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Efrén Reyes, el mago del billar

Efrén Reyes
Efrén Reyes. (CP)

Contemplen la fugaz aparición de una divinidad entre los mortales. Un vídeo que fue grabado en 2010, durante el descanso de un torneo de billar que se estaba celebrando en Vigo, y que retrata como ninguna otra cosa la personalidad de nuestro protagonista, así como el asombro y veneración que siempre despierta entre los profesionales de su disciplina.

Varios participantes de aquel torneo, entre ellos el insigne billarista español David Alcaide, pasan el rato disputando una partida informal frente a una veintena de espectadores casuales. Entre el reducido público aparece un cincuentón de aspecto apacible, ataviado con un polo amarillo, sus rasgos orientales adornados con un anticuado mostacho. Acaba de llegar, pues lleva una bolsa de viaje colgada del hombro. Observa la partida mientras se toma un café. Por su sencillo aspecto y sus nulas ansias de llamar la atención, pocos de los presentes han notado su presencia. Como dirá después uno de ellos: «Es que parece un fotógrafo». Pero David Alcaide, por descontado, lo reconoce al instante.

Alcaide sonríe y le pide el taco a un compañero de partida. Después se acerca al cincuentón, que se muestra un tanto tímido y avergonzado por la repentina atención hacia su persona. Alcaide le entrega el taco, forzándolo —amistosamente— a realizar el siguiente tiro, y le quita el café de la mano. Alguien del público dice: «Quítale la mochila también», para que el cincuentón pueda efectuar el tiro sin la bolsa estorbando al hombro. Pero el cincuentón agarra el taco y no se molesta en desprenderse de la bolsa; es más, se acerca a la mesa para efectuar un tiro mientras lleva todavía una servilleta entre sus dedos. No se detiene un segundo para pensar en lo que va a hacer; parece que un breve vistazo de la mesa ha sido más que suficiente. Después, deslumbra a los presentes con un tiro improvisado que provoca exclamaciones, aplausos y la risueña incredulidad de David Alcaide. El tiro desvela la realidad: este hombre no es un fotógrafo, ni un periodista, ni un espectador casual del torneo. Este hombre es el filipino Efrén Reyes, una leyenda viva del billar americano, a quien casi todos sus colegas de profesión consideran el más talentoso jugador que haya existido.

El palmarés deportivo de Efrén Reyes, edificado durante las décadas de los noventa y los dos mil, es importantísimo. Pese a lo tardío de su explosión, pues empezó a acumular grandes títulos habiendo cumplido ya los cuarenta años, ha sido uno de los jugadores más exitosos en la historia de las competiciones oficiales del pool, el billar americano, y solamente existen unos pocos campeones que hayan acumulado comparables títulos y distinciones. Pero el palmarés no lo es todo. Si miramos el billar americano como un espectáculo o, mejor aún, como un arte, la carrera de Efrén Reyes no admite comparaciones. Es un artista, un creador cuya mente fantástica siempre se empeñó en inventar tiros imposibles allá donde sus competidores trataban de evitar los riesgos.

El billar competitivo premia la precisión. En los grandes torneos, es crucial la capacidad para jugar de la manera más segura posible, tratando de no cometer errores y, cuando es necesario, buscar que sea el contrincante quien los cometa. Los jugadores profesionales, por descontado, poseen la habilidad técnica para ejecutar toda clase de filigranas aparentemente imposibles cuando entrenan o juegan partidas informales, pero saben que durante un gran torneo, con la presión psicológica de la competición, es muy difícil repetir esas maravillas sin equivocarse. Es como si un jugador de la NBA estuviese jugando una final e intentase reproducir las maniobras circenses de los Harlem Globe Trotters: no es posible, ni es sensato. En un partido competitivo, la eficacia es lo primero: que los pases salgan bien, que las canastas entren. Las acrobacias ensayadas no sirven de nada. Viendo una partida entre dos grandes jugadores de pool, es fácil cometer el error de pensar que los tiros parecen «sencillos», al menos en comparación con lo que imaginábamos o con lo que habíamos visto en las películas. Pero no son tiros sencillos ni fáciles: cualquier pequeñísima imprecisión en fuerza, ángulo, efecto y demás, puede llevar al error, y un solo error puede suponer la derrota. Así pues, los mejores jugadores del mundo huyen de las complicaciones siempre que pueden.

Efrén Reyes parece propenso a ignorar este principio. Cuando apareció de la nada en las competiciones oficiales, su billar fue considerado una brillante anomalía. Incluso en la dura competición del mundo real, se atrevió a ejecutar los tiros absurdamente imposibles que parecen más propios de las películas. Y así, siempre fue el favorito del público por su atrevimiento y su inacabable imaginación. A menudo, durante las partidas más disputadas, demostró una capacidad inexplicable para salir de situaciones difíciles mediante tiros arriesgadísimos que a ningún otro jugador profesional se le ocurría intentar estando un título en juego.

El ejemplo más famoso, aunque ni mucho menos el único, es el llamado «tiro Z». Es, de hecho, el tiro más famoso en la historia del billar americano. Sucedió en 1995, cuando Efrén se enfrentaba al que era su máximo rival, el estadounidense Earl Strickland, otro nombre que pertenece a la lista de los más grandes jugadores de todos los tiempos. Durante una de las partidas del match, Reyes cometió una seria imprecisión y, de cara a su siguiente tiro, dejó las bolas en una posición aparentemente imposible de resolver. Tan imposible, que un aliviado Strickland agradeció el error levantando las manos hacia el cielo, mientras los comentaristas televisivos decían que el filipino se enfrentaba a una posición «horrible» y estaba metido «en serios problemas». No parecía haber ángulos ni trayectorias para ejecutar la jugada. El propio Reyes parecía consciente del inminente desastre, paseándose en torno a la mesa con una expresión muy seria poco propia de él, y provocando la impresión de no saber bien qué hacer, lo cual también era inhabitual. Efrén Reyes, sin embargo, no recibió el apodo de «el Mago» por nada. En algún momento, su cerebro hizo clic, y su extraordinaria visión de lo que es posible hacer en una mesa de billar, sumado a su legendario atrevimiento y sangre fría, le sugirió una jugada en la que debía afinar al máximo todos los factores que influyen en la trayectoria de las bolas. La clase de tiro que a un buen jugador puede llevarle veinte o treinta intentos replicar, ensayando y ajustando cada vez más el tiro, y que Reyes improvisó bajo presión y acertó en el primer intento.

Al principio del siguiente vídeo podemos ver cómo el filipino realiza un par de tiros; el segundo de ellos es el error fatal que lo mete en una situación aparentemente imposible. Su rival alza las manos, y Reyes empieza a dar vueltas en torno a la mesa. Pero la cosa no acaba ahí. Tras unos momentos de duda, podemos ver uno de los episodios más legendarios en la historia del billar. No se preocupe: usted no necesita saber nada sobre billar (y ni siquiera saber inglés) para ver el video y entender la dificultad del tiro, o la grandeza de este momento. Le bastará con escuchar la reacción de los comentaristas, y contemplar cómo los espectadores se ponen en pie o se llevan las manos a la cabeza. O cómo el rival, Strickland, que no solía ser muy propicio a reconocer méritos ajenos, aplaude como rindiéndose a la evidencia de que acaba de ver algo único. Incluso Efrén Reyes parece sorprendido, por una vez, ante el alcance de sus propias capacidades. Como dice uno de los comentaristas: «Por esto le llaman el Mago. Ahí lo tienen. Con él, cualquier cosa puede ocurrir».

La carrera de Efrén Reyes está repleta de secuencias como la que acaban de ver: comentaristas eufóricos, espectadores felices, rivales atónitos.

Reyes es un jugador diferente porque su trayectoria vital y deportiva ha sido diferente. En el vídeo con el que abríamos este texto, el del torneo en Vigo, la vergonzosa reacción de Reyes cuando David Alcaide le entrega el taco para que haga un tiro no es producto de la falsa modestia. Existen numerosos testimonios que describen al genio filipino como un individuo extremadamente humilde. Tímido por naturaleza, en los torneos suele pasearse encorvado y mirando al suelo, aunque responde con simpática cercanía a quienes se le aproximan para entablar conversación o pedirle un autógrafo. Su aureola de beatitud se extiende incluso a la competición; durante sus mejores años e incluso en mitad de las partidas más tensas, era habitual verlo sonreír. En ocasiones, después de efectuar alguno de sus tiros milagrosos, decía: «¡Ha sido suerte!». Nadie sabe con certeza si pretende bromear cuando lo dice, pero tampoco nadie cree que ha sido suerte.

La humildad de Efrén Reyes tiene origen en sus orígenes, que él jamás ha olvidado. Muchos de ustedes habrán visto la película El buscavidas, protagonizada por Paul Newman, o su secuela El color del dinero. La biografía de Efrén Reyes es, en muchos aspectos, la personificación de esos largometrajes o de otras ficciones románticas desarrolladas en torno al submundo de las apuestas en el billar americano. Este juego no necesita su gran novela o su gran película: para eso ya está la biografía de nuestro protagonista.

Efrén Reyes nació en 1954, en una pequeña localidad de la provincia filipina de Pampanga. Fue el quinto de nueve hermanos; la familia vivía apelotonada en una casa donde no había electricidad ni agua corriente. Cuando tenía cinco años, sus padres, sintiéndose incapaces de protegerlo de la miseria y el hambre, lo enviaron a Manila para que viviese con un tío suyo, que era propietario de un modesto salón de billar. Durante el día, terminada la escuela, el pequeño Efrén ayudaba con los quehaceres de limpieza y se subía a algún sitio para mirar las partidas entre adultos, hipnotizado por las tramas geométricas que regían los movimientos de las bolas de marfil sobre el tapiz. Aunque no era capaz de sostener un taco, «ya jugaba en mi cabeza antes de poder jugar con el taco». El billar estaba siempre presente en su vida: durante sus horas de vigilia, y también durante sus horas de sueño, ya que por las noches dormía sobre una de las mesas de juego.

A los ocho años de edad fue por fin capaz de sostener un taco; aún no tenía estatura suficiente, pero se aupaba en cajas vacías de refrescos para poder jugar. Siendo tan pequeño ya soñaba con convertirse en profesional, pero en la Manila de principios de los sesenta no existían torneos reglados —que constituían una rareza incluso en los Estados Unidos— y mucho menos torneos para niños. El pool profesional era, como en otras muchas partes del mundo, un juego para apostar dinero. Así pues, existía una única vía para que un billarista fuese profesional en Manila: convertirse en un hustler, un buscavidas. Efrén Reyes se convirtió en buscavidas antes de cumplir diez años. Cuando tenía nueve ya apostaba pequeñas cantidades de dinero. A los doce obtuvo su primer gran botín: cien dólares, de los que envió noventa a sus padres. Era el año 1966, y el pequeño Efrén jugaba por toda la ciudad venciendo con regularidad no solo a los habituales buscavidas locales, sino también a los del billar francés a tres bandas, el de carambolas. Por entonces se ganó el apodo por el que aún hoy mucha gente lo conoce: «Bata», una expresión filipina que significa «el niño».

Tenía quince años cuando decidió dejar la escuela para dedicarse por completo al billar. Por entonces ya no le quedaban rivales en Manila, así que tuvo que empezar a moverse por el país para apostar contra jugadores que todavía no supiesen de su incomparable talento. Cuando cumplió los veinte se quedó sin rivales en el país, pues ya no había en toda Filipinas un buscavidas lo bastante insensato como para jugarse el dinero frente a aquel diabólico prodigio. Buscando nuevos rivales, el joven Efrén investigó sobre los mejores buscavidas de Asia, y anotó sus nombres en una lista, decidido a vencerlos uno a uno. Empezó a recorrer el continente asiático donde ganó unos cuantos torneos reglados, que empezaban a abundar más, pero le reportaban menos dinero del que obtenía apostando. Lo mal pagado que estaba el billar oficial explica el indescifrable palmarés de algunos billaristas legendarios que combinaron torneos oficiales con otros donde no se ganaban títulos dignos de mención, pero que tenían un aliciente extra: tras acabar cada jornada de competición se celebraban partidas nocturnas en las que los jugadores presentes apostaban dinero unos contra otros, recurriendo a toda clase de filigranas y tácticas para intentar desplumarse mutuamente.

En ese circuito de los buscavidas asiáticos, Reyes causó verdaderos destrozos, hasta el punto de que la sola mención de su nombre se convirtió en sinónimo de problema, haciendo huir a los demás buscavidas. Al igual que le había pasado en Filipinas, Efrén Reyes se quedó sin rivales, pero ahora en todo el continente. En 1985, habiendo cumplido ya los treinta años, viajó al único país donde todavía podía encontrar un circuito de buscavidas digno de su talento: los Estados Unidos. Confiaba en que, siendo un desconocido llegado de la otra punta del mundo, encontraría rivales con facilidad, pero no tardó en descubrir que, aunque en América nadie lo había visto jugar, también allí habían sonado las alarmas. En el mundillo de los buscavidas estadounidenses ya se habían recibido noticias sobre un misterioso filipino llamado Efrén Reyes que, según se decía, era capaz de hazañas técnicas impensables y había causado estragos entre lo más granado del hustling asiático. Como último recurso, Reyes empezó a presentarse en los salones bajo el pseudónimo «César Morales» para evitar que los demás buscavidas huyesen antes de jugar. En un periodo de tres semanas ganó decenas de miles de dólares, pero su identidad secreta dejó de servir. En cuanto se corrió la voz sobre el talento de un filipino llamado Morales, los buscavidas locales ataron cabos sobre su verdadera identidad de aquel individuo: César Morales era el diabólico Efrén Reyes.

Reyes se quedó sin rivales en el submundo de los buscavidas, donde todos le tenían miedo. Si quería seguir haciendo carrera en el billar, tendría que renunciar a las ganancias monetarias rápidas y acudir a los grandes torneos oficiales, muchos de los cuales empezaron a celebrarse y regularizarse en los años noventa. En aquellos torneos, los mejores jugadores del mundo se disputaban otra clase de tesoro: la gloria deportiva. Reyes empezó a participar en los torneos regulares, pero le costó adaptarse. Su estilo excesivamente arriesgado, desarrollado en las noches interminables de los salones de buscavidas y tugurios de medio mundo, no estaba bien ajustado para la élite deportiva. En el billar americano existen diversas modalidades, juegos que se rigen por distintas reglas. Reyes estaba acostumbrado a juegos como el «15 bolas», donde abundaban las triquiñuelas como los tiros defensivos pensados para dificultar el siguiente tiro del contrario, pero en los torneos importantes solían jugarse otras modalidades como Bola 8 o Bola 9, que requerían adoptar nuevas tácticas. Jugando contra buscavidas desde la infancia, Reyes estaba acostumbrado a salir de situaciones apuradas mediante tiros imposibles, y estaba acostumbrado a que estos tiros imposibles intimidasen a los rivales que habían apostado dinero de sus propios bolsillos. En los torneos, sin embargo, la cosa cambiaba: aunque los jugadores de la élite deportiva también apostaban en sus ratos libres, cuando estaban en un torneo eran mucho más competitivos y no se dejaban intimidar.

Reyes comprobó que solía arriesgar cuando no le convenía, y que esto era un serio problema en los torneos. Los billaristas deportivos, al contrario que los típicos buscavidas, hacían énfasis en la precisión y en la táctica más que en el juego psicológico o en las filigranas intimidatorias. Los nuevos rivales de Reyes eran muy capaces de castigar el más mínimo error. Además, los torneos de Estados Unidos atraían a los más grandes talentos mundiales (en el Reino Unido había también grandes talentos, pero solían dedicarse a su particular versión del billar, el snooker, que usa otro tipo de mesa y otro tipo de bolas). Por todos estos motivos, Reyes, que entre los buscavidas había sido un niño prodigio, un Mozart del billar callejero, tardó en explotar en la competición oficial. Antes de lograrlo tuvo que ajustar su estilo a un nuevo tipo de partidas. Pero también descubrió que, una vez eliminados los vicios como arriesgarse sin necesidad, varios de sus talentos de buscavidas podían aplicarse en la competición. Por ejemplo, una implacable sangre fría propia de alguien que llevaba apostando desde niño. O sus increíblemente retorcidos tiros defensivos (safe playing), desarrollados tras muchos años de práctica en la modalidad callejera de 15 bolas, que se convirtieron en motivo de asombro en los torneos oficiales. En las modalidades habituales de los torneos, Bola 9 (la modalidad imperante) o Bola 8, aquella manera de jugar era revolucionaria.

La explosión llegó en 1994, cuando Reyes contaba ya cuarenta años. Ya era reconocido como un genio técnico y como uno de los mejores jugadores de pool del mundo, pues empezó la temporada siendo el octavo jugador de la clasificación internacional, pero aún no había ganado uno de los títulos grandes, rito de paso fundamental para ser realmente admitido en el Olimpo del billar americano. Y fue en aquel 1994 cuando consiguió ganar el U.S. Open en la modalidad Bola 9. No solamente fue el primer jugador nacido fuera de Estados Unidos que ganaba el U.S. Open, sino que lo hizo venciendo al entonces número uno mundial Nick Varner (aquel año también ganó el campeonato estadounidense de la modalidad one pocket). Ese triunfo marcó un antes y un después en su carrera deportiva, y Reyes dejó de ser solamente una leyenda del underground y se convirtió también en una leyenda del billar deportivo en el que llevaba años pugnando por establecerse. El afable genio filipino insistía en que sus mejores años como jugador habían quedado muy atrás, en Asia, durante las décadas de los setenta y ochenta. Pero aquellos habían sido años dedicados al hustling. Fue a partir de cumplir los cuarenta cuando empezó a abultar su palmarés deportivo oficial. Entre otras muchas cosas, se convirtió en el primer jugador que ha conseguido el doblete dorado: el título mundial de la modalidad Bola 9 que ganó en 1999, y el de la modalidad Bola 8 que ganó en 2004. En líneas generales, podría decirse que su época dorada se prolongó entre 1994 y 2010, periodo en el que ganó más de setenta torneos profesionales. Durante toda su carrera, han sido más de un centenar.

Los años de pugna por ajustar su juego a la precisión requerida en el billar deportivo, pero con el bagaje técnico y psicológico de un buscavidas, Reyes consiguió desarrollar un estilo único que lo convirtió en el favorito de los espectadores. Alcanzó la precisión e inteligencia táctica de un billarista deportivo de élite y consiguió reducir su porcentaje de errores innecesarios nacidos de jugadas excesivamente arriesgadas. Se acostumbró a minimizar los riesgos… pero no los eliminó del todo. A fin de cuentas, seguía siendo un artista. Cuando su instinto le decía que un tiro enrevesado o difícil era la solución a un problema sobre el tapiz, se atrevía a intentarlo. Y cuando recurría a su imaginación y su interminable repertorio de trucos aprendidos durante décadas, cualquier cosa era posible. Vean, por ejemplo, cómo Reyes falla un tiro, queda en una posición complicada, y lo soluciona usando la esquina de una tronera. Como tal cosa, en plena competición, con la presión que eso implica, y para pasmo del locutor que retransmite la partida, quien no puede más que reír ante lo que acaba de ver:

Algunos otros tiros increíbles donde, cómo no, las incrédulas reacciones de los comentaristas añaden el necesario contexto:

Uno de los aspectos más destacables de Reyes es su versatilidad. Los diferentes tipos de billar (el pool americano, el snooker británico, el billar francés de carambolas) requieren diferentes talentos, por lo que los jugadores han de especializarse y no son intercambiables. En el snooker, por ejemplo, la mesa es más grande mientras que las bolas y las troneras son más pequeñas, lo que requiere mayor precisión y planificación, castigando el riesgo excesivo. Cada tipo de billar es muy distinto del otro y por eso tiene sus propios campeones. Cuando Reyes juega otro tipo de billar, lo hace de manera informal y sin pretender competir con los especialistas. Aun así, es bien sabido que cuenta con la admiración y respeto tanto de los profesionales de snooker como los de carambolas.

El mejor ejemplo es del inglés Ronnie O’Sullivan, considerado por muchos el mejor jugador de snooker de todos los tiempos. O’Sullivan ha ganado siete títulos mundiales, siete títulos del Reino Unido, y muchos otros trofeos. También es poseedor de una marca legendaria: la puntuación perfecta del snooker son 147 puntos, lo que requiere eliminar todas las bolas de la mesa sin fallar un solo tiro, y O’Sullivan ha sido el hombre que ha tardado menos tiempo en despejar una mesa de snooker. Lo hizo en 1997, durante cinco minutos y ocho segundos de ejecutar tiro tras tiro a un ritmo endiablado y sin una sola imprecisión, lo cual le valió el apodo de The Rocket, «el cohete». Pueden contemplar la hazaña en este enlace. Pues bien, en 2019 O’Sullivan compartió en Twitter el video del legendario «tiro Z» de Efrén Reyes, y lo acompañó con las siguientes palabras: «Este tipo es un genio. La única persona que ha conseguido ganarme apostando al snooker». Lo cual es casi como si un jugador de baloncesto admitiese en público que un futbolista le ha ganado una apuesta en una canasta callejera.

En 2022, Efrén Reyes cuenta con sesenta y siete años. Su participación en torneos internacionales ha ido siendo cada vez más esporádica, porque su juego, como es lógico, ha ido decayendo con la edad («Ya no soy capaz de ganar, y viajar a los torneos cuesta dinero»), aunque incluso en los tiempos recientes está garantizado que de vez en cuando hará un tiro increíble. En estos últimos años ha realizado giras de despedida por los Estados Unidos y Europa. Durante una exhibición en Berlín, su viejo rival Earl Strickland pronunció unas inesperadas palabras de homenaje. Digo inesperadas porque Strickland siempre tuvo fama de ser un competidor que hacía de sus rivales enemigos, además de mal perdedor y de poseer un carácter complicado. Sin embargo, en Berlín confesó que había aprendido mucho de su Némesis. Además, tras décadas de rivalidad, hizo una afirmación que suena histórica viniendo de él: «Nunca creí que llegaría a decir esto, pero Efrén Reyes es el mejor».

Es muy poco probable que en un futuro próximo aparezca en el billar americano una figura como Efrén «Bata» Reyes. Por supuesto habrá, y hay, grandísimos jugadores. Pero su magia es única, y también es único su carisma. Sus peculiares características técnicas y su inagotable fantasía, forjadas tras una juventud en que su talento silvestre no conoció las limitaciones de la competición oficial, probablemente no serán replicadas. Está retirado, pero en YouTube pueden encontrarse numerosas recopilaciones de jugadas e incluso enfrentamientos enteros que también suelen contener uno o varios momentos que producen total incredulidad. El billar no produce campeones tan famosos como otros deportes, pero Efrén Reyes, y sobre esto no cabe discusión, posee un talento que no palidece ante nadie.

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8 Comentarios

  1. Una buena historia y bien contada ¿Qué más se puede pedir?

  2. Increíble, con la historia de este tio se puede hacer una pelicula que puede ganar un oscar fácilmente.

  3. Un maravilla de historia muy bien contada.
    Suscribo lo de la película que comenta otro lector.
    Mis felicitaciones.

  4. Como persona que estaba presente en el Ifevi te aseguro que todos los que estábamos allí sabíamos quién era y lo reconocimos tan pronto entró, tanto a él como a Francisco Bustamante. De hecho muchos jugadores estaban espera do su llegada

  5. Muy interesante artículo.
    Espero que encuentres inspiración en alguna figura del billar español para alguno futuro.
    https://es.m.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_G%C3%A1lvez_Manzano
    https://es.m.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Domingo
    https://es.m.wikipedia.org/wiki/Daniel_S%C3%A1nchez_G%C3%A1lvez

  6. Es un artículo romántico que se centra en el hombre hecho a sí mismo, pero nadie es una isla. Sin el patrocinio de promotores, la grandeza de su talento no habría sido conocida. Para competir en los grandes torneos se necesita mucho dinero, bastante más del que tiene un buscavidas para ir tirando. Después, ocurre que los promotores meten la cuchara en los premios a base de bien. Sin quitarle mérito alguno, conviene no olvidar que fue una inversión. De esto, en el mundo de la prensa deportiva no se quiere oír hablar.

  7. Bueno, a la cita de O’Sullivan tampoco hay que darle tanta importancia, Ronnie siempre ha sido bastante magnánimo hacia otros jugadores y es muy dudoso que Reyes le fuese a ganar en snooker al mejor de, qué sé yo, 5 partidas (el primero a 3 gana).

  8. Gran historia. Como fan del pool americano, conozco a Efren Reyes, he visto infinidad de videos suyos.
    Es cierto lo que dice el artículo. Su palmarés no refleja su talento porque, precisamente al ser tan talentoso, buscaba tiros en situaciones límites que otros no se atreverían a hacer.
    Personalmente me gustan más los jugadores que se centran en la competición pura, que quieren ganar a toda costa (por ejemplo soy un gran fan del tenis y los partidos de exhibición no me gustan nada. Me gusta el tenis de competición), pero el talento y los highlights que nos ha dejado Efren han quedado en la hisotria para siempre.

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