Hubo un tiempo en el que acudir a un casino era una ocasión muy especial, incluso para los jugadores profesionales o aficionados, que tenían en estas salas un lugar de referencia. Sin embargo, en los últimos tiempos hemos visto como estos casinos han perdido buena parte del glamour y de ese halo especial que tenían para ir convirtiéndose en espacios algo más sórdidos y menos atractivos. Sí es cierto que no llegamos al nivel ya los salones de juegos y casas de apuestas que hay por muchos de nuestros barrios, pero tampoco son aquellos lugares tan especiales que reflejaban las películas o ciertas novelas.
Las causas de esta decadencia
Tal como pasa con muchos otros aspectos de nuestra vida diaria, esta pérdida de fama e importancia de los casinos tradicionales tiene diferentes causas. Una de ellas es la mayor presencia de los casinos por internet, que nos permiten jugar a la ruleta o al blackjack en línea desde la comodidad de nuestro hogar y sin tener que cambiarnos de ropa.
Otro de los motivos, quizá sea el propio chovinismo que durante muchos años los casinos tradicionales han mantenido. Es cierto que la experiencia de acudir a un casino tradicional suponía algo diferente y único, pero también es verdad que a veces los requisitos necesarios para acceder a ellos eran excesivos. Algo que, curiosamente en nuestros días, ha cambiado tanto que hoy es posible acudir a un casino en bermudas y con camisa de flores sin que nos echen al pasar por la puerta. Todo sea por intentar mantener la poca clientela que les queda.
Por otra parte, es verdad que el cambio generacional también ha supuesto un nuevo planteamiento en la forma en que jugamos. Igual que nuestros padres y nuestros abuelos eran muy aficionados al bingo, cuyas últimas salas abiertas apenas puede mantenerse en nuestros días, el caso es que algunos casinos también han quedado un poco desfasados conforme a las nuevas tendencias. Pensemos que, frente al jugador tradicional de mesa de ruleta, blackjack o de Bacará, hoy día el público es más de póker y tragaperras. Juegos que tienen un planteamiento totalmente diferente y que cambia la imagen de estos casinos.
Un futuro incierto
Ante todo este contexto es obvio que el futuro de los casinos tradicionales, tal como los conocemos, poco tiene que ver con el presente. Algo que, por otra parte, no es nuevo. Pensemos que muchos casinos de siempre han tenido que variar su oferta y abrir un poco la mano en lo que a la admisión se refiere para poder mantener su actividad. También han girado sus operaciones hacia algo más allá que el simple juego, convirtiéndose en salas de fiestas y ofreciendo un servicio de restauración que está por encima de la media. Un aspecto que, tradicionalmente, era una apuesta complementaria a la actividad principal del juego y que hoy en día se convierte en una alternativa que puede salvar las cuentas.
Otros casinos, los más conocidos, tienen precisamente en su pasado la llave para mantener su futuro. Salas como el casino de Montecarlo, el Gran Casino de Madrid, el de Estoril o el de Lisboa, por quitar algunos de los más conocidos, cuenta con una tradición y una clase históricamente reconocida obviamente ellos sujeto a las modificaciones que requieren los nuevos tiempos pero que deberían hacerse de la forma adecuada para mantener un equilibrio entre modernidad y tradición. Un exceso de cualquiera de los dos ingredientes puede acabar afectando a la fórmula y al sostenimiento futuro de estas salas.
A mi entender hacer publicidad de los casinos es como hacer anuncios a propósito de la heroina. Siendo un simple camarero, vi perder fortunas en las tragaperras y llevarse matrimonios por delante. Recuerdo a un taxista que se jugó su licencia y el coche y perdió. La última vez que lo vi mendigaba a las puertas de un supermercado. Corto y pego el consejo de un croupier que atiende al nick de «Jaime Primero», a propósito de apostar:
1.- No lo hagáis. Nunca. Ni a una tragaperras. No es ocio, lo parece pero no es. Vas a perder dinero
siempre. Los pocos casinos que cierran lo hacen para abrir salas de juego y ampliar su base de jugadores, no porque quebrasen.
2.- Si no me haces ni caso, ponte un límite máximo a gastar al mes. Que sea pequeño, máximo 50€. Sé sincero contigo mismo. Si necesitas superar ese límite infranqueable, tienes un problema. Asúmelo, busca ayuda y trata de salir del juego.
Conocí a una persona que era ganadora en los casinos. Se dedicaba a buscar jugadores proclives y apostaba contra ellos, a favor de la banca. Es el único modo de ganar: ahondando en la miseria de un ludópata.
Los casinos le vienen muy bien al estado: es una máquina cononuda de blanquear dinero. Estoy hablando de cientos de miles de euros en un casino pequeño todas las noches, incluyendo divisas.
No juguéis, vais a perder SIEMPRE.
Aviso. He visto cosas tan magníficas como seis ceros consecutivos en la misma ruleta, no salir el número 13 en dos noches seguidas (lanzando unas 300 bolas por noche) o no salir una zona determinada en toda la noche. El azar siempre es un flipe y suele favorecer a la banca.
Ojalá se hundan todos: los físicos y los on-line.
No podía ser más acertado este comentario.
Solo una vez estuve en un casino, y porque la copa de champagne venía con la oferta del hotel. No aposté un céntimo, pero vi perder mucho dinero.
El juego es terrible