Arte y Letras

«Urban Nature»: Habitarás siete criaturas 

urban nature
Urban Nature. Imagen: Dominic Huber.

Jot Down para CCCB

¿Qué les viene a la cabeza cuando les hablan de «teatro interactivo»? Si son entendidos en la materia y/o no albergan recelos cínicos, supongo que lo más evidente es pensar en brasileño Augusto Boal, o si son verdaderamente connoisseurs, en Akira Takayama.

Los suspicaces, neófitos o directamente malpensados, activamos el resorte de desconfiar cuando se le añade el palabro «experimental» a cualquier vaina. Con razón o sin ella, nos dirigimos, nosotros y nuestros prejuicios, a algo que se define indistintamente como «teatro expandido» «exposición desbordada» y «película transitable». El desconocimiento ante los conceptos es total: lo mismo se trata de un escape room con ínfulas que un retorno del Odorama de John Waters

Nada de eso, por suerte. La muestra se llama Urban Nature y se encuentra en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB). Creado por la compañía alemana Rimini Protokoll, su idea inicial no parte de Boal, pero sí de Brasil: ¿No es desconcertante que las bellísimas playas de Copacabana estén tan cerca de los barrios de favelas en Río de Janeiro? Lo que, con jerga sobada y vacía, solemos describir como «contrastes». Ya saben: tal o cual ciudad, siempre es un sitio «de contrastes», zanjamos, sin detenernos demasiado en qué implica eso. 

Helgard Haug, Stefan Kaegi, Daniel Wetzel y Dominic Hube (integrantes de Rimini) ponen la lupa en esos contrastes, dándoles la espalda a los clichés. El objetivo es profundizar en las grandes geografías urbanas, empezando por su concepto primigenio: ¿qué sentido tienen las ciudades hoy en día? ¿Porqué nos agrupamos así? Si pudieran, ¿no querrían, aunque fuera solo para escapar de tanto en tanto, una adorable casita entre castaños? 

Las preguntas no son mías, las formula Enric, un catedrático de Historia Económica y Ambiental, uno de los siete «protagonistas» de la exposición. Ponemos las comillas con toda la intención, porque esos personajes solo prestan sus zapatos, no están ahí realmente. O sí, según se mire. En cuanto llegas a Urban Nature, una voz te avisa: «Habitarás a siete criaturas». De eso se trata, de habitar, más que de sentarse a presenciar, contemplar o escuchar. Habitar, aunque sea momentáneamente, siete de las abejas del enjambre que llamamos Barcelona. 

La mecánica es aparentemente sencilla: los visitantes entran cada ocho minutos en grupos, y uno de ellos asume el rol de «director», el que lleva la tablet. Les traslado el mismo consejo que recibí: si tienen oportunidad, escojan ese papel y póngase los cascos. Incluso si sufren pánico escénico, háganlo, porque sube enteros en lo inmersivo y no hay riesgo de ponerse en ridículo. Una voz —varias, en realidad— les irá narrando lo que hacer, indicándoles quiénes son ustedes en cada momento. Ese profesor septuagenario nos dirige, físicamente, a una plaza con una fuente refrescante, el primer escenario. Ahí es donde se toma conciencia de qué hablan cuando hablan de «teatro interactivo» o de «dramaturgia extendida»: una escenografía por la que se puede caminar, interactuar y ver desde diferentes perspectivas. La de Enric, por ejemplo, nos invita a reflexionar sobre por qué no solo la eficiencia nos agrupa en ciudades, haciéndonos partícipes de sus pensamientos: «El agua y el dinero no deberían ir juntos», afirma. «¿Si todo el mundo abandona las ciudades, quién quedará? ¿Aquellos que no se puedan marchar?».

Podría —y quizás debería— contar algo más sobre las otras seis criaturas pero chafar así la sorpresa sería bastante imperdonable. Sobre todo, porque parte de lo que sucede en la muestra se basa en desafiar ciertos tópicos que traemos de serie. Ejemplo práctico: si les adelanto que una de esas criaturas es Siham, que duerme en un banco de una estación barcelonesa y Calamanda, que juega al tenis para desestresarse de su jornada laboral en un rascacielos, sonarán las alarmas de la demagogia baratona. Y no sería justo. Urban Nature no es un juego de vidas enfrentadas, no plantea una dicotomía entre pobreza versus riqueza, ni entre rincones marginales y postales turísticas de Barcelona. De alguna manera inclasificable, nos presta un plano panorámico para que, con la precisión de un plano detalle, habitemos la geografía humana que edifica una ciudad, mucho más que la suma de sus individuos, plazas y calles. Desde la gig economy, la vida presidiaria, la seguridad ciudadana a, por supuesto, el sistema que lo ampara: «¿Funciona el capitalismo?». 

Gracias a una coreografía tecnológica muy engrasada (aún me pregunto cómo consiguen que aquello no devenga en caos) el visitante va dejándose conducir toda esa naturaleza urbana. Ponerse en el lugar de alguien son solo cuatro palabras vacías que habitualmente se rellenan de grandes conceptos (empatía) que también han ido amarilleando por el uso. Esta es una oportunidad de darle un revolcón a todo ese palabrerío, con herramientas de teatralización pero sin sentimientos teatralizados. Todas las historias que componen Urban Nature suceden, y han sucedido. Rimini Protokoll trabajó durante un año con esos que nosotros vemos en pantallas, con sus vivencias, sin intención de convertirlos en símbolos de nada. Son habitantes de Barcelona, gente que se cruza a diario (o no lo hace en absoluto) que coexiste, vive y a veces sobrevive. «¿Cuántas personas de vuestra ciudad conocéis?», se pregunta. Lo suyo, diría, es dejarse llevar a ciegas, como un autoestopista sin itinerario. Dependerá de la porosidad de cada cual, pero sería muy marciano no sentirse personalmente apelado. No hay nada de experimental en eso. 

Porque en esencia, la invitación de la exposición, película u obra —renuncio: es inclasificable— es que pongamos distancia con nosotros mismos. Solo así se puede habitar el salón de una madre que trafica con marihuana o el despacho de un tanatopráctico a tiempo parcial. Nada se ve igual desde fuera que desde dentro, y aquí está la ocasión para estar, por turnos, en ambos espacios y dejar que se entrecrucen. No sé si era el objetivo, pero algunas de las cuestiones que se formulan en Urban Nature se quedan incrustadas, como diminutas pero perceptibles astillas en la piel. 

Todas las ciudades tienen contrastes, sí. Para deambular por ellas, como para hacerlo por las Moriana, Olinda o Andria de Italo Calvino no hace falta brújula. Basta con mirar de verdad,  porque «lo que ve está siempre a sus espaldas». 

Urban Nature estará en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona hasta el 19 de septiembre y luego se presentará en la Kunsthalle de Mannheim.

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