Ya pasaron los tiempos en los que nos arrebujábamos en el sofá a las ocho de la mañana los fines de semana para ver dibujos animados. Esas primeras imágenes escupidas por los televisores, que parecían no tener importancia o que nuestros padres usaban para distraernos, nos han formado.
El poder educativo de la televisión no suele ser tenido muy en cuenta. Como medio de comunicación, y máxime hoy en día con la dictadura de internet, ha estado históricamente denostada. No obstante, además de su función como aparato de ocio y entretenimiento para niños y adultos, la televisión puede suponer un antes y un después en los primeros años de vida de cualquiera. Por eso parece casi esperpéntico que muchas personas no se preocupen por los contenidos de este tipo que consumen sus hijos.
Antes de que la vorágine de lo online se nos echase encima como en una avalancha infinita de información, el televisor era la fuente principal de entretenimiento y la vida en familia se organizaba en torno a este electrodoméstico. Los años 90 fueron una época fructífera para los dibujos animados. Hacía ya tiempo que tener una televisión era tan común como tener una tostadora y la producción de series animadas, patrias o extranjeras, estaba en alza.
De entre lo que se emitía entre los 90 y principios de los 2000, por supuesto, no todo era educativo, también había puro entretenimiento, pero una serie española destaca sobre las demás por su gran valor formativo. Se trata de Las tres mellizas (Les tres bessones en catalán). La ficción seriada fue creada por Roser Capdevila y comenzó a pasarse en TV3 a finales de los 90, aunque no tardaría mucho en dar el salto a la televisión nacional.
Las aventuras de Teresa, Anna y Helena
Helena se asoma a la pantalla de la televisión y llama a sus hermanas: «Anna, Teresa, venid a ver esto». En escena aparecen otras dos niñas iguales. Anna, identificada con el color azul, Teresa con el rosa y Helena con el verde, rompen la cuarta pared para dirigirse a los niños que las ven.
Es esta la forma en la que se nos introduce a los personajes protagonistas de Las tres mellizas, emitida en varios canales de la televisión española.
Las niñas son perfectamente normales y tienen vidas fácilmente identificables. Van al colegio, a hacer la compra y, de vez en cuando, hacen alguna travesura. Sin embargo, cuando esto último ocurre suelen recibir una reprimenda de la Bruja Aburrida, que no deja de vigilarlas y, como castigo, son enviadas a un cuento u obra clásica de la literatura.
Las hermanas viajan entonces a un mundo fantástico, normalmente ambientado en tiempos muy lejanos, y tratan de ayudar a los protagonistas de estos relatos a conseguir sus objetivos. Así, Anna, Teresa y Helena conocen a la Cenicienta, van hasta la cueva de Alí Babá, ayudan al soldadito de plomo o alternan con Blancanieves y los siete enanitos.
En el capítulo 21 de la serie hay un ligero, pero más que reseñable, cambio. Y es que el cuento al que van a ser enviadas las trillizas no es tal, sino que es uno de los libros más importantes de la historia de la literatura universal: el Quijote
Comienzan, de este modo, a introducirse en el devenir de la serie múltiples referencias e historias de obras clásicas de la literatura. Acompañan a Helena de Troya y la ayudan a casarse con Menelao, también colaboran en el amor de Romeo y Julieta o intentan no sucumbir al canto de las sirenas junto a Ulises.
En conversación con Roser Capdevila
Llamo a Roser una mañana cualquiera en la que mis vecinos siguen con sus interminables obras. Me lo coge una de sus hijas, Helena, que me dice que la llame en media hora porque su madre está en una reunión.
Roser Capdevila i Valls (Barcelona, 1939) se sorprendió cuando en los años 60 le dijeron que no iba a tener un bebé, sino tres. En esa época los embarazos múltiples no eran tan frecuentes, y había cierto desconocimiento en torno a este fenómeno biológico. Ella y su marido, Joan, tuvieron que hacerse a la idea, a marchas forzadas, de que iban a tener tres hijos de una vez. El 12 de noviembre de 1969 nacieron Anna, Teresa y Helena. Con ellas, Roser no solo tendría tres hijas en la realidad, las trillizas serían el germen de todo un imaginario ficticio que elevó la carrera artística de su madre y la convirtió en una figura internacional dentro de la literatura infantil.
A pesar de los golpes y porrazos que se escuchan de fondo, Roser se muestra disponible y divertida por el contexto de la llamada. Ya es bastante mayor, pero en todo momento es jovial y vital, hablando sin tapujos sobre su experiencia y sobre cómo ser madre de las trillizas de la realidad (y de la ficción) le cambió la vida.
Todo fue por un paseo en moto por la Barcelona de los años 80. Roser paró en un semáforo y a su lado se encontró con Mercè Company, escritora y periodista. Mercè le contó allí mismo a Roser que había tenido una idea: sus trillizas podían ser las protagonistas de una serie de libros.
Aquella reunión improvisada en un semáforo tuvo que ser breve, pero lo comenzó todo. A partir de ahí vinieron reuniones con editoriales, entre Roser y Mercè, y por supuesto, con las trillizas, Anna, Helena y Teresa, que conservaron sus nombres y algunos rasgos distintivos en la ficción. La editorial Planeta se hizo cargo de publicar varias series de libros que tenían como protagonistas a las tres hermanas.
Pasarían tan solo unos años, llegando ya a la década de los 90, para que una productora se acercase a Roser y le dijera que quería llevar Las tres mellizas a la pequeña pantalla. Cromosoma fue la empresa catalana encargada de hacer este trasvase del medio escrito al audiovisual.
Cuando salieron los libros Anna, Helena y Teresa tenían unos ocho años, comenta su madre, mientras que ya eran adolescentes cuando comenzó a emitirse la serie. «Ellas estaban muy orgullosas de ser protagonistas. Fue una serie que entró muy bien, a los niños les encantaba, a los padres y a los abuelos también. Tenía una carga educativa importante, por ejemplo salió Amadeus, yo pensé que los niños debían saber quién era Mozart, un niño prodigio que tocaba el violín, que tocaba el piano, que componía», aclara Roser.
Roser no quería hacer por hacer, quería que las aventuras de Las tres mellizas sirvieran para algo más que de entretener manteniendo a los niños pegados al cristal del televisor. «Cuando acabamos de adaptar los cuentos clásicos, en las reuniones que teníamos cada dos meses con los guionistas, surgió la idea de adaptar obras de la literatura universal. Comenzamos con El Quijote y Romeo y Julieta, atacando ya a lo grande. Después de eso pasamos a contar historias de artistas como Leonardo Da Vinci, Velázquez, Amadeus. Hay un capítulo precioso que es de Van Gogh, que es de los últimos que hice», recuerda con ternura la dibujante.
Y es que ante todo, Roser es dibujante. Recuerda cómo de pequeña, en la escuela, una de sus maestras (que inspiraría el personaje de la Bruja Aburrida) la castigaba por pasarse las horas dibujando en lugar de atender a la lección. A pesar de su edad y sus problemas de visión, Roser sigue activa, aunque ahora dibuja para ella: «Desde el año 2000 todos los días escribo en un diario dibujado. Dibujo en él algo que me ha pasado, y si no hay nada reseñable, plasmo alguna noticia divertida. Me divierto y mi diario me acompaña siempre. Voy por el mundo con el diario, lápices y colores. Voy dibujando y también escribiendo un poco. Yo digo que donde no llegan las palabras llegan los dibujos, pero donde no llegan los dibujos llegan las palabras. Voy rellenando páginas y páginas».
Formar a través de la televisión
En el artículo «Los dibujos animados como recurso de transmisión de los valores educativos y culturales», las investigadoras Núria Rajadell, Maria Antònia Pujol y Verónica Violant hablan sobre el valor educativo de las series animadas de televisión dedicadas a niños.
Según sus pesquisas, la televisión ayuda a potenciar el pensamiento anticipatorio y, por tanto, constituye un elemento socializador para los niños y niñas que están en período de formación. «Los dibujos animados representan otra alternativa de enseñanza-aprendizaje en la que el niño o la niña pueden aprender conceptos, procedimientos, actitudes y normas, a través de sus héroes favoritos, aunque resulta indispensable la función reguladora de los maestros y de los padres», reseñan las autoras. Hacen hincapié, además, en la importancia de que se eduque y alfabetice frente a los medios de comunicación. El alumno no solo puede absorber conceptos básicos de los dibujos animados, sino que además debe saber discriminarlos y analizar lo que sus personajes favoritos le están transmitiendo.
En este contexto de aprendizaje infantil es crucial que existan productos como Las tres mellizas. La serie de animación resultaba atrayente para los niños por su sencillez estructural y, probablemente para muchos, supuso su primer contacto con historias tan asentadas y presentes como Moby Dick o con personajes como Mozart o Van Gogh.
«Una chica de Alcalá de Henares, a la que no conozco en persona, me mandó un correo diciéndome que de niña vio los capítulos dedicados a Velázquez y Van Gogh y le gustaron tanto que de mayor estudió Historia del Arte. Me dijo que descubrió las Bellas Artes gracias a la serie de Las tres mellizas», confiesa Roser Capdevila.
Hay personajes y obras que forman parte del imaginario popular y que, al ser pequeños, absorbemos por sus variadas representaciones en medios de comunicación. Al crecer solemos olvidar cómo fue que conocíamos la historia de Romeo y Julieta antes de leerla, por qué sabíamos que Cervantes escribió El Quijote o cómo podemos anticipar el final de algunos cuentos que no creemos haber leído. La respuesta para muchos nacidos en los 90 es que esto es gracias a Las tres mellizas.
Nada es nunca blanco o negro, la televisión puede ser insustancial e, incluso, promover cierto grado de incultura. Pero si sabe usarse bien, si se establecen ciertas pautas, es un gran medio que ayuda a educar y formar a las mentes más jóvenes y vivaces.
Si tienen niños pequeños, sobrinos, primos o infantes de cualquier tipo a su alrededor hagan la prueba, pónganles Las tres mellizas y dejen que se llenen la cabeza de fantasía y mucha, mucha literatura.
Ya ha llegado la época en que los nacidos en los 90 estamos en edad de ponernos nostálgicos. Se vienen «yo fui a la ESO» y demás revivals
A mi esta serie siempre me trae muy buenos recuerdos de la infancia. Siempre me ha gustado la literatura y esta serie era un regalo para mi. ¿Alguien más se siente igual?
holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa peña
Hola, ayer mientras hacia ejercicio recordé estos dibujos animados que me acompañaron cuando niña. Sin duda me permitieron desarrollar una imaginación única que al día de hoy en la adultez (32 años) me permiten crear muchos proyecto innovadores ayudando a otras personas a lograr sus objetivos. Gracias por tal obra de arte.