Este género literario de ficción especulativa extrema de vanguardia ostenta dos de las cuatro nominaciones a los premios Ictineu de la SCCFF. Sergi G. Oset y Max Besora representan las opciones de libertad creativa que ofrece el bizarro.
El bizarro es un género literario rabiosamente contemporáneo pero, sobre todo, es la puerta a un estado mental que no puedo dejar de identificar con el ansia de destrucción filosófica o el goce de la infancia. A menudo se ha definido a sí mismo como «la sección de culto del videoclub» para emparentarse con directores de la nueva carne, psicodelias variadas y films que juegan a imitar el absurdismo del mundo que nos rodea.
Los más puristas al hablar de nuevos géneros querrán saber fechas y, aunque como todas las etiquetas ha sido empleada retroactivamente, la verdad es que un relato de su génesis podría empezar en 1999 con la editorial Eraserhead Press y un círculo de escritores cercano en Portland. Algunos de los títulos ejemplifican perfectamente el tono de la propuesta: Night of the Assholes, Texas Chainsaw Mantis, Ass Goblins of Auswitch, Every time we meet at Dairy Queen, Your Whole Fucking Face Explodes… Su autor con más proyección es sin dudas Carlton Mellick III, traducido también al italiano y el alemán. Resulta igual de relevante que señalar su temática el mencionar que, a falta de grandes editoriales apoyando el género, triunfó en la medida en que se articuló como una comunidad que viaja y comparte convenciones y podcasts.
Si alguien tiene que llevarse el mérito del trabajo que implica mover un género nuevo en nuestro país ese sin duda es Hugo Camacho, editor de Orciny Press. Empezó como muchos pequeños editores distribuyendo con un carrito y actualmente tiene un amplio catálogo que se ha extendido más allá del bizarro hacia líneas como el ensayo, mientras que empiezan a sentirse las réplicas a todas esas fluctuaciones en otras casas editoriales. Otro de sus méritos resonaba oculto en la broma de la camiseta de «local cult leader» por haber empapado a autores locales de la locura que se respiraba en los ambientes del bizarro primigenio, esa ansia de destrucción y goce de la que os he hablado, que ha permitido toda una nueva cosecha del fenómeno.
Un punto y aparte más para los que vayan a estudiar este género es la conquista del fantástico en catalán ejemplificada por las nominaciones a los Ictineu, los premios de género de la Societat Catalana de Ciencia-Ficció i Fantasia, instaurados desde 2009. Ahora en septiembre ha terminado la segunda ronda de votaciones que dejaba dos obras de bizarro entre los cuatro finalistas: Adzum i els Monoculars: Fusió! Cicle de l’expansió galàctica cataclana publicado por Edicions SEC y obra de Sergi G. Oset y La Musa Fingida de Max Besora, aparecido en Males Herbes.
Un nuevo género
Bizarro es ya una categoría comercial que no necesita de tantas presentaciones en el sistema anglófilo como aquí. La verdad es que uno puede no haber leído ninguna de los centenares de novelas clasificadas con esta etiqueta y, sin embargo, hacerse una idea muy aproximada a través de todo el cine que ha tratado elementos de la ficción especulativa tradicional mezclada con elementos de vanguardia como el nihilismo surrealista. La verdad es que creo que se establece mejores comparaciones con el séptimo arte porque se ha tomado a sí mismo menos en serio que la literatura, que muy pronto necesita de avales.
El novelista catalán Borja Bagunyà hacía la distinción entre neogrotesco y new weird para distinguir las corrientes más contemporáneas de la ficción especulativa. El new weird tuvo su auge hace un lustro y ya hablaron en Jot Down sobre los nuevos autores hispanohablantes. Parece que al bizarro le ha costado un poco más o, parafraseando algunos de los mensajes en redes de Orciny Press, que desde el inicio de la pandemia en 2020 lo bizarro se haya convertido en parte de la crónica diaria, casi como un ejercicio hipersticioso con el presente.
Sobre la aportación del bizarro a la fantasía española y catalana Hugo Camacho celebra como una «buena noticia» la expansión a otros catálogos y opina que «no sé si al fantástico aporta mucho, porque el lector general de ciencia ficción o fantasía suele tener unos gustos bastante normies, por paradójico que pueda parecer. Pero a quienes tienen un poco de curiosidad les aportará una visión diferente de la literatura, que pasa por darle la vuelta a los géneros fantásticos y a no tomárselos demasiado en serio. Y en el caso de las dos obras nominadas creo que, por su estructura y por el juego que establecen con el lenguaje, abren un debate interesante sobre el uso del catalán. Como toda lengua débil en una situación de diglosia tiene las de perder si no se la protege, pero Besora y Oset vienen a recordar que las lenguas no son de las academias ni las instituciones, sino de quienes las hablan, las escriben y las cultivan, y seguramente los bizarros la están reflejando un poco mejor que los realistas».
Autores bizarros
Las distintas posiciones desde las que parten los dos autores ya pudieron verse parcialmente reflejadas en la charla «Bizarro s’escriu amb ç» que auspicio la librería barcelonesa Gigamesh. Oset es un autor que lleva varios años trabajando el bizarro en los dos idiomas de manera prolífica, casi como en una sistémica revisión bizarra de todo lo que puede digerir de la ficción especulativa, tal y como hace la nave de su relato con los gatos. Max Besora tiene numerosas novelas que forman un microuniverso compartido de parodia e irreverencia y llega al final a unos niveles de desparpajo que por catálogo encaja con los bizarros.
Besora narra el resultado casi como accidental cuando declara: «Si La musa fingida se ha catalogado como bizarro es porque ha sido publicada por Orcinny Press, que está especializada en este género, a pesar de que publican otras cosas igual de interesantes. No es que explícitamente escribiera esta novela pensante en este concepto sino más bien en una serie de subgéneros poco concurridos aquí como el splatterpunk, el ecoterror, el torture porn mezclados con conceptos como la superficción o la metaficción. Pero, más allá de encasillar una obra bajo diferentes nombres técnicos para intentar clasificarla, me interesa escribir una literatura que vaya en contra el realismo costumbrista que impregna el sistema literario hoy y a las posiciones ideológicas rancias y conservadoras de este tipo de sistema, que favorece una literatura que no atenta contra nada y que se justifica por un autobiografismo ególatra y aburrido, típico de redes sociales, donde el lector se pueda sentir benévolamente identificado».
«Los grandes grupos publican libros «para todos los públicos» o la típica «novela del año» (dos conceptos que me hacen mucha risa porque no significan nada; en todo caso hay una «novela para cada lector» y «miles de libros del año»), y dudo que mis libros se ajusten a sus premisas comerciales. En cambio, las editoriales independientes están construyendo un sistema literario alternativo dentro del propio sistema literario dominando que, si se mantienen y no acaban absorbidas por los grandes conglomerados, ofrecen un espacio de transgresión y libertad indispensable por la diversidad del propio sistema, que tiende a la uniformización y domesticación de la literatura por inercia», añade Max.
Creo que debo haber formulado la pregunta demasiado taxonómicamente porque Oset también coge un poco de distancia respecto a la etiqueta concreta, hablándome sobre los modos con los que intenta «no repetirse, jugar y experimentar de forma constante con el lenguaje y las formas», de manera que todo forma parte de una carácter que busca «ir por libre y desmarcarse de las corrientes principales». Sin embargo rebosa su afecto por el género cuando más tarde le pregunto sobre el futuro del bizarro: «A escala general me gustaría que se expandiera como un virus infeccioso, que no quedara en un momento anecdótico o un espejismo y que el género en catalán se beneficiara. Adoro artefactos como los que hace Max Bessora y quiero leer más de la pluma de otras autoras. Una escena propia de bizarro consolidada e interactiva con otras comunidades sería el objetivo inmediato más deseable.
Luego añade: «Stephen King en Escribir. Memorias de un oficio decía algo como que la escritora tiene que tener en mente una caja de herramientas similar a la de un carpintero o un mecánico donde ir incorporando todos los mecanismos, trucos y recursos propios del oficio. Yo considero el bizarro como una herramienta, no una herramienta cualquiera, seguramente una supermultiherramienta kaiju radiactiva que abre infinidad de campos y posibilidades. Cuando nos hemos juntado con otras autoras y editoras relacionadas con el bizarro hemos coincidido que algunas de las mejores características de este género son la permeabilidad, adaptación y mutabilidad que ofrece (aparte de la libertad creativa total)».
Editores bizarros
Los autores no son los únicos que tratan de comer gracias a los libros y, de hecho, a menudo es esa otra cara invisible compuesta por los editores la que tienen que dar la cara financieramente de las propuestas más arriesgadas. Algo debió de llamar la atención de Ricard Planas cuando, con un catálogo repleto de pequeñas joyas de culto, puso también los ojos de Males Herbes sobre el bizarro: «En el contexto catalán, el bizarro puede aportar muchas cosas. La primera es mala leche, una cosa que a en Max Besora nunca le ha faltado, pero que en La Musa Fingida llega a niveles estratosféricos. Esta novela sobrepasa muchos límites de aquello moralmente admisible. La corrección política queda sobrepasada. El shock es constante por parte del lector. Mientras leemos la novela nos vemos gratamente escandalizados en muchos momentos debido a la osadía, por parte del autor, en la hora de violar constantemente el pacto ficcional y a la plasmación de situaciones ultraviolentas llenas de humor negro. Cosas, todas ellas, que Cataluña necesita. En el caso del bizarro hecho por Max Besora, también es importante la violentación de la lengua, la destrucción de la gramática. En definitiva, el extrañamiento. Aquello extremo y grotesco en los planteamientos argumentales de la novela encuentra plena coherencia cuando la lengua también sobrepasa los límites de la corrección».
Alicia Gili de Ediciones SECC, responsable de un mundo colectivo de fantástico llamado Concili Fetiller que no puedo sino comparar con Ofèlia Dracs, también aclara los detalles de su postura: «En realidad no empezamos a editar bizarro, explícitamente y expresamente. Decidimos editar aquello que nos gustaba, y dimos libertad de acción, de experimentación y de pisar por donde no había estado nunca nadie a nuestros autores y autoras. Y el hecho bizarro vino a continuación. Era como un tipo de evolución en la cual algunos de los autores se sentían cómodos, y otros experimentaban otras vías, siempre desde argumentos, estructuras y formas del lenguaje nada habituales en nuestra lengua».
Luego, cuando les pregunto qué puede aportar el bizarro al panorama catalán, me corrigen con una lista de países en los que se ha expandido el bizarro y la duda implícita de por qué no debería aparecer en este idioma también. Todo ello para aclararme que en su opinión la pregunta debería ser sobre qué puede aportar el catalán al panorama bizarro: «La producción de bizarro catalana (poesía, relato, novela) tendría que aportar el hecho tan nuestro cataclán, este arrebato que se le supone, estos aires ampurdaneses con delirios dalinianos, el agropunk más contundente que se dirime a disparos en la montaña de Tor o el caos incendiario encapsulado en contenedores de la vía Laietana. Coi, ¿es que ningún juntaletras del país tiene el mínimo interés en iniciar una revolución?».
«Qué puede aportar el bizarro al género cataclán (terror, fantasía, ciencia ficción) nos preguntas? Pues pataletas de amor en nubes de sidra y ratafía, un espectro de visión no-endogámico, una corriente de aire fresco de boca de una simanya enamorada de un simiot, una oportunidad de salir del oscurantismo regional emperrado en repetir patrones demasiados sudados desde el centralismo peninsular y la pérfida Albión y la ocasión de investigar qué hay en las zonas más oscuras y luminosas, de andar para los márgenes con paso seguro y sin complejos».
Expansión
Esta mencionada conquista prosigue en diversos catálogos, no quisiera dejar de mencionar la colombiana Ediciones Vestigio, que importa bizarro a Latinoamérica. Centrándonos en Barcelona y con un catálogo en catalán en el que destacan las traducciones de Terry Pratchett tenemos a Mai Més, que ha publicado Els dits de la bruixa de Tamara Romero. Esta es una obra icónica porque Romero fue la única autora española que logró publicar en Eraserhead Press con una versión en inglés de esa misma historia, pero complicada para tomarle el pulso puesto que apareció originalmente en 2012 y la publicación es una traducción, ya que actualmente la autora tan a la vanguardia se mueve ahora en las aguas del quiet horror.
Otra editorial afincada en Barcelona, aunque con un catálogo en castellano, bebiendo del bizarro pero también del splatterpunk, son los misteriosos Colectivo Juan de Madre Presenta. Lejos de la espiral de las novedades, poco a poco hacen un catálogo que parece a la búsqueda de la übervanguardia: «Conocimos la obra de Takeshi en un relato que se publicó en el patreon de Orciny Press, y consideramos que era de justicia que algunas de las siete mil novelas que había escrito ese tipo, todas inéditas, pudiera llegar al gran público. Consideramos que la propuesta de Takeshi, o la de Iain Mcwarburg (por citar otro de nuestros autores publicados), como la del bizarro en general, recupera una frescura inédita desde hace décadas en la literatura más o menos canónica. Es absolutamente necesario mirar hacia otros ámbitos, como el cómic, el manga y el anime, Tik Tok, la televisión popular, el cine oriental, el trap, la filosofia de vanguardia, para crear una narrativa mínimamente novedosa. Y todos esos autores y autoras bizarros lo hacen, lo demuestran, traen felicidad a las librerías».
Queda clara su situación dialéctica con el resto del sistema literario cuando aclaran: «Empezamos guiados por un sentimiento retorcido de justicia, una especie de gusto adquirido por la contaminación equilibrada. Al igual que un ecosistema en descomposición, el panorama literario necesita de la mayor cantidad de agentes activos para desmoronarse en armonía con la sociedad a la que se debe, a esa que nutre y asimismo fagocita. Lxs autorxs presentes en nuestra colección tienen el derecho y el deber de otorgar variedad y lateralidad al pensamiento general contemporáneo, que si bien siempre es cochambroso, no siempre es todo lo divertido que nos gustaría. Aportamos minoría, marginalidad orgullosa e intrascendencia autoconsciente, amor de grupúsculo. Y sobre todo, absoluta independencia creativa».
Malos augurios
Del mismo modo que se profetizó la defunción del new weird son algunas las voces del fandom que susurran sobre la muerte del bizarro. Por causas distintas en esta ocasión, y es que la comunidad americana sufrió cierta desintegración tras una polémica performance y algunos de los autores migraron a otros géneros como el splatterpunk o el horror extremo. Pero frente a esos comentarios podría argumentarse que quienes sí han triunfado —como Mellick— sí siguen publicando y que es innegable la influencia de toda esa etapa en los géneros a los que se mudaron esos escritores.
Para aclarar esto le preguntamos al editor que lo empezó todo, Hugo Camacho, que aclara: «Más que a profecía me suena a sentencia. Creo que tenemos mucha prisa en ser los primeros en decir que a rey muerto, rey puesto, cada uno sabrá por qué. Por lo que veo en las redes y por mi relación con la comunidad y a pesar de la pandemia, yo no tengo esa sensación. Pero supongo que hay que estar ahí. Sí que de la comunidad del bizarro han nacido otras y que, como todas las comunidades, son algo líquido y que se mezclan unas con otras. Pero dos muestras recientes de que la comunidad sigue ahí ha sido la campaña que han hecho con el libro de Teenage Stepdad (y que solo se puede hacer con una comunidad implicada) y que dentro de poco se van a celebrar de nuevo los premios Wonderland».
Lo que está claro, al margen del debate sobre la comunidad americana, es que el bizarro ha llegado al fantástico catalán y por su propia naturaleza tenderá a estilar e influenciar otros autores contemporáneos, de modo que seguirá su infeccioso legado incluso mucho más allá de cuando dentro de un tiempo otros profetas anuncien su muerte. También que la comunidad que ha montado Orciny Press es un hito de la edición independiente, así como que también queda clara la conquista entre los lectores catalanes. Las banderas del bizarro ondean en las estanterías sobre el cadáver de anticuados modos de ver el fantástico.