(Viene de la primera parte)
El papel del A&R sufrió una completa metamorfosis en los años sesenta. Dos factores impulsaron ese cambio. Primero, que los adolescentes empezaron a tener poder adquisitivo y se convirtieron en un público diana que hasta entonces había sido relativamente ignorado. Segundo, que el rock & roll y muy en especial su secuela, la beatlemania, pusieron en primera fila a una clase muy distinta de cantantes que interpretaban canciones escritas por ellos mismos. Si en 1960 se le hubiese preguntado a cualquier persona qué le venía a la mente al pensar en cuatro veinteañeros de Liverpool, probablemente hubiese respondido que imaginaba a cuatro estibadores que iban a pasarse la vida yendo al pub para hablar de fútbol, y engendrando hijos que acabarían siendo también estibadores. Nadie podía imaginar que cuatro individuos de ese perfil pudiesen cambiar por completo la percepción colectiva del negocio musical, y de la propia música como arte. Primero, porque casi todo lo importante de la radio provenía de los Estados Unidos (de hecho, incluso los Beatles hacían música estadounidense). Segundo, porque no eran músicos de carrera y ni siquiera tenían edad para ser considerados profesionales curtidos. Básicamente salieron de ninguna parte.
Hasta entonces, la música pop (usando aquí el término como simple sinónimo de popular) había sido escrita por compositores formados en la academia, o por compositores que habían tenido una formación profesional no académica pero pragmática y exhaustiva. Esto había sido sucedido incluso en la primera oleada del rock. Es verdad que Little Richard, Fats Domino, Jerry Lee Lewis, Eddie Cochran o Chuck Berry no eran compositores «al uso», y que aun así escribían sus propias canciones. Pero nadie los consideraba «compositores», aunque lo fuesen. Eran cantautores como tradicionalmente los había en el blues o el country. Pero Elvis Presley no componía, y nadie veía nada de raro en ello. Era la práctica habitual. Y eso explicaba que Presley cantase muchos temas que, inconfundiblemente, sonaban a compositor profesional. Los Beatles rompieron esta dicotomía tradicional entre compositor e intérprete no porque fuesen los primeros, sino porque crearon una música influyente pese a no responder al estereotipo de «compositor». No tenían un título de conservatorio, ni habían estudiado con Rimsky-Korsakov como Igor Stravinsky. No sabían escribir partituras y al principio tocaban algunos acordes de los que no conocían el nombre. Eran unos chavales cuya experiencia profesional se limitaba a tocar en tugurios (aunque, eso sí, con una dedicación fanática). Ese perfil peculiar hizo que sus canciones fuesen distintas.
Hubiese sido imposible una revolución similar iniciada por compositores a sueldo. Los compositores que trabajaban para las discográficas escribían pensando única y exclusivamente en las necesidades de quienes les pagaban. Si un estudio pedía al compositor una canción para un grupo superventas como The Ink Spots, la composición resultante tenía que sonar a The Ink Spots. Ponerse a experimentar o salirse de los cauces previstos significaba que nadie comprase tus composiciones. En ese sentido, la industria aspiraba a tenerlo todo muy calculado. Ojo, el resultado del cálculo podía ser una maravilla, y de hecho los Ink Spots tienen algunas de mis canciones favoritas. Pero no podía decirse que aquellas composiciones sorprendiesen al público, porque buscaban exactamente el efecto contrario: repetir al milímetro un esquema exitoso. Es irónico, porque la industria actual hace lo mismo, pero con mucha más eficacia gracias a los algoritmos que predicen lo que el público desea.
El problema de la música de compositor a sueldo fue la desconexión con los gustos del público juvenil. Los Beatles triunfaron porque no componían pensando en los esquemas, sino en lo que ellos mismos amaban. Cuando ellos aparecieron, el pop de compositor reinaba sin oposición. El rock & roll había roto el molde en parte, pero a principios de los sesenta ya no sonaba en las radios. Esto no les importaba a los Beatles, que continuaban tocando el rock & roll de su adolescencia ante sus reducidas audiencias de dos docenas de personas, añadiéndole las modificaciones dictadas por su instinto creativo. Su tremebundo éxito internacional iba a basarse en una música que a ningún compositor profesional se le hubiese pasado por la cabeza escribir en 1961, porque era una música teóricamente extinta que las radios rechazaban por demodé y que las discográficas ya no consideraban rentable. Los Beatles imitaban a músicos que ya no vendían discos.
Tras el inesperado éxito de los cuatro ingleses, las discográficas perdieron el oremus buscando a artistas que escribiesen e interpretasen sus propias canciones, lo que parecía la garantía para conectar con los oyentes jóvenes. Los compositores profesionales, por lo general, no eran capaces de captar esa vibración. ¿A qué compositor a sueldo de los sesenta podría habérsele ocurrido usar una guitarra eléctrica como lo hacía Jimi Hendrix? Es la clase cosa que no se enseñaba en un conservatorio. Para colmo, se impuso el formato de disco de larga duración. Los LP o «álbumes» contenían varias canciones y su venta era mucho más rentable que la venta de canciones aisladas, convertidas ahora en material promocional. Los álbumes podían, además, tener lecturas temáticas. Y no era lo mismo escribir un musical para Broadway que escribir una extraña alegoría sobre la identidad cuyo protagonista era un joven ciego y sordomudo. Incluso los músicos a sueldo de la nueva generación rompían moldes: el guitarrista y compositor Steve Cropper tomaba una idea peregrina de Otis Redding y la convertía en «Sittin’ On The Dock of the Bay», que ya no sonaba como una balada de los cincuenta.
Las discográficas entendieron que ya no bastaba con contratar a gente del circuito profesional, porque la música que vendía provenía de otros lugares. Se necesitaba una nueva manera de buscar talento. De repente, un buen A&R, necesitaba ser parte del paisanaje juvenil, y lo de sentarse en el despacho a verlas venir dejó de ser una opción. El perfil cambió: los nuevos A&R empezaban sus carreras muy jóvenes. Acudían a conciertos en garitos infectos para intentar descubrir a grupos que sonasen bien, o para hablar con otros jóvenes que les dijesen dónde iba a tocar tal grupo que gustaba mucho pero que todavía no tenía contrato discográfico. O para obtener y escuchar maquetas.
En los años sesenta, setenta y ochenta adquirió gran importancia el que los A&R fuesen gente «auténtica», genuinamente interesada por la música. Primero, necesitaban tener instinto para descubrir aquello que podía funcionar. Segundo, se encargaban de generar una relación de confianza entre el nuevo artista y la discográfica. Eran la cara amable de las compañías (empresas repletas, por lo demás, de caras muchos menos amables). A la hora de fichar talentos, la pose no servía para nada, e incluso era contraproducente. El A&R tenía que demostrar que sabía de lo que hablaba. Pensemos que incluso el más descerebrado grupo musical de roqueros veinteañeros estaba formado por individuos que, incluso antes de convertirse en profesionales, conocían su propio estilo, sabían lo que estaban tocando y sabían de dónde provenía lo que estaban tocando. La música que hacían formaba parte de su identidad, de cómo se percibían a sí mismos. Para ganarse su respeto se necesitaba conocer esa música. Los A&R no solían ser músicos sino más bien fans al servicio de las compañías. Cuando un A&R daba con un posible diamante en bruto, presentaba su descubrimientos a los ejecutivos de la compañía. Si estos mostraban interés, le daban un presupuesto con el que agasajar y atraer a las nuevas promesas. Entonces el A&R congeniaba con los artistas y los invitaba a cenar, a beber, a drogarse. A veces incluso organizaba fiestas para dejar que los aspirantes saboreasen un pequeño anticipo de la vida de estrellas. Ese tipo de cosas.
Así pues, aunque las discográficas siempre han sido empresas y las empresas buscan ante todo hacer dinero, los Beatles hicieron que esas empresas necesitasen tener en puestos clave a gente que sintiese pasión por la música. Aunque hoy suene a cuento de hadas, esto incluía también a los ejecutivos, muchos de los cuales empezaron a ser, de hecho, A&R o productores ascendidos. Otros eran tipos adinerados que amaban la música, como Ahmet Ertegün, fundador de Atlantic Records. Dado lo imprevisible y competitivo del mercado, se valoraba que un ejecutivo tuviese un instinto musical que le ayudase a tomar decisiones comerciales correctas. Nadie quería ser como Dick Rowe, el jefe de A&R de la discográfica Decca que pasará a la historia por haber rechazado a los Beatles con la ya mítica frase: «Los grupos de guitarras han pasado de moda».
El reinado en ventas de la música juvenil tenía un problema intrínseco: los jóvenes pronto dejan de serlo. Los artistas rentables podían pasar de moda en cualquier momento. Y, antes de los algoritmos, no había manera humana de prever un Elvis Presley, unos Beatles o unos Nirvana. Simplemente aparecían sin que nadie hubiese podido leer en qué consistían las frustraciones y anhelos musicales de cada nueva oleada de oyentes jóvenes. Las modas cambiaban cada pocos años. La labor de los A&R y los ejecutivos consistía en intentar anticiparse; era casi siempre imposible, pero había que intentarlo. Y estando sobre el terreno había más probabilidades tenían de encontrar al nuevo gran artista de la música juvenil.
Siempre cito el ejemplo de Debbie Harry: en los setenta, ella insistía en que un género musical que acababa de nacer en los guetos neoyorquinos tenía el potencial para convertirse en algo importante. Nadie más lo decía por entonces. Ningún periodista o músico establecido de la ciudad, excepto ella y su novio Chris Stein, guitarrista de Blondie, parecía tener noticia. Debbie acudía a fiestas hip hop en barrios que no solamente evitaban los blancos, sino que incluso los músicos negros ya establecidos se abstenían de pisar. Cuando aún había muy pocos raperos grabando, ella fue la primera estrella en atreverse a grabar un rap, y obtuvo un resonante número uno. Lo que pretendo decir es que si Debbie Harry no hubiese militado en Blondie, podría haber sido una fantástica A&R porque era justo el prototipo de persona inquisitiva y curiosa que necesitaba la industria para descubrir diamantes escondidos. No era una diva al estilo Lady Gaga, sino que pisaba la calle para ver qué se cocía. Que Lady Gaga es una mujer con talento, sin duda, pero su nivel de postureo es extraordinariamente cómico. Aún me estoy riendo de cuando se presentó haciéndose la heavy (o, como diría mi hermano: «Jota, e, uve, i: ¡JEVI!») en un ensayo con Metallica donde los miembros del grupo iban, como es normal, vestidos de diario. Ni siquiera es extraño que el más interesado en felicitarla después fuese el tontolaba de Lars Ulrich, el Hombre Que Le Hacía Cuernos A Sus Cuadros.
La tendencia empezó a invertirse a finales de los noventa. Primero, la llegada del compact disc y la digitalización hizo que las compañías comenzasen a preocuparse por el impacto de la piratería en las ventas, así que empezaron a desembarcar los licenciados en económicas, encargados de analizar las cuentas para proteger todo un entramado comercial. Por otro lado, el grunge y el rock de la época habían dejado un sabor amargo. Muchos de los grupos más exitosos que habían arrasado con el confortable statu quo comercial de los ochenta se autodestruyeron en pocos años, haciendo que las compañías se desesperasen una vez más en la búsqueda de sustitutos. Las discográficas encontraron más fácil retornar a los viejos hábitos de la época pre-Beatles: cantantes que no opinasen, y compositores a sueldo. Un buen ejemplo es que tres grandes estrellas de la época precedían de un mismo programa infantil: Britney Spears, Christina Aguilera y Justin Timberlake. Esto ya se había hecho muchas veces —véase Ricky Nelson—, pero empezó a convertirse en una manera estándar de buscar nuevo talento. Nadie en la industria quería a otro inmanejable Kurt Cobain que vendiese millones de discos durante una corta temporada para acabar pegándose un tiro. Empezó a consumarse el retorno del pop de compositor profesional, acabando con más de medio siglo de caótico vaivén de estilos. Antes mencionaba a Lady Gaga.
Otro retorno a usos antiguos fue el final del disco de larga duración. El ascenso del MP3 primero y del streaming después hizo que el objeto de consumo volviese a ser la canción individual. Hoy, a los A&R ya no se les pide que estén en contacto con la calle, porque la calle ha dejado de importar a la hora de descubrir por dónde van a ir las cosas. Es irónico que en la actual música juvenil se insista más que nunca en el concepto «calle», porque no consigue camuflar lo que está a la vista de todo el mundo: son los algoritmos los que determinan los siguientes pasos a seguir. El instinto ya no es necesario para descubrir cosas nuevas; todo se centra en analizar los números. A los A&R de las grandes discográficas ya no se les pide que conozcan la calle; se les pide una licenciatura universitaria en consonancia con la invasión de ejecutivos musicales de nuevo cuño, casi todos licenciados en empresariales y sin bagaje musical. Salvo en compañías pequeñas que reman contracorriente, ya no hay gente pateando los garitos en busca de talentos totalmente desconocidos. Como mucho, algunos A&R de grandes compañías tienen un presupuesto para acudir a un festival concreto donde no van a descubrir, sino a tener una serie de citas muy formales donde hablarán con una lista predeterminada de artistas cuyo potencial ha sido señalado por el algoritmo, por lo que son considerados una apuesta más o menos segura. Lo que prima en el actual A&R es que sepa analizar los datos para detectar a los nuevos talentos en YouTube y otras redes.
Otro motivo por el que el instinto musical del cazatalentos se ha vuelto innecesario es que el gusto del público ya no realiza quiebros desquiciantes. Ya no es imprevisible. Los algoritmos saben al momento lo que el público quiere, y permiten adaptar la oferta casi al instante. Ya no se producen discrepancias de años entre la industria y las necesidades de un público juvenil más satisfecho que nunca porque obtiene exactamente aquello que prefiere consumir. Ya no tiene carencias y, sorprendentemente, se parece mucho al conformista público adulto de los años cuarenta: no me des aquello que no conozco, porque con lo que ya conozco estoy más que contento. Me dan exactamente lo que me gusta. Esto nos ha devuelto a la era del compositor profesional; se evita cuidadosamente la experimentación. Buscar la novedad a ciegas es comercialmente indeseable porque el algoritmo te dice, con precisión científica, lo que debes componer. En consecuencia, las modas ya no van y vienen: evolucionan progresivamente sin llegar a desconectar nunca del público. Además, los jóvenes ya no están aislados en pandillas o «tribus urbanas», dependiendo de lo que decidan emitir los grandes medios. Ahora los jóvenes están conectados al segundo por redes sociales internacionales y, por primera vez, la industria sabe responder de inmediato a sus necesidades.
Esa falta de discrepancia entre oferta y demanda conduce, irónicamente, a la homogeneidad total. Es difícil imaginar hoy la explosión de unos Nirvana. Si hubiese unos nuevos Nirvana, el algoritmo los detectaría incluso antes que el grueso del gran público. Y no serían unos Nirvana; serían un producto detectado a tiempo, refinado y empaquetado a conveniencia de la industria. Serían unos Justin Bieber o una Billie Eilish. Esto no me parece ni bien ni mal. Cada cual que escuche lo que prefiera. Eso sí, es innegable que estos cambios han matado la creatividad. La creatividad nace casi siempre de la fricción con lo establecido. Si no se produce esa fricción, la necesidad de crear es sustituida por la convenciencia de copiar. Porque copiar es lo cómodo y, sobre todo, lo económico. Y aunque siempre se ha copiado, desde el Barroco por lo menos, la diferencia es que ahora no se hace otra cosa, porque los recursos tecnológicos y la conformidad del público permiten el no tener que hacer otra cosa.
La digitalización ha reducido la variedad de los estilos, lo cual no me preocupa mientras siga existiendo música por descubrir de diferentes siglos y diferentes culturas. Pero hay un efecto que me parece más siniestro: la homogeneización del sonido en sí mismo. La desaparición del factor humano y la identidad sonora en las propias cualidades físicas de la grabación, convirtiendo la músicas publicada en algo imposible de recrear en un concierto sin hacer trampa. De esto hablaremos en la siguiente parte.
(Continuará)
Es muy peligroso para la creatividad. Si no va a salir nada nuevo y distinto, es imposible saber si te gustará o no.
¿qué es el A&R? ¿Por qué empezar un artículo con unas siglas que únicamente conoce gente del ramo?
¿Y por qué empezar a leer la segunda parte de un artículo sin haber leído la primera, enlazada justo en la línea superior? ¿Por ser uno subnormal, por ejemplo?
Tanto cuesta decirle que son «cazatalentos» y que se lea el primer capítulo que ahí viene explicado? No, hay que hacerse el chungo e insultar a la gente, porque tú eres más listo que nadie. Si no estuvieras en internet no tenías huevos de soltar estás paridas, trollazo
Totalmente de acuerdo! Se agradece que haya gente que puede opinar sin tener que insultar ni ser pedante. Gracias por el comentario.
PD: no público nunca nada, pero en este caso me pareció importante hacerlo.
A ver, Inad (que supongo será Dani al revés), te noto tenso y eso que el año solo acaba de empezar. Relájate, y prueba a follar más.
Inad eres un desagradable xd
Lo explica en el artículo anterior. Este es la segunda parte.
El término A&R está explicado en la primera parte del articulo
A & R es el acrónimo de artistas y representación.
Excelente artículo.
Que la creatividad no sea comercial no quiere decir que no la haya. Hay excelentes bandas que viven de su música. No son ricos como los reggetoneros o conocidos como los productos pop, pero componen música excelente. Que te escuchen 100M será para darle un premio al algoritmo, pero por debajo de todo ese ruido hay música en el mundo.
Buen comentario la gente no tiene sentido común y solo piensa en lo popular, la creatividad en esta década ha sido grande en todos los géneros musicales
Yo creo que se te ha ido un poco la pinza tomando el camino del pop. A mi me gustaba el jazz y a principios de los 80, lo más avanzado que podías oír era Coltrane, Ornette, Lester Bowie, Don Cherry y Woody Shaw gracias a los discos quiosqueros de Sarpe y Polygram. El funky y la fusión eran nada. Como a finales de la década me tocó incorporarme al mercado laboral, mis gustos musicales quedaron congelados en el tiempo. Pensé que el género estaba KO y durante años escuché otras cosas. Hace una década, pudiendo pasar del tema laboral, me encontré conque el jazz no sólo no había muerto (esas fueron cosas de Miles Davis cuando tuvo que bajar sus exigencias pecuniarias), sino que en los 80s hubo mucha gente de interés y algunas vacas sagradas (como Stan Getz o Chick Corea) no les quedó otra que tratar de imitar a los post-bob. Escucha, por ejemplo, un disco de 1982 («High Standards» de Steve Slagle). El tema es que los post-boppers han sido instrumentistas fantásticos y compositores fenomenales, pero blancos y en el jazz existe el dogma de que son mejores, más innovadores y auténticos los músicos negros que los blancos. Pues lo siento, pero prefiero Dave Stryker a Grant Green, Charlie Christian o Django Reinhardt. Esto resulta un anatema, pero es así.
En este caso la digitalización ha mejorado la oferta. En los años 60’s y 70’s los jazzmen no podían permitirse un estudio de grabación decente, porque las discográficas estaban haciendo dinero con el pop. Las únicas grabaciones son «live», de escasa calidad. Los más afortunados (como Keith Jarret) encontraron estudios de grabación en Europa (como ECM). Pero el abaratamiento de los estudios de grabación volvió en los 90’s gracias a la digitalización. Así que te encuentras un desarrollo post-bop que merece verdaderamente la pena oír, bastante alejado del AABA tradicional.
Muy buena y certera respuesta! Una pregunta, en los early 80’s ¿qué eran MJackson y Madonna? yo viví toda esa epoca en usa y no se escuchaba otra cosa!! Yo a Queen ni lo conocía,creo que solo vinieron a usa una o 2 veces!! ¿Y Boy George? ¿eso qué era?? G
Maravillosos artículos de análisis! Gracias!!
Yo como loco melómano amante de la música de los 60 70 80 90 y algo del nuevo siglo, pienso que no solo la música actual hoy en día es mala, si no que se está perdiendo y se perderá el legado de antaño, si miras el número de reproducciones de alguna canción memorable en las plataformas de streaming, te das cuenta de que para las nuevas generaciones son como tonadillas medievales que sus cerebros quemados por estímulos más inmediatos no son capaces de decodificar y disfrutar (salvo excepciones)
Nunca la cultura fue tan accesible y al mismo tiempo tan ignorada.
Espectacular artículo, tanto la primera como la segunda parte.
Condensar tantos años en estas líneas es de maestro.
Bravo!!
Hola a todos,
El artículo me parece interesante y muy buen articulado. Soy consciente que faltan más partes, pero la pregunta que me surge después de leerlo es: ¿Si los A&R actuales solo sirven a las generaciones de hoy en día, quien sirve a las generaciones pasadas? Sinceramente, no me gustan los géneros nuevos: trap, reggaeton, etc…pero no dejo de descubrir música nueva y que me parece original y que no siguen modas pero que se reinventan: jazz, ambient, modern classical, cualquier desviación de la música electrónica….
Creo que el artículo tendría razón si únicamente hablase del pop (como estilo que más se consume y dirigido a la amplia mayoría de los oyentes) y de los «nuevos» estilos (que no dejan de ser refritos de otros estilos), pero no creo que haya un problema de creatividad.
Si acaso, hay un problema de acceso a la creatividad (aunque paradójico por el amplio acceso que se tiene a nivel digital a casi cualquier cosa), ya que los estilos más en boga ahogan a los minoritarios por su amplia difusión.
Dua Lipa puede no ser creativa, pero tiene talento. Floating Points tiene ambos, ¿pero quién tiene más acceso a una amplia distribución? Además, ¿cuál de los dos está en un estilo más mainstream?
Para mi el problema es que la música original y creativa es más difícil de encontrar y la otra nos inunda.
A todos nos gustaría comer en el Celler de Can Roca (a un precio bien) pero en realidad estamos rodeados de KFC.
No vamos a poder encontrar creatividad en los estilos de radiofórmula: hay que moverse en otros estilos.
Saludos a todos!
El problema a lo mejor es el interés. La oferta musical es infinita (Youtube, streaming, etc) y cualquier música que escuches viene con diez o doce sugerencias al lado (el A&R actual es un algoritmo) que a lo mejor no se desvian mucho de lo que has ido a escuchar por primera vez, pero que pueden llegar a sorprenderte con cosas interesantes. Quizá es que el oyente medio no está interesado en salir de su zona de confort, desde luego no si lo que se pretende es comentar la música que actualmente está en la cúspide comercial (pop superprocesado, reggeton, etc), que es de lo que va el artículo.
Muy buena y certera respuesta! Una pregunta, en los early 80’s ¿qué eran MJackson y Madonna? yo viví toda esa epoca en usa y no se escuchaba otra cosa!! Yo a Queen ni lo conocía,creo que solo vinieron a usa una o 2 veces!! ¿Y Boy George? ¿eso qué era?
Pues a mi me parece un artículo escrito por alguien totalmente desconectado de la realidad del panorama musical. La música es más diversa que nunca. Puede que no se refleje en los medios de masas, pero Internet hace más fácil que nunca la posibilidad de escapar del mainstream y hay una infinidad de artistas que siguen expandiendo los géneros musicales al alcance de nuestras manos. Y si estás nostálgico y solo eres capaz de valorar lo que se hizo hasta los 90, pues también tienes todo el catálogo musical de aquella época en Internet. En esta era de la música todos ganamos, pero siempre tiene que haber críticos desfasados quejándose.
El tema es que casi nadie tiene la curiosidad de buscar esa nueva banda de rock francesa en youtube, o ese nuevo músico de jazz brasileño en spotify. Menos de recorrer los clubes de mala muerte de londres, nueva York o buenos aires…
Hay algo que es cierto; internet, las redes y los putos algoritmos perjudican a la búsqueda de creatividad y novedad (tanto de los musicos, como del publico). Muy dificil que surjan unos ramones, iron maiden o un miles davis. Pero esto no es nuevo, miles davis ya lo decia a finales de los 80’s: »ya no hay experimentación, no hay mas improvisación…». Obviamente siempre hay jóvenes que hagan algo nuevo, la naturaleza de la juventud es rebelde y creativa de por si. Pero el mercado e internet es mas poderosa que la naturaleza….
Entiendo que esto habla solo de la corriente mainstream. Pero casi que es bueno toda esta comodidad algoritmica.
Esto está haciendo a la gente descubrir otros sonidos, que sean ellos los que bajan a la calle. Hay gente muy creativa y talentosa haciendo muchas cosas en muchos ámbitos. Cuando era adolescente encerrado en mis grupos clásicos que todo el mundo amaba tambien me creia que nos ibamos a la mierda musicalmente.
Pero solo falta tener pasión e interés por la musica y buscar. Tienes a dia de how muchisima musica a golpe de click, muchisima gente currandose sus trabajos, autopublicando. Lo mejor es que hay un alto nivel de creatividad en toda la musica a día de hoy. Solo hay que estar interesado en la música.
No cambiaría este tiempo musicalmente hablando por ninguno de los anteriores, ni loco.
Lo que me gusta de Jot Down és leer magníficos reportajes y comentarios excelentes de lectores. La música no es el primer entretenimiento hoy día, pero creo que no está todo dicho aún. El ser humano no sólo nos puede sorprender por su maldad, también por su creatividad y adaptación a nuevos y desconocidos mundos
Para aquellos con gustos pop y rock mainstream de los 60 a 80, como el autor de este artículo, es obvio que todo ha empeorado. Ahora cualquiera con un ordenador puede hacer música, vaya tela.
Para los que nos gusta la música más de nicho, en mi caso el epic/atmospheric black metal, estos viviendo una época dorada. Ninguna discográfica hubiera apostado por Summoning o Caladan Brood, que se han autorproducido sus discos.
Y por no hablar de que «por la música no se paga». Métase en bandcamp.com, y verá como muchos músicos de nicho, como los que he mencionado, venden bastantes discos en digital, a 10 euros el disco.
Porque a los de nicho nos gusta apoyar a nuestros artistas favoritos, sabemos que se lo curran, que hacen lo que les gusta y que su música es del corazón.
No podría estar más de acuerdo contigo. Yo es que creo que a pesar del fabuloso algoritmo, siguen saliendo cosas nuevas y diferentes, más que nunca. Lo de cazar talento me parece una suprema idiotez. Creo que hay más talento del que parece, lo que ocurre es que antes, al productor le gustaba solo un talento, su Kurt Cobain de turno y el resto de talentos, como el friki Asperger que no sale de casa y que compone locuras con su guitarra, y que te hacía un concierto para cuatro locos, le importaban una mierda, pero también era talento!.
Hoy día lo que está ocurriendo es que donde antes las pandereteiras de mi pueblo no pasaban de ir por las calles con la banda de gaitas un domingo por la mañana, hoy pueden fusionarse con una banda de metal extremo y crear un nuevo género, que probablemente solo escuchen 10.000 personas, pero que más da?.
Al final yo nunca he estado más feliz, puedo escuchar lo que me peta.
Lo único malo es que hay demasiado y a veces colapso porque no sé ni qué elegir. Eso sí que es un problema.
Pero que se hayan acabado las estrellas de pop rock? . Eso es una bendición!!!.
Secundo la moción y me anoto a los Caladan Brood…no entiendo como gustándome tanto el BM como las novelas de Dune no había oído hablar de estos fenómenos.
El problema hoy sigue siendo el mismo problema de antes: ¿Cómo se monetiza todo esto? Hoy en día bandas que en el siglo pasada JAMÁS hubieran podido ser descubiertas por nadie, lo tienen más fácil que nunca con internet. Ahora bien, se acabó la época de vender discos y por lo visto, también la de ir a los bolos.
Pienso que tiene que haber algo más de responsabilidad personal por parte de los músicos y bajarse del carro del discurso victimista de «es que hoy en día nadie vive de esto» y emplear toda esa energía en diferenciarse de la competencia y reinventar la industria.
Yo sigo comprando Cds y vinilos, pero aún estoy esperando que salga esa banda que no conozco, que no sólo destaca por originalidad si no por la propuesta de como se vende su musica. Algunos han comenzado a ofrecer ediciones en vinilo, con cassette, camiseta y hasta toalla….bueno, pues sigan trabajando en esa dirección y tal vez resuciten la industria, pero no esperen a que sea la industria la que haga el trabajo por ellos.
Una cosa está clara, el dinero no ha desarapecido, sigue estando ahí y si no pregunta entre tus amigos cuantos están pagando cada mes por: Netflix, Amazon Prime, Filmin, Spotify y Xbox Game Pass. Te vas a sorprender…
Faltaron los años 70 y toda la movida progresiva!!! Faltó la década de los 80s y el primer retorno al pop de radioformula!!! Igua se le perdona porque el artículo es interesante. Obvio que hoy hay muchísmima música creativa e interesante y también que está al alcance de todos poder escucharla… Pero por desgracia el gran publico ha perdido interes real por la música. Para las grandes masas la música es solo diversion, fiesta y baile sin mas… Y el mercado les da lo que ellos quieren: ENTRETENIMIENTO PURO Y DURO, MONOTONO Y REPETITIVO COMO NÚNCA ANTES EN LA HISTORIA… Hay que combatir al ARTE… así somos mas consumistas y obedientes…
Bandcamp es fantástico. Quizá tendríamos que publicitarlo más.
Pareciera que en la música, al perderse los gustos y la nostalgia, o el ensueño, eso que en los humanos son considerados sentimientos, se quedo sin temas. Al caer la humanidad en lo efímero porque ahora los cambios son más rápidos, lo cual no tendría que afectar el sentimiento humano, salvó que la cultura robot sea la que ya esté imponiendo el rumbo, la música está quedándose sin propósito y los humanos nuestro sentimientos y el deseo de dar melodías a nuestras almas
Tremendo artículo.
Da gusto aprender tanto en tan poco espacio.
Gracias por la precisión y disección de la música popular desde sus raíces (WoW desde las partituras s.XIX-XX)
Personalmente me dedico a separar el mainstream (Chopped) de lo que viene siendo el underground (jamón de Bellota)… Hay veces que es difícil separar y no comer mortadela pensando que es caviar… Tampoco es que yo sea el más listo del conservatorio, pero creo que hay diferencia entre cantar (aunque se desafine) a ponerle un efecto guarro a la voz para que parezcas algo. Por ahí no paso. Es como si Picasso o Dali calcasen sus dibujos o como si Valerio Lazarov fuese Stanley Kubrik… Por ahí no paso.
Además en este país llevamos demasiado tiempo copiando fórmulas y términos anglosajones como para ir de originales diciendo que si C.Tangana hace Trap o reggaeton o lo que coño quieran decir de ellos… Basta una búsqueda en wikipedia para darse cuenta que no tiene nada que ver con su música (Chopped con colaboraciones)
A mi lo que me jode del algoritmo es que no haya un botón en Spotify que sea «esto es puta mierda» como pasa en Youtube o FB… Así me apartaré para siempre de aquellas corrientes de Chopped de las cuales no quiero ni oír hablar porque las veo atisticamente carentes de mérito y libertad artística, cosa que el artículo de Jot Down define a la perfección
la creatividad últimamente está explotando en la industria ahora mismo, siento que cada vez la música popular va tomando un rumbo muy diverso
Por un lado, es un artículo muy bien redactado, que tiene un argumento fácil y atractivo de seguir.
Pero es una pena que, a pesar de tener un autor tan culto, el artículo esté profundamente equivocado.
Hoy en día, como bien han comentado arriba, miles de músicos venden (o incluso regalan) su música por Bandcamp, y tienen gente fanática que llega a pagarles varias veces más de lo que pide el artista. Esto, si bien ha matado a las viejas estrellas de pop y rock, ha contribuido enormemente a crear una variedad musical enorme, y puedes encontrar cualquier estilo de música que uno pueda imaginar. Por lo tanto, no creo que la música haya ido muriendo, sino todo lo contrario.
Por otro lado, en el artículo se habla todo el rato de que los nuevos artistas (solo de pop, dato importante) son descubiertos continuamente con unos algoritmos mágicos de los que no tenemos información ninguna. Así que me veo en mi obligación de preguntar, ¿qué algoritmos son esos? Si la industria musical se tira de los pelos y se mata por cualquier artista mínimamente original y genuino, aunque sea un poco, ahí tenemos el caso de Billie Eilish, que llegó a ser la sensación mundial del momento y solo son canciones pop con un toque retorcido y una producción básica (aunque muy efectiva, soy fan de Finneas) inspirada en la vanguardia del hip hop de los 2010s, utilizando samples de objetos del día a día y sonidos inspirados en el trap y el EDM.
Sin ir más lejos, tenemos a Dua Lipa, que es la nueva estrella, no hace falta ser un genio para darse cuenta de que no está inventando nada, pero es música buen rollera y con buenos arreglos. No sé qué clase de algoritmo puede haber ahí, ya que el resto del mainstream son casi todo artistas de hip hop con canciones muy oscuras y tétricas incluso.
Supongo que para crear un artículo como este hay que crear una cierta narrativa y eso requiere no ser tan riguroso, pero veo muy poco contenido entre tanta palabra. Preferiría que el autor demostrase lo que anuncia que está pasando, y que se empapara realmente de las miles de diferentes sensibilidades y actitudes que se encuentran en la música de hoy día, ya que si no apoyamos la música y a los artistas, efectivamente un día morirá porque no merecerá la pena dedicarse a ello, ya que cualquier tiempo pasado fue mejor (jaja)
Ni idea. Hable usted de Industria pero no hable de música. Se hace mejor música y mas variada que nunca en la historia de la humanidad.
Este señor es un nostálgico de la industria de cuando se iba al Madrid Rock y ahí se ha quedado, no ha olido bandcamp en su vida.
En el cuarto párrafo de la primera parte se explica claramente que el artículo habla de la música comercial.
Es obvio que el underground actual es increíblemente rico y vasto, más que nunca.
En los 80 en los 40 prinicpales entre la mierda habitual sonaban The Cure y Depeche Mode, en los 90 sonaban SoundGarden y Nirvana. Luego Coldplay, que ya daban cosica como poco. Y ahora, rediós, es un puto horror.
La gente que empezó a hacer música en los 2000 y 2010 era hija de un mainstream que contenía trazas de calidad. Tiras del hilo de The Cure y puedes acabar en el black metal o en el postroq por decir algo. Los hijos del mainstream actual no sé muy bien de donde pueden tirar ni donde acabarán.
Nadie va a apuntar a la posibilidad de que sea el sufrimiento lo que marca la diferencia entre creación especial y la que no es tal?
No sé, quizás esté equivocado, pero detecto denominadores comunes en las biografías de grandes artistas, y esos denominadores no son una vida sana, cómoda, psicológicamente estándar, etc…
Alguien que se ha criado con la educación, seguridad, comodidad, paz, salud… de hoy en día puede llegar a transmitir o a tener el carácter en su voz de Janis J o de Camarón? Yo creo que no. Podría describir tantos ejemplos como Gigas quepan aquí
Para cuando la tercera parte?
Va a continuar o no?
Julián, hay articulistas que contestan a todo dios, otros que contestan algo de vez en cuando y luego… luego está Emilio de Gorgot. Hace tiempo se enrollaba con sus lectores pero de eso han pasado muchas lunas. En fin, qué se le va a hacer…
Salivando con la tercera parte nos tienes, Emilio! 😃😃😃