En 1997, el peluquero Reinaldo Colás se separó de su pareja, una bailarina australiana veinte años más joven que él. La mujer entabló una relación sentimental con Giuseppe Farina, expresidente del AC Milan. Colás tuvo dos niñas con la mujer australiana que en aquellos entonces contaban con cinco y tres años respectivamente. Después de la separación, comenzó a inducir a sus hijas a que acusaran a la nueva pareja de la madre de abusar sexualmente de ellas. Grabó las confesiones falsas en casete. Hizo que dibujaran monigotes representando a Farina junto a los que las niñas indicaban lo malo que era. Con esta obsesión mal alambicada acudió a los juzgados en abril de ese año.
La pareja se cruzó denuncias que llevaron a las niñas a ser internadas en el centro de menores Baix Maestrat durante seis meses hasta que la custodia cayó en la madre. Colás tenía severos problemas mentales y con la bebida. El autoproclamado criminólogo, periodista, abogado, psicólogo y ninguna de estas cosas en realidad, Antonio Toscano, se enteró de lo que iba contando Colás por ahí sobre los abusos a sus hijas. Toscano perpetró una teoría de la conspiración según la cual menores del centro Baix Maestrat eran sustraídos del centro para acabar en un sórdido bar de carretera llamado Restaurante España donde eran sometidos a todo tipo de abusos sexuales y donde murieron varios menores en turbias ceremonias satánicas donde se daban cita poderosos políticos y empresarios de Castellón.
Colás y Toscano grabaron en vídeo las denuncias de chicos de familias desestructuradas, algunos con problemas mentales, en el local del peluquero. Uno de ellos confiesa que el expresidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, asesinó a un niño en uno de aquellos rituales. En TV3, uno de los principales valedores de la teoría de la conspiración, el cineasta Valentí Figueres, aseguró que España no permite investigar este tipo de delitos. Pero, por supuesto, se investigaron: primero la denuncia de Colás y posteriormente el delirante e intrincado submundo satánico y pederasta que floreció en internet en forma de blogs, cuentas de Twitter e infinidad de podcasts del misterio. Los artífices de la cada vez más gruesa teoría de la conspiración tuvieron que responder recientemente en los juzgados sobre lo que no fue otra cosa que difamación pura y dura, y no les salió muy bien la jugada. Pero lo sorprendente de todo esto, si es que algo puede sorprender a estas alturas en este caso, es que toda esta intrincada teoría enarbolada sin prueba alguna no tuvo su origen en Benicarló. Su origen está en Estados Unidos en 1980.
En algunas zonas de Europa, muchos niños confesaron ante tribunales inquisitoriales que habían sido llevados de noche a un aquelarre donde habían participado en rituales en los siglos XVI y XVII. Estos testimonios fueron utilizados en juicios que llevaron a condenar a cientos de personas en Suecia, Alemania o Navarra. Han pasado siglos desde entonces, y el niño que había tenido tratos con el diablo no puede ser decapitado y quemado vivo, como en Salzburgo entre 1675 y 1690, donde fueron ejecutados cincuenta y seis niños después de confesar haberse dejado seducir por un brujo, y para 1980 afortunadamente el niño era una víctima a la que proteger llegado el caso.
Ese año, Michelle Smith y su psiquiatra Lawrence Pazder publicaron el tristemente famoso libro Michelle Remembers, en el que ambos daban testimonio de los terribles abusos que la mujer sufrió a manos de sus satánicos padres, destapados a raíz de la hipnosis a la que la mujer fue sometida por el psiquiatra y posterior marido. En el libro se relata cómo los progenitores abusaron de su hija en rituales satánicos organizados cuando Michelle tenía cinco años. La niña sufrió violaciones, vio sacrificios humanos, fue embadurnada con sangre infantil, todo eso que se supone que debe aparecer en un ritual satánico. El problema es que nunca se han podido corroborar los hechos. Las terapias de recuperación de memoria utilizadas son, digamos, problemáticas. Pazder tuvo que retractarse de las acusaciones sobre la pertenencia de los padres de Michelle a la Iglesia de Satán, pues Anton LaVey, fundador de la misma en 1966, amenazó con llevar a los tribunales el asunto. La terapia empezó en los 70, pero cuando supuestamente ocurrieron los abusos Anton LaVey todavía estaba domando leones. Por si fuera poco, todos los familiares de Michelle Smith negaron los sucesos. Si esto no basta para desacreditar el libro, quizá la presencia en él del mismísimo Jesucristo y la Virgen María pueda alumbrar algo de luz.
Pero aquel libro, primero publicado en artículos aparecidos en People y National Enquirer, ya había hecho salir el tren que se llevaría por delante el futuro de cientos de personas. La pareja hizo un tour por Norteamérica hablando del libro, y por toda la geografía de Estados Unidos y Canadá empezaron a surgir testimonios similares obtenidos de forma poco ética. En fecha tan tardía como 1989, Oprah Winfrey invitó a Michelle Smith a su programa, en el que otra supuesta superviviente del abuso ritual satánico, ARS, acudió a dar testimonio a raíz de la publicación de un libro de similares características, Satan`s Underground. La autora, Lauren Stratford, tenía un largo historial de falsas acusaciones de abuso y problemas mentales severos. Stratford no tenía reparos en apuntarse a un bombardeo: allá donde hubiera una denuncia de abuso ritual satánico, intentaba presentar testimonio. Así lo hizo en el caso McMartin, aunque incluso a los crédulos involucrados en él les pareció demasiado fantasiosa. Stratford aseguraba, entre otras lindezas, que dio a luz a un niño que fue utilizado en una snuff movie.
El de McMartin solo es el más conocido de los cientos de casos de abuso ritual que acabaron en los tribunales. La familia McMartin regentaba una guardería en Manhattan Beach, California. La madre de uno de los niños que acudían allí denunció ante las autoridades que su hijo había sido sodomizado en la guardería a manos de su exmarido, que trabajaba en ella. Aunque no todas las acusaciones en este caso denunciaban el satanismo, muchos de los testimonios de los niños (la policía envió una circular a los padres para que interrogaran a las criaturas) eran evidentes fantasías, como ver volar a brujas o la existencia de túneles tenebrosos que llevaban a compartimentos secretos bajo la guardería donde se cometían todo tipo de abusos con los pequeños.
Igual que en cientos de casos por todo Estados Unidos, el caso McMartin solo sirvió para arruinar las vidas de los acusados en el proceso penal más largo y costoso del país hasta 1990. Aunque a medida que avanzaba el proceso el satanismo se fue apartando, los medios de comunicación, en este y otros casos, fomentaron la histeria y el miedo al satanismo de forma totalmente acrítica. En 1988, el popular periodista Geraldo Rivera presentó una serie de reportajes en los que se aseguraba que en Estados Unidos había un millón de satanistas y describía lo que sin lugar a dudas puede encajar perfectamente con teorías de la conspiración posteriores, a saber: los satanistas constituyen una élite pederasta que utiliza a niños para rodar películas pornográficas y perpetrar asesinatos rituales. La élite mundial satanista que pretende dominar el mundo en secreto.
Si los túneles tenebrosos donde se decía que los McMartin y su camarilla perpetraban los abusos resultan familiares, es básicamente por haberse reencarnado en el más reciente Pizzagate, la teoría de la conspiración que enturbió las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 según la cual existe una red de túneles entre varios restaurantes en Washington DC que son utilizados por una red de todopoderosos altos cargos del Partido Demócrata pederastas. La sede principal se encontraba en la pizzería Comet Ping Pong. Estados Unidos ya tenía su Bar España.
Todas estas teorías tienen lugares comunes y se desarrollan de forma parecida. El satanismo aparece y desaparece de ellas dependiendo del grado de fanatismo religioso que toque en el país en el que se desarrollan, aunque la esencia sigue siendo la misma. En Bélgica, el caso del pederasta y asesino en serie Marc Dutroux fue acompañado de todo tipo de habladurías que desembocaron en una teoría conspirativa que estuvo a punto de tumbar al frágil gobierno belga a mediados de los años 90, con gravísimas acusaciones al entonces vicepresidente Elio di Rupo, que se vio obligado a salir del armario durante la histeria que dominó el país por el caso Dutroux. Posteriormente, Elio di Rupo fue acusado de pedófilo en 2014 en la Cámara Baja.
En Australia, una mujer llamada Fiona Barnett asegura desde 2015 que existe una red pedófila en su país formada por jueces, estrellas de cine y políticos de alto nivel. Afirma que Richard Nixon abusó de ella. Asegura que el padre de Nicole Kidman hizo lo mismo delante de una divertida Nicole Kidman preadolescente. Las pruebas que aporta para afirmar algo así son sus propios dibujos infantiles y su testimonio reflejado, cómo no, en un libro, Eyes Wide Open. El libro es todo un catálogo de ideas paleoconservadoras contra el feminismo, el ecologismo y cualquier cosa que no sea la propiedad privada, además del testimonio insostenible de los abusos. Puede parecer una locura, pero el asunto se debatió en el Senado de su país.
A estas alturas a nadie se le debería escapar que QAnon, la teoría conspiracionista, es tan hija del Pizzagate como nieta del pánico moral de los años 80 con el satanismo. Aunque ahora nos parezca delirante, en su momento todos estos supuestos crímenes eran relatados con pelos y señales en los medios de comunicación de forma absolutamente acrítica. Por doquier surgían expertos y hasta mujeres detective dispuestas a demostrar que el juego de rol Dungeons & Dragons era peligroso para los jóvenes, pues inducía a practicar satanismo, canibalismo y todo tipo de creencias dañinas. El auge del cristianismo evangélico durante la etapa Reagan y los miedos acumulados por películas como El exorcista o La semilla del diablo, junto a la llegada de la Iglesia de Satán o las astracanadas de la Iglesia del Proceso en el hervidero contracultural de los años 60, se unieron para dar forma de manera involuntaria a la paranoia colectiva.
Carl Raschke, filósofo y teólogo profesor de estudios religiosos en la Universidad de Denver, fue, y de vez en cuando sigue siendo, uno de los intelectuales más o menos prestigiosos que dedicó mucho tiempo y tinta a popularizar la supuesta existencia del abuso ritual satánico. Su libro de 1990 Painted Black: From Drugs Killings to Heavy Metal: The Alarming True Story of How Satanism Is Terrorizing Our Communities aseguraba que el heavy metal estaba arruinando a la juventud a través del satanismo y el consumo de drogas, como se puede intuir ligeramente en el título. Raschke no perdió oportunidad de presentarse como testigo experto en satanismo en juicios de casos de abuso ritual, aunque muchos estudiosos aseguran que en su libro habla de cosas que no entiende. Raschke fue uno de los «expertos» en uno de los programas de Geraldo Rivera sobre este asunto.
El papel de Raschke no es despreciable. Contribuyó como pocos a promocionar el pánico satánico siendo casi un ignorante absoluto en lo que concierne al satanismo, pero su presencia dotaba a las denuncias de respetabilidad. No estuvo solo, pues prácticamente todos los medios de comunicación cayeron en el sensacionalismo y olvidaron por completo su función, pero Raschke logró poner el foco en los juegos de rol y en el heavy metal, si bien la cosa venía de antes.
Mazes & Monsters es una telefilme de 1982 que tiene a un bisoño Tom Hanks como protagonista. La película narra la desaparición de un joven del que terminamos sabiendo que formaba con unos amigos un grupo de jugadores de rol. Jugaban al juego que da título a la película, en alusión al exitoso Dungeons & Dragons. Los chavales se flipan tanto que terminan poniendo llevando el juego a la vida real. Es una de las peores películas que he visto, pero tiene su morbo. Está basada en una novela de Rona Jaffe del mismo título. La autora estadounidense se inspiró en un suceso real, la desaparición de James Dallas Egbert III. Aunque la desaparición y su trágico desenlace tuvieron muy poco que ver con los juegos de rol, la novela de Jaffe, el telefilm y el libro que el detective William Dear escribió sobre su búsqueda del joven desaparecido, The Dungeon Master: The Disappearance of James Dallas Egbert III. No quedó la cosa aquí, la propia madre de James Dallas Egbert III investigó la desaparición de su hijo y se convirtió en el azote de los juegos de rol. Ya era tarde para parar la bola. En España, el famoso crimen del rol en 1994 reeditó la paranoia ochentera en programas sensacionalistas como el presentado por el difunto periodista Julián Lago, quien dedicó dos programas al asunto, uno en el que no logró encontrar quien le dijera que los juegos de rol son el demonio y otro con un famoso psiquiatra forense que hizo lo que el periodista quería: satanizar a los no muy satánicos jugadores de rol a partir de un hecho aislado.
El otro sospechoso, el heavy metal, también sufrió los ataques de una sociedad presa del fundamentalismo evangélico. Los británicos Judas Priest tuvieron que responder ante un juez ante la acusación de que su canción «Better By You, Better Than Me» había inducido al suicidio de dos adolescentes. Ozzy Osbourne fue denunciado por un asunto similar. Un joven se suicidó escuchando su canción de 1980 «Suicide Solution». El cantante británico llevó a cabo su propia defensa, y finalmente fue absuelto. Hasta los muy cristianos Stryper fueron acusados de satánicos por el pastor Jimmy Swaggart, que también decía que Steve Harris de Iron Maiden era Lucifer. Pero con todo, quienes se llevaron la peor parte fueron los tres de West Memphis, tres adolescentes que fueron acusados y condenados en 1994 por el asesinato de tres niños, dos de ellos a cadena perpetua y el tercero a muerte. Se les acusó de haber asesinado a los niños durante un ritual satánico. La serie de documentales Paradise Lost, de Joe Berlinger y Bruce Sinofsky, narra cómo sucedieron los hechos hasta la liberación de los tres acusados en 2011. Los tres eran aficionados al heavy metal y diversas bandas y músicos de rock and roll, desde Henry Rollins de Black Flag hasta Eddie Vedder, hicieron campaña y recogieron fondos en apoyo a la defensa de los tres acusados injustamente.
El pánico satánico y el abuso ritual, satánico o no, nacieron en una sociedad pacata y en la época en la que el auge del fanatismo evangélico iba de la mano de los mandatos de Ronald Reagan, tal vez como respuesta a lo que algunos entendieron como un exceso de libertinaje de las décadas anteriores. El árbol de la conspiración satánica se bifurca y se vuelve a bifurcar en cientos, miles de ramas que no pueden eludir las similitudes con el tronco del que todas parten. QAnon, la teoría conspirativa que llevó a la locura del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, tiene su origen en los años de Ronald Reagan. A pesar de que las investigaciones sobre abusos desde Michelle Remembers incluían con mucha frecuencia rituales satánicos fantasiosos, la gran mayoría de la prensa y muchos fiscales, abogados, terapeutas y policías, creyeron en todos aquellos testimonios.
En el libro de Carl Sagan El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad, el divulgador dedica un capítulo entero a los falsos recuerdos, enlazando con lucidez estos tremendos relatos de abuso y satanismo con los testimonios de abducidos por extraterrestres. En 1995, año en que se publicó el libro, se calculaba que había unas diez mil denuncias anuales de abuso ritual. Sagan cita el artículo de 1989 para la revista profesional The Police Chief de un agente especial de la Unidad de Instrucción e Investigación Científica de Comportamiento de la Academia del FBI en Quantico, Virginia, Kenneth V. Lanning, en el que el agente señalaba que a los agentes de la ley les pagan para aplicar el código penal, no los diez mandamientos. Lanning dice también que en seminarios sobre el tema organizados por fuerzas policiales ha oído tachar de satanismo a creencias y no creencias de todo tipo: el catolicismo romano, la Iglesia ortodoxa, el hinduismo, el budismo, el islam y, por supuesto, el rock and roll.
Podría parecer que esto es algo demasiado norteamericano como para ser exportado, pero lo cierto es que hay tantos ejemplos que podría llenar varios libros. Hace unos meses, la desaparición de una niña de ocho años en Francia destapó cómo QAnon ha penetrado en el viejo continente casi en los mismos términos que al otro lado del charco: políticos ultraderechistas, élites corruptas, pedófilas y satanistas. Paletos armados secuestrando a una niña para entregársela a su madre, para «salvarla». Algunos creen que hay una confluencia de diversas teorías, pero no es cierto: todas vienen de los años de la paranoia del abuso ritual satánico, que siempre tuvo en su corpus ideológico las tonterías sobre el «Estado profundo».
Hoy toda la prensa internacional ve a los partidarios de QAnon como un hatajo de descerebrados y nadie se toma en serio sus teorías conspiranoicas, pero esto no siempre fue así, e incluso en 2015 una supuesta víctima de abuso ritual tuvo su momento de gloria en el Senado australiano. Por el camino han quedado cientos de víctimas que vieron cómo sus vidas eran destrozadas sobre la base de acusaciones infundadas. Las víctimas fueron quienes tuvieron que someterse a procesos legales en los que la realidad era lo de menos. Como admitía el agente del FBI citado más arriba, Kenneth V. Lanning, guste o no se han cometido más abusos a niños en nombre de Dios que en nombre de Satán, y esto es irrefutable.
Me alegra ver a Jorge Matías por aquí.
¿De dónde vendrá la querencia ultraderechista por este tipo de delirios satanistas, negacionistas, etc? No todos los que están son, pero casi todos los que son están.
Seguro que Yocovich también flipa con estos temas.
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