El hedonismo, en los pobres, conduce a la miseria moral y material.
De entrada vamos a desconfiar de una doctrina cuyos defensores la presentan a la defensiva. «¡Nada de libertinaje, ni riquezas y placer desordenado! ¡No es eso!». Ya. Yo no estuve en el Jardín de Epicuro, pero sí sé que un digno cerdo de su piara debe llevar la cartera bien forrada. Para un español medio es más práctico unirse al rebaño del papa Francisco.
Me reclaman para escribir sobre fotógrafos libertinos. Terry Richardson quizás, mejor Antoine d´Agata. El primero no es lo suficientemente sombrío para mi propósito: su fotografía es histérica, histriónica, sucia, pero alegre y en cierta medida ingenua. Retrata igual el white trash y el punk que el universo gamberro del supuesto glamur, el negocio del espectáculo, el cine: dinero y diversión, no nos sirve.
Con d´Agata sin embargo sucede que es uno de esos casos raros entre los grandes (excluyendo también, claro, guerras y catástrofes) en los que uno preferiría no estar ahí, en la escena revelada, ni delante ni detrás de la cámara ni en ambos lugares a la vez, como es su caso. Como autor ha elegido un par de metros cuadrados y ahí sigue cavando la zanja cada vez más profunda, sexo, drogas y vete a saber qué música, y endebles paredes de placer y miseria que, sí, se van a desmoronar en cualquier momento.
Para qué entrar en detalles gráficos. El lector puede dar un paseo por su galería en el website de la agencia Magnum. Visitar sus exposiciones sobre quienes realmente no tienen nada. O, mejor aún, visitar alguna de las galerías que ofertan su obra, y acercar la nariz a alguna obra original, incluso comprarla si le arrebata el entusiasmo. El hedonismo no es para pobres.
¿Y qué me dices de Houllebecq? Solo con leer Serotonina te haces una idea de que no le queda por probar ni la pepsicola con peta zetas…y no perece pobre ni demasiado satisfecho…