Se suele decir que el Universo Marvel de los cómics encontró su voz propia frente al panteón de DC gracias a su mirada a pie de calle, al modo en que sus historias y sus personajes mostraban siempre una cercanía al lector que rara vez se encontraba en los tebeos de la competencia. Superman o Wonder Woman eran más deidades que simples mortales, mientras que Spider-Man era un «amistoso vecino». No en vano, el lema oficioso en las oficinas de Marvel era un elocuente «superhéroes con superproblemas»: de Peter Parker nos interesaban tanto o más sus amoríos, sus penurias laborales o el bullying que sufría en el instituto que las grandes gestas contra el Duende Verde o Mysterio.
Pero en realidad la línea divisoria no fue nunca tan sencilla: igual que Superman comenzó su andadura apegado a las aceras literal y figuradamente (no podía volar, y sus hazañas tenían más que ver con injusticias cotidianas que con supervillanos megalómanos), en Marvel convivieron desde un primer momento dos almas, bien representadas por sus dos creadores estrella: Stan Lee y Jack Kirby. Lee aportaba esa vocación cotidiana de las historias y los personajes, que acabaría trasladándose a esto que se ha dado en llamar Universo Cinematográfico Marvel; por su lado, la cabeza de Kirby, dibujante pero también partícipe de buena parte de las tramas y guiones (gracias al llamado «método Marvel» de trabajo, donde el artista gráfico y el guionista se alternaban en sucesivas fases de la creación de cada número), bullía con ideas tan grandes que desbordaban la página impresa con su enormidad y fantasía.
Seguramente ningún título de los que pergeñaron al alimón representa mejor esa alquimia que Los Cuatro Fantásticos: la dinámica familiar de sus miembros (un matrimonio, el hermano-cuñado y el mejor amigo), cortesía de Lee, se contrapesaba, y de qué manera, con las locuras galácticas, interdimensionales y a menudo psicodélicas de Kirby. La boda de Reed Richards y Sue Storm se entrelazaba perfectamente con la llegada a la Tierra de Galactus, el devorador de mundos. Un delicado equilibrio entre lo humano y lo divino, tan complicado de conseguir que ninguna adaptación cinematográfica de la primera familia marvelita lo ha logrado aún.
Viene esto a cuento porque, en fin, tras varias decenas de adaptaciones cinematográficas de las criaturas de Stan Lee, le ha llegado el turno por fin a una de las creaciones de Jack Kirby en solitario. Y claro, la diferencia se nota. Mucho. No, si Eternals es distinta a las veintipico películas anteriores de Marvel no es por la dirección de Chloé Zhao, por mucho que esta aporte una serena belleza a los momentos más íntimos del film (que son además, con mucho, lo mejor del mismo). La labor de la directora de Nomadland se deja sentir en su fascinación por el paisaje, que cobra su sentido último a la hora de vender al espectador el enamoramiento que los inmortales protagonistas sienten por el planeta Tierra; pero por lo demás, la cinta se siente claramente como un compromiso (quizá tibio, pero en última instancia funcional) entre la personalidad autoral de Zhao y las inevitables exigencias de la megafranquicia comandada por el productor Kevin Feige.
En realidad, el verdadero rasgo diferencial de Eternals proviene de su guion y, si me apuran, del propio Kirby. Porque aquí no hay superproblemas del día a día, nadie sufre por llegar a fin de mes o por conquistar a un amor de juventud: los Eternos son prácticamente deidades, y la escala del relato va acorde con ese estatus, sin bajar a los detalles nimios de lo mundano. Para variar, está en juego la supervivencia de la raza humana, pero no hay un elemento personal que ancle la epopeya al suelo: la historia romántica entre los personajes interpretados por Gemma Chan y Kit Harington apenas es un esbozo, y no está incluida aquí para que ustedes se desvivan por ellos como si fueran Peter Parker y MJ.
Esto, claro, es un arma de doble filo, porque si bien da lugar a un relato majestuoso, elegante como una estatua de mármol, también corre el peligro de volverlo igual de frío. Y ese peligro puede hundir el armazón emocional y dramático de cualquier película: ese ha sido uno de los (infinitos) problemas de la trilogía superheroica de Zack Snyder, llena de dioses, mitos y cajas de Pandora celestiales, pero vacía de cualquier emoción reconocible como humana. La referencia no es azarosa: quizá la Liga de la Justicia snyderiana sea el pariente espiritual más cercano de la cinta que nos ocupa.
Por suerte, allí donde el bueno de Zack se hundía con todo el equipo (que no era escaso), Zhao sale airosa, aunque sea por la mínima. La «plantilla Feige» impide que Eternals alce el vuelo como un film íntimamente personal de su directora, pero también lo salva del desbarre autocomplaciente en el que han ido cayendo tantas películas de DC (no me hagan hablar de Aquaman. No, en serio, no pienso hablar de Aquaman). Es verdad que en ocasiones el guion se hace trampas al solitario, como cuando suelta toneladas de información esencial (para el espectador y para los personajes) en escenas colocadas de manera tan conveniente como caprichosa; y es verdad que apenas queda espacio para perfilar y dar algo de enjundia a buena parte de sus protagonistas. Pero hay cierta belleza en el viaje de estos semidioses desde su posición de heraldos divinos hasta sus respectivas catarsis personales; hay, también, una diversidad (de género, de raza, de orientación sexual) ausente en el cómic original, pero que viene a dar el sentido último al relato que cuenta la película. Porque los Eternos, a pesar de su elevada posición evolutiva, de su estatus mítico, siguen siendo la representación del mundo al otro lado de nuestra ventana, y no se entiende ya ese mundo sin la riqueza y la variedad que lo hacen único, bello y valioso. Y de eso trata también Eternals, quizá por encima de todo lo demás. Puede que estemos aquí en el terreno de las mitologías desmesuradas de Jack Kirby, pero, ¿quién lo iba a decir?, el espíritu de Stan Lee no andaba tan lejos después de todo.
Cuando mencionas a Kit Harington, ¿quieres decir Richard Madden?
¿Alguna vez os habéis preguntado cómo sería una película Marvel fotografiada como si Isabel Coixet dirigiese un anuncio de compresas? ¿Queréis ver tres horas de superhéroes sentados alrededor de una mesa soltando unas parrafadas sin sentido sobre alienígenas y dioses que parecen escritas por Íker Jiménez después de irse de vacaciones a Tijuana? ¿Créeis que el mundo necesita la versión de Kevin Feige del Snyder’s Cut? ¿Tenéis problemas para dormir? Si la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, reservad entradas para Eternals. Pero sin prisas: sospecho que la gente no va a acampar a la entrada de los cines para ver esta.
Y todo sazonado con un superhéroe gay, otro hindú y una sorda. En las próximas entregas seguro se les unirá uno con ELA, otro con síndrome de tourette o algún miembro amputado. Es como los gringos entienden la integración: diciendo pero no haciendo. ¿Matamos negros, latinos, asiaticos y gays?, por favor, ¡miren que los hacemos visibles en nuestro cine y Tv!
Esa es otra… ¿A quién enviamos para proteger a los pobres humanos de esos superdepredadores alienígenas que cazan sigilosamente? ¡Ya sé! ¡Al único miembro del equipo que no puede oírles acercarse! Cuatro guionistas y juntan dos neuronas entre todos.
Sin olvidar que el único gay del grupo es también responsable indirecto de crear la primera bomba atómica. Es como si la directora de Eternals hubiera leído el manual de inclusividad al revés.
Después de leer el artículo, no me queda claro que su autoría califique la peli como lo que es: un truño muy largo y caro.
Si alguien tiene interés, que se la descargue por favor
En una entrevista reciente a Deadline, Ridley Scott ha dicho que las películas de superhéroes son “aburridas de cojones” y que “sus guiones no valen una mierda»…
Eso lo dijo teniendo en mente esta película.
Eterna es lo que se me hizo esta pelicula.No hay ni un solo personaje que te importe algo.En mi opinión su gran fallo es que no te crees en ningún momento que esta panda sean seres inmortales y que han recogido la experiencia de vida de miles de años.Su humor, por llamarlo de algún modo,tampoco ayuda a ello.No,ni de coña vuelvo a ver otra de esta tropa.