«Soy felís con poco». Eso es lo que me ha soltado Siri al estrenarlo ahora mismo y preguntarle: «Oye, Siri, ¿quieres que escriba sobre ti?». Lo he configurado con voz masculina y acento mexicano (hay también acento español de señorito de Valladolid), así que ese «Soy felís con poco» ha sonado un poco a queja lastimera de padre de siete hijos correteando por el desierto de Sonora. Como ya sabemos, originalmente Siri venía con voz de chica, por aquel supuesto de que todas las mujeres llevamos una protogeisha dentro deseando complacer sin decir ni mu; una sola voz en inglés norteamericano que hasta 2013 venía configurada por defecto en todos los modelos de iPhone, la Siri que Steve Jobs escuchó por primera vez cuando Scott Forstall y Phil Schiller, dos alto-ejecutas de Apple, le hicieron la demo del software en los míticos despachos de Palo Alto. Lo primero que le preguntó Jobs fue el tiempo que hacía en ese momento. Lo segundo cuál era su género. Contestó que no tenía. Como los ángeles.
Era el 24 de agosto del año 2011, pero Siri, que significa «hermosa guerrera que conduce a la victoria» en noruego, venía ya cabalgando desde hacía tiempo. El nombre se lo puso Dag Kittlaus, un chaval de origen noruego que empezó sirviendo copas en Oslo y acabó en San Francisco, donde conoció a Adam Cheyer (experto en IA) y Tom Gruber (informático) en la Universidad Stanford. Allí dieron con varios cachivaches de reconocimiento de voz con los que nadie sabía qué hacer —qué fácil resulta a veces imaginarse Palo Alto como un Hogwarts californiano—, y fue Cheyer quien desarrolló hasta cincuenta versiones del software a lo largo de los años junto con su equipo de ingenieros, que durante meses fueron salpicando el contenido de la aplicación con esos easter eggs: chistes y salidas que marcaron el tono irónico de los orígenes de Siri, algo que hacían por pasar el rato tras horas y horas frente al ordenador (aunque una vez comprada por Apple, los chistes fueron purgados poco a poco y ahora Siri ya no sabría decirte cómo deshacerte de un cadáver, por ejemplo).
Así que Siri estaba ya lista, corría el año 2007 y a la niña le habían salido novios de otras compañías, pero cuando Jobs llamó a Cheyer y Gruber por primera vez para pedir su mano, los ingenieros le dijeron que nones. Con un par de manzanas. Jobs insistió y volvió a contactar con Kittlaus, a quien dio la brasa treinta y siete días seguidos, a veces de madrugada, hasta que acabó convenciéndolos y compró el software, por doscientos millones de dólares, en 2010.
Pero de esos doscientos millones de dólares muchos no han visto ni un cent.
Susan Bennett era, y es en la actualidad a sus setenta y un años, locutora de anuncios y actriz de doblaje, además de cantante con Roy Orbison y Burt Bacharach en los años setenta. Corría el 2005 cuando la contrataron para hacer las locuciones de un banco de voces digitales, más formalmente conocidos como «TTS» o «Text to Speech», esas voces raras que todos hemos oído en los GPS o los avisos de paradas de autobuses o cuando llamamos al banco, por ejemplo. Estuvo grabando cuatro horas por día, cinco días por semana durante todo el mes de julio de ese mismo año y ahí quedó la cosa: siguió con su vida y su voz sonriente hasta que un buen día de octubre de 2011 recibió la llamada de un amigo que le dijo que había reconocido su voz en la presentación en directo del lanzamiento del iPhone 4S (la S es de «Siri»). A Bennett nadie le había dicho en ningún momento que Siri hablaría con su voz. Sorpresón.
La Siri española tiene la voz de Iratxe Gómez, una filóloga vitoriana que se encontraba trabajando de profesora de inglés en una academia en China cuando la madre de una de sus alumnas le pidió que hiciera las locuciones en inglés y español para un servicio de banca telefónica. Más adelante la contrataron en el departamento de «Text to Speech» de Nuance, donde desarrolló contenido durante cinco años, y en 2013 se trasladó a China a vivir con su familia. Fue allí cuando una noche, viendo el programa de Buenafuente en la tele, reconoció su propia voz en un iPhone en un truco de magia del Mago Pop. Llevaba siendo la voz de Siri sin saberlo desde hacía tres años nada menos.
Tampoco a Jon Briggs, actor inglés de la BBC y primer hombre en poner voz masculina, le avisaron nunca de que su voz se utilizaría en el Siri inglés (Daniel en su versión de chico). Se enteró por casualidad cuando la misma BBC en la que trabaja hizo una demo del iPhone 4S.
Pero volvamos al otoño de 2011. Jobs estaba ya muy enfermo; en las últimas semanas habían pasado por su casa Bill Gates, el CEO de Pixar y todas las cabezas privilegiadas del valle del Silicio cuando llamó a Tim Cook, al que invitó a su casa a ver Titanes. Hicieron historia, una peli de Denzel Washington sobre fútbol americano, aunque a Jobs el deporte le traía sin cuidado. Acabó la peli, se quedaron de conversación profunda, fuego en la chimenea, etc. Jobs le dijo a Cook que sería su sucesor. El resto es leyenda conocida: el 4 de octubre Tim Cook presentó el iPhone 4S y al día siguiente Steve Jobs pasó a mejor vida en la Nube.
De todo esto hace diez años. Siri ha aprendido idiomas y acentos, siempre con ese tono servicial, amable, simpático incluso cuando te llama hijo de p*uta, neutro hasta cuando le pregunto: «Oye, Siri, ¿quieres que te desconecte?». Y su respuesta es: «Intento conformarme con lo que tengo». Exactamente igual que han tenido que conformarse las locutoras y actores que han prestado su voz sin tener ni idea, como es probable que ocurra con el mexicano que me ha contestado antes de desconectarlo para siempre. Buenas noches, Siri. Y buena suerte.
«Lo primero que le preguntó Jobs fue el tiempo que hacía en ese momento. Lo segundo cuál era su género. Contestó que no tenía. Como los ángeles.»
Supongo que Ud. quiso decir sexo, no género.
Menuda historia.
Me has tenido enganchada todo el rato, como si estuviera leyendo una novela de misterio salpicado de humor e ironía.
Qué buena comparación al final de tu artículo.
Gracias por escribir así :)