Cine y TV

Jerry Seinfeld está muerto (y 2)

Jerry SeinfeldComedians in cars getting coffee. Imagen: Netflix.

(Viene de la primera parte)

Jerry Seinfeld está huérfano

Larry David abandonó Seinfeld tras temporada siete, dejando el retoño televisivo que había parido junto a Jerry Seinfeld en manos del segundo. La deserción de David provocó que desde entonces en Seinfeld se optase por prescindir de las escenas donde el protagonista recitaba sus monólogos de stand up, aquellas icónicas secuencias que habitualmente se intercalaban con la historia. Dicho recorte atendía a razones prácticas, porque ante la ausencia de David a Seinfeld le tocaba currar más en las tramas principales, y para hacerlo sin apuros, decidió eliminar esos pequeños monólogos y centrarse en escribir los chistes de cada episodio. De todos modos, Seinfeld solo aguantaría dos temporadas más al frente del tinglado antes de mandarlo todo a paseo: en 1997 decidió que la novena temporada sería la última pese a la buena audiencia, y tras rechazar una histórica oferta de la NBC donde la cadena ofreció más de cien millones de dólares a cambio de que Seinfeld estirarse las correrías de sus queridos sociópatas con una décima remesa de episodios. A la hora de despedir definitivamente el show, Larry David volvió a sentarse en la mesa de guionistas para escribir el final de la serie. Y aquello sí que fue un drama.

Jerry Seinfeld está acabado

«The finale» fue el título del último capítulo de Seinfeld, una entrega de más de una hora de duración precedida de una expectación desmesurada. La emisión logró que más de setenta y seis millones de norteamericanos pegasen el morro a la pantalla el catorce de mayo de 1998, paralizando una Nueva York en donde hubo gente que se reunió en Times square para ver Seinfeld a través de las pantallas gigantes. Pero algo que también logró aquel episodio final fue conseguir que todos los telespectadores acabasen muy cabreados una hora después. Porque lo que ocurrió no fue el gran fin de fiesta que todo el público esperaban, sino un tremendo bajonazo con un guion desconcertante: en la trama de The finale, la NBC da luz verde a una serie ideada por Jerry y George (un show titulado «Jerry») y les concede un jet privado para sus cosillas. Para celebrar su éxito, ambos se embarcan en el avión con rumbo a París acompañados de Elaine y Kramer, pero por culpa delas gansadas de éste último se ven obligados a efectuar un aterrizaje de emergencia en Massachusetts. Mientras callejean por la ciudad, los cuatro amigos contemplan como un hombre bastante orondo es asaltado a punta de pistola por un atracador. En lugar de pedir ayuda o llamar a la policía, Seinfeld y sus amigos optan por hacer chistes de gordos mientras Kramer filma el atraco. Poco después, un policía detiene a los cuatro colegas, acusados de no haber auxiliado al asaltado como dicta la ficticia y poco creíble «ley del buen samaritano». Jerry, George, Ealine y Kramer son sometidos a un juicio por el que desfilan una conga de secundarios de capítulos pretéritos, gente la que el cuarteto trató de manera déspota y cuestionable. Finalmente, los protagonistas de Seinfeld son considerados culpables y enjaulados. El episodio finalizaba con una charla entre rejas donde Jerry se quejaba sobre la ubicación de los botones de la camisa, «¿No hemos tenido esta conversación antes?» inquiría George. Y tenía razón, porque era el mismo debate con el que había arrancado la serie en su primer capítulo, nueve años atrás. Aquella iba ser la escena de despedida de Seinfeld, pero sus creadores discurrieron que era demasiado trágica y añadieron en el último minuto un número de stand up del comediante en la cárcel, haciendo chistes de apuñalamientos y sodomía ante los delincuentes presidiarios.

«The finale» fue una jugada fallida, porque plantarle en la cara al público que los personajes de su serie favorita eran una tropa despreciable, cuando llevaban años aplaudiendo su amoralidad, no funcionó bien. Pero ante todo, «The finale» no era gracioso, y aquello enervó a fans y críticos por igual. En los años posteriores, Larry David declaró que no tenía ningún problema con aquel desenlace, etiquetándolo como «un movimiento inteligente». Bastante tiempo después, Seinfeld acabó reconociendo que, aunque se divirtió recuperando a secundarios populares, ese finale fue un descalabro: «A veces pienso que ni siquiera deberíamos de haberlo hecho».

Durante la séptima temporada de Curb your enthusiasm (aquí rebautizada como Larry David por vete tú a saber qué razón), la popular serie escrita y protagonizada por el propio David en la que se interpretaba a sí mismo, se produjo una reunión ficticia de los personajes de Seinfeld en la que se desvelaba lo que deparó el destino a cada uno de ellos. En dichos capítulos, los alter egos televisivos de Seinfeld y David discutían sobre aquel odiadísimo capítulo de despedida: «Ya fastidiamos un final en una ocasión» argumentaba Seinfeld. «No lo fastidiamos ¡era un buen final!» contraatacaba David.

Thefinale«The finale». Imagen: NBC.

Jerry Seinfeld está muerto

El problema es que, más allá del último episodio y más allá del tropo de «Seinfeld no tiene gracia», algunos creemos que el show en realidad nunca ha sido divertido. Sino tan solo un entretenimiento más de los noventa, uno que no resultaba ni particularmente ingenioso, ni provisto de personajes interesantes. Un programa de neoyorquinos agonías que, para rematar, llegaba salteado con trocitos de monólogos cómicos que no tenía ni puta gracia, un detalle que reconocían incluso los fans del show. Es cierto que Seinfeld innovó plantando ideas que otros fusilaron sin piedad, pero también que muchos otros que vinieron después explotaron esas ideas con más gracejo. Tras el aterrizaje del comediante en la televisión nacieron muchas otras series inspiradas por sus tropelías: El soltero, Colgados en Filadelfia, Eres lo peor, Difficult people, Spaced, La liga fantástica, Broad city o la überfamosísima Friends que el propio Jerry definió como una copia de su show pero con «gente más guapa». La telecomedia Larry David (Curb your enthusiasm) debería considerarse una criatura aparte porque, al funcionar como una versión semi-ficticia de la vida de Larry David, ella misma parece un DLC de la serie original exclusivamente centrado en las desventuras de George Constanza.

En un subforo de Reddit titulado «Opiniones impopulares», un usuario escribe sobre su desencanto con Seinfeld: «No me he reído ni una sola vez. Los chistes eran tristes y en ocasiones a costa de la miseria de otros. Comedia de observación ramplona. Jerry parece un esnob que tiene excusas para que su esnobismo resulte legítimo. Finge ser natural pero realmente se comporta como un sociópata altamente funcional». O lo que vendría a ser el resumen perfecto de lo que opinan aquellos a quienes Seinfeld es incapaz de hacerles tilín. A todo ello habría que sumarle que Jerry Seinfeld como actor es un ser desesperante porque lo que se dice actuar, el cabrón actúa poco, y siempre parece estar fuera de lugar: sonríe continuamente mientras se desenvuelve el guion, aunque la escena requiera otro tipo de emoción, y mira a la cámara de reojo sin parar, como si fuese una guest star muy feliz de estar ahí. Es cierto que el programa enganchó a mucha gente, especialmente en Estados unidos. Pero también existió una generación que, siendo demasiado joven para interesarse por esos señores y sus trivialidades neoyorquinas, se aventuró primero en las sitcoms más banales y absurdas (Salvados por la campana, Padres forzosos, Cosas de casa, Primos lejanos o El príncipe de Bel-Air), para saltar después a las gamberras (Búscate la vida, Matrimonio con hijos, Infelices para siempre) y finalmente acabar devorando Fraiser o Friends porque, a esas alturas, Seinfeld ya en lugar de sofisticada parecía añeja y aburrida. Para quienes vivieron la televisión así, intentarlo con Seinfeld no suele dar buen fruto. Para quienes cataron Seinfeld en pequeñas dosis, revisitarla es una experiencia extraña: se nota que nació vieja (rodada con tres cámaras y acompañada de aplausos/risas enlatadas cuando muchos otros ya evitaban eso), su humor no parece para tanto, y su puesta en escena hace que uno se pregunte por qué en los noventa todos los neoyorquinos tenían las paredes de sus pisos y sus locales tan increíblemente sucias y cubiertas de mierda. El Nueva York noventero catódico, una ciudad de cartón piedra que nunca duerme donde las viviendas tienen pinta de callejones donde sería peligroso dormir desarmado.

Jerry Seinfeld está vivo

Seinfeld se canceló porque Seinfeld estaba cansado de currar en la serie. En 1998, el show gozaba de una audiencia tremenda, y en la NBC se calzaron las rodilleras y le ofrecieron a su creador cinco millones de dólares por capítulo a cambio de una décima temporada. Una burrada. El comediante lo rechazó explicando que prefería dedicar el resto del tiempo a su, inexistente según él, vida personal.

Jerry Seinfeld sabía que desde entonces podría dedicarse a vivir de sus rentas, algo que en su caso significaba nadar a crol de espalda entre billetes y monedas al estilo Tío Gilito. Porque a la altura de 2017, su programa había generado más de cuatro mil millones de dólares solamente con los beneficios de las reposiciones. Tras la serie, su creador decidió tomarse el oficio con calma. Un par de meses después de bajar la persiana en Seinfeld, el comediante grabó en Broadway un nuevo monólogo titulado muy adecuadamente I’m telling you for the last time. Se trataba de un especial de comedia curioso: había sido ideado para darle un repaso final, antes de descartarlos definitivamente con la promesa de no volver a usarlos jamás, a los chistes que el hombre había disparado hasta entonces tanto en la serie como en su carrera. I’m telling you for the last time se iniciaba con un funeral, donde un montón de comediantes famosos se despedían entre lágrimas de las mejores ocurrencias de Seinfeld, representadas por chistes anotados en libretas y papeles varios que eran enterrados en un ataúd con todos los oficios. Una escena rellena de cameos y chistes («No lo entiendo, primero deja su serie, luego abandona su material ¿seguro que este tío es judío?») que suponía un ejercicio de ego descomunal, pero también una radiografía sobre cómo funciona la cabeza de Jerry: en la pantalla los comediantes lamentaban que el material se perdiese para siempre y trataban de robar los apuntes del féretro. Tras dicha introducción, el monólogo en Broadway recitando sus greatest hits resultaba especialmente gracioso. Era muy dinámico, Seinfeld ejecutaba mucha comedia física con arte y en general estaba bastante divertido y suelto sobre el escenario. Es decir, era todo lo que no fueron sus actuaciones stand up en la serie durante diez años.

Jerry SeinfeldJerry Seinfeld y Orny Adams en el documental Comedian. Imagen: Miramax films.

Tras jurar que no volvería a utilizar aquel material, su próximo movimiento fue un capricho curioso: volver a los clubs de comedia para recitar nuevos monólogos escritos desde cero. La jugada quedó registrada en la película Comedian, un documental de 2002 donde se perseguían los bolos cómicos en tugurios encantadores realizados por Seinfeld y por un novato en el mundo de la comedia, Orny Adams, que ansiaba convertirse en superestrella del chiste pero, fíjate, era un poco gilipollitas. Por eso mismo, Comedian solo resultaba interesante cuando se centraba en el Seinfeld entre bambalinas, charlando fuera del escenario y junto a otros cómicos como Chris Rock, Garry Shandling o George Wallace. Porque retrataba bien los intereses del artista: seguir estudiando cómo funciona su oficio, cómo es posible fabricar material para defenderlo ante un micrófono y por qué existe gente encargada de hacer reír a una tropa de desconocidos con las ocurrencias que han burbujeado durante meses en su cabeza. Seinfeld no era una serie tan divertida y su protagonista no era tan interesante, pero Jerry Seinfeld es un tío del que fascina su devoto interés por encontrarle el truco a la risa del público. En Comedian se cuela en pequeñas salas, se pone nervioso, vuelve a encararse con el público, prueba nuevo material, falla y también acierta. No tiene nada que perder, porque el hombre caga billetes, pero tampoco tendría por qué hacerlo y ahí estaba. Presentándose con chistes sin estrenar en el subterráneo y minúsculo, pero legendario, Comedy cellar de Nueva York.

En 2007, Seinfeld escribe y produce una película de animación protagonizada por abejas, Bee movie. Él mismo interpreta al personaje principal, Barry, una encarnación en formato abejorro de sí mismo. La cinta está repleta de bromas en la línea del humorista y su trama es un disparate, incluso para el terreno de los dibujos animados: Barry demanda a la raza humana por llevar siglos robando la miel a las abejas. Sobre la extraña filia del comediante con las abejas hablaremos un poco más adelante.

Jerry Seinfedl Bee movieBee movie. Imagen: Paramount pictures.

Jerry Seinfeld está motorizado

Comedians in cars getting coffee, es probablemente el título más perezoso después de Serpientes en el avión y Fue a por trabajo y le comieron lo de abajo. Pero, al igual que las otras dos, es un título que da justo lo que promete. Comedians in cars getting coffee nace básicamente porque Seinfeld se aburre. Y se presenta como una serie web centrada en sus tres grandes pasiones: los comediantes, los coches y el café. Son capítulos breves, de un puñado de minutos, en donde Jerry saca de paseo, en diferentes carros molones y para tomar un café, a sus colegas del medio favoritos mientras charlan sobre la comedia. Episodios reveladores porque muestran mejor al verdadero Seinfeld con sus obsesiones, su percepción del trabajo y su cosa rara con las abejas.

SuperandBatmangettingcoffe
Comedians is car getting coffee
llegó a ser popular como para que una promo del cómic Batman/Superman: World’s Finest #1 incluyera un cameo con el sociópata neoyorquino pilotando el batmovil de la mejor serie del mundo. Imagen: DC comics.

En Comedians in cars getting coffee, mientras conduce junto a sus invitados, Seinfeld y compañía divagan sobre los engranajes del humor: de cháchara con Bill Maher concluyen que para muchos el humor es hablar de mamadas y pollas, y Seinfeld reconoce que se siente ante eso como un viejo cascarrabias, no lo ve mal, pero le parece una vaguedad. Junto a Collin Quinn afirma que es la rabia lo que le ayuda a ser gracioso. Ante Steve Martin sentencia que la comedia no cambia nunca, y aquel le rebate asegurando que en realidad cada comedia está siempre vinculada a una época. «Ya tenemos sesenta años, de aquí en adelante nuestro público solo puede ser más reducido» le dice a Jay Leno. Hablando con Tracy Morgan explica que los jóvenes no quieren escuchar anécdotas sobre cómo un monologuista ha ido al médico, porque probablemente eso no sea gracioso, y ambos llegan a la conclusión de hacer reír no tiene nada que ver con ser honesto en lo que estás contando. Cuando se sienta con Brian Regan surge la pregunta « ¿Cómo es que nunca nos cansamos de ver a dos idiotas hablando? Nos pasamos el día hablando y luego decidimos ver a más gente haciéndolo». Dana Carvey le expone un chiste a medio cocer en el que está trabajando y Seinfeld le ayuda a pulirlo y rematarlo sobre la marcha, sin ninguna dificultad. Cuando se sienta con ese Larry David del que tanto hemos hablando antes, ambos están de acuerdo en que ellos mismos son dos idiotas hablando sobre nada, «aquí tienes por fin tu serie sobre nada» remata David.

No todos los episodios del show son interesantes o graciosos, el germano-austriaco Christoph Waltz aparece por ahí sufriendo, sin hablar demasiado y con cara de suplicar un disparo por clemencia mientras Seinfeld le anima a probar las muy grasientas delicatesen  culinarias norteamericanas. Su encuentro con Michael Richards, el Kramer de Seinfeld, resulta simpático porque demuestra que Richards, quien relata cómo en cierta ocasión jugó al ajedrez contra un gurú homeless superdotado, en persona es muy similar al Kramer en pantalla. Es además un encuentro que posee cierto morbo añadido porque durante el mismo Richards aborda su famoso meltdown, la desagradable y dramática actuación de stand up en la que profirió insultos racistas a unos miembros del público, aquella por la que cayó en desgracia desde entonces.

En otro capítulo, Ellen DeGeneres le espeta al humorista conductor «Tú podrías ser presentador de talk shows», algo ante lo que él replica «No, no puedo hacerlo». «Sí puedes» insiste ella, «No, no puedo hablar con gente que no me interesa» sentencia definitivamente el comediante. Es algo que ya había dejado claro también ante Lewis Black: «Solo me gustan los humoristas». La entrega en la que aparece Garry Shandling es especialmente dolorosa. Se trata de un episodio donde hablan sobre el fallecimiento del mítico comediante David Brenner, una muerte de la que a Jerry solo parece resultarle triste y preocupante que exista material cómico del finado que se haya perdido o nunca vea la luz. «Lo importante es la persona» le recuerda Shandling tratando de invocar algo de humanidad en su compañero. En el mismo capítulo, emitido en enero del 2016, Shandling revela sus problemas de salud al confesar que ha sido diagnosticado con hiperparatiroidismo y que «los síntomas se asemejan a los síntomas exactos que tendría un judío viejo: te hinchas, engordas, sientes que quieres divorciarte aunque no estés casado». El hombre incluso bromea sobre su propia muerte «Lo que quiero en mi funeral es un árbitro de boxeo real haciendo la cuenta del K.O. Y que cuando llegue a cinco, lo deje y exclame ‘¡No se levanta!’». Ambos ríen las ocurrencias y Jerry pone la guinda titulando el episodio como «Garry Shadling todavía está vivo». Dos meses más tarde de la emisión, Shandling falleció de manera repentina.

El resumen de Comedians in cars getting coffee es un curioso retrato de Jerry Seinfeld, de la persona. Alguien obsesionado con la naturaleza de la risa, capaz de arreglarle un chiste en el acto a Carvey y de observar y alabar el timing cómico natural que posee su amiga Julia Louis-Dreyfus mientras ambos hacen algo tan trivial como desayunar. También es un artista que solo se siente a gusto en Nueva York, porque no para de quejarse cuando visita Los Ángeles o Nueva Jersey, y al que solo le interesa relacionarse con comediantes porque el resto de la humanidad le aburre. Seinfeld es lúcido y tiene reflexiones afinadas («La comedia es un arte puramente intelectual, nadie llora con un chiste»), pero suena anticuado, hace bromas sobre el aspecto de los transeúntes, remarca que él es el que lleva el dinero a casa y cuando intenta soltar un chiste rancio, asociando lo transgénero con una moda, ante Stephen Colbert solo obtiene una cara de póker por parte de aquel. El estreno inicial de Comedians in cars getting coffee en internet también le reportó bastantes críticas, porque en su primera temporada al bueno de Jerry solo se le ocurrió invitar a varones blancos al programa. Cuando Netflix adquirió el show, reordenó las entregas para que la cosa cantase menos. Al mismo tiempo, Seinfeld también es totalmente sincero ante la cámara, porque todo lo anterior no lo esconde. En cierto sentido y gracias a la amoralidad que deja entrever, como cuando lamenta la muerte de un compañero solo porque con ella se pierden chistes, podría ser pincelado como ese «sociópata altamente funcional» que mencionaban en Reddit quienes detestaban la serie.

Y lo de las abejas. Por alguna razón le flipan, y eso le llevó a escribir Bee movie. Una película que pese a que funcionó relativamente bien en taquilla le resultó un bajonazo: observar la reacción del público en una sala de cine no le pareció tan satisfactorio como tener a la audiencia delante. Seinfeld saca el tema de los panales a menudo («¿Sabes que hice una película sobre abejas?») y mientras charla con Neal Brennan explica que le fascinan porque son criaturas que tienen una jerarquía establecida y nunca se la cuestionan. En el mismo capítulo, Brennan se sincera con él al confesar que nunca ha visto más de siete episodios de Seinfeld. «No me gustan las telecomedias» le dice. «¡A mí tampoco!» contesta Jerry.

ObamaincargettingcoffeeOmaba tiene más o menos de comediante según a la persona que preguntes. Pero también se subió a Comedians in cars getting coffee. Imagen: Netflix.

¿Jerry Seinfeld está muerto?

Jerry before Seinfeld es otro especial de comedia, rodado en 2017, en donde el comediante vuelve al pequeño club, el Comic strip live, en el que empezó su carrera. Allí efectúa un número donde promete repasar sus primeros chistes y también hablar de sus inicios durante los setenta. El problema es que no es ni tan gracioso como aquel I’m telling you for the last time, ni revela demasiadas cosas interesantes sobre cómo se fraguó su arte. Es cierto que algunos chistes siguen funcionando, como la idea de montar una montaña rusa en el sur del Bronx que sería «la primera montaña rusa del mundo en la que los pasajeros gritan cuando el vagón circula cerca del suelo». Pero, en general, la cosa aquí ya se antoja desfasada. Sobre todo cuando en el panorama actual parece haber gente que ya ha adelantado del todo al comediante: ahí tenemos a Bo Burnham convirtiendo la creatividad en parte del espectáculo mientras hace malabares con la comedia idiota y la tragedia cotidiana, a Judah Friedlander dominando de manera sublime la interacción con el público, a Hannah Gadsby o Tig Notaro disparando algo diferente en forma de shows incómodo que congelan la risa, a los números improvisados de Middleditch y Schwartz, al surrealista Reggie Watts y su música experimental, o a Garfunkel & Oates empaquetando de melodías cuquis las tremendas burradas que cantan.

Por lo que es muy posible que sí, que Jerry Seinfeld a día de hoy esté algo muerto.

El caballero tiene otro especial de comedia, Jerry Seinfeld: 23 hours to kill, pero el que esto escribe necesita sincerarse con el lector: tras contemplar varias temporadas de una serie noventera, presenciar dos especiales y un documental sobre el protagonista de lo anterior, fagocitar las divagaciones de decenas de graciosillos bebiendo café, sobrellevar mil millones de espasmos absurdos de Kramer, chillarle un gritón de veces al George de la pantalla y sentarse hasta frente a la Bee movie de los cojones, el hecho de evitar el último especial de Seinfeld para descubrir si la cosa había mejorado sonaba hasta gracioso. Porque de este modo, el cansino comediante quedaría congelado hasta nueva orden en un estado intermedio, ni muerto ni vivo, como un Seinfeld de Schrödinger. O lo que se merece aquella persona que no tiene tanta gracia, pero cuyo trabajo y forma de entender la comedia resulta extraña e inexplicablemente fascinante.

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29 Comments

  1. Juancho Talarga

    Yada yada yada…

  2. Jorge dM

    Una cosa te voy a decir: nunca había leído algo que me hiciera sentir tanta lástima por su escritor, pobre cabrón…

    • Curundú

      ¿Por tener que tragarse las Obras Completas o por no encontrarles la gracia?

  3. José Luis Orozco Rivera

    Escribiste demasiado y no dijiste nada, solo diré: No.

  4. Sebastián

    Tanto texto para decir que no entendías la serie y por eso no te parece buena. Andá a mirar Friends que no hay que pensar.

  5. Rafa B.

    No has entendido nada

  6. Mayrit

    Qué triste, al redactor no le gusta nada la serie pero no tiene cojones a decirlo pq los gurús dicen q es la polla. Dos artículos intentando justificar pq no coincide con sus gurús, q si en su mmto la serie fue innovadora pero él estaba a otra cosa y cuando se puso a verla ya la habían superado, esa es la explicación. Los gurús tenían razón en su mmto y tb la postura del mongoloredactor es compatible y entendible. Texto triste y deprimente

  7. Alejandro

    Es un artículo sobre «nada»

  8. Seinfield: ¿Y que me dicen de los aeropuertos? ¡Están llenos de turistas!

    Los panas de los comentarios: Maldito genio

  9. Martinmm

    Patético articulo sin ningun sentido

  10. El autor de este artículo o no entendió nunca la serie, o aplicó su irrelevante e infundado subjetivismo para criticar a la mejor serie de todos los tiempos. Afirmación que no la digo yo, sino que es la opinión generalizada incluso en revistas como The Rolling Stones. Es una de las más ilarantes series que haya visto. Ha sido tan exitosa que casi 25 años después de su final se sigue transmitiendo en canales por cable y en Streaming. Muchas empresas se pelean por transmitirla pagando muchísimo dinero. Netflix acaba de pagar $500 millones por derechos de transmisión. Acaso Netflix pagaría esa suma de dinero por algo que nadie quiere ver?? Soy un fan de la serie y hay millones más como yo. Pero también he conocido gente muy joven, en sus 20s, que la serie les encanta. Así que mejor dedíquese a escribir poesía u otra cosa. Porque de crítica televisiva sos un total ignorante

    • Bendito señor, alguien con un poco más de ingenio que el escritor de está crítica, que por utilizar palabras rimbombantes, se cree un ilustre letrado de la comedia.

  11. Quesadilla

    Cuánto berrinche veo en los comentarios de este artículo, ¿acaso en su niñez los dejaban pegados al televisor viendo Seinfeld mientras sus madres buscaban en cuál congal trabajar? Pero tengo que unirme con una queja: el autor del artículo califica de «DLC» (Downloadable Content, en el ámbito de los videojuegos) a Curb your enthusiasm, y con eso demuestra su poco dominio del léxico; lo correcto sería «Expansión», que irónicamente es como se llamaron los primeros DLC.

  12. Seinfeld, la serie me parece genial, me reí mucho en su momento. La volví a ver hace poco y me sigue gustando. Y no vivo en NY.

  13. Walter

    Llegué a leer hasta la boludes de «no me parece graciosa la serie».
    Calculo q todo lo escrito luego debe ser relleno. Para que escribir tanto si no entendés la serie…

  14. Un párrafo hubiera bastado para decir que no entendiste el humor de la serie y que no te gustó, en cambio te extiendes y te extiendes para justificar tu preferencia por el humor más simple ¿te pagan por palabra?
    Aún así tengo que admitir que si la viste traducida pudieras tener alguna justificación. Alguna vez vi un capítulo de The Big Bang Theory traducido en España y casi me sangran los oídos.

  15. Fausto

    Me gustó el artículo. Porque es extenso y aún así logra dar la sensación de que en cualquier momento puede decir algo interesante. Eso nunca se concreta ni siquiera en el clímax final donde parece inminente la revelación genial. Entonces como se termina e intelectualmente no pasó nada digno, comienzas a repasarlo buscando cuáles eran las pistas que te hacían pensar en que tal vez había una buena idea aquí y Zas!! Magia!! No hay nada. Lo pongo en mi colección de «casi fue interesante… pero no»

  16. Escribió todo este dislate y no le gusta la serie? Jajaja Mira si le gustara… Nos tendría leyendo una semana. Una nota about nothing.

  17. Rich Medel

    Alguien escribió antes que si la serie la viste traducida, alguna de las críticas pueden ser válidas. Comparto eso. Pero eso también vale para casi todas las sitcom, porque el decir, la expresividad de los actores, y sus tonos de voz son fundamentales. Y si la escuchas en latino te parece mala, en elespañol castizo que le suelen poner a las series es diez veces peor. Aún así, la serie fue de lo mejor, si no lo mejor, que se hizo en el rubro. El tipo que escribió la nota se centró solamente en buscarle lo que según él, son defectos por los cuales no se explica de qué nos reímos el resto, de las pateticas actuaciones, de lo… Mal que luce Nueva York!!! El tipo no disfrutó de naaaada de lo que ofreció una serie que duró 9 años??? Increíble!! No sé, esta nota es ridícula.

  18. Pablo Lopez

    Porque dejan que un ignorante del tema escriba sobre Seinfeld?

    «Algunos pensamos que sea Senfield no es ingenioso»

    PESIMO artículo

  19. Que mierda acabo de leer mamita!!
    Este debe ser un fanboy de friends, two and half men, how i met your mother, todas estas series para mentes mediocres y normies.

  20. Gerardo

    Este artículo me lo recomendó Google, al menos ya sé que debo bloquear este enlace, demasiado texto solo para decir que no le gusto una comedia porque no la entendió y le cuesta aceptar que a otros les gusta… Y en los comentarios se nota más el odio que levantaste, parece solo texto buscando hate.

  21. Me hace gracia la crítica de la serie como comedia por el carácter de sus personajes.

    Según eso, El Padrino es un bodrio por contar las vidas de personas despreciables, y no digamos ya la serie Dexter.

    (Y no, no estoy diciendo que ambas, o incluso Seinfeld, sean obras maestras: si has entendido eso, deja de mirar el dedo que apunta al cielo, so… eso.)

    Dicho lo cual, supongo que éste era el único ángulo que autor tenía para disertar interminablemente sobre una serie clásica y consagrada. ¿Enrollarse sobre lo buena que es? Na, aburrido y muy típico. Mejor ponerla a caer de un burro. Po fale, po m’alegro.

    Para su siguiente intento, recomiendo al autor oír Seincast de principio a fin. JA.

  22. celsiuss

    Un articulo bastante provocador quien sabe para que…
    Seinfeld es una leyenda en usa y el mundo … tal vez en españa no tuvo exito… o el stand up no es popular… (de paso tambien opino que el doblaje español es espantoso)
    Al dia de hoy sigue siendo el nro 1 sin necesidad de decir malas palabras como hacen otros artistas de stand up…
    y supo retirarse en la cresta de la ola sin necesidad de seguir estirando el chicle…
    en fin. yada yada yada…
    saludos.

  23. pijus magnificus

    Excelente artículo,como siempre.Buena serie aunque también muy sobrevalorada y al parecer muy apreciada en el tercer mundo. Debe de ser que el hambre (o el consumo excesivo de carne reseca) agudiza la comprensión

  24. Serenity Now!!!!!

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