Durante once años, Tim Miller (director de Deadpool y Terminator: destino oscuro) y David Fincher (Seven, El club de la lucha, Zodiac) mantuvieron más de un centenar de reuniones para tratar de perfilar su proyecto soñado, facturar un remake del film de culto Heavy Metal de 1981. El plan era ambicioso: construir una película compuesta por ocho o nueve historias animadas diferentes que respetarían el tono adulto y gamberro de Heavy Metal, relatos que serían dirigidos por directores con renombre como Guillermo del Toro, James Cameron, Zack Snyder, Rob Zombie o Gore Verbinski. Pero Miller y Fincher se encontraban continuamente con un gran escollo, porque ningún estudio estaba dispuesto a financiar aquello al considerarlo demasiado arriesgado como para ser rentable. Y la cosa siguió así durante años, hasta que llegó la época de las plataformas de streaming sedientas de catálogo. Tras estrenarse con éxito como director con Deadpool, Miller recibió una nueva llamada de Fincher donde aquel le animó a aprovechar su nueva fama para sacar adelante el remake antológico que llevaban años fraguando. Miller le contestó: «A la película que la follen, vamos a llevar esto a Netflix y ellos nos dejarán hacer lo que nos dé la gana». Tenía razón, en Netflix les dieron la pasta y carta blanca para hacer lo que quisiesen.
En ese momento el proyectó mutó y convirtiéndose en una serie titulada Love, Death & Robots, que en esencia mantenía el espíritu de la película Heavy Metal y, por extensión, de las páginas de aquellas revistas de cómics (Heavy Metal y Métal Hurlant) que inspiraron la cinta ochentera. Miller y Fincher concibieron Love, Death & Robots como un teatro de historias de ciencia ficción, horror, fantasía y comedia, elaboradas en distintos estilos de animación a cargo de estudios de todo el mundo, y con una duración variable que no superaría nunca los veintidós minutos. Inicialmente, la idea era que cada capítulo se adscribiera a los tres conceptos anunciados en el título (amor, muerte y autómatas), pero los relatos no tardaron en caminar por su cuenta demostrando que las normas están para saltárselas. En algunos de los episodios ni siquiera había robots a la vista.
Love, Death & Robots se estrenó en 2019 con dieciocho capítulos y recibió dos temporadas más de ocho y nueve episodios respectivamente. El proyecto fue alabado por la crítica y aplaudido por una audiencia muy hambrienta de historias fantásticas, sangre, sexo, muertes y robots con carisma. Lo que hoy proponemos es el debate clásico que se genera alrededor de toda colección extraordinaria de cuentos: ¿cuál es el mejor capítulo de Love, Death & Robots?
Como siempre ocurre en estas lides, hemos colocado la caja de votos al final del recuento de contendientes destacados, y los comentarios se encuentran abiertos para señalar las ausencias más sangrantes.
«Tres robots»
El estudio sevillano Blow se encarga de animar esta historia, basada en un relato de John Sclazi, donde tres robots andan de turismo por una urbe postapocalíptica tratando de entender cómo vivía la extinta raza humana. Ingenioso, lúcido y simpático, se trata del único capítulo de Love, Death & Robots que gozó de secuela («Tres robots: Estrategia de escape», presente en la tercera temporada, a cargo también del mismo estudio y con los mismos protagonistas), pero a la hora de elegir entre las dos entregas nos quedamos con esta porque además de robots con encanto, sentido del humor y una especie humana completamente devastada tiene algo que tampoco falla nunca: gatos. Y menudos gatos.
«La ventaja de Sonnie»
En el mundo de las peleas clandestinas de monstruos, bestias abominables que se despedazan a hostias sobre el ring mientras son controladas mentalmente por sus amos, Sonnie y su criatura permanecen imbatibles. Porque Sonnie posee una ventaja sobre todos sus enemigos, un secreto que no es el que podría parecer más obvio a primera vista. «La ventaja de Sonnie» funciona como una puerta de entrada estupenda al universo Love, Death & Robots al estar formada por elementos que definen el carácter de la serie: un espectáculo visual apabullante, un envoltorio ciberpunk distópico, una trama con traiciones y sorpresa final, la confirmación de que cualquier personaje puede acabar convertido en carne picada, desnudos gratuitos y un gore muy bestia que desparrama órganos como si fueran confeti cuando la situación estalla.
«La noche de los mini muertos»
Una parejita fornicando en un cementerio detona un apocalipsis zombi que se extiende con rapidez por todo el planeta. Un homenaje a La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, y a todas sus discípulas, cuyo mayor acierto es narrar el desastre a cámara rápida y desde una traviesa perspectiva tilt-shift, convirtiendo el mundo, y a sus habitantes asediados por zombis, en unas descacharrantes miniaturas. Una Guerra mundial Z de juguete, un hormiguero lidiando con la crisis de los no muertos, un graciosísimo paseo por la versión pitufa de Zombieland.
«La testigo»
Tras asesinar a una mujer, un hombre descubre que una persona idéntica a su víctima ha sido testigo del crimen. Y así arranca una persecución, a través de una vibrante urbe y de un turbio local de sexo y pasiones BDSM, que no tarda en convertiste es un feroz huracán visual. En lo estético, «La testigo» es una auténtica salvajada de estilo, planificación y técnica que solo necesita un puñado de minutos para arrollar al espectador y dejar más bocas abiertas que la mayoría de largometrajes. Tras la cámara y el guion se encuentra el madrileño Alberto Mielgo (reciente ganador de un Óscar por el cortometraje El limpiaparabrisas) y su propio estudio, Pinkman.TV, fabricando una animación hiperrealista, con pinceladas de cómic, que puede etiquetarse como una de las cosas más alucinantes vistas últimamente en una pantalla. Más aun teniendo en cuenta que el propio Mielgo tuvo que aclarar, ante la incredulidad de muchos, que no se utilizó motion capture a la hora de crear el movimientos en los personajes. Para rematar, «La testigo» se cierra con un desenlace de esos que hacen explotar cabezas.
«Mano amiga»
Una astronauta sufre un aparatoso accidente que la condena a flotar a la deriva en el espacio sin apenas oxígeno en su traje. Pero no tarda mucho es descubrir que la única posibilidad de sobrevivir pasa por realizar un sacrificio enorme y muy doloroso, un acto que redefine el concepto de «echar una mano» hasta volverlo dolorosamente literal. Imaginad un cruce entre Gravity y 127 horas. O no, no lo hagáis porque no hace falta, «Mano amiga» es exactamente eso.
«El vertedero»
Un inspector municipal visita a un anciano vagabundo y paleto llamado Dave para exigirle que abandone el gigantesco vertedero insalubre en donde vive, alegando la construcción de una urbanización en las cercanías. Pero Dave no está por la labor de firmar los papeles y decide que es mejor plan sentarse a contarle al inspector la historia de cómo conoció a Otto, su actual mascota. El detalle importante en todo esto es que Otto no es un perrete normal, sino una descomunal criatura mutante de apetito insaciable. Un episodio que se sabe gamberro y simpático, con roña, sangre, una escopeta de caza, entrañas, una muñeca sexual y los testículos colgantes de un viejo homeless renderizados por ordenador. O lo que es lo mismo: una entrega que capta el espíritu de esos tebeos cafres que se alojaban en Métal Hurlant y Heavy Metal. A los mandos del capítulo, el realizador Javier Recio Gracia, y a cargo de la animación, el equipo español de Able & Baker.
«Más allá de Aquila»
Siguiendo la estela de películas como Horizonte final, Más allá de Aquila envía a la tripulación de una nave espacial a un territorio extraño donde algo parece estar no estar en su sitio. Un lugar que, efectivamente, esconde algo muy muy jodido. Con una escena de folleteo duro in outer space, y con el héroe de la historia habitando un plano a medio camino entre el sueño y la realidad, la trama cabalga hacía un potente plot twist final que sumerge el relato de cabeza en el horror espacial. Facturado por los franceses de Unit Image, «Más allá de Aquila» destaca por poseer una sensacional animación fotorrealista. Un apartado artístico que por momentos se aleja tanto del valle inquietante como para que el espectador se pregunte si lo que está viendo es realmente un monigote CGI o un ser humano real (ojo a la entrada de Greta en escena como ejemplo de esto). La sorpresa final es posible que no asombre demasiado a los más curtidos en la ciencia ficción, pero también es cierto que las pesadillas en el espacio nunca llegarán a aburrirnos.
«Zima Blue»
En el futuro, un artista llamado Zima Blue y obsesionado con encontrar el sentido de la existencia, se ha convertido en un fenómeno universal. Con el paso de los años, su obra adquiere una escala colosal, erigiéndose en forma de gigantescos murales sobre el cosmos. Cuadros descomunales sobre los que Zima Blue inexplicablemente comienza a dibujar figuras geométricas pintadas siempre en el mismo tono de azul. Cuando su fama se encuentra en lo más alto, y tras un siglo evitando hablar con la prensa, Zima cita a una periodista para revelarle sus orígenes, sobre los que circulan multitud de leyendas, y mostrarle la que será su obra final y definitiva: el descubrimiento del sentido de su vida. «Zima Blue» destacó en la serie por alejarse de los excesos gore y gamberros de otros capítulos para elaborar una fábula filosófica sobre la existencia que tocaría la patata (robótica) de más de uno. Dirige Robert Valley y del dibujo, muy inspirado por las geniales ilustraciones de A. M. Cassandre, y la animación se encarga el estudio inglés Passion Animation Sudios.
«Trajes»
Un grupo de granjeros dedicados a los quehaceres típicos del campo: cuidar de los pastos, atender a las vaquitas, y pilotar enormes mechas cargados de armas letales con los que encarar los ataques de hordas de alienígenas con muy mala hostia. O lo que vendría a ser Starship Troopers en modo rural, pero empapelada en una estética de videojuego y con un último plano con revelación inesperada incluida. Blur Studio se encarga de la animación y Franck Balson de mover la batuta de director.
«Respuesta evolutiva»
La humanidad descubre la inmortalidad, pero paga un precio a cambio del vivir eternamente: tener hijos se prohíbe por ley, para evitar la sobrepoblación del planeta. Y la propia policía se encarga de hacer el trabajo más sucio, aniquilando a los retoños de quienes viven incumpliendo la norma y escondidos entre las ruinas de ciudades deshabitadas. Un noir distópico, con olor a Blade Runner y diseños art déco futuristas, protagonizado por un agente de policía de porte clásico (sombrero y gabardina incluidos) que comienza a atormentarse por la borrosa moralidad de su trabajo. Dieciocho minutos que desembocan en una recta final fantástica, con una secuencia junto a una madre y una hija tan tensa como emotiva. Y con un cierre certero donde un cuerpo se desploma bajo la lluvia, ante los rascacielos abandonados, muriendo para sentirse vivo por fin.
«Las ratas de Mason»
En una campestre Escocia futurista, el deslenguado granjero Mason descubre que tiene un problema gordo en su granero: una plaga de ratas hiperevolucionadas que son capaces de fabricar armas para plantarle cara. Pero Mason también tiene una solución: contratar los servicios de una empresa de robots exterminadores para aniquilar a los roedores sin piedad. Lo que Mason no ha llegado a tener en cuenta es que todo aquello desembocaría en una guerra despiadada entre los animales y las máquinas. Regado con una buena cantidad de entrañas de ratas y acción guerrillera, el capítulo se presentó con una animación caricaturesca a cargo del equipo escocés Axis Studios y bajo la dirección de Carlos Stevens. E incluyó lo que podría considerarse como un final feliz para ambas facciones de la contienda, si no tenemos en cuenta la montaña (literal en este caso) de cadáveres de ratones que la gresca ha dejado tras de sí, claro. En palabras del propio Mason: «¡Cojones! ¡Es como la puta cuarta guerra mundial!».
«El gigante ahogado»
El cadáver de un gigante aparece de manera inexplicable tumbado en una playa, convirtiéndose en el centro de atención de habitantes locales y de un grupo de científicos curiosos. Narrado sin estridencias, a través de la voz en primera persona de uno de los científicos, «El gigante ahogado» es un capítulo reposado que renuncia a las explicaciones y los plot twists para dedicarse por completo a reflexionar sobre la muerte. El protagonista, un hombre maravillado por la relación que se crea entre la humanidad y el coloso muerto, habla de la criatura de manera poética, comparando al gigante con un argonauta o con un personaje homérico. Y visita el cadáver durante diferentes jornadas para observar cómo las personas que lo rodean invaden aquel cuerpo monumental, dejan su marca en él, lo trocean, lo convierten en objeto y finalmente lo olvidan cuando la carne se descompone. «El gigante ahogado» vino forrado de una espectacular animación hiperrealista de Blur Studio, fue dirigido por Tim Miller, y su guion adaptaba una historia corta de los años sesenta firmada por J. G. Ballard. El tono reflexivo y sin sorpresas del capítulo, plagado de observaciones sobre la muerte, lo efímero, lo insignificante, lo humano, el consumismo y el olvido, polarizó bastante a los espectadores. Algunos lo consideraron una joya, otros una rareza dentro de Love, Death & Robots y otros un auténtico tostón. Por aquí creemos que se trata de una pequeña maravilla.
«Jíbaro»
Segunda entrada de Alberto Mielgo y su estudio Pinkman.TV para Love, Death & Robots tras la espectacular «La testigo» de la primera temporada. Y segunda maravilla asombrosa ante la que dejarse las manos dando palmas. Un caballero renacentista sordo enfrentándose en la selva a una sirena enjoyada que ha masacrado a todo un ejército con sus encantos y sus cantos. Un cuento fantástico sobre una relación tóxica desatada entre coreografías frenéticas sobre un lago teñido de sangre. Otra vibrante apisonadora visual, y sonora, a la que las palabras no le pueden hacer justicia, hay que verlo para creérselo.
«La guerra secreta»
Bosques de Siberia, el Ejército Rojo batalla contra criaturas impías provenientes del averno y traza un plan suicida para sellar la vía que comunica nuestro mundo con el infierno. Y solo con esta sinopsis ya queda claro que este episodio merece un vistazo. Un espectáculo elaborado de CGI fotorrealista por la compañía húngara Digic Pictures, basado en un relato de David W. Amendola y dirigido por István Zorkóczy.
«Buena caza»
En la China de principios del siglo veinte un padre acompañado de su hijo, Liang, da caza a una huli jing, un espíritu mitológico con aspecto de zorro capaz de adoptar las curvas de una bella mujer. Años más tarde, el chico establece amistad con Yan, la hija de aquella huli jing asesinada por su padre, y ambos contemplan como la magia desaparece gradualmente de su mundo cuando tecnología implanta una sociedad de autómatas y máquinas. Malviviendo como prostituta, Yan sufre un brutal asalto que la transforma en ciborg, pero ayudada por un Liang ducho con la robótica, encontrará el modo transformarse en un nuevo tipo de criatura mágica con la misión de vengarse de todos los hombres que abusen de su poder. Steampunk (silkpunk en realidad), transhumanismo en seres mágicos (¿transmitologismo?), sexo, sangre y venganza. Dibujos animados en 2D para esta adaptación de una historia corta de Ken Liu cuya única pega está en la comparación con el material de partida: el texto original es más interesante que la adaptación porque no contiene la exagerada sexualización gratuita de Yan que se observa en la versión televisiva (sexualización que, por otro lado, es muy típica de la Heavy Metal), explica mejor el universo creado, y presenta a una heroína que mola más al haber sido ideada por el escritor, como él mismo ha explicado, para darle una patada en los morros a la misoginia mitológica clásica.
«Nieve en el desierto»
Un soldado albino, conocido como Nieve, es perseguido por cazarrecompensas de toda la galaxia al portar en sus células regenerativas el secreto de la inmortalidad. Un cortometraje de ciencia ficción más que competente, ubicado en un planeta desértico y letal, con tiroteos en una cantina frecuentada por alienígenas ariscos y con una misteriosa mujer que acompañará al solitario protagonista. El guion y el girito final no son tan espectaculares como los de otras entregas de Love, Death & Robots, pero en lo que este capítulo destaca de manera irrebatible es en la burrada tecnológica que demuestra. Porque «Nieve en el desierto» es una sacada de chorra de poderío técnico y artístico, una historia con una animación tan realista que en ocasiones da miedo al resultar difícil creer que todo eso no es real y ha sido generado por ordenador. Y toda la culpa la tiene de nuevo el equipo francés de Unit Image.
«Mal viaje»
Un barco que navega por mares alienígenas a la caza de tiburones Jable es abordado y atacado por un Tanápodo, un voraz monstruo marino, que se refugia en la bodega del navío. El segundo al mando de la embarcación, un hombre llamado Torrin, encara a la criatura y consigue establecer un trato con ella. Un acuerdo en el que se compromete a llevar a la bestia hasta una isla habitada por humanos que le servirán de nutritiva merienda. Lidiando con una tripulación en contra, Torrin comienza a planear un modo de engañar al monstruo y salvar a la población de la isla. «Mal viaje» es un cuento marinero retorcido, brutalmente gore y con un guion cargado de giros que funcionan. Tras la cámara se coloca el mismísimo David Fincher, y ocupándose del muy eficaz embalaje animado, los chavales de Blur Studio.
Grandisima serie, algunas historias dan para películas y sagas.
Mi favorito es Afortunados 13.
Desde el punto de vista artístico y técnico, «La Testigo» y «Jibaro» no tienen rival (estamos posiblemente ante el estilo de animación más realista y verosímil jamás visto).
No obstante, en el plano narrativo, «Zima Blue» es insuperable: concreto, preciso y potente. En pocos minutos es capaz de plantear un misterio, un desarrollo con «plot-twist» (siempre más meritorio y costoso de resolver de manera airosa que introducirlo al final) y un desenlace con una poderosa metáfora sobre el sentido de la vida que deja huella.
Siempre que «Love Death and Robots» sale a colación, la primera imagen que me viene a la cabeza es un cuadrado, un cuadrado de un vibrante y muy particular azul…
Para mi en la lista falta «La edad del Hielo». Menos llamativa en la parte visual y técnica que la mayoría de las nombradas, pero tiene un guión divertidísimo y me parece que está contada de forma genial.
Mi preferido: Lucky 13
¿esto es en serio? reconozco que la factura técnica y gráfica de la serie es maravillosa, pero los guiones son paupérrimos… los episodios de hazañas bélicas son de serie b como máximo y los noir son copias baratas de películas baratas que copiaban a los clásicos del cine negro. en cuanto a los presuntamente metafísicos son para echarse a llorar por su nivel, digno de adolescente que se cansa de ir a catequesis… (el del gigante ahogado es la oportunidad perdida más grande que he visto en mi vida). en líneas generales, el aclamadísimo episodio «jíbaro» resume la vaciedad del contenido y lo maravilloso del envoltorio.
para mí, la serie se salva por lo breve de los capítulos que compensan la gravedad de tono de algunas tramas, por los episodios cómicos que desmitifican al resto y, por salvar alguno «serio» (y a falta de ver un par): el del tanópodo porque creo que no se toma demasiado en serio y da un poco de miedito.
j
En serio, Zima Blue por ejemplo, ¿no te dice nada?, ritmo, narración y conclusión.
El barril de amontillado de Edgar Allan Poe, lo encuentras al mismo nivel, los cuentos crueles de Auguste Villiers de L’Isle-Adam.
No sé, podrías recomendar algo mejor en ese formato, seria de agradecer.
Personalmente, hay capítulos muy buenos y otros no tanto, pero es un proyecto muy interesante.
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