Hace ya mucho tiempo que la crítica literaria dejaron de ejercerla solo unos cuantos popes. Su democratización, contemplada con consternación por académicos y nostálgicos, con ilusión por lectores ávidos de una bocanada de aire fresco y con suspicacia por muchos escritores —obligados ahora a controlar más frentes—, ha sido tan rápida como, por momentos, desconcertante. Primero fueron los blogs literarios —algunos más pedantes y pretenciosos que la obsoleta crítica a la que supuestamente se enfrentaban—, luego las videorreseñas —precursoras solemnes del juvenil dinamismo de los booktubers—, las rápidas menciones en Facebook y Twitter —suficientes para dar publicidad a un título y dar a entender que uno lo ha leído—, hasta acabar con el auge de Instagram y el poder de las fotos coloreadas con filtros de portadas de libros, uñitas pintadas y cafés humeantes. Sin embargo, la red social por excelencia de la comunidad lectora, la red de redes ideada exclusivamente para el intercambio de opiniones y críticas sobre libros, es Goodreads, que muchos consultamos de vez en cuando entre la fascinación y el guilty pleasure.
Goodreads nació en 2006 fruto de una modesta inversión, aunque su desarrollo económico y la verdadera popularidad fue más tardía. Sus más de ochenta millones de usuarios registrados pueden añadir autores y libros a estanterías virtuales, puntuarlos (con estrellitas del 1 al 5) y hacer comentarios de extensión variable al respecto. A su vez, pueden comentar las reseñas de otros lectores, puntuarlas, establecerse metas o retos que cumplir (los famosos challenges), crear clubes de lectura y grupos de discusión temática. Un algoritmo recomienda libros a los usuarios en función de sus gustos y cada año se hacen ránquines de los libros más valorados en sus distintas categorías (siempre, siempre, siempre ganan libros escritos en inglés).
Hasta aquí, todo normal, todo razonable, aunque, como toda red social, Goodreads también está llena de particularidades y rarezas, en especial porque, como suele ocurrir en las redes, se basa en la horizontalidad de la opinión: lo mismo vale una que otra. Los usuarios obtienen así el poder de votar, criticar, puntuar, valorar, juzgar y sentenciar, y lo ejercen desacomplejadamente, con desenfado y libertad. El libro es un producto valorable del mismo modo que lo es una aspiradora comprada en Amazon o el camarero de la hamburguesería de la esquina. Como dijo el periodista Luis Alemany en El Mundo, Goodreads se parece más a una mezcla de Facebook y Tripadvisor que a una revista de crítica literaria.
Por supuesto, hay multitud de críticas y comentarios razonados y solventes de lectores llenos de agudeza y perspicacia. De hecho, para obtener una visión general de un libro antes de su lectura puede ser mucho más útil echar un vistazo a Goodreads que a los suplementos literarios convencionales, más constreñidos, digamos, por ciertos límites y ataduras. Y no solo los comentarios elogiosos pueden orientar la lectura. También hay otro buen montón de críticas que ayudan por contraste: que ciertos lectores puntúen mal ciertos libros es un mérito para estos últimos.
Goodreads está lleno de contradicciones, de rarezas, de comentarios absurdos y extemporáneos, de soberbia y envidia, de entusiasmo, prejuicios, espontaneidad y desparpajo. Mirado desde ese ángulo, Goodreads funciona como un termómetro lector tremendamente divertido, porque rara vez se roza la descalificación gratuita y nunca se llega al insulto (la política de intolerancia a mensajes agresivos es muy clara al respecto). Hay autores que se votan a sí mismos (cinco estrellitas, cómo no), lectores que, no contentos con la escala del 1 al 5, optan por la precisión de decimales (1,2 o 3,7, por ejemplo: ni idea de cómo se llega a esa conclusión), hipercríticos que como mucho le ponen un 2 a Flaubert, contradictorios que le dan cinco estrellas a un libro que les ha decepcionado y una estrella a un libro que les ha encantado, condescendientes que se dirigen a los autores directamente aunque estén muertos («lo siento, Faulkner, tu soporífero libro no es para mí»), entre otras muchas tipologías de usuarios.
El capítulo de comentarios negativos de obras maestras puede llegar a ser realmente desternillante. Por ejemplo, de Crimen y castigo hay quien dice que es «malísimo, leí medio libro y me aburrí hasta el hartazgo, abandonado para siempre» o «me cansaron todas las maquinaciones, tribulaciones y palos que se pegaba el personaje así mismo [sic], cuestionándose constantemente por haber matado a alguien, llegando al pico de la depresión, y no sé si al final se suicida o qué (ojalá que sí, porque el personaje me pareció infumable, insoportable)». El mejor, no obstante, es el de la lectora que se irrita por «la costumbre rusa de que una persona sea identificada con tres nombres y uno queda pensando: ¿y este de dónde salió? Pero no, es el mismo personaje. El protagonista es Rodión Románovich Raskólnikov que en algunos pasajes es llamado Rodia, al siguiente párrafo es Raskólnikov y cuando menos te lo imaginas, vuelve a ser Rodión. Eso me tenía superconfundida».
Más de seis mil lectores consideraron que El proceso de Kafka merecía solo una estrellita: «Los personajes se comportan, bajo mi punto de vista, de forma ilógica»; «Lo siento si Kafka tuvo esa vida miserable, pero eso no significa que yo tenga que leer sus historias» o, directamente, «What is this shit?». De los excepcionales cuentos de Alice Munro publicados bajo el título de Mi vida querida una lectora dice (en español original): «Nunca llegué a imaginar que los cuentos fueran a desilusionarme tanto. Son los cuentos bibliográficos, definitivamente, los que me aburren. Un cuento es corto pero impresionante, y estos solo fueron largos e inaportantes. Quizás rescate un poco la descripción de ciertos caminos, pero los pueblos no pudieron ser más aburridos. Y las historias tan sosas e insignificativas para el mundo».
Un ejercicio interesante es buscar un libro que nos haya gustado muchísimo y filtrar los comentarios para leer solo los negativos. Algunos son para enmarcarlos, como el de la lectora que despacha una novela tan bellísima, original y conmovedora como Lincoln en el Bardo de George Saunders con un simple «no he conectado con la historia, me ha dejado bastante fría, esperaba mucho más», o el de otra que señala «graves errores de redacción». También está el listillo que, en referencia a la novela póstuma El rey pálido de David Foster Wallace, especula con las intenciones de su viuda de publicar «lo que sea» a pesar de su «pésima calidad» para conseguir «dinero fácil».
De listillos está el mundo lleno y Goodreads también: así, una lectora se pregunta dónde estaba el editor de Iris Murdoch al criticar ese novelón que es El mar, el mar («El trabajo de un editor es sintetizar una novela, que pueda transmitir su mensaje sin caer en extensiones innecesarias. ¿Dónde estaba el de Iris Murdoch? Más de 700 páginas donde 300 son divagaciones y descripciones sobradas. Un desperdicio de papel»), y otra, en referencia al más que merecido éxito de Panza de burro de Andrea Abreu, se pregunta maliciosa por la razón: «¿Han sido las buenísimas críticas que tiene? ¿Ha sido el marketing? ¿Qué ha pasado? No lo sé. (Bueno…, sí lo sé)». Ella, por lo visto, lo sabe.
¿Puede que empatizar sea uno de los diez verbos más frecuentes en las críticas de Goodreads? No me extrañaría. El baremo de que un libro guste o no según lo que se empatice con la historia o los personajes se ha erigido en los últimos tiempos como un argumento incontestable. Y, en efecto, ¿quién va a empatizar con Raskólnikov (Rodia, Rodion), el asesino de viejas indefensas? ¿O con el Ignatius de La conjura de los necios de John Kennedy Toole, al que alguien califica de «terriblemente antipático, acabé harto de sus ventosidades»? Todos queremos empatizar o identificarnos con personajes ocurrentes, heroicos, valientes, generosos y guapos. «Odié el libro, fue frustrante y los personajes eran completamente arrogantes y desagradables. Entiendo que ese era el punto, que llegaras a odiar el libro», dice un lector de El mar, el mar (no, digo yo: ese no era «el punto»), y también: «No me gusta que buenos escritores derrochen talento con personajes despreciables». Josef K. es absurdo, insoportable y odioso: «Uno de los personajes más antipáticos que he encontrado en mi vida, no siento nada por él y no me importan sus problemas, y eso, unido al desprecio con el que trata al personaje femenino, no contribuye a que el libro me enganche».
La protagonista adolescente de Los hermosos años del castigo de Fleur Jaeggy «solo sabe dar vueltas sobre sí misma» y no representa para nada lo que ocurre en un internado de chicas de verdad: «no empaticé nada con su forma tan retorcida de pensar». Y de Peter Kien, el profesor protagonista del Auto de fe de Elias Canetti, un lector dice: «No me causó sensación de empatía, este hombre no tiene nada que ver conmigo». En este contexto se enmarca también otro de los comentarios a Lincoln en el Bardo: «No he empatizado nada con el protagonista y por eso lo abandoné a la mitad». Pues claro: el protagonista es Abraham Lincoln visitando el cementerio donde está enterrado su hijo de once años en medio de la guerra civil. ¿A qué estamos llamando empatizar?
No tan lejano al problema de la empatía se encuentran las críticas de quienes se ofenden por la actitud y el comportamiento de personajes con los que, claramente, no empatizan. Volvamos a Ignatius y veamos lo que dice una lectora al respecto: «Horroroso, lleno de marichuladas y mensajes homófobos». En cuanto al Meursault de El extranjero de Camus, no solo se cuestiona su apatía e indiferencia («¿pero es que ese hombre no tiene sangreeeeee?»), sino también el hecho de que la víctima arbitraria de su crimen sea un árabe: «¿Por qué un árabe? Este libro es inadmisible hoy día. Colonialismo cien por cien». Por supuesto, la Lolita de Nabokov está llena de ataques de este tipo, aunque en algunos casos funciona por una forma de empatía inversa: «Si te parece bello este libro tal vez es porque no has tenido de cerca un Humbert Humbert o no conoces a nadie que haya sido víctima de alguien como él, el día que conozcas de primera mano un tipo como esos ya no te parecerá un “libro bonito con una prosa única”, sino como lo que es: un libro asqueroso y descarado». El odio que suscitan algunos personajes en los lectores es tal que incluso se les desea lo peor: «La Erika esta [en referencia a la protagonista de La pianista de Elfriede Jelinek] es tan repulsiva que se merece todo lo que le pasa, poco es», dicho esto por la misma persona que califica la novela de una «normalización de la violación».
Desconozco si Goodreads tiene ránquines de los comentarios más incomprensibles y/o inauditos. En mi caso, si lo hubiera, votaría sin dudarlo el de aquella lectora que, en referencia a El gran cuaderno de Agota Kristof —una de las historias más brutales y desgarradoras sobre la deshumanización que ocasiona la guerra—, acompañaba su puntuación de tres estrellas con este brevísimo comentario: «Está bien para pasar el rato». Como quien leyera en la piscina tebeos de Mortadelo y Filemón, que, por cierto, también están en Goodreads calificados, muy acertadamente, con una media de cuatro estrellas (4,29 para El sulfato atómico: obra maestra).
Community Reviews
Yo lo uso para llevar control de mis libros, la verdad. Las opiniones son como los culos: todos tenemos uno. Escuché en La Prada en la SER hace unas semanas y me pareció bastante interesante un comentario que hizo: «la literatura no tiene por qué ser divertida».
Magnífico artículo sobre la infantilización de las masas y los ofendiditos que no dudarían en agarrar una tea y, como Savonarolas de garrafón, quemar a los herejes en la plaza pública. Por cierto, el último libro que he leído es «Cuatro por cuatro», y anteriormente leí de la autora «Un amor». Ambos estupendos. El primero más experimental por el formato de su primera parte que contrasta con el diario del profesor sustituto de la segunda. Y el segundo, la novela unánimemente considerada como la mejor del año 2020 escrita en español, más allá de juicios maximalistas, lo cierto es que es un libro inquietante, extraño, dotado de una atmósfera turbia, incluso malsana. La autora imprime un estilo seco y cortante a una historia que, desde su equívoco título, trata más del lenguaje (no en vano la protagonista es traductora), los sobrentendidos y la exclusión social debido a su mala interpretación, que del entorno rural en el que se inscribe y que podría remitir a «Verano» de Coetzee o a «Intemperie» de Jesús Carrasco. Además, se devora en una tarde por su corta extensión y porque te agarra de la pechera y no te suelta. Si tuviera que establecer un paralelismo cinematográfico, precisamente el Haneke de «La Pianista (que se menciona en el artículo) sería perfecto para adaptarla.
Está bien este comentario, he empatizado con las opiniones aunque tampoco me han cambiado la vida. Le doy 3 estrellas (tres ***), aunque para mí es más bien 2,87
No jodas, tú… como mínimo, un 2,91.
Me ofendo porque alguien se ofende.
Desternillante.
Ya lo sabíamos, pero nunca está de más recordarlo.
En principio, debería ser interesante tomar un café con alguien que ama leer. Pero no es así.
La gente es imbécil y, sin embargo, no te lo creas demasiado porque en cualquier momento el imbécil puedes ser tú.
Discrepo totalmente con el contenido del artículo. Desde el momento en que se abre una red social al lector común a comentar/puntuar un libro queda implícito en el asunto que dicha puntuación va a ser definida de una forma totalmente subjetiva. Si el libro es un tostón soporífero para mis ojos, por mucho Faulkner, Kafka, Dosto o Cervantes que sea el autor el libro no me parecerá digno de una puntuación alta. Para criterios puramente formales y eruditos tendrían que abrir una web únicamente para académicos y profesionales del sector.
No quita para darse cuenta que la gente debiera ser más coherente entre los comentarios y las puntuaciones, pero es que le estáis pidiendo al pueblo llano que haga de Plutarco…
No tenía conocimiento de este fenómeno y estoy muy contento de que lo divulguen, para que así lectores colgadillos como yo nos enteremos de cómo va el mundo. Ayer mismo leía sobre las amenazas de muerte a actores de series como Joffrey en GOT, que ha tenido que desaparecer de la redes sociales, y eso me llevó a pensar en Cervantes y su enconada revuelta literaria en un mundo en el que las novelas de caballería habían sustituido a la literatura; y que no estamos tan lejos con este mundo de superhéroes que acapara los millones de dólares y de espectadores, así como premios y buenas críticas. Y no me interpreten mal, que no me pierdo una, aunque lo achaco a mi edad. Los grandes libros de grandes autores nos permiten hablar con los muertos y saber qué pasó. Una cosa es la empatía que puede provocar una historia y otra la realidad de la que surge y el talento con el que eso se describe o implica y se convierte en Historia. Lo que me lleva a pensar en algo aún más terrible: ¿Es solo una élite de intelectuales la que puede apreciar el cambio de pensamiento y de sociedad en el Proceso de Kafka, confrontándolo con los fardos de nuestra realidad biológica y cultural? ¿Se han establecido tales abismos en la sociedad que parece que diferentes civilizaciones alienígenas conviven en este planeta? Me vienen al recuerdo dos momentos de «Amanece que no es poco» Uno: Nada, que venía yo a hablarles de Dostoiesky» Dos: «No sería la primera vez que se estropea un libro por leerlo mal».
Estupendo artículo, me he reído mucho.
Cada vez que termino un libro, sufro un pelín de ansiedad en las siguientes horas o días (a veces, raramente, hasta semanas) que tardo en elegir y empezar mi siguiente lectura.
Cuando no tengo la suerte de contar con una recomendación personal fiable (de esa amiga que siempre acierta), buceo por Goodreads y páginas similares para leer las opiniones. En Amazon, Casa del libro o quelibroleo también se leen opiniones curiosas.
Diré dos cosas, a tenor de comentarios anteriores. No se trata solo del nivel educativo o sociocultural, no hablamos aquí de elitismo supremacista ni de superioridad intelectual pedante llamando idiota a cualquiera que critique negativamente un clásico o una obra maestra.
Por supuesto que es subjetivo, que cada uno tiene una opinión y no todas te importan igual como lector a la hora de decidir si leer o no un livro. Para mí la clave para que un libro te guste en un determinado momento, está en tu madurez como lector (lecturas previas), y en lo que esté sucediendo en tu vida en ese momento.
Como ejemplo de lo primero, diré que mis primeras lecturas cuando era adolescente, tras Harry Potter y similares, fueron best-sellers de John Grisham, que disfruté muchísimo y ahora quizá me atraparían mucho menos. Créanme, lo he intentado. Y viceversa: recuerdo intentar leer Los Hermanos Karamazov a mis 15 o 16 años y dejarlo aburrido a las pocas páginas, y releerlo 15 años después y quedarme totalmente embelesado ante tal maravilla.
Como ejemplo del segundo caso, hay libros que no te llevarías a un fin de semana en la playa, por ejemplo, o que no debes leer mientras estudias una oposición porque no te va a entrar igual. Empecé La peste durante el confinamiento y fui incapaz de seguir. Durante el frío invierno canadiense leí a Dostoyevski encantado, y en la playa me leí en dos días El señor Wilder y yo esta Semana Santa. Hay lecturas que a mí me encajaron siempre, por supuesto, como Bolaño. Y otras que nunca me entrarán (jamás pude con Faulkner, ni con el Ulises de Joyce, habiéndolo intentado varias veces en distintas etapas)
Por último, hay libros que asocias siempre a un viaje concreto, a un ambiente, a un paisaje; recuerdo como si fuera ayer leer Nunca me abandones, de Ishiguro, en un frío y lluvioso fin de semana en Burgos,donde el viaje, el libro y el disco Teen Dream de Beach House que descubrí entonces se fundían como uno solo. O leer Stoner cada tarde en un Caffe Nero de Londres, o Drácula en mi viaje a los bosques del norte de Canadá, y tantos otros.
En fin, creo que hay libros más adecuados para ti dependiendo del momento. A veces es una portada que te llama la atención, y sin duda lo mejor es una recomendación personal; pero si no Goodreads, leyendo muy entre líneas entre las múltiples opiniones, puede ser más útil que una crítica para entrever eso: el tono, el tema, la densidad, el ambiente, etc, y decidir si encaja con tu preferencia como lector en ese momento vital concreto.
No renuncio ha ningún libro que haya léido. Estamos cayendo en la estupidez más absoluta.
Para entendernos: en Alemania se ha vuelto a publicar y autorizar el Mein Kampf ¿Y qué? Lo prohibido suele resultar más atractivo, cuando lo verdaderamente atractivo es la libertad.
Se me ha colado un ha donde deberia decir a. A ningún libro que haya leído. Lapsus calami. Perdón.
Con todo el respeto y admiración que le tengo a Mesa, ¿no hay una similar falta de contextualización (es decir, una falta de lectura y comprensión) en las críticas de Mesa a ciertos lectores (“ingenuos”…, o politizados, con una doble ceguera respecto a lo literario) y sus malas lecturas de libros o autores consagrados, similar a la que ellos muestran en sus comentarios respecto de los libros que comentan? ¿Acaso se nace enseñado ya? ¿Acaso cualquiera posee desde la cuna la apreciación literaria que a Mesa le debe de haber costado años (al no venir de «cuna literaria»), como a muchos les costó vidas enteras dedicadas a ello, por ejemplo Flaubert? ¿Acaso esta veneración abstracta, que demanda una adhesión inefable e inexplicable hacia obras y literatos no contradice el rechazo y repudio hacia una postura ante la cultura como consagración cuasi-religiosa, tan respetable, que Mesa en otras entrevistas dice tener? ¿Acaso esta veneración que fácilmente ridiculiza al lector «débil y discapacitado», por distante a la cultura del campo literario (el cual solo sabe y puede juzgar las obras en relación a códigos morales de la vida cotidiana) no puede llegar a ser parte de una violencia simbólica sutil, de las que tan bien refleja Mesa en sus libros, que hace pasar por «natural e individual» lo que es enteramente «cultural y social»? ¿Igual el diablo cultural -las dominaciones- se esconde mucho tras las buenas intenciones y la consagración babosa e inexplicada -castrante- a obras y autores? Y vaya por delante y al final mi admiración -casi inquebrantable- a Mesa.
En lo único que estoy de acuerdo es con que El sulfato atomico es una obra maestra. Una delicada gema entre la producción de grava de Ibañez, sin querer hacer de menos a la grava.
Comoorlll? Y qué hay de «Valor y al Toro»; «Billy el Horrendo»; «El cacao espacial»… Y, saliendo de sus grandes personajes, la serie «13, Rue del Percebe» o la del Botones Sacarino (la adaptación televisiva espantosorrible, eso sí).
No he leido aún nada de Sara Mesa, pero este artículo me anima a hacerlo en cuanto tenga ocasión (tengo descargado en mi ipad Un amor, pero ahora quiero terminar Si te dicen que caí (creo Probable que Marsé sea el mejor novelista español sino de todos, de casi todos los tiempos), y después me esperan Martín Gaite y Max Aub, así que puede que aún tarde en leer su libro). Por cierto a mi también terminó por crearme mal royo Crimen y Castigo, igual este libro se leía mejor antes que ahora, tengo esa impresión. Y algunas obras de Kafka son geniales pero sus diarios son difíciles de leer, tenemos cierta tendencia a no cuestionar lo que durante años o siglos se nos ha presentado como inconmesurable: la intocable autoridad de Aristóteles.
Existe gente muy rara ahí afuera…
Muy interesante. Aunque pasados los años, y cuando creces como lector, y escribo crecer desde el concepto crítico, aprendes a dar un vistazo atras y pensar en lo que reseñaste o en cómo «leíste». Muchas gracias que buen artículo.
Dejo aquí la reseña de Carlos Peguer sobre La casa de Bernarda Alba, UE creo que merece la pena:
A mí el libro me ha gustado, pero es que es una copia de Las Kardashian. Me explico.
Lorca, como persona culta que era, vio el gran icono cultural que eran las Kardashian y lo quiso imitar en su obra. En la casa de Bernarda Alba hay una madre que es la que corta el bacalao, que es de familia adinerada, y que tiene cinco hijas. ¿Sabéis dónde pasa también esto? En las Kardashian.
La hija mayor, Angustias, es la que tiene el interés amoroso más importante. Esto es un reflejo claro de Kim y Kanye. Luego está Martirio, que es la que tuvo un amor pero que no llegó a buen puerto. Estos son Khloé y Lamar. Además Martirio le esconde el retrato de Pepe a Angustias, y esto es una cosa muy savage que obviamente Khloé haría. Luego están Magdalena y Amelia, que están ahí pero no valen pa ná ni tienen mucho protagonismo. Estas son Kourtney y Kendall. Por último tenemos a Adela, que es la hija más joven. Esta sería Kylie. El personaje de Pepe se desdobla en dos: el Pepe de Angustias (Kanye) y el Pepe de Adela (Tyga).
El dramatismo de los personajes por cualquier minucia es una copia clara de lo que pasa en las Kardashian. Luego ya Lorca tuvo que meter más cosas para que no se notara tanto, pero es obvio en qué se inspiró para escribir la obra. Conclusión: Lorca, te hemos pillado.
No creo que sea elitismo, o esnobismo si uno se ríe de cualquiera que le dé una estrellita al Quijote o nos diga que cualquier panfleto es la nueva maravilla literaria. En definitiva, creo que hacer el ridículo por opinar sobre temas que uno no conoce demasiado, es algo que casi todos, por lo menos alguna vez en nuestra vida, ya hemos hecho. Pero lo que asusta es que cada vez más gente aparece insultando o haciendo amenazas, en cualquier lugar que permita réplicas o comentarios. Y esto no es solo en las redes. Hace un par de años, una actriz de esas novelas horrorosas que se pasan aquí en Brasil, fue la “mala de la novela”. Meses después de haber terminado la novela, se vio en la necesidad de hacer un pedido en los medios, para que pararan de insultarla en la calle, porque cada vez que la reconocían recibía una catarata de insultos de grupos de gente enardecida que provocaba tumultos amenazándola. ¿Problemas de educación? Me parece que hay algo peor: falta de capacidad para entender lo que es ficción y lo que es realidad. Esto no es poca cosa, y – me van a disculpar – esa película ya la vi y creo que todos sabemos muy bien como termina: el chico del bigote recortado que anduvo por Alemania puede reaparecer en nuevo envase. Y hay mucha gente colocando su granito de arena todos los días para que esto vuelva a pasar…