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Eric LaRocca: horror queer contra la heteronorma

Eric LaRocca
Detalle de portada de Things Have Gotten Worse Since We Last Spoke. Imagen: Weirdpunk Books.

Things Have Gotten Worse Since We Last Spoke de Eric LaRocca es el nuevo secreto a voces de la novela de terror indie norteamericana. Una apuesta queer que recupera nuestra fe en el horror epistolar en el  contexto de la comunicación instantánea digital.

Hay actos de ternura tan desproporcionales que, al observarlos desde una perspectiva que difiere mínimamente con las grandes ficciones, desprenden un familiar horror. El mundo de los cuidados adquiere texturas tóxicas cuando se convierte con facilidad en un reino cruel de dependencias, parentescos insanos y abusos cotidianos. 

Los personajes de una película de John Waters le gritaban a la cámara que familia es igual a censura. Los cenobitas de las adaptaciones de Clive Barker suplicaban advirtiendo sobre el poder del deseo y la trampa de la carne. La nueva promesa del terror indie estadounidense Eric LaRocca recupera ambas tradiciones para susurrarnos que la familia puede ser también masoquismo y que incluso los más inocentes deseos albergan gemelos crueles. 

Things Have Gotten Worse Since We Last Spoke es la novela publicada por Weirdpunk Books de la que hablan ahora medios especializados en literatura de géneros y amantes del terror. Es también actualmente la número uno en la lista de horror LGBT de Amazon y la número dos en la lista de ficción epistolar. Su éxito es ya un secreto a voces.

Agnes Petrella y Zoe Cross son dos jóvenes que conectan desde las profundidades del ciberespacio a raíz algo tan anodino como un pelador de manzanas para empezar a compartir una pesadilla de cuidados en común. La maternidad y los afectos serán subvertidos en una intensa trama que emplea los elementos epistolares actualizados con los sistemas de chat instantáneos para evocar también la tradición de los mejores creepypasta, la sensación adolescente de leer algo prohibido.

La inspiración surgió inicialmente de mi fascinación por internet, especialmente por el internet de finales de los 90 y principios de los 2000. Sabía que quería escribir algo que hiciera sentir al lector como un mirón, como si estuviera leyendo algo que sabe perfectamente que no debería leer. Ese es el tipo de libros que admiro sinceramente. Pienso en Haunted, de Chuck Palahniuk, una lectura absolutamente aterradora y devastadora de principio a fin. Hay un sentimiento de culpa que uno siente después de leer algo tan vil, tan atroz. Quería replicar esa sensación y provocar una reacción en cada persona que leyera mi libro. Supongo que hasta ahora está funcionando. La respuesta al libro ha sido singularmente polarizada, con algunas personas que lo adoran y otras que lo desprecian absolutamente.

Puedo entender que algunas personas se alzaran con desprecio tras leer las escenas putrefactas con la lombriz solitaria. No es una lectura apta para mentes sensibles, pues reúne las tradiciones del horror corporal de Clive Barker, la confusión vital de Dennis Cooper y el gore extremo de la nueva corriente del splatterpunk bizarro. Este subgénero funciona como un apéndice de la ficción bizarra más descabellada que ahonda en la violencia extrema como ya hicieron autores de terror de los setenta y ochenta pero desde una óptica más contemporánea que tiene en cuenta los matices asimétricos al escribir sobre la violencia. Son libros que se escriben muy rápido, que aparecen autopublicados o en sellos indie y que en ocasiones precisan de terceras plataformas alternativas, pues su violencia las excluye del circuito de género habitual. También son palpables las influencias de Michael McDowell o Chuck Palahniuk y la herencia de novelas de terror como I’m Thinking of Ending Things de Ian Reid, The Rust Maidens de Gwendolyn Kiste o Skin de Kathe Koja

Escribí el primer borrador en solo cinco días, y a menudo recuerdo esos días de mi viaje creativo como si fueran un sueño febril, una pesadilla apocalíptica de creatividad. Creo que lo que más me sorprendió fue mi voluntad de explorar sin reparos esa oscuridad. Hay una secuencia en el libro apodada por los lectores como «El pequeño Cristo» y definitivamente me sorprendí a mí mismo mientras escribía la pieza. Me debo a mis lectores para ser tan honesto y vulnerable con ellos como sea posible. Hay catarsis al explorar algunos de estos conceptos perturbadores y espero que algunos de mis lectores aprecien mi voluntad de explorar los aspectos más oscuros de la humanidad.

Durante la lectura sorprenden las descripciones corporales y emocionales de las dos protagonistas, así como la optimización de medios para representar lo grotesco o la naturalidad con la que el lector curiosea en conversaciones de Instagram ajenas. Uno de los capítulos aborda la máxima de que es necesario ganarse el don de poseer la vista y enreda con ello al propio lector, que transita en dirección opuesta hacia obscenidades que le hacen desmerecer los ojos. 

Probablemente sea el capítulo de la pequeña salamandra el que reproduce a pequeña escala el drama global de la novela. Los cuidados de un humano hacia un pequeño reptil se convierten en horrores debido a su asimetría, reproduciendo así la relación dependiente de Agnes y Zoe. Normalmente observamos las situaciones en las que alguien cuida de alguien como un espacio para la entrega o incluso para la superación, pero el reverso de esa situación es la dependencia o incluso la infección mental, una especie de contagio intelectual. Algo similar sucede cuando analizamos las relaciones de masoquismo entre adultos, rápidamente categorizadas como pactos maduros, sin atender a vínculos que pueden retorcer el asunto como los traumas previos, las fantasías homicidas o la sensación de dependencia que provocan ciertas personas. El autor afirma que su fórmula pasa por abordar con ternura y cuidado los juegos truculentos y recurre al juego canónico del horror de presentarnos un universo ligeramente retorcido, en el que algo no encaja, pero con mecanismos totalmente originales, personajes contemporáneos y un formato radicalmente actual, de modo que la advertencia de su interior se conserva como un novedoso lamento. 

Hay dos fuertes elementos queer en la trama que empiezan de forma evidente en la relación lésbica entre las protagonistas y continúan de un modo más esquivo en la extrañeza del desplazamiento xenoreproductivo, un tropo del terror desde la aparición de la saga Alien (1979) que LaRocca sabe actualizar para que los fans del gore experimenten nuevas arcadas. Dentro de la óptica deformante de la propuesta no podía dejar de desplazarse el instinto reproductivo. La trama despliega el ámbito LGTBIQ+ con personajes profundos de jóvenes contemporáneas que, aunque muy peculiares en sus filias, comparten con el resto las sensaciones de ruptura, enfado o soledad. 

Coincide el éxito de la novela con el mes del orgullo LGTBIQ+, motivo por el que Eric LaRocca ha sido entrevistado sobre su novedad en medios queer en los que ha podido adelantar el modo en que lo monstruoso sirvió durante su adolescencia para enfrentarse a los prejuicios sociales y encontrar el modo de convertirlo en una zona de confort. 

Creo que es absolutamente necesario que haya más novelas de terror que subviertan los tropos heteronormativos y coloquen a personajes queer en escenarios de terror tradicionales. Siempre he sido un devoto admirador del género de terror; sin embargo, cuando crecía nunca me veía reflejado en los libros que leía o en las películas que veía. Ansiaba ver a hombres y mujeres queer amenazados por monstruos de otro reino. Me dolía ver el amor queer en plena exhibición y amenazado por una criatura abominable de otra galaxia. La mayor parte de la homosexualidad estaba codificada en las películas que veía o en la literatura que leía. Pienso concretamente en una película como The Haunting, de Robert Wise, en la que el personaje de Claire Bloom es claramente gay, pero su sexualidad está implícita durante toda la película. Creo que es importante que los jóvenes queer se vean a sí mismos en los medios de comunicación que consumen. Creo que muchos escritores brillantes (especialmente en la escena indie) están dando grandes pasos hacia la plena inclusión en el género de terror.

En definitiva, Eric LaRocca nos transporta con caricias a un nuevo umbral para la crueldad entre chats privados que evocan una fantasía bizarra de manipulación y depravación en la que dos amigas extienden con sororidad la mano y terminan por devorarse mutuamente. 

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2 Comments

  1. Roberto Bartual

    Pedazo de artículo. Qué ganas me ha dejado de leer Things Have Gotten Worse…

  2. iteuve

    Todo muy retorcido y decadente. En fin, hay gente para todo.

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