Al sugerirme que, para conmemorar el décimo aniversario de Jot Down, escriba algo autorreferencial y festivo, me lo han puesto fácil, pues no hay nada tan autorreferencial como un balance (que era lo que habría hecho de todos modos) ni nada tan festivo —digno de celebración— como constatar que el balance es positivo y que permite encarar el futuro con razonable optimismo.
Como soy un mero colaborador, y además de reciente incorporación (menos de tres años en activo), se me puede suponer cierta imparcialidad si digo que Jot Down es, en mi opinión, una publicación ejemplar en su género y un referente imprescindible en el panorama cultural español. Mentiría si dijera que leo todo lo que se publica en sus páginas, tanto electrónicas como de papel; pero mentiría poco, pues al menos empiezo a leerlo todo, y si no siempre lo termino o solo lo leo en diagonal, no suele ser por falta de interés, sino de tiempo y energía.
Llevo mucho tiempo dedicándome a la mal llamada literatura infantil y a la mal ponderada divulgación científica, por lo que valoro de manera muy especial la voluntad y la capacidad de poner contenidos enjundiosos al alcance de un público amplio, sin distorsionarlos ni banalizarlos, y creo que Jot Down ha conseguido un nada fácil equilibrio entre profundidad, accesibilidad y amenidad, así como entre actualidad y atemporalidad.
Sería una osadía por mi parte intentar hacer un balance global de los miles de artículos y cientos de colaboradores que han pasado por estas páginas (o, más que pasado, venido para quedarse) en estos diez años, así que me centraré en la sección —o subsección— que más me interesa y en la que más asiduamente he participado, que es la de filosofía (no porque valore la filosofía en sí más que la ciencia, que debería ser mi sección favorita, sino porque, en este caso concreto, lo que se ha incluido en dicho apartado me resulta, en general, más interesante).
En el momento de escribir estas líneas, hay 148 artículos bajo el epígrafe «Filosofía», uno de los diez en que se divide la sección «Arte y letras», que incluye un total de 2670 artículos. Si a esos 148 les restamos los 28 míos, de reciente incorporación, quedan 120, por lo que esta subsección en una de las menos abastecidas; pero, aun siendo escasa en comparación con la de otras materias (como, por ejemplo, la de historia, con 660 artículos), la presencia de la filosofía en Jot Down es muy superior a la que tiene en la mayoría de los medios (dicho sea de paso, no deja de ser preocupante que, por contraste, un poco de filosofía parezca mucho).
La subsección empieza fuerte: con un concienzudo artículo de E. J. Rodríguez sobre la existencia —o no— de Dios, que se prolonga en otros dos. Los tres artículos analizan, respectivamente, los argumentos cosmológico, teleológico y ético (la paradoja de Epicuro), y en su día suscitaron numerosos y apasionados comentarios de las/os lectoras/es. Y Dios es el tema central de una docena de artículos más, que junto con los tres anteriores suponen un 10 % del total. Y a juzgar por la abundancia de los comentarios cosechados, que en varios de los artículos superan el centenar, se diría que no solo no ha muerto Dios, sino que sigue estando muy presente en el imaginario colectivo (si es que tal cosa existe, y ahora no me refiero a Dios sino al imaginario).
En segundo lugar por lo que se refiere a la cantidad, hay al menos una docena de artículos de psicología, una materia que, en mi opinión, merecería su propio epígrafe; pero, en cualquier caso, es de agradecer que dichos artículos no figuren en la sección «Ciencia» (donde sí figura como subsección «Psicobiología y neurociencia»), pues hablar, por ejemplo, del «inconsciente» como si fuera algo concreto y definido, o de un supuesto «superyó», si no es lenguaje poético roza la seudociencia, como diría el recientemente fallecido Mario Bunge, el más ilustre de los entrevistados en «Filosofía». Y hablando de los entrevistados y homenajeados en esta subsección, son menos los que me merecen el mayor respeto, como Mario Bunge o Daniel Dennett, que los que me merecen muy poco, como Gabriel Albiac o Antonio Escohotado, pese a lo cual considero oportuna la inclusión de estos últimos (seguramente yo los habría excluido, y habría sido un error). Uno de los méritos de Jot Down, en estos tiempos de excesiva polarización, es su empeño por ofrecer un panorama lo más amplio —y lo menos tendencioso— posible del pensamiento actual.
Otro tema clave de la subsección «Filosofía» es el amor, con al menos diez artículos en su haber (la mitad de ellos míos, por lo que no puedo ser objetivo, aunque sí ver en la abundancia numérica y en los muchos comentarios suscitados un claro indicio del interés del asunto). Y para mantener el consabido (des)equilibrio entre Eros y Tánatos, otra decena de artículos tratan sobre la muerte.
De obligada mención en un artículo autorreferencial y festivo son los textos cuyo asunto es la propia filosofía. En este sentido —y no solo en este— hay que destacar las entrevistas de los antes citados Mario Bunge y Daniel Dennett, así como las de Jesús Mosterín y Víctor Gómez Pin. Reproduzco el contundente final de la entrevista de Bunge, que nos recuerda la obstinada presencia del pensamiento mágico/religioso en el ámbito de la filosofía:
Yo creo que no tiene sentido esa pregunta [¿Por qué hay algo en lugar de nada?] si no es en una teodicea. En una teología tiene sentido preguntarse por qué diablos Dios, en lugar de seguir tranquilamente sin hacer nada, empezó a hacer algo. ¿Por qué a Dios se le ocurrió hacer el mundo? Pero en una metafísica como la mía que es completamente atea no tiene sentido esa pregunta. Pasa por ser la pregunta más importante, eso es lo que dice Heidegger y dicen muchos otros. A mí me parece un disparate.
Pese a que son bastantes más los artículos con los que estoy en desacuerdo que los que suscribo (o precisamente por ello), creo que leer los 148 textos de la subsección «Filosofía», junto con sus respectivos comentarios (en ocasiones más interesantes que los propios artículos), equivale a leer un excelente tratado sobre las tendencias, lagunas y contradicciones del pensamiento contemporáneo, y considero un privilegio haber podido contribuir a la confección de esa obra colectiva y haber suscitado varios cientos de comentarios, no todos favorables pero casi siempre provechosos (comentarios que me han animado a desarrollar un proyecto de libro iniciado hace muchos años, El tigre de Tarzán, y por los que estoy sumamente agradecido a mis amables lectoras/es).
En resumidas cuentas, creo que los cerca de ocho mil artículos publicados hasta ahora constituyen —junto con las decenas de miles de comentarios— un adecuado capital simbólico para entrar con buen pie en la segunda década de Jot Down. Con mejor pie, desde luego, que en la recién iniciada segunda década del siglo XXI.
Y puesto que de cara a un nuevo año —y con más motivo de cara a una nueva década— es obligado formular algún buen propósito, propongo el siguiente: buscar una mayor interactividad. Como dice Platón, el diálogo es el camino del conocimiento; un camino que, más que ningún otro, se hace al andar. Y, siguiendo una lamentable tendencia general, quienes escribimos en estas páginas no dialogamos lo suficiente, ni con las/os lectoras/es ni entre nosotras/os. No sigamos infrautilizando nuestra herramienta más eficaz.
Cuánta razón, Frabetti, con Albiac y Escohotado. Pero, como admites, son interesantes, aunque sólo sea para saber por dónde no ir.
Sería injusto no reconocer sus aportaciones, que no son pocas. Albiac, sobre todo, tiene artículos y libros muy interesantes; pero en algún momento su filojudaísmo se convirtió en sionismo y su decepción con el marxismo lo echó en brazos de la derecha más reaccionaria. Y, por desgracia, no es un caso aislado.
Los conversos, siempre más puros…
Respecto a diferencias entre secciones (o subsecciones) de Jot Down, creo que la que hay entre «Arte y Letras» y «Ciencia» es bastante curiosa. Las subsecciones de la de Arte y Letras son etiquetas que se podrían denominar bien conocidas, mientras que las de Ciencia son más cercanas a la idea de secciones independientes en las que tendrían cabida artículos estructurados por autores/as y no por temática. Por esa razón, yendo directamente a las subsecciones, podría parecer que los artículos de la sección de Ciencia no se incrementan frecuentemente, porque se etiquetan de manera general como Ciencias, y no en subsecciones estructuradas, como ocurre con Arte y Letras, en las que los artículos se suelen etiquetar indicando la subsección correspondiente. Definir una estructura en la sección de Ciencias me parece que podría estar muy bien.
Y creo que incrementar los artículos en los que las etiquetas «Ciencias», «Literatura» y «Filosofía» (quizá entre otras) estuvieran presentes de manera simultánea, supondrían una mezcla fantástica.
Por cierto, me ha sorprendido lo de «Con mejor pie, desde luego, que en la recién iniciada segunda década del siglo XXI». ¿No estaríamos iniciando la tercera década del siglo XXI?
Tienes toda la razón, tanto en la oportuna sugerencia taxonómica como en el lapsus: la repetición mecánica de «segunda» me ha traicionado (aunque un freudiano seguramente le sacaría punta al lapsus). Gracias, punto fijo.
Gracias a ti, Carlo. Siempre es un placer leer tus artículos. Además, en mi caso, suelen ser un punto de partida (bueno, en realidad mucho más que eso) de diálogos o debates muy interesantes más allá de este espacio digital, es decir, guían (y acompañan) en el camino hacia el conocimiento.
Me asocio al último comentario de Sfpfijo. Muy bueno, Carlo. Te leería aun si escribieras sobre gastronomía o jardinería. Sos ameno y claro. No sé porque me gusta leer temas filosóficos y sus derivados sabiendo que hay que hacer un esfuerzo en más para entender algo. Supongo que será por la simplicidad de sus orígenes, en el por qué de las cosas. Hay otro artículo por ahí que, en resumen, se pregunta para qué sirve la filosofía. Se dan un montón de reflexiones pero me divierte la pregunta: Para qué y por qué son muy parecidos. Tendemos a la filosfía desde mocosos a mi parecer. A propósito, ¿por qué se llama “deconstrucción” (vocablo que lo asocio a la destrucción) de un mito o de una aparente verdad, cuando lo único que hacés es traer a la luz los orígenes, motivos o circunstancias de su creación? Un saludo.
No sabes cuánto me gratifica y estimula lo que dices. Me considero un dj cultural que intenta seleccionar y recombinar temas de interés con la esperanza de animar a otros a «bailar» con ellos, que es lo que da sentido a mi trabajo. Gracias de nuevo.
Efectivamente, el término «deconstrucción» procede de la Destruktion de Heidegger; pero Derrida, que es quien lo ha popularizado, le da un sentido distinto, más próximo a «desmontar» (también en el sentido de desmitificar) que a «destruir». Creo que el asunto (bastante complejo pero muy interesante) merece un artículo. Gracias, una vez más, ER, por tus atentas lecturas y tus continuas sugerencias