En las últimas rondas del torneo, la organización colocó a Rod Laver en primera fila para vigilar de cerca a Novak Djokovic. Aquello recordaba a cuando Michael Corleone llevó desde la mismísima Sicilia al hermano de Frank Pentangelli para asegurarse de que cambiaba la declaración delante del tribunal. Cada vez que Djokovic sufría ante Berrettini o ante Zverev o ante el propio Daniil Medvedev en la final —y no fueron pocas ocasiones—, la realización lanzaba un plano de Rod Laver atento, en ocasiones sonriente, incluso satisfecho.
Laver es el único tenista masculino capaz de ganar los cuatro grandes en un mismo año dentro de la era Open. Lo logró en 1969. Antes lo había logrado en 1963, cuando aún regía la norma que impedía participar en estos torneos a los jugadores profesionales. En medio, lo logró, precisamente, en el circuito profesional, aunque esos triunfos logrados durante cinco años voraces no aparezcan en ningún lado. Desde la hazaña de Laver, solo Djokovic se había acercado, cuando ganó los cuatro torneos de forma consecutiva, pero cabalgando entre el final del año 2015 y el comienzo del año 2016.
Una victoria del serbio en el US Open no solo habría desempatado con Nadal y Federer en cualquier debate por el mejor de esta generación, sino que le hubiera colocado en esa cima absoluta que, desde hace cinco décadas, ocupa el ya anciano Rod Laver. No pudo ser. Djokovic fue pasando rondas a base de orgullo y remontadas y, en la final, se vino abajo ante un rival sencillamente superior: el ruso Daniil Medvedev, finalista ya en Nueva York en 2019 y en Australia este mismo año. Medvedev, que heredará el número uno del mundo salvo que se dedique a los yates y el póker, algo muy ruso —y, si no, que le pregunten a Yevgeni Kafelnikov— fue el merecido ganador del torneo y el encargado de arruinar los planes de un Djokovic nervioso y tenso como pocas veces le hemos visto.
Fue la guinda a un US Open magnífico, lleno de historias que contar y que se podría definir como «el Grand Slam de la revolución pendiente». Vamos con alguna de ellas:
1. Había cierto miedo a que los «dictadores» murieran «en la cama». Federer, Nadal y Djokovic han dominado el circuito con puño de acero durante las últimas diecinueve temporadas, que se dice pronto. Hasta este US Open, se habían apuntado sesenta de los últimos setenta y dos torneos del Grand Slam. Con Federer al borde de la retirada y Nadal afectado por una nueva lesión con muy mala pinta, la defensa del Palacio de Invierno quedaba al cargo del irredento serbio a sus treinta y cuatro años. Para legitimar el cambio de guardia, era necesario vencer al número uno en la pista, no como sucedió el año pasado, cuando Dominic Thiem se aprovechó de una descalificación de Nole en cuartos de final. En ese sentido, Medvedev se convierte en el primer nacido en los noventa que gana un grande… y que, además, se lo gana a un grande. Círculo cerrado.
2. Hay algo bonito en la manía del US Open de no dejarse dominar ni en tiempos de dominio absoluto. Djokovic ha ganado Australia nueve veces, las mismas que Federer ha ganado Wimbledon, cuatro menos de las que Nadal se ha impuesto en Roland Garros. Sin embargo, ninguno de los tres ha conseguido más de cinco triunfos en Nueva York. Es el torneo más imprevisible, con diferencia: si decíamos antes que solo doce de los últimos setenta y dos grandes se les habían escapado al «Big 3» —ya son trece de setenta y tres—, es llamativo que, de esas trece derrotas, siete se hayan producido en el US Open. Desde que Roger Federer iniciara la «dictadura» ganando Wimbledon en 2003, hemos visto triunfos en Nueva York de Andy Roddick, Juan Martín del Potro, Andy Murray, Marin Cilic, Stan Wawrinka, Dominic Thiem y, ahora, Daniil Medvedev. Solo Murray ha repetido después victoria en Grand Slam.
3. Si concretamos más en la figura de Djokovic, nos encontramos con que el serbio ha disputado veintidós finales de Grand Slam fuera de Estados Unidos con un balance de 17-5. En Nueva York, sin embargo, su registro es de 3-6. Es curioso que el torneo que más le cuesta con diferencia sea el torneo en el que se dio a conocer al más alto nivel en 2007, cuando llegó a la final ante Federer después de varios días montando el numerito de las imitaciones. También es el torneo en el que más apoyo del público tiene, quizá por ese recuerdo de sus tiempos del «Djoker» cuando era un postadolescente. De aquel graciosete queda poco, la verdad. Djokovic pasa de la tranquilidad zen a destrozar raquetas sin solución de continuidad y en cuanto algo se le complica. Lo demostró en los Juegos Olímpicos y volvió a pasar en la final del US Open.
4. Por supuesto, todo el mérito hay que atribuírselo a Daniil Medvedev. Vale que su camino hasta las semifinales fue un paseo, pero a partir de ahí no cedió ni un solo set: 3-0 al prometedor Felix Auger-Aliassime y 3-0 al campeonísimo Novak Djokovic. El ruso, número dos del mundo y campeón en Canadá, probablemente sea en la actualidad el mejor jugador del mundo y por fin lo demostró sin titubeos. Con un saque imposible de leer por la velocidad de su rutina —recuerda a Andy Roddick— y un revés tan bueno que parece que jugara con dos derechas, al ruso no le temblaron las piernas en ningún momento. Era mejor, lo sabía, lo demostró. Punto. Los abucheos del público en su último servicio apenas le afectaron. Está acostumbrado desde que en 2019 la tomaran con él por jugar lesionado… y quizá exagerarlo un pelín.
5. Pero, ¿quién no exagera? ¿Quién no utiliza alguna artimaña legal? ¿Por qué tendrían que dejar de hacerlo en cualquier caso? Si el reglamento me permite tomarme ocho minutos para ir al baño y los necesito, ¿por qué habría de tomarme siete? Si el contrario no puede soportarlo, se ha equivocado de deporte. Lejos quedan los tiempos en los que Connors, Nastase, McEnroe, Lendl, Becker o Courier te sacaban el corazón en la cancha y se lo comían en tus narices. Vivimos en tiempos demasiado educados en el tenis y eso provoca demasiados ofendidos. El que pagó el pato esta vez fue Stefanos Tsitsipas, criticadísimo por Andy Murray en primera ronda y por Adrian Mannarino en segunda. Tal vez porque ambos perdieron. Cuando Carlos Alcaraz le ganó en tercera ronda en condiciones similares, nadie dijo nada.
6. Volvamos al juego: el destinado a romper la racha de Djokovic parecía Alexander Zverev. Campeón olímpico y ganador en Cincinnati, el alemán despachó a todos sus rivales de camino a unas semifinales que se le escaparon en el quinto set. Es cierto que Sasha es un par de años más joven que Medvedev tanto en el carné como en su explosión tenística, pero tiene que empezar a creérselo. Entró a la citada quinta manga con la energía de haber ganado la cuarta… y se vino abajo con un doble break que ya hizo imposible la remontada. Cabecita loca. En cuanto a talento, para mí no hay duda: es el mejor de todos. Pero con talento solo no se gana.
7. Interesantísima la evolución de Felix Auger-Aliassime después de una primavera horrible. El canadiense contrató a Toni Nadal para mejorar su rendimiento en tierra batida y tan mal fue la cosa que acabó saltándose Roland Garros y centrándose en la temporada de hierba. Excelente decisión. Desde entonces, el chico parece otro. Todo el mundo le veía como número uno y llevaba un año y medio estancado entre el quince y el veinte. Ahora ya sí que parece listo para dar el siguiente paso y eso siempre es excitante cuando se trata de un chico de veintiún años recién cumplidos.
8. Ahora bien, ya nadie cuenta con que el gran dominador de la próxima década sea Aliassime. Todo el mundo apunta de repente a Carlos Alcaraz, lo que parece un poco precipitado. La irrupción del murciano tenía algo de esperado —llevamos mucho tiempo oyendo maravillas de él— y algo de sorprendente —cargarse en cinco sets al número tres del mundo no es poca cosa—. Alcaraz se convirtió en el cuartofinalista del US Open más joven desde 1963 y lo hizo con su habitual juego sin concesiones. Alcaraz no negocia. Alcaraz se juega la vida en cada golpe y que sea lo que dios quiera. Tiene una derecha maravillosa y apenas la lifta. El revés a dos manos es tan violento que recuerda al del chileno Marcelo Ríos. No se le puede pedir nada más. No, de momento. En el futuro, tendrá que leer mejor determinadas situaciones y bajar de revoluciones algunos puntos cuando sea preciso. Lo hará. Aquí hay tenista para mucho tiempo.
9. Del resto del tenis masculino español, apenas se supo, la verdad. Sin Nadal en liza por su lesión en el pie, ni Bautista ni Carreño ni Davidovich estuvieron a la altura de las circunstancias, con derrotas demasiado tempranas. Ahora bien, todo eso es el presente y ya sabemos que pinta mal. El futuro, más allá de Alcaraz, nos dio una enorme alegría con el triunfo de Dani Rincón en el torneo junior. Rincón, formado en la academia de Rafa y Toni Nadal, se convirtió así en el primer español tras Javier Sánchez-Vicario (1986) en imponerse en esta categoría. Ante sí, el reto de dar el paso a profesionales sin precipitaciones y con las mayores garantías posibles. Jaume Munar y, definitivamente, Nicola Kuhn, se están quedando en el camino. Solo Davidovich —campeón junior en Wimbledon 2017— parece haberse abierto camino en la élite.
10. Vamos con las grandes sorpresas, que hubo unas cuantas: lo de Alcaraz fue inesperado, pero, ¿qué decimos entonces de Botic van de Zandschulp? ¿Quién demonios era Botic van de Zandschulp antes de este torneo? ¿Alguien le conocía? A punto de cumplir los veintiséis años y en el número 117 de la clasificación ATP, Botic —llamémosle así— se planta en la qualy de Nueva York, gana sus tres partidos de rigor y, después, se carga a Casper Ruud, a Diego Schwartzmann y le arrebata un set en cuartos de final a Medvedev, el único que perdió el ruso en sus siete partidos. Esa sí que no la vimos venir ninguno.
11. Tampoco era fácil de ver la de Jenson Brooksby, pero al menos el chico tiene veinte años y es de la casa. Llegó al torneo con una wild-card de la USTA y se plantó en octavos de final, donde le ganó 6-1 el primer set a Novak Djokovic. Ahí queda eso. Luego se vino abajo, pero es razonable. También hay que aplaudir el torneo de Lloyd Harris, que llegó a cuartos de final desde el número 46 del ranking, y el del italiano Jannick Sinner, que se plantó en octavos a sus veinte años. En general, mucha juventud… aunque nada comparado con lo que veremos luego en el cuadro femenino.
12. ¿Decepciones? Bueno, yo esperaba mucho más de Karen Khachanov, plata en los pasados Juegos Olímpicos y que parecía atravesar por un excelente estado de forma. No pasó de primera ronda, como Álex de Miñaur, que empieza a tener un problema importante de estancamiento. En segunda, quedaron Casper Ruud, el gran dominador de la tierra batida este verano, y Hubert Hurkacz, semifinalista en Wimbledon. Por supuesto, el torneo de Stefanos Tsitsipas fue muy mejorable, sobre todo después de hacer final en Cincinnati, pero más me preocupa lo de Denis Shapovalov, incapaz de pasar de tercera ronda. Se cumplen ya cuatro años de su victoria sorpresa ante Rafa Nadal en Canadá y todos esperábamos más de él. Su toma de decisiones en los momentos clave —dobles faltas, pelotas a la red…— sigue siendo desastrosa.
13. En fin, vamos ya con el cuadro femenino porque vaya locura lo del cuadro femenino. Incluso en un circuito tan imprevisible como el de la WTA, en mi vida habría imaginado una historia como la de Emma Raducanu. En el primer grande que jugaba en su vida —tiene dieciocho años—, Raducanu llegó a octavos de final de Wimbledon, los tabloides empezaron a hablar de ella en exceso y a la chica le entró tal ataque de ansiedad que se tuvo que retirar entre mareos y visión borrosa. Ni dos meses después, es la nueva campeona del US Open. Desde el número 150 del ranking y consiguiendo algo que nadie, jamás, había conseguido: llevarse un grande viniendo de las fases de clasificación.
14. Raducanu tuvo que jugar diez partidos en poco más de dos semanas. No solo ganó los diez sino que no perdió ni un set. Ni uno. Arrasó a todas sus rivales con contundencia, incluyendo a Leylah Fernandez en la final, una canadiense de diecinueve años que también estaba fuera del top 70. El torneo de Leylah fue descomunal. No solo es que se plantara en la final, que ya digo que en WTA no es tan raro, sino que lo hizo cargándose por el camino a Osaka, a Kerber, a Svitolina y a la número dos del mundo, Aryna Sabalenka. Sufrió ante todas, pero a todas las ganó. En la final, coqueteó con la remontada, pero Raducanu era mucha Raducanu y no cedió.
15. También hubo una cierta polémica con los parones en la final femenina. Una polémica algo artificial, pero bueno. Sacando la británica para ganar el partido con 5-3 en el segundo set, Fernandez consiguió doble bola de break. Lo hizo ganando un punto formidable que obligó a Raducanu a doblar, literalmente, la rodilla. Tanto, que se hizo sangre y tuvo que ser atendida por las asistencias, tomándose dos o tres minutos que quizá la ayudaron a calmarse y acabar el partido pocos minutos después. A Fernandez le sentó mal, pero, ¿qué se supone que tenía que hacer Raducanu? Estaba sangrando y el reglamento lo deja claro: si alguien sangra, hay que cortar la hemorragia. A veces, las cosas se sacan demasiado de quicio.
16. ¿Estaremos ante una rivalidad de años o será esta una nueva excepción en un circuito plagado de excepciones? Desde que Serena Williams ganara su último grande, en Australia 2017, hemos tenido trece ganadoras distintas en dieciocho torneos. Solo han repetido Naomi Osaka (tres veces), Ashleigh Barty y Simona Halep. ¿Ha llegado ya el momento de la estabilidad? Imposible saberlo, pero empieza a hacer falta algo de cordura: sumando los cuatro grandes de 2021, no solo tenemos cuatro ganadoras distintas y ocho finalistas diferentes, sino que solo dos tenistas han repetido semifinales. Catorce semifinalistas distintas de dieciséis posibles. Un dato elocuente.
17. Esas dos tenistas son la griega Maria Sakkari, que consolida el excelente momento del tenis griego, y la bielorrusa Aryna Sabalenka, clara candidata a convertirse en número uno del mundo sin ganar un solo Slam, algo que ya hemos visto antes demasiadas veces, desde los viejos tiempos de Dinara Safina o Jelena Jankovic pasando por los más recientes de Karolina Pliskova. Con todo, Sabalenka está aún a una distancia considerable de Ashleigh Barty, que solo pudo llegar a tercera ronda, cayendo ante la estadounidense Shelby Rogers.
18. ¿Qué fue de las españolas? Bueno, Muguruza llegó a octavos de final, donde parece que está su límite ahora mismo. Yo no me rindo con Garbiñe porque tiene tenis para juntar dos semanas buenas y ya hemos dicho que la igualdad en WTA es casi total. No está tan lejos su última final de Grand Slam, cuando parecía favorita en Australia 2020 ante Sofía Kenin. Lo que es obvio es que pasan los años y no llega su tercer grande. También es obvio, y no nos cansamos de repetirlo, que haber ganado dos ya es de un mérito descomunal.
19. Sara Sorribes fue la cara amable del resto de españolas, con una sonora victoria ante Karolina Muchova. Ahora bien, en tercera ronda tuvo que hacer frente al huracán Raducanu y solo consiguió rascarle un juego. La sorpresa negativa fue Paula Badosa, a la que, quizá, la temporada se le esté empezando a hacer larga y demasiado inestable. Cayó en segunda ronda ante la semidesconocida Varvara Gravchova. Veremos qué pasa con ella el año que viene si encuentra un entrenador o entrenadora que la lleve al siguiente nivel. Su juego lo merece.
20. Mención especial merece Carla Suárez-Navarro, que se despidió del tenis profesional con una derrota en primera ronda ante la estadounidense Danielle Collins. Su sueño era volver a las pistas tras recuperarse del linfoma que le detectaron el año pasado y despedirse entre el cariño de los aficionados. Lo ha conseguido. Excelente carrera y excelente recuerdo el que deja en el circuito. Puede que se anime a un último baile en la Copa Federación, pero eso ya sería todo.
21. Ni Venus ni Serena Williams pudieron participar en esta edición por diversas lesiones. Fue la segunda vez que esto pasaba desde 1996 y la primera desde 2003, es decir, desde hace dieciocho años. Cada torneo que pasa, parece más claro que Serena no batirá el récord de Slams ganados por Margaret Court-Smith (veinticuatro) y es una pena. No porque nos caiga especialmente bien Serena sino porque Court-Smith nos cae muy mal y sería bonito ver cómo su nombre cae de la lista de honor.
22. Vamos a ir acabando con el resto de campeones: ya hemos dicho que Daniel Rincón se impuso en el junior masculino al chino Shang Juncheng. El cuadro femenino fue para la estadounidense Robin Montgomery, que derrotó a Kristina Dmitruk. Siempre que me toca repasar estas categorías, pienso en el taiwanés Tseng Chung-Hsin, ahora conocido como Jason Tseng. En 2018, el chico se impuso en Roland Garros y en Wimbledon, además de hacer final en Australia, donde perdió con el hoy pujante Sebastian Korda. Tenía diecisiete años. Ya con veintiuno, el taiwanés no ha conseguido hacerse un sitio entre los profesionales, donde su mejor ranking data de febrero del año pasado (272º del mundo).
23. El palmarés de dobles se llenó de clásicos de esta especialidad. Ante la súbita baja forma de los croatas Mektic y Pavic, dominadores hasta hace nada del circuito, el título fue para el estadounidense Rajeev Ram y el británico Joe Salisbury. Es su segundo grande, tras el Open de Australia del año pasado. Ram, además, ha ganado otros dos títulos en dobles mixtos junto a Barbora Krejcikova. Los finalistas fueron otros dos clásicos porque la verdad es que la revolución en el mundo del dobles aún sigue pendiente: Bruno Soares y Jamie Murray, el hermano de Andy.
24. En el cuadro femenino, las vencedoras fueron Samantha Stosur y Shuai Zhang. La australiana, campeona individual de este torneo en 2011, ha conseguido ampliar su carrera en esta nueva disciplina, sumando su cuarto grande a los treinta y siete años, el segundo junto a Zhang tras el Open de Australia de 2019. La especialidad de mixtos fue para la americana Desirae Krawczyk y, de nuevo, el británico Joe Salisbury, que consigue así un bonito doblete.
25. Lo dejamos aquí, que no es poco. Queda aún la temporada europea en pista cubierta, donde veremos si Medvedev asalta el número uno de Djokovic o no. De hecho, está por ver si el serbio vuelve a competir este año o si se toma un respiro, que no le vendrá mal. También puede optar por un término medio, descansar un mes largo y volver para el doblete París-ATP Finals. Veremos. Nos volvemos a leer el año que viene, después del Open de Australia, donde la revolución ha de confirmarse. Lo contrario sería un inadmisible paso atrás… pero Djokovic es mucho Djokovic en Melbourne.
Gran análisis como siempre. Espero siempre como agua de Mayo tus crónicas de los Slams.
Solo un apunte. Roger ha ganado Wimbledon 8 veces, no 9.
En cuanto a Emma y Leylah, yo aún estoy en una nube. Quizá tengo demasiadas expectativas con ellas. A ti te veo más cauto, sabiendo cómo es la WTA.
El tiempo lo dirá. Pero si las dos se convierten en las nuevas Nole-Rafa, Steffi-Seles, Sampras-Agassi…. me pasaré sin duda al tenis femenino.
Bueno, un US Open divertidísimo y fascinante, sin duda el mejor grand slam de este año y además cargado de sorpresas y narrativas para el año que viene. La victoria de Raducanu ha dejado a medio mundo con el culo torcido – especialmente aquellos que la pusieron de vuelta y media tras su abandono en Wimbledon hace dos meses – porque supone una machada de tres pares de huevos: ganar un grand slam desde la qualy.
La joven canado-sino-rumano-británica vio su acceso al profesionalismo limitado por una pandemia mundial y un padre que insistió en que acabara sus estudios de bachillerato, y por eso su nombre no había sonado tanto como los de Coco Gauff o Leylah-Annie Fernández (o Maria Camila Osorio), pero su irrupción en el circuito ha sido lo más espectacular desde Mónica Seles. Todavía no ha ganado ni un solo partido en la WTA y ya tiene un major.
Está por ver cómo se las verá el resto del año y el próximo, ahora que ya no puede jugar la carta de ir de «tapada» y todos los entrenadores del mundo van a analizar su juego para tumbarla. Y su juego tiene muchas lagunas por explotar. Emma tiene una movilidad espectacular y buenos golpes, tanto de derecha como de revés, pero su desempeño en la red no es muy bueno. Basa su juego sobre el resto, que pone largo, profundo y potente sobre la jugadora al servicio (o directamente busca y encuentra un winner sobre el segundo servicio). Ahora mismo debe ser la mejor restadora del circuito junto con Jelena Ostapenko, pero con la ventaja de que su saque es mucho mejor que el de la letona. Sin embargo, buena parte de su eficiencia con el resto le viene de la capacidad de leer el servicio de las rivales. Esto es algo más fácil de hacer en mujeres que en hombres, porque para conseguir potencia necesitan golpear de manera mucho menos forzada, por lo que tienen que colocar el cuerpo y tirarse la bola de una determinada forma para buscar el golpeo perfecto, y claro, estás telegrafiando a dónde vas a sacar mucho antes de golpear la bola. Raducanu ha tenido la suerte de que las dos mejores sacadoras del circuito, Ashley Barty y Karolina Pliskova, cayeran antes de cruzarse con ella; especialmente Barty creo que habría sido un hueso duro de roer para Raducanu, dado que tiene una rutina de saque excelente para esconder a dónde tira, y también porque los recursos y la inteligencia táctica de la australiana le hubiesen podido buscar las cosquillas a la británica en las facetas del juego que menos controla.
Pero bueno, Barty tiene estas cosas a veces. Es la jugadora más regular del circuito junto con Karolina Pliskova, pero ambas tienden a borrarse en los Grand Slam (la checa mucho más, eso sí). Barty salió descentrada en su duelo ante Shelby Rogers y antes de darse cuenta había perdido el primer set 6-2. Se puso entonces el traje de faena y ganó el segundo 6-1, pero cuando parecía que todo iba bien y lo del primer set había sido una pájara momentánea la americana se lio a meter palazos a la bola – total, no sabe hacer otra cosa – y llevó el set al tie-breack, y se lo llevó. Habrá quien piense que caer en primera ronda de los juegos olímpicos tras ganar Wimbledon es una hostia incluso mayor, pero aunque no sea fan de Sara Sorribes hay que reconocer que la castellonense es una jugadora peleona y con un estilo de juego que se le atraganta a cualquiera – espectadores incluidos.
Aunque perdió la final, tengo menos dudas sobre el brillante futuro de Leylah-Ann Fernández. Al igual que Canadá siempre queda oscurecido por la inmensa sombra de su vecino del sur, la carrera de Fernández se ha desarrollado a la sombra del fenómeno Coco Gauff, pero yo veía su nombre aparecer cada vez más frecuentemente en las etapas cada vez más altas de torneos cada vez más importantes. En mayo ganó en Monterrey su primer título WTA cortando la racha de Sara Sorribes en semifinales, que venía de ganar en Guadalajara. En este US Open llegó hasta la final atravesando un cuadro durísimo: Kanepi, Osaka, Kerber, Svitolina y Sabalenka.
A Naomi Osaka le están lloviendo palos (y apoyos) desde la controversia de Roland Garros cuando decidió no acudir a las ruedas de prensa. Ahora dice que si está pensando en alejarse un tiempo del tenis para aclararse la mente. En fin, toda la suerte del mundo para ella, pero en realidad no hizo un mal papel. Caer en segunda ronda… ante la eventual finalista. Osaka pudo ganar ese partido pero le faltó concentración para cerrar los puntos importantes y sobre todo se encontró delante a una jugadora que le supo buscar las cosquillas. La japonesa tiene 4 títulos del grand slam, pero no es la superjugadora que alguna gente quiere hacer de ella. Su juego es potente pero bastante limitado; va muy bien en superficies duras, pero es muy deficiente en superficies naturales y depende en demasía de su servicio. El día que no está muy fina al saque se convierte en una jugadora frágil a la que no es difícil encontrarle las costuras.
Kerber también pudo haber ganado su partido, pero llegó fundidísima al final del segundo set, más anímicamente que físicamente, pero en cuanto perdió el tie-breack del segundo set, el partido se acabó. Svitolina, también, estuvo cerca de la victoria. La ucraniana llevaba jugando el mejor tenis de los últimos dos años y había llegado a los cuartos de final a base de oficio y de un muy mejorado saque que la había llevado a ganar el torneo de Chicago la semana anterior. El primer set lo perdió ante la canadiense por dos errores tontos y otros dos fallos de cálculo le hicieron perder la ventaja que llevaba en el tercero y acabar en un tie-breack decisivo donde Fernández estuvo no solo brillante sino también afortunada. La victoria más clara, aunque también muy trabajada la tuvo ante Sabalenka.
El viernes pasado andaba yo temiendo una posible final Sakkari-Sabalenka, dos jugadoras que en lo personal me parecen muy majas pero que no querría ver convertidas en el paradigma de la WTA. La ATP ya es un erial de juego donde solo importa la fuerza bruta y todas las nuevas figuras son tíos de dos metros de altura que sirven a 230 km/h y usan la raqueta como si fuese un bate de béisbol. Por fortuna, en el circuito femenino aún se puede ver tenis. Si Guillermo Ortiz echa de menos a Tseng Chun-hsin, que se despida de él. Según la wikipedia mide 1,75 así que no tiene futuro alguno. Si Diego Schwartzman cae ante alguien como Botic van de Zandschulp, diez veces peor tenista que él pero treinta centímetros más alto, pues hazte una idea de cómo está el patio.
Como notas sueltas, diremos que Bianca Andreescu está a medio camino de ninguna parte. Su empeño en no lesionarse la ha llevado a reducir su movimiento lateral y buscar dominar los puntos desde la línea de fondo, pero eso ha reducido un montón su capacidad táctica. Hay muchas chicas que saben pegarle fuerte a la bola, pero lo que hacía distinta a la canadiense era su inteligente selección de golpes. En el US Open dio más la talla, cayendo ante Maria Sakkari en un encuentro durísimo. Barbora Krejcikova tampoco hizo un mal papel, aunque me queda la sensación de que podría haber hecho algo más. Tras superar cómodamente las tres primeras rondas se plantó en octavos para superar con igual comodidad a Garbiñe Muguruza hasta que empezó a sentir molestias abdominales al principio del segundo set, que le llevaron a pedir un tiempo médico antes de cerrar el partido. Muguruza se mosqueó como una mona porque había remontado del 4 a 0 hasta 4 a 5 en el momento en que la checa se fue al médico – obviamente, la posibilidad de que solo estuviera remontando porque Barbora tenía molestias ni se le pasó por la cabeza. Ante Sabalenka, sin embargo, la checa cometió el error de empezar el partido una hora después que la bielorrusa. Para cuando Krejcikova empezó a jugar ya iba un set y un breack por debajo en el marcador. Los últimos juegos del partido estuvieron bien, pero solo para mostrar lo que podía haber sido un duelo y no fue.
Y Simona Halep cierra un año de mierda con sensaciones algo más positivas. Tras el disgusto que le tuvo que suponer tener que perderse su torneo favorito, Roland Garros, no poder defender su título de Wimbledon y no tomar parte en las Olimpiadas la rumana llegaba al US Open con muy pocos partidos en el bolsillo. En el masters de Canada había caído ante una Danielle Collins que venía lanzada tras ganar la final de Stanford a Daria Kasatkina; en el de Cincinatti ganó un partido y se retiró con molestias en segunda ronda. Cuando vi que en primera ronda le había tocado de rival Camilla Giorgi, que está en el año de su vida, recién victoriosa en el premier de Canada, pensé que no pasaba de primera ronda, pero no. Halep despachó en dos trabajados sets a la italiana y se plantó en octavos (hacía cinco años que no llegaba tan lejos en el US Open) tras un disputadísimo partido contra Yelena Rybakina. Ahí se encontró con su particular bestia negra, Elina Svitolina, una rival que se le suele atragantar, como así fue de nuevo, pero parece que la rumana está por fin de vuelta.
Por añadir una aportación al análisis del torneo femenino me parece interesante la evolución de Nuria parrizas que hizo un meritorio torneo y accede al top 100 del ranking.
Ha llegado a este puesto con 31 años y justo meses después de que empiece a entrenarla Carlos Boluda ( del que estaría bien hacer un artículo o entrevista en jot down).
Si, Nuria también está haciendo el año de su vida… no es probable que llegue mucho más alto a su edad, pero vaya, mucho mérito en cualquier caso.
Centrándome como siempre en el Goat,me sorprendió sobremanera la derrota de Djokovic. Más que la derrota en sí parece preocupante su forma de afrontarla llena de aspavientos y frustraciones.
Tanto en los juegos Olímpicos como en esta final se ha visto a un Djokovic completamente fundido y superado por la presión. No sé hasta qué punto le podrá afectar en los próximos meses ,pero la imagen es impropia de un deportista de su nivel. Si hubiese ganado el oro o este open sin duda podría considerarse el goat,son embargo no ha estado a la altura.
Nos esperan meses muy interesantes.
Yp iba a escribir algo pero la verdad es que no sé qué decir…
Excelente análisis como siempre y también el de Valhue sobre la WTA. Matizaciones a Guillermo:
-Yo también creo que se ha visto un Us Open espectacular, el mejor grande no solo de este año, sino de los últimos años. Habría que bucear mucho en las hemerotecas para toparse con un grande tan lleno de sorpresas, buen juego, y puntazos llamativos. Lo insólito es que incluso se puede decir eso del torneo femenino, acostumbrados al juego monolítico de las Sabalenkas y Muguruzas de turno. ¿Cuál ha sido el hecho diferencial? Opino que la vuelta del público masivamente a las gradas ha sido determinante, como si los jugadores se hubieran desatado en comunión con la gente tras la tímida apertura de Roland Garros y la tradicional seriedad british de Wimbledon. Lo malo es que el público neoyorquino es el más inculto tenísticamente hablando, y se toman el tenis (cualquier deporte en realidad) como un show para gritar y deglutir cantidades industriales de refrescos y comida (aunque esto último no ha sido posible por la pandemia). Quizá se han comportado peor precisamente por faltarles la bebida y el condumio, inseparables del ritual deportivo norteamericano, y esa ha sido la forma de liberar sus bajos instintos.
-Ese desequilibrio en el número de títulos respecto al de victorias de Novak tiene su precedente más claro en Ivan Lendl, quien logró la gesta de llegar a la final 8 veces seguidas (desde 1982 hasta 1989) y tan solo lograr 3 títulos, eso sí, consecutivos, 85, 86 y 87). Influye también el hecho de que la temporada está muy avanzada y los jugadores acusan el kilometraje. En Australia sucede algo parecido respecto a la sorpresa, pero en sentido contrario: destacaron outsiders (Baghdatis, Clément, Johansson, Schuettler, Korda…) porque los tenistas llegan con poco rodaje y un cambio drástico en la climatología para la mayoría.
– Respecto a lo de Tsitsipás y similares: la norma es muy ambigua («el jugador se puede tomar el tiempo que necesite para ir al baño») y ahí está el problema: que jugadores como el griego dilatan en exceso el cronómetro con el objetivo claro de enfriar al rival. Yo reescribiría la regla y daría 5 minutos como máximo, y pasado ese tiempo, warning de pérdida de punto o incluso más de 1 conforme se retrase por tramos de 3 minutos en el juego siguiente. Sería una forma de compensar al otro jugador.
– Zverev ha dado un paso adelante y ya no teme tutear a cualquiera a 5 sets: llevar a Djokovic al límite tras el oro olímpico ha sido la demostración de que está preparado para los GS. Ganar Cincinnati le perjudicó porque automáticamente fue señalado con razón, como favorito. En ese sentido hubiera sido mejor ganar Toronto y dejarse llevar en el torneo de Ohio, es decir, lo que hizo Medvedev para llegar sin todos los focos puestos sobre él. De todas formas, no me cabe duda de que Sascha es un talentazo (siempre lo fue) que hasta el domingo tenía el mejor palmarés de la Next Gen (17 títulos), sin contar a Thiem que está en medio por edad, y siendo el más joven de ellos. Le faltaba mejorar el aspecto mental, y tanto las Olimpiadas como forzar a Nole hasta el quinto set suponen un salto cualitativo.
– Tsitsipás anda alicaído física y mentalmente desde Roland Garros y su excelente gira de tierra. Tiene una técnica prodigiosa y unas condiciones técnicas y físicas idóneas. Sin embargo solo le veo potencial para ganar en París porque tiende a recular un par de metros para armar su revés a una mano, y en pistas rápidas supone una condena.
– Vamos con la sección pechos fríos o embajadores de la franquicia Frozen, SSMM Aliassime y Sinner. Si bien el canadiense tiene el físico y los golpes para llegar lejos, lo cierto es que la fragilidad mental que tiene le incapacita para ganar un GS. No hablo de ganarle a Djokovic, que seguramente se retire antes de que puedan enfrentarse en una hipotética final, sino de hacerlo ante un Thiem (si se recupera) , Zverev o no digamos Medvedev. Incluso Berrettini es lo suficientemente consistente para doblegar sin excesivos problemas al bueno de Felix. Recordemos que lleva 8 finales ATP y 8 derrotas. Lo de Sinner es más preocupante. Creo que Guillermo lo despacha con demasiada indulgencia por la juventud etc. Lo que me hace dudar del italiano son unas declaraciones recientes de la gira norteamericana en las que dijo que hasta los 23-24 años no se veía como un jugador completo. Traducción: me conformo con moverme en la zona templada del ranking y esquiar en mis ratos libres. Si con 20 años careces de ambición, para cuando tengas 24 estarán en su apogeo Medvedev, Zverev, Tsitsipás y apretando los Alcaraz, Runne, Brooksby, Musetti y cualquier otro de su generación, y a ver cómo te las apañas con la horchata que corre por tus venas, por no mencionar que tenísticamente solo tiene plan A, y un saque lamentable para su estatura. Se me dirá que Rublev o Berrettini tampoco tienen variantes en su juego, pero al menos tienen claro su plan y son consistentes a la hora de ejecutarlo. En fin, no puedo evitar pensar en Jannik como un «producto» sobrevalorado.
– Sobre Botic, primero que mide 1,88, así que no es 30 cm. mayor que Schwartzmann (1,70), segundo, que iba por el lado del cuadro que era un auténtico chollo (Taberner, Bagnis, Ruud y Schwartzmann). El noruego y el argentino son 2 magníficos tenistas…de tierra. En dura son un caramelito para cualquier especialista en pista dura. Me pareció mucho más sorprendente lo de los arriba mencionados en Australia o, por remontarse algo más, lo del belga Filip Dewulf en Roland Garros 97: varó en semifinales con Kuerten, a la postre campeón, tras cargarse a Norman y Corretja. Y también venía de la previa.
– Sobre Medvedev y Djokovic: afirmar que el ruso sea en la actualidad probablemente el mejor del mundo (incluso con el adverbio como atenuante) es sencillamente temerario cuando no directamente falso: la temporada de Daniil ha sido magnífica en pista dura, pero no brilló en tierra y en Wimbledon tuvo un papel muy discreto. Si contraponemos lo que ha hecho el serbio ganando 3 de 4 GS y quedándose literalmente en la orilla del GS, resulta apabullante y palmario que hoy por hoy Novak sigue siendo el mejor. Antes del sorteo del Us Open comenté con unos amigos que la única opción de que Nole no ganara pasaba por chocar con Zverev en semifinales. Así ocurrió, sumado a un exigente cuarto de ante Berrettini. De hecho pronostiqué una final Zverev-Medvedev una vez conocido el cuadro. Pensemos en qué habría ocurrido si el alemán va por el lado del ruso: se habrían matado en una semifinal agónica, a 5 sets. No me cabe duda. Medvedev es el más fuerte mentalmente pero ha tenido un recorrido facilísimo y llegó sin magulladuras a la final. Por supuesto que será #1 pero no por aporrear la puerta sino por ley de vida ya que el serbio tiene 34 años. Ojo, aún le quedan 2-3 temporadas en las que, si bien no rendirá como esta, sobre todo porque como dice Guillermo, perder ante un Next Gen una final de GS motivará a cada vez más jugadores, sí que seleccionará con mimo el calendario para ser competitivo en los GS. No lo descarto para ningún grande, igual que a Nadal, que como bien dice Guillermo, puede aspirar a un RG más. Eso sí, no veo a Rafa para el resto de GS. Creo que Djokovic llegará a París 2024, y creo que es máximo favorito en Wimbledon y Australia. Medvedev tiene margen para mejorar en tierra, no en hierba, que requiere flexionar y utilizar el bote pronto. Aunque es ágil para su fisonomía, en Wimbledon hay que jugar en la línea de fondo y no 2 metros atrás.
– Sobre los españoles: un erial salvo Alcaraz a quien, eso sí, no le exijamos que gane ya ni lo enteraremos cuando dé el cante (que lo dará). Sus defectos (la impaciencia, necesidad de ganar cada punto con un golpe ganador y la pulsión de celebrar incluso los fallos del rival) son corregibles con el tiempo.
Lo de los 30 cm de diferencia de altura entre Schwartzman y Botic es una exageración mía… aunque dicen los que lo han visto en persona que ese 1,70 que dice la wikipedia es exageradamente optimista. :D :D :D
Pero sí me da la impresión de que en ciertos torneos de pista dura se está volviendo a las superficies más rápidas de los noventa. No llega a tanto, pero casi. ¿Qué demonios pintaba Peter Gojowczyk en octavos de final? Una cosa son casos como Barbora Krejcikova, a quien ser top 10 en dobles le dificultaba progresar en individuales porque no puedes jugar torneos ITF y challengers si estás disputando WTA 500 en dobles la misma semana en otra ciudad distinta, o Aslán Karátsev, que por falta de patrocinadores y apoyos económicos se tiró diez años malviviendo como sparring de otros jugadores hasta alcanzar el ranking necesario, y otra cosa es un tío que empieza a despuntar como jugador a los 32 años y solo en pista rápida. Yo tengo cada vez más la impresión de que, o se regula el tema de las raquetas o, al menos en el circuito masculino acabamos con un tenis en el que todo se basa en el saque y en la fuerza física – y algo de lo segundo ya hay. Antes a los gigantones de metro noventa y pico los destrozabas con golpes cortados, haciéndolos doblarse para golpear la bola por debajo de la altura de la red, porque antes si le pegabas fuerte a una de esas pelotas la tirabas fuera; no había manera de darle suficiente efecto para que cayera dentro. Siempre es posible que aparezca una nueva generación de jugadores con tácticas matagigantes, tal y como Nadal y otros introdujeron la táctica de restar cinco metros por detrás de la línea para limitar la eficacia de sacar a doscientos kilómetros por hora… en principio golpes planos y rápidos como los de Alcaraz (o en su día los de Bernard Tomic) podrían contrarrestar la facilidad con la que los jugadores más altos cubren la pista en dos zancadas, pero no es fácil golpear plano cuando la bola del rival es muy pesada y es casi imposible si la estás golpeando desde tres metros por detrás de la línea de fondo. No sé, no lo veo claro y eso hace que mi ilusión por las nuevas figuras del tenis masculino no sea tan grande. Ya veremos qué depara el futuro.
Y no debo ser el único que piensa así, porque la final femenina superó en audiencia a la masculina. Normalmente el tenis femenino tenía audiencias parecidas a las masculinas debido a los partidos intermedios, porque aunque las finales masculinas tuviesen mucha más audiencia hay mucho menos interés por las primeras rondas del torneo (¿a quién le interesa un Evans-Fognini de tercera ronda si sabes que ninguno va a ganar el torneo?) mientras que una primera ronda del femenino igual te depara un Giorgi-Halep, un Bouzkova-Osaka o cualquier otro partido a priori interesante.
De la final masculina de este año se pueden destacar dos cosas buenas: que no fue tan mala como la del año pasado, y que no fue tan larga como la del año pasado. Pero poco más. Medvedev tuvo cinco juegos al servicio en el primer set y su raqueta tocó la bola menos de treinta veces. Por momentos parecía un partido Sampras-Becker de finales de los noventa, una monótona sucesión de aces y saques directos que dejó a Djokovic tan helado como al público de la Arthur Ashe. Y cuando había algo de intercambio de bolas, no es que la cosa fuese muy brillante tampoco. Nada que objetar a la táctica del ruso de jugar bolas profundas pero flojitas al centro de la pista; Djokovic es un jugador al que le va mejor usar la fuerza del contrario que generar su propio ritmo, pero el resultado era como ver un partido de chicas, pero a cámara lenta, y las más de las veces acabado con un error no forzado (de Djokovic) que con un winner. El partido fue más psicológico que otra cosa, y pocas veces se habrá visto al serbio más descentrado. Hubo un momento en que Daniil se lio a tirar cuatro o cinco dejadas muy seguidas, cada cual más espantosa, alta y alejada de la red que la anterior, y aún así Novak se las apañó para estrellar una en la red y tirar dos fuera.
Francamente no soy tan pesimista con el futuro del tenis masculino como parece transmitir Valhue. El jugador estrella del circuito no suele ser un tipo exageradamente alto. El big3 tiene la misma altura, lo mismo sucedía con Sampras, Agassi, Wilander, Edberg, Becker o Lendl. Si eres muy alto quizá sepas aprovechar mejor la ventaja del servicio pero a cambio tu movilidad seguramente será inferior a la de tu rival. Leí hace tiempo una entrevista con Toni Nadal que señalaba que la altura de la red no había variado prácticamente desde la creación del tenis, lo que sí ha cambiado es la altura media de los jugadores. ¿Cambiaría el tenis si se sube la red unos centímetros? No lo sé, pero no creo que la solución pudiese venir por limitar los materiales o la composición de las raquetas. Y no solo es la raqueta. Gracias a los cambios en los cordajes es posible pegar muy cerrado a la bola sin que se rompan. Si Borg o McEnroe hubieran podido disfrutar de esos materiales su tenis plano y de toque jamás hubiera existido porque buscarían potencia y colocación como se trata de hacer ahora.
El tenis tiene una peculiaridad única respecto del resto de deportes con red en medio y es la relevancia del servicio, el golpe más importante con diferencia. Gracias a esta particularidad hay jugadores como Isner o Hurkacz en el circuito (como antes Ivanisevic, Krajicek o Rafter) y diferentes formas de ir a por la victoria. Esa variedad potencia las habilidades de los jugadores porque el ganador tendrá que enfrentarse a distintos tipos de rivales. Otra cosa es que el tenis, como cualquier deporte, privilegie un tipo de jugador con unas características determinadas.
Yo también recuerdo perfectamente varias voleas que tú mencionas del ruso en la final que deberían de haber enfadado a su entrenador, entre otras cosas porque contra Aliassime ya había tenido ocasión de realizar ese golpe plano cerca de la red, que no es volea ni es nada, que deja la bola en el campo del rival con un bote vivo que permite su devolución más o menos cómoda.
Si por exageradamente alto quieres decir que no hay muchos tenistas de 2,23, vale, pero la altura media del Big 3 es 1,86… y en cualquier caso no cuentan, porque son tenistas de hace veinte años. Mira la nueva hornada: Tsitsipas (1,93m), Medvedev (1,98m), Zverev (1,98m), Berretini (1,96m), Kachanov (1,98m)… eso deja a gente como Rublev(1,88m) o Botic van de Zandschulp (1,88m) como los «bajitos» y a Carlos Alcaraz (1,85m) como el sucesor del «peque» Schwartzmann.
En mi opinion, el proximo Open de Australia va a ser clave en la carrera por el mayor numero de GS.
Si Djokovic no gana en su mejor torneo, no veo imposible que se meta en una dinamica de presion como la de Serena Williams.
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En Australia creo que Zverev, Medvedev y Tsitsipas pueden ganarle (muchas mas dudas sobre Thiem o Nadal). De no ganar alli, el serbio llegaria a Roland Garros muy presionado. Eso si, no veo quien le pueda robar el triunfo en Wimbledon.
El mejor GS del año. Muchas razones ya están apuntadas. Un cruce de caminos generacional en el que se unen la debilidad del Big3, cierta progresión de la generación Thiem y nuevos jugadores de la NextGen pero también una superficie a medio camino entre AO y RG que da oportunidades a varios tipos de jugadores. Bueno a diferentes tipos menos a muchos especialistas en hierba: Kyrgios, Humbert, Shapovalov y Hurkacz eliminados en primera y segunda ronda. Nadie ha ganado aquí en la era open sin ceder al menos un set y este año casi lo consigue el vencedor del torneo. Otro hecho notorio del cuadro masculino: se ha batido el récord de partidos acabados en cinco sets en un torneo de la era open, hasta treinta y seis se decidieron en la quinta manga.
En el cuadro femenino, el mejor torneo de hace mucho tiempo. No sé si todo se puede explicar desde el binomio Raducanu-Fernández pero el impacto de estas dos chicas es tan grande que me cuesta decidir si estamos ante las versiones modernas de Hingis y Seles. La impredecibilidad del circuito femenino puede acabarse al girar la esquina y ambas jugadoras, tengo más dudas con la canadiense, pueden ser las nuevas jefas del circuito.
Entro un poco en detalles. Lo que me viene ahora mismo a la cabeza.
El Muguruza-Azarenka invitaba a pensar en grandes cosas para la española, sobre todo cuando se sobrepuso a la reacción de su rival en el segundo set y su victoria se construyó con un tenis agresivo y golpes ganadores. Las inercias positivas de ese enfrentamiento se quedaron en el vestuario en el partido contra Krejcikova. En el segundo set la española empieza a remontar debido en parte a que la rival baja sus prestaciones ¿no tendrá algo que ver en ello el juego de su oponente? ¿igualmente se hubiera puesto malita si estuviera entrenando? En un descanso se lleva la mano al vientre. El día siguiente la checa dirá que le costaba mucho respirar. Garbiñe cuenta con un par de puntos de set al resto pero finalmente acaba cediendo el juego. Gana su servicio con comodidad y entra la asistencia médica. Se supera claramente el tiempo asignado al medical time out y a la vuelta sucede lo siguiente: tres golpes ganadores de la checa con su servicio y un error no forzado de la española para llevarse el juego en blanco. La española ha perdido la iniciativa que llevaba en el set. Luego un tie break en el que la checa practica un tenis de subsistencia mientras la española no sabe cómo doblegarla. Dos detalles que alimentan el desconcierto de Garbiñe: la jugadora al servicio ve cómo tiene que esperar a la checa al resto mientras se seca el sudor, otro ejemplo más de la condescendencia arbitral para con la norma que estipula la obligación de que quien resta debe estar disponible para cuando decida sacar el que sirve, en este caso como en otras ocasiones, al final el ritmo del encuentro lo marca también el restador. En otro momento Garbiñe pide bolas para sacar a los recogepelotas cuando el turno le correspondía a su rival, señal de que no tiene la disposición mental adecuada. En un tie break en el que ella siempre estuvo atrás no puede contenerse y le acusa en la red de falta de profesionalidad mientras se dan la mano a la mayor distancia posible. El desenlace del set tiene todos los condicionantes del MTO, el uso del mismo en situaciones de bajo rendimiento no directamente achacable a una lesión, el tiempo empleado en el descanso y su oportunidad cuando había una inercia ganadora favorable a la rival. Algo hay que hacer con esto y con los descansos para el baño. Veinticinco segundos para sacar, un minuto y pico para jugar el saque cuando hay cambio de pista y todo el tiempo del mundo para ir al baño. Incluso puedes dedicarte a la masturbación si te apetece una combinación extraña de deporte de alto nivel y placer físico. Al margen de lo anterior, tengo claro que Garbiñe no hizo lo suficiente para ganar su partido y que la checa no simuló una baja médica. Lo que sucede es que una victoria (o derrota) no solo tiene lugar por una razón, sino por un conjunto de factores y hubo uno que, sin duda, Krejcikova supo usar en su provecho. Si no hubiese usado ese MTO en ese momento preciso, justo antes de su saque en el juego previo al tie break, lo más seguro es que no hubiera ganado.
Desde el enfrentamiento con Osaka seguí el curso de los partidos de Leylah Fernández. El partido Fernández-Svitolina fue el mejor partido de tenis femenino que he visto en mucho tiempo. Hay un principio común en el juego de las dos finalistas del USOpen2021: atacar a la menor oportunidad buscando las debilidades del contrario. En el caso de Fernandez destaca por su agresividad al resto, sobre todo del segundo saque metiendo mucha presión a la rival devolviendo la pelota dentro de la pista y buscando las esquinas. Fernandez ha demostrado una solidez en su juego de fondo incuestionable. La jugadora zurda juega tan bien de derecha como con su revés a dos manos. La rival al jugar con ella se encuentra con una chica con una movilidad enorme y que responde de un lado y de otro con la misma eficacia. Un puto muro que juega casi al bote pronto sin esperar a que la bola alcance altura. Svitolina no le volvió la cara al partido y decidió combatir con las mismas armas que la canadiense. Mucha presión al resto y agresividad. El tercer set fue un toma y daca. Aún recuerdo el passing de Fernandez en el penúltimo punto del tie break. Justo antes de que Svitolina diese el brazo a torcer.
Contra Sabalenka estaba por ver si esta última impondría su saque. Fernandez continuó con su esquema de juego. Buscar las esquinas y meter presión al resto en cuanto le fuese posible. Sabalenka no cambió sus patrones de juego porque quizá creyó que con su drive y su saque podría sacar adelante la semi. Al final se impuso el juego de fondo de Fernandez.
Seguir la parte baja del cuadro me hizo distraerme del curso de Rabucanu. Recuerdo vagamente su enfrentamiento con Makkari y como esta se detenía a cuestionar si algunas bolas habían tocado líneas o no, señal de que la griega no estaba cómoda. No tenía claro cómo se desarrollaría la final pero no esperaba la victoria de Raducanu en dos sets y sin tie breaks por el camino. Me fijé en que Rabucanu no servía a la velocidad de las especialistas del torneo así que asumí un duelo reñidísimo porque ambas jugarían con las mismas armas (como con Svitolina). Aún no he concluido acerca de los méritos que ha reunido la inglesa para ganar. Quizá venció por su juego de fondo más agresivo pero mi impresión es la de que la diferencia de juego no se trasladó al marcador.
Ufff, el arbitraje del tenis… introdujeron el ojo de halcón para resolver el problema de las bolas cerca de la línea, pero el tenis tiene muchos otros problemas que no se resuelven con ordenadores. Los tiempos médicos siempre generan controversias sobre si tal rival está fingiendo o no, pero tienen poca solución al respecto. Se podrían eliminar, pero acabaríamos con muchos más abandonos, o con rivales cojeando de un lado al otro de la pista sin hacer amago de intentar jugar la bola – vamos, como un partido de Benoît Paire. :p
Más sentido tiene, y la WTA lo ha hecho, introducir la posibilidad del tiempo muerto para hablar con el entrenador. Así se regula la posibilidad de parar el partido un momento para refrescar las ideas, y te ahorras la polémica de si las paradas al baño o los tiempos médicos. Tomarse unos segundos para repensar la táctica y tratar de enderezar el ritmo del partido no es mala cosa, y por eso muchos otros deportes, como el baloncesto o el voleyball, utilizan tiempos muertos para evitar que una racha del rival no convierta el partido en un paseo.
Otra cosa a regular serían los tiempos de saque y la obligatoriedad de estar dispuesto a recibir cuando el otro está dispuesto a sacar. Se supone que esto es así, pero queda a la discreción del árbitro, y eso da lugar a diferencias de criterio abismales entre árbitros… y entre jugadores. Muchos jugadores se han quejado cuando los han amonestado indicado que en la puta vida nadie le ha dicho nada semejante a Rafa Nadal, cuando es el mayor culpable en ambos aspectos. No solo su rutina de saque se pasa a menudo los 30 segundos del servicio por el forro de los mismísimos, sino que cuando está restando se estira los pantalones, va a por la toalla, levanta la mano un par de veces para indicar que no está listo… al final el tío que saca tiene que sacar cuando Rafa lo diga, y no al revés. Y atrévete a protestar.
Y si, el Svitolina-Fernández también fue el mejor de los partidos que vi yo, seguido de cerca por el Rybakina-Halep. La ucraniana estaba jugando realmente bien este US Open, con victorias convincentes ante Kasatkina y Halep, y podría haber ganado a Fernández y plantarse en la final, pero al final se le fue el partido por un par de puntos clave.
Sobre la obligación del restador de estar listo cuando lo disponga el que sirve ya habia salido en un GS anterior este asunto cuando Nadal se enfrentó, creo recordar, al británico Evans. Este jugador llegó a quejarse al arbitro sobre este particular. En su momento apunté que quizá el jugador inglés debería de haber advertido a ambos, en los minutos previos al partido, de su intención de imprimir agilidad a su secuencia de saques para que luego los retrasos del restador fueran sancionados debidamente. Creo que Nadal se aprovecha de una inercia contraria a esta regla y veo legítimo que el rival haga uso de los medios que disponga para descentrar al contrario. Como los saques de cuchara, por ejemplo. No recuerdo haber visto ninguno en este GS, entre otras cosas porque Davidovich y Kyrgios, no pasaron de primera ronda. ¿Por qué no haberlo intentado por parte de Djokovic contra el ruso en la final?
Tenía curiosidad por ver a Aliessime resolver su semi frente a Medvedev. El partido tuvo la historia del segundo set. Dos bolas a su favor con su saque para cerrar el empate a uno y todo se va al garete en una bola que se estrella contra la red cuando se trataba de golpear una volea franca para el canadiense. No se trata solo de contar con armas de juego, de anular virtudes del contrario o de ser consistente durante mucho tiempo, también hay que ganar los puntos precisos que dirimen quién es el ganador. Y ahí no hemos visto a Félix. Me pregunto si es posible aprender esas lecciones o van con el carácter del jugador. A Zverev que precisamente fue eliminado por el discípulo de Nadal en el último GS, no se le ve bien en estas lides. Es casi ocioso decir que los partidos a cinco sets son un inconveniente para él, si los GS fueran a tres sets el alemán ya tendría varios, pero en este caso no sé si se trata de una cierta incapacidad para sacar adelante puntos decisivos o más bien de inconsistencia. Me inclino por lo segundo. Por cierto, hablando de jugadores canadienses: los top 100 masculinos y femeninos son Aliassime, Shapovalov, Raonic, Pospisil, Andreescu y Fernandez. Todos canadienses de primera generación, hijos de emigrantes respectivamente de Togo, Ucrania, Montenegro, Chequia, Rumanía y Ecuador. Algunos de ellos ni siquiera nacidos allí. Hace años leí que Toronto era la ciudad en la que la etnia mayoritaria tenía una representación menor entre sus habitantes. El tenis canadiense parece el reflejo de una sociedad multicultural.
Djokovic ha protagonizado uno de los mejores años de su carrera, una exhibición cercana a la de los años 2011 y 2015 (con tres GS en esos años) y al parecer Guillermo lo baja de lo alto del pedestal. El torneo de Djokovic fue contra viento y marea. Con bajas prestaciones físicas y con serias dificultades en muchos partidos para entrar en el juego. Mi impresión es la de que el ruso ganó a un Djokovic disminuido. Mucho menos eficaz al resto, inferiores prestaciones al servicio, incapaz de sacar adelante intercambios largos de pelota. Trató de variar el ritmo del encuentro con subidas a la red, no siempre precedidas de golpes que dejaban al contrario en una situación delicada y no sirvió para mucho. Hizo lo que pudo frente a las condiciones propias y ajenas. Algunas de ellas en parte creadas por él mismo. Dos días antes del encuentro el serbio declara que ese partido era el más importante de su carrera (yo creo que ahora no piensa lo mismo). ¿Había que meterse más presión? ¿Por qué motivo? Yo creo que en parte lo dijo para imponerse a sí mismo el esfuerzo final para alcanzar el reto de conseguir los cuatro grandes en una temporada. Como si el desafío al que se enfrentaba tuviera el mismo valor que el de Rod Laver, cuando el tenis era un deporte que se jugaba en serio solamente en cuatro o cinco países por unos pocos jugadores, algunos de ellos sin dedicación exclusiva. En cualquier caso, el tío se impuso unas metas y no las ha cumplido. La sensación de fracaso es inexplicable ante el año que ha realizado, pero esa es la sensación. Y para gestionar el desafío, gritos, rotura de raqueta, lágrimas en medio del encuentro y nuevo amago de golpear a un recogepelotas cuando hizo el gesto de querer estrellar la raqueta en el momento en que un chico se dirigía hacia él a coger una bola. Yo creo que todo forma parte del pack. Si te gusta Djokovic hay que perdonarle esas salidas de tono en la pista, los entrenadores guardaespaldas, las declaraciones propias y de su entorno sobre religión y patria y su lucho-por-Serbia-pero-vivo-en-Montecarlo. Y también el detalle siempre amable con sus rivales en la red al final de cada encuentro, gane o pierda. Es lo que hay. Me juego a que el año que viene a estas alturas el serbio sigue de número uno a poco que Marian Vajda y su entorno le convenzan de que aún hay muchos desafíos por delante ahora que los otros dos grandes están de retirada.
Me prometí a mi mismo que no sería muy largo. Al final traicioné mis intenciones. Gracias como siempre por la lectura a Guillermo, a Valhue y a Dani.
El bueno de Daniil gana al fin su primer Major y se ve ensombrecido por las finalistas femeninas.
Ni siquiera por una sola. Por las dos.
Gana su primer major, y ante un miembro del Big 3, que Thiem ha llegado a cuatro finales y solo ha podido ganar ante Zverev (y sufriendo). :)
Muy buen análisis, pero hago una puntualización. No me acaba de caer simpático Nole, pero no se debería de catalogar a Daniil como el mejor tenista del mundo si Djokovich le gana en Australia, gana en la arcilla de París y la hierba de wimbledon cuando en estos dos últimos torneos el ruso dejó como anécdota más destacada el saque a cuchara en el último punto de su eliminación en Roland Garros. En superficie dura es indomable, eso sí es cierto
No es indomable en pista dura, insisto. Ha hecho una gira norteamericana buenísima, como acostumbra, pero se ha visto favorecido por la ausencia del Big-3 durante la misma, así como del desgaste de buena parte del resto de jugadores que echaron el resto en la gira de tierra. El bueno de Daniil podría decirse que ha comenzado su temporada en verano salvo el lapso de Australia, después del cual se dedicó a sestear hasta agosto. Cuando por las implicaciones de ser señalado ya como claro favorito en los GS tenga que dar el callo en todas las superficies, veremos cuán indómito es y cómo gestiona esa presión. Cabeza (real y figuradamente) tiene de sobra, pero vuelvo a repetir que le veo limitado en tierra (con margen de mejora pero no como para ganar RG) y hierba (con más posibilidades pero tampoco como claro ganador incluso en ausencia del Big-3.
Hombre, hizo un Roland Garros bastante digno, teniendo en cuenta que hace dos temporadas no sabía ni de qué color eran las pistas de tierra batida…
Bueno, digno con un cuadro muy benévolo. Pero su juego plano es incompatible con ganar en París algún día.
Recuerdo con cierta nostalgia los mejores tiempos de Murray, cuando se lo consideraba parte del selecto grupo de los grandes. Gente que sabe mucho más que yo de tenis me dice que era uno de los tenistas más finos que se han visto, no sé si vosotros corroboráis esa apreciación.
En algún momento pudo integrarse en el Big 3 rebautizándolo como Big 4. Desgraciadamente para él, las lesiones hicieron que descarrilara de ese selecto grupo. También es importante el aspecto físico, cuántos jugadores podrían haber sido leyendas de no haber sufrido lesiones. En cualquier caso, en lo que más destacaba el escocés es en el aspecto táctico: leía los partidos mejor que ningún otro tenista y era capaz de variar la estrategia a seguir en función del rival y las circunstancias, un poco como Medvedev, pero siendo más sólido y técnico.