Cine y TV

Smilla y las diferentes clases de nieve

Smilla
Julia Ormond en Smilla’s Sense of Snow, 1997. Fotografía: Constantin Film / Greenland Film Production / Bavaria Film.

Si bien el pueblo inuit tuvo el honor de protagonizar el primer documental del cine, en una película que hizo correr ríos de tinta entre filósofos y lingüistas, Nanuk, el esquimal (Robert J. Flaherty, 1922), no tiene una gran filmografía, aunque ha sido más abundante en los últimos tiempos. Podemos destacar Los dientes del diablo (Nicholas Ray, 1960), protagonizada por un soberbio Anthony Quinn. En ella, su famoso director abordaba el choque cultural de los inuits con los hombres blancos; contaba detalles de su vida (los ritos de la caza, las gafas de sol —invención de este pueblo—, saludarse con la nariz, bailes sincopados) y los hizo populares en Occidente como una especie de felices hawaianos o chinos del norte. La película debe su verosimilitud, no solo a la habilidad del director, sino también al guion, inspirado en la novela El país de las sombras largas, del novelista y activista Hans Ruesch.

Más recientemente, Isabel Coixet se inspira, en su película de 2015, Nadie quiere la noche, en la historia real de Josephine Peary, que fue a Groenlandia en busca de su marido, explorador de aquellos lugares. Su relación con la inuit Allaka es el centro de la película, muy fiel e inspiradora a la vez. Sin embargo, la mayoría de las películas inspiradas en los inuits son de carácter documental. 

Los inuits son los habitantes del «Gran Norte», es decir, la gente que vive —o vivía—, aunque parezca imposible, al norte de Canadá, Siberia, Alaska y Groenlandia. Nosotros los hemos conocido con el nombre de «esquimales». Esto es un tropo racista, puesto que esa palabra se utilizaba cuando se iba a perpetrar un genocidio de los propios inuits. Inuit, palabra plural en su lengua, significa «la gente».

La película de los últimos años que reflejó la vida y los problemas de esta gente fue Smilla, misterio en la nieve (Bille August, 1997), una adaptación de la novela La señorita Smila y su especial percepción de la nieve, del danés Peter Høeg, publicada originalmente en 1992. Que sea danés no es casual, puesto que Groenlandia pertenece al reino de Dinamarca, aunque mantengan unas tensas relaciones precisamente por sus diferencias culturales y económicas. Smilla (Julia Ormond) es una mezcla de drama personal con intriga internacional en la que se ve involucrada la protagonista casi sin darse cuenta. Ella es estadounidense por parte de padre (lo interpreta Robert Loggia, casi un guiño a Anthony Quinn) y su madre fue una inuit que se nos aparece en varias secuencias en el vídeo del padre. Ella vive en Copenhague, y echa de menos su tierra natal (nació en Thule, que es como llaman a Groenlandia) en unos pisos dados por el municipio a los inuits, y tiene unos vecinos con los que entabla gran amistad, sobre todo con el niño pequeño, Isaiah. Comparte la vida con él, huérfano de padre, debido a que la madre está constantemente alcoholizada. Un día, de manera súbita, el niño sube a la azotea y se tira al vacío. Las autoridades lo achacan a un accidente y archivan el caso, lo que es a todas luces imposible para Smilla, porque sabe que él padecía vértigo, y las pisadas en la nieve no se corresponden con las de un niño que hubiera estado jugando allí. Y es aquí donde comienza la intriga, que va a más. La extraña muerte del niño nos abre las puertas, por un lado, a la personalidad de la protagonista de esta historia. Una mujer de fuerte carácter, que no se ríe (contra la idea generalizada de que los inuits están sonriendo siempre), de principios honrados y rectos, estudiosa y amante de las matemáticas, que piensa que son como los grandes espacios helados de la tierra, y hace comparaciones entre la vida humana y la aritmética. Smilla Jasperson es una especialista en la nieve —es científica y ha trabajado con el hielo, en misiones por el círculo ártico— y, por tanto, conoce perfectamente las señales que deja cualquiera en ella.

Por otro, conocemos a las personas que están a su alrededor y una gran empresa en la que se centra todo el problema. Su vecino de abajo (interpretado por Gabriel Byrne) aparece después de la muerte del niño y sigue a Smilla constantemente, como una sombra, para buscar información sobre la misteriosa muerte del niño, y ambos entablan una relación extraña de amor/odio, sin que Smilla sepa realmente de qué lado está él hasta el final de la historia. Ella va avanzando en sus investigaciones, que la llevan a buscar en el entorno de un magnate danés (interpretado por Richard Harris), dueño de Greenland Mining y muy interesado en hacer investigaciones en el hielo de Thule. Smilla sospecha que tiene que ver con la muerte de Isaiah. Además, el padre del niño murió en una de estas prospecciones, y la madre de Isaiah está cobrando una pensión elevada, pagada por ellos. 

Mirando entre los papeles de la madre de Isaiah, Smila descubre una carta donde le avisan de que le han concedido la pensión, y, escrito a lápiz, encuentra un mensaje de la secretaria general, mujer por entonces del dueño de la empresa (personaje interpretado por Vanessa Redgrave, en un corto pero deslumbrante papel) que dice: «Lo siento mucho». Extrañada por este mensaje, la busca. Después de muchas pesquisas, da con ella y mantiene una conversación con ella en su casa. Aunque no consigue ninguna información explícita, se convence de que su exmarido está implicado en algo terrible. 

Primero, el médico que participa en la autopsia (Jim Broadbent) pone a Smilla en la pista del médico director del instituto de medicina ártica que la ha terminado. Extrañada porque un personaje de tanto calibre se haya interesado en un niño de seis años, va a verlo. Este (Tom Wilkinson) le desmiente cualquier sombra de asesinato, y Smilla lo amenaza con denunciarlo al fiscal general.

Ayudada por su padre, un rico exdoctor de origen estadounidense que ha hecho su fortuna poniendo inyecciones a famosos, Smilla consigue información acerca del médico. Como una espía internacional, se cuela en las oficinas de Greenland Mining y es llevada a la policía al día siguiente, donde, aparte de repasar su vida, la amenazan con ingresarla en un lugar cerrado y sin ventanas. Eso sería insoportable para Smilla, pero aun así continúa con la búsqueda de respuestas. Las encuentra al día siguiente, pero inesperadas: las recibe de su vecino y del desaparecido Isaiah. Es una escena muy intrigante: dejan a Smilla a la deriva en el mar, pero ella se salva porque está entrenada en esas lides).

El vecino será fundamental. La lleva a los muelles, y los dos descubren que la empresa está preparando un nuevo viaje al Ártico. Van a un restaurante, regentado por Peter Capaldi (antes de ser el Doctor Who), que les cuenta todo sobre el barco que ha contratado la Greenland Mining: el Cronos, un imponente rompehielos, para el que no se ha contratado ninguna tripulación, solo al capitán, que está allí. Smilla consigue un trabajo como camarera en el barco casi de tapadillo, y lo utilizará para cotillear entre los camarotes y para llegar a la prospección.

Tras un viaje en el que pasa de todo (la intentan matar varias veces, se encuentra allí ¡con su vecino!), llegan a Groenlandia, y descubre por fin el interés de los daneses por el hielo de Thule: un meteorito muy peculiar, que cayó en la Tierra en 1859 y provocó que una especie de parásito ya extinto —con unas características letales— volviera a la vida. 

Bille August, el encargado de hacer esta versión cinematográfica de La señorita Smila…, la orientó, como todas sus películas, a la defensa de las causas perdidas y a la reconstrucción de la historia danesa. Sin embargo, volcó esta obra en la intriga, más que en la historia intimista y peculiar de miss Smilla, tal como el escritor hace en su libro. No obstante, consiguió reflejar el ambiente real, gélido, de Copenhague y Groenlandia, y también de las personas que salen en la película: gente ávida de cosechar beneficios, por cualquier medio, aunque sea necesario matar a un hombre y a su hijo. Volvió a Europa para rodarla —aunque el guion es de la estadounidense Ann Biderman— y, aunque no tuvo un gran éxito, en España sí cosechó una buena taquilla.

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2 Comments

  1. la película, en mi opinión, es bastante mediocre, pero el libro, sobre todo la primera mitad, es soberbio.. tiene de todo, una historia interesante, unos personajes maravillosos, una ambientación perfecta.. lo recomiendo muchisimo.

  2. Sergius

    Ví esta peli en su día motivado por las magníficas críticas. Me gustó, aunque a la narración, para mi gusto, le faltaba algo de chispa. Y por momentos me parecía que técnicamente tenía trazas de telefilme de sobremesa… supongo que el ppsto no era la repera. Pero vamos, hace eones de aquello, si la viera hoy quizás mi opinión variaría.

    El libro no lo he catado, supongo que traslasar una obra escrita no debe ser facil.

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