El instinto de conservación regula nuestra conducta mediante dos pulsiones complementarias: el hambre y el miedo; la primera nos empuja hacia los alimentos que necesitamos para sobrevivir y la segunda nos induce a protegernos de los peligros que nos acechan. En un mundo doblemente hostil, nuestros remotos antepasados descubrieron una eficaz manera de satisfacer a la vez ambas exigencias: al cazar en grupo provistos de piedras y palos, no solo podían conseguir comida con más facilidad, sino que también eran menos vulnerables ante eventuales ataques de sus depredadores o de sus rivales. Organizar un grupo armado era la mejor manera de acallar simultáneamente las punzadas del hambre y del miedo, y, como todas las fórmulas de éxito, esta estrategia ofensivo-defensiva se consolidó y se difundió rápidamente. Con el tiempo, la primitiva horda de hombres armados de piedras y palos evolucionaría hasta convertirse en un ejército. Y en un equipo de fútbol.
Nuestro afán (tanto individual como colectivo) de poder y riquezas responde a las mismas pulsiones básicas: el hambre y el miedo (sin olvidar el sexo), y los ancestrales referentes del hombre con un palo en la mano y de la horda armada siguen vivos, de manera real o simbólica, en sus sucesores y sus metáforas: el soldado y el atleta, el ejército y el equipo deportivo. El gran arquetipo individual de la cultura patriarcal (es decir, de casi todas las culturas conocidas a lo largo de la historia) es el héroe guerrero (no en vano «protagonista» significa literalmente «primer luchador»); y el gran arquetipo colectivo es el grupo armado, el ejército. Los intrépidos héroes y los gloriosos ejércitos garantizan la prosperidad y la seguridad de las naciones, y todas los necesitan o creen necesitarlos. La primera gran epopeya occidental, la Ilíada, es un canto a la furia de un héroe, y por si cupiera alguna duda nos lo advierte desde el primer verso. Aquiles, Jasón y los argonautas, Roldán, el Cid, D’Artagnan y los mosqueteros, los caballeros jedi… Desde el más remoto pasado hasta el más lejano futuro imaginario, un héroe guerrero y un grupo armado son los referentes arquetípicos de la cultura patriarcal.
De entre los héroes de tiempos remotos que han sobrevivido hasta nuestros días, hay tres que se han abierto paso con fuerza (nunca mejor dicho) en la cultura de masas; son, por orden cronológico: Hércules, el rey Arturo y Robin Hood. Por orden cronológico y también por orden creciente de realidad: Hércules es un semidiós mitológico, Arturo es un rey arquetípico de dudosa existencia y Robin es un personaje folclórico inspirado, con toda probabilidad, en uno o varios proscritos de la Inglaterra medieval.
Los tres héroes son icónica y funcionalmente inseparables de sus armas emblemáticas: la maza de Hércules, la espada de Arturo y el arco de Robin (que, al igual que sus portadores, forman una secuencia significativa, pues representan, respectivamente, la demoledora fuerza bruta, la destreza en la lucha cuerpo a cuerpo y el dominio del ataque a distancia).
Otros héroes más o menos poderosos y más o menos reales han llegado hasta nosotros y sus nombres siguen vivos en nuestra cultura; a los ya citados cabría añadir a Ulises, Perseo, Eneas, Espartaco, Ricardo Corazón de León, Cyrano de Bergerac… Pero el nivel de popularidad del triunvirato Hércules-Arturo-Robin es muy superior al de sus inmediatos seguidores: los tres han protagonizado numerosas películas, series de televisión, cómics, parodias, adaptaciones infantiles… Y los tres han sido fagocitados, reinterpretados y edulcorados por la factoría Disney, la más poderosa e influyente fábrica de chucherías culturales.
Además de sus armas características, Hércules, Arturo y Robin portan sendas capas, no por atípicas menos significativas: una piel de león, un manto real y una capucha, respectivamente. En el caso de Robin, la reducción de la capa a su mínima expresión (la capucha medieval solo cubría los hombros, además de la cabeza) se ve compensada por su relevancia como distintivo, ya que da nombre a su portador (hood significa capucha en inglés).
La capa (como señalé en un artículo anterior) tiene uno de sus antecedentes más claros en la lacerna de los romanos, que los nobles teñían de púrpura para distinguirse de los plebeyos, y que con el tiempo se convertiría en el manto real. Así que, por una parte, es un símbolo de poder y majestad. Por otra parte, la capa es el complemento indispensable de la espada en todo un subgénero de novelas y películas de aventuras que no en vano se denominan «de capa y espada». La simbología de la espada no requiere muchas explicaciones: es el arma por antonomasia, instrumento primordial y emblema del guerrero; y la de la de la capa no es menos obvia: envuelve y oculta, a la vez que protege (a menudo, en cuentos y leyendas, otorga la invisibilidad).
La espada es acción y la capa misterio, los dos ingredientes básicos de toda aventura. Un freudiano diría que la espada representa el falo agresivo y la capa el claustro protector. Y un lacaniano añadiría que la capa «cubre las espaldas» en sentido literal, y por tanto incorpora también, en el plano simbólico, el sentido figurado de la expresión. Por último, pero no menos importante, no hay que olvidar la función ornamental de la capa y su elocuencia cinética: puede desplegarse como la cola del pavo real y ondear al viento como una bandera, magnificando y embelleciendo la figura de su portador. Esto explica la anacrónica presencia de la capa en los uniformes de algunos superhéroes de la cultura de masas, como Superman, Batman o Thor.
Y hablando de superhéroes, no es difícil ver en ellos a los herederos directos nuestros tres arquetipos. Hércules no solo sobrevive en su versión disneyana, sino también en epígonos tan populares como Tarzán o Hulk (por no hablar del cuasidivino Superman, que merecería un capítulo aparte), cuya principal característica es su fuerza sobrehumana. El rey Arturo, su mítica espada Excalibur y sus caballeros de la Mesa Redonda perviven en los jedi y en innumerables héroes del manga y de la fantasía épica. Y Robin Hood es el evidente modelo de Flecha Verde y Ojo de Halcón, pero también de los pistoleros del wéstern y de tantos tiradores infalibles del cine de acción.
La falacia del deportista
Aunque, afortunadamente, el belicismo explícito tiene menos partidarios que antaño, seguimos aceptando con naturalidad, cuando no con alborozo, la grotesca parafernalia marcial. «Quienes disfrutan en un desfile militar solo por error han recibido un cerebro: con médula espinal habrían tenido bastante», decía Einstein. Y Cyrano deploraba que llevar colgada del cinto una espada, un instrumento de muerte, fuera un signo de distinción. Sin embargo, la gente sigue acudiendo en masa a los desfiles, y los militares siguen luciendo con orgullo sus anacrónicos sables.
Pero, más que de los guerreros propiamente dichos, el belicismo de la sociedad actual se nutre de sus sucedáneos: las estrellas del deporte y los grandes equipos deportivos, que libran sus incruentos combates para satisfacer (y alimentar) la agresividad latente de millones de espectadores. Y en este terreno (en el «terreno de juego»), la batalla dialéctica de la razón contra el mito aún está por librar. La patraña del «espíritu olímpico» ha calado tan hondo que la supuesta «nobleza» del deporte agonístico se ha convertido en algo incuestionable. Y, sin embargo, el deporte, tal como hoy se entiende y se practica, es belicismo sublimado, belicismo mitificado, es decir, convertido en mito, en mito justificador y sustentador de nuestra desdichada cultura.
Se supone que el deportista es el paradigma del hombre sano, cuando en realidad el deporte solo es sano si es puro juego profiláctico, si no tiene más objetivos que la diversión y el ejercicio. El deportista que se esfuerza hasta la extenuación para derrotar a un adversario o superar una marca, para llegar más alto, más lejos o más deprisa que los demás, es un enfermo, un pervertido, el pervertido emblemático de una sociedad perversa. Por eso se habla tanto de «juego limpio»: porque el deporte competitivo es el más sucio de los juegos. En nuestra atribulada sociedad, la vida consiste en competir para tener, en vez de colaborar para ser, y el mito del deporte santifica la competencia, la lucha sin cuartel por la superioridad y el poder. El tan cacareado espíritu olímpico es, en última instancia, tan aberrante como el ardor guerrero; si «lo importante es participar», como reza la hipócrita consigna, ¿por qué los deportistas de élite se esfuerzan tanto por ganar, hasta el extremo de arriesgar su salud e incluso su vida?
Los cazadores ancestrales no tuvieron elección: la escasez de alimentos los empujó a formar manadas de feroces depredadores; de ahí a la exaltación de la violencia y de la camaradería agonística no había más que un paso, y era inevitable que lo dieran. Pero ya va siendo hora de que demos el siguiente.
El siguiente? Cuál siguiente? Cada vez que se ha intentado un paso más, alguien que sigue tras de tí acaba contigo.
Hombre, la humanidad ha dado unos cuantos pasos (cada uno «siguiente» de los anteriores) que no han acabado mal (lo que no significa que no tengan sus aspectos negativos): el fuego, el lenguaje, el fin del canibalismo, la agricultura…
Hay dos compatriotas suyos que, si existieran, tendrían mucho que contarle. Primero, Vico. Escribía el bueno de Giambattista que no se debe embellecer el pasado. Puede que los hombres salieran de caza no por miedo a los felinos u osos, sino más bien a otros hombres. Además, decía que convenía dejar atrás la «vanagloria de los intelectuales» que creen que los demás son inteligentes. Lo que me lleva al segundo compatriota y tocayo suyo: Carlo M. Cipolla. Escribió un muy breve ensayo (“Las Leyes básicas de la Estupidez humana”), que urge repasar. Críticar al deporte es hacer ropa para peces. Más en España, en donde el fútbol es una religión, la religión es política y la política es un juego.
Magnífico, Cipolla. Especialmente jugoso el capítulo en el que afirma que, en contra de lo que muchos creen, el porcentaje de estúpidos es más o menos el mismo en todos los estamentos, incluidos los «intelectuales».
Precisamente porque el fútbol es una religión (y no solo en España: en Italia es aún peor, si cabe) hay que analizar a fondo el fenómeno y su trama de intereses.
Es peor en Latinoamérica. Cantar un gol de la selección Argentina en un bar de Brasil es casi una condena a muerte. La tasa de suicidios cada vez que pierde la selección canariña en un mundial aumenta. Andrés Escobar, futbolista colombiano fue asesinado tras la pronta eliminación de su selección, lo que condujo al resto de los integrantes del equipo a contratar seguridad personal. Pero recuerdo que Mónica Seles sufrió un intento de asesinato por un fan de Steffi Graf y que la alemana jamás condenó el atentado que tan bien le vino para volverse a aupar al nº1 del WTA, porque en las pistas era inferior a la serbia. El agresor fue condenado levemente debido al tema de la enajenación mental transitoria. Y no son cosas sólo de varones. Todo el mundo conoce que Tonya Harding planificó el atentado contra su compañera de selección, Nancy Kerrigan, y fue el esposo de Tonya quien sacó pecho, se llevó la pena que su costilla había fraguado a fuego lento y luego ella aprovechó para remitirles los papeles de divorcio a la cárcel. No es Maje, la viuda negra de Patraix, pero sabía competir en el mismo deporte.
Tremendo. Por no hablar de los grupos de extrema derecha vinculados a equipos de fútbol, como los Ultras Sur o los Boixos Nois, que merecerían un artículo aparte.
Qué tema más importante!! Por centrarme, y siendo un poco autobiográfico: yo practiqué bastante deporte en la infancia y la adolescencia. Jugaba por ejemplo al fútbol, pero al mismo tiempo no soportaba el ambiente de fútbol: gritos, discusiones, machismo… Ahora, bastantes años después, me doy cuenta de lo nocivo que es eso de los «valores del deporte»: liderazgo, capacidad de decisión, sacrificio, competitividad… Puro neoliberalismo bendecido incluso por gente del fútbol que dice ser «de izquierdas».
Además, es deprimente ver cómo tanto padres/madres, colegios, la sociedad en general, potencian el culto al deporte de competición, con aberraciones como federar a niños muy pequeños con el argumento de que aprenden «valores». ¿Qué valores? Yo no aprendí absolutamente nada que mereciera la pena en la vida. O con el argumento de que así aprenden a «convivir y relacionarse». No hay cosa que más haya odiado en mi vida que el espíritu congregacionista y la convivencia obligatoria, la mejor manera de achatar a la gente y adaptarla a la mediocridad generalizada. Para eso es el deporte hoy día, en mi opinión.
Como todo, es un arma de doble filo: todo depende de cómo utilices esos valores. La vida es competición, nos guste o no. El liderazgo, la capacidad de decisión y el sacrificio no son malos «per se». Sí puede serlo la forma en que se emplean.
Y no todos los deportes son gregarios. Algunos son enormemente individualistas.
Y parte del espíritu de los deportes de equipo es aprender que «con estos bueyes hemos de arar»; buscar la superación no es malo. El problema viene cuando ganar, al precio que sea, es lo único que importa. Pero aquí la gran pregunta: este vicio lo inculca el deporte a la sociedad o es la sociedad quien lo transmite al deporte?
Es una relación dialéctica que se inició, si no antes, con el panem et circenses de los romanos: la sociedad viciosa vicia el deporte y el deporte viciado «revicia» la sociedad.
Esa relación no es dialéctica, sino más bien un feed-back.
Hasta donde llega mi conocimiento en la mayoría de los países la primera baja es la educación. Les interesamos bien ignorantes. En unos, porque la pobreza impide a la mayoría de las personas acceder a la educación. En otros, porque se bajan las exigencias del sistema para que el mejor estudiante, tras muchos cursos superados, siga siendo un ignorante. Ahora bien, en el tema de los deportes bien que se admite la especialización y segregación según marcas y competencia. ¿Por qué? Porque las masas adormiladas deben entretenerse mirando sombras en el televisor, desplegando ante ellas un mundo ilusorio. Así no salen a la calle a protestar por unos derechos siempre menguantes, ni ponen en tela de juicio la competencia de quienes les gobiernan.
A Fco_mig. Discrepo un poco. No estoy de acuerdo con que la vida tenga que ser competición. Podría no serlo en muchos ámbitos en que lo es.
Superarme hablando mejor un idioma… bueno, vale; o superarme en mi técnica para tirar faltas o encestar, bueno, vale. Pero la endiosada capacidad de decisión, o el liderazgo, o la superación deportiva, están pensados para arrinconar a todas las personas que se salen del carril de la «normalidad», las personas que no quieren convertir sus vidas en un fin «productivo», «práctico», en un rendimiento diario conforme a las exigencias de la sociedad industrial para producir tonterías que no necesitamos.
Por último, creo que la ideología deportiva nos lava el cerebro, pero también, por desgracia, muchos padres/madres, también de izquierdas, están felices de ver que sus hijas/hijos son funcionales en la sociedad, prácticos, competitivos, resolutivos, «normales», y para ello llevan a sus hijes a hacer fútbol, yudo, kárate, inglés, informática………….. y todo ese cúmulo de actividades extraescolares que anulan la vida imaginativa de les niñes, que destruyen esa maravilla que es (que sería) la capacidad de ABURRISE UNO, DE NO HACER NADA, DE FANTASEAR, DE PINTAR, DE PENSAR, DE AMAR… (Por cierto, nunca entendí por qué es bueno tener muchos amigos, y no pocos.)
Los críos de hoy, si no tienen 300 amigos en facebook, no existen. La socialización siempre ha sido una presión constante. El temor de los padres es tener un hijo «raro», aunque me parece que Diógenes con su farol iba buscando a un indiferente.
Los padres tienen experiencia y en una sociedad competitiva desean que su hijo se sitúe «bien» o con los valores «correctos». No se debe sobrevalorar a los que se decantan por los productos del espíritu. Los que eligen llevar a sus hijos a un conservatorio, los entregan a otros deportes no menos competitivos. El caso de la pintura es otro, pues se considera un ocio de jubiletas, dado que es un mundillo más en crisis que el toreo. En lo figurativo, la fotografía lo ha desplazado.
Me sorprende que incluyas la capacidad de amar. Hace años, Javier Bilbao dejó en esta revista, cuando era un valor en alza, un artículo lapidario al respecto:
https://www.jotdown.es/2013/08/las-ilusorias-promesas-de-la-liberacion-sexual/
No creo que la pintura se considere de jubiletas: sigue habiendo gente que estudia Bellas ARtes (por suerte, a pesar de los padres/madres que sólo valoran que sus hijos estudien administración de empresas o informática). Hay padres y madres que envían a sus hijos al conservatorio para que sea «grande» en algo, y para que esté ocupado y así no haga «otras cosas» (nunca he sabido cuáles son esas otras cosas tan malas que tanto temen los padres que hagan sus hijos con el tiempo libre). Yo conozco gente de bbaa y disfruta pintando, horas y horas… (a pesar de la existencia de la fotografía).
Respecto a la capacidad de amar, habría mucho que hablar. El artículo es un poco simplista aunque en alguna cosa tenga razón. No puedo entrar en todo lo que dice, pero me he referido al concepto «amar» en sentido amplio: siempre ha habido muchos padres/madres que, aunque digan que les parece bien que sus hijos se relacionen con chicas y a la inversa, en el interior tienen un temor enfermizo por «qué harán», y prefieren que sus hijos «hagan deporte, inglés, informática, judo, etc…», para ser chicos «normales», «eficientes», que «estudien algo práctico el día de mañana», «que tengan un estatus social», antes que que salgan con un chico o chica «demasiado pronto»…
Pues sí, por desgracia es así. Y es una lástima, porque esos valores si están, en potencia, en la práctica deportiva, si se llevara a cabo con otro espíritu y no en función del consabido «¡A por ellos!».
Es una condena nacer varón, de la cual no nos damos cuenta. Todo lo contrario. No pudo ser de otra manera, como el lenguaje adquirido en mi caso particular. Los sistemas binarios son inestables por definición, y esto no promete nada bueno para más adelante con el nuestro. Tal vez el asomarse del feminismo sea una señal de tal inestabilidad. Seguiremos siendo competitivos. A propósito, creo que fue Herodoto quien escribió que las olimpiadas, allá por el setecientos AC, fueron creadas por los ancianos griegos, ya libres del testosterona y con menos ímpetu juvenil a establecerlas, para distraer a la juventud helena, siempre belicosa, para alargar esos pocos períodos de paz. No es un noble comienzo. Tendríamos que avergonzarnos, cosa que me es difícil, como el no comer carne. Pero trato. Además, y salvo el caso de aquel pensador antiguo que dijo que la mejor fortuna para el hombre hubiera sido no haber nacido (sería interesante saber si por Hombre se refería a toda la Humanidad o solo a un género) ningun otro pensador tomó en consideración lo evidente: que somos un organismo enfermo de optimismo evolutivo que ha rebasado los límites, con un actor preponderante y tiránico. Quizás sea solo una reflexión extremista que no tiene mayores consecuencias por lo obvio, pero por lo menos sabemos hacia donde nos estamos dirigiendo. Auguri e figli maschi, Carlo, todavía escucho decir por estos pagos. «Quién me enseñó, quién me enseño -decía Citarrosa en una milonga- Según mi mama nací varón porque pal pique faltaba un peón, quién me enseñó, quién me enseño. Andá y decile al patrón por qué no te da el aumento, la pucha si lo ha estudiao que hasta te larga contento… pregúntale a la mujer cuando quiere más al hombre, si te logra responder no habrá nada que te asombre, quién me enseñó….
A E. Roberto. Ahora que sacas a colación el feminismo, debo decir que siempre me ha llamado la atención que, por ejemplo, las chicas que juegan en la universidad al rugby parecen disfrutar, pero es que se lo toman de otra manera: ríen, corren, se lo pasan «bomba», por lo que yo veo… En cambio, raro era el partido de fútbol donde no había una reyerta, o la gente se acordaba de toda la familia de otro, etc… Horrible lo del deporte de tíos, a todos los niveles. Al menos, yo tengo un recuerdo asqueroso, y mira que jugué…
Qué grande el Flaco Zitarrosa, y qué poco conocido por estos pagos. El primero que me habló de él, y muy elogiosamente, fue Onetti, allá por los setenta…
Hombre, si se llegara al punto de que gracias a los deportes de equipo se pudiera sublimar la agresividad que conduce a una guerra, y así poder evitarla, sería un avance.
Desde luego, y así debería ser. Pero el deporte agonístico, tal como hoy se vive y entiende, más que sublimar la agresividad la fomenta.
Exacto, el deporte, por mi experiencia, fomenta la guerra: «aplastar al contrario, machacar al rival», «darles una paliza», «meterles una buena»…
Y no sólo eso, tampoco estoy de acuerdo con gente de la intelectualidad de izquierdas, como Galeano (y Valdano, pero a éste no creo que podamos llamarlo intelectual, la verdad), que han romantizado el fútbol porque es «el deporte del pueblo, de las masas populares, obreras…», y que elogiaban el fútbol «de ataque», «no especulativo», etc… Todo esto siempre me ha parecido un error intelectual que sólo vale para alienar aún más a esas masas a las que dicen defender, a base de promover una especie de Teresa-calcutismo de izquierdas, según el cual el obrero tiene que estar orgulloso de ser obrero toda la vida, siguiendo el deporte de los obreros, con sus gustos de obrero, y siendo fanático de su club de fútbol obrero. Yo pensaba que la izquierda era para sacar a la gente de su condición existencial de obrero, no para enfangarla más en ella todavía.
No es así en el caso de Escocia, la clase obrera escocesa de una ciudad tan industrial como Glasgow hasta hace poco vivian familias enteras en pisos de dos habitaciones, con cuarto de baño compartido con los vecinos en la escalera…eso era lo normal hasta los años 60….
¿Que iban hacer los chavales de aquellos barrios obreros de Glasgow como Govan sino salir a la calle y jugar al futbol, en la calle, a veces sin pelota de verdad, con pelota de tenis incluso? Hacían lo que podían, sin medios, para divertirse, hacían muy bien…
Luego equipos como el Hibernian (1875, Edimburgo) y el Celtic (1888, Glasgow) son equipos en sus orígenes benéficos, equipos fundados por monjes en ambos casos para recaudar fondos para la masiva inmigración irlandesa que llega a Escocia a finales del siglo XIX en condiciones de pobreza y hambruna dramatica… algo todavía reprimido en la historia oficial de Escocia…
En cuanto a Valdano y Galeano, parece que no se puede acertar nunca. Valdano es tan intelectual como cualquier otro que escribe en prensa, por que no? Ah, porque es ex jugador de futbol…
No veo mucho futbol hoy en día, pero a mi como a millones de personas, me ha dado muchas alegrías y no tiene nada que ver con el miedo y el hambre, sino el drama, el talento, la habilidad, la suerte – mala o buena – y en algunos casos muy especiales, la fantasia…
Pero es un juego, no mas… no es una guerra, lo que si se parece a una guerra es lo demás, el capitalismo salvaje, el discriminar contra una persona por el color de su piel o su etnia, y encerrar a refugiados desesperados que han cruzado medio mundo en lo que parecen ser campos de concentración de nuestro época…
Si se cree de verdad que futbol es fuente de males de la sociedad, apaga y vámonos…mas bien es su reflejo…
McNaughton, aunque discrepo con lo que has escrito, en el fondo me alegra lo que has escrito, porque, aunque no lo creas, yo soy un nostálgico del fútbol de los años 80 y un poco de los 90 (mi infancia), y concretamente de la estética del fútbol británico (podría nombrarte a escoceses como MacCoist, Aitken, Archivald, Strachan, Dalglish, etc., etc…).
Pero, fíjate, una cosa es que a mí me emocione mirar (a modo de evocación proustiana) de vez en cuando imágenes de partidos de aquellos años, en viejos campos escoceses, o ingleses… con el encanto que tenían, con su barro, su llovizna, sus gradas antiguas… y otra cosa es pretender, como Galeano o Valdano, que el fútbol es algo grandioso, o profundo, o una «escuela de vida» porque lo juega la clase obrera, o porque es un deporte de equipo. Como decía más arriba (al menos en mi caso) en el fútbol NO APRENDÍ NINGÚN VALOR QUE MERECIERA LA PENA: todo eran voces, gritos, encaramientos entre «gallitos», machismo a raudales, aversión a la cultura, cuando no tópicos como «lo importante es el equipo» o «hay que ir partido a partido». Horrible. Y atribuir poesía a un instrumento de alienación de masas me parece muy poco de izquierdas.
Pero bueno, reconozco que yo siempre fui una persona un poco solitaria (no totalmente), y eso puede influir en lo que digo.
Yo no aprendí ningún valor que mereciera la pena en toda la escuela. Me tocó obedecer a los curas y a tener cuidado con los hijos de las familias que tenían peso específico en la ciudad. En el instituto, tampoco. Más de lo mismo. Ni en la universidad. Allí, en donde peor. A no ser que por cultura entiendas pasar por el aro y besar anillos. Carrera de obstáculos y evitar a hacer sombra a quien todo el mundo sabía de antemano que se quedaría en tal o cual departamento por ser hijo de tal o cual vaca sagrada o tener el carnet del partido correcto. Durante unos años fui profesor en un instituto. Más mierda y, además, por todos lados. Ahí ya no contaba con la esperanza de que las cosas fueran a cambiar. La cultura que tengas va por fuera de las instituciones académicas cuya finalidad presunta consiste en proteger lo que ni siquiera les interesa. Me temo que tu crítica al deporte es extensiva a ámbitos extra-deportivos.
Es posible, pero bueno, yo en el colegio público aprendí alguna cosa que otra, en cambio en el privado fue todo asqueroso: aprendí machismo, nacionalcatolicismo, etc… En la universidad… pues dependerá de con quién te encuentres.
Lo que yo critico del fútbol, y el deporte en general, es que hay gente que pretende hacernos pasar por valores buenos y positivos para los niños lo que no son más que valores propios de una ideología neoliberal fanática (y lo más penoso es que lo haga gente que dice ser de izquierdas, como Valdano, y que encima la sociedad, los medios, padres y madres compren ese discurso y ese prodcuto que sólo conduce, en mi opinión, a hacer a la sociedad más agresiva, más idiota y menos imaginativa).
Al hilo de tu discurso, acerca del fútbol también «dependerá de con quién te encuentres».
La universidad depende de con quién te encuentres… En el fútbol veo difícil jugar en un equipo, y no digamos si es competitivo, y que no te encuentres con gritos, reyertas, que si «hay que tener más cojones», en fin… esto es con lo que yo no pude nunca.
No estoy de acuerdo contigo en este caso, Carlo.
Los que nos gusta el fútbol por ejemplo, nos lo hemos pasado muy bien jugando de pequeño, casi todos. El ser humano no está motivado solo por el miedo y el hambre, eso es falso, sino también la diversión, el famoso «homo ludens».
De joven, el deporte es muy divertido y es muy sano – otra cosa es que el Estado Nazi o Estalinista lo ha instrumentalizado, y ahora en la sociedad capitalista está corrumpido por el dinero.
Entonces, partes de una base muy sesgada, muy endeble desde mi punto de vista en este caso…
Luego hay el tema de la clase social aquí. El futbol ha sido el gran deporte de la clase trabajadora porque es barato jugar, es gratis. El equipo de Jock Stein del Celtic de Glasgow, que es el unico equipo que ha ganado la Copa de Europa con 11 nacionales, en el año 67, pues todos venían de la extra radio de Glasgow, todos de la clase obrera escocesa.
El propio Stein, como Shankley y Matt Busby, era de una comunidad minera escocesa, gente con una vida muy dura, y para ellos el futbol era como una fiesta, un escape, la gran alegría de la semana… Es justo el contrario de lo que estás diciendo.
Y gente como Stein o Shankly o Busby eran tres escoceses de mucho cuidado. Para Shankly, el futbol bien jugado era el socialismo en acción. Busby despues del desastre de Munich 58, cuando se muere medio equipo de jovenes en un accidente aereo y él casi también, pues al recuperarse se vuelve a poner al frente al Manchester y reconstruir todo aquello hasta ganar la copa de Europa en el 68, una historia de lucha y entrega y perseverancia épica…
En cuanto a Stein, era un gigante como ser humano y como técnico, y todavía recuerdo la noche que se murió con armagura, un desatre nacional para Escocia la muerte de Stein en directo en un partido para los Mundiales del 86.
Albert Camus dijo que todo lo que sabía de la ética humana la había aprendido jugando el futbol, y yo estoy de acuerdo con él. Yo desde luego aprendía mucho jugando de pequeño…
Los que van a partidos para causar problemas, no es gente que le gusta el futbol, en España en Escocia y en cualquier sitio. Es gente que busca bronca, y aprovecha del futbol, casi en todo los casos…
El fútbol es el ballet de la clase obrera.
https://www.jotdown.es/2020/06/working-class-ballet/
Bill Shankly era un crack fuera y dentro del campo.
No veo el desacuerdo, MacNaughton. El fútbol en sí es algo estupendo, divertido y saludable, y hay gente que lo vive y lo practica de esa manera. Pero, por desgracia, hoy día es ante todo un enorme negocio y una manera de canalizar la frustración y la agresividad de millones de personas. No es casual que en el caso concreto de la España franquista fuera potenciado y utilizado, junto con la religión, como la droga más eficaz para adormecer a una población empobrecida y reprimida.
Más allá del Atlántico la NBA conseguía ya en aquella época el mismo efecto catártico. Un partido al día. Después, con la TV de pago, a la carta. La diarrea deportiva se aseguró en todos lados. Después de Franco más acá se potenciaron la ACB o el tenis, cuyo público hasta entonces era minoritario, y la F1. El deporte ha sido siempre una herramienta política más allá de la dictadura.
Como respuesta a Oscar y a Carlo y a Alminar:
Yo cuando digo que el fútbol me enseñaba una ética, estoy hablando de algo muy concreto, porque en Escocia lo habitual de pequeño era jugar en el parque en partidos no-oficiales, no un campo de fútbol de verdad con una portería, (aunque eso vendría después).
Se podía alquilar un campo así del ayuntamiento, pero eso costaba dinero, y nosotros durante toda la infancia jugabamos un futbol que se dice alli «jackets for goalposts».
Es decir, en lugar de una portería, pues ponías dos prendas de ropa (una chaqueta, un jersey) o bien un ladrillo o una botella que estaba por allí, y se montaba un partido en un pequeño campo ad hoc. Y asi, durante horas y horas, toda la infancia…
Al no tener ese campo una portería con palos y un larguero, ni tampoco un árbitro, todo se tenía que decidir entre todos: si había falta, si un tiro se podía considerarse gol que sin palos y larguero no quedaba claro a veces.. si alguien estaba en fuera de juego.
Y asi, entre todos y sin grandes conflictos, se iba conformando una especie de ética de juego, de lo que era justo y lo que no. En un sistema así, no tenía sentido hacer trampa… Evidentmente, hay otros deportes más allá del fútbol que servirían la misma función…
En cuanto a Shankly, era antes de mi tiempo la verdad, pero aún asi era tan grande que dejaba huella por aquellas frases tan lapidarias que siempre soltaba. Siempre estará asociado con el Liverpool, como Bubsy con el Manchester United y Stein con el Celtic.
Cuando el Celtic ganó la Copa de Europa en Lisboa en el 67, el primer equipo de las Islas Británicas en hacerlo, el único ténico de las islas que estuvo allí aparte de Stein, era Shankly.
Y al terminar el partido, se acercó a Stein para darle la mano y soltar la frase que seguramante tenía preparada para los libros de la historia: «John, ahora eres inmortal…»
No quiero arrebatarte la nostalgia con la que cuentas todo eso: yo también jugué de esa manera. Pero lo que cuestiono es el protagonismo que un deporte como el fútbol toma en la sociedad. Creo que no hay colegio en este país cuyo patio no esté formado por un campo con dos porterías que ocupa el 80 por ciento del patio. Un abuso total, yo creo.
Pienso que una sociedad democrática debería empezar por no imponer la socialización obligada a base de deporte (u otras cosas) a los niños. En una época no tan lejana era normal que en las fiestas de un colegio se llevara a la gente a una capea con vaquillas. Horrible. Y sin embargo, al que se aislaba se lo marginaba y se lo consideraba «raro». Lo mismo pasa a veces con el fútbol y el deporte.
Que unos jueguen al fútbol, otros a la comba, otros hagan patinaje artístico y otros disfruten de ratos de soledad pintando o imaginando; en la sociedad actual, la soledad está tremendamente penalizada, y en niños está directamente perseguida.
Que el futbol tenga demasiado protagonismo en los medios, de acuerdo, en la sociedad, pues no se… a la gente le gusta mucho el futbol y hoy en día, con todo online, ir a un partido me parece un acto de fe por así decirlo, en un momento que lo normal es que casi nadie cree en casi nada…
Que haya quien lo detesta, normal, bastantes amigos míos por cierto, pero hay aficiones mucho mas cuestionables cuando no dañinos como los toros, o facebook, o la monarquía británica…
Que no debería de ser obligatorio en el colegio, por supuesto, nunca lo era en mi caso. Que haya servido a Franco y la dictadura argentina para lavar su imagen, sin duda, pero eso es lo que pasa en las dictaduras, todo acaba al servicio del gran líder – muchos artistas también por cierto (Dali, Cela), pero no vamos a dejar de leer novelas o mirar cuadros por eso…
También ha dado sentido a la vida de millones de hombres que trabajaban cinco dias y medio la semana, en condiciones muy duras.
La clase obrera en su día creyó estos grandes clubes de la nada que han sido fuente de orgullo y solidaridad y que les daba 90 minutos cada semana en los cuales podían olvidarse de sus no inconsiderables penas…
¿Que el mundo seria mejor si hubiesen pasado ese tiempo leyendo a Platón y a Carlos Marx? Posiblemente, pero hay ambientes donde leer es imposible, y ir a un partido no deja de ser una actividad social…
No pienso tirar una piedra contra el futbol como tal, porque creo su efecto neto a lo largo de siglo y medio ha sido claramente positivo, y hasta hace poco, sobre todo para las clases obreras…
En todo caso, vengo de uno de los países que invento el futbol oficial y que ha sido de los mas futboleros de la mundo… Una ciudad mas futbolera que Glasgow no se si hay…para bien, y para mal…
La cuestión es preguntarse por qué el fútbol ha servido para dar sentido a la vida de millones de personas. Y quién está interesado en que millones de personas den sentido a su vida a través del fútbol. Yo, cuando me liberé de la omnipresencia del fútbol y del deporte en mi cabeza (y de las charlatanerías de Valdano), más o menos cuando tenía 15-16 años, empecé a ver un mundo mucho más interesante, imaginativo y poético. Me gustaría un mundo en el que el deporte sólo fuera un divertimento, el fútbol un pasatiempo, y donde los ejemplos a seguir que se proponen a los niños no fueran encefalogramas completamente planos como lo son Nadal o Casillas.
E insisto, no creo que sea buena idea idolatrar los hábitos de la clase obrera, ya sea la adicción a los deportes, o el deseo de comprar coche nuevo, o los cotilleos de los famosos. Todas estas tonterías también dan sentido a la vida de millones de personas y no creo que por ello debamos defenderlas. Es al poder económico al que le interesa que la clase obrera tenga hábitos de clase obrera, para que siga siendo toda su vida clase obrera, eso sí, contenta porque «su equipo» ha ganado a un poderoso un domingo y ha «alcanzado la gloria».
Bueno, este argumento anti-futbol de la izquierda un tanto exquisita la he oído muchas veces en España…
En Escocia existía durante muchos años también, pero con otra cariz, pues hasta el parlamento autonómico se hizo realidad en el 97 – tras casi 100 años de desencuentros mas ridiculos que trágicos entre ciudadanía, partidos politicos escoceses y gobiernos de Londres – se decía que Hampden Park, el estadio nacional, era el parlamento no oficial de la nación y que…
….ay de mi, si solo fuéramos menos futboleros y mas activistas, tendríamos nuestro parlamento y hasta recuperariamos en breve la soberanía nacional vendido en 1707 por «el hatillo de canallas» del poeta Burns.
En Escocia, apenas había un escritor o periodista en los 80 que no se rasgaba las vestiduras con este tema…nunca faltaban en la grada de Hampden Park tampoco cuando un partido apetecible contra España o Francia o Italia….
La cuestión se puede resumir asi: ¿es el futbol un impedimento al cambio politico en un país? Nunca he visto nada que indique que si.
¿Es una querencia por el futbol excluyente de otras pasiones o intereses o inquietudes? Para nada, todo sera una cuestión de grado y saber ver el futbol en sus debidas proporciones una cuestión de experiencia o educación, que llega ser lo mismo…
Mas alla de eso: ¿se podría argumentar que el futbol tiene algo de progresista, o podría serlo por lo menos, que un club podría jugar un papel positivo en una comunidad, sobre todo con los jóvenes? Yo creo que si, que por su inherente carácter social, el futbol tiene una potencia progresista que no se ve apenas ahora…
En Escocia se ha visto ahora, por cierto, que el parlamento tan deseado no ha servido de nada contra el Brexit de Johnson que votaron los ingleses. Estamos tan fuera que los propios ingleses, y mas fuera que Irlanda del Norte…
…no se si era preferible una noche lluviosa de Hampden de esas de los 80 que un gobierno escoces que no ha hecho nada de nada para impedir el Brexit… mas autentico aquello, desde luego…saludos.
No creo que muchos jóvenes se diviertan leyendo la «Crítica de la Razón Pura». Ahora, echar un partido de fútbol, básquet o frontón, sí es divertido. De paso evitas que la juventud vaya a amodorrarse a un bar, una disco o que experimentar con alucinógenos, porque la monotonía de la vida se encara realmente mal a edades tempranas y la televisión es una p. m. A mi entender sería bueno que hubiera no menos, sino más deporte real (no televisivo). Pero los campos de fútbol, basket y frontones se han ido eliminando de las ciudades debido a la presión inmobiliaria y los consistorios se dedican a realizar obras faraónicas que nadie usa y todo el mundo aplaude (por ejemplo, aeropuertos en donde no hay viajeros y puentes en donde no hay ríos), pero en las que siempre queda una placa en donde conste muy claro sus nombres.
Quizá la Crítica de la Razón PUra es demasiado. Yo tampoco habría podido con 16 años. Pero a los 16 hay gente joven (creo que sobre todo chicas) que sí leen, y a esa edad se puede leer literatura mucho más accesible que la Crítica de la Razón Pura.
Prefiero que haya campos de baloncesto que especulación inmobiliaria… pero me gustaría aún más que hubiera simplemente «espacios», descampados… donde un día unos prefieran jugar al fútbol, y otro día haya gente que prefiera jugar a la goma, otro día encesten a la canasta, otro día haya gente que quiera reunirse para jugar con las palabras, otro día a pensar sobre las vidas que les propone la gente adulta, etc. Lo que no me gusta nada es el ocio planificado con el objetivo de que los niños jueguen por narices al fútbol y que así se parezcan a «sus» ídolos (o sea, los que los medios les muestran como ídolos: deportistas que digan que «lo importante es el equipo, y que hay que ir poco a poco y partido a partido.»).
Yo te puedo asegurar que he conocido a muchas personas (algunas antiguos amigos) que estaban quemadísimas en sus trabajos alienantes, con jornadas larguísimas, y con una insatisfacción total con sus vidas personales… y que, sin embargo, volcaban toda su ira y su agresividad contra el equipo rival de fútbol. Más no te puedo decir.
PD: se me olvido preguntarte, Oscar, ¿que es lo que propones en lugar del futbol? ¿Que es lo que la izquierda anti-futbol desea que se haga en lugar de ir a un partido o ver un partido en el bar?
No vale leer ni tampoco ninguna actividad que se hace solo. Tiene que ser algo social, donde las gentes se reúnen…a ver…
Date cuenta de que tu pregunta también es aplicable al alcohol y otras drogas, a la pornografía, a la religión… Es verdad, hay pocas alternativas, y precisamente por eso es un problema grave.
Yo no soy «antifútbol»; como te dije en un comentario, todavía me emociona (literalmente) ver imágenes de vídeos antiguos: la RDA de los años 70 o ver a Zico haciendo regates, o ver al Liverpool, al Manchester, al Norwich City en campos encharcados y con barro en partidos de los 70-80, por ej.
Quizá no me explico bien. Lo que propongo es que NO se le dé la importancia que le atribuyen tanto el poder capitalista como los Valdanos de turno. ¿Otras actividades? Patinaje, pintura (se puede hacer también en grupo), el rugby tal como he visto que lo juegan las chicas (sin «gallitos» encarándose todo el rato), y seguro que hay más juegos divertidos que practican en otras culturas y que desconocemos. Propongo que el fútbol sea uno más, y no la manera de ocupar el 95 por ciento del espacio mental «del pueblo».
No es que el fútbol haya dado sentido a mi vida, hay otras cosas mejores como bien lo decís, Óscar, pero cuando tengo la pelota en el empeine tratando de domarla, bien redonda y como preguntándome,y ahora,¿qué hacemos hermano?, ¿me revoleás y vos te escapás al área chica? ¿O me quedo esperando el caño a ese defensa que se te viene encima como tren y con cara de huraño? Y no sé si reboto yo, o rebota ella, livianos ambos, sin gravedad ni coordenadas, esperando dormirla en mi pecho, y como si fuera con una cuchara , con una curva perfecta eludir por arriba el último obstáculo despistado que se queda con media camiseta mia en sus manos, y de ahi al arco hay poco trecho… Por el resto, estoy de acuerdo con vos. No tanto con lo de Valdano.
Entiendo lo que dices, E. Roberto, porque yo he disfrutado también de hacer pases de 40 metros para intentar ponerla en el pie del compañero, o de quebrar (aunque quizá no le pongo tanta poesía como tú), y como decía, todavía me emociona (mucho) ver campos británicos embarrados de los 80.
En lo que no estoy de acuerdo es en derivar de ahí que el fútbol tenga que ser algo a promocionar y a inculcar en los niños. Me pone un tanto de los nervios cada vez que un Casillas, o un Valdano, o un quien sea, nos muestran como gran noticia que se haya construido un nuevo campo de césped artificial en el barrio, o un nuevo club, o que se federe a niños pequeños (aberrante), y que esa omnipresencia y dictadura del fútbol que se nos impone desde niños a todas horas nos la hagan pasar por algo «bueno para los niños».
Nada más que veas que los niños y adolescentes que hacen deporte repiten las mismas palabras vacías y simples que oyen decir a un Nadal o un Casillas, o incluso un Valdano (aunque éste lo haga con retórica al estilo Cortázar, pero no dejan de ser simplezas). Claro, si les decimos que el encefalograma plano es el ejemplo a seguir, qué van a decir…
Un saludo y perdona por arremeter con Valdano.
Vamos a tener que repasar la «Fenomenología del Espíritu» por ver si somos capaces de reasumir tantas contradicciones de alguna manera. Una ayudita, Frabetti, sería de agradecer, que ya sabes que la dialéctica platónica conduce al escepticismo y, cuando no, al absurdo. Lo mismo terminamos haciendo psicofonías por ver si a Hegel se le ocurriera algo…
Me temo que tendrá que ocurrírsenos a nosotras/os, la forma de contrarrestar las manipulaciones y los abusos del poder. Sin olvidar las enseñanzas de los viejos maestros, pero sin atascarnos en ellas.
Podemos comenzar constatando algo obvio: el tema del deporte a nadie deja indiferente. A mi entender, de arrancada el golf es un deporte de y para pijos. Lo mismo le diría del tenis. Siempre ha habido que pertenecer a un club para entrenar y un par de personas ocupan un espacio enorme en donde diez (o más) podrían jugar un partido de basket (que mis compañeros y yo llegábamos a jugar con sólo una canasta y conste que a veces la convertíamos en portería). La F1 y el motorismo, más de lo mismo. Se hereda de padres a hijos. De cuando en cuando aparece alguna Cenicienta, pero es una actividad para desocupados y a propósito de la contaminación que generan tales circos, ni siquiera se discute. En mi época el ciclismo era el deporte proletario por excelencia, el de los recaderos. Recuerdo a un compañero mío, ya desaparecido, Burrieza, que se pasaba las horas «entrenando» (terminó el bachillerato después de haberse casado) y vivía acomplejado viendo las hazañas de otros en televisión, sintiéndose una mierda. Llevaba pedidos como los de glovo mucho antes que esa empresa negrera existiera. Un día le dio un infarto y no llegó a saber que sus ídolos se ponían de anfetaminas y todo género de porquerías hasta las cejas. Salvo Bernard Hinault, no ha habido un sólo ciclista de élite del que no se sepa que se picaba de todo con tal de verse vestido de amarillo. Hubo un momento en que ese deporte se profesionalizó para mal, empezaron a barajarse cifras astronómicas, la televisión entró en juego, los anunciantes y el Estado fueron detrás y se entró en una dinámica chunga… lo que no significa que sea malo darte una vuelta en bicicleta. A pesar de MacNaughton, el fútbol hace mucho que dejó de ser un deporte proletario para pasar a ser un deporte de masas. Me repugnan los futbolistas porque son unos niñatos que cobran cantidades ingentes por dar patadas a un balón. El Estado financia a los clubs con el dinero de todos para alimentar a un montón de personajes cuyas fichas astronómicas nadie discute, mientras que el sistema sanitario básico, el salario mínimo o las pensiones mínimas de subsistencia es una cuestión que se somete a debate eterno. Las élites se sienten representadas por los equipos de fútbol, mientras que la asistencia médica la tienen asegurada, así como medios para vivir como dioses toda su vida. Hay que partir del mundo en que se vive, no del que fue, ni del que pudiera haber sido. Y hoy por hoy el deporte, en particular el de masas, no sólo favorece, sino que es barbarie.
Lo que digo yo a resumidas cuentas es que el futbol siempre era de la Izquierda, es un fenómeno de las clases populares sin lugar a dudas…
…y la derecha se ha hecho con el futbol, la derecha ha corrompido «the beautiful game» como lo decimos, la derecha ha impuesto desde hace 25 o 30 años los valores mas zafios y verduleros, desvirtuandolo por completo, saturandonos con partidos y torneos sin fin, dando los Mundiales a países sin tradición ni interés en el futbol y que además violan continuamente los derechos humanos, a la vez que se hacen esclavos y siervos de las teles y el mundo de la publicidad por mor del dinero y mas dinero, y siempre mas dinero…
…Nadie de la Izquierda en serio puede mirar por el hombro un fenómeno de masas como el futbol.
La Izquierda ha de reclamar el futbol con un nuevo club, un club con sede en todos los países principales, un equipo de refugiados, de inmigrantes, de menos validos, y otros parias de la sociedad capitalista para hacer frente a los equipos neoliberales de nuestra época, que son casi todos…
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