Un caso diplomático
«La Cina è vicina» («China está cerca») es una famosa expresión italiana que juega con la asonancia entre las palabras «Cina» e «vicina». Con el tiempo, esta frase se ha convertido de uso común y hoy representa una realidad cada más tangible. La distancia geográfica que separa Italia (y los otros países occidentales) de China se ha reducido sensiblemente gracias a la espesa red de intereses y relaciones económicas tejidas en el curso del tiempo.
La Cina non è vicina, en cambio, es el título de la exposición de Badiucao, poliédrico artista disidente, a menudo definido como el «Bansky chino». Comparación que no gusta al artista, ya que «si Bansky revelase su identidad no sería de ningún modo perseguido, ni mucho menos por las obras que ha realizado». Es conocido también por la variedad estilística y técnica de sus obras, que van desde el óleo al lápiz y de las instalaciones con neones a actuaciones en primera persona. Desde su anuncio, la exposición se ha convertido en un verdadero caso diplomático, con la presión ejercida de la embajada China en Italia sobre el ayuntamiento de Brescia para anular el evento. Sin embargo, tanto la junta como la organización han resistido a dicha presión, y por ello el artista ha mostrado su gratitud en más de una ocasión, afirmando que «nunca se había sentido así de apoyado» y que la acción llevada a cabo por el alcalde de la ciudad Emilio del Bono y la Fundazione Brescia Musei «debería de considerarse un ejemplo a seguir».
Un cineasta independiente y un reloj ensangrentado
Badiucao sostiene que la disidencia sea una consecuencia de ser artista ya que «el arte no existe sin libertad de expresión». Nace en China en el año 1986, en el seno de una familia ya marcada por la violenta acción de la censura del gobierno. En los años 50, su abuelo paterno, un cineasta independiente, fallece en el campo de trabajo donde lo habían encerrado a causa de su actividad artística. Una vez finalizados sus estudios en Derecho en la Universidad de Shanghái, aun reconociendo encontrarse en una situación de privilegio con respecto a muchos de sus connacionales, Badiucao entiende que no tendría futuro en China. De haberse quedado, no se habrían respetado sus derechos y se habría visto obligado a seguir un camino bien definido, del que no se habría podido distanciar de ningún modo. «Pasar la vida ahorrando para comprar un apartamento en Shanghái no era justo lo que tenía en mente para mí y, sobre todo en China, dada la situación política, no habría podido ser un artista».
En el 2009 se muda a Australia, convirtiéndose en ciudadano de este país y renunciando así al pasaporte chino. En ese momento, en cambio, se hace más urgente su necesidad de dar a conocer lo que sucede de verdad en China —una realidad bien diferente a la difundida por el PCC—. Aún lejos de su patria, el artista no puede expresarse con libertad; así, temiendo por la seguridad de sus familiares residentes en China, Badiucao trabaja escondido tras una máscara. Sin embargo, en el 2018 descubre que su identidad es ya conocida por las autoridades chinas. Antes de la inauguración de una de sus exposiciones en Hong Kong, donde había apoyado con vehemencia las protestas en curso en aquel periodo, las fuerzas del orden se presentan en casa de sus familiares haciéndoles saber que esa exposición no tendría que haber tenido lugar. Para proteger a su familia, Badiucao decide entonces dar un paso atrás cancelando el evento, pero revela finalmente su identidad. Y lo hace en una fecha histórica, el 4 de junio del 2009, el 30 aniversario del masacro de la plaza de Tienanmen.
Para consolidar el vínculo con este evento, el artista se tatuó en el brazo derecho la icónica imagen del Tank Man: el hombre que, solo, con las bolsas de la compra en mano, intenta parar el convoy de carros armados que se dirigían hacia la plaza. La elección del brazo derecho no es casual; es así como su arte se guía del recuerdo de aquel gesto heroico. La masacre de Tienanmen está en el centro de algunas de sus obras, como The Watch, realizada con la propia sangre del artista.
Un sistema de control de la población
Además de recordar los eventos del pasado, el trabajo de Badiucao, que a menudo toma como referencia el estilo iconográfico propio del régimen, son de extrema actualidad. The Wuhan Diary, por ejemplo, rompe el silencio del gobierno chino sobre la gestión de la pandemia del covid-19. La obra es fruto de la colaboración con un residente anónimo de Wuhan que envía al artista notas sobre la vida en la ciudad. Es una obra en proceso —Badiucao recibe aun ahora actualizaciones continuas— y también da paso a abordar el tema de la vigilancia masiva. El artista cree, de hecho, que la pandemia fue aprovechada por el PCC para poner en práctica un sistema de vigilancia masivo en el que llevaban tiempo trabajando. «En China no se habla de certificado covid sino de Red Cross. Si eres etiquetado con la cruz roja, pierdes todos tus derechos como ciudadano. Ahora el gobierno chino está aplicando la cruz roja a todos los activistas y disidentes, para limitar la actividad de todas esas personas que no estén alineadas. El caso más reciente es el de Zhang Zhan, la periodista que se había transferido a Wuhan durante la explosión de la primera ola de covid-19 para contar qué estaba sucediendo realmente. Fue encarcelada y ahora esta literalmente muriendo en prisión. Su abogado ha intentado ponerse en contacto con ella y visitarla, descubriendo que, a pesar de haber sido etiquetada con la cruz roja, no ha tenido ningún síntoma reconducible a la covid. Se trata de una persecución política escondida detrás de la defensa por la seguridad de la salud pública. Es de este modo que China enfrenta la cuestión. El riesgo es que esta estrategia empiece a aplicarse también en otras naciones. China quiere vender su propio sistema de gestión de la pandemia como un modelo para el resto del mundo. Celebrando continuamente el modo en el han controlado la epidemia, a través de confinamientos extremos, con los ciudadanos encerrados en casa y un control titánico de la sociedad.
Si este sistema se hiciese popular también fuera de China, podría ser potencialmente peligroso, ya que resultaría muy atractivo para ciertos políticos autoritarios. La ideología y el modo de gobernar son como el covid: contagiosos y con tendencia a replicarse. Afortunadamente en Europa existe aún espacio para el debate, incluso acerca de políticas juzgadas por algunos como controvertidas, como la del certificado covid. Cuando los ciudadanos se pueden expresar libremente no existe ninguna dictadura».
Una cuestión de principios
De la actualidad se pasa al futuro cercano. En febrero del 2022 se inaugurarán en Beijing las olimpiadas de invierno. El artista ha pedido más de una vez que se boicoteen, pero es consciente de que la manifestación tendrá lugar en cualquier caso. Confía en acciones individuales de atletas que induzcan al gran público a abrir los ojos frente a situaciones demasiado a menudo ocultadas. Mientras tanto, el artista ha encontrado un apoyo al otro lado del océano, el jugador de baloncesto suizo de origen turco Enes Kanter. Tercera selección general en el draft de la NBA del 2011, el atleta, hoy jugador del Boston Celtics, durante el partido contra Miami Heat del pasado 4 de noviembre ha pisado el parqué del FTX Arena con unas zapatillas donde se podía leer el lema «Free Tibet», también obra de Badiucao. De su lápiz nacieron también los usados durante otros partidos, lemas a favor de los rebeldes de Hong Kong y la minoría musulmana de los uigures. Estos últimos son víctimas de limpieza étnica y encerrados en campos de trabajo donde su mano de obra es explotada por grandes compañías como Nike, de la cual el artista ha intentado demostrar su comportamiento hipócrita. Enes Kanter ha proporcionado «la plataforma mundial que necesitaba. El deporte y los atletas tienen un poder increíble: aquel de involucrar, educar y compartir mensajes importantes. Espero que este proyecto pueda servir de inspiración también para otros atletas y celebridades. Los derechos humanos no son un privilegio de un número limitado de personas. Los atletas americanos non son nuevos en el apoyo de las minorías y la denuncia del racismo, como sucedió con el movimiento Black Lives Matters. Sin embargo, sería muy hipócrita de su parte si de un lado se hiciesen portavoces de las injusticias del racismo en Estados Unidos, pero del otro diesen la espalda al genocidio que está teniendo lugar en China. Es importante que las personas apliquen sus principios de forma universal, de lo contrario no se pueden definir como tal».
Los artistas también tienen un fuerte control sobre el público. Hollywood, que se ha siempre declarado una industria liberal, en el curso de los últimos años se ha sometido a la censura china. La razón es fácil de encontrar: «el poder del dinero. China ha siempre envidiado el soft power ejercido por la industria cinematográfica estadounidense. Ha invertido mucho dinero en Hollywood y ha proporcionado un lucrativo mercado que era todavía inexplorado». Todo ello en detrimento de la justicia y la realidad de los hechos. «Hace años Brad Pitt realizaba una película sobre el Dalai Lama. Hoy, probablemente, pediría disculpas por haber herido la sensibilidad del PCC».
Un gigante en dificultad
El artista está convencido de que China ya no es inexpugnable. Actualmente su poder viene de su potencia económica, a su vez derivado de la colaboración con los países occidentales que eran y son atraídos de los bajos costes de mano de obra. «Todos saben que para tener una floreciente economía es necesario tener el libre mercado. Actualmente en China esto no existe, el poder que ha conseguido con el paso del tiempo fue posible a través de la explotación de la fuerza de trabajo y del medio ambiente, pero todo esto no puede durar al infinito». Una señal de la crisis que está atravesando el poder central chino es el drástico cambio de ruta en referencia a la política del hijo único. «Ahora que la sociedad china está envejeciendo rápidamente y al horizonte se avecina una escasez de aquella fuerza de trabajo explotada a bajo coste sobre la que se ha basado la economía del dragón, el partido invita a sus ciudadanos a tener tres hijos». El artista se pregunta también hasta cuándo los emprendedores occidentales dejarán de moverse solamente por la avaricia y se darán cuenta de que este modelo inicia a presentar factura.
Una esperanza para el futuro
Han pasado doce años desde que Badiucao se mudó a Australia y dos desde que decidió enfrentarse a su enemigo a cara descubierta.
El artista sabe que el camino a seguir por un mundo más justo aún es largo y que China se opondrá en todos los sentidos: «El mundo que no quiere es aquel en donde reina la democracia y los derechos humanos, porque sería un mundo imposible de controlar». Ahora dice que «ya no es momento de tener miedo»: su objetivo es poder difundir su arte a un público cada vez más amplio porque «es difícil hacer comprender a los extranjeros lo que sucede en China». Por esto experimentara con nuevas formas artísticas, como el cómic y el diseño de juegos.
Los eventos de la plaza Tienanmen sucedieron cuando Baudicao tenía solo tres años, pero gracias a la obra The Gate of Heavenly Peace pudo aprender sobre ellos y comprender aún más cómo su gobierno manejaba eventos y personas incómodas.
Su objetivo como artista es asegurarse de que, en el futuro, sus obras ayudarán a las próximas generaciones, que crecieron en una época en la que es más fácil olvidar, en lugar de comprender y ver la realidad del país en el que viven porque, como ha ya afirmado en el pasado, «si no puedo conocer la verdad sobre una nación, ¿cómo puedo tener esperanza en su futuro?».