«Comunico al orgulloso pueblo musulmán del mundo que el autor del libro Los versos satánicos -libro contra el Islam, el Profeta y el Corán- y todos los que hayan participado en su publicación conociendo su contenido están condenados a muerte. Pido a todos los musulmanes que los ejecuten allí donde los encuentren».
Es probable que no te imagines llegando a viejo si el nombre detrás del libro señalado es el tuyo, si tu condena a muerte la firmó el ayatolá Ruhollah Jomeini, si la difundieron por Radio Teherán y la amplificaron una y otra vez, si todos los musulmanes fueron convocados a matarte en cualquier lugar del mundo. Y sin embargo, contra las previsiones, Salman Rushdie cumplió 75 años el 19 de junio. Él y su literatura siguen vigentes.
Su condena a muerte también.
Nunca fue tan evidente como hoy.
Salman Rushdie publicó una novela en Londres en septiembre de 1988. Fue un éxito y un escándalo, todo junto y en pocos meses. Se prohibió en la India, ganó el premio Whitbread a mejor novela en Reino Unido, un jeque de El Cairo lo declaró «libro blasfemo» e instó a los musulmanes británicos a emprender acciones legales contra el autor, se retiró de la venta en Sudáfrica, la casa editorial en Londres recibió una amenaza de bomba, hubo manifestaciones en Brandford con quema pública del libro y muchas cadenas de librerías dejaron de venderlo. Y esto fue solo en unas semanas. Después vino la condena a muerte de la República Islámica de Irán a través de su Líder Supremo, autoridad política y a la vez religiosa que llamó a todos los musulmanes a buscar a Rushdie y matarlo «en cualquier lugar del mundo».
Todo por un libro.
¿Qué tiene ese libro?
Es una novela donde hay indios, separatistas, ángeles, un avión en llamas, un galán de cine, demonios con cola, cuernos y pezuñas, prostitutas, una niña pobre, mariposas, campesinos y peregrinos que se ahogan en el mar. También hay un profeta. El estado iraní consideró que el libro ofendía a los musulmanes y condenó a muerte a su autor.
Esto hay que decirlo más de una vez.
Salman Rushdie había decidido, cuando era un niño y escuchaba en la India las historias que le contaba su padre, que se dedicaría a eso. Sería un hombre abocado profesionalmente al arte de contar historias, dejarse llevar por las palabras y arrastrar a los lectores a sus mundos inventados.
Tiene poco más de cuarenta años, vive en Londres, está en medio de otro divorcio. En el funeral de su amigo Bruce Chatwin se acerca una periodista de la BBC y le informa que el estado iraní ha puesto precio a su cabeza y ha convocado a todos los musulmanes a conseguirla.
«Soy hombre muerto», piensa.
Intenta proyectar cuántos días le quedan y la cifra en su cabeza no alcanza los dos dígitos. No puede volver a casa, no debe poner en riesgo a su esposa, no puede comprometer a sus amigos, no puede ver a su hijo.
Todo porque escribió un libro.
Se esconde y cambia de nombre, las compañías aéreas no le permiten viajar, la recompensa por su cabeza se duplica con periodicidad (se llegó a hablar de seis millones de dólares). El nombre de Rushdie es un peligro. Asesinan al traductor japonés de su libro, acuchillan al italiano, atacan al editor noruego, mueren más de treinta personas en un ataque a su editor turco, todo el mercado editorial involucrado es acusado de islamofóbico. Nadie lo quiere cerca. El Vaticano se suma a condenar la novela por blasfema. El escritor escribe un comunicado, declara que su objetivo no era ofender sino hacer literatura, afirma su respeto por el Islam. No se desdice. ¿Cómo habría de desdecirse de una novela?
Y la sentencia de muerte continúa.
Muchos años después de ser condenado a muerte, Rushdie escribió Joseph Anton, una novela autobiográfica en la que cuenta lo que siente un perseguido. También, lo que la intolerancia significa para el arte, la humanidad y los espíritus libres. El narrador dice que aquel 14 de febrero de 1989, día de la fatwa, cuando parecía estar cayendo definitivamente un siglo marcado por los totalitarismos, en realidad estaba empezando otra pesadilla. Con ese comunicado desde una radio de Teherán, dice Rushdie, empezó a sonar una canción para la que no hay final porque la escuchamos y seguimos como si nada.
Ese día en el que se sintió un hombre muerto, recordó una canción infantil y se le vino a la cabeza una imagen: los niños cantan en el patio de una escuela, un mirlo desciende del cielo y se posa en el trepador, la canción sigue, es una ronda, empieza y no tiene fin, vueltas y más vueltas y más vueltas. De repente alzan la vista y los mirlos en el trepador son cuatro, llega un quinto y los niños siguen cantando, después los mirlos son cientos y, sin que nadie sepa cómo, han invadido no solo el trepador sino que están por todas partes, son miles.
Salman Rushdie estuvo ocultándose y huyendo durante diez años hasta que no lo hizo más. Las amenazas siguieron, la tranquilidad no volvió nunca por completo y, aunque el estado iraní se comprometió a no insistir más en su ejecución, hay quienes creen que una fatwa únicamente la puede levantar quien la dictó, el ayatolá Ruhollah Jomeiní.
Y como Jomeiní está muerto, el destino de Rushdie está sellado.
Alguien condenó a muerte a un escritor por escribir y apostó a que algún fanático hiciera cumplir su sentencia. En cualquier lugar del mundo y en cualquier momento.
Y alguien lo hizo.
Hasta hace un par de días, la fatwa contra Rushdie, sus editores, traductores y libreros había quedado en el olvido. Y cuando alguien alzaba la voz de alerta frente al accionar de la policía moral que se dedica a señalar, prevenir o censurar «ofensas» en el arte, todos parecían olvidar lo que el caso de Rushdie tiene para decirnos sobre los tiempos que estamos viviendo, sobre la libertad y la intolerancia, sobre el sentido del arte.
La literatura y la industria editorial están en el medio de esto: autores cancelados por su vida privada, clásicos reescritos para adaptarse al espíritu de época, temas tabú, revisiones de obras, voces autorizadas y otras que no. Las señales estaban ahí, a la vista de todos.
Hay una práctica que es ilustrativa. Se trata de un fenómeno relativamente reciente del mercado editorial anglosajón pero su lógica de funcionamiento se ha extendido por el mundo con matices y diferencias. Es la figura de los sensitivity readers.
Los sensitivity readers son algo así como «lectores de sensibilidad». Son personas a las que las editoriales contratan antes de publicar un libro. Su tarea es leer manuscritos para las con el objetivo de detectar lo que está mal en los libros. ¿A qué se refieren? No se trata de correcciones de estilo. Lo que está mal en los libros puede ser: «lecciones morales borrosas, giros de la trama cuestionables o protagonistas problemáticos». Los lectores contratados, entonces, escanean, revisan, examinan los textos para descubrir posibles «errores o sesgos en la representación de las minorías marginadas».
El objetivo final de esta actividad es generar libros que no ofendan a nadie. Para eso deben moldear a los autores que, paulatinamente van dejando de ser escritores para convertirse en productores de textos. Textos limpios, inocuos, edulcorados, correctos, todos iguales.
Según las reglas no escritas pero sí aceptadas de los sensitivity readers, este nuevo oficio solo puede ser ejercido por integrantes de las minorías marginadas, las mismas que aparecen en los libros. Lectores negros cuando hay personajes negros, lesbianas para lesbianas, latinas para latinas, y así con cada sector de la sociedad considerado como minoría marginada. Si el lector de sensibilidad se siente correctamente representado por el libro, da el visto bueno a la editorial para su publicación. De lo contrario, el autor debe hacer ajustes.
Una pequeña digresión que puede servir de ejemplo. Hace unos años, el estadounidense Kosoko Jackson se ganaba la vida trabajando como sensitivity reader para distintas editoriales. Kosoko es negro y queer, entonces revisaba libros con personajes personajes negros o queer, o ambos, e informaba a la editorial, después de leer, si había sentido herida su sensibilidad en el proceso. Un día Kosoko escribió su propio libro: A Place for Wolves, un thriller romántico entre dos adolescentes estadounidenses negros, por lo que dio por descontada una representación correcta de los personajes porque correspondían a sus mismas minorías. El problema apareció después. La historia está ambientada a fines de la década de 1990 durante la guerra de Kosovo y hubo lectores que se sintieron ofendidos porque los protagonistas no son musulmanes, son estadounidenses, y tienen una mirada distorsionada sobre el lugar y su historia: la mirada de occidentales privilegiados que son capaces de concentrarse en una historia de amor en medio del genocidio de los albaneses. Sin intuir que hay tantas diversidades como personas, Kosoko creyó que sus propias minorías alcanzaban, no se le ocurrió percibirse como privilegiado y se le pasó por alto dar a leer su manuscrito a un musulmán, a un albanés, a un sobreviviente. Todos se enojaron con él, lo acusaron de islamofóbico, pidió disculpas y retiró su libro del mercado. Prefirió autocancelarse por no haber tenido en cuenta «la responsabilidad que conlleva presentar a los lectores ciertos temas».
Kosoko sigue escribiendo y trabajando como sensitivity reader, así que la historia tiene final feliz. También tiene moraleja: la literatura no es ni debe ser un terreno seguro.
Alguien podría decir que si la editorial inglesa que recibió en los años ochenta el manuscrito de Los versos satánicos, hubiera contado con esta figura, habría advertido que la representación musulmana de Rushdie era sesgada, errónea, incorrecta, ofensiva, etcétera. Diría también que esa detección temprana habría evitado muertes, heridos, persecuciones y que eso es siempre una buena noticia.
Bueno, no es así.
Estamos retrocediendo si debemos explicar lo obvio y encarar una radical e irrenunciable defensa de la ficción, del derecho de los poetas a escribir lo que quieran y de los personajes a hacer cualquier cosa que esté dispuesta en la trama. Estamos retrocediendo si le pedimos a un escritor responsabilidad frente a los lectores.
A mediados del siglo pasado Roland Barthes habló sobre la lectura, dijo que el lector es un ente activo, dinámico, con capacidad de análisis. No es un consumidor sino un productor del texto. Dijo que el lector no es una persona individual, es una figura que aporta significado a la obra que nunca está del todo acabada, que se mueve sin temor a los malentendidos: frente a un texto «estamos en una Babel feliz».
La petición cada vez más extendida de responsabilidad a los autores trae consigo otra concepción del lector: el lector niño. Ya no una figura o una función dentro del texto sino un sujeto de carne y hueso, el producto de una segmentación identitaria, un ente pasivo, una víctima potencial incapaz de manejar frustraciones, contradicciones y malentendidos. La Babel feliz ha estallado y cada uno debe moverse dentro de los límites de su espacio compartimentado. La infantilización de los lectores requiere de adultos responsables puestos al cuidado de los niños: los estados, las religiones, los partidos, los colectivos, los voceros, los autores.
Pero leer y escribir son actividades incontrolables, el reino de lo imprevisto. El placer del texto es también para Barthes una erótica de la lectura que solo surge cuando la palabra se libra de todo condicionamiento y aparece en su suculenta novedad. Para leer y escribir necesitamos «que las cartas no estén echadas sino que haya juego todavía».
Nada más alejado de la literatura que aquello que resulta luego del control de los sensitivity readers, dispositivos humanos destinados a escanear textos de papel y tinta o documentos de word antes de convertirse en libros: sin errores, sin sesgos, sin conflictos, sin erótica, sin azar.
El problema es cuando la discusión sobrepasa los límites de la literatura. Como ya pasaron más de treinta años desde que un estado condenó a muerte a un escritor por ofender a su religión, creímos que era un hecho del pasado. Pero la fatwa contra Rushdie no fue expresión de los estertores del siglo veinte, de sus autoritarismos y proyectos totalitarios, fue una advertencia que no supimos o quisimos escuchar.
Cuando la condena apareció, el escritor publicó un comunicado en el que defendió su derecho a escribir historias. «Lamento no haber escrito un libro más crítico», dijo Salman Rushdie y defendió su derecho a contar las historias que le vienen en gana. No se disculpó y muchos se lo reprocharon. Le gusta meterse en problemas. Se lo buscó. Quiere llamar la atención. Es un provocador. Por lo bajo o en voz alta algunas personas, incluso colegas, apuntaron contra Rushdie y no contra Jomeiní.
Escribió en Joseph Anton:
Ha empezado una canción para la que no hay final. Cuando el primer mirlo baja a posarse en el trepador, parece individual, particular, específico. No es necesario inferir de su presencia una teoría general, un orden de cosas más amplio. Más tarde, cuando se ha desatado ya la plaga, para la gente es fácil ver ese primer mirlo como un augurio. Pero cuando llega al trepador, no es más que un pájaro.
Al principio, la historia de Salman Rushdie, su libro y los lectores ofendidos, para muchos no fue más que un suceso puntual, una particularidad producto de una serie de malas decisiones, equívocos e interpretaciones literales. Nada que no se pudiera solucionar con una disculpa. Pero la condena a muerte a Rushdie fue el mirlo de una invasión. Lo dejamos posarse como si nada, vimos llegar a los que vinieron atrás y finalmente acá estamos: treinta y tres años después, un cuchillo atraviesa la garganta de un escritor, empuñado por la intolerancia teocrática y el integrismo religioso.
Lo que pocos advirtieron en aquel momento, cuando se estaba terminando el siglo pasado, es que ese primer mirlo en el trepador no era un coletazo del pasado sino el augurio de estos tiempos.
Vaya por delante que me parece una barbaridad la condena de alguien, cualquier condena, por ofender los sentimientos religiosos de otro. Por cierto, los “Abogados Cristianos” continúan en España realizando cruzadas amparados en el art. 525 del código penal que el PSOE aprobó en 1995 estando en el gobierno. El PSOE, que ahora me cuentan que no es el PSOE del Sr. X, está de nuevo en el gobierno, pero sigue siendo el partido moderado de derechas que era y sigue manteniendo tal artículo (además de los arts. 490.3 y 491 que se siguen manteniendo desoyendo al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo). A ello añadamos la “ley mordaza”. Aunque «bárbaros son siempre los otros», quizás estemos mucho más cerca del estilo Jomeini de lo que imaginamos. Lo mismo convendría comenzar por hacer los posibles por derogar los arts. 525, 490.3 y 491. ¿Qué opina el Sr. Calamari a propósito de una circunstancia que tenemos tan cerca?
Diga usted que si. En España hacer chistes , mofas o caricaturas sobre el catolicismo y su iglesia, tiene consecuencias similares a las sufridas por Salman Rushdie.
En España usted puede hacer al día de hoy chistes, mofas o insultos a la iglesia católica o a todo lo que ella represente. Y sin duda alguna puede tener consecuencias. Pero sea VALIENTE y haga lo mismo en España contra el islam y veremos si las consecuencias son las mismas. Saludos.
Un musulmán fundamentalista acuchilla a Rushdie, pero oiga, qué pasa con el psoe (que es derecha moderada, faltaría).
Dan ganas de vomitar, señor Comencemos por aquí.
Así le va (nos va) a la izquierda, con gente que mira el dedo y no la luna. Qué hartazgo de progrerío. Una izquierda (laica) de verdad estaría clamando por un hujum en condiciones…
Tengo entendido que Andrea Calamari es una doctorA e investigadorA argentinA
Librarnos de la tiranía de la superstición Católica costó siglos. Mucha pelea. Mucha sangre. Librarnos de la tiranía de la superstición musulmana (que no deja de ser una variación de la misma música) costará lo mismo.
Costará más, porque son más cabezotas y no han tenido su propia ilustración.
La involución de Afganistán es un ejemplo.
Ni diez años de ocupación soviética, ni veinte de ocupación occidental han conseguido que dejen de tratar a las mujeres como algo más valioso que una cabra.
Lo único que se puede decir en defensa de este escritor es: #STOPislam.
Pues no, de hecho el propio Salman Rusdhie no lo diría, tienes mucho que aprender de él.
Que no lo diga él, no es mi problema. Por algo es una de tantas víctimas víctima, porque Occidente no dice claramente y con determinación #STOPislam. Porque el islam es el problema. Porque el buenismo y la cobardía sólo vale para meternos más produndamente en el agujero de destrucción que es el islam. Porque no hay musulmanes moderados, sino radicales que asesinan y otros (mal llamados moderados) que les señalan los objetivos. No se ha hecho ningún caso a las voces que claman por un #STOPislam y décadas después las cosas ni se han solucionado ni están mejor. No todas las religiones o civilizaciones son compatibles: urge cancelar a la mayor velocidad posible el comercio con países musulmanes, prohibir por decreto cualquier tradición musulmana y cerrar para siempre mezquitas y cancelar cualquier actividad musulmana. No necesitamos el islam en Occidente: sobra. Ni está en sintonía con nuestros valores, ni con nuestros principios, ni con nuestro modo de vida, ni con las libertades y derechos que Occidente ha logrado con tanto esfuerzo durante tanto tiempo. Tenemos al enemigo en casa y éste sabe que somos débiles, cobardes y tolerantes con nuestros verdugos. Las consecuencias para Salman Rusdhie no son diferentes de las consecuencias que sufrirá Occidente a medio y largo plazo.
Yo creo que mejor STOP religión
No estaría mal, pero si hay que comenzar por alguna, que sea la religión musulmana.
Simplismo y odio elevado a mil. Igualito que el de los fundamentalistas a los que señala. Usted aprovecha una acción abyecta de unos locos fanáticos para, así, poder llamar terroristas a más de mil millones de personas. El «civilizado» capitalismo revestido de democracia occidental del que gozamos no duda en mantener y promover a auténticos sátrapas en la mayoría del mundo subdesarrollado y, de este modo, extraer todos los recursos naturales habidos y por haber, y usted jugando a batallitas de moros contra cristianos. Hay que ser muy cínico para no ver y no reconocer que usted y yo vivimos en el «paraíso» consumista, «democrático», occidental precisamente debido a que más de tres cuartos de la población mundial es saqueada constantemente y condenada a la pobreza eterna para que así podamos comprar Teslas, Iphones y demás estupideces. Nuestro estilo de vida occidental, democrático, capitalista-consumista descansa sobre millones de cadáveres, hambre y destrucción del planeta, y usted mirando por encima del hombro a millones de pobres del mundo simplemente porque usted está en el lado bueno de la valla de Melilla. Vergüenza ajena me produce todo este discursito de cuñao facha con el polito y la pulserita españolitos.
Dicho lo cual. Que viva Salman Rushdie y me cag.. en sus perseguidores.
Es paradójico leer tantos topicazos y falsas verdades.
Primero, porque de esos mil millones de personas no se ven precisamente muchas condenas, manifestaciones o protestas por intentar asesinar al escritor. Ni por los miles y miles de atentados terroristas musulmanes contra Occidente o incluso contra sus otros países musulmanes. Simplemente consideran que Occidente es el enemigo y hay que someterlo, infectándolo con mezquitas y fanáticos. Nada de chicas con el pelo suelto o en minifalda, o ateos o cristianos por las calles, o de homosexuales sin colgar de grúas.
Segundo, porque no he dicho que esos mil millones de personas sean todos asesinos, sino que sus estilos de vida musulmán, antidemocrático, fundamentalista religioso, descansa sobre una innumerable pila de cadáveres productos de atentados terroristas musulmanes, hambre y destrucción mientras existen países musulmanes que viven en la abundancia y el derroche (Qatar, Emiratos Árabes, Dubai, Kuwait, Arabia Saudi, Brunei, entre otros)… países que por cierto son insolidarios con sus vecinos o con otros países de religión musulmana. Son ellos quienes miran por encima del hombro a millones de pobres del mundo (muchos de ellos musulmanes), a Occidente y a todo lo que no sea musulmán.
Tercero: no, no es cierto que más de tres cuartos de la población mundial sea saqueada constantemente por los países del primer mundo, que siempre han estado más interesados en acuerdos comerciales fructíferos que en otras historias. Una fake news que aunque algunos lo repitan muchas veces no son ciertas. Tampoco es cierto que vivamos en un «paraíso consumista».
Cuarto: en efecto, podré estar «en el lado bueno de la vaya de Melilla», pero no olvidemos cómo Marruecos (otro país con una economía digna con el que España tendría que haber cortado relaciones hace décadas) y la siniestra tropa que los dirige trata a su propia gente… lo cual no es de extrañar, porque los políticos y «líderes» varios musulmanes se pegan la vida padre mientras mantienen a sus ciudadanos oprimidos religiosa e ideológicamente.
Quinto: Las democracias occidentales no les interesa mantener y promover a auténticos sátrapas en el mundo subdesarrollado. En general, al contrario. Debería mirar un poco a China y Rusia (incluyendo la antigua URSS) y ver cómo se comportan y han comportado a escala internacional. Occidente habrá cometido errores y actos injustificables en determinadas ocasiones, pero en comparación cualquier país de los antes mencionados es un nido de salvajes.
Dicho lo cual: usted no critica a los perseguidores de Salman Rushdie. No los autoriza, pero justifica sus actos e ideología en base a medias verdades o completas falsedades.
‘Es paradójico leer tantos topicazos y falsas verdades». Eso, señor cuñao, se lo aplique a usted, por favor.
En serio, me resulta imposible debatir ante semejante cúmulo de tergiversación, mala intención e ignorancia. Le felicito. Seguramente en un futuro próximo podrá acceder a algun puesto relevante como asesor de gobiernos de Vox, Ayuso o demás mastuerzos mentales.
No, en absoluto. Creo que es usted quien se debe aplicar el consejo. Obviamente que le resulta imposible debatir: suele pasar cuando se queda sin argumentos y se pasa a los pseudoinsultos (ni cuñado ni leches; tampoco me interesan los puestos de vox ni de ayuso ni de nadie. Ya tengo mi propio trabajo y estoy muy contento con éste sin meterme en basura política o religiosa). Hay que ser corto de ideas para pensar que todos los que decimos #STOPislam es porque votamos a uno o al otro.
Completamente de acuerdo con Fernando. Los comentarios de Lucio son completamente delirantes: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Su respuesta ya denota que su ideología es la que “le escribe” su respuestas. Occidente está en peligro por culpa del islam, Rusia y China. Las excusas tipo mea culpa son ridiculeces carentes de toda base.
Buffff. Mi «ideología» dice este.
Es cierto, reconozco mi error. Una ideología tiene al menos cierta coherencia interna. Lo que usted ha expuesto carece de cualquier clase de coherencia.
Bien, intentaré aportar algun comentario constructivo. Ustedes atribuyen a la religión y culturas islámicas el hecho de que las poblaciones de esas naciones no hayan podido alcanzar el nivel de desarrollo económico y social al que ha llegado Occcidente. Más aun, culpan a las sociedades islámicas de fomentar el extremismo, la violencia y la involución en derechos. Para ustedes el factor clave de esa desigualdad es el hecho cultural-religioso. Y una vez llegados a estas conclusiones, paran el análisis allí. Es una confrontación civilizatoria, nosotros hemos avanzado, ellos no. Nosotros somos demócratas, ellos no. Nosotros somos pacíficos, ellos no. Nosotros somos buenos, ellos no.
Fácil, verdad? Pues bien, a mi entender y al de muchos otros, la realidad nunca es tan simple ni maniquea. Las circunstancias por las que Europa primero y después lo que conocemos el Occidente ampliado desarrollaron una Revolución Industrial, una Revolución Social (Francesa y posteriores) y finalmente un dominio global (Imperialismo y globalización) son múltiples y sin duda no están exentas de gran mérito (gran desarrollo humanístico y científico). Uno de los factores que contribuyeron al inicio de esta carrera hacia el «progreso» fue el paulatino cambio de mentalidad desde el teocentrismo hacia el antropocentrismo a través de los pensadores humanistas, renacentistas, etc. que fueron arrinconando al pensamiento religioso hasta su práctica irrelevancia de hoy en día (bien que ha costado siglos la broma). Y ustedes vuelven a parar allí el análisis. Nosotros tuvimos Renacimiento, Ilustración y Revolución y ellos seguían guardando cabras en el desierto.
De manera intencionada (voluntad de confrontación) o no (ignorancia), ustedes eliminan de la historia de la humanidad una multiplicidad de factores que, a parte del hecho cultural, explican las diferencias abismales entre las poblaciones de unos continentes y otros, unos sistemas económicos y otros. Obvian del debate el hecho crucial diferencial: el sistema capitalista se generó con el comercio y la industria en el XVIII, XIX, y este sistema se fundamentó en la generación de riqueza para unos y pobreza para otros (mano de obra esclava, colonialismo, imperialismo). Las potencias coloniales se ocuparon (Europa) y se ocupan (EEUU) de que continentes enteros (África, Suramérica, Asia) no hayan accedido y no accedan a las bondades de la modernidad. Para ustedes, estos planteamientos son inexistentes ya que su ideología (sí amigos, ustedes tienen ideología y bien estructurada. Se llama neoliberalismo económico/neofascismo político) no aborda estas problemáticas de fondo. Simplemente las niega o deforma (su análisis geopolítico de Oriente Medio y su nula solidadridad con el resto de musulmanes, lamentable) ya que un reconocimiento profundo de las problemáticas implica conocimientos, tiempo y complejidad. Justo de todo lo que ustedes huyen como de la peste.
En fin, no pretendo convencerles. Tendrán ustedes muchos votos en el futuro y mucha gente se quedará con sus planteamientos. Así como la mayoría prefiere ver fútbol antes que leer filosofía. Solamente les digo que siempre habrá gente dispuesta, con un mínimo de dignidad, para hacerles frente.
1. Las palabras Islam y Rais en países musulmanes hacen imposible la democracia y la realidad es que los musulmanes no necesitan descubrir o desarrollar la idea de democracia: sólo adoptarla, como rápidamente han hecho otros países Occidentales (y no Occidentales). Los musulmanes no quieren… Se podría decir «bueno, es problema de ellos». Sin embargo, lo que sí quieren es destruir nuestra democracia islamizando Occidente. No dista mucho eso de las metodologías del nazismo o del comunismo. Si eso no es por definición un «enemigo»… pues estamos buenos.
2. Nuestra civilización, en general, no tolera el mismo nivel de atrocidades como sí lo hace la «civilización» musulmana. Pero ha llegado a un nivel de imbecilidad en el que sí tolera la propaganda comunista como si fuese una simple revolución idealizada. Incluso parte de esa civilización se ha metastatizado creyéndose estúpidamente que el islám es la religión de la paz, que sólo hay unos pocos musulmanes radicales, que «son sus costumbres y hay que respetarlas» y majaderías similares. Ni sabe, ni puede, ni quiere defenderse, ni protegerse. Encima, parte de Occidente invade países como Afghanistán e Iraq, pero decide marcharse para que se las arreglen solos… y retorne el enemigo, en vez de ocupar permanentemente esos países hasta que evolucionen para generar estabilidad a nivel regional.
3. «Nosotros tuvimos Renacimiento, Ilustración y Revolución y ellos seguían guardando cabras en el desierto». Dicho así es falso, por cierto, pero bien manipulado, obviando el hecho de que desde hace décadas estamos en un mundo globalizado donde no hace falta inventar la democracia, los derechos humanos, el respeto hacia las mujeres, el humor y la parodia, o la libertad sexual. Los musulmanes saben bien que esto existe en otros países desde hace décadas: no son ideas nuevas o rompedoras, sino presentes en buena parte del planeta desde hace mucho tiempo. Simplemente no las aceptan.
4. Nadie en Occidente elimina la historia de la humanidad: en general Occidente no esconde el horror del nazismo o el comunismo, la represión a negros, a homosexuales, la colonización de países del tercer mundo o la pederastia de la iglesia católica. Al contrario: todo esto está en las noticias, en el cine, o en la literatura hasta la saciedad, sin censura. Pero hay una parte de Occidente (esa parte de la ciudadanía que está royendo por dentro la civilización Occidental), que pretende darse abrazos fraternales con civilizaciones incompatibles. Pretende que juzguemos con los ojos del siglo XXI lo que sucedía en los siglos XVIII y XIX, pero que nos pongamos un filtro delante de nuestros ojos para ser tolerantes con el modo de vida de los enemigos de Occidente. Pretende demonizar al capitalismo, que con sus aciertos y sus errores, al menos da valor al comercio libre, a la organización racional del trabajo, a los recursos de producción y el dinero, para apostar por el respeto a los derechos individuales y la movilidad social de los individuos… y después nos venden sistemas políticos/económicos que sólo han hecho crecer el número de tumbas o de fosas comunes. Eso no es neofascismo de ningún tipo: es libertad. Buen ejercicio sería comparar el capitalismo con otros sistemas económicos y sociales y ver los resultados que estos han dado… pero claro, eso mejor esconderlo debajo de la alfombra. A propósito: es completamente cierto lo que se ha dicho más arriba sobre la brutal falta de solidaridad de países musulmanes ricos con los pobres.
5. Manipulación barata es decir que «Las potencias coloniales se ocuparon (Europa) y se ocupan (EEUU) de que continentes enteros (África, Suramérica, Asia) no hayan accedido y no accedan a las bondades de la modernidad». Primero, porque es absurdo mirar con los ojos del siglo XXI lo que sucedía en los siglos XVIII y XIX. Segundo, porque es simplemente falso que decir que Occidente no tiene interés en que continentes enteros no accedan a las bondades de la modernidad. Sólo hay que ver, por ejemplo, la evolución de países que han abandonado regímenes comunistas o pseudoteocracias dictatoriales y han adquirido un sistema capitalista. Sólo hay que ver cómo muchos enemigos de Occidente han hundido hasta el guano varios países sudamericanos en donde el nivel de vida había mejorado enormemente antes de llegar al poder…
6. Y por último, las respuestas personales: no veo fútbol. Tampoco leo mucha filosofía, pero con varios cientos de libros leídos en mi vida (desde historia, novela, ciencia, arte y mucha más), una biblioteca que crece y de la que me siento satisfecho, pues a estas alturas la ideología me importa un pepino. Doy más valor a algunas cosas que en otras por la utilidad y el significado que tienen. Usted dirá que no prefiere convencerme, pero con manipulaciones soeces y excusas tipo mea culpa no se vence al enemigo ni se engaña a cualquiera. Occidente está en peligro por culpa del islam, Rusia y China y amenazado por el populismo de izquierdas (Chavez/Maduro, Lula, Kirchner…) y de derechas (Le Pen, Trump, Bolsonaro…). Negar esa realidad es jugar a la ruleta rusa. Negar que el islam es una amenaza (la cual está siendo deliberadamente silenciada) es también jugar a la ruleta rusa, pero con el cargador lleno. Por tanto, un poco de maduración no vendría mal: en vez de acusar a otros lectores de neofascistas, de querer confrontaciones, de pretender votos o otras sandeces, más le serviría dejar de embaucar con demagogias baratas y cuentos de la buena pipa y admitir que tenemos el enemigo a las puertas y la solución contra eso no es congraciarse con él, sino combatirlo.
Combatir el odio con el odio es lo más sensato. Sí señor, usted sí que sabe.
Al contrario. Combato el odio con la razón. Considerar mis puntos de vista como «discurso de odio» es una simplificación carente de toda lógica hecha con la única intención de salirse por la tangente y no dar una respuesta coherente a los argumentos que he expuesto.
Este viernes se ha congregado en la Biblioteca Pública de Nueva York un grupo de autores (y muchos ciudadanos más), entre los que destacaban Siri Hustvedt, Paul Auster y Gay Talese, para apoyar a Salman Rushdie.
Las manifestaciones en países musulmanes por Salman Rushdie han sido nulas. Tanto que se dice que los radicales son unos pocos y que la mayoría de musulmanes son «musulmanes moderados» y resulta que estos supuestos moderados no dicen nada: ni manifestaciones, ni condenas, ni reivindicaciones online a favor de la libertad de expresión. Ni están, ni se les espera. El islam y el mundo Occidental son incompatibles. Y la expresión «musulmán moderado» es una entelequia.
Nulas manifestaciones de condena por parte de musulmanes que usted ha seguido a través de los siguientes medios de comunicación musulmanes: ………. y tambien …………. . .
Pues usted dirá qué manifestaciones hubo… busque, a ver qué encuentra.
Condenas: cero. Manifestaciones: cero.
Un pieza franca, valiente, bien escrita, desde la trinchera. Creo que la autora no atisba peligro alguno en el catolicismo. Y está en lo cierto. Si la sociedad judeocristiana prevalece es precisamente porque el «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» es consustancial a nuestro modelo de convivencia. Francisco apela a menudo a combatir el clericalismo. Hace bien. Yo me revelo en un abrazo que es más una pelea cuerpo a cuerpo contra quienes buscan equiparar una condena a muerte con, por ejemplo, unos rezos por fuera de una clínica donde se practica el aborto.
Larga vida a Salman y larga vida a cultura judeocristiana.
Ya. La cosa es que los musulmanes están en el año 1444 desde la hegira. Y en el año del Señor de 1444, cualquiera que se hubiera atrevido a escribir un texto equivalente a Los Versos Satánicos en Europa hubiera acabado en la hoguera por hereje, y por cortesía de la Iglesia Católica. Es más. Me atrevo a afirmar que si hoy no lo hacen es por que se les ha impedido por la fuerza.
Curiosidad por el resultado de dar a leer Don Quijote, La Ilíada y La Odisea a un grupo de «sensitivity readers».
Más aún… El Corán, la Biblia o el Popol Vuh…