Ser individual significa ser peculiar
(J. Hillman)
La percepción de los márgenes
El ámbito de lo anormal ha fascinado desde siempre a la curiosidad humana. La vida oscura de las personas, los bajos fondos de las ciudades y el mundo subterráneo de las organizaciones ha cautivado desde siempre al pensamiento. Quizá se deba a la importancia de la realidad no dicha, a lo que intuimos que el subtexto aporta al texto. La esencia de las cosas está seguramente en lo que el mensaje calla y deja siempre para la imaginación del receptor.
La antropología orienta su mirada hacia lo prohibido cuando estudia culturas minoritarias o desconocidas. Mira hacia el área de lo no permitido para conocer la arquitectura del deseo en esa civilización. Porque si conocemos ese código de prohibiciones, podemos saber cuáles son los impulsos vitales más relevantes en esa sociedad.
Desde siempre, las disciplinas del comportamiento se han interesado por seres extraños1 como el monstruo: mitad humano, mitad bestia. Ser que combina lo imposible con lo prohibido. También se ha interesado por el estudio del incorregible, que supera todos los dispositivos de control social y de adiestramiento del comportamiento. Inicialmente, todo esto serviría para fundar los límites en los que puede moverse el pacto social que garantiza la estabilidad comunitaria.
Lo anormal suele permanecer en el plano de la discreción o incluso en el silencio. El mensaje esencial mostrado pero no nombrado penetra en el pensamiento de un modo más profundo que lo explícitamente declarado y ello es porque se instala en el pensamiento sensorial del modo más eficiente2.
Esto me recuerda aquella historia en la que un hombre judío le dijo a un amigo: —Estoy pensando salir del país porque el Gobierno ha iniciado una campaña de persecución a los judíos y a los dentistas. El amigo le preguntó: —¿Y a los dentistas por qué? Por eso precisamente estoy pensando en irme —le contestó el amigo—, por la pregunta que acabas de hacerme.
En el mismo sentido podemos citar otro ejemplo. El inicio de muchas profesiones se realiza mediante procesos de identificación negativa. Exploramos primero los márgenes de lo que no es algo, para poder definir después lo que efectivamente sí es. En los años sesenta se definía al educador social del modo siguiente: «Ni monitor, ni animador, ni maestro, ni psicólogo, ni terapeuta, ni asistente social. Sino el encargado de los jóvenes fuera del aula y del taller»3. Del mismo modo, puede decirse que muchos sistemas de atención pública a necesidades de la población se inician a partir de iniciativas que muestran interés por el margen. Estamos hablando de la educación no formal, de los programas de adaptación a necesidades educativas especiales o de los recursos para la inserción social.
La construcción de la propia identidad es también un buen ejemplo de lo que estamos diciendo. Constituimos la identidad con lo que no nos dicen. Con lo que nos silencian y que, sin embargo, percibimos en la atmósfera de nuestros escenarios vitales. La cantidad de información más importante que maneja un niño para socializarse y adaptarse a su familia es la que él mismo nota en el clima familiar pero no le comunican explícitamente. Esta información se fija especialmente en su memoria más íntima cuando el niño la percibe y su entorno se la niega. En este sentido, la influencia del secreto familiar en los descendientes es mucho mayor por la atmósfera que lo envuelve, que por el contenido escondido que guarda. Es como si los niños, de vez en cuando, pudieran contemplar la travesía de un fantasma que forma parte de su atmósfera familiar. Lo que se juega aquí es la construcción de la personalidad del niño a pesar de la educación e información explícitamente recibida.
Lo marginal está presente en la pantalla de la imaginación y no por ser negado desaparece sino más bien, su insinuación se instala en lo más profundo de la mente humana4.
La experiencia que tenemos ante la conducta que no nos parece correcta puede asemejarse a la desesperación del padre cuando no tiene argumentos para disciplinar una acción espontánea de su hijo y no se le ocurre otra cosa que ordenarle: —¡Niño, eso no se dice!… (aunque lo pienses). Esto también constituye un aprendizaje altamente significativo para el niño: lo que puede decir o no acerca de lo que siente y piensa.
Negar la existencia del unicornio no impedirá su presencia. Sin embargo, hará de él un monstruo.
(Gregory Bateson)
Una parte de la conciencia se orienta a buscar la frontera de lo normativo. Como si la producción del conocimiento se pasara el tiempo recalculando la distancia entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo sentido y lo presentable.
Entre el comportamiento adaptativo y la propia deriva personal5
Uno se vuelve adulto el día en que hace lo que tiene ganas de hacer, incluso si eso place a sus padres.
(Paul Watzlawick)
En el clásico relato de la Travesía del héroe6 se propone el viaje como la gran metáfora de la vida y en él se narran varias etapas. El inicio de la aventura, momento en el que el protagonista es llamado a la travesía, después figuran las pruebas del camino, más tarde aparecen los seres protectores y otros antagónicos y maléficos que acompañan al héroe. También se habla de los tesoros y aprendizajes cosechados en el viaje. Se narran las vicisitudes del transporte de la joya familiar que pasa de mano en mano a lo largo de las generaciones adoptando muchas formas para poder mantener su esencia. Finalmente, se describe la vuelta a casa.
Cuando el héroe vuelve a su aldea, debe decidir en qué lugar va a vivir. Esta decisión se encuadra en una gran contradicción: ¿Cómo gestionar lo aprendido? ¿Qué pensarán sus paisanos de su actual forma de ser y de hacer las cosas? Quizá el personaje no sea aceptado por la tribu después de su transformación. Y aunque tiene opciones intermedias, el protagonista de la travesía de la vida debe decidir su lugar de residencia. O bien, va a vivir en el centro de la aldea y convertirse en su ejemplar dirigente o bien, se quedará en las afueras y será su querido y a la vez temido chamán.
En definitiva, el viajero que regresa de ver el mundo debe elegir, si quiere convertirse en el hombre de provecho que sirve de ejemplo a los demás por su buen hacer indiscutible o en el hechicero que la aldea necesita pero que a la vez no comprende y teme por su imprevisibilidad y sospechosa anormalidad. Alguien que, con todo lo que sabe ya no puede vivir en la aldea, no puede ser convencional y su heterodoxia le hace trasladarse a la montaña cercana al pueblo. Así pues, ¿centro o periferia? Esta elección paradójica se presenta constantemente en la vida.
La fascinación por la subjetividad extrema
Si lo formal propende a lo regulado, objetivo y correcto. Lo informal tiende a lo vital, subjetivo y constantemente reformulado y por ello, no siempre presentable. Mientras lo formal es garantía de que el sujeto sea aceptado por el clan, lo informal pone el acento en la subjetividad más genuina.
La primera parte de la vida pertenece al clan, la segunda pertenece al individuo.
(C. G. Jung)
Hay una relación informal entre lo incorrecto y la subjetividad, ese material plagado de fogonazos de consciencia que suele estar en cocina permanente. Material de contenido inestable y a menudo con menor rango que lo objetivo como indica su etimología (sub jectus)7. En la modernidad se consiguió implantar una creencia colectiva que adquirió dimensiones colosales. Este presupuesto se basó en que la persona desconfiara de lo que sintiera y pensara por sí misma. En consecuencia, lo que se le ocurre a uno no es fiable, es algo que está siempre en riesgo de ser políticamente incorrecto. Hay que recordar que la fundación de la civilización se basa en la prohibición del autoconsumo8. Por eso, lo subjetivo suele estar bajo sospecha.
Sin embargo, el logro de la objetividad suele dejar una sombra de insatisfacción similar a la que se produce cuando se busca satisfacción emocional en una sentencia judicial, tal y como dice la maldición: «En pleitos te veas y los ganes». La pretendida y correcta objetividad nos deja una nostalgia de la vitalidad perdida, precisamente la nuestra.
Desde el punto de vista del pensamiento sensorial podemos afirmar que la época moderna se consolidó entre otras cosas con el nacimiento de la perspectiva como producción subjetiva del mundo9. Hasta entonces, la misión del arte era reflejar la realidad y ser fiel a ella. Con la aparición de máquinas como el catalejo, la cámara fotográfica o la cinematográfica que resultaron ser más competentes que los sentidos humanos, el ser humano pudo abandonar su función de ser fiel testigo de la realidad y dedicarse a plasmar su visión del mundo más o menos ortodoxa.
El síntoma como expresión metafórica
En muchas ocasiones llamamos síntoma a esa pulsión interna que censuramos como incorrecta. Así que lo más sensato es no pelearse con él, ya que podemos considerarlo como una peculiaridad vigilada por el contexto sistémico.
Podemos entender un síntoma psíquico como una limitación, como una deficiencia que necesita ser curada. O por el contrario, entenderlo como un impulso de vitalidad heterodoxo que intenta abrirse paso. Todo problema se da en un escenario determinado. Todo conflicto se da en un encuadre concreto.
En ocasiones la vitalidad se encuentra atrapada en lo aparentemente incorrecto. En este caso, puede ser útil pensar que el síntoma es la respuesta más adecuada que su anfitrión puede dar en un contexto difícil u hostil. Esto nos permite diferenciar el comportamiento concreto de la intención a la que obedece. Si podemos releer el síntoma como la respuesta más genuina que se puede dar en un escenario determinado, podemos de este modo, devolver a la persona la vitalidad robada cuando todo era interpretado como algo patológico debilitante. Esto es precisamente lo que significa reencuadrar: cambiar el marco o punto de vista a partir del cual se vivencia cierta situación y reubicarla en otro marco que se amolda igual o mejor a los hechos.
El problema, tal y como se lo plantea la persona suele ser una internalización de exigencias exteriores que además le debilitan. Exigencias que a modo de mensajes del diálogo interno, actúan como lo que son: vestigios del superyó. Por eso es necesario reencuadrar el problema, para restituir significados y devolver así el protagonismo de la persona con respecto a sus propios procesos vitales.
La falta de poder corrompe
(Adlai Ewing Stevenson)
Un conflicto o síntoma es a veces la expresión de un estado de la persona y también puede ser una metáfora de otro estado. A veces un dolor de estómago puede querer expresar otro tipo de dolor, como es el caso de algunas molestias de garganta que están vinculadas con ideas tragadas y digeridas de mala manera.
La dolencia puede metaforizar el estado interno de otra persona. Por ejemplo, el temor de un niño a salir a la calle puede ser una analogía del temor que tiene la madre y que él reproduce por lealtad. También puede ser una analogía de otras relaciones entre la familia. Si el padre vuelve abatido de su trabajo y la madre lo consuela. Es posible que el hijo vuelva abatido de la escuela para dar oportunidad al padre de salir de su estado y consolarlo a él.
Por otra parte, el síntoma puede servir para provocar alianzas en torno a él y suspender momentáneamente la atención de otros conflictos considerados quizá más graves. Es el caso de muchos casos de drogadicción que generan alianzas de ayuda sobre el sujeto y tapan otros conflictos familiares. De este modo, el comportamiento de la oveja negra la convierte en el elemento que mayor cohesión familiar produce, ya que su problema ensombrece todos los demás. Quizá habría que hacer un monumento a la oveja negra, como la figura que más ha contribuido a la unidad familiar.
Ciertos trastornos de alimentación como la obesidad, bulimia y anorexia en sus versiones sacrificante o abstinente pueden interpretarse como el comportamiento de un fenotipo en un contexto equivocado10. Si acudimos a contextos como el Paleolítico, la anorexia supone una abstención adaptada a momentos de gran escasez. La bulimia, una necesidad de cargar alimentos para afrontar grandes travesías en el desierto.
Algunos trastornos de alteración de la atención diagnosticados en la escuela pueden ser una metáfora de un desajuste emocional del niño debido a conflictos familiares. También podemos interpretar el miedo como apego y amor a la vida. Y cuando decimos que nos encontramos regular, tal vez queremos decir que una parte de nosotros se encuentra bien. Y la progresiva falta de visión o vista cansada de la vejez puede querer decir que la naturaleza ya no quiere que entremos en detalles11.
Moe y yo jugamos a ver quién pega más flojo y siempre me deja ganar a mí.
(Homer Simpson)
Las metáforas del síntoma pueden ser alternantes, saltando así de un conflicto a otro en función de la reorganización de las fuerzas psíquicas en un momento determinado12 e incluso pueden ser expresión de un fantasma motivado por ciclos psicogenealógicos no concluidos, secretos familiares y hechos dolorosos no confesados.
En cuanto a síntomas colectivos también pueden hacerse algunos reencuadres. Por ejemplo, no es fácil de entender el actual aumento del fracaso escolar en una sociedad que dispone de más medios pedagógicos que nunca. Tal vez pueda significar que los escolares van al colegio a escuchar respuestas sobre preguntas que no han formulado porque no tienen nada que ver con su existencia. No logramos interesarles por el conocimiento, no logramos convertírselo en algo significativo para su vida13.
También es justo decir que necesitamos los dos ámbitos para producir sentido. Lo subjetivo y lo objetivo, lo consciente y lo inconsciente. Lo único que se necesita es preservar el trabajo de cada uno sin boicotearlo. El aserto que dice «que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha», seguramente se refiere a la diferencia de función entre ambos hemisferios cerebrales y también a su necesaria concurrencia para el desempeño de la inteligencia. En consecuencia, se requieren procesos inconscientes para fijar aprendizajes conscientes y viceversa14.
Es cierto que muchas veces necesitamos un diagnóstico para saber a qué nos enfrentamos. Paradójicamente, el diagnóstico no solo sirve para describir la realidad, sino para prescribir su comportamiento futuro. Y esto me hace recordar la siguiente historia:
Un paciente tenía un mal desconocido del que no podía curarse. El médico que le atendía le dijo que necesitaba un diagnóstico para solucionar su dolencia aunque él mismo no encontraba esa palabra justa.
Localizó a un eminente médico y consiguió que lo admitieran en su hospital. Pasaron varios días desde el ingreso, en los que el paciente esperó y esperó hasta que el médico pasó consulta. Este sabio médico se acercaba a cada enfermo, caminando tranquilamente, con las manos atrás y rodeado de estudiantes de medicina.
Sin cambiar el paso, ni detenerse se acercó a nuestro hombre y murmuró: «Moribundus». Después se alejó sin más comentarios.
Pasó el tiempo y nuestro hombre, ya restablecido, se encontró con el médico. Se aproximó a él y emocionado le agradeció aquel diagnóstico, ya que gracias a él pudo seguir un tratamiento adecuado para curarse.
Es interesante hacer valer lo sintomático como vía de investigación de las soluciones. Ninguna biografía es normal, con el paso del tiempo todas las historias personales derivan en procesos heterodoxos e inclasificables. A partir de cierta edad, todos somos unos desviados incurables.
Notas y referencias documentales
(1) Foucault, M. (1990): La vida de los hombres infames. Madrid: Endymion.
(2) Ver el libro La vida es imaginada. Bernardo Ortín. (2013). Editorial Jot Down. Sevilla. Págs. 19 ss.
(3) Serge Singer, 1950. En Ortín, B. 1992: 385. «Áreas de intervención del Educador Social». XVIII Reunión Científica para la educación especial. AEDES Valencia: Colección de Servicios Sociales. Estudis, 17. Instituto Valenciano de Servicios Sociales.
(4) Consultar la obra de Georges Lakoff: No pienses en un elefante: lenguaje y debate político. (2007). Madrid: Editorial Complutense.
(5) Gregory Bateson, 1971. En Ortín, B. (2005): Cuentos que curan. Editado por Océano-Ámbar. Barcelona. Pág. 50.
(6) Ver la obra de Arno Stern: Educación Creadora. Concretamente el libro: Del dibujo infantil a la semiología de la expresión. (2008). Editado en Valencia por Carena Editors.
(7) Ver el Héroe de las mil caras: Psicoanálisis del mito. De Joseph Campbell. Publicado en Madrid, por el Fondo de Cultura Económica (2005)
(8) Del latín sub jectus: ‘colocado debajo’.
(9) Jesús Ibáñez. Más allá de la sociología: El Grupo de Discusión. Publicado en (2003) en Madrid por la editorial Siglo XXI.
(10) La vida es imaginada. (op. cit.) Págs. 55 ss.
(11) Ver: Crispo, R. Figueroa, E. y Guelar, D. (1994): Trastornos del comer. Barcelona: Herder. Ver también: Nardone, G. (2002): Las prisiones de la comida. Barcelona: Herder.
(12) Trinidad Ballester. Curso de Zen-Tre: Filosofía, Arte, Comunicación y Salud (FACS). 2011-2012. Material multicopiado.
(13) Ver la obra de Haley, H. y Madanes, C. 2001 (1982): Terapia familiar estratégica. B. Aires: Amorrortu. Ver también el libro de Boszormeny-Nagy. Las lealtades invisibles. B. Aires: Amorrortu
(14) Pere Soriano. Profesor de Historia de la Escuela. Curso 2013-2014. Florida Universitaria, en Valencia. Material policopiado.
(15) Ver la obra de Gregory Bateson: El temor de los ángeles. Publicado en 1989 por la editorial Gedisa. Barcelona.
un martillo contiene en su desocultamiento su propio uso, con el cual el carpintero articula su trabajo de manera transparente o tácita.
Qué tiene que ver?? Nada! Pero a que suena súper filosófico y genial… Qué manera tan fascinante y extraña tienen los filósofos de hablar.
Toda esa geringosa erudita y monótona me resulta de lo más anormal, y por eso me fascina. Tal vez la frase en cuestión sí tenía que ver con el artículo después de todo.
PD: la frase no es de broma, es real y (supuestamente) coherente. Al primero que me la explica, gana. Si no comprenden a Heidegger (suponiendo que alguien lo comprenda) ni pierdan el tiempo. Y no vale buscar en internet jaja.
Yo, el hecho de que tú no comprendas algo no lo convierte automáticamente en incoherente. Resulta sumamente egocéntrico (además de llamarse Yo) pensar que la filosofía o los artículos de la Jotdown están ahí para que TÚ los leas y los comprendas. La vida es dura colega, y tu no eres el prota. Ningún deux est machina va a salvarte. Arremángate y ponte a currar si quieres comprender las cosas. Desde luego que coger una cita suelta de una obra extensísima y copiarla descontextualizada en una sección de comentarios no va a ayudarte.
«O bien, va a vivir en el centro de la aldea y convertirse en su ejemplar dirigente o bien, se quedará en las afueras y será su querido y a la vez temido chamán.» Hay una tercera opción: despedirse de todos y marcharse para siempre. Aunque pocas veces se tenga en cuenta esa opción.
Por otra parte, quizás el héroe no sea sino un idiota al que, mira por donde, las cosas le han salido bien de chiripa.
PD: no sólo la modernidad desconfía del piensa por sí mismo. Cualquier tipo de sociedad lo hace, pues toda sociedad implica poder. Y el poder odia al que tiene la osadía de pensar por sí mismo.