Cuando el director de cine Asif Kapadia se propuso sacar el documental cinematográfico que narrara la vida de la legendaria Amy Winehouse pudo optar por una estructura narrativa inversa, en la cual la historia empezara por el final. Como un fatum de la mitología romana preveíamos una repetición del último capítulo de Billie Holiday a causa del alcoholismo crónico. Y eso que ella siempre había tratado de evitar el borde de la muerte («Beat the Point to Death»). Finalmente el destino le alcanzó figurando en el prestigioso club de los 27, junto a Kurt Cobain, Janis Joplin o Jimi Hendrix.
Le bastó tan solo dos álbumes para convertirse en legendaria. Como una canción de sus admirados The Specials, su vida llevaba por título «Too Much Too Young». Cualquier artista hubiera justificado una carrera musical contando en su discografía con Frank o Back to Black. Pero cualquier artista no hubiera sido Amy.
Se confesaba «maniática-depresiva» y atribuía sus brotes de genialidad a sus relaciones tóxicas y traumas familiares. «Escribo canciones porque estoy hecha mierda de la cabeza y necesito sacar algo bueno de toda esa mierda». Y claro que lo sacó. Brutalmente honesta con las letras que trasladaba a los escenarios, asumió el riego de revivir todas esas historias obsesivas/dependientes de amor que acababan en ruptura y engaño, con autolesiones incluidas. Por eso evitó en los últimos años, y en la medida de sus posibilidades, volver a lo oscuro con Back to Black. Su intención era sustituir parte de su repertorio con temas cantados por Sinatra, Tony Bennett, Lloyd Price, The Specials, The Zutons, Little Anthony & The Imperials… («Stagger Lee, «Boulevard of Broken Dreams», «I’m On The Outside», «Valerie», «Monkey Man»… ), pero no lo consiguió. Los contratos mercantiles prevalecían sobre su debilitada salud mental, Belgrado fue el último testimonio.
A Winehouse le debemos que hubiera recuperado para nuestros tiempos la belleza de los relatos desgarradores del R&B, el soul o el jazz, de haber revivido a Dinah o Ella, convirtiéndose sin pretenderlo en una de ellas. Y es que musicalmente hablando parecía sacada de la década de los sesenta, renegando de los éxitos prefabricados de la industria musical, tan insustanciales en sus letras. La vimos incluso, junto al comediante británico Simon Amstell, tirar tomates a un cartel de Dido en el que ponía «disco del año» en un programa de humor surrealista de TV.
Tenía la capacidad de hacer olvidar la autoría de las canciones que versionaba. Una vez la escuchas cantar «We Will You Still Love Me Tomorrow», «To Know Him Is to Love Him» o «We’re Still Friends» olvidas al mismísimo Donny Hathaway o la propia Carole King. Palabras mayores.
Gracias a ese talento se salvó de algunas sanciones por comportamiento en la prestigiosa academia Sylvia Young Theatre School. Su escasa disciplina pasaba desapercibida cuando proyectaba a Louis Armstrong o a Sinatra; ese desequilibrio de talento la llevó a abandonar la escuela, confesando a posteriori sentir aburrimiento en clase. Entre medias, empezó a trabajar como periodista musical en el barrio de Camden, convirtiendo ese capítulo de su vida en el primer single de Frank, «Stronger Than Me». La burla a su expareja en la que llega a afirmar «cause I’ve forgotten all of young love’s joy. Feel like a lady, and you my lady boy» le supuso el reconocimiento del Premio Ivor Novello.
La mezcla entre el productor Salaam Remi y la cantautora Amy resultó explosiva y situó su primer disco Frank en las nominaciones a los Mercury Prizes, como mejor álbum británico. Pero las puertas del éxito las abre con Back to Black, formando tridente con el productor Mark Ronson, con el que llega a recoger cinco premios Grammy de las seis nominaciones de la noche.
Con Back to Black Amy deja de ser tan solo una solista de jazz urbano para convertirse en la voz del soul del siglo XXI. Sigue haciendo del desamor y las infidelidades su centro temático, describiendo los temas del disco como «cuando sabes que tu corazón miente y todo va mal», pero esta vez su apariencia parece sacada de una portada de The Ronettes. Su famoso beehive detrás del micrófono marcaba el grado de inseguridad de una Amy que empezaba a ser presa de los paparazzi.
Pronto, tanto el talento de Amy como sus letras con humor tan ácidas como ingeniosas, se vieron eclipsados por las historias de los tabloides británicos, que día sí y día también sacaban tajada económica de una vida de excesos. Se amontonaban en la puerta de su casa adosada de Camden y, aunque en alguna ocasión llegó a tirar petardos o alejar los objetivos de su cara a base de manotazos, Winehouse restaba importancia a su imagen pública afirmando que «la prensa de hoy es la basura de mañana».
La mordaz personalidad con la que se presentaba ante Jonathan Ross a principios del 2003 fue perdiendo el pulso ante un público que jaleaba cada vez que sangría en mano se tambaleaba por los escenarios. Nada tenía que ver la Amy de Frank que, perdida en el desamor, se lanza a ofrecer su ayuda a su ex («I can’t help you if you don’t help yourself»), con la de Back to Black, que exigía «You gots to call the green man» para dejarle volver a casa.
Pese a que todos señalarían al alcohol y las drogas, su verdadera decadencia tuvo origen en una relación por la cual confesaba ser capaz de dar la vida, «es una droga». ¿Cuál hubiera sido el destino de Amy Winehouse si no se hubiera encontrado en su camino con quien confesó haberla iniciado en la heroína?
Escribía Manuel Jabois («No estaréis enamorados») que «algo tan complejo como el enamoramiento, sostenido por la química y el azar, dependiente de emociones delicadísimas de nuestro cerebro que de repente se armonizan tras una explosión de oxitocina, se revela en el gesto más estúpido». Tan estúpido que es capaz de cambiar los hábitos de vida, a veces en sentido positivo y otras arrastrando al precipicio, como a Amy.
El concepto del amor que predicaba Winehouse, tan antagónico a la idea de Luis Eduardo Aute que lo llega a describir como «un invento del ser humano para poder sobrevivir» en la que «tu existencia tiene sentido porque otro aprecia que estés vivo», de forma paradójica nos regaló al mito, pero destruyó la persona.
Hoy, tras una década sin Amy Winehouse, convertimos en excusa su aniversario de partida para seguir recordando la genialidad de una chica judía del barrio de Camden que disfrutaba más por el hecho de que Tony Bennett mencionara su nombre que por el Grammy que se llevaba. Hoy, una década después, «she’s reborn like Sarah Vaughan».
Es verdad, cuando la escuchaba, tenía la ensoñadora sensación de haber viajado hacia atrás en el tiempo, viéndola de manera absolutamente natural, formando parte de aquellas diosas de las que ya no quedan, esas a las que si les propusieran concursar en alguno de estos circos televisivos con supuesto salto a la “fama” que corren por el orbe, enarcarían una ceja y mandarían a tomar por saco a los benditos promotores. Alejada en su olimpo de esas mecánicas y clónicas apariciones estelares, Amy sabía “llegar” como ninguna, cuando menos en las últimas décadas y ha sido y es, una lástima que su extrema fragilidad de ser humano, haya pesado más en la balanza en comparación con su enorme talento innato, con el que seguirá arrullando a sus devotos seguidores.
Ya de entrada la música de esta mujer nunca me dio mucho más. Tampoco sus pintas estrafalarias le daban muy buena imagen. Pero sus estúpidas adicciones la llevaron a un agujero sin salida que acabó con ella. Le puede dar gracias el malnacido de su novio, que la trató como una mierda y que fue el causante de sus adicciones… y que sigue vivo a pesar de ser un yonki.
La verdad es que esta chica nunca me dijo nada. A ver, era manjar de dioses si la comparábamos con el resto de porquería que solia vender por la época, pero en el fondo… pues que no me parecía pa tanto.
Éso sí, es una mierda que alguien joven y con talento acabe así.
Vaya, ahora la vamos a juzgar por sus pintas estrafalarias. Claro, eso le daba una mala imagen, y su musica sufria por la mala imagen que ella daba . Esto ya lo vivi en España a finales de lo sesenta, pero todavia hay gente que sigue anclada en esa mentalidad. Si no llevas un vestuario adecuado, eres una m…. Desde que Vox tiene voz, los herederos se descaran.
Hola Carlos Jesú. Que la música o su creación artística no te guste es tan respetable como que Kiko Rivera sea de los más escuchados en Spotify, es más, hasta es entendible. Que te alegres del fallecimiento de alguien no lo es, pero te define como persona. Espero que nunca nadie opine lo mismo que tú. En cualquier caso me compadezco por ti, no me gustaría cargar con esa mochila de odio. Un saludo y buena suerte.
Suscribo totalmente lo expresado por el Maestro Ciruela. Estaba a la altura de los grandes de verdad. Los que dicen que ella no les “decía” mucho, sospecho que no la supieron escuchar. Porque decir, dijo.
Nunca sabremos si Amy Winehouse hubiera llegado a la estela de las grandes como Vaughan, Fitzgerald, King etc, u otras menos conocidas como Ann Peebles o Irma Thomas. Sin desmerecer su escasa producción, no hay nada como morir joven y en trágicas circunstancias para engrandecer a cualquiera. Desde luego, su bagaje está muy lejos del mito que los fanáticos pretenden colar desde su muerte.
Exacto. En comparación con otros cantantes. Amy Winehouse es una sombra de lo que pudo haber sido y nunca será. Falleció con 27 y con eso ya tiene glorificación gratis. Nos pretenden colar que tenía un talento increíble, pero creo que quienes nos la intentan vender como una «grande» no la escucharon con sus propios oídos. Como una amiga escribió por facebook el día de su muerte: «Amy Winehouse: what a waste!».
A Dani y Carlos Jesú:
Claro, si al final va a ser que todo es una confabulación para hacerla creer a vosotros que la chica sabía cantar. Los discos de ella que compré (era la costumbre en aquel tiempo) fueros adquiridos antes de su muerte. No le quiero colar nada a nadie. Su muerte lo único que me produjo fue una inmensa pena.
Haceros creer, perdón por la errata
Otra cosa: hasta donde yo sé, me considero un poco machista, y sin embargo me jode que le critiquen el aspecto. Eso es claramente por ser mujer. A ver si alguien se le pasaría por la cabeza criticar a un cantante hombre por su aspecto.
Sex Pistols, Elvis, Judas Priest… todos hombres, todos criticados por sus pintas….
Era y fue una tremenda, cantante y compositora, que lástima, que haya tomado la puerta ancha, penita, aún escucho sus canciones. Inolvidable.