Mentiras, despistes y manipulaciones en la investigación de los asesinatos de Estado italiano
A principios de julio de 2021, leía en el New York Times un artículo titulado «To Solve 3 Cold Cases, This Small County Got a DNA Crash Course. Forensic genealogy helped nab the Golden State Killer in 2018. Now investigators across the country are using it to revisit hundreds of unsolved crimes» («Para resolver tres viejos casos fríos, este pequeño condado recibió un curso intensivo sobre Adn. En 2018, la genealogía forense ayudó a echarle el guante al asesino del Golden State. Ahora los investigadores de todo el país recurren a ella para revisar cientos de crímenes no resueltos».) La entradilla y la foto de un hombre y una mujer americanos de mediana edad y aspecto común mirando con cierto orgullo en lontananza —los dos lucían prendida en la camiseta, por encima del corazón, la mítica estrella de sheriff— no podía resumir mejor el contenido.
A mitad de página me encontré preguntándome qué hacía yo leyendo ese artículo, pues no me atraen los crímenes ni los casos morbosos ni la América profunda. Me acordé de haber leído esa misma semana otro artículo, fechado en abril y publicado por La Repubblica, cuyo titular reprodujeron todos los diarios y agencias italianos: «Reabran la investigación sobre la muerte de Pasolini. A alguien le conviene que siga siendo un misterio». Eran palabras de la escritora Dacia Maraini en una entrevista a la periodista Elvira Terranova durante su participación en el festival La via dei librai, en Palermo. Maraini, ya de ochenta y cuatro años, reclamaba la aplicación de las nuevas técnicas para analizar los restos de la ropa de Pasolini que se conservan desde su asesinato en el Idroscalo de la playa de Ostia, en la noche del 2 de noviembre de 1975.
Así funciona el inconsciente: leí lo de Maraini sobre un tema en el que me intereso desde hace ya años, entrevista que me pareció trataba ya rutinariamente el «delito Pasolini», y al verme concentrada en el reportaje sobre cómo los avances efectivos en el análisis del ADN han permitido reabrir casos fiambre, descubro que en realidad también yo creo intrigante que siga sin resolverse un asesinato que Sergio Citti, amigo de Pasolini, calificó de «delito perfecto».
«Se podrían ampliar los rastros de sangre y extraer ADN, dado que la mancha sigue ahí» explicaba Maraini. «No se han destruido las pruebas, aunque está claro que a alguien le conviene que esta muerte siga siendo un misterio histórico». «Faltan algunas pruebas», añadía; «si en la época se hubiese practicado una verdadera investigación en profundidad, probablemente habrían salido a la luz otros datos. Pero como entonces Pino Pelosi se atribuyó toda la culpa, ahí se detuvo la investigación».
¿Por qué la veterana escritora, que fuera mujer de Alberto Moravia y amiga del poeta y cineasta, reclama hoy la enésima investigación? Investigación oficial, se entiende, porque desde el primer día hubo varias indagaciones independientes. Cuando Maraini habla de «misterio histórico» se refiere a que el asesinato de la noche de Ostia se reabrió varias veces; la última, en 2010, también se cerraba sin pruebas concluyentes.
A las alturas de 2021, Pier Paolo Pasolini se ha convertido en gran medida en un tótem cultural, una figura conocida a grandes rasgos y comprendida e interpretada, a partir de una muerte atroz que lo convirtió en mártir de varias causas progresistas de su tiempo —desde la defensa abierta de su homosexualidad al carácter de intelectual fuera de toda subordinación— y talismán para una cierto sector de la izquierda intelectualmente perezoso. Respetado por la derecha tradicional, que acepta que gran parte de su obra posee un gran valor artístico, incluidas películas como El Evangelio según Mateo, premiada por el mismo Vaticano, después de las innumerables denuncias y persecuciones que sufrió desde el año uno de su carrera como poeta, perdonado por los más reaccionarios que ven en su muerte un castigo divino al que no cabe añadir más, es también desde su asesinato un tema de estudio, que ha tardado en dar resultados y respuestas convincentes.
Pasolini es un tótem y en algunos casos se utiliza su muerte, su asesinato, como clave de lectura e interpretación de su obra —poética, narrativa, cinematográfica, teatral, ensayística o incluso pictórica—, que no se deja simplificar en categorías aisladas. Que los amigos supervivientes del poeta, como la propia Maraini o la larga lista de los que han escrito monografías dedicadas al famoso crimen, reclamen una investigación en profundidad y apoyada por la más avanzada tecnología, la que explora el material genético, es una manera de pedir que sea el propio Pasolini —que hable su cuerpo, lo que queda de él transcurridos cuarenta años de la emboscada en Ostia, de esos despojos en los que se han cebado tantos escritores, periodistas y analistas de diferentes países, pero sobre todo de Italia— quien revele el nombre, los nombres de quienes lo mataron.
A mediados de noviembre del 2021, los diarios se hacían eco del hallazgo, en una gruta de lava del Etna, de un misterioso cuerpo de un hombre vestido con traje y corbata. Enseguida, Franca de Mauro, la hija mayor del periodista Mauro de Mauro, desaparecido en septiembre de 1970, reclamaba un análisis del ADN de esos restos, pues los datos difundidos sobre malformaciones en nariz y boca del cadáver podrían corresponder con los de su padre. De ser él, desmentiría las últimas versiones sobre la desaparición y ejecución del periodista de L’Ora, hecha por sucesivos mafiosos arrepentidos, según la cual el cuerpo del periodista fue enterrado en la finca de un mafioso, y diez años después desenterrado para ser disuelto en ácido. La ropa y los periódicos fechados en 1977 encontrados junto al hombre del volcán obligaron a descartar que se tratase de Mauro de Mauro.
El «crimen Pasolini», o Il delitto Pasolini, ha generado una bibliografía tan extensa que no sería exageración hablar de una rama dentro del giallo italiano, el género literario de asesinatos políticos y mafiosos. Este año de 2022 se conmemora el centenario del nacimiento del autor de Teorema, por lo que es previsible una catarata de artículos, reediciones de su obra, nuevas traducciones, exposiciones y hasta biografías «canónicas» con nuevas revelaciones que solo lo serán para quien, pese a estar interesado en el caso, no sepa italiano. Buena parte de los datos que pretenden venderse como novedosos en España proceden de una crónica sobre la que llevo tiempo llamando la atención para que se traduzca de modo que el lector español acceda directamente al trabajo de varios profesionales valientes y escrupulosamente honestos.
Se trata de Profondo nero, (Chiarelettera, 2009), de Giuseppe Lo Bianco y Sandra Rizza, periodistas de Palermo especializados en la crónica judicial. Son autores de otros libros firmados al alimón o por separado, siempre en torno al gran tema siciliano, la mafia y su infiltración en la política, y el berlusconismo, una derivada del primero. El título tiene su homónimo en una recopilación de italo disco, que a su vez homenajea al Profondo rosso (1975) de Dario Argento. No puede extrañar que con tantas referencias literarias, musicales, y luego cinematográficas, la sensación de trama ficcional haya llevado a tratar el asesinato de Pasolini como un folletín interminable.
El epígrafe de Profondo nero es revelador y glosa el atractivo del libro, que se confirma en la lectura: Mattei, De Mauro, Pasolini. Un’unica pista all’origine delle stragi di stato. La traducción al español por fuerza debería aclarar algo: Enrico Mattei, Mauro de Mauro, Pier Paolo Pasolini. Una sola pista en el punto de partida de los asesinatos de Estado. Enrico Mattei fue el carismático, astuto y poderosísimo directivo del ENI, la empresa nacional de energía Ente Nazionale de Idrocarburi, que murió el 27 de octubre de 1962, en extrañas circunstancias, a la altura de Bascapè al estallar la avioneta, un birreactor Morane Saulnier, que lo trasladaba de regreso a Milán desde Gagliano Castelferrato. Junto a él murieron el piloto Irnerio Bertuzzi y el periodista inglés William McHale, pues la revista Time-Life iba a dedicarle pronto su portada al intrépido italiano. Mattei tenía previsto viajar pocos días después a Argelia para cerrar un importantísimo acuerdo petrolífero que incomodaba a las llamadas Siete Hermanas del cártel mundial del petróleo. Seguro que Dacia Maraini está informada de que los avances en las técnicas de detección del ADN y del análisis de residuos de explosivos permitieron demostrar, tres décadas después, lo que muchos sospecharon desde que se conoció la muerte, tan oportuna, de Mattei: que la explosión de la avioneta fue un atentado y la muerte de los tres ocupantes del birreactor un asesinato.
Mattei, il condottiero
Sobre la carismática personalidad de Mattei han quedado varios registros —además de los reportajes gráficos de empresa, donde destaca por su altura, porte y autoconfianza— en entrevistas para la televisión. En 1960 acude al programa Tribuna política para explicar la labor del ENI. El directivo establece un paralelismo entre el organismo que él dirige y la imagen de un gatito rodeado de perrazos que comen a dos carrillos y no vacilan en destrozar de una dentellada al famélico intruso, un recuerdo bien traído de su infancia. La parábola del gattino que representa a Italia frente a los gigantes americanos y británico, engordados durante y después de la guerra, cala en la opinión pública y suscita una oleada de simpatía y solidaridad por la política patriótica de Mattei.
Gatitos aparte, el siempre atildado Mattei desplegó durante su carrera su inteligencia, su capacidad de seducción y su enorme ambición que usó tanto para asegurarse el apoyo de sectores clave como la prensa —que subvencionó— y determinados círculos económicos, ligados a la DC en su orientación menos ultra. Para que el lector extraiga sus propias conclusiones al comparar trayectorias, proyectos y destinos, invito a leer la documentada y amena biografía que Enrique Faes publicó en 2020 dedicada a Demetrio Carceller, fundador de una de las familias más ricas de España: Un empresario en el gobierno (Galaxia Gutenberg). Faes relata el papel de Carceller como ministro de Industria durante el primer franquismo, cuando nuestro país persiguió cierta autonomía petrolera, y la preferencia y simpatía del español por Estados Unidos frente a las presiones de Alemania. Al contrastar la política española con las iniciativas de Mattei, se advierte con más claridad el desafío que suponía el italiano.
Las iniciativas de Mattei en pro de la mayor autonomía energética de Italia determinan su muerte. En 1957 obtuvo autorización para buscar petróleo en tres zonas de Irán. El departamento de Estado americano escribió que «los objetivos de Mattei en Italia y en el exterior deben suscitar preocupaciones. Mattei representa una amenaza para los objetivos que los Estados Unidos persiguen en Italia». El año siguiente il condottiero llega también a Jordania. El 19 de septiembre nace la Organisation of Petroleum Exporting Countries, la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) integrada por Venezuela, Irak, Irán, Kuwait y Arabia. Sueñan con la unificación mundial del patrimonio energético, es decir, crear un cártel sobre bases de ecuanimidad y ética, un propósito que recibe el apoyo del mundo y que en años posteriores y hasta hoy ha condicionado los equilibrios geoestratégicos.
Ese mismo año, Mattei se atreve a algo que las Siete Hermanas no podían prever: cierra un acuerdo con la URSS para obtener un volumen de petróleo muy considerable, con el cual cuenta cubrir el 25 % de las necesidades de la ENI a un precio nunca visto. Las Siete Hermanas lo entienden como un golpe definitivo al cártel y, el 12 de noviembre, un artículo en el New York Times acusa al dirigente de «filosoviético» y a Italia de «no respetar los pactos de la posguerra», además de comprometer «futuros equilibrios políticos».
No puede estar más claro. Estados Unidos y Reino Unido contaban con Italia como dócil aliado de cara a una colonización económica que ayudara a colocar el enorme excedente de producción estadounidense, fruto de su recuperación industrial y comercial acelerada con la guerra. En las décadas 60 y 70 Estados Unidos hace realidad sus planes de control de los gobiernos aliados apoyando o auspiciando los golpes de Estado que imponen dictaduras militares en varios países del área latinoamericana, con especial relevancia en países extensos como Argentina, Brasil o Chile. Pero no es necesario hacer lo propio con Italia cuando métodos menos obvios le van a permitir ganar esta concreta batalla de la guerra fría: la de mantener a Italia del lado occidental.
Así muere (y desaparece) un periodista
Mauro de Mauro (1921-1970), periodista del diario comunista palermitano L’Ora, desapareció el 16 de septiembre de 1970. De Mauro tenía familia que mantener: esposa y dos hijas. Como la mayor, Franca, iba a casarse, le pareció maná caído del cielo el bien pagado encargo del director de cine Francesco Rosi (1922-2015): investigar los últimos días de Mattei en Sicilia, cuando se desplazó a Gagliano Castelferrato, donde el hallazgo de yacimientos de gas metano propició la ilusión de los cientos, si no miles, de puestos de trabajo que se crearían en la zona.
Rosi estaba trabajando en el guion de una película que muchos lectores de hoy quizá recuerden: El caso Mattei (1972), una reconstrucción de los últimos días del ejecutivo con un convincente, y no menos carismático que el original, Gian Maria Volontè de protagonista. Pocos sabrán que Rosi recibió amenazas veladas que la desaparición de De Mauro obligó a considerar una seria advertencia. Si Rosi, entonces en el apogeo de su carrera, llegó a soplar las noventa y dos velas y a ser declarado «orgullo de Nápoles» fue porque optó por dejar el caso «abierto» en lugar de proponer sin ambages la pista del atentado, audacia o temeridad que muchos esperaban. «No somos héroes» manifestó el lúcido y elocuente director de Excelentísimos cadáveres (1975), aunque más adelante negó por activa y por pasiva que los autores intelectuales del asesinato de Mattei reescribieran el guion de la película, ganadora de la Palma de oro del festival de Cannes de 1972 exaequo con La clase obrera va al Paraíso, de Elio Petri.
En una entrevista de Serena d’Arbela, Rosi explicaba:
No he hecho la película para sostener que Mattei fue asesinado. Mi obra tiene una estructura dialéctica en la que conviven tanto la tesis del asesinato como la del accidente. La idea se me ocurrió durante una fase en que los periódicos hablaban del asunto. A decir verdad, no muchos, pues Mattei ha sido siempre un tema que se ha tocado con mucha prudencia, un tabú. Me apetecía contar la Italia de la posguerra a través de este personaje tan problemático y controvertido. El aspecto social y el sesgo político me inspiraron la película. Hice una investigación, diría incluso que una investigación dentro de la investigación… tenía que contar el personaje (…) pensé que partir desde el final, de la secuencia en que se busca el cuerpo de Mattei entre la chatarra de la avioneta recién caída, me permitía recalcar mejor los momentos sucesivos de la película, privilegiar los episodios en particular mejor que su cronología].
El antiguo ayudante de Visconti era más consciente que quienes lo amenazaron de que las películas que le interesaba dirigir iban a convertirse en documentos de época, de tal forma que hasta los rastros de su apocamiento —o cobardía, para algunos— se leerían como testimonio y denuncia. El director de Lucky Luciano y Las manos sobre la ciudad trabajaba para construir la memoria futura y este proyecto implicaba trascender la literalidad de los hechos.
La crónica de la investigación del caso Mattei y de sus muchos laberintos, del archivo del caso, de su reapertura y de su recalificación definitiva como atentado, está recogida por extenso en un libro titulado igual que la película, cuya portada luce el amarillo del género policiaco a la italiana. Lo firman el hoy célebre magistrado Vincenzo Calia y la periodista Sabrina Pisù. Aunque publicado como libro en 2017, su contenido nutre por extenso la sección dedicada a Mattei y a De Mauro en Profondo Nero. En el prólogo, Calia y Pisù llaman la atención sobre el hecho que, aun habiéndose demostrado «en sede judicial» que fue un atentado, determinados sectores y medios informativos insisten en llamar «accidente» a la explosión que segó la vida de los tres ocupantes del birreactor.
El capítulo de Profundo nero que mejor describe el impacto de los crímenes mafiosos y los riesgos que entraña el periodismo de investigación en Palermo es el titulado «Así muere un periodista».
En periodismo, las fuentes tienen capital importancia y no es extraño que los testimonios inesperados aporten la clave que facilitará la resolución del caso. La última vez que vio vivo a su padre, su hija mayor, Franca De Mauro, estaba en el portal de su domicilio con su prometido ultimando detalles de la boda que debía celebrarse el día siguiente. Acostumbrada a que por motivos de trabajo se acercaran desconocidos a su progenitor, no le extrañó la presencia de los que requirieron su atención y se lo llevaron en su propio BMW, que aparecería abandonado días después. Franca insistió siempre en la palabra dialectal —amunì— con que lo invitaron a subir al BMW, un vamos que delataba el origen napolitano de los secuestradores.
La hija menor del periodista, Junia, entendió pronto que no todos los viejos amigos y conocidos que llamaban o les visitaban para manifestar apoyo eran dignos de confianza y que algunos intentaban averiguar en qué punto de la pesquisa estaban la familia y la policía. Tan intrigantes movimientos la decidieron a llevar un diario donde anotaba, con impresionante inteligencia para captar detalles equívocos y deslices, todo lo ligado al caso desde que la señora De Mauro denunció la desaparición del cabeza de familia. Sin duda su contenido se aparta del habitual diario íntimo femenino.
Según Lo Bianco y Rizza, la desaparición de De Mauro se convirtió en Palermo en el símbolo del poder excesivo de la Cosa Nostra. Desaparecido de la faz de la tierra, su cuerpo no podrá encontrarse nunca a tenor de la confesión del arrepentido Gaetano Grado, que señaló a su hermano Nino como uno de los tres secuestradores que actuaron por orden del boss Stefano Bontade. De Mauro no solo hacía muchas preguntas, sino que además se jactaba de haber averiguado algo sobre los últimos días de Mattei que sería un scoop periodístico de los que hacen ganar premios y causan terremotos en las altas esferas. Un tal Guarrasi, abogado, transmitió al boss su inquietud por unas preguntas y averiguaciones que amenazaba la impunidad con que habían actuado hasta entonces.
Desde la desaparición del cronista y durante años, el ventilador de la mafia, a través de sus ramificaciones en los medios, se dedicó a confundir a la opinión pública ensuciando su reputación: su implicación en el tráfico de drogas y un ajuste de cuentas explicarían su desaparición; se lo vinculó a los movimientos neofascistas (con los que estuvo relacionado durante la guerra), involucrados en esa década en atentados con explosivos y movidas involucionistas. Los rumores sugerían que su pasado había salido a buscarlo. La campaña de desprestigio complicó, como se pretendía, la resolución del caso hasta la confesión de otro arrepentido, Francesco Marino Mannoia, que detalló los métodos importados de Norteamérica para deshacer en ácido los cuerpos de tantos ejecutados por la mafia. Mannoia era uno de los encargados de desenterrar los restos y hacerlos desaparecer con los novedosos disolventes químicos, cosa que hizo con los del cronista a diez años de su secuestro y ejecución. Salvatore Totò Riina (1930-2017), como único superviviente del triunvirato de capi que mandaba en Palermo en los años 70, era el único imputado hasta la fecha de redacción del libro.
A través de sucesivas declaraciones de arrepentidos se va armando el puzzle del cómo y por qué del asesinato de De Mauro. Este había hablado con un asesor fiscal quien a su vez habló con dos abogados, quienes hablaron con il boss Salvo, miembro de un clan enemigo del expresidente de la región que debería haber viajado con Mattei en el que resultó su último vuelo. Los Salvo hablaron con Bontade y este ordenó la muerte del periodista. Uno de esos dos abogados mencionados líneas arriba era Vito Guarrasi, que alertó a los Salvo del peligro que entrañaban las preguntas De Mauro, que estaba a pocos pasos de averiguar la implicación de estos en el seguimiento a Mattei durante los días previos al accidente.
Así resumen los autores de Profondo nero: «Es una típica historia palermitana. Un asesor fiscal, un conocido abogado y los recaudadores más poderosos de Italia actúan en complot con un boss de la Cosa Nosta para cubrir el gran complot italiano que ha decidido el fin de Mattei en Sicilia. Y lo hacen tapándole la boca a un periodista incómodo que ha descubierto algo grande, que se ha acercado demasiado a la verdad».
(Continuará)
Fuentes
Libros y webs:
Profondo nero: Mattei, De Mauro, Pasolini, un’unica pista all’origine delle strage di stato, de Giuseppe Lo Bianco y Sandra Rizza. Editorial Chiarelettere, Milán, 2009 (hay nueva edición de 2020).
Il caso Mattei. Le prove dell’omicidio del presidente dell’Eni dopo bugie, depistaggi e manipolazioni della verità, de Vincenzo Calia y Sabrina Pisu, Milán, 2017.
«Irnerio Bertuzzi ed Enrico Mattei stessa morte, stesso sogno: Un’Italia libera en Secolo d’Italia».
«Quando Enrico Mattei e l’Italia facevano paura al mondo», de Nico Zuliani.
Entrevista a Francesco Rosi:
«Francesco Rosi e il suo estraordinario cinema della verità», por Serena d’Arbela en Patria Indipendente, enero 2015.
Dacia Maraini, artículo reproducido por La Repubblica
«To Solve 3 Cold Cases, This Small County Got a DNA Crash Course. Forensic genealogy helped nab the Golden State Killer in 2018. Now investigators across the country are using it to revisit hundreds of unsolved crimes», en New York Times, 3 mayo 2021.
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En Italia la verdad no existe. Creo que la frase aparece en el estupendo «Historias del Calcio» de Enric González. El secuestro y asesinato de Aldo Moro, perpetrado por unas supuestas brigadas rojas de cartón piedra subvencionadas por Henry Kissinger -y con la mafia por enmedio- también podría merecer un artículo por su parte señora Furió. Muy interesante.
Leo «señora Furió» y pienso en las cartas de la Agencia Tributaria y otros gánsters… Sin bromas, del asesinato de Moro también hablan estos dos libros y más en concreto del psiquiatra -que terminará decapitado en un maletero, castigado por intentar hacer migas con dos clanes mafiosos enfrentados– que al leer las cartas que Moro envió a familia y partido decretó que había sufrido un lavado de cerebro al estilos soviético y por ello no había que hacer caso a su demanda de negociación. Las consecuencias son conocidas. Seguimos…
Sí, lavado soviético, pero entramado de CIA y Gladio. Los ultras de BR, tontos útiles.
Texto muy interesante, mientras lo leía no pude dejar de recordar la muerte en 1961 de Dag Hammarskjöld, Secretario General de las Naciones Unidas…gracias!
Gracias. Así da gusto continuar…Saludos a todos.
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