No es casual que en el lenguaje menudeen las sinécdoques1 abusivas, pues a menudo son la manifestación verbal de abusos reales y frecuentes. Sobre todo, pero no solo, abusos de clase, género o especie. Así, el tratamiento de «señor» se suele reservar a los miembros de las clases dominantes o a los superiores jerárquicos, cuando, etimológicamente, significa «de más edad» (senior en latín). Y es habitual usar «hombre» como sinónimo de ser humano o incluso de humanidad, a despecho de que más de la mitad de los miembros de nuestra especie sean mujeres. Y al oír la palabra «animal» —a no ser que se le añada algún adjetivo meliorativo como «racional» o «político»— no solemos darnos por aludidos los bípedos implumes, como si perteneciéramos a otro reino biológico (de ahí que algunos utilicemos la expresión «animales no humanos» para referirnos a nuestros parientes de otras especies del reino Animalia).
El clasismo, el machismo y el especismo son las principales canteras de sinécdoques abusivas, pero no las únicas. Los nacionalismos supremacistas también vienen propiciándolas desde siempre (recordemos que los antiguos romanos llamaban bárbaros a todos los extranjeros), y es tan revelador como indignante que los estadounidenses se consideren los americanos por antonomasia y llamen América a su país (y Unamerica al resto del mundo): el imperialismo no ha cambiado mucho en los últimos dos mil años, ni en sus métodos ni en sus expresiones. En la misma línea supremacista, denominar antisemitismo al antijudaísmo es una solapada manera de ningunear a los árabes, tan semitas como los judíos.
Pero en esta ocasión quisiera llamar la atención sobre una sinécdoque abusiva menos grave (incluso podría parecer anecdótica), pero no menos significativa ni menos tramposa: la que induce a ver en los literatos, y muy especialmente en los narradores, a los escritores por excelencia. Al oír la palabra «escritor», se suele pensar en un novelista, o a lo sumo en un dramaturgo (al fin y al cabo el teatro también cuenta historias), y puesto que un escritor es, en puridad, «una persona que usa palabras escritas en diferentes estilos y técnicas para comunicar ideas», según podemos leer en una conocida enciclopedia digital, la arraigada sinécdoque parece dar por sentado que los narradores2 son referentes intelectuales de amplio espectro, polímatas que generan y difunden conocimiento, lo cual poco tiene que ver con la realidad. Es tan habitual que un novelista de éxito se convierta en opinador, editorialista o tertuliano, como infrecuente que esté a la altura de tales cometidos.
La estupidez de los príncipes
Los escritores —y me refiero muy especialmente, aunque no solo a ellos, a los narradores— son por naturaleza egocéntricos y exhibicionistas, y a su vez el exhibicionismo (cuando no es mera patología sexual) es inseparable de la vanidad. Mediante una constante y rigurosa autocrítica, el escritor puede y debe evitar que el egocentrismo se convierta en egoísmo, el exhibicionismo en ostentación y la vanidad en arrogancia; pero el riesgo es permanente, y el éxito —lo que nuestra desquiciada sociedad entiende por éxito— eleva ese riesgo a la categoría de peligro mortal. Mortal, sí, porque el escritor que sucumbe al egoísmo ostentoso y arrogante está literariamente muerto, y acaso humanamente también.
Como todo el mundo, pero de forma más pública y notoria, los escritores tienden a mostrarse menos críticos cuanto mejor los trata el poder (y viceversa); por eso suelen ser más combativos cuando son jóvenes y poco conocidos que cuando alcanzan cierto prestigio, sobre todo si el prestigio va acompañado de una situación económica desahogada. Y el poder lo sabe: sabe que es mucho más fácil comprar a un escritor que reprimirlo (y además sale más barato).
A la luz de estas consideraciones, la deriva reaccionaria de tantos escritores que en su juventud fueron o creyeron ser —o nos hicieron creer que eran— progresistas ya no es tan sorprendente; hay una forma oportunista de fingirse de izquierdas y una forma narcisista de creerse de izquierdas, y ambas son presa fácil de los sobornos y los halagos del poder.
Los escritores que se pasan al enemigo no engañan a nadie, o a casi nadie; pero los que intentan nadar y guardar la ropa son ética y políticamente muy peligrosos. Decía José Martí que quienes no tienen el valor de luchar deberían tener al menos la decencia de callarse; pero callarse no es propio de los egocéntricos ni de los exhibicionistas, por lo que los escritores que no se atreven a enfrentarse a los poderes establecidos, no solo no suelen callarse, sino que con frecuencia intentan justificar su cobardía, lo que en ocasiones pasa por desautorizar a quienes, con su lucha, ponen en evidencia a los cobardes.
Los escritores son, por definición, persuasores. Y de lo que intentan persuadirnos algunos es, ante todo, de su propia valía. O sea que, más que persuasores, algunos escritores son seductores. Y para seducirnos utilizan los recursos de la publicidad, que son las herramientas de la poesía convertidas en armas: la metáfora, la metonimia, la hipérbole, el pleonasmo, el doble sentido, la paradoja… «Daos cuenta de cuán sutil y brillante soy», les dicen solapadamente a sus lectores, «ved con cuánta pericia y elegancia os llevo de la mano hacia la comprensión del mundo».
Porque la literatura, desde sus mismos orígenes, intenta explicar el mundo mediante relatos; relatos que, entre otras cosas (y sin perjuicio de sus posibles valores artísticos), pretenden ser atajos hacia la comprensión de la realidad. Por eso a los niños, que aún no están del todo preparados para recorrer los arduos caminos del conocimiento racional, les gustan tanto los cuentos. Y por eso muchos adultos (casi todos en alguna medida, en algún momento) siguen prefiriendo los relatos —los atajos— y eligen a sus guías espirituales entre los escritores, se convierten en sus «fans» (término que no en vano viene de «fanático»). Y hay escritores que deliberadamente potencian su discurso demiúrgico y su aire de gurús. Y cuando un lector se convierte en fan de un escritor-gurú, sobre todo si la conversión tiene lugar a edad temprana, puede resultarle tan difícil como a la víctima de un donjuán o de una secta darse cuenta de su error.
Charles Schulz, el creador de Snoopy y de Charlie Brown (y por ende uno de los grandes narradores de nuestro tiempo), decía con rara lucidez y modestia que un creador de historias es una persona «casi inteligente», en el sentido de que, aunque logre una primera aproximación al conocimiento, no llega a alcanzarlo. Pero no todos los escritores —ni todos los lectores— son tan lúcidos como Schulz, y esa primera aproximación —nada desdeñable si no pretende ser otra cosa— se confunde a menudo con una explicación cabal del mundo (lo que equivale, como nos advierte la sabiduría oriental, a confundir la Luna con el dedo que la señala).
Apreciemos a los escritores en lo que valen, que no es poco, pero no los convirtamos en guías ni en profetas; dialoguemos con ellos mentalmente, discutamos con ellos, reelaboremos sus textos, prolonguémoslos, hagámoslos nuestros. Los escritores no son los intocables príncipes de la lengua, aunque algunos se lo crean, sino sus servidores; y a quienes se lo creen, recordémosles lo que decía Stendhal, uno de los más grandes: «No hay nada tan estúpido como un príncipe».
Notas
(1) Recordemos que, como consta en el Diccionario de la RAE, la sinécdoque consiste en designar una cosa con el nombre de otra, de manera similar a la metonimia, aplicando a un todo el nombre de una de sus partes, o viceversa, a un género el de una especie, o al contrario, a una cosa el de la materia de que está formada, etc., como en «cien cabezas» por «cien reses», en «los mortales» por «los seres humanos», en «el acero» por «la espada», etc. ¿Cuántas sinécdoques (abusivas o no) puedes identificar en la ilustración adjunta?
(2) Utilizo el masculino porque cuanto digo se refiere fundamentalmente a narradores varones, que son los que, en nuestra sociedad patriarcal, suelen adoptar el rol de opinadores universales.
Parafraseando al título de artículo, titulo mi comentario «MARTILLOS ABUSIVOS». Para ello me baso en el refrán :» Cuando tienes mentalidad de martillo , solo ves clavos», es decir, cuando tienes mentalidad de ministra feminista. solo ves machismos y demás verborrea feminista, hasta en la figuras retóricas Este asunto no es nuevo, antaño , ciertas religiones veían al diablo por todos los lados para justificar la imposición totalitaria de su ideología. Hoy se ha sustituido al diablo por el machismo, al que se ve por todos los lados y así justificar , quieras o no, la imposición totalitaria de su ideología. Si es que son tan parecidos… tan parecidos a una religión, que el pecado original se ha sustituido por el pecado original de ser varón. Tan parecidos, tan parecidos que tienen sus cismas como el enfrentamiento entre feministas tradicionales y trans, sus blasfemias que deben ser perseguidas, no con la hoguera, sino con el debido linchamiento y cancelación en televisión y redes sociales. Y sus sabios, no olvidemos a sus sabios , que en aquella época hablaban de cosas tan racionales y lógicas como el «filioque» o el sexo de los ángeles, hoy hablan de «sinécdoques abusivas».
NOTA : «Filioque» fue una cuestión de lenguaje, como lo es actual artículo del Sr. Frabetti, demostrando así que hablar de cosas inanes (por no decir chorradas) es propio de religiones tradicionales y es propio de la neoreligión feminista actual, certificando una vez más el paralelismo entre ambas
¿Aqui tambien? ¿En serio? ¿No os vale con el Marca? ¿ Estais en nomina? Dios, q turra de gente.
No he podido evitar acordarme de Don Arturo.
Disculpad, MATATU y KLAMM, por no contestaros antes (parecería que solo contesto a los haters, pero es que me había despistado). Sí, es muy triste, aquí también. Si Don Arturo solo leyera el Marca, Vox no estaría gobernando. Pero como veis, y a falta de datos o argumentos. solo pueden dar palos de ciego. Gracias por vuestros comentarios.
Es que el machismo está por todos lados. Solo no lo ve el ciego o el que no lo quiere ver. Imagino que tú eres de los segundos.
Un feminicidio a la semana y más de mil agresiones sexuales diarias: no hace falta ser ministra feminista para ver machismo por todas partes; basta con no ser de Vox.
Como matemático eres sorprendentemente anumérico:
https://www.epdata.es/datos/crimen-espana-hoy-asesinatos-robos-secuestros-otros-delitos/4/espana/106
Otra fuente:
https://ine.es
Deberías pensar en la jubilación.
Las agresiones sexuales con penetración son una pequeña parte del total. Y me jubilaría gustoso si la situación no fuera tan extremadamente grave.
mentalidad de martillo la de quien de un texto de 1.200 palabras solo se queda con «género», «mujer» y «machismo».
Muy curioso, en efecto. Es un artículo sobre la prepotencia cultural de algunos escritores, en el que solo de pasada se toca el asunto del género, y sin embargo varios lectores se han centrado en ese punto con una hostilidad digna de mejor causa. Me temo que es un síntoma más de lo mal que un sector de la población masculina (y no solo los que leen Marca) está encajando la progresiva emancipación de las mujeres. Gracias por el señalamiento.
Exacto. Y ese fingido victimismo es otra figura retórica, mejor dicho, truco argumental, que igual merecería otro artículo tan brillante como este.
Gracias por la sugerencia, j., tomo nota. Es un recurso histórico de los agresores fingirse agredidos.
Coro es Mario Vargas Llosa, que se ha sentido aludido. :P
Está en la línea, sí; pero Vargas Llosa no habría escrito «neoreligión» ni diría que la cláusula Filioque es una cuestión de lenguaje: al menos no comete faltas de ortografía y sabe lo que dice (lo cual lo hace más culpable, por cierto).
Nota a mi comentario anterior, donde se dice feminismo o feminista quiero decir feminismo-izquierdismo.
Te ha faltado poner nombres: Vargas Llosa, Savater,Marias,Cercas, Pérez Reverte…
Por supuesto, tengo mi lista; pero no sería correcto dar nombres y apellidos sin justificar la selección, lo cual excede con mucho las posibilidades de este artículo, que solo pretende llamar la atención sobre un una deficiencia -o distorsión- cultural que es a la vez un síntoma.
En respuesta a la adivinanza de la nota (¿Cuántas sinécdoques puedes encontrar…?) la respuesta es que toda religión es una gran sinécdoque. Más o menos compleja. Toda nuestra comunicación es simbólica. Más (y más absurda) incluso en estas animistas natas.
Efectivamente. Al igual (o más bien al contrario) que el burgués gentilhombre de Molière, que hablaba en prosa sin saberlo, continuamente usamos un lenguaje poético sin darnos cuenta. Lo malo es que los recursos de la poesía (metáfora, metonimia, hipérbole…) a menudo se utilizan para manipular a la gente, como en la publicidad o en la religión.
Almudena Grandes era una mujer. La cual, digo ella, la la la la la cual, podría encajar 200% en lo que expone el autor. Y el país bien que exprimió su oido y su fama de escritor/a. Rencor, éxito y columna… mala combinación
No voy a opinar sobre Almudena Grandes en concreto; pero, ciertamente, lo expuesto es aplicable a algunas escritoras, aunque el fenómeno sea eminentemente masculino.
Los griegos fueron quienes caracterizaron como bárbaros a sus máximos enemigos, los persas. «Bárbaro» expresaba el «ba-ba-ba» de su lenguaje.
Lo de americanos procede de que la colonia que fuera EEUU se denominaba Reino Unido de América. Eran los «ingleses» de América. Tras la independencia la mayoría de los extranjeros, en particular los franceses, los denominó «americanos». Fue el uso, no el imperialismo semántico lo que realizó la simplificación.
Lo contrario del machismo será el hembrismo. Lo opuesto al feminismo será el masculinismo. Hay un uso despectivo del lenguaje en emplear el término machismo, que se descalifica por sí solo.
El antisemitismo fue una designación específica de lo Untermensch del III Reich. Imputar a los judíos dicho término es antisemita.
Una cosa es la etimología y otra la adopción y el uso que se hace de una terminología. Y, sí, es cierto, el término «machismo» es despectivo: por la sencilla razón de que alude a una conducta despreciable.
Una sinecdoque abusiva es la utilización del término machismo en detrimento de sexismo, como si solo existiera el sesgo prejuicioso contra lo femenino. La labor de desprestigio de “lo masculino” y el enaltecimiento y victimización de “lo femenino“ encuentra hoy en día aliados por doquier, entre los que el autor es un fiel militante.
No es en detrimento de nada: es una concreción. Sesgos prejuiciosos los hay en todas direcciones, es cierto, del mismo modo que hay racismos de todo tipo. Pero históricamente los negros han sufrido los abusos de los blancos de una manera especialmente intensa y extensa, y lo mismo ocurre con las mujeres. Y no se trata de desprestigiar «lo masculino»: precisamente por eso se utiliza un término específico para cierto tipo de conductas.
En Europa se ha discriminado, perseguido, cazado, judíos durante siglos. Quizá porque no había árabes para repartir los palos, quien sabe. Así que lo del antisemitismo está más que justificado.
Lo de hacer listas de escritores que valen o no según lo acomodaticios que sean con el poder, y encima hacerla según sean de izquierdas o derechas…..telita.
Los árabes también se han llevado -y se siguen llevando- un montón de palos, sobre todo dialécticos (todavía es de uso común la expresión «terrorismo islámico», mientras que nadie habla de «terrorismo cristiano»), por lo que utilizar «antisemitismo» en lugar de «antijudaísmo» es, cuando menos, equívoco. Y las listas están en la base de todos los criterios de clasificación, desde la lista de los reyes godos a la de los elementos monovalentes o los insectos himenópteros. Todo depende del criterio y, sobre todo, del uso que se haga de ellas. Y una cosa es hablar de izquierdas y derechas, una división de facto que no se puede ignorar, y otra muy distinta demonizar a los de uno u otro lado. Personalmente, admiro a algunos escritores de derechas (como Chesterton) y detesto a algunos de izquierdas (y esta lista también me la guardo, pues no sería correcto nombrarlos sin las explicaciones pertinentes).
Frabetti está hablando de sí mismo. Su código lingüístico poblado de tótems al descubierto, como siempre: contra los estadounidenses (comunista frustrado), contra los que coman carne (vegetariano fundamentalista), contra los hombres por ser hombres (mangina integrista) y contra los judíos (antisemita multicultural). Pero prejuiciosos son los demás, no él. Lo suyo es otra cosa.
Atari le ha dado un buen palo. Muestra que ha incurrido una falacia matemática. Frabetti redefine lo que es un delito. Él sólo se debe a sus tótems. Aguilar le ha dado otro palo de los gordos. Le está diciendo que se informe mejor. Frabetti redefine lo que la etimología debe ser. Me pregunto si sabe qué es la etimología. Uno de estos días nos hará partícipe de que Anna Gabriel es el mejor matemático de la historia. En ella confluyen todos sus tótems. Si para ello tiene que redifinir lo que son las matemáticas, lo hará.
Un palo al agua diría yo…
Seh, sobre todo porque sois la misma persona, el mismo troll de todos los artículos de Frabetti rebajando el debate. Literalmente, no tienes nada mejor que hacer con tu vida
No lo espantéis, Milady, si sigue leyendo a lo mejor se le pega algo. Bromas aparte, creo que los trolls y los haters cumplen una función importante. Por una parte, su obsesivo afán de trolear los lleva a buscar con lupa lagunas y grietas del discurso, y aunque la mayoría de las veces den palos de ciego (como el de la falacia matemática), en ocasiones aciertan y nos ayudan a mejorar (que más quisiera yo que todos me leyeran con la misma asiduidad que ese troll con varios alias que me sigue por doquier). Y, por otra parte, nos recuerdan, parafraseando a Matatu, que los machirulos no solo leen Marca. Se habla mucho del machismo salvaje y muy poco del machismo ilustrado, que es el peor.
Sobre supuestas falacias matemáticas:
https://elpais.com/sociedad/2021-12-17/espana-registra-hasta-400000-actos-de-violencia-sexual-en-un-ano.html
No es hate, es que no hay mucho tema en el escrito. No pasa nada, se dice y punto . Es muy difícil opinar de algo que no esté manido y triturado ya these days , these days , these days i ve been out walking, i dont do too much talking…. la la laa
Adquirir la esclavitud por causa corporal podría considerarse como una sinécdoque de carne y hueso, o una metonimia según veamos a la parte como efecto. “Sin los negros no podré cultivar el algodón” habrá dicho algún terrateniente del Misisipi. Los académicos lo ven claro, ven al laurel como un efecto de la gloria (metonimia) y yo creo que también es parte. Pero lo que me interesa es lo corporal (o la circunstancia física colectiva) ya que las maneras del lenguaje vienen luego.
Quevedo, el ingenioso no escritor del Quijote, cuenta en su Prosa Festiva de una reunión de negros para tratar su libertad. Allí, uno de los principales dice: “Para nuestra esclavitud no hay otra causa que la color, y la color es accidente, y no delito…” La cita da para reflexionar en varios sentidos. Un saludo para Carlo.
Interesante reflexión. Sí, el concepto de metonimia se puede ampliar a otros lenguajes e incluso a ámbitos no propiamente lingüísticos (o prelingüísticos, como apuntas). Y para algunos psicólogos es uno de los mecanismos básicos -junto con la metáfora- de nuestro funcionamiento psíquico. Gracias, Jorge.