Arsenio Escolar (Torresandino, Burgos, 1957) no iba a ser periodista, pero lleva más de dos décadas en ello. Y prácticamente desde todos los ángulos del oficio: dirigiendo diarios (subdirector de El País) fundándolos (20 Minutos) también cerrándolos (El Globo), siendo tertuliano, plumilla a puerta fría y accionista. Desde 2004 dirige además la mayor asociación de prensa española, CLABE (antes AEEPP) y hace tres años fundó la revista Archiletras, el proyecto que le llevaba rondando desde que quería ser poeta y estudiaba, a la vez, Filología y Periodismo. Nos recibe en su sede, inundada por las risas de los niños de un colegio contiguo. El grito «¡Zenobia, ven aquí!», se cuela por la ventana. Reímos por la doble coincidencia: la cita es para hablar de periodismo, pero la literatura acaba mezclándose sin avisar. La carrera de Arsenio Escolar también es fruto de coincidencias, ironías y grandes dosis de empeño. Se presta a hablar sobre el oficio a puertas (y ventanas) abiertas, pisando todos los charcos. Hasta los que más le embarran.
Algo que has dicho tú: a los veintidós años tenías dos carreras, dos hijos, y estabas a punto de ser profesor.
Exageré un poco… eran veintitrés [Risas]. Me vine a Madrid a estudiar periodismo, pero en realidad lo que quería era ser escritor.
¿Poeta o escritor?
Las dos cosas. Antes de irme a Madrid ya había ganado premios de poesía en mi adolescencia. El primero a los trece años y después en un mes gané otros tres seguidos, pero poco retribuidos, ¿eh? [Risas]. Pero era algo. Ahora en serio, yo soy de Burgos y estudié allí hasta COU. Me vine a Madrid, me matriculé en Periodismo en la Complutense, aunque mi pretensión era acabar siendo escritor. Al año siguiente, un amigo vino y se matriculó en Filología Hispánica y yo lo hice también con él. Y sí, cuando tenía veintitrés años había acabado las dos licenciaturas, había tenido dos hijos: el primero con dieciocho, el segundo con veinte. Y la tercera con treinta y seis, y ¡todos con la misma mujer! [Risas].
Por entonces llevaba una vida un poco rara, porque era padre casi de familia numerosa y hacía todo tipo de actividades económicas —lícitas— para ingresar algo. He vendido hasta champú en Móstoles a puerta fría, porque entonces por allí se estaba construyendo mucho y no había comercio, así que a las señoras les venía fenomenal. Fui barrendero nocturno en Makro durante cuatro meses: ocho horas nocturnas durante seis días a la semana. Y eso lo compatibilizaba con sacar las carreras adelante. Cuando las terminé, mi mujer me convenció de que me presentara a unas oposiciones de Lengua y Literatura de instituto. Requerían tener el CAP, Curso de Actitud Pedagógica, que incluía prácticas. Me tocó en el Instituto Calderón de la Barca de Madrid, donde heredé dos COU nocturnos de Carmen Romero, la mujer de Felipe González. Este acababa de ganar las elecciones y era presidente, y Carmen había dejado el instituto y se había ido a Moncloa con él y yo heredé sus COU.
Además, también hacía reportajes por mi cuenta y los vendía en periódicos y revistas; a puerta fría. ¡A veces los publicaban y hasta me pagaban! Un día que habían publicado una cosa mía en El País, cuando llegué a casa por la noche después de las clases, me dijo mi mujer que habían llamado del periódico. Me dejó el nombre apuntado en un papel debajo del teléfono, porque sin móviles los teléfonos se usaban casi de pisapapeles. Total, que era uno de los grandes jefes de El País de la época. Le llamé y me dijo: «Eh chaval, ¿tú eres el autor de esto que hemos publicado hoy en la página tal?». Me dio la enhorabuena y empezó a reírse porque había oído que quería ser profesor de instituto. «Yo creo que te equivocas, puedes ser buen periodista. Si vienes mañana te doy empleo», me dijo. Y esa llamada cambió mi vida. Ya ni oposité ni Cristo que lo fundó. Dejé mi incipiente vida docente y me fui al periodismo.
Has estado en las fundaciones de varios medios (20 minutos, Diario 16 de Burgos, El Sol, Claro…). ¿En cuántos cierres?
También en alguno. La revista El Globo que era de Grupo Prisa, la fundé y también la cerré, duró solo un año, de 1987 a 1988. Luego he fundado el Diario 16 de Burgos como director, y no, no lo cerré. Fundé El Sol como redactor jefe, y lo cerraron cuando yo ya no estaba; el diario Claro como director adjunto, luego fui director, y lo cerraron. Fundé 20 Minutos como director y accionista y ahí sigue.
También he estado en otros periódicos que ya estaban fundados: El País donde fui subdirector, el Cinco Días donde también fui subdirector, y no sé si me dejo algo…
Donde estamos ahora mismo: Archiletras.
Eso, la fundación de Archiletras. La idea de un proyecto así llevaba conmigo desde ese momento en que recibí la llamada de El País y dejé las oposiciones a profesor para irme al periodismo. Siempre le he estado dando vueltas a que algún día tendría que intentar hacer un medio que juntara mis dos formaciones y vocaciones: la lengua y literatura y el periodismo. Y eso es Archiletras, no es algo improvisado. Cuando salí de 20 Minutos, en el año 2017, lo primero que hice fue ponerme con este proyecto, hasta el punto que un año después lo lancé.
¿El hueco de mercado estuvo ahí todos estos años?
Sí. Yo he conocido muy bien lo que es el sector gracias a CLABE, Club Abierto de Editores, lo que antes era la AEEPP (Asociación Española de Editoriales de Publicaciones Periódicas). Soy presidente de CLABE desde 2004, donde hay ciento setenta editores con novecientas cabeceras diferentes. He conocido ahí productos muy buenos, de prensa profesional o de nicho. Creo que eso me ha ayudado mucho a la hora de definir este producto, Archiletras, que es casi una revista profesional de todos aquellos que tienen la lengua o bien como su materia prima profesional (filólogos, traductores, correctores, intérpretes, editores…) o bien como una de sus herramientas profesionales imprescindibles (periodistas, juristas, gente del marketing o de la comunicación empresarial…)
Además de ser una publicación de nicho, ha llegado en un momento en el que los temas relacionados con el lenguaje están muy en boga.
Claro. En los últimos años se están produciendo debates como el del lenguaje inclusivo, y otros muchos que tienen que ver con la lengua. A lo mejor si hubiera lanzado este proyecto hace diez años no hubiese sido oportuno, porque esos debates no existían todavía. Ahora las informaciones que tienen que ver con la lengua en sentido amplio se han convertido en casi recurrentes en la inmensa mayoría de medios de comunicación generalistas. Porque en el fondo ¿qué es la lengua? Un fenómeno en continua evolución, y cuando las sociedades están en proceso de cambio profundo, como es el caso, también acaba afectando a la lengua.
Y quizás porque se ha perdido también un poco la reverencia de que la lengua, e incluso la Academia, son asuntos intocables.
Sí, eso se ha acabado ya. Cuando empecé el proyecto, algunos me preguntaban si iba a ser normativista, para defender la pureza del idioma. Y siempre decía: «¡NO!».
El primer número de la revista, de hecho, ya abordaba el lenguaje inclusivo como un debate entre posturas enfrentadas.
Sí, esa fue nuestra primera portada. La lengua está en continuo cambio y estamos en un periodo donde la sociedad está evolucionando muy deprisa ante el impacto tecnológico. Hemos tenido un fenómeno disruptivo que es un antes y un después en la historia de la civilización. Igual que cambian los modos en los que hacemos todo (comprar, viajar, enamorarte, disfrutar del ocio…) también cambian los usos lingüísticos. Archiletras está a favor del debate sobre el cambio lingüístico y lo fomentamos con muchísimos contenidos.
Cuando lanzaste Archiletras, te preguntaron eso de: «¿Pero esto vende? ¿Tiene público?». Tres años después, ¿vende? ¿tiene público?
Yo creo que hemos tocado un público que estaba muy necesitado de algo así, tenemos un retorno de satisfacción muy alto. Vende razonablemente bien para ser un producto muy de nicho y tenemos una distribución muy fuerte. Mucho más de no pago que de pago, porque Archiletras está montada con el apoyo de unos grandes patrocinadores institucionales. Grandes empresas e instituciones públicas que nos acompañan desde la fundación. El primer año lo dediqué a esto, a explicarles a todas estas instituciones un proyecto que todavía no existía. Tenía un número cero, en el que algunos de los contenidos eran reales, y otros simples titulares para que vieran de qué iba. Cuando tuve ese número, fui a muchas empresas, y por cada una que dijo sí, cuatro dijeron no.
Gracias a ese trabajo Archiletras existe, porque en el momento que la lanzamos ya teníamos estos apoyos. Son grandes empresas, o compañías que tienen interés en el mundo de la cultura o la divulgación de la lengua, o del hispanismo. También instituciones que tienen el castellano como algo muy suyo, como son la Junta de Castilla y León y la Junta de Castilla-La Mancha, que llevan el nombre de Castilla en su marca. A todos estos patrocinadores o colaboradores que apoyan el proyecto no les damos solo publicidad, les damos muchas otras cosas.
¿Por ejemplo?
Todos los profesores de instituto de Lengua en Castilla-La Mancha, todos, reciben la revista gracias a la Junta. Nos hemos servido de nuestras empresas e instituciones públicas patrocinadoras para llegar a ese público.
Además, Archiletras llega a la Junta directiva de todas las academias de la lengua de todo el mundo, que son veintitantas. También la reciben todos los académicos de la RAE. Gracias al Instituto Cervantes acaba en todos los centros Cervantes del mundo, por ejemplo.
Luego tenemos tres vías de distribución: venta en quioscos y librerías, suscripciones colectivas vía patrocinadores (los hay que compran quinientos ejemplares para destinatario final conocido), y suscripciones individuales nuestras (unas seiscientas). Además editamos una revista semestral de investigación Archiletras Científica, que hacen catedráticos de todo el mundo y es la más de nicho. Bromeo (aunque algo de verdad hay) con que yo soy filólogo y a veces no la entiendo, es demasiado especializada incluso para mí. Es un soporte académico de la otra.
Cuando fundaste 20 Minutos usaste el lema (jugando con la gratuidad del periódico) de «nadie da un duro por nosotros», ¿esta vez pasó así también?
Fue un lema genial, pero no, la verdad es que no fue idea mía sino de la agencia que nos hizo el lanzamiento. Era una manera de reírnos de nosotros mismos porque no íbamos a llegar a ningún sitio, o eso decían. Fue el primer periódico gratis, el periódico que no se vende. También intentamos hacer una cosa muy curiosa que no salió porque los accionistas lo echaron atrás: un diario financiero, de información económica y gratuito, derivado de 20 Minutos. Habría tenido también un lema bajo la cabecera, iba a poner «el primer diario verdaderamente económico», porque sería gratis también. ¡Esa frase sí que era mía! [Risas]. Pero no logramos convencer al consejo de que lo aprobaran.
Yo creo que nos equivocamos, porque llegamos antes de tiempo. Dos o tres años después salió un diario económico gratuito en Londres y funcionó muy bien.
¿Es cierto eso de que a 20 minutos el resto de diarios os quitaban del ranking del EGM?
Sí, sí, nos borraban. Primero, empezaron por ni siquiera considerarnos, porque pensaron «bah, eso no va a llegar a ningún sitio y encima hay dos locos al frente», que éramos José Antonio Martínez Soler y yo. Yo ponía la misma exigencia en la redacción que cuando era subdirector de El País. No porque lo vayas a regalar puedes bajar la guardia y permitir que esté mal escrito o mal informado y sin contrastar las noticias. Tienes las mismas pretensiones de calidad que si estás haciendo un diario de pago, o incluso más. No te puedes permitir según qué cosas en un periódico que regalas.
Cuando los competidores de pago empezaron a ver que el periódico era más que digno, con buenos criterios profesionales, que la fórmula funcionaba, que atraíamos anunciantes, que había muchos lectores, etc., lo primero que intentaron fue que no nos midiera el EGM. Tuvimos que ir al Tribunal de la Competencia porque no nos admitían por el hecho de que era gratuito y que los de pago presionaban para que no nos consideraran. Conseguimos que nos midieran. Cuando conseguimos entrar, insisto, vía tribunales, hicieron un truco y nos dividieron. Por un lado ponía los periódicos de pago y por otro lado los gratuitos. Eso, pese a que en la encuesta del EGM no te preguntan si el diario lo habías comprado, sino si lo has leído.
Era de locos. Yo me hinché a llamar y mandar cartas a los directores de los diarios. En mi experiódico El País, donde me conocían muy bien, escribí al entonces director, que no voy a nombrar. Le dije: «Querido amigo —porque éramos amigos, además, yo había sido su jefe—. La información que publicáis hoy del EGM en la página tal no cumple los siguientes puntos del Libro de Estilo de El País: el 2 por esto, el 5 por esto, el 38 por esto y el 50 por esto». No conseguí que cambiaran nada [Risas]. Salía el siguiente EGM y volvían a hacer lo mismo.
Pero ante mi insistencia sí conseguí algo, al menos, en El País: Que especificaran «diarios de pago» en las fichas de las audiencias. Fue una pequeña victoria.
¿No os incluían porque temían perder con eso una parte del pastel publicitario? ¿O por qué?
Entonces el EGM era una de las principales herramientas de venta de publicidad. Cuando ibas a un anunciante, según cuántos lectores tuvieras en el EGM, tenías más o menos posibilidades de conseguir inserciones publicitarias, e incluso precio. Les preocupaba que nosotros éramos un competidor muy fuerte, porque nos pusimos número uno en el ranking en poco tiempo y partiendo de cero. Y hubo algún momento en que, en la clasificación, estaba 20 Minutos como el más leído de España incluyendo todos, el segundo El País, y el tercero, el cuarto y el quinto eran diarios gratuitos también.
Lo que me sorprende más de superar a El País, es que superasteis a Marca, que de los impresos era el más leído.
Hubo un EGM en el que nos acercamos a los tres millones de lectores. Por entonces, era la audiencia que tenía el programa de radio más seguido, el de Gabilondo en La Ser.
Fue espectacular, tirábamos un millón de ejemplares cada día, era muy fuerte, y teníamos tres millones de lectores.
Y a pesar de eso, 20 Minutos pasó por momentos de no tanta rentabilidad…
Ganó mucho dinero inmediatamente antes de la crisis. En 2007 ya habíamos vendido la compañía a una multinacional noruega que cotiza en bolsa. Ese fue el último año de ejercicio bueno de 20 Minutos, en el que ingresamos cuarenta y ocho millones de euros y ganamos seis. ¿Qué pasó después? Que llegó la crisis económica y los ingresos se nos desplomaron porque se hundió de lo que nosotros vivíamos, que era la publicidad. Los diarios de pago aguantaron un poco mejor porque tenían acuerdos muy cuantiosos y estables con muchas empresas. Nosotros éramos muy jóvenes en el mercado y justo aquello nos cortó.
Aquella crisis golpeó a los periódicos gratuitos y a los de pago también. A nosotros nos afectó más porque la publicidad era nuestra única fuente de ingresos, y esta desapareció. Los lectores que daban un euro por comprar el periódico no desaparecieron tanto, por lo que los de pago tuvieron una mejor defensa.
En esa época hablaste del trasvase de la publicidad de impreso a web, y dijiste: «Hemos pasado de pagar euros en papel a céntimos en digital».
Sí. En publicidad ya se estaba produciendo mucho la eclosión de los medios digitales, tanto nativos como las adaptaciones de los tradicionales impresos. Los pocos anunciantes que quedaban por el golpe de la crisis económica de 2008 empezaron a derivar su poca inversión al mundo digital porque era muchísimo más barato. Y es de ahí de donde viene la frase de que cambiábamos euros analógicos, los del papel, por céntimos digitales.
Incluso ahora, la publicidad digital está muy poco pagada. Yo creo que para los impactos que consiguen y lo bien que han sabido entrar en los hábitos de consumo en multitud de público, está mal pagada. Además, este efecto de caídas de precio de la publicidad ha cambiado la percepción de la industria, en el sentido de que nos han obligado a buscar otras vías de financiación. Aprendimos todos que no puedes vivir solo de la publicidad, si no estás bastante tocado, ni siquiera de la online, porque esa en volúmenes era aún insuficiente. Por entonces se empezaron a hacer muchos eventos, y de ahí también nacen los primeros proyectos nativos o no nativos de muros de pago para el lector, para conseguir ingresos que te sustituya o en parte, el del anunciante.
Yo creo que el principal motor de la innovación en medios hoy es ese: que cada uno busque su fórmula. Unos con suscripciones, otros con suscripciones abiertas que igual que cobra a unos suscriptores, con otros no lo hace… Otros con muros de pago más o menos porosos con límites… cada uno está ensayando su fórmula.
En España, ¿hemos llegado tarde a esto, a los muros de pago?
No lo sé, aunque la pandemia lo ha acelerado. Todos los grandes medios tradicionales tenían proyectos que no se atrevían a implementar y ahora no les ha quedado otro remedio. La publicidad ha caído y es difícil que vuelva a los niveles que tenía antes de la última crisis, por lo que la tendencia es ir a otro tipo de soportes.
Y se produjo una ironía: la publicidad en pandemia cayó un 80 % y, a la vez, nunca se habían consumido tantos medios digitales como en esa época.
Exacto. Nunca había habido tanto consumo de medios de todo tipo, no solo de información. Los hábitos del confinamiento, con la incertidumbre que teníamos y todo el tiempo disponible, hicieron que el consumo fuera espectacular. Y, sin embargo, apenas había anunciantes. Había que hacer mucha más producción informativa en unas condiciones mucho más difíciles. Era una contradicción tremenda.
Desde CLABE, el pasado año le presentasteis al gobierno un plan de choque de veinticinco medidas para la recuperación del sector. ¿Qué tal salió eso?
Algunas eran más específicas para el sector, otras eran para igualar las condiciones con los demás sectores, porque considerábamos que éramos de los más afectados. Efectivamente, nos metieron los créditos avalados por el ICO, que costó porque no era fácil, y conseguimos la bajada del IVA digital. Había una contradicción enorme: a los periódicos impresos se les aplicaba el 4 % de IVA, y a los online, que venden suscripciones, se les aplicaba el 21 %. No tenía ningún sentido. Yo le decía a la ministra de Hacienda que el negocio de ellos no es el papel, no es vender papel. ¿Cuál crees que es el negocio de los medios de comunicación? Suministro de información, ¿no? Da igual por qué soporte lo suministres, por la red o en papel, pero el negocio es la información. No es lógico que un mismo mercado tenga un IVA distinto en función del soporte por el que va. Eso lo aprobaron, y hay que decir en honor de la ministra que fueron muy rápidos.
También pedíamos otras muchas cosas. Algunas de ellas se han ido demorando, aunque produciendo. Otras de ellas creemos que se van a sustanciar en un proyecto muy elaborado que tenemos en CLABE para los fondos europeos. Desde el proyecto de un medidor de audiencias muy potente, hasta herramientas de gestión preparadas para este nuevo mundo de los suscriptores o muros porosos o de la comercialización del tráfico online.
Creo que cuando acabe el ciclo de la adjudicación de los fondos europeos, podremos presumir de que unas cuantas sí que se han sustanciado en algo concreto.
El razonamiento de estas medidas es que el sector tiene una importancia capital para la sociedad, según has explicado. «Si los medios desaparecen la sociedad entera será más pobre», dijiste.
Sí, es que ten en cuenta que somos un sector que está en la Constitución. El sector de los medios es clave en el funcionamiento de las sociedades democráticas y hay que preservarlo. Sobre todo en tiempos como estos, de turbulencias, de fake news y desinformación como una de las técnicas políticas más peligrosas.
Somos un sector fundamental en el buen funcionamiento del Estado de derecho. Sin los medios de comunicación, la sociedad democrática no funcionaría igual. En la vigilancia del poder, en los debates públicos, en la participación de los ciudadanos en la vida pública. Todo tiene que ver con la asistencia de una prensa libre, plural, amplísima e independiente.
Y aun así, durante mucho tiempo nadie quería abrir públicamente el melón de la publicidad institucional, de cómo se reparte y se castiga o premia con él. En una charla hace unos años junto a tu hijo, Ignacio Escolar, dijiste que hablar abiertamente de ello era «una de tus batallas».
No mía, sobre todo de la asociación de editores. Antes estábamos los pequeños y los medianos. Ahora no, somos ya más grandes porque muchos de los nativos digitales están en CLABE . Hace diez años teníamos mucha prensa de nicho y poca prensa de grandes editores y nos encontrábamos con algo que nos parecía tremendo: unas grandes partidas de publicidad institucional, ojo, no solo en la Administración Central del Estado, que también, sino en las autonómicas (en las Comunidades Autónomas, en las Diputaciones, en los Ayuntamientos) de dinero público que se repartía casi sin ningún criterio
Lo que llamaste la ley «del trabuco y el pesebre».
Exactamente, esa era la ley oficiosa. Hay una ley oficial de publicidad institucional de 2005 en la que yo participé, porque nos llamaron desde el Gobierno —el primero de Zapatero— para solicitar ideas. Esa ley está llena de bondades, pero en la práctica no funciona como debiera funcionar. Hemos pedido recientemente al Gobierno que le eche una pensada por si no hay que hacer una ley nueva, no reformar la vigente que responde a una realidad de 2005. En estos dieciséis años todo eso ha cambiado mucho y no se pueden poner parches.
En 2005 dimos una batalla de aquello porque considerábamos que el dinero público de la ley de publicidad institucional acababa casi siempre en las mismas manos: en la de los grandes grupos de comunicación, ni siquiera medios, sino grupos. Había medios de comunicación grandes que no entraban porque no estaban bajo el paraguas de un grupo. Nos parecía que era profundamente injusto, una perversión del dinero público, y no podía ser. Estuvimos muy activos en todo lo que tenía que ver con esto, en seguimiento de las campañas, de las adjudicaciones vía agencia de medios… Llevamos una vigilancia de que realmente se planificaba conforme se decía, y no siempre se hacía así. Yo me harté de mandar cartas de protesta a la máxima responsable de la publicidad institucional de la Administración Central del Estado, que suele ser la vicepresidenta del Gobierno, en aquella época era María Teresa Fernández de la Vega y después fue Soraya Sáenz de Santamaría.
¿En qué quedó?
Primero se consiguió una mayor sensibilización de las administraciones públicas, que fueron conscientes de que este era un problema y había que afrontarlo. Metieron algunos mecanismos en los sistemas de adjudicación de campañas a las agencias de medios para intentar proteger esto. No tuvo mucho resultado pero algo dio. Empezaron a entrar más medios medianos en el reparto de la publicidad institucional, pero es verdad que todavía queda muchísimo por hacer. Creo que es necesario una nueva ley de publicidad institucional, un debate serio de si estamos haciendo las cosas conforme hay que hacerlas en el mundo actual. Seguimos con parámetros del mundo antiguo y ese ya ha desaparecido de los medios. El papel de las agencias de medios también hay que revisarlo.
Tal y como está organizado ahora ese mercado, ¿es la manera más correcta? ¿Y tiene que ver todo esto también con la medición de las audiencias? Insisto, estamos ante dinero público. ¿Cómo pueden tener las administraciones la certeza de que ese dinero está bien empleado, donde tiene que estar empleado, conforme las criterios de no discriminación y que hay que intentar preservar a todo el tejido industrial del sector? No se puede quedar ese dinero siempre en la misma gama del sector, en los grandes.
¿Estás diciendo que ya no existe la ley del trabuco y el pesebre…?
Eso ya ha desaparecido, o ha bajado mucho. Durante mucho tiempo pasaron cosas incomprensibles. Medios que no tenían datos y que tenían unas bonificaciones muy grandes de algunas instituciones públicas, y al revés. Medios que tenían datos para aburrir y estaban infraplanificados.
Algunas polémicas nos vinieron bien, por ejemplo se descubrió toda la planificación de publicidad institucional del Canal de Isabel II, que era uno de los grandes inversores en aquella época y tenía unas partidas descomunales. Después de la Comunidad de Madrid como tal, que era de quién dependía, el Canal era el segundo inversor de publicidad. Se supo todo lo que habían invertido en los últimos diez años y era tremendo lo que había ahí: trabuco y pesebre.
¿Qué es trabuco? Aquellos editores que decían: «O me pones, o te disparo». Y pesebre es sencillamente que a los medios que piensen como yo les pongo más publicidad, y a los demás no les pongo o les pongo menos. Y eso por desgracia se hacía con todo tipo de administraciones, gobernadas por el PP o por PSOE… y los que dominasen en Euskadi y Cataluña.
Desde CLABE apoyamos a algunos editores que llevaron a los juzgados a algunos anunciantes y ganaron el pleito. Por ejemplo, un medio de León, nativo digital y de información local al que la Diputación no le ponía nada, lo denunció y al final ganó. Nosotros estuvimos apoyándolo con todo tipo de acciones, con nuestros abogados y todo. Ese tipo de cosas, aunque fueran esporádicas y por desgracia menos frecuente de lo que debiera, creo que consiguieron que por lo menos algunos de los administradores públicos ya se lo pensaran un poco mejor para no seguir en el trabuco y en el pesebre.
Algo que además se agravaba porque los propios medios no informaban de ello, y al que informaba, parecía que se estaba quejando porque «a mí me dan poco».
Sí, nadie quería hablar de ello. Nos pasó una cosa muy significativa en el primer Gobierno de Rajoy. Hizo una ley de transparencia, la primera, que tuvo un debate larguísimo en el Congreso y en los propios partidos. Nosotros, como CLABE, nos fuimos a ver a todos los grupos parlamentarios para pedirles que se metiera como objeto de la Ley de Transparencia la publicidad institucional. Eso obligaría a todas las administraciones públicas a rendir cuentas, explicitando al detalle en qué medios concretos se había ido hasta el último céntimo.
Convencimos a toda la oposición de que presentara una enmienda al proyecto de ley del Partido Popular. Yo me reuní con el entonces portavoz del PP, Rafael Hernando y le argumenté por qué creíamos que era bueno eso. Y salí convencido de la reunión de que lo había convencido. Pero… ¡No entró! [Risas].
Fue tremendo, porque en ese debate pedimos apoyo a la Asociación de la Prensa de Madrid y no nos lo dieron, a pesar de que argumentamos lo bueno que era para la independencia de la prensa.
¿Y cuál fue el contraargumento?
No hubo ninguno, aunque yo sospecho cuál fue. Aunque era la mayor asociación que hay en toda España, no le pareció que debiera entrar en ese debate. El saber lo máximo posible de donde viene todo el dinero refuerza una idea básica: la independencia y libertad de los periodistas, no solo de los medios y de los editores. En un debate de la asociación de los diarios de pago sobre este tema, propuse en público que los editores se comprometieran a publicar cada tres meses los ingresos de publicidad, diciendo el porcentaje y de dónde venía: sector público o privado, y que lo publicásemos. Nadie se atrevió.
¿No te parece que es un debate muy espinoso para el público que no conoce exactamente cómo funcionan los medios? Porque desde fuera puede parecer que sencillamente estáis pidiendo al poder público que os «financie», o que os financie más que a este otro rival. Siempre sale alguien a decirte que, siguiendo la lógica neoliberal, si el medio no es rentable por sí mismo, por qué va a tener el Estado que «subvencionarlo».
La publicidad institucional es necesaria porque es una manera de rendir cuentas ante los ciudadanos. ¿Qué estoy haciendo con su dinero? Estoy haciendo esta carretera, y hay que publicitar. ¡Para eso está! No es un derecho de los medios, no es de los políticos, es un derecho de los ciudadanos el estar informados por las Administraciones Públicas para que le digan todo lo que están haciendo. Lo dice la propia ley y me parece bien. Es una buena manera de definirlo.
Y por supuesto, creo que la publicidad institucional es lícita. Igual que la publicidad comercial de una empresa te dice qué productos o qué servicios tiene para ti, ¿por qué las administraciones públicas no van a decir estoy haciendo esto para ti? Para eso está.
Pero creo que hay que saber diferenciar una cosa de la otra. Los medios y los periodistas nos hacemos un flaco favor cuando mezclamos ambas, la comercial y la institucional. La diferencia clave es que la institucional no depende de que luego te parezca bien, mal o regular lo que hace el político de turno.
¿Has tenido casos en los que te han retirado o premiado la publicidad en función de la información que publicabas?
A mí me pasó en 20 Minutos alguna vez y me quejé amargamente a un gobierno autonómico.
20 Minutos tenía quince ediciones en quince ciudades distintas, y en una comunidad concreta llegamos a tener dos ediciones. Éramos un periódico muy relevante, de los más leídos allí… pero el gobierno autonómico no nos ponía publicidad y yo me quejaba por sistema. Un día, la portavoz del gobierno me dijo: «¿Sabes cuándo te voy a poner publicidad institucional? Cuando hables bien de mi señorito». Ese tipo de cosas se hacían.
Y luego otro político del signo contrario, estoy hablando ya de los dos grandes partidos, lo hacía al revés. Me llamaba para quejarse de algunas informaciones y me amenazaba con quitarme la publicidad institucional. Eso me pasó a mi como nos ha pasado a directores, subdirectores y redactores, y eso no puede ser.
Y se hace así, a careta quitada, de una forma frontal.
Algunos no disimulan pero ni un poquito. Yo creo que era un debate oportuno y vuelvo a lo de antes, tendría que haber entrado en la ley de transparencia. Clarificar que la publicidad institucional se haga con parámetros, que esté todo pautado, que sea transparente a dónde va y de dónde viene. Todo eso va en beneficio de la independencia de los medios, de la solvencia y de la libertad e independencia de los periodistas. Así nadie te va a amenazar, porque no va a tener manera de quitarte o ponerte publicidad.
Y eso pasaba en un diario como 20 minutos, que no tenía editorial y hasta mucho más tarde no incorporó las columnas…
Editorial no tuvimos nunca. Hicimos algún ensayo al principio y después otro potente en mis últimos años de director, cuando metimos una línea de opinión bastante fuerte. De hecho yo fiché a algunos columnistas bastante conocidos de la época. Al principio no quisimos ser prensa de opinión, queríamos ser de información pura y dura, y solo había noticias. Luego nos dimos cuenta que también ayuda al lector que le des no tanto la opinión del medio, como expertos que saben de cosas sobre temas de debate público. Ahí empezamos a meter muchas cosas de asuntos polémicos. Intentábamos hacer pros y contras, es decir, opiniones encontradas con más línea de opinión. No de la manera tradicional de el medio piensa esto, y eres bueno si lo piensas también. Nosotros dábamos más argumentos para que el lector configurase su propia opinión a partir de información y opinión de expertos. Pero siempre intentando equilibrar, no hacer todos de la misma gama.
Fundar un diario sin opinión ahora mismo es una marcianada…
La prensa se ha convertido también en una prensa de infopinión.
El discurso que pronunciaste en el Congreso de Huesca en 2015 proponía un decálogo para mejorar el periodismo, y hacía un análisis del «estado de la cuestión» de la profesión. Me da la impresión de que ha envejecido regular.
¿A qué te refieres?
A que se analizan muchas de las problemáticas del periodismo, pero no se menciona una de las más sangrantes: la profunda precariedad del oficio. Por ejemplo, que se pague mejor una columna de opinión que un reportaje sobre el terreno o con muchas fuentes y semanas de elaboración.
No te creas. Yo voy a debates y a tertulias no solo a Televisión Española, Antena 3 y Radio Nacional y eso está mucho peor pagado que nunca. ¿Mejor pagado que información pura y dura? Es posible.
Y una columna, mucho mejor que un reportaje.
Pues mira, en Archiletras no. Las columnas no las pagamos mal, pero los reportajes los pagamos bien también.
Pero no es lo dominante. Mira lo que ha ocurrido con la muerte de David Beriain y Roberto Fraile, que todos los medios les reconocen su profesionalidad y riesgo por informar en zonas de conflicto… pero son los mismos medios que les pagaban cincuenta euros por una crónica.
La precariedad de una gran parte de los profesionales del periodismo es galopante y va a más. Y es cierto que viendo ahora los diez puntos de mi discurso, eso no lo mencionaba, y creo que es un error, porque la crisis económica ya había afectado a las redacciones en el Congreso de Huesca.
Esa precariedad está en nuestro sector y en otros muchos. Es verdad y es triste, que sois la primera generación que vais a tener peores condiciones que vuestros padres, pero no solo en el periodismo, sino en muchos campos. Es una reflexión que se debe hacer en la sociedad en general. Todavía hay insuficiente percepción de eso y es un problema tremendo. La historia de la civilización ha sido la historia de progresos continuos generación a generación, también salariales. Pero de repente, cuando estás progresando como sociedad en tecnología y en derechos, y sin embargo vas hacia atrás en retribución… eso es triste.
Yo sigo muchos los informes de la APM sobre la profesión periodística, y se observa cómo vamos a peor año tras año. Sueldos medios peores, precariedad galopante, menos indefinidos y más temporales, a los colaboradores precios inferiores…. Yo mismo voy a algunas tertulias o debates de televisión donde hoy me pagan una quinta parte de lo que me pagaban hace diez años. Se ha caído el 80 %.
¿Pero no ves un desequilibrio en que la opinión esté mejor pagada que la información? Aunque solo sea por el tiempo que llevan una y otra…
Ya, pero no midas el tiempo en cuánto te ha costado ponerte a escribirla, no es eso… ¿Cuánto tiempo de ejercicio profesional te ha costado ser capaz de escribir una columna de opinión?
Todo esto insisto en que tiene muchos matices. Hay columnas de opinión que son una ocurrencia y hay otras que llevan detrás muchos años de ejercicio profesional y de seguir atentamente a un partido, o a un líder político o a lo que sea; para saber exactamente qué estás diciendo y no opinar a humo de paja, sino sabiendo exactamente cuál es la trayectoria de ese partido, ese personaje o ese tema concreto. Y eso no se mide en el tiempo que tardas en escribir la columna, sino en cuánta inversión profesional has hecho tú en ti mismo para ser capaz de hacerlo. Luego es opinable que sea buena, mala, regular, o prescindible u horrorosa.
Mi intención no era desacreditar la opinión, si no que poniéndolas una frente a la otra…
En eso te doy la razón. Labores periodísticas de estas que citas como esos dos periodistas sí que están horrorosamente mal pagadas, es un insulto.
Una de las cosas que destacas como logro de CLABE es que ahora los editores estáis mucho más unidos.
Sí, porque todos somos conscientes de que nos pasan problemas parecidos. Al de tu lado lo puedes ver como un competidor o como un aliado, aunque solo sea para hacer opinión pública de que tienes determinados problemas con el sector y que hay que solucionarlos. Esa ha sido la idea no solo de CLABE, sino de la plataforma de editores que estamos constituyendo con otras asociaciones. Creemos que como sector somos diferentes, porque tenemos un papel que jugar en la sociedad. Mejor unidos para reivindicar.
No merece la pena estar cada uno por su lado disparando según qué objetivo cortoplacista. Y date cuenta que con el nuevo nombre, cuando la AEEPP pasa a ser CLABE es todo intencionado, incluso el nombre, club, concepto de apoyo mutuo, abierto… Esto no está cerrado solo para los listos, cualquiera que quiera hacer contenidos, información o entretenimiento también es un editor. No queremos cerrar una viña como se hacía antes. El mercado está evolucionando y va cada día más deprisa y o nos adaptamos a esos cambios, o estamos muertos como editores o como lo que seamos
Si la recuperación económica tarda, que por desgracia lo está haciendo, va a dejar muchos cadáveres del sector en el camino. Hay muchos medios pequeños, medianos y grandes también, que lo están pasando muy mal. Están anunciando ERES grupos editoriales muy grandes. Y todo eso son periodistas que se van al paro y proyectos de editores que a lo mejor no son viables.
Tenemos que afrontar todos los problemas del sector en su conjunto cuanto antes. Por eso hemos insistido tanto en que queremos estar en los fondos europeos. Si nos dan recursos suficientes para tener herramientas, tendremos un sector mucho mejor, transformado, diversificado, más plural y con unas fuentes de ingresos más diversas para no tener una dependencia excesiva de nada. Yo creo que ese es el objetivo, es decir, si no somos capaces de aprovechar esta circunstancia para transformar el sector, nos va a ir muy mal.
Te gusta mucho citar a Chomsky cuando dice eso de que el verdadero peligro de la prensa es acabar convertida en «la industria de las relaciones públicas de las élites políticas y financieras».
Sí. Es que tu lo aplicas a cualquier situación y es así. Corremos el riesgo de convertirnos en la industria de las relaciones públicas de las élites políticas y financieras. Eso es lo que no debe ser la prensa. No podemos ser relaciones públicas de los poderosos, no es nuestro papel.
En tu labor como tertuliano has vivido en esta etapa reciente el dilema en los medios de comunicación de cómo informar sobre la ultraderecha. Has tenido encuentros con Macarena Olona y con otros de sus representantes. ¿Cómo lo afrontas? ¿Te planteas si entrar en el barro y desmontar sus argumentos, o te aterra comprarles su «agenda» y acabar funcionando de altavoz de ciertas ideas? ¿Es irresoluble el dilema?
Hay algunos medios privados que a Vox les han dado más bola de la que les correspondía. Yo no me meto en eso, son decisiones privadas de editores. A los medios públicos, por ley no les queda otra porque detrás de Vox, en este caso, hay un equis por ciento de votos, con lo cual tienen derecho a estar ahí. ¿Qué hay que hacer ahí como periodista? Pues preguntar, ser lo más incisivo posible, respetar que estás delante de alguien que tiene una representación pública que se la ha dado el sistema democrático, incluso aunque ese alguien no lo respete. Ahí lo que hay que hacer es preguntar, repreguntar y al mismo tiempo, dejar bien claro que no comulgas de muchas de sus cosas. No podemos normalizar que esos partidos, uno en concreto que es de carácter xenófobo evidente, homófobo casi evidente y otras muchas cosas, nos parezca uno más. ¿Que tiene representación pública? Sí, pero que muchos de sus postulados no son admisibles en la sociedad democrática, también. Por lo que hay que combatirlos con los medios de la dialéctica, no con otros.
Algunas veces he estado tentado a no preguntar, pero me parece que eso no es lo que uno debe hacer. Hay que preguntar y hay que desmontar. Ante mí, un representante de este partido, metió una mentira flagrante a una pregunta de otra persona. Eso hay que desmontarlo, y si puedes en el mismo momento. A veces no tienes la capacidad o la memoria para decir que eso no es así, sino todo lo contrario. Pero hay que desmontar a los que están llenos de mentiras.
¿Como tertuliano también has tenido «llamadas de arriba»?
Sí, de gente con la que tengo relación o gente a la que apenas conozco y a lo mejor se permite, después del programa, llamarte o mandarte un mensaje. Me parece que es parte del oficio. Tú en tu sitio, yo en el mío, y ya está. Y si te has equivocado, pues decir sí, me he equivocado.
Ese era uno de los diez puntos del Congreso de Huesca.
¡Hombre! Ese es de libro. No somos conscientes de lo importante que es eso. Los periodistas somos más creíbles cuantas más veces rectificamos, si es que tenemos que hacerlo. Si no, ¿cuál es tu credibilidad si te empecinas en el error? Si has cometido un error en una portada, no rectifiques en un breve en página par. Que al menos sea casi igual de visible que el error.
En cuanto a las presiones, llamadas, quejas… Yo he tenido experiencias casi siempre positivas. Una vez tuve que rectificar en público a Pablo Casado, cuando no era líder del PP. En uno de sus primeros directos televisivos, el pobre dijo una barbaridad, se equivocó en una cosa. Habían salido los datos del paro, gobernaba Rajoy. A Pablo no sé si alguien le pasó mal la chuleta, o que él la entendió mal, pero dijo que de los contratos que se habían hecho el mes anterior, el 90 % eran indefinidos. Entonces cuando me tocó a mi preguntar, le dije : «Señor Casado, usted es de letras como yo, pero se le ha deslizado una coma. No era el 90 %, era el 9 %». Yo vengo de la prensa económica, esas cosa me la sé y él se empeñó en directo en que no. «Le ruego que lo mire», le dije. Y efectivamente, acabó el programa, vino y me dijo que tenía razón. Públicamente no dijo nada, tampoco me rebatió mucho en directo. Pero no era una opinión, ¡era un dato! Saliendo del plató, vino y se disculpó. Es insólito.
¿Y cómo fue verse propuesto como director de RTVE, en mitad de ese fuego cruzado entre PSOE y Unidas Podemos? Porque UP quería a Ana Pardo de Vera…
Bueno, yo estaba ahí sin querer. Yo no pretendía RTVE ni muchísimo menos. Y en un mismo día, todo se sustanció. Yo recibí una llamada del presidente del Gobierno que me ofreció eso, y unas horas después se descartó. Estar en mitad de ese fuego no te hace ningún favor porque no tiene sentido. Además, a mí me propone directamente Pedro Sánchez y directamente Pablo Iglesias me dice que no seis horas después.
Y yo no quería esa presidencia, estaba lanzando ya Archiletras, el proyecto lo había anunciado dos días antes en un congreso internacional de profesores de español como lengua extranjera en la Universidad de Salamanca. Lo había sacado hasta Efe como noticia. Y a mí con todo lo de RTVE, me meten en un lío que yo no le pedí a Pedro Sánchez, ni muchísimo menos. Él me lo propuso y su principal apoyo parlamentario, que era Podemos, me vetó. Hay que decir en honor a Pablo que me llamó para decírmelo.
Y cuando te llamó el presidente, ¿la respuesta fue sí?
No, no, no, no… Yo hice multitud de preguntas. No dije que sí, porque no tenía sentido en ese momento. ¡Era un marrón enorme! Yo no quería para nada, ni una gana tenía. Voy a contar otra cosa que no debiera, pero la voy a hacer. Hay que poner en valor que cuando ya se resolvió todo, y no salió tampoco la persona que propuso Pablo, el presidente del Gobierno me llamó y me dijo que me pedía disculpas si me había metido en un lío.
Un poco te metió…
Sí, pero tuvo la gallardía de pedir disculpas y decir que pensaba que Pablo Iglesias no se iba a oponer. Digo: pues ya ves… Estuvo bien. Mejor que me sacaran de este lío, porque si yo hubiese sido presidente de RTVE, Archiletras no existiría, probablemente. Anuncié el proyecto para salir en octubre y esta llamada fue en junio. Ya tenía hecha toda la inversión y varios de los acuerdos de socios patrocinadores iniciales. Si me hubiese tenido que ocupar de RTVE, esto no hubiera salido, por lo menos en ese momento. De hecho, unos meses después, Pablo Iglesias me felicitó por Archiletras, y le dije que la revista existía entre otras cosas gracias a él, porque sin su veto para RTVE no hubiera existido [Risas].
Una cosa que se me ha olvidado mencionar antes. Al margen del tema de la publicidad institucional desde CLABE estáis dando la batalla con «el canon AEDE». Dame una explicación para neófitos, ¿qué es lo que reclamáis?
En el año 2013/14, en el Gobierno de Rajoy, la AEDE, ahora AMI (la asociación patronal de los editores de prensa impresa de pago), convenció a la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría de que metiera en la Ley de Propiedad Intelectual (LPI) un artículo, el 32.2. Este decía que el enlace en online de contenidos de cualquier editor llevaba retribuido un canon irrenunciable por parte de los editores, es decir, era obligatorio cobrarlo. No solo era obligatorio pagarlo, sino que cada editor tenía la obligación de cobrarlo, no lo podía regalar. Y además había que gestionarlo a través de sociedades públicas de gestión de derechos.
En CLABE vimos que eso era un atentado contra la libertad de empresa. Si los derechos son míos como editor, yo puedo regalarlos y hacer lo que me dé la gana, o ponerle el precio que yo creo que vale, no el que me diga una sociedad de gestión o que me obliguen a cobrarlo. Y esa fue la madre del cordero. Nos pusimos en contra de lo que la AEDE llamaba «tasa Google», porque creían que Google pagaría, y no lo pagaron. Nosotros lo llamamos el canon AEDE, porque sabíamos que ellos eran los que habían convencido al gobierno de que lo metiera.
¿Qué intentaba con eso AEDE? Pues por un lado ingresar pensando que las tecnológicas iban a regalarles el dinero —que no se quién les convenció de eso— y dificultar que afloraran medios nuevos que era una manera de cerrar la viña, que fuera difícil entrar. Estaban preocupados por la eclosión de medios digitales nativos cada día más potentes y mejor posicionados gracias a los buscadores. Querían mantener privilegios que arrastraban y nosotros estuvimos claramente en contra de eso. Teníamos claro que si los derechos eran nuestros, podíamos hacer lo que nos pareciera oportuno dentro de la legalidad a nivel empresarial. Además, eso no era eficaz porque no iba a haber ingresos, como se acabó demostrando.
Los buscadores te dan algo y tú les das algo, tus contenidos les vienen bien, pero ellos te dan visibilidad en un mercado que es inmenso. Tú puedes tener muy buen producto, pero si no eres capaz de llegar a quien te conviene, te da igual. En el arca, ese producto no se vende. Nosotros considerábamos que la retribución de los agregadores y buscadores ya la teníamos por vía de la visibilidad. Estamos hablando de un escaparate. No quiero que además me pague, o por lo menos quiero tener la facultad de regalárselo o decidir que lo gestiono yo directamente. Ahora estamos pendientes de la adaptación española de la directiva europea, que es inminente, aunque eso lo llevan diciendo desde hace meses, pero creo que ahora sí que es cuestión de semanas. Y esperemos que nos den la razón, que vaya por ahí.
Por hacer un poco de abogado del diablo y mirando los datos, todos los estudios de la confianza en los medios de comunicación dicen que más del 70 % de los encuestados asegura que los medios no son objetivos ni realizan su trabajo de manera imparcial. ¿No es para echarse a temblar?
Lo que tiene que ver con la confianza, pues sí. La mala prensa que tiene la prensa nos la hemos ganado a pulso. Independientemente de la percepción de este lado de la opinión pública, que creen que los medios del otro lado son nefastos y los suyos maravillosos. Y al revés, ¿eh? Eso es una distorsión que tiene otro tipo de orígenes y de consecuencias. Pero que tenemos una creciente mala fama como sector, claro. No hemos sido capaces de hacer bien las cosas y nos hemos cargado de argumentos contra nosotros mismos. No solo en ese tipo de encuestas del Ministerio de Cultura. En el CIS, cada vez que preguntan, aparecemos a veces como un problema y eso es muy grave.
¿Y es recuperable?
Debiera serlo. No soy muy optimista, pero tampoco quiero ser pesimista. A peor no debemos ir. Insisto en lo que te decía antes, que estamos ante una oportunidad magnífica porque vamos a dotarnos de unos instrumentos y unos recursos financieros para intentar transformar al sector. Es fundamental que lo consigamos en todo tipo de cosas, no solo en la solvencia económica, en el rigor, en diferenciar muy bien de lo que son medios y lo que son charcos en los que circulan cantidad de información averiada. Hay que diferenciar muy bien qué es una cosa y qué es otra. Y no hablo de posicionamientos ideológicos, para nada. Hablo de buena praxis profesional, punto. Y se puede estar aquí o allí en el arco ideológico, pero es igual, tenemos que tener la misma pretensión: calidad, transparencia, que esté claro qué somos, qué queremos ser, cómo nos financiamos, cómo sobrevivimos desde el punto de vista económico; y todo eso irá en beneficio del sector. ¿Hay que ser muy optimistas ahora? Tenemos una oportunidad, aprovechémosla. Es cierto que la mala imagen pública que tiene el conjunto de la prensa es preocupante, muy preocupante. No es nuevo, ¿eh? Llevamos muchos años. Entre todos hemos hecho méritos para que no mejore.
Una de las cosas que decías cuando tu hijo se metió en el periodismo era que no le ibas a dar trabajo y no lo has incumplido hasta el momento. ¿Algo que sí hayas incumplido que pensabas que no lo ibas a hacer?
No lo sé… seguro que he cometido errores por un tubo. Esto es una actividad profesional e intelectual muy delicada, y a veces tienes más información o más experiencia de cosas que antes no conocías, y cambia tu opinión sobre ellas. He hecho cosas que no debería haber hecho. Seguro.
Te equivocas y aciertas muchas veces. Y muchas veces pasa un tren y no sabes cogerlo, y otras veces lo coges. Muchas veces me planteo qué hubiera sido de mi vida si no hubiese contestado a aquella llamada de El País en 1983. Hubiese sido un profesor de instituto, creo.
Uno no es solo su trayectoria profesional y las cosas que ha hecho en ella, también es de lo que podría haber hecho y no hizo. Yo he cambiado mucho de función y hubo una época en la que en tres años estuve en cinco diarios distintos. ¡Cambiaba cada nueve meses! [Risas]. Me hacían ofertas y yo decía que sí. Fue entonces cuando aprendí a decir que no, y desde entonces he dicho que no a muchas cosas, algunas muy gordas. Cuando cumplimos determinados años, los periodistas deberíamos añadir al currículum no solo lo que hemos hecho, sino lo que podríamos haber hecho y no hicimos. Y dices, ¿me equivoqué o acerté? No lo sabes.
Dame algún ejemplo.
Un día me ofrecieron la dirección de dos revistas distintas en la misma comida. Pensé y a las dos les dije que no. Otro día me ofrecieron la dirección de un periódico de provincias y estuve casi a punto de decir que sí… pero al final dije que no.
A veces me he arrepentido. Me propusieron ser subdirector de El País, me lo pensé, dije que sí y a los dos años, por mi bien, me fui. Fue el mayor error de mi vida . No irme, sino aceptar esa oferta. Fue la época más infeliz en mi vida profesional. Yo era subdirector del domingo y miembro del Comité de Dirección y libraba los lunes. Un lunes, en el Jardín Botánico, de paseo, decidí que no iba a seguir siendo infeliz. Hice una llamada y al día siguiente me largué. Fui allí, hablé con el director, y le dije «Me voy. Esta misma tarde me voy a mi casa». Reuní a mi equipo, se lo dije y me largué. Lo tendría que haber hecho antes… Pero de todos los sitios, aunque te equivoques, aprendes.
En Huesca decías: «Ya he estado casi más tiempo de jefe que de indio». A día de hoy ya puedes borrar el «casi», ¿no?
La primera dirección la tuve con treinta y dos y ahora tengo sesenta y cuatro, o sea que… Pero fijate, la época más feliz de mi vida fue de reportero en El País. No estaba ni en nómina, y profesionalmente fue un período maravilloso. Pero de jefe en la misma casa, fue un horror.
Me acuerdo de otro sitio, en Cambio 16, que llegamos juntos tres o cuatro de la revista El Globo, que acababa de cerrar. Uno de ellos me dijo: «He mirado la mancheta y hay más jefes que indios, esto no puede ir bien». Luego funcionaba muy bien, pero era evidente la desproporción. Ahora, en Archiletras soy indio y jefe, me meto en el día a día y en todo lo que puedo, y aún más.
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Que el maestro del trabuco y el pesebre, paradigma del agitprop más casposo y que ya ha formado saga para vivir del pesebre público, viva como un marqués de ello, no nos queda otra que aguantar, pero que tengan la desfachatez de ocupar espacio y tiempo en este medio, es más de lo que puedo aguantar, hasta nunca y con mi modesta contribución dineraria, que el estado me robe para mantener escolares pesebreros, comisarios políticos con trazas stalinistas, auténtica inquisición del pensamiento y masestros del liberticidio, no lo podré evitar, mientras exista esa vergonzosa ley del subsidio pesebrero, otrora muy bien llamada, fondo de reptiles,ley de publicidad institucional, y amorrado por los genes al pesebre público, ahora su nuevo «proyecto», para robar al pagano… «tenemos una distribución muy fuerte. Mucho más de no pago que de pago, porque Archiletras está montada con el apoyo de unos grandes patrocinadores institucionales. Grandes empresas e instituciones públicas que nos acompañan desde la fundación», je je je, «mucho más de no pago que de pago»,el sustrato de que el dinero público no es de nadie, mejor diga, mucho más de pago obligatorio, dinero publico,que de pago voluntario, con lo que tipos como este hace años tendrían que haberse dedicado a otra cosa para comer, pero mientras esté el pesebre público, no problem
Tras los personajes políticos, hay elemento mucho más peligrosos y nocivos, y entre todos, Podemos poner a la cabeza al siniestro Escolar
Hasta nunca.
Totalmente de acuerdo con su comentario.
Tanto Escolar padre como su hijo (Pre)Escolar son unos sicarios políticos de la izquierda reaccionaria española.
Expertos ambos en escupir odio hacia la mitad de España y en fomentar en Guerracivilismo de manera constante.
Ni que decir tiene, que ambos son apesebrados del sistema de subvenciones del Pensamiento Único que aboga por la censura y la manipulación (Ley de Memoria Democrática); y ambos tienen vínculos con el Comunista Independentista Millonario, Roures; personaje siniestro que financió sus medios en varias ocasiones (Público, eldiario…).
Dos generaciones de limpiabotas-mediáticos del del partido más corrupto de la historia de España: el PSOE.
Estoy de acuerdo con ambos. Ahora, …. soslayando las connotaciones ideológicas, ¿en qué se diferencia este pájaro de los de El País, El Mundo, ABC, La Razón, La Vanguardia? ¿Y los de Okdiario o La Gaceta?
El periodismo es un bluff everywhere.
Después de leer la entrevista, que en sí misma me parece buena, la sensación que queda del sector es nefasta. Una prensa que en lugar de pensar en cómo extirpar el cáncer la corroe,
esto es los pagos en B de los empresarios o con facturas falsas a cambio de callar las verdades, ya está con la mira apuntando al maná del dinero público que vendrá desde Europa.
Hoy en día en España se hace periodismo, pero desde luego no lo hace ninguna de las cabeceras grandes.
Hay un libro imprescindible, del exdirector de «El Mundo» David Jiménez, donde cuenta lo que todo el mundo sospecha, esto es que todo el Ibex 35 y los grandes empresarios,
sobornan a la prensa digámoslo por su nombre, a cambio de que mientan u oculten las verdades. Y ese es el problema de la prensa y no otro, lo que David Jiménez denomina como «Los acuerdos»,
que eran la manera de cuadrar las cuentas en el periódico El Mundo y que sin lugar a dudas es una práctica habitual en todas las cabeceras.
Recientemente han hecho a Pepa Bueno directora del País. Ya se pueden imaginar qué clase de periodista es, cuando el Banco Santander y Oghourlian con los demás fondos de inversión, los Polanco etc. deciden que esa periodista que lleva décadas viendo caer a compañeros
es la adecuada para seguir con el modelo de periodismo actual, que escribe al dictado de la banca y el Ibex que para eso pagan bajo cuerda.
El sector ha dado totalmente la vuelta a la función de lo que solía ser un periódico; Antes vendían noticias, información, ahora el negocio ha cambiado y hoy día se cobra por callar cuando no mentir.
¿Como es posible que todas las portadas en los 4-5 principales periódicos estén compradas por las entidades que más delinquen?
Si uno mira las cabeceras online, los bancos tienen comprado permanentemente espacios publicitarios en todas ellas, todos los días de la semana. ¿Qué posibilidades hay de que esos periódicos
me cuenten algo que perjudique a esos bancos o a alguna de sus muchas empresas de las que son accionistas? Ninguna.
La prensa en España está MUERTA, ACABADA. Quedan algunas cabeceras pequeñas donde aún se hace periodismo honrado y podría dar algunos nombres, pero desde luego uno de esos no es Eldiario.es, cuyo subdirector y fundador Juan Luis Sánchez
es un alto cargo de la «Open Society Foundation» de George Soros. Cualquiera que sepa a lo que se dedica Soros con los medios de comunicación mediante sus fundaciones, ya sabe qué clase de periodismo puede esperar ahí.
El mismo que en los otros medios donde el Ibex 35 paga diaria y religiosamente ingentes cantidades de publicidad.
Por más que uno lee la prensa, no hay manera de quitarse de encima esa sensación de «me están estafando» y es así porque el relato que se vende diariamente, es una estafa patrocinada por el Ibex35 y la banca.
El señor Arsenio Escolar, se queda muy en la superficie, porque bajar un poco en la cloaca conlleva peligro de asfixia. Cualquiera que tenga un conocido trabajando en el sector, lo corrobora sin lugar a dudas: LA PRENSA ESTA MUERTA.
Podría poner ejemplos recurrentes cercanos en el tiempo de cómo se falsea la realidad, por ejemplo con el tema de las okupaciones, algo inventado, para el ciudadano medio que afecta mínimamente a los pisos vacíos de los bancos
y como ellos son los jefes últimos de la prensa, pareciera que si uno baja a por el pan le van a okupar la casa. Cosa desmentida con cifras por algún juez últimamente que confirma que las cifras de okupacion de 1ª vivienda en España son ridículas.
Es solo un ejemplo de cómo se manipula todo lo que afecta a la banca y se oculta por ejemplo cuantas decenas de miles de desahucios hace cada banco, y cuánto dinero público recibió en la quiebra del 2008.
Son ejemplos a vuela pluma mejor explicados aquí: https://www.eulixe.com/articulo/sociedad/casa-siendo-okupada-momentos/20200827181618020541.html
En definitiva, la prensa vende publicidad, vende tapar la delincuencia de guante blanco y vende apoyar la política de la banca que para eso pagan. Y eso perdónenme ya no es prensa.
Son la versión de Curro Jiménez con el trabuco, a la espera que pase la carroza con los franceses para darles el palo, en este caso con forma de fondos europeos.
Señor Escolar su sector no es la prensa, se dedican a producir abono por decirlo finamente.
Después de leer la entrevista, que en sí misma me parece buena, la sensación que queda del sector es nefasta. Una prensa que en lugar de pensar en cómo extirpar el cáncer la corroe, esto es los pagos en B de los empresarios o con facturas falsas a cambio de callar las verdades, ya está con la mira apuntando al maná del dinero público que vendrá desde Europa. Hoy en día en España se hace periodismo, pero desde luego no lo hace ninguna de las cabeceras grandes. Hay un libro imprescindible, del exdirector de “El Mundo” David Jiménez, donde cuenta lo que todo el mundo sospecha, esto es que todo el Ibex 35 y los grandes empresarios, sobornan a la prensa digámoslo por su nombre, a cambio de que mientan u oculten las verdades. Y ese es el problema de la prensa y no otro, lo que David Jiménez denomina como “Los acuerdos”, que eran la manera de cuadrar las cuentas en el periódico El Mundo y que sin lugar a dudas es una práctica habitual en todas las cabeceras. Recientemente han hecho a Pepa Bueno directora del País. Ya se pueden imaginar qué clase de periodista es, cuando el Banco Santander y Oghourlian con los demás fondos de inversión, los Polanco etc. deciden que esa periodista que lleva décadas viendo caer a compañeros es la adecuada para seguir con el modelo de periodismo actual, que escribe al dictado de la banca y el Ibex que para eso pagan bajo cuerda. El sector ha dado totalmente la vuelta a la función de lo que solía ser un periódico; Antes vendían noticias, información, ahora el negocio ha cambiado y hoy día se cobra por callar cuando no mentir. ¿Como es posible que todas las portadas en los 4-5 principales periódicos estén compradas por las entidades que más delinquen? Si uno mira las cabeceras online, los bancos tienen comprado permanentemente espacios publicitarios en todas ellas, todos los días de la semana. ¿Qué posibilidades hay de que esos periódicos me cuenten algo que perjudique a esos bancos o a alguna de sus muchas empresas de las que son accionistas? Ninguna. La prensa en España está MUERTA, ACABADA. Quedan algunas cabeceras pequeñas donde aún se hace periodismo honrado y podría dar algunos nombres, pero desde luego uno de esos no es Eldiario.es, cuyo subdirector y fundador Juan Luis Sánchez es un alto cargo de la “Open Society Foundation” de George Soros. Cualquiera que sepa a lo que se dedica Soros con los medios de comunicación mediante sus fundaciones, ya sabe qué clase de periodismo puede esperar ahí. El mismo que en los otros medios donde el Ibex 35 paga diaria y religiosamente ingentes cantidades de publicidad. Por más que uno lee la prensa, no hay manera de quitarse de encima esa sensación de “me están estafando” y es así porque el relato que se vende diariamente, es una estafa patrocinada por el Ibex35 y la banca. El señor Arsenio Escolar, se queda muy en la superficie, porque bajar un poco en la cloaca conlleva peligro de asfixia. Cualquiera que tenga un conocido trabajando en el sector, lo corrobora sin lugar a dudas: LA PRENSA ESTA MUERTA. En definitiva, la prensa vende publicidad, vende tapar la delincuencia de guante blanco y vende apoyar la política de la banca que para eso pagan. Y eso perdónenme ya no es prensa. Son la versión de Curro Jiménez con el trabuco, a la espera que pase la carroza con los franceses para darles el palo, en este caso con forma de fondos europeos. Señor Escolar su sector no es la prensa, se dedican a producir abono por decirlo finamente.
Estoy de acuerdo con lo arriba indicado, PERO (con mayúsculas) los lectores y receptores de información también lo queremos así. La gente ya no quiere objetividad, no quiere que informen de cómo es la realidad y formarse una idea. Es al revés: la gente ya tiene una idea preconcebida de la realidad y quiere que los medios que consume le corroboren que ha acertado en su decisión.
¿Cuántos suscriptores de eldiario.es buscan de verdad objetividad en sus páginas? ¿Cuántos de Okdiario?¿o de cualquier otro? Pues eso…
Primero: Que semejante individuo vaya dando lecciones de ética periodística es lo mismo poner a Al Capone hablando de derechos humanos. Este individuo y su hijo han hecho el periodismo más sectario que ha visto nunca. Y no es que otros periodistas de otros medios se queden precisamente muy por detrás en el gran estercolero que es el periodismo español. Todos ellos no son otra cosa más que los apéndices de los partidos políticos. Los «Escolares», tentáculos de las izquierdas; los «pedrojotas» y similares (no sé sus nombres), de los centroveletas; los «Losantos» y similares, de la derechas. Y después siguen periodicuchos locales y regionales que no dejan de ser hojas parroquiales de los alcaldes o presidentes autonómicos de turno. Para esto sirvió que la constitución española incluyese la libertad de prensa, para que todos estos tipos se la cargasen vendiendo su alma.
Segundo: yo no pienso pagar una suscripción a un periódico para que me tomen el pelo, o para que me intenten lavar el cerebro, o vender basura. Lo llevan claro. Nunca compré un periódico. Me acuerdo que hace años leía muy por encima algún diario en papel mientras tomaba el menú del día o el café. Después, con la era digital, los he mirado por encima cuando eran gratis y sólo cuando ocurría algo serio (de lo cual al final siempre te enteras por amistades). Pero siempre he preferido leer un libro antes que cualquier periódico, de pago o no. Pero ahora que son de pago, lo último que voy a hacer es permitir que me estafen de esa manera. Hoy he ganado más leyendo «¿Qué es la vida?», de Erwin Schrödinger (por poner el libro que estoy leyendo ahora) que cualquier periódico.
No insista. De verdad, no hace falta. Está claro que usted nunca ha leido un diario.
Me llama la atención que jamás hablan de su familia,de quien fue el padre o el abuelo de Arsenio, a qué se dedicaban, qué hicieron durante la guerra civil…no hay nada, no dicen nada. Algo grave ocultan.