra con nosotros. Hizo una concentración en Cerdeña y ese fue el último año que compitió, así que no es que hiciera mucho más. Él fue parte del equipo, pero no hasta el final. Corríamos con sus bicicletas y él estaba actuando casi de mánager. En el Giro de Italia que gané, de hecho, montaba una bicicleta Moser.
¿Era más un mánager que un ciclista en 1988?
No el dueño del patrocinador, sino el mánager de las bicicletas que llevábamos. Era corredor, pero también lo otro. Hacía un poco de todo, era muy histriónico [Gianni mueve los brazos]. Después lo dejó, y se quedó Saronni como vieja guardia, hasta 1992. Con Saronni tuve más amistad, porque vivía muy cerca y lo veía a menudo.
En el Giro del Gavia tienes un accidente muy pronto y debes abandonar. Leí en algún sitio que de esa caída te quedó algo de miedo en los descensos.
Sí, cogí algo de miedo. Tuve la caída del Giro y un mes más tarde salí para el Tour de Francia. Hice todo el Tour a cola de pelotón porque tenía miedo. Llevaba dos tornillos en la clavícula, todas las costuras, y otro impacto allí hubiera sido un daño importante. Pero pude ganar una etapa. En el Tour son muy difíciles los primeros diez días, completamente llanos. En esa época surgieron las rotondas, y hubo algunas montoneras a causa de ello. Fue un año particular.
¿Es una leyenda eso de que te curaron el miedo con música de Mozart?
No, no es una leyenda. Probé de todo para ayudarme a vencer aquel miedo. Y es que tuve un traumatismo craneal. Así que tenía temores al rodar en bici… Pero cuando estás en la carrera desaparece, piensas en el resultado y tiras hacia adelante.
Otra leyenda: que adoras las matemáticas.
Sí, me encantan. Yo estudiaba matemáticas. Cuando estaba descansando, cuando tenía tiempo libre, me gustaba estudiar matemáticas.
Más leyendas, ahora filosofía. No sé si sabes que una revista francesa te llamó «el ciclista existencial» por tus dudas frente a Induráin. Yo os he conocido a ti y a Induráin. Él no pensaba mucho, es un gran hombre, un gran corredor, pero no pensaba mucho. Creo que tú sí piensas, quizá por eso lo de «ciclista existencial». Hasta El País hablaba sobre «la cabeza de Bugno».
Sí, es muy compleja, no la conozco ni yo. Siempre he pensado. Induráin era un corredor determinado, frío, que no pensaba mucho cuando llegaba el Tour de Francia. Su equipo estaba concentrado, llegaba, ganaba. Es alguien a quien siempre he admirado, más como persona que como campeón, le tengo mucha estima. Es un corredor que ha dado mucho al ciclismo, y aún hoy en día lo admiro muchísimo. Estoy contento de haber corrido en su época, porque puede afirmarse que es uno de los más grandes que el ciclismo haya tenido nunca. Así que, aunque no tuviera la oportunidad de ganar un Tour, estoy igualmente contento porque luché contra él para lograr esa victoria. Pero él siempre fue más fuerte.
¿Te da tiempo a pensar como corredor, en una carrera?
No debes pensar. Fuera cerebro: consume oxígeno, deja que vaya todo a los músculos. Digamos que el corredor no debe pensar, tiene que ser instintivo, no razonar. Cuando corres, vas por instinto. Si decides escaparte, lo haces porque lo sentiste así, ya sea cerca o lejos de meta. Si te cansas pensando en lo que va a pasar más tarde, al final no haces nada. Así que es muy importante razonar por instinto en una competición. Cuando te bajas de la bici…, habrá quien piense de más y de menos. Yo tenía muchos pensamientos sobre otros ciclistas y me creaba miedos alrededor de cosas que luego no eran ciertas.
Ser instintivo es importante. También es importante eso que has dicho de que es diferente cuando se corre o cuando se está fuera de la bici, ¿no? Cuando compites hay ciclistas que si piensan mucho pueden llegar anticipar el sufrimiento, preguntarse: «¿Qué hago aquí yo?».
Cuando corres tienes que estar convencido de hacerlo todo correctamente para poder superar momentos de crisis, por ejemplo… Pero cuando estás en una carrera no siempre vas bien, no es que vayas disfrutando todo el tiempo. Aunque ganes, hay momentos de sufrimiento. Y entonces tienes que pensar en todo lo que has hecho, y en que todo tenía unos objetivos, porque eso te permite superar momentos malos. Por eso es importante pensar en positivo, porque de lo contrario no consigues nada. Debes estar convencido de que has hecho todo bien hasta llegar a la carrera: preparación, dieta… Dentro del deporte hay una serie de entrenamientos y renuncias, no eres una persona que fuma y va a la discoteca, sino alguien con una vida de monje. La alimentación y el descanso son importantes para obtener resultados. Así que cuando tienes un asomo de sufrimiento debes recordar todo eso, y así puedes superarlo.
Hubo una época en que tu preparación la llevaba el doctor Conconi. ¿Qué recuerdas de esto?
Estuve con él después del 91, pero, como te dije antes, no conseguimos avanzar mucho. Antes no se hablaba de preparación; el corredor corría, y cuando estaba fuerte lograba resultados. Pero llegó un tiempo en el que todos hacíamos preparaciones específicas. También yo probé eso, pero sin ilusión, porque no conseguí nunca llegar al top sin correr. Yo necesito correr. De hecho, me cansé pronto, porque para mí era imposible hacer un entrenamiento orientado a las pruebas por etapas. Hacía la San Remo, luego iba al Giro a Italia y después al Tour de Francia. Era casi imposible seguir un plan de entrenamiento. Yo tuve que renunciar un año al Giro de Italia, y hubo muchas críticas. Yo prefería correr. Esto lo hablé con Conconi y comprendimos que para mí era muy difícil hacer preparación orientada a una carrera. Después cambié de equipo, me fui al MG-Technogym, y allí se dedicaban solo a las clásicas. Esa etapa de mi vida quedó cerrada. No significa que no partiese en más grandes vueltas. Hice el Giro de Italia para ganar alguna etapa, pero…
No como objetivo ¿no?
No como objetivo.
Logras una primera etapa en el Tour de Francia en 1988, pero pasa casi desapercibida porque era el día de Perico Delgado y el probenecid.
Sí, el probenecid. Gané la etapa, y eso que aún tenía algún problema debido a la clavícula. Para mí fue una victoria importante, llevaba un tiempo mal por la caída.
Y no se hablaba mucho de tu victoria porque el interés estaba en otro sitio. No te molestó eso, ¿no?
No, para mí lo importante fue haber ganado.
Tu gran salto llega en 1990. ¿Te sentías física y mentalmente preparado para ello? Llegar al Giro y ganar de esa forma…
En el equipo creían en mí, sabían que tenía potencial para vencer carreras duras. No era un especialista, pero tenía mucha resistencia para recorridos de doscientos kilómetros o vueltas de tres semanas. No era un corredor pesado, iba bien en subida, en contrarreloj era fuerte porque de joven hice pista. Aquel año gané una San Remo particular porque partía desde el centro de Milán. Hubo mucho viento de espaldas casi hasta Génova, y llevábamos una media cercana a los cincuenta por hora. Detrás se había quedado Fignon, que era muy peligroso. Delante rodaban Argentin y otros ciclistas. Así que fuimos tirando hasta Génova, y los perseguidores se rindieron cuando llevaban perdidos cuatro o cinco minutos. Quedamos un grupo de cien tipos, y la cosa se volvió más fácil para mí, porque en aquel entonces me costaba luchar las posiciones en el pelotón, seguía teniendo miedo a las caídas. Luego, cuando llegó el momento decisivo, busqué la fuga. Primero con Canzonieri, más tarde solo, durante cuarenta kilómetros. En aquel entonces Milán-San Remo era una de las primeras carreras de la temporada, y no es que llegases en buenísimas condiciones. Hoy salen con varias pruebas por etapas de Australia, Dubái y Catar en las piernas, pero entonces no, teníamos menos competiciones. Así que tuve la fortuna de ganar en San Remo, y eso me dio confianza y seguridad para afrontar otras pruebas. Al Giro de Italia fui con la idea de hacerme con la maglia rosa, probarme…
La consigues ya en el prólogo.
Sí, luego la defendí día tras día y la tuve hasta el final. Después fui a Francia, hice sexto o séptimo, gané en Alpe d’Huez. Digamos que el Tour de Francia se adaptaba mejor a mí que el Giro, porque la carrera italiana solía ser más para escaladores. Pero durante aquellos años el Tour resultaba ideal para quien fuese fuerte en contrarreloj. Había cronos de ochenta kilómetros, donde Induráin era imbatible. Cronos de ochenta, de setenta, de sesenta kilómetros. Suma la crono por equipos, el prólogo… Me tuve que adaptar. Pero obtuve óptimos resultados, así que estoy satisfecho.
¿Por qué no se hacen esas contrarrelojes largas ahora?
En Italia ahora tenemos a Ganna, que es fuerte en contrarreloj y podría ganar mucho tiempo cara a los puertos. Antes se adaptaban las carreras un poco a los corredores, hoy todos tienen más o menos el mismo nivel, así que… Bueno, en Francia ponen menos cronómetro, y tienen ventaja los escaladores. Pero al final los más fuertes hoy son los dos eslovenos… ¿cómo se llaman? El que ganó el Tour de Francia el año pasado…
Pogačar.
Eso es. Pogačar y Roglič. Son los más fuertes hoy en las carreras por etapas.
¿Cómo recuerdas aquella primera victoria en Alpe d’Huez? La última curva, con LeMond jugándose el pellejo…
Incluso me lanzó fuera de mi trazada. Pero en cuanto pude enderezarme, lo remonté. Tenía un desarrollo más ágil, así que pude pasarlo. Él tiene un desarrollo más pesado.
Séptimo en París. ¿Tienes la sensación de que podías haber mejorado ese puesto?
Habiendo ganado el Giro ya estaba contento. Sí, quizá pudiera haber hecho más. Fue el año que Chiappucci pilló una escapada y cogió diez minutos. Eso cambió toda la estrategia de carrera. Chiappucci habría podido ganar el Tour aquel año si hubiese corrido de manera diferente. Por pensar solo en coger el maillot cuanto antes, perdió varios minutos en una etapa de transición. Y LeMond entendió el juego, atacó, recuperó mucho de lo que había perdido en la primera etapa. Cuando llegó a la contrarreloj ganó el Tour a Chiappucci. Chiappucci llevaba el maillot amarillo, pero no era competencia contra LeMond en la crono.
¿Te sentías entonces el mejor ciclista del mundo? Es lo que decía el ranking de la FICP (Federación Internacional de Ciclismo Profesional).
Digamos que era el corredor más completo, porque conseguía ganar un poco de todo. Aquella clasificación te explicaba lo que era la temporada ciclista.
¿Te sentías el mejor corredor del mundo?
No me sentía nada. Era un placer destacar en esos rankings, también en la Copa del Mundo. Quizá gané aquel año, creo, pero no miraba tanto eso, te podía influir negativamente leer los periódicos. Intentaba hacer mi trabajo bien y pensar en carreras y resultados.
Al año siguiente llevas el maillot de Gatorade. El Giro se te escapa sin saber muy bien por qué. Hay un ciclista, Chioccioli, que destaca de forma sorprendente, caminando como nunca antes. Con todo, tu botín es bueno.
Sí, aquel año pensaba retirarme, tenía en la cabeza también el Tour. Fui a por la maglia rosa, y por un segundo no pude vestirla tras la crono de Langhirano. Ahí las cosas cambiaron para mí. Después de que Chioccioli ganara el Giro de Italia, yo gané el campeonato italiano, fui al Tour de Francia, quedé segundo, y luego en el Campeonato del Mundo gané. El año anterior fui tercero. Ese 1991 tenía que ganarlo.
¿Qué pensabas de Chioccioli en este Giro? Fue un poco sorprendente su rendimiento…
Siempre fue un corredor fuerte en las carreras por etapas. Igual no era constante: un día conseguía la maglia rosa y después se hundía. Aquel año anduvo fuerte todo el Giro.
El Tour de 1991 fue el primero de Induráin, pero pudo haber sido tuyo. ¿Cuántas veces has repasado mentalmente aquella etapa de Val-Louron?
Aquella etapa… Yo me quedé con LeMond, con Mottet. Luego hubo poca colaboración, recorté minutos a Chiappucci y a Induráin, pero no fue suficiente para alcanzarlos. Allí es donde Induráin cogió el maillot amarillo. Era también el más fuerte en contrarreloj, y yo había perdido un minuto en aquella etapa, así que…
¿Saltar con Chiappucci no estaba en tu cabeza?
No, porque Chiappucci marchaba detrás en la clasificación. Había ganado el maillot de mejor escalador, pero no volvió a tener diez minutos en la primera etapa. Era un corredor controlado. La carrera giraba sobre LeMond, Delgado… E Induráin demostró de nuevo ser el más fuerte. De hecho, todo el equipo Banesto trabajó para él, porque era quien daba más garantías con aquellas cronos tan largas. Así que logró ganar aquel primer Tour, y después otros cuatro.
Ese día, en Val-Louron, Induráin estaba delante. ¿Pensabas que Miguel era tan fuerte, o lo dejaste ir?
No, no lo dejé ir, pensé en LeMond, Fignon… Mi idea fue: «Vale, tengo delante a Induráin, pero debo fijarme en los demás». No tuvimos buena cooperación, en el falso llano no recortamos nada a los que iban delante. Entonces empezó la cuesta final e intenté ganar el mayor tiempo posible. Pero remonté solo un minuto y unos segundos.
Si hubieses salido tras Induráin, quizá este Tour lo podrías haber ganado.
Puede ser.
¿Piensas que, de haber ganado ese Tour, habría cambiado toda tu historia? Ya sé que con esto volvemos a las suposiciones…
Bueno, para mí era importante ganar el Tour. Estuve cerca, aunque no pude. Y eso que yo era un corredor más adaptado al Tour que al Giro. Para mí era más difícil ganar en Italia. Pero en aquella época empezaron a poner más contrarrelojes, y yo no era un especialista en ellas, ni en esprint, tampoco un escalador. Si llegaba con los primeros era peligroso, eso lo sabían todos, así que trataban de evitarlo.
Fin de temporada: campeón del mundo. Maillot distintivo, otra muesca con los más grandes.
El mundial era una carrera importante. Se corría en fechas a las que debería volver, según mi punto de vista. Justo después del Tour, con la participación de los mejores. El año pasado se hizo una semana o dos después del Tour de Francia, en Imola. Participaron los líderes del Tour y casi todos acabaron. En mis tiempos te encontrabas a los mejores del mundo, intentando vencer. Además, te permitía a ti y al equipo correr dos meses más de temporada con tu patrocinador de entonces y el maillot arcoíris. Hoy no: un corredor gana el Mundial y descansa hasta el año siguiente. Para mí el Mundial era la carrera que más me satisfacía, estuve disputándolo varias veces.
En 1992 apostaste todo al Tour. ¿Fue un error?
Como te dije antes, centrarme el Tour era ya un error para mí. Además, aquel año tenía mucha crono. Hice tercero, tuve críticas porque no había corrido el Giro, ni tampoco gané el Tour de Francia, hice segundo en la Vuelta a Suiza… No fue suficiente. Así que me criticaron antes del Mundial, y luego acabé ganando, porque tenía una buena forma y no partía como favorito. Después de aquel Mundial, en septiembre de 1992, pude conquistar otras clásicas de final de temporada, aunque no hubo suerte en Lombardía. Faltando un montón de kilómetros, en un día de lluvia, saltaron Rominger, Alcalá, Cassani y algún otro. Cogieron cuatro minutos y me quedé fuera, era imposible alcanzarlos. Aquel movimiento fue en la primera subida, pero en esa Lombardía yo andaba fuerte. Ocurre que me tomé las cosas con calma, pensando más en no caerme que en otra cosa.
¿Te afectaban las críticas de los medios?
No leía los periódicos. Siempre hubo críticas, porque me pedían resultados, victorias en todos los sitios. Yo gané carreras que no estaban hechas para mí, como San Remo. Y en otras que se me adaptaban perfectamente, el Giro de Lombardía, por ejemplo, solo alcancé el segundo puesto. Y esta es mi historia. Siempre he intentado no hacer caso de las críticas.
Luxemburgo…
Ah, sí, Induráin anduvo fortísimo. Me desmoralizó.
Después de aquello, tú demostraste tu admiración por Induráin. Casi renunciaste al Tour. Entiendo que estabas siendo sincero, pero aquello afectó a tu imagen.
No, pero entendí que él estaba a otra altura. Sí me desmoralicé al ver que había gente preparando Giro o Tour como su objetivo principal de la temporada. No podía pensar en competir con ellos, porque ellos estaban al 100 por ciento y tú al 95, llegabas fatigado después de competir todo el año. Y sufrí, porque cuando ganas no sientes cansancio, pero si haces segundo sientes un cansancio enorme. Probé dos veces más el Tour con la convicción de poder batir a Induráin. Después cambié de equipo y dejé de correr grandes vueltas pensando en la general.
Esta casi renuncia en Luxemburgo y tus declaraciones han comprometido tu imagen. ¿Crees que es mejor, en el deporte profesional, no decir todo lo que se piensa?
No, cuando hay uno que es más fuerte debes respetarlo. No es que renuncie a la carrera. Si puedo vencer, venzo. Pero tengo un gran respeto a un corredor como Induráin.
Sestriere, la etapa del Diablo.
Empecé con mucha fuerza, había encontrado un grupo con gente de Gatorade, y colaborábamos. Luego estaban los Banesto, que no tiraban, y más tarde nos echaron una mano. Más tarde me quedé con Induráin. Se me dio bien toda la persecución de Chiappucci, pero al final me quedé solo y asumí la responsabilidad. Después entramos todos en crisis, porque aquello era demasiado. Chiappucci venció en una bellísima etapa.
Es una etapa monstruosa, increíble.
Sí, una bonita etapa.
Digamos que desde aquel día la pasión de los tifosi se acercó más a Chiappucci. ¿Hay tiempo, en un monstruo como el Tour, para pensar en estas cosas?
Qué pensar en el Tour… El Tour siempre me fascinó, pero después de aquella edición hice tercero, y no sé lo que pensé. Empecé a cambiar mi mentalidad, a perder confianza en mí mismo. Llegar segundo o tercero no me gustaba, quería ganar. Pero allí, con Induráin que sumaba minutos en contrarreloj… No era agradable. Resultaba más fácil ser protagonista en carreras de un día que hacer una clasificación que me dejaba insatisfecho. Probé, pero…
¿Cómo era tu relación con Chiappucci?
De vanidad. Al final nos hicimos amigos. Todavía lo somos. Hoy le digo que podría haber ganado el Tour de Francia.
Sois muy diferentes.
Sí, completamente.
Al día siguiente de Sestriere, camino de Alpe d’Huez, lo intentas desde lejos. Atacas en Galibier y caes al suelo en una curva, después de chocar con un aficionado. Es como si todo te saliera mal.
Digamos que sí, pero allí entendí que si atacamos en Galibier y todo aquello… Comprendí que era complicado aquello que estábamos intentando, el Banesto era una escuadra fuerte. Hicimos un ataque con Fignon, pero por desgracia no se pudo hacer nada. Induráin podría haber vencido el Tour todos los años. Era como si él fuese el gato y yo el ratón. Jugaba contigo, resultaba inútil. Probabas, inventabas cosas. Pero él tenía un equipo muy bueno, nos sacaba mucha ventaja. Arrasaba en la contrarreloj y mantenía en los puertos.
En aquel tiempo se hablaba mucho de tu mentalidad: que si eras frágil, que si no tenías dureza suficiente… Mario Cipollini lo expresó muy claro: «Un ciclista con las piernas de Bugno y la cabeza de Chiappucci sería perfecto». Hasta se comentaba que utilizabas un psicólogo deportivo, una figura hoy en día presente de forma habitual, pero que entonces era casi objeto de broma. ¿Cómo recuerdas aquello?
Lo recuerdo, pero… Hoy en día cada deportista tiene su preparador y en los equipos hay psicólogo. Las escuadras tienen una estructura más compleja. Entonces no se veía la figura de psicólogo de la misma manera. Supongo que la misión del psicólogo de un ciclista se basa en entender cómo se siente el corredor en determinadas situaciones. Si no consigue estar en forma, por ejemplo. Es un trabajo que puede hacer alguien que haya practicado este deporte o lo conozca bien, no puede ser un psicólogo que venga del fútbol, por ejemplo. Debe tener relación con el ciclismo, conocer las dinámicas de esta disciplina.
¿Qué responderías a la frase de Cipollini?
Bésame las piernas.
Gianni, ¿te acuerdas de cuando, en 1993, fuimos a hacer la Vuelta a México? Hubo una caída horrible con un coche que venía de frente.
Sí, sí. Nos rebelamos contra los automóviles y se paró la carrera.
Sí, íbamos adelante. Creo que Fignon iba líder. El coche pasó cerca y se metió en el pelotón detrás de nosotros. Fue una masacre. El País publicaba el 20 de febrero de 1993: «Los corredores golpean a un conductor que ha embestido al grupo». Yo no recuerdo esto. Estábamos delante, y nadie pegó a nadie.
No, nadie pegó a nadie. Hubo corredores que se hicieron mucho daño, se bloqueó la carrera y luego vino la policía, que metió preso a aquel borracho. No pasó nada de lo que cuentan. Era la Vuelta a México, nada importante, preparación. Un poco como hacen ahora en Australia, pero hoy están mejor organizadas. El nuestro era un ciclismo heroico, iba en busca de nuevos lugares. Yo fui a Malasia, por ejemplo, con el Mapei. Con Ferretti hicimos el Tour de China. Ahora hemos pasado a un ciclismo ProTour que se parece al automovilismo. No sé si es bueno o malo. Hay competiciones que desaparecieron. Creo que con diez equipos ProTour sería suficiente, de tal forma que si un patrocinador tiene interés en España pueda hacer un equipo para correr la Vuelta a España. Si metes diez escuadras del ProTour, hay sitio para otros diez. Hoy solo caben cuatro fuera de esos.
¿En Malasia ganaste una etapa?
Sí, gané una etapa.
En 1993 vuelves al Giro y allí te encuentras con Induráin y Chiappucci. Es la edición de la Marmolada, cuando atacas de lejos y te hundes en ese puerto. Creo que jamás he visto a nadie pedalear sin un gramo de fuerzas con tanta elegancia como lo hacías tú. ¿Cómo recuerdas aquello?
No me acuerdo ya. No recuerdo mucho mi pasado. Ahora que me lo dices me vienen a la mente algunos detalles, pero no me gusta hacerlo. Hice cosas preciosas, y otras que no lo fueron tanto, pero me hicieron crecer. Lo de la Marmolada… Recuerdo que me gustaba, era muy irregular, conseguía imponerme usando desarrollos muy largos. Yo siempre andaba con esos desarrollos, tenía potencia, no gastaba tanta energía como el resto. Ese era mi punto fuerte, junto con el estilo, el no moverme. Lo que me permitía obtener resultados, hacer más fuerza, llegar más lejos en la fatiga.
Una vez escribí que en aquel puerto «eras un cadáver. Pero Gianni Bugno cadáver es más elegante que nosotros estrenando maillot y recién salidos de casa».
Que parecía un cadáver, sí. Andaba en bicicleta de forma más estética que aquellos que iban por delante. Era mi forma de correr, así era.
¿Te sorprendió en 1993 la aparición de Ugrumov? Casi le roba el Giro a Miguel…
Era un corredor fuerte, buen contrarrelojista, también escalador. Aquel año corría en la Mecair, me parece. Tenía mucha potencia, pero contra Induráin… Induráin en las carreras por etapas era imbatible. Las preparaba bien, tenía un equipo fuerte y mentalmente era poderoso. El mejor en las grandes vueltas.
¿Cómo era Induráin, como líder en el pelotón?
Induráin hablaba poco, pero era un señor sobre la bicicleta. Callado. Respetado porque respetaba, nunca tuvo problemas. Admirado por su fuerza. No intentaba amedrentarte por ser quien era. Un campeón.
Para 1994 parece que has cambiado tus objetivos, centrándote más en las clásicas. Vences en una de las más difíciles, De Ronde van Vlaanderen. ¿Cómo se fragua esa victoria?
No lo sé, porque no soy un corredor de Flandes. El segundo año lo gané, ya había estado fuerte en las clásicas otras veces. Stanga me llevó un mes antes para habituarme al norte. Yo no soy capaz de dominar la bicicleta como los belgas en el pavés, pero si encuentro espacio, como me pasó en la San Remo… Soy un corredor que puedo mantener el pulso. Tenía un equipo fuerte, muchas carreras que gané fueron gracias al equipo. Aunque, bueno, al final tú también aportas. Allí, en Flandes, la carrera salió según lo planeado. Era una cuestión de potencia, hasta los doscientos kilómetros es una cosa, y después es otra distinta. Una cualidad mía es tener resistencia y esprint más allá de los doscientos kilómetros. Me encontré con tres especialistas de Flandes, llegamos al esprint y al final casi pierdo contra Museeuw.
Fignon dice eso. Es un deporte hasta doscientos kilómetros y otro con doscientos cincuenta kilómetros.
Sí, hay una enorme diferencia. Lo que podías hacer, ya no puedes, el resto están por encima, eres uno de tantos después de doscientos kilómetros. Ahí salen corredores que tienen fuerza, aunque no sean especialistas. Tú puedes ser potente, pero hay especialistas en contrarreloj, en montaña, en llegadas… A esos solo puedes superarlos si vas por encima de aquellos kilómetros. Allí te vuelves más fuerte.
¿Por qué nunca hiciste la París-Roubaix?
Porque era una carrera que obligaba a mucho entrenamiento, en primer lugar, y además tenía que interesarte. Y nunca me ha gustado. No es algo para todo el mundo. Como decía Ferretti, meter a un vueltómano en la París-Roubaix es como poner un caballo de carreras a hacer labores del campo. Luego hay corredores que hacen la Roubaix porque su temporada termina ahí. Yo, sin embargo, tenía todo el año por delante, y sabía que podía comprometerlo.
En el Giro, en 1994, empiezas bien con una victoria de etapa y acabas octavo después de haber sufrido en montaña.
Sí, lo intenté, pero ya después de eso decidí cambiar de equipo. Dejé a Stanga y pasé con Ferretti.
Dicen que en esa carrera Ivan Gotti tuvo problemas para ayudarte, que quería jugar sus cartas.
Sí. Me enfadé con él y con Stanga. Se lanzó a una fuga, yo salí tras él, y Gotti continuó adelante, sin esperar. Después discutimos, y decidí irme.
Para ti habrá sido una sorpresa, porque tú siempre has andado en equipos con grandes gregarios, ¿no? Como Zanatta… ¿Qué recuerdas de ellos?
Corredores que me han ayudado siempre, psicólogos en carrera.
¿Quién hacía de psicólogo?
El que has nombrado, Zanatta, y también otros. Eran psicólogos de verdad, te subían la moral, ayudaban en todo. Gotti estaba creciendo, demostró mucho más tarde su calidad, con dos Giros. Aquel día hubo un poco de incomprensión entre nosotros. No es que él fuese fuerte, sino que yo andaba lento.
Durante esa carrera los periódicos prestaron mucha atención a tu vida privada. ¿Cómo influye esto en un atleta? Cito textualmente de un diario español: «Lío de faldas para Bugno».
En aquel entonces mi vida privada era algo desastrosa, y, bueno, aquello comprometió mi carrera, porque no he tenido una intimidad tranquila, ha sido un poco monumental. La mantuve separada del ciclismo, pero influyó en mi desempeño deportivo. No soy una persona serena y calmada. Aquellos eran mis últimos cuatro años, no podía hacer mucho más, conocía mis limitaciones. Ya no era el corredor que fui al principio. Tuve que contentarme con lo que venía.
¿Cómo es esa sensación?
No es algo bello. Te pesa el entrenamiento, te pesa todo. Con Ferretti gané el campeonato italiano y otras carreras. Fui al Mundial de Colombia, y me retiré. En 1996 hice el Mundial en Lugano. Creo que es el mundial donde más fuerte me he sentido. Allí hice todo lo que quería hacer, salí sin responsabilidad, trabajé mucho aquel día, estaba muy fuerte e intenté ayudar a Bartoli porque era el corredor con más talento de Italia. Hizo tercero, por desgracia. Yo intenté conseguir la victoria, pero no pude. Luego intenté ayudar a Bartoli y tampoco salió bien. Aquel día estaba de verdad fuerte. Estaba un poco enfadado porque no me llevaron a las Olimpiadas.
Volvamos al año 1994. Fue cuando apareció Marco Pantani.
Sí, ganó su primera etapa conmigo segundo. Atacó en la última subida y yo estaba con Induráin. Sacó dos minutos, hizo un ascenso muy fuerte y ganó la etapa. Yo me impuse en el esprint del grupo.
¿Qué piensas de Pantani?
Pantani… hizo aquello un día, y a la jornada siguiente fue lo de Aprica, allí mostró su fuerza como escalador. Digamos que en aquel instante entendí que había cambiado la generación en el ciclismo. Yo no formaba parte de la generación de Pantani y esa gente, así que era el momento de pensar en mi futuro.
En 1994 das positivo en cafeína, ¿no? ¿Cómo te influye esto?
La cafeína es una sustancia que tomas diariamente. Se acercaban elecciones en la UCI [Unión Ciclista Internacional], así que era más una guerra política que dopaje o cualquier otra cosa. Me pusieron una sanción de tres meses. Aquello me pesó, porque me desmoralizó mucho, me hizo mucho mal. La primera carrera después de esto la gané porque tenía rabia por lo ocurrido, no es que la cafeína cambie tu condición. Soy culpable por no haber estado atento, pero…
Venciste en el Tour del Mediterráneo por tu enfado.
Sí. Me gusta como suena en español: con «mala hostia».
Habéis hablado de Lieja, del Giro de Lombardía. ¿Qué carreras no has ganado que pensabas tener en tus piernas?
Lombardía y Lieja. Quedé segundo en ambas, pero las dos estaban hechas para mí.
¿Lombardía era tu prueba favorita?
Sí, pero siempre llegaba a final de temporada con demasiadas carreras, cansado. Y notaba mucho el frío, no me dejaba rendir como quería. Es un recorrido que necesita dedicación, sin una buena base física es difícil. Fue, de hecho, mi última prueba como profesional.
Un recorrido perfecto para ti.
Sí, sí.
¿Y cómo se sobrelleva esa frustración de saber que puedes, pero no alcanzas?
Es parte del ciclismo, esto no es matemático. Hay pruebas que piensas que están hechas para ti, pero no las consigues. Y también al revés. Por eso este deporte es tan hermoso. Porque no es una ciencia cierta. Es muy extraño. Extravagante, impredecible.
En la Vuelta de 1996, la última de Induráin, tú consigues una etapa. Días antes adelantaste al navarro subiendo el Fito.
Sí, dejé a Induráin, lo recuerdo.
Dos años después vences de nuevo en otra etapa y tienes un recuerdo para el padre de Miguel. ¿Es admiración hacia Induráin, o hay algo de obsesión?
Admiración, sí; obsesión, no. ¿Cómo no admirar a un tipo así? Como persona, como ciclista… Aún hoy siempre está tranquilo. Y lo ves como era entonces, nunca tuvo comportamientos extraños.
Querías saber cómo entrenaba Induráin…
Sí, me gustaría saber cómo lograba la forma en un periodo tan breve. También cómo alcanzaba a ser tan fuerte en contrarreloj. Era como si al ponerse el mono adquiriese una fuerza mayor. Tenía un equipo potente y él estaba siempre concentrado.
Gianni, terminas tu carrera deportiva y te conviertes en piloto de helicóptero. ¿Cómo es eso? ¿Era una idea que tenías ya de antes?
Pensaba entrar en la escuela aeronáutica desde joven. Después hice deporte en la academia militar náutica y me apasioné por los helicópteros. El mundo de la aeronáutica siempre me apasionó, y cuando dejé el ciclismo quise sacar mi título de piloto. Quería comenzar una nueva vida. Como les digo a los chavales, tu carrera ciclista acaba cuando todavía eres joven, así que debes pensar en tu futuro y prepararlo sin creer que la bicicleta es lo único. De hecho, sigo en el ciclismo solo para continuar practicando deporte. Fuera existe un mundo muy distinto donde puedes probar suerte, y quizá tengas las cualidades necesarias.
¿Te cansaste del ciclismo?
No, no. Siempre lo he seguido, desde fuera. Pero no quiero periodistas, mánagers… Eso no es para mí.
¿Y seleccionador italiano? ¿Nunca te tentó el puesto?
No, no es lo mismo ser corredor que seleccionador. Hay directores que han nacido para ello, y es justo que lo hagan. De hecho, creo que dejaré de ser presidente de la ACP [Asociación de Ciclistas Profesionales] el año que viene. Seguiré como piloto, y ya veremos cómo continúo unido al ciclismo. O acabaré viéndolo en televisión, porque aún me gusta, aún me entusiasma.
¿Qué se puede cambiar en el ciclismo hoy desde tu puesto en la ACP?
Se habla mucho de la seguridad, pero no es fácil ser presidente de la ACP. Tú sabes cómo piensan los corredores: siempre creen que tienen razón. Ignoran que hay todo un equipo que trabaja para ellos, y debemos hacer sacrificios todos. El corredor cree que se le debe todo, y no es así. Tratamos de darles el máximo, pero también sabemos de los problemas que tienen con la covid los organizadores. Así que debes mediar. Yo creo que ahora la seguridad es el asunto principal. Y, además, hace falta volver al ciclismo con público, volver a la antigua realidad. Cuando todo retorne a la normalidad, sin pandemia, dejaré de ser presidente. Mi objetivo, cuando empecé, era acercar la ACP a los ciclistas, y creo que se ha cumplido: hay diálogo entre las partes, no existe solo conflicto. También hay que tratar el problema del ProTour, los continentales tienen pocas posibilidades para competir en pruebas. Debemos encontrar un equilibrio que permita acercarse a aquello que era el viejo ciclismo. Solo que respetando las nuevas reglas, claro.
Yo, como espectador, detesto los potenciómetros y adoro el sterrato. ¿Qué opinas?
Yo estoy en contra del sterrato. Todo el mundo ha adoptado esos recorridos, y a mí no me gusta.
Como espectador, quiero decir, no como ciclista, me gusta ver cómo luchan.
Para mí está bien en carreras de un día, pero en las pruebas por etapas, no. Puede ser peligroso para la clasificación, hay riesgo de mandar a casa a tipos que igual tenían opciones en la general. Meter sterrato es dar posibilidad a ciclistas que han hecho MTB para eliminar a muchos otros. En cuanto al potenciómetro, estoy de acuerdo contigo en que no se debería usar en carrera, los corredores deberían trabajar siguiendo su instinto. El problema es que las televisiones utilizan esos datos.
Induráin parece una persona muy tímida. ¿Cómo era en privado?
No era tímido, era hablador, normal.
¿Sois amigos?
Sí, hemos sido adversarios y amigos. Siempre nos respetamos.
¿Qué ciclista te gusta más en la actualidad?
Ahora mismo Roglič. También Van Aert o Van der Poel…, hay tantos jóvenes que vienen fuertes… No sé, hay un cambio generacional, y no es fácil, porque estamos en temporadas que no son normales. Hay ciclistas jóvenes que entusiasman al público.
Es una invasión.
Sí, también está Bernal. No es sencillo decir uno, porque con este cambio generacional hay un poco de confusión sobre quién es el mejor.
¿Cómo piensas que te recuerdan los aficionados?
Me recuerdan…, el resto se pierde.
¿Todavía montas en bici?
De vez en cuando. Dependo un poco del trabajo, pero en cuanto puedo me escapo.
Tuviste un problema el año pasado con el estrés. ¿Estás mejor?
Sí, primero por la covid. La pasé como si fuese una infección normal y me curé. Pero después surgió un problema que me llevó al hospital. Es un caso para estudiar. Ahora estoy haciéndome todos los análisis necesarios para llegar a un diagnóstico claro.
¿En serio?¿Habéis mandado a alguien a entrevistar a Bugno y no ha sido Guille Ortiz?
Teniendo a Peio, mucho mejor.
¿Es esta la entrevista en cuya preparación se nos empezó a ir la Bola aquel fatídico día?
Gran entrevista, grande Bola, seguimos remando.
Gran entrevista. Enhorabuena!
Fuoriclasse
Parece que preguntar por el dopping sigue siendo tabú en el ciclismo. Una entrevista muy edulcorada. Yo le habría preguntado por los siete incidentes que se mencionan aquí:
https://www.dopeology.org/people/Gianni_Bugno/
El periodismo no consiste en evitar las preguntas que puedan incomodar.
¿Para qué preguntar cuando ya sabes la respuesta? Todo Dios iba hasta las cejas en aquellos días…
Tengo por ahí recortada una viñeta de Oscar en El Jueves de Bugno y Chiappucci subiendo un puerto mirándole el culo a Indurain (su sino aquellos días), y Claudio preguntaba a Bugno:
-Gianni, mi sentes? (italiano macarrónico de comedia, supongo)
– Sonno fato merda…..