Robert Eggers no ha dejado de explicar que ha hecho una película con meticuloso rigor histórico. Académicos, investigadores y expertos en mitología le han ayudado a desarrollarla. También ha mencionado que se ha esforzado mucho para adaptarse a los gustos del gran público con El hombre del norte, ya que por primera vez se enfrenta a un filme de alto presupuesto (noventa millones de dólares). De paso, menciona que la leyenda en la que se basa para contar la historia de Amleth es la misma que inspiró a Shakespeare para hacer Hamlet.
Eso nos lleva imperativamente a pensar en ese príncipe danés que, con su padre muerto, su tío usurpando el trono y la cama regia, y su madre desposada con el asesino de su marido, no encuentra fuerzas para llevar a cabo la venganza que el «destino» le exige. La inacción de Hamlet es lo que hace que siglos después siga siendo un superventas. Son sus dudas, sus reflexiones, su profundo análisis del ser humano y lo que significa vivir y morir lo que nos identifica con su historia. Por no hablar del sentido del humor que enmarca la tragedia. Incluir a Hamlet en la ecuación son palabras mayores, y Eggers no lo hace inconscientemente. De toda la mitología escandinava, ha escogido la potencia de esta historia (aunque con cambios propios) para montar un proyecto que promete: una historia de venganza y aventuras de vikingos.
Ojalá Amleth, protagonista de la epopeya, tuviese un cuarto de la personalidad que tiene Hamlet. Pero la culpa no es suya, sino de una película más empeñada en desarrollar la forma que el fondo. Veamos, Almleth es un niño cuando su tío Fjölnir asesina a su padre, el rey Aurvandill, ante sus ojos. Le roba el trono, secuestra a su madre para hacerla su reina y le pone precio a la cabeza del chiquillo. Este, que hasta la mañana anterior era un cachorrillo inmaduro a ojos de su propio padre, de repente tiene la iniciativa necesaria para huir en barco con la idea de regresar en el futuro a vengarse. Años después nos lo encontramos (encarnado por la inmensidad física de Alexander Skarsgård) convertido en una máquina de matar vikinga, miembro de una tribu que se dedica a saquear pueblos, asesinar niños, violar mujeres y vender como esclavos a los adultos que quedan en pie. ¿Abusa Amleth de su poder con los más débiles? La película nos muestra que no, al menos no directamente. Solo se queda a un lado, observando con ojos lánguidos, gruñendo, sin decir nada. Se gruñe mucho en este filme. Y se comunican en sentencias firmes. Poco se dialoga.
En uno de los saqueos, Amleth descubre que los esclavos capturados van a ser vendidos a Fjölnir y se une a ellos como una pieza de recambio más. Quiere ir a Islandia, vengar a su padre, salvar a su madre y matar a su tío. Tiene la capacidad física para hacerlo. Pero con los hombros caídos y el rostro deformado, lo que no queda nada claro es si Amleth tiene la agudeza para desarrollar el plan, un plan, cualquier plan. En el viaje conoce a Olga (la Anya Taylor-Joy de La bruja), una hechicera del bosque que le dice «tu fuerza consigue romper los huesos de los hombres, pero yo tengo el ingenio para romper sus mentes». Se alían en su ira y se enamoran entre frases incomprensibles que todo el mundo pronuncia como si hablasen en reverb. Y allá se integra Amleth, entre los esclavos de su tío, cuyo reino, por cierto, fue usurpado por otro. Fjölnir no tiene nada más que cuatro cabañas en medio de ninguna parte en Islandia.
Son vikingos. Esto significa, según la cultura popular, que son muy brutos. A lo largo de la historia hay muchísima sangre, intestinos al descubierto, cuerpos mutilados, corazones que desaparecen, cráneos que se rompen a cabezazos, folclore nórdico, rituales alrededor de hogueras, estancias en las que todo el mundo parece pasar mucho frío y brujas y brujos en cuevas desglosando una trama fantástica paralela que nunca consigue entrelazarse completamente con el argumento principal. Da la sensación de que cuando la historia no sabe cómo salir del lío en el que se ha metido, algún elemento esotérico va a venir a salvar el día —incluso Björk echa una mano en estos menesteres—. Un deus ex machina nórdico, sí, pero igual de deus ex machina que el resto.
Y ese es el principal problema de la, por otro lado, bellísima El hombre del norte. Espectacularmente fotografiada, con sus ropajes, cabañas y armas cuidadas, su rigor histórico y su lenguaje opaco —es complicado encontrar a algún personaje que hilvane una conversación de manera más o menos «natural»—, la superproducción de Eggers peca de falta de trabajo en guion (coescrito por el director y Sjón). Todo a su alrededor está puesto para ello, pero al esforzarse por retratar a Amleth como alguien impenetrable, la historia le despoja de toda complejidad. Hay robots con más matices.
Así, no importa lo que le pase a este personaje ni, puestos a ello, a ninguno de los que le rodean. No interesa la historia de venganza entre hombres henchidos de sangre y testosterona que no parecen tener mayor profundidad en sus objetivos que la de causar el máximo dolor posible. No se entiende el empeño de Amleth, que articula varias veces, de recuperar «su reino», sobre todo teniendo en cuenta que su reino ya no existe. ¿Acaso no estaba atendiendo cuando se lo dijeron? No se comprende que la venganza se extienda a otros hombres, mujeres y niños, a no ser que sea por el rigor histórico y, sinceramente, quién se acuerda de la importancia de ese detalle cuando lleva una hora de película. Y, al margen de sus esculpidos abdominales, es un salto de fe comprar que este guerrero consiga enamorar a Olga. Él dice que ama por primera vez en su vida y su madre ratifica que ama, pero Amleth parece menos interesado en amar que en perpetuar la especie.
La historia produce una disociación peligrosa. Incluso las escenas más etnográficas son paneles en los que se puede apreciar la belleza, pero no sentir nada por ella. Por no hablar de los personajes femeninos que, a pesar de los fuegos artificiales que prometen (la bruja podrá «romper las mentes de los hombres», pero ¿dónde vemos que lo haga?), solo tienen un propósito: engendrar vikinguitos. Es comprensible el desarrollo de parte de sus tramas, probablemente la exactitud histórica no está del lado de las mujeres (¿cuándo lo ha estado?), pero, por muy féminas que fuesen, ahí arriba en Islandia, algo harían más que pasearse con cestas de pan, cepillarse el cabello y ser violadas.
Al final quien más empatía genera es el asesino Fjölnir, tan vikingo en su cabaña, viendo cómo la trama se despliega frente a él y pensando: «Madre mía, qué pereza, otro que me quiere matar».
«Por no hablar de los personajes femeninos que, a pesar de los fuegos artificiales que prometen (la bruja podrá «romper las mentes de los hombres», pero ¿Dónde vemos que lo haga?), solo tienen un propósito: engendrar vikinguitos. Es comprensible el desarrollo de parte de sus tramas, probablemente la exactitud histórica no está del lado de las mujeres (¿Cuándo lo ha estado?), pero, por muy féminas que fuesen, ahí arriba en Islandia, algo harían más que pasearse con cestas de pan, cepillarse el cabello y ser violadas.»
La mujer incitadora en las culturas germano-escandinavas:
Desde las tribus de la Edad de Hierro en Europa Central hasta las fuentes vikingas tardías, observamos referencias que muestran cómo el coraje de un hombre y su destreza militar eran de escaso valor sin la estima de las mujeres.
Un ejemplo literario de ello se encuentra en el poema anglosajón del siglo VII Beowulf, donde la reina Wealtheow reta al recién llegado, Beowulf, a mostrar su coraje matando a Grendel. Este tipo de exhortaciones femeninas de «otorgamiento de estatus, profecía y provocación jugaron un papel central en el crecimiento de bandas guerreras como instituciones.
Los hombres eran quienes tenían que arriesgar su vida o arriesgarse a ser mutilados, eran a menudo reticentes, por lo que las mujeres comienzan a burlarse, hostigar y ofender al hombre poniendo en duda verbal o simbólicamente su hombría y su coraje. El hombre tiene que probar su valía y terminar haciendo lo que la mujer quiere.
En la Historia de los Francos (Historia Francorum) escuchamos la semilla que propició una Guerra Civil:
Un día cunado su marido fue a comer, encontró que solo la mitad de la mesa estaba puesta. Cuando le preguntó [a su esposa] cuál era el significado de aquello, ella respondió: «un rey que es desprovisto de la mitad de su reino, merece encontrar la mitad de su mesa vacía». Hermanfredo enfureció por ello y otras cosas similares que hizo su esposa Amalaberga y decidió atacar a su hermano (…).
La idea de que la guerra es una esfera masculina no se halla presente entre germanos o vikingos, pese a que los hombres eran en su mayoría los que luchaban. Las mujeres estuvieron vigilando constantemente, juzgando y haciendo comparaciones entre los hombres.
La continua aparición de este modelo femenino nos hace pensar que se basa en una realidad histórica. Podría objetarse que se trata de un descripción «sexista» de las mujeres, pero, leyendo las sagas se puede comprobar que en la mayoría de los casos la mujer es representada como alguien que hace lo correcto.
Las mujeres a menudo han favorecido el uso de la guerra y violencia para resolver los conflictos, transmitiendo, preservando y fomentado valores guerreros.
Muy interesante aporte. Yo diría que el arquetipo de mujer astuta y provocativa está muy presente durante toda la historia, en todas las culturas y civilizaciones del mundo, no sólo la Vikinga. Y que ha llegado con fuerza hasta hoy en día. Se me hace que el estilo de mujeres inofensivas a lo princesa de Disney, que sólo están ahí para decorar y ser el premio del héroe, es sólo un fallido concepto «moderno» que funcionaba más a modo de censura y limpieza de imágen que otra cosa.
En cualquier caso son ambos estereotipos, exageraciones. Ambos son incorrectos, pero no se puede negar que literariamente una Eva por ejemplo que tienta al ingenuo Adán a morder la manzana, es mucho más interesante que una princesa que está ahí esperando a ser rescatada… Yo me quedo con la primera
Aquí en el Norte de España la sociedad es matriarcal porque, además de otras muchas circunstancias, el varón no estaba presente en la casa. El varón peleaba, cazaba o llevaba al ganado entre manadas de lobos y osos; los varones que luchaban se iban de correrías junto al Barón. No había lugar para la virilidad en la realidad cotidiana de la aldea, atendida por mujeres que cultivaban, cuidaban de la prole y del ganado.
Y la reproducción no era un tabú, era otra función más. La mujer era la retaguardia, la perpetuación de la cultura, la sangre y el hogar mientras los hombres se mataban entre ellos para consolidar la seguridad de la aldea y el bienestar de unos hijos (destinados a su vez a morir batallando) que no conocerían.
Ese es el verdadero matriarcado. Mucho más antiguo, poderoso y presente que ningún patriarcado en Europa; no tan espectacular como el forzudo padre de familia que parte heroicamente a la guerra para no volver, pero desde luego más pragmático.
Fabuloso.
Siento que el virus woke se está apoderando de mi cuerpo, corroyendo mi espíritu: debió llamarse La Mujer del Norte, Jennifer Lawrence toda nórdica ella de protagonista; Olga debió ser un negro llamado Olaf, claro, y la madre ser caracterizada por una inuit…ah un momento, es que no es una producción de Netflix….
A ver si me he enterado. El problema de la película es que el protagonista no sabe hablar utilizando frases subordinadas, no hace psicoanálisis y no respeta los derechos de la mujeres? Un vikingo de hace por lo menos 1000 años? Un vikingo que mata, Viola y saquea. Quien lo diría. Y seguro que no sale un discapacitado, un negro (perdón racializado y alguien no heteronormativo.
Intolerable.
Por mucho que digan que se inspira en Hamlet, yo el argumento lo veo clavao a Conan… A ver si va a ser que también El Bárbaro se inspiraba en la obra de Shakespeare y no me he enterado.
Todavía no la he visto, pero por lo que dice este artículo resulta que va a tener los mismos errores que The Witch, la primera película de Eggers: estéticamente muy buena, con una atmósfera muy lograda, con un hype que no veas, pero en cuanto a la historia… bluff. En The Witch había que hacer un ejercicio de fe bastante importante para creerse lo que estaba pasando, y no digamos para sentir miedo, o inquietud, o lo que sea que se supone que quería transmitir (que aún no lo tengo claro).
El problema es que, igual que pasa con el aclamado Ari Aster, los guiones de las películas de Eggers parecen no molestarse en tener una mínima coherencia y que el espectador se las crea. Parece que lo que mola es dejarte en shock con determinadas escenas guays que tal vez funcionan independientemente, pero no profundizar ni un mínimo en los personajes o intentar que la trama tenga una lógica, sea esta realista, surrealista, fantástica o una mezcla de varias. Mi sensación es que sus pelis y las de Aster no están bien contadas. Tanto en The Witch como en Midsommar como en Hereditary, el guión es un buen disparate con escenas que parecen salir de la nada o que conducen a nada.
Cuando fui a ver The Witch, en el cine había unos adolescentes macarritas que iban un poco pedo y que a partir del segundo tercio no pararon de vacilar la peli en voz alta. Normalmente me mosquearía y acabaría diciéndoles algo, pero esta vez al cabo de un rato me di cuenta de que tenían mucha razón en todo lo que comentaban, porque la película parecía de coña, no de terror, ni inquietante, ni poética, ni leches, sino un perfecto disparate con quizás algún buen momento. Había bastante gente en el cine y nadie les mandó callar, más bien se descojonaban con los comentarios de estos macarritas-críticos de cine improvisados, porque acertaban de pleno.
En fin… ¡los trailers molaban más!
Las sagas se caracterizan por sus diálogos lacónicos y de tono arcaico. Se agradece que la cháchara de la película no haya sido la moderna y hayan intentado imitar las sagas, sea como sea suene el nórdico antiguo para un lector islandés.
Representar a un vikingo como un personaje complejo moderno también sería falsear. Son personaje de sagas épicas, o cantares épicos como Beowulf, por tanto su representación debe ir por ahí. Imaginemos representar al Cid como un personaje de Shakespeare, dando discursos y desgranando conceptos…pues no, el tono lógico sería el del Cantar del Mío Cid, el de personajes llámalos arquetípicos según sus representación literaria.
En fin, a mi, si algo me ha chirriado ha sido la representación del «encontrar del amor» y «buscar un futuro juntos». Aunque se lo perdono por es poquita cosa, junto a algunas cosas más… Casi todo lo demás me ha parecido magnífico y rara vez conseguido como representación de la literatura nórdica o las sagas.
Esto de acuerdo con el artículo. Como película es bastante floja. Visualmente, una gozada.
Lamentablemente Netflix nos ha acostumbrado a que todas las películas deben las mujeres deben estar empoderadas y que debe haber personajes racializados, cuando se ajusta a lo que era pues que mala película, que critica tan cortita de miras
Muy bueno , me he reído . Vickie el vikingo molaba , no eran tan malotes