Política y Economía

Ethereum, la criptomoneda «anarquista»

criptomoneda ethereum

El año 1917 los bolcheviques lideraron una revolución comunista que iba a cambiar la historia y el mundo. ¿Podría hoy hacerse un cambio tan radical en un país o región? Según los programadores informáticos sí, pero no mediante guerras ni sublevaciones, sino dominando los medios de pago. La tesis no está tan lejos de Karl Marx sugiriendo dominar los medios de producción, solo se adapta a nuestro tiempo. Si tuviéramos hoy un dinero fiable, e inalcanzable para los Estados, haciendas y reguladores financieros, podríamos saltarnos a los bancos, a los gobiernos, y a sus impuestos. Usando el perfecto dinero negro, uno para comerciar sin reglas. Si de ahí saldría el paraíso o el infierno queda al criterio de cada uno. El caso es que la herramienta para hacerlo fue creada hace ocho años, pero lejos de traer la revolución acabó convertida en una de las criptomonedas con mejor cotización después de Bitcoin. Esta es la historia de Ethereum.

Los inicios en una comuna anarquista

Pocos sitios del mundo reflejan tan bien el objetivo inicial de los creadores de Ethereum como la colonia anarquista de Calafou, en Vallbona d`Anoia, Cataluña, fundada por Enric Duran, también conocido como Robín de los Bancos. Un activista que, muy enfadado por las causas de la crisis de 2008, quiso denunciar la falacia del sistema financiero, creando una red de empresas falsas y consiguiendo préstamos bancarios por casi medio millón de euros. Empleó el dinero en diversas causas, huyó de la justicia, y actualmente continúa en busca y captura, desarrollando su propia criptomoneda.

Quienes iban a ser los dos principales creadores de Ethereum, el ruso Vitálik Buterin y el rumano Mihai Alisie, viajaron a Calafou para ampliar su experiencia sobre sistemas económicos que prescindieran de métodos tradicionales de pago, y de los estados. Habían fundado un año antes la revista Bitcoin Magazine, referente periodístico desde 2012 sobre esta cripto. Lo habían hecho teletrabajando, y solo al cabo de un año acordaron conocerse físicamente en la capital catalana, y después viajar a Vallbona d`Anoia.

En aquel 2012 eran solo dos chavales jóvenes en busca de ocupación, con algunas ideas en la cabeza. Alise se había ganado la vida como jugador de póquer online, lo que no acababa de convencerle como medio de subsistencia, por su volatilidad. Buterin parecía ir más encaminado con sus estudios de ingeniería informática. El primero se quedó dos años en Calafou, trabajando en la comuna de hackers, al cabo de los cuales recibió un correo electrónico de Buterin. Le habían concedido la beca Thiel Fellowship, dotada con 100 000 dólares, destinadas a gente joven «con ganas de construir cosas nuevas en lugar de sentarse en una clase». Y la iba a emplear para su propio proyecto de blockchain.

El objetivo final de Buterin era crear una herramienta al servicio de la liberación de los ciudadanos de la tutela del Estado, tomando como modelo el bitcoin, pero descentralizándolo. Para él, los gobiernos son monopolios y la Tierra un lugar que pertenece a ciento noventa y tres terratenientes —o sea, ciento noventa y tres países—, que te permiten vivir en ellos bajo ciertas condiciones. O lo que es lo mismo, que hacen la libertad imposible.

Una máquina de Turing al servicio de la libertad

El concepto de libertad de los fundadores de Ethereum se traduce en poder hacer cualquier transacción económica sin intervención de terceros, y que sea imposible de rastrear o de intervenir. Eso supone librarse de la intervención de los gobiernos, pero también de la de las empresas. La teoría de Buterin era que para lograrlo podía crearse una máquina de Turing universal, o sea, un dispositivo programable capaz de procesar cualquier algoritmo. Librándolo de la inestabilidad y fácil hackeo propios de estas máquinas si se usaba limitado por un saldo de criptomonedas.

Buterin, que fue un niño en el final de la Rusia comunista, creció muy influido por las lecturas de novelas de Alexander Belyaev, el «Julio Verne» de la ciencia ficción rusa. Y el autor que más abuso de la palabra éter en su concepción científica original. La de un material que llenaba el vacío espacial y servía de medio de conducción para la luz. Albert Einstein demostró que el éter no existe, ni es necesario para que la luz viaje, pero al programador, recordando sus lecturas, le cuadraba como concepto que definía un nexo de unión para las transacciones digitales. Por eso bautizó su sistema con el nombre de Ethereum. Lo etéreo.

La idea de programación es tan sencilla que Buterin estaba convencido que al darla a la luz le caerían collejas a mansalva. Ya se les habría ocurrido a otros, y seguro que había motivos por los que no funcionaba. Pero lejos de eso, su correo presentándola se convirtió en viral entre los programadores de foros de Bitcoin. Muchos de ellos le contactaron para rogarle que les dejara participar en su desarrollo.

El circo de los locos

El empresario canadiense y gran inversor en bitcoin Anthoni Di Orio, el mismo que había sugerido a Buterin y Alisie visitar Calafou para inspirarse, les reunió a ellos y a otros seis programadores seleccionados para un hackatón en el que convertirían en realidad la idea del Ethereum. O admitirían que era imposible. Digamóslo suavemente: eran raritos.

Dos ejemplos. Anthony D’Onofrio, alias Texture, se había arruinado tras crear la Iglesia de las Sonrisas como proyecto empresarial, que prometía abrazos gratis y piruletas a sus fieles. Definió la propuesta de Ethereum como revelación bíblica. Charles Hoskinson, creador del famoso curso online, «Bitcoin o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la cripto», rechazó una y otra vez la oferta del empresario Li Xialoai para desarrollar su propio dinero digital, medio millón de dólares. Estaba convencido de que era un timo similar al de las cartas nigerianas. Ni le buscó en Google. Estaba en la más completa ruina, y usó sus últimos ahorros para pagarse el billete de avión hasta Miami.

Todos habían llegado a la mansión alquilada para hacer realidad la revolución. Pero en aquel momento acababa de ocurrir algo que les hizo cambiar de idea. Era 2013, y Bitcoin, que había comenzado el año valiendo 100 dólares, había ascendido a 1000 en un año. Eso no iba a hacer ricos a los poseedores de bitcoin —todavía no— pero suponía un respaldo a su idea de que las monedas digitales eran el futuro. Aquellos ocho fundadores de Ethereum decidieron que si creaban una cripto más útil y versátil que el bitcoin desbancarían a esta y se harían multimillonarios. Lo de liberar al ciudadano de los Estados ya lo pensarían más tarde. Y así es como la máquina de Turing, reconvertida al más puro capitalismo, se puso a funcionar en el circo de los locos.

Porque sí, lograron que funcionara. Buterin salió de Miami presentando Ethereum como «la pieza de Lego con la que construir cualquier cosa». A continuación creó una empresa junto a los demás para explotarlo, protegerlo y enriquecerse con ello. Adaptándose a las leyes de uno de los ciento noventa terratenientes opresores, concretamente una de bajos impuestos y laxa regulación, Suiza. Con la forma jurídica de una fundación, que siempre paga menos a Hacienda. Y dándole vueltas a la idea de hacer partícipes a Google o Mozilla. Esas corporaciones de las que pretendían huir.

La continuación capitalista

Lo ocurrido en los siguientes años en la Fundación Ethereum hasta hoy es la historia habitual de cualquier empresa emergente. Divergencias entre los fundadores y despidos fulminantes de algunos de ellos. Como su CEO Charles Hoskinson, que se había cansado de repetir que esta sería la primera empresa en valer un billón de dólares, la próxima Google pero en cripto. La realidad es que cuando la moneda digital se hizo realidad, cada ether apenas valía 10,25 dólares. O como preferían expresarlo sus dueños en la época, hacían falta 2000 ethers para comprar un bitcoin. El intento de igualar el éxito de la primera moneda digital había sido un fracaso. Y a herramienta tampoco parecía capaz de revolucionar el mundo.

Hoy la Fundación Ethereum ha roto definitivamente de cualquier asociación con su pasado anarquista. En su página declara rechazar cualquier ideología o posicionamiento político para centrarse exclusivamente en el desarrollo tecnológico. Tiene sentido, porque a través de la empresa ConsenSys se ha constituido la Enterprise Ethereum Alliance, en la que participan empresas como Microsoft, PWC, el Santander, JP Morgan, BBVA o ING, entre otras. Su objetivo es asegurar sistemas de transacciones financieras basadas en Ethereum. Incluso la Unión estudia el ether para su proyecto de lanzamiento de euro digital. Estados, corporaciones, gigantes tecnológicos. Definitivamente, la herramienta está muy lejos de Calafou. Claro que gracias a este proceso pasó en pocos meses de valer 11 dólares a 400, y en 2017, año de las cripto según los analistas, rebasó el límites de los 1000 por primera vez. Actualmente ronda los 2800 dólares, con alzas y bajas en su cotización. Y tanto Microsoft como Amazon la han incorporado a sus plataformas para procesos de blockchain.

Y qué hay de la otra revolución. En realidad se ha producido parcialmente, con más casos conocidos en bitcoins, especialmente en Latinoamérica, donde mucha gente sin acceso a cuentas corrientes o tarjetas de crédito hacen transacciones en criptos, compran, venden, y seguramente lavan dinero del crimen. Porque seamos honestos: inversores aparte, solo los informáticos expertos que saben minar y programar, o personas con grandes cantidades de dinero negro son los mayores usuarios mundiales de criptomoneda —al menos según los informes del FBI—. La cantidad de usuarios medios con ether, bitcoin y otras, es minúsculo.

La Fundación Ethereum conserva del anarquismo de Buterin su forma desestructurada, sin un mando central dominando su desarrollo, operando como un conjunto de compañías y fundaciones que se organizan para desarrollar lo que va necesitándose. Algunas fracasan y desaparecen, otras tienen éxito. Pero los fundadores, y especialmente él, no toman todas las decisiones. El próximo diciembre lanzarán Ethereum 2.0, una modificación de la herramienta que la hará más estable y con menor coste energético para la producción de ether. Este, dicen, será su gran despegue.

No, la revolución no se ha producido. Hoy se concibe como «Web 3», un futuro donde Ethereum opera una versión alternativa de internet funcionando al margen de Estados, corporaciones o grupos de control. Tampoco podemos estar seguros de que esa sea la esperanza que pervive en la mente de Buterin, Alisie y los demás, esperando el momento. Lo que sabemos es que instalar el sotfware Cambio de Mundo 1.0 es aún más difícil que escribir su código. Quizá porque la máquina humana en que corre, la sociedad, sigue siendo la misma.

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6 Comentarios

  1. Finalmente las criptomonedas van a lograr lo que no consiguieron los utópicos como Lenin, Bakunin o Marx: destruir el capitalismo. Porque el día que explote la burbuja especulativa de las Bitcoins y similares (y lo hará, como todas las burbujas), los lobos de Wall Street van a descubrir aterrados que detrás de los bits no hay ningún banco central ni gobierno que respalde el tinglado. Sólo un puñado de billonarios que beben batidos de quinoa en chanclas mientras se carcajean de sus clientes porque ellos se bajaron del barco antes de la quema y cuentan sus bienes en dólares y yuanes, no en Petromortadelos.

    • Ya explotó la burbuja varias veces y nada de eso paso. Después de un ciclo alcista de Bitcoin hay una caiga semejante que suele durar mucho tiempo.

  2. Yo no lo veo tan claro: seguro que muchas criptomonedas van a desaparecer en el futuro previsible y que habrá un ajuste traumático para muchos. Es inevitable.
    Pero dudo que eso sea el final de la historia. Las criptomonedas más importantes sobrevivirán y, si el Cambio Climático lo permite, tendrán mucho que decir en el futuro.
    Por cierto, se le llama destrucción creativa o vendaval de Schumpeter.

    • China ya está prohibiendo a sus principales bancos operar con Bitcoins y similares para fomentar su propia moneda virtual. Seis de las siete mayores granjas de minado de Bitcoins del mundo se encuentran en China, y están cerrando. Haced cálculos. Viendo el panorama, Elon Musk se está deshaciendo a toda prisa de su cartera de Bitcoins para… ¿Adivináis? Meter ese dinero en una divisa virtual de creación propia. ¿Recordáis al famoso ex-gurú de las finanzas Jojef «¡NO ME METO EN OTRA SICAV EN LA PUTA VIDA!» Ajram? ¿El mismo que ha acabado en Torrevieja vendiendo pisos de multipropiedad y dando cursos de reiki? ¿Cuánto tardará el Wall Street Wolverine de YouTube en llorar para que los gobiernos rescaten a los que invirtieron en sellos de Afin…? Perdón, en Bitcoins. Y nos preocupaba la hiperinflación de Venezuela y el efecto contagio al resto de Latinoamérica… Verás ahora, que tienen un nuevo bolívar virtual respaldado por la nada más absoluta. Como el resto de criptomonedas, por cierto.

  3. La ventaja real del Ethereum frente al Bitcoin parece no haberla visto nadie: tiene un rostro humano. Cuando hay problemas los responsables de finanzas sólo han de telefonear a Suiza y ponerse en contacto con la Fundación para pedir explicaciones. Con el Bitcoin eso es imposible.
    Y, sí, ahora viene una hiperinflación de criptomonedas para la que el mundo no está preparado. Pero es la típica lógica capitalista y todo el que sabe cómo funciona lo que hará es sentarse a esperar el cataclismo o, todo lo más, invertir en lo ya probado y (más o menos) seguro. Hablo del inversor prudente.

  4. Estaría bien ver si el contenido de este artículo sigue siendo aplicable después de que el mandamás de Ethereum haya decidido pasar de proof of work a proof of stake.

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