Como la caridad, la crítica bien entendida empieza por uno mismo, así que empezaré por hablar de mi propio maniqueísmo. Y de mi propia idiotez.
A principios de los años sesenta del siglo pasado, yo era un ateo rodeado de católicos, un vegetariano rodeado de carnívoros, un comunista ingenuo rodeado de burgueses acomodados, un autista rodeado de neurotípicos y un matemático rodeado de gente «de letras». Mayo del 68 y la contracultura aún quedaban lejos y, más que solo, me sentía acorralado, y a veces me refugiaba en una forma típicamente adolescente de arrogancia defensiva: los católicos eran idiotas filosóficos, los carnívoros eran idiotas morales, los burgueses eran idiotas políticos, los neurotípicos eran idiotas sociales y quienes ignoraban (en ambos sentidos del término) las matemáticas eran idiotas a secas. Y, huelga decirlo, en la medida en que me escudaba en tales simplificaciones, el idiota1 era yo.
El maniqueísmo es, en última instancia, un intento de atrincherarnos en nuestras posiciones de una forma «negativa», es decir, negando rotundamente las posiciones contrarias o excluyentes. La forma más sencilla y cómoda de creerte muy listo es convencerte a ti mismo de que los que no piensan como tú son idiotas; la más sencilla y cómoda, sí, pero también la más idiota.
Y la forma más sencilla, cómoda e idiota de creerte bueno es convencerte a ti mismo de que quien no comparte tus valores y convicciones es malo. Y quien no solo no los comparte, sino que los ataca, es malísimo. Es el Enemigo con mayúscula, perverso e irreductiblemente ajeno, casi demoníaco. Pero al pensar de esta manera —y casi todos lo hacemos en ocasiones— no nos damos cuenta de que el maniqueísmo es un bumerán que cada vez que lo lanzamos acaba dándonos en la cabeza.
En una de las dependencias del Memorial del Holocausto de Jerusalén hay dos puertas de salida con sendos rótulos; en uno pone «Personas sin prejuicios raciales» y en el otro «Personas con prejuicios raciales». Naturalmente, todos intentan salir por la primera puerta; pero no pueden hacerlo, pues está cerrada con llave. Y si alguien les pregunta a los empleados del museo por qué está cerrada esa puerta, le contestan: «Porque las personas sin prejuicios raciales no existen». En las últimas décadas se ha avanzado mucho en la lucha contra el racismo y la xenofobia; pero, de alguna manera y en alguna medida, el recelo ante lo étnica y culturalmente distinto sigue vivo en la inmensa mayoría de la gente. Pero entonces, puesto que el racismo —ningún demócrata se atrevería a discutirlo— es puro fascismo, ¿hemos de concluir que la inmensa mayoría de la gente es fascista?
El carnivorismo, perfecta metáfora (o metonimia) del capitalismo depredador y de la sociedad de consumo, es una aberración ética, dietética, económica, ecológica y sanitaria, y por ende política. Producir un kilo de proteína animal supone el gasto —el despilfarro— de hasta diez kilos de proteína vegetal (que además es mucho más saludable), con lo que también se decuplica el consumo de agua y de energía (y de medicamentos). Decía Isaac Bashevis Singer, que sufrió en carne propia los rigores del nazismo, que con respecto a los demás animales todos somos nazis. Y mientras no superemos esta forma resistente y ampliamente generalizada de fascismo interespecífico, no podremos transformar radicalmente la sociedad. Porque una sociedad justa y solidaria, una verdadera democracia, no puede ser violenta, ni xenófoba, ni racista, ni sexista, ni consumista, ni especista…
¿Significa esto que todos los carnívoros y los hinchas de fútbol (forma ritualizada de competitividad violenta) y los que consumen en exceso son fachas? No, a no ser que ampliemos tanto el sentido del término que acabe alcanzándonos a todos. Sencillamente, hay conductas y actitudes que tienden a perpetuar el orden establecido y otras que tienden a transformar la sociedad. Y, como decía Sartre, todos somos medio cómplices y medio víctimas (aunque no hay que entender lo de medio y medio en el sentido literal del cincuenta por ciento: algunas personas son muy cómplices y muy poco víctimas, y viceversa).
Hace veinte años —pero, lamentablemente, podría haberlo escrito hoy— escribí un artículo humorístico (o eso creía yo) titulado «El binarismo, fase superior del maniqueísmo», en el que, entre otras cosas, decía:
El término ‘binarismo’ no viene de Bin Laden, aunque sea igualmente peligroso, ni de Mr. Bean, aunque sea igualmente risible. ‘Binarismo’ viene de ‘binario’, y es la filosofía del interruptor, para el que solo hay dos estados posibles: abierto o cerrado, sí o no, blanco o negro, cara o cruz. ‘Entreabierto’, ‘quizás’, ‘gris’ o ‘canto’ son términos ausentes del diccionario binario… Paradójicamente, el viejo maniqueísmo está muy desprestigiado, a pesar de que, como primera aproximación, es aplicable a muchas situaciones… Sin embargo, la radicalización extrema del maniqueísmo, su fase superior, el binarismo, tiene cada vez más adeptos (ha pasado lo mismo que con el liberalismo: sus formas tradicionales, relativamente moderadas, se consideran simplistas, a la vez que se impone por doquier el neoliberalismo más despiadado)… El binarismo tiene grandes ventajas, pues para su implantación basta con que en el cerebro del adoctrinado haya una sola sinapsis neuronal, con sus dos estados posibles: si hay flujo de neurotransmisores, es abierto, sí, blanco, cara; si no hay flujo, es cerrado, no, negro, cruz… El único problema para la implantación total y definitiva del pensamiento binario es que, a pesar de los esfuerzos de los poderes establecidos y los medios de comunicación, aún quedan personas con más de una sinapsis en funcionamiento. Aún quedan personas en las que la indignación puede más que la comodidad y el miedo.
Pero sería bueno que no solo la indignación se sobrepusiera a la comodidad y al miedo, sino también el diálogo y la comprensión. Que no es lo mismo que la tolerancia.
No hay que tolerar que los antiabortistas se concentren delante de las clínicas y acosen (o intenten «redimirlas») a las mujeres que se disponen a abortar; pero criminalizarlos sería incurrir en su mismo binarismo: no son taimados delincuentes, sino personas movidas por unas creencias irracionales que, nos guste o no, siguen desempeñando un papel fundamental en nuestra sociedad y que, en alguna medida, nos intoxican a todos. Los criminales no son los drogadictos, sino los que trafican con las drogas, y no hay peor droga que el dogmatismo.
No hay que tolerar las corridas de toros; pero zaherir a la viuda de un torero muerto en el ruedo (estoy recordando un caso concreto) no es un acto de reivindicación, sino de crueldad (por la misma regla de tres, habría que celebrarlo cada vez que un carnívoro muere de cáncer de colon).
No hay que tolerar las agresiones machistas, sean de palabra, obra u omisión; pero si, como se ha llegado a proponer, se castrara a todos los que incurren en ellas2 la especie humana no llegaría a conocer el próximo siglo (una posibilidad, dicho sea de paso, cada vez menos remota).
No hay puertas de salida para personas sin prejuicios de clase, género o especie, porque tales personas no existen. Pero sí existen las que luchan contra los prejuicios. Y la lucha bien entendida, como la caridad y la crítica, empieza por uno mismo.
(Continúa aquí)
1. No en vano el término «idiota» viene del griego idiotes, que significa «privado», «uno mismo», y se usaba para designar a los ciudadanos ensimismados y egoístas que no se ocupaban de los asuntos públicos; y también puede aplicarse, creo, a quienes se ocupan de los asuntos públicos desde el ensimismamiento y el egoísmo.
2. En 1967, Valerie Solanas publicó su manifiesto SCUM (interpretado como Society for Cutting Up Men), que empieza diciendo: «Vivir en esta sociedad significa, con suerte, morir de aburrimiento; nada concierne a las mujeres; pero, a las dotadas de una mente cívica, de sentido de la responsabilidad y de la búsqueda de emociones, solo les queda una posibilidad: destruir el Gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatización total y destruir al sexo masculino». Poco después intentó poner en marcha su programa disparándole a Andy Warhol.
¿De dónde sacarán algunas personas las ganas de luchar contra todo lo que está mal en el mundo?
Hay hombres que luchan un día y son buenos
Hay otros que luchan un año y son mejores
Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos
Pero hay los que luchan toda la vida
Esos son los imprescindibles
Bertolt Brecht
Se ve que yo nací cansado y ya derrotado, porque a duras penas me he visto capaz de luchar ni medio día a lo largo de mi vida para cambiar cosas que siempre me han parecido imposibles de cambiar por mucha lucha que se metiera por medio. ¡Qué
fracaso ha sido mi paso por el mundo, y me doy de bruces con ello cuando leo cosas como esta!
No creo que podamos plantearnos la lucha en términos individuales, ni que tengamos que sentirnos fracasados por no ver cambios notables a nuestro alrededor. Insisto en lo que decía Sartre: somos medio cómplices y medio víctimas, y esforzarse por ser lo menos cómplice posible ya es una forma de lucha. En cualquier caso, no hables de tu paso por el mundo como algo que ya «ha sido»: sigue siendo, y cada día nos brinda una nueva oportunidad de mejorar. Suena a libro de autoayuda, pero es así. Gracias por tu comentario.
El otro día en esta casa un individuo (que me pareció pedante y presuntuoso y, por qué no decirlo, idiota) me ponía al nivel de un voxita (cosa que no me ofende, pues los hay bien cultos y coherentes, aunque este no sea el caso, un joven que solo repite eslóganes y topicazos) y me llamaba idiota por criticar el 15M y el podemismo. Por lo visto lo soy porque aplico mi moral particular a lo universal. Yo diría que, con ese criterio que me aplica el buen idiota, más bien soy un fracasado porque casi se puede decir que mi profesión consiste en distinguir la opinión de lo fundamentado, lo irracional de lo lógico, la moral del Derecho, la ética de la política. Pero soy idiota, ese es el resumen de lo que según el tal individuo pienso sobre el asunto del 15M: que un movimiento social originado por el hartazgo ante las crisis económica, social, política quedó – por el adanismo, la ignorancia, el asamblearismo de baja estofa- en poco más que una performance colectiva y en un trampolín para arribistas. Puedo equivocarme en mi análisis, claro. Ahora bien, simple, simple no creo que sea, sobre todo porque es el objeto de estudio lo que fue intolerablemente simple e inane en su intento de respuesta de problemas institucionales y económicos.
En definitiva, que ya puestos, idiota es el que no piensa como nosotros y a quien nos gustaría ver fuera de nuestro entorno, como a ese Pericles le gustaría verme a mí fuera de su polis virtual. Un saludo.
Es un claro ejemplo de maniqueísmo, creo. El fenómeno Podemos (un fenómeno más mediático que político, como señaló desde el principio mi sagaz amiga Ángeles Diez) suele suscitar odios y amores igualmente ciegos, e intentar analizarlo fríamente, como tú haces, supone ganarse el rechazo de unos y otros.
Muy interesante siempre Ángeles Díez. Me gustaría que se prodigara más.
Por cierto, en Podemos ha habido (cada vez hay menos) mucha gente comprometida e íntegra, quizá los principales damnificados de ese invento.
Como seguiría diciendo (supongo) el Sartre, citado por el Fabretti, el «término medio» (sociopolíticamente) no está en el medio matemático (solo es un punto «de equilibrio», de fuerzas, en una recta infinita)… por lo que losamilitantes de Podemos no serán muy diferentes de todos los militantes antifranquistas que hubo antes… su problema es que, en general, despreciaron la práctica política de los antifranquistas anteriores a ellos… no quisieron acercarse a la zona «menos complice» de la recta… o, como suelo decir, no quisieron aprender a montar tiendas de campaña en contexto extremos (que no fueran las plazas de los pueblos)…
Tal vez sea pronto para poder analizar con perspectiva el fenómeno Podemos. Creo que confluyeron en el proyecto cosas muy diversas: buenas intenciones, oportunismo, ambiciones personales, visiones distintas y a menudo poco compatibles…
Supongo que son dos caras de la misma moneda. Toda mi vida he intentado alejarme de los idiotas y rodearme de gente que aporte cosas interesantes. Lo que pasa es que a veces pienso que yo no dejo de ser, para otras personas, un idiota al que mantener. Y hay alguna a la que seguro que le he dado motivos.
No hay mayor idiota que el que cree no serlo nunca.
Creo que lo verdaderamente importante, la clave del progreso -en el mejor sentido- es tener la capacidad de cuestionarse a uno mismo.
Efectivamente. La capacidad y la voluntad.
Claro, la voluntad es fundamental, porque cuestionarse implica un esfuerzo. Romper con la inercia.
Hablando de idiotas. Magnífica nueva versión Sanjenjo 2022 del «Vivan las cadenas».
Vivan las cadenas,
Viva la opresión:
Viva el Rey Fernando,
Muera la Nación
Así que hay que impedir, pero no criminalizar a quienes intentan que una mujer no aborte o al menos reflexione. ¿Acaso crees que a quien está dispuesto a llevar la contraria a la corriente dominante, incluso jugándose una fuerte sanción, le importa algo que lo criminalicen? Estoy absolutamente de acuerdo…todos somos idiotas, pero estos algo menos.
Criminalizar no solo daña al criminalizado, sino a quienes criminalizan, así que no solo no hay que plantearse si al criminalizado le importa o no. La última frase de tu comentario no la he entendido.
Para no apartarme de mi “maniqueísmo” delirante y de mi “idiotez” congénita, que incluye haber sido -eso creo-, un buen padre (por la cabeza se pudre el pez), un buen ciudadano, la buena salud y la poca elasticidad mental o decadencia de sinapsis que se asoma con los años, diré que la juventud fue tiempo perdido, cuando estaba lejos el ataúd, y si no hay freno hay desenfreno, comprensible inclinación predilecta de los varones, esa especie de “pulsión” de los filósofos a la autodestrucción, a la muerte que las mujeres desconocen. Luego, que no existiría ese oprobio político de izquierda- derecha y sus secuelas en la política si fuéramos de un solo sexo, o por lo menos con más heno de equis y menos yerbas malas de “griegas Y”, cultura al fin y al cabo, sobre todo humanista: sensibilidad, empatía, comunicación, compasión y tal vez hasta el cuidado de la cría porque hasta ahora no hay un cromosoma identificado para tal fin, un aburrimiento, lo confieso pero siempre a través del velo masculino que de prejuicios de género va lleno. Más luego que los sistemas binarios como la Humanidad, a mi entender no es estar encendido o apagado, interactúan los dos, por esos estan destinados a la inestabilidad, o a las crisis que siempre traen nuevos vientos. Esperemos que el que viene, si todavía hay tiempo, sea leve con nosotros, que refresque con piedad los recuerdos de los horrores del pasado y del presente, pues no sabemos lo que hacemos. Con el epilogo, pero no tan dramático, me has traído a la memoria lo que dijo la Primera Ministra Lituana: Con nosotras al poder esta estúpida guerra no habría tenido lugar.
Muy de acuerdo. Creo que la incorporación de las mujeres a las esferas de decisión es el acontecimiento sociopolítico más importante de los últimos tiempos. De todos los tiempos, tal vez. En este sentido, e antifeminismo rabioso de la extrema derecha es muy significativo.
Es verdad que todes podemos caer en el maniqueísmo. Pero hay gente que es muy mala y muy mentirosa, y que ideológicamente suele estar en la derecha. Luego también hay dogmáticos prepotentes en la izquierda que creen que lo saben todo y que creen que la revolución consiste en leer sólo a Lenin y ridiculizar el ecologismo o llamar nazis a los futbolistas alemanes.
Aparte de eso, yo creo que tampoco tenemos que hacernos perfectos seres morales que nunca ofenden a los que detestan. Cuando murió un torero en un ruedo, Pablo Hasel dijo en un twitt que si todas las corridas acabaran como la de ese torero, más de uno iríamos a verlas. Pues yo también lo dije y lo pienso muchas veces. Castoriadis decía que si no tienes ganas de matar a alguien al menos una vez al año, ve al psiquiatra porque tienes un problema. Creo que quizá tenía razón.
Cierto. Pero una cosa es tener ganas de matar a alguien y otra hacerlo. Una cosa es sentir emociones o impulsos maniqueos y otra argumentar o comportarse de forma binaria. En realidad, ni Pablo ni tú ni yo iríamos a las corridas a ver morir a los toreros: es una manera «poética» de expresar la indignación, y como tal me parece comprensible e incluso lícita, pero no podemos entenderlo en sentido literal.
Eso de que la gente que es muy mala y muy mentirosa suele ser de derechas es bastante… maniqueo. Sobre todo después de poner la cautela de que todos podemos serlo, la cual queda como mero postureo. Se ve que ha frecuentado poco el asamblearismo izquierdista.
Sobre el toreo, de manera tangencial: hace poco leí un comentario sobre lo poco que se suele recordar que la Iglesia condena la tauromaquia; a la derecha no le gusta ese detalle de la habitual aliada, y a la izquierda no le gusta precisamente que le venga un apoyo por ese lado.
En definitiva, maniqueísmos.
La Iglesia condenó en una bula del siglo XVI, creo recordar, las corridas de toros… porque las consideraba cosa pagana, quizá más que por consideración hacia el animal. En todo caso, me da igual de quién venga el apoyo; con tal de abolirlas a mí me va bien cualquier apoyo. Lo cierto es que los curas, obispos, cardenales, etc… al menos en España, no dicen ni una palabra de condena contra las corridas de toros.
¿Por qué dices que se nota que no he ido a asambleas de izquierda?
Por supuesto, el maniqueísmo, como la idiotez, es universal; pero con la derecha tiene una relación histórica, ya que, por definición, la derecha es conservadora y asume los valores tradicionales y religiosos, eminentemente maniqueos. Por otra parte, no toda la supuesta «izquierda» merece ese nombre.
Desde luego. Yo, durante muchos años, estuve expuesto a las idioteces ultraderechistas, nacionalcatólicas apestosas de mi entorno, colegio, etc… Pero también, por el otro lado, estuve expuesto a alguna influencia izquierdista que consistía en decir tópicos y en identificar izquierda con fiesta del PC, libros de Lenin, hoces y martillos y, por supuesto, llamar nazis a todos los alemanes (¡¡cómo no!!). Bastantes años después fue muy enriquecedor encontrarme con izquierdistas bastante más cultos y heterodoxos: Marcuse, Fromm, Castoriadis, Bahro, Manuel Sacristán, etc… Gente muy poco o nada leída ya en mi generación, pero muy necesaria, pienso yo.
Sí, esos autores (sobre todo Fromm y Marcuse) gozaron de unos años de gran popularidad y luego fueron injustamente olvidados; las modas culturales -y contraculturales- son así. Pero sus aportaciones permanecen.
Hola, Carlo.
Primero, darte la enhorabuena por tus artículos, que siempre invitan a la reflexión, y agradecerte que te involucres en los comentarios.
Te leo siempre que puedo, pero ocurre que casi siempre llego demasiado tarde para participar en el debate. Hoy sólo llego con cinco días de retraso así que me decido a participar.
Entiendo que puedas estar en contra del “carnivorismo” desde un punto de vista ético. Yo no creo que comer carne sea inmoral, pero comprendo que haya gente que sí lo crea.
Lo que no comprendo es que extiendas ese ataque al punto de visto sanitario y ecológico.
Si dijeses “comer carne al ritmo que se come y de la manera de la que se produce es malo para la salud y para el medio ambiente” entonces te daría la razón. Pero parece que lo que tú quieres decir es “comer cualquier cantidad de carne -independientemente de como haya sido producida- es malo para la salud y el medio ambiente”. Con esto no puedo estar más en desacuerdo.
En el aspecto sanitario no me voy a extender mucho, porque no soy ningún experto en la materia. Pero dudo mucho de que la cantidad ideal de productos de origen animal sea cero. Estoy bastante seguro de que un poco de carne y algo más de pescado es mejor que cero carne y cero pescado.
Pero en el aspecto ecológico sí que voy a entrar de lleno, porque es lo que me apasiona, a lo que me dedico, y, además, veo que tanto tú como mucha otra gente, estáis algo perdidos al respecto.
De tus comentarios en este y otros artículos deduzco que eres de la idea de que “cualquier tipo y cualquier cantidad de ganadería es mala desde un punto de vista ecológico”. Corrígeme si me equivoco, pero es eso lo que piensas, no?
Pues esto es falso, y la evidencia científica al respecto es abrumadora. Aunque no hace falta ser científico, cualquiera que entienda un poco cómo funciona la naturaleza lo sabe.
La ganadería extensiva no es que no sea mala para el medio ambiente, sino que es buena. De hecho, es lo natural: En la naturaleza siempre hubo grandes hervíboros pastando hoy aquí y mañana allí. En las zonas donde el ser humano lleva habitando muchos años, el ganado ha sustituído a los hervíboros salvajes en esa labor, pero esa labor sigue siendo necesaria (tú te puedes permitir ser vegetariano, la naturaleza no).
Por ponerte un ejemplo: aquí cerca de mi casa hay una granja dónde llevan 20 años criando vacas en extensivo, pues cuando empezaron eran unos terrenos bastante degradados (por el abandono del rural) y hace menos de un año los acaban de nombrar Reserva de la Biosfera. Los terrenos alcanzaron un nivel de biodiversidad espectacular en unos pocos años de ganadería bien hecha.
Otro ejemplo, más cercano aún: Una zona de monte bajo completamente degradada por el abandono del rural, que además era foco de incendios año tras año. Zona de matorral, que no sirve para cultivar nada. Pues hace seis o siete años una cooperativa comenzó a criar cabras en ese monte -en extensivo, por supuesto-. Ahora ya no existen los incendios, el monte es más biodiverso, produce un recurso -antes no producía nada- y, además, ha mejorado tanto a nivel paisajístico, que se ha convertido en un atractivo turístico más para el pueblo.
Tercer ejemplo: Si vives en el rural, nada hay más ecológico que tener unas pocas gallinas que conviertan tus restos alimenticios en huevos. Generas menos basura, limpias el terreno, aumentas su biodiversidad, y obtienes un precioso alimento.
Lo que realmente me sorprende, siendo tú matemático, es que utilices argumentos falaces para atacar a la ganadería.
Como por ejemplo, éste:
“Producir un kilo de proteína animal supone el gasto —el despilfarro— de hasta diez kilos de proteína vegetal”
Esto es correcto, pero sólo prueba una cosa: que dedicar los mejores terrenos de cultivo a la ganadería es un sinsentido. De aquí no podemos deducir que toda ganadería sea un sinsentido, ya que, como tú sabrás, NO TODOS LOS TERRENOS SIRVEN PARA CULTIVO.
De hecho, la mayoría no sirven. Ya sea por falta de suelo fertil, por falta de agua, o por simple inaccesibilidad o dificultad de trabajar del terreno. Entonces, en estos terrenos que no sirven para cultivo, la ganadería (extensiva, por supuesto) sirve para convertir la hierba o maleza (que nosotros no podemos digerir) en alimento que sí podemos digerir (y de muy buena calidad) de una manera totalmente natural y ecológica.
O este otro:
“Como la ganadería intensiva es mala para el medio ambiente, entonces no deberíamos comer ninguna carne”
Si yo te dijese: “Como la agricultura intensiva es mala para el medio ambiente, entonces no deberíamos comer ningún vegetal”, supongo que te parecería ridículo, no? Pues es exactamente el mismo razonamiento. Yo no puedo estar más en contra de la ganadería intensiva, ahí te doy la razón en todo lo que dices. Pero extrapolarlo diciendo que toda ganadería es mala es muy injusto, además de completamente falso.
Lo que importa, más que lo que consumimos, es cómo ha sido producido. Es cien veces mejor para el medio ambiente comerte un animal criado en extensivo y de tu zona que una soja indsutrial traída de Brasil. Sin embargo, a muchos “neoveganos” (todos ellos urbanitas, qué casualidad!) les parece mejor lo segundo.
Perdón por la parrafada..
Un saludo!
No voy a contestar a toda la parrafada porque es larguísima, pero está repleta de falsedades y contradicciones. Por decir sólo algunas cosas.
Yo soy vegano y… ¿soy urbanita? ¿Qué es ser urbanita? ¿Que vivo en la ciudad? Pues puede que como tú, como la mayoría de los que comen carne (viven en ciudades, y en barrios pijos muchos de ellos). Por cierto, no idealices a la gente del campo, que utilizan la tele e internet igual que los urbanitas.
La dentadura del humano no está hecha para desgarrar carne (se parece más a la de una vaca que a la de un león o un lobo).
¿Piensas también acabar con el Amazonas porque allí la naturaleza está «abandonada» y «degradada», por lo tanto es más susceptible de sufrir incendios?
Los animales sufren en los mataderos rurales lo que no está escrito. En Ávila salieron imágenes de cómo les cortaban las patas al vivo. Imagínate que te lo hicieran a ti.
La soja no tendría por qué venir de Brasil si sólo se utilizara para consumo humano. Si alguna soja viene de Brasil es por el despilfarro brutal de soja que supone la ganadería.
Saludos.
“No voy a contestar a toda la parrafada porque es larguísima, pero está repleta de falsedades y contradicciones.”
Estaría agradecido de que me señalases las falsedades y, especialmente, las contradicciones.
“Yo soy vegano y… ¿soy urbanita? ¿Qué es ser urbanita? ¿Que vivo en la ciudad? Pues puede que como tú, como la mayoría de los que comen carne (viven en ciudades, y en barrios pijos muchos de ellos).”
Si he utilizado el término “neovegano” ha sido precisamente para no incluir a todos los veganos en el mismo saco. Me refiero a esa gente que no ha pisado la naturaleza en su vida y no la ama en absoluto pero que de repente se ha vuelto vegana y animalista porque, basicamente, está de moda. Obviamente, no digo que todos los veganos sean así, pero creo que ya sabes de lo que hablo.
“Por cierto, no idealices a la gente del campo, que utilizan la tele e internet igual que los urbanitas.”
No la idealizo, vivo en el campo y sé lo que hay.
“¿Piensas también acabar con el Amazonas porque allí la naturaleza está “abandonada” y “degradada”, por lo tanto es más susceptible de sufrir incendios?”
El Amazonas es un ecosistema primario. Por supuesto que hay que conservar los pocos ecosistemas primarios que quedan, a toda costa. En ellos lo bueno es no intervenir, porque la naturaleza, tras millones de años de evolución, ha llegado a unos equilibrios óptimos e increiblemente bellos.
Pero en España apenas quedan ecosistemas primarios. Han sido arrasados. Es un error muy común creer que lo ideal para cualquier espacio natural es dejarlo a su libre albedrío. Eso es bueno para los ecosistemas primarios, sanos. Pero los que no lo son, como casi todo nuestro rural, no se benefician en absoluto del abandono humano. Y no lo hacen porque son ecosistemas en los cuales el humano estaba incluído. Formaba parte de la ecuación. El ganado hacía el papel de los grandes hervíboros, y el humano el de los grandes depredadores. Y era un ecosistema equilibrado, y biodiverso.
Qué proponéis vosotros (los que estáis en contra de la ganadería extensiva) que se haga en estos lugares? Si se abandonan, es un caos, porque ya no hay herbívoros, ni depredadores. De hecho, se está comprobando ahora con el abandono del rural: incendios, superpoblación de jabalís, paisajes completamente degradados, pérdida de biodiversidad…)
Sin embargo, dedicarlos a la ganadería extensiva soluciona todos estos problemas, es devolver el ecosistema a su equilibrio (Ya sé que no es un equilibrio tan antiguo y tan bello como el del Amazonas, pero también es un equilibrio).
“La soja no tendría por qué venir de Brasil si sólo se utilizara para consumo humano. Si alguna soja viene de Brasil es por el despilfarro brutal de soja que supone la ganadería.”
Soy el primero que está radicalmente en contra de la ganadería intensiva. Pero no sé qué tiene que ver arrasar un ecosistema primario para cultivar industrialmente alimento para animales encerrados a mucha distancia de allí con gestionar de manera natural y sostenible terrenos que no sirven para el cultivo y que ya hace mucho que no son ecosistemas primarios, sacando un rendimiento de donde no lo había y fomentando la biodiversidad, entre otros beneficios.
Saludos.
Las falsedades y contradicciones te las has señalado tú mismo al replicarme a varias de mis frases que has entrecomillado. Si lees tus respuestas te darás cuenta de tus contradicciones.
Respecto a lo demás… pues qué quieres que te diga: la meseta ibérica, que te puede parecer tan bonita y bucólica, es el resultado de arrasar con bosques y bosques para dedicarlos a la ganadería durante siglos. Vamos, que lo que es bonito o no lo es, es un tanto subjetivo. A mí la naturaleza, objetivamente, me parece tremendamente dolorosa e injusta: ya sea en el Amazonas cuando una serpiente ataca a un herbívoro, o en la meseta ibérica. Otra cosa es que, entre el campo, la naturaleza, un atardecer de otoño con el viento que mueve los campos de trigo, etc… y un hotel de cinco estrellas de cuarenta plantas puesto ahí, prefiera siempre la naturaleza, porque para mí, como espectador pasivo, es mucho más bella y tranquila (y anticapitalista).
Claro que sé que hay gente vegana pija y capitalista; pero hay también mucha gente vegana con inquietudes sociales, ecologistas, decrecentistas, etc… que es la que a mí me interesa más. En cambio, los ganaderos que conozco y he conocido son tremendamente conservadores, crueles con los animales (sólo los cuidan bien si dan beneficios; son objetos de producción y para ganar dinero) y políticamente escorados a la derecha, cuando no a la extremísima derecha. Eso es lo que yo veo.
Nada de «parrafada», todo lo contrario, gracias por tus interesantes observaciones.
Si en algún momento he dado la impresión de pensar que todo consumo de carne es un atentado contra el planeta, me he expresado mal o no he sido suficientemente claro. Durante milenios ha habido un carnivorismo -y un canibalismo- sostenible y, por supuesto, podría seguir habiéndolo; los único motivos para el carnivorismo cero son de tipo ético.
Un consumo de carne moderado (muy moderado) no es nocivo para la salud; pero no hay ninguna base para decir que es mejor, dietéticamente, comer un poco de carne que nada: en la carne no hay ningún nutriente que no pueda obtenerse, de forma más saludable, de alimentos vegetales. La única ventaja de la carne es que aporta de una vez todos los aminoácidos necesarios y en la proporción adecuada; pero esta «comodidad» se paga ingiriendo prolactina, grasa saturada, metales pesados y otras toxinas en mucha mayor medida que al comer alimentos vegetales.
Si viviera en el campo, yo mismo tendría un par de gallinas, que serían todo lo felices que puede ser una gallina y a cambio me darían su alegre compañía y algún huevo de vez en cuando; esto a algunos veganos les parecería una forma de explotación, porque siempre ha habido un sector del vegetarianismo/veganismo un tanto místico, y más ahora que está de moda (está de moda, pero no es una moda).
Muy bien por la forma. Ha sido un gusto leerlo. Por el contenido le digo que he vivido en zonas rurales la mayor parte de mi vida, y no me puedo sacar de la cabeza el momento de la muerte de vacas, cabras u ovejas. (A las vacas, en mis tiempos las abatían con un mazazo sobre la frente); y hasta el “tirarle el cuello a las gallinas o conejos”, faena en la cual mi madre era una artista. Qué quiere que le diga, serán irracionales pero los ojos son casi iguales a los nuestros, tienen sangre tibia, un corazón y más de una vez son afectuosos. Una vez vi en una película que unos aborígenes mataban a un ciervo para alimentarse, y como gesto de pedido de perdón apoyaban un pluma sobre el cuerpo todavía con convulsiones, nosotros ni eso, que pase el que sigue. Gracias por la lectura. PD: Trato de comer carne lo menos posible. No es un drama y me siento bien.
Solo una pequeña objeción formal, caro ER: no digas «en mis tiempos» refiriéndote al pasado. Tus tiempos -nuestros tiempos- son estos. Para bien o para mal. Para bien y para mal.
Yo me hice vegetariano cuando, en mi más tierna infancia, en una idílica granja de los Apeninos vi a un ganso recién decapitado corriendo si cabeza.
El proceso mío ha sido diferente, las situaciones de violencia hacia los animales me resultan más intolerables ahora que en mi infancia. De niño lo aceptaba como algo necesario. Me he ido sensibilizando con la edad en lugar de endureciendo como dice el tópico.
Un apunte sobre la inevitabilidad del hacer que parece regir la economía. En el caso de los alimentos se argumenta con la mayor eficacia en la rentabilidad (más kg por superficie). Esto se logra por ejemplo sustrayendo al ganado de la superficie. Pero tal eficacia es contraria a la salud (humana, animal, vegetal y del suelo). La expresión “crecimiento sustentable” es falaz en esta materia, entre otras razones porque se sustenta con minería y química, insalubres ambas e intrínsecamente insostenible la primera. Y la deforestación con estos fines es minería directa del suelo (además de un negocio inmobiliario, como ocurre en el Chaco argentino-paraguayo).
La idea de “inevitabilidad del hacer” (aunque haga mal) que sostengo discrepa en parte con la del mero hacer por dinero. Esa parte es cuando se vincula con necesidades primarias. Para no ser fatalista, pienso que en algún momento se invertirá el paradigma: crecimiento por decrecimiento, lo cual supone acceso a la tierra, tener gallinas y arroparse casi lo mismo dentro que fuera, como hacemos en el campo.
Sí, el decrecimiento es un punto clave. Lo que no es sostenible, en última instancia, es el despilfarro. No hay mayor aberración que el hecho de que pasen hambre millones de personas que podrían alimentarse con lo que se desperdicia.
«Creced y multiplicaos» dice El Libro, pero ¿hasta cuándo? Nuestro planeta no es elástico. Gracias por su aporte.
Gracias a usted Roberto. Un punto a examinar es que decrecimiento también significa menos producción. Lo cual es un obstáculo para los países con mayoritaria pobreza urbana. Sin conocer demasiado encuentro más digna la pobreza en Laos que en Argentina.
Es un equilibrio difícil, condicionado por el hecho de vivir en un mundo mayoritariamente capitalista. En Cuba y en otros lugares de Latinoamérica -sobre todo en algunas comunidades indígenas- comprendí la diferencia entre carestía y miseria.
Ha tocado usted un tema inesperado que me engloba, con un adjetivo sobre el cual también he reflexionado, y talvez por algún tabú o por vergüenza jamás me atreví a exteriorizar, pero sí patalear contra ella: la pobreza, pero en este caso la dignidad de la la pobreza. También he notado ese tipo de dignidad en pueblos lejanos que se parece tanto a la dignidad de mi rama familiar aborígen, no encontrando otra repuesta del porque no nos parecernos en ese aspecto económico si la pobreza es la misma, que no sea por la contaminacción con los europeos, raza inquieta y depredadora. No por nada nuestra cultura comienza con una guerra injusta, cruel, insensata, sigue con un viaje interminable que todavía no ha terminado, y en el medio las conquistas de tierras, las masacres, el razismo, la intolerancia, los adelantos científicos, el capitalismo salvaje y su nueva versión, el financierismo invisible, conquistas culturales, socio económicas y humanas que ningún otra sociedad civil de aquellos tiempos pudo alcanzar, pero con un sentido de la dignidad reducido a lo indiviudad, al blasón, a la familia, a la hombría, no a la pobreza y sus secuelas, la ignorancia, las enfermedades. Y es dificil reconocer que la realidad occidental no es tan prometedora como imaginamos. Sería lo mismo que que decirle a un pez, si se pudiera, que hay otra realidad aparte del agua, o al velo masculino de un varon que hay otra forma de género. Y tiene usted razón al remarcar la mayoritaria pobreza urbana y lo que genera, especialmente en Buenos Aires. Tierra adentro la hay, pero se la vive de otra manera. La menos producción inevitable para una vida en sintonía con el planeta, creo que ya lo trató Marx de rebote, porque a mi entender su análisis del plus valor no es otra cosa que demostrar que una persona y su familia no necesitan trabajar, ahora ocho, pero antiguamente 12 o 16 horas y que el resto es solo avidez unilateral.
El concepto de pobreza es muy relativo, como decía André Gorz en los años 70, 80, 90… Hay un concepto según el cual somos pobres si no tenemos coche, y esta idea la defienden incluso desde la izquierda comunista productivista. Yo creo, sin embargo, que se trata de ver cuánto podemos producir viviendo en todas partes más o menos igual, sin explotar recursos ajenos y sin con una huella ecológica igual a 1 (un planeta). Desde luego, no se puede crecer tampoco demográficamente hasta el infinito; sería una aberración. El planeta da para lo que da, y en la izquierda tenemos que quitarnos esa idea fetiche marxista de que la naturaleza y los animales están para explotarlos a nuestro gusto (una idea muy bíblica, por cierto).