En el pueblo de Artashaván, en la ladera este del monte Aragats, se alza un monumento que comprende las treinta y nueve letras de la lengua de los armenios. Ideado por el arquitecto Jim Torosyán, el conjunto fue encargado para celebrar el 1600 aniversario de la creación del alfabeto. Y no es para menos. En Armenia, la escritura ha sido fundamental para mantener la identidad de su pueblo y así conseguir la supervivencia de una de las civilizaciones más antiguas del mundo, la cual se ha visto constantemente sometida a invasiones y periodos de dominio extranjero.
Se traza el origen de Armenia en torno al siglo IX a. C., y ya los medos la conquistaron en el 612 a. C. Poco después, en el 549 a. C., el fundador del Imperio persa, Ciro, tomó el poder sobre las tierras. Cuando Alejandro Magno conquistó Persia en el año 331 a. C., los armenios obtuvieron la independencia, pero la libertad solo les duró hasta que pasaron a manos asirias en el 212 a. C. También los conquistaron los romanos en el 66 a. C.
Tras la caída del Imperio romano, Armenia quedó dividida entre Bizancio y Persia. Los árabes tomaron el control en el siglo VIII, aunque permitieron el gobierno de los príncipes armenios. Los turcos selyúcidas la invadieron en el siglo XI y los mongoles en el XIII. En el siglo XVII, los turcos otomanos y los persas se la volvieron a repartir, pero la mitad persa finalmente cayó ante el Imperio ruso en 1828. La derrota de los turcos otomanos en la Primera Guerra Mundial y la disolución del Imperio ruso les dio a los armenios la oportunidad de declarar su independencia en mayo de 1918, pero la nación no pudo defender sus fronteras contra el avance del Ejército Rojo y permaneció como parte de la Unión Soviética hasta que esta se desintegró en 1991, cuando por fin los armenios lograron su independencia.
Hoy, la República de Armenia ocupa aproximadamente la décima parte del área de la Armenia histórica, que abarcó, entre los años 600 a. C. y 1100 d. C., una enorme región de tierra montañosa entre el mar Negro y el mar Caspio, en dirección este-oeste, y entre las montañas del Cáucaso y Mesopotamia, en dirección norte-sur. A pesar de haber sufrido oleadas de ataques durante más de dos milenios, esta pequeña nación sin salida al mar es uno de los países más antiguos del mundo. La cuestión es cómo, a diferencia de muchos otros pueblos que en circunstancias adversas han desaparecido de la historia o del mapa, ha conseguido Armenia mantener su identidad durante tantos siglos. Igual que con la historia más grande jamás contada, en el principio fue la palabra. O, más concretamente, el alfabeto.
La Armenia histórica remonta su linaje a una unión de tribus locales conocida como Urartu o Ararat. Fue fundada por Aram, héroe nacional legendario y primer rey conocido de Urartu, que, además, extendió el reino hacia el sur ganando terreno a Asiria. Ararat, además de dar nombre a uno de los primeros reinos armenios, es conocido como el lugar de descanso del arca de Noé.
En el relato de la tradición judeocristiana, Noé construyó una embarcación en la que salvó a su familia del gran diluvio universal, la tempestad que cubrió hasta las montañas más altas y «todas las criaturas de la tierra murieron; solo Noé y los que estaban con él en el arca sobrevivieron». Pasaron ciento cincuenta días, el arca se asentó en el monte Ararat, y las aguas retrocedieron durante varios días hasta que emergieron las cimas de las montañas. Según la tradición armenia, en el arca viajaron los primeros armenios a esta región montañosa entre Europa y Asia, y esa sería una de las razones por las que Armenia se convirtió en el primer país del mundo en adoptar oficialmente el cristianismo.
Otra razón, no menos importante, tendría que ver con que, siendo Armenia un campo de batalla para romanos y persas, y habiendo estado dividida entre el Imperio bizantino y el persa, la Iglesia entendió que su existencia estaba en juego, y por eso convenció al rey armenio para que encargara la creación de un alfabeto propio que pudiera usarse con un ambicioso propósito: mantener a la gente unida en una única nación cristiana. El elegido para llevar a cabo esta gran empresa fue Mesrop Mashtots.
La historia de la creación del alfabeto armenio nos la cuenta el gran estudioso Koriún, en su libro La vida de Mashtots, y Movses Khorenatsi (Moisés de Corene) en su Historia de Armenia. Según el folclore, el santo estaba meditando en una cueva cuando tuvo una visión de la mano de Dios escribiendo un alfabeto con letras de fuego en la pared, letras que representaban cada uno de los sonidos del idioma armenio. Primero hizo la letra A —inicial de la palabra Astvats (Dios)—, y la última letra fue la K, por la que comenzaba la palabra K’ristos (Cristo). Dejando a un lado el folclore, la labor de Mesrop Mashtots y sus colaboradores en el establecimiento de un matrimonio armonioso y permanente entre el alfabeto y la lengua armenios no se cuestiona hoy, aunque se supone la presencia de alf betos anteriores a partir de los cuales se desarrolló el armenio.
Como los armenios no tenían un sistema de escritura propio, dependían de los de sus vecinos persas y asirios (que usaban el arameo) y del griego para poner por escrito transacciones comerciales y asuntos de Estado. Mashtots, secretario del rey Cosroes III, tenía como labor escribir en caracteres griegos, persas y siríacos los decretos y edictos del soberano. Según Moisés de Corene, el rey armenio Vramshapuh —que sucedió a su hermano Cosroes III en el 394— se convenció de la necesidad de tener un alfabeto durante una visita a Mesopotamia, donde conoció un sistema de escritura que había sido compuesto por un obispo, Daniel.
Allí, el rey Vramshapuh supo de la existencia de cierta escritura armenia antigua, en posesión del mencionado obispo. Entonces envió a su confidente Vahrich Khaduni a Mesopotamia para traer una carta con el modelo de Daniel. El origen de este obispo y su escritura genera debate, ya que no se conserva ninguna muestra. La hipótesis más común sobre el sistema de Daniel apunta a la representación de un sistema anterior de escritura armenia con base de caligrafía semítica. Esta, sin embargo, debió de ser abandonada en la antigüedad (o bien no reflejaba correctamente la estructura fonética del armenio o fue olvidada por no apoyarse su popularización).
El aprendiz de Mashtots en Koriún detalla que cuando la muestra de las letras de Daniel llegó a Armenia, su mentor comenzó a usarlas sin demora. Sin embargo, algo no encajaba y, después de dos años estudiando las letras, Mashtots decidió viajar a Mesopotamia y pedir ayuda a académicos griegos y asirios de las ciudades de Édessa y Samósata.
Fue en Samósata, en el 406, donde, después de muchos debates y consultas a las mentes más brillantes de su tiempo, Mashtots ideó la versión final del alfabeto armenio. Según la literatura, Mashtots no estuvo solo en su creación. Anania de Shirak, geógrafo, astrónomo y matemático, escribe que un conjunto existente de veintinueve consonantes fueron las proporcionadas por Daniel. Las siete vocales adicionales fueron suplementadas a Mashtots por Hayek, un noble de Taron, y el escriba Rufino de Samósata incorporó esas siete vocales con las consonantes, dando así unidad de carácter al alfabeto completo de treinta y seis letras.
A primera vista, las letras armenias son muy distintas de las del resto de alfabetos existentes. A menos que nos fijemos en sus vecinos, los georgianos. De hecho, hay armenios que dicen que cuando Mashtots creó el alfabeto armenio, los georgianos se quedaron tan impresionados que acudieron a él y le pidieron que creara un alfabeto para ellos también. Aunque no sea cierto, esto nos sirve para hacernos una idea de la rivalidad entre las dos naciones.
Hagamos un ejercicio de imaginación con algunas de las letras, solo unas pocas. La primera letra del alfabeto, Ա / ա, cuya versión minúscula es como una letra rusa, pudo servir de inspiración a Cirilio y Metodio cuando diseñaron el alfabeto cirílico, pero el sonido de la letra armenia es la vocal a. Tampoco es que haya parecido con la α griega, así que Mashtots debió inspirarse en un álef o realmente la creó por inspiración divina. Después tenemos la letra Բ / բ (B/b), que solo nos puede recordar a la beta griega en ambas versiones (β). La letra Գ / գ (G/g) ¿no recuerda a una gamma griega mayúscula girada? La letra Դ / դ (D/d) puede parecer una letra rusa, ¿o tailandesa? La Ե / ե (E/e) recuerda tanto a nuestra t como a una E, pero sin la rayita de arriba: corresponde a la griega E. La Է es muy parecida a la ե anterior, así que cuidado con la caligrafía, y con el sonido, porque corresponde a la griega H.
El ejercicio es inútil si se hace desde una perspectiva eurocéntrica. Aunque se diga que el armenio es indoeuropeo y que su alfabeto se desarrolló teniendo presente el griego, más de un académico ha encontrado más similitudes con el sistema de escritura etíope que con el griego, y la historia conocida hace relevante la hipótesis africanista.
El armenio tiene muchas palabras tomadas de lenguas indoiranias como el pastún y el farsi. Tiene sonidos atípicos de los idiomas indoeuropeos, como los de eyección, los que se hacen usando las cuerdas vocales para expulsar el aire, y principios y parámetros de la gramática universal: dos números, singular y plural, y ningún género gramatical. Un dato curioso es que la posición del artículo indefinido varía entre el este y el oeste de Armenia. En la variedad oriental, precede al sustantivo, mientras que, en la occidental, le sigue. Cada verbo tiene dos formas, llamadas «bases»: una para el pasado y el participio de pasado, y otra para todos los demás tiempos. El orden de las palabras de la oración es sujeto-verbo-objeto y tiene doble negación.
Volviendo al alfabeto, su desarrollo marcó el comienzo de la literatura armenia y, tal y como habían sospechado, resultó ser un factor fundamental para la construcción del espíritu nacional. Animado por el rey, Mashtots fundó varias escuelas en las que enseñar a los jóvenes el nuevo sistema de escritura. La Iglesia armenia se puso a trabajar en la traducción de la Biblia del griego al armenio, y así la nación se convirtió en cristiana ortodoxa. Según Moisés de Corene, un amigo de Mashtots, Isaac, hizo una traducción de la Biblia del texto siríaco. Poco después, Juan de Egheghiatz y José de Bagin fueron enviados a Édessa para hacer otra traducción. Viajaron hasta Constantinopla y trajeron consigo copias auténticas del texto griego. Con la ayuda de otras copias obtenidas de Alejandría, la Biblia se tradujo nuevamente del griego. Esta versión, que es la que ahora usa la Iglesia armenia, se terminó en torno al año 434.
Los decretos de los primeros tres grandes concilios (los de Nicea, Constantinopla y Éfeso) también fueron traducidos al armenio, así como muchas obras en griego. La pérdida de los originales griegos ha dado a algunas de estas versiones una importancia especial, por ejemplo, la segunda parte de la Crónica de Eusebio de Cesarea, (una crónica de la historia de la humanidad, desde la vida de Abraham hasta el vigésimo año del gobierno del emperador Constantino), de la que solo existen algunos fragmentos en griego, se ha conservado íntegramente en armenio.
El monumento del alfabeto armenio está en la aldea de Artashaván, cerca de donde fue enterrado Mashtots, en la ladera este de la montaña Aragats. Según su creador, Torosyán, el monumento fue creado para conmemorar el 1600 aniversario del alfabeto. Además de las letras, hay otras esculturas en el parque. Y en lo más alto se alza una cruz de treinta y tres metros de altura que simboliza la edad de Jesucristo en el momento en que fue crucificado, y que a su vez está hecha de mil setecientas once cruces de metal grandes y pequeñas que simbolizan la era de la Armenia cristiana.
Muy interesante