Ana Fabiola López Rodríguez (Málaga, 1987) es malagueña de nacimiento y granadina de adopción, es la cantante, compositora y productora que está detrás de Anni B Sweet, un nombre artístico que se puso en un momento de juventud y del que no está del todo contenta. Sin apenas tener nada grabado participó en el FIB, fue telonera de Antonio Vega llegando este a invitarla a cantar con él, nada más y nada menos que «La chica de ayer», rechazándolo por miedo a «cagarla» y arrepintiéndose a menudo de la ocasión perdida.
Hemos viajado a Granada para pasar una agradable mañana conversando con Anni en su casa. Repasamos sus inicios en los «Open Mics» de Madrid, su cambio de idioma del inglés al castellano en un momento de «bloqueo» y de cómo la psicodelia le ha indicado el camino para seguir acompañada de buenos amigos y mejores músicos.
Antes que nada, enhorabuena por los dos premios MIN (a la mejor canción y a la mejor producción). Creo que hoy, más que nunca, es necesario reconocer la labor de los músicos y de la música, que tanto nos habéis ayudado en el confinamiento.
Sí, yo también creo que es importante. A mí la música me ayuda sobre todo a salir adelante. Cuando estoy mal, me acuerdo de los premios y de las cosas bonitas que me dice la gente. Y el MIN de producción es el que más ilusión me ha hecho, porque este es un disco en el que yo también he metido mano. Y que reconozcan ese trabajo mola.
A Anni le interesa la moda y apuesta por marcas nacionales generalmente. Pero, ¿Ana Fabiola utiliza chándal y calcetines blancos? Confiesa.
Casi todos los días y a todas horas (risas). Es con lo que más cómoda estoy, sobre todo en casa. De hecho, me ha costado vestirme en condiciones para hacer la entrevista (risas). Me gusta ir cómoda y me gusta la moda, pero en un concierto no voy a sacrificar la comodidad por ir mona.
¿Dónde termina Ana Fabiola y empieza Anni? ¿Qué es con lo que Ana no se atreve y Anni dice «por qué no»?
Yo creo que son la misma persona. El nombre artístico surgió porque hacía música en inglés y me parecía que Ana López Rodríguez no me definía del todo. Aunque Anni B Sweet me parece que tampoco me define, no me gusta nada.
¿De dónde viene el nombre? Fue el que pusiste en tu MySpace, ¿no?
Exactamente. Estaba con una amiga escuchando «Johnny B. Goode» de Chuck Berry. Creo que le dije alguna bordería y me contestó: «Annie, be sweet». Traducido es: Ana, sé dulce. Hay gente que lo confunde y se piensa que significa «Ana es dulce», pero no. ¡Es un imperativo pidiéndome que lo sea! Se quedó así porque MySpace lo aceptó, si no hubiese buscado cualquier otro nombre. A día de hoy no me gusta, sobre todo cuando en las entrevistas se centran en lo «dulce» de mi música. Entonces tenía dieciocho años y nunca pensé en la repercusión que podría tener. ¡Ni siquiera pensaba que llegaría a hacer música de manera profesional! Y, de pronto, la gente te conoce ya con ese nombre y es muy complicado cambiarlo.
Te grababas cuando eras pequeñita con una grabadora que tenías en casa y el órgano de tu hermano.
Sí, el órgano con los samplers. ¡Ni siquiera llegaba a tocarlo! Le daba a una tecla y ya sonaba todo. Tenía salsa, pop, rock…
¿Era de los que se encendían las luces de las teclas que tenías que ir tocando?
¡El de mi hermano era algo más «pro»! No me acuerdo del modelo, pero lo sigue teniendo.
¿Qué tipo de música escuchabas en casa? ¿Era todo british o había nacional?
Qué va, ¡al revés! Había más nacional porque mis hermanos siempre han escuchado música de aquí. También se escuchaba mucho Pink Floyd y Bee Gees, aunque sobre todo Miguel Ríos, Radio Futura, Rosendo, Luz Casal…
¿Entonces por qué tu «lengua materna» para componer es el inglés?
Estudié en un colegio inglés desde muy pequeña y es el idioma que siempre usaba con mis amigos.
De Málaga te vas a Madrid a estudiar arquitectura y al tercer curso, lo dejas. ¿Cómo se lo toman tus padres?
En un principio mal, porque estaban preocupados por mi futuro, sobre todo mi padre. Él no me había escuchado nunca cantar porque no era algo que yo enseñase, era muy tímida. Mis padres están separados. Mi madre y mis hermanos sí que me habían escuchado alguna vez en casa, pero mi padre no, ya que los fines de semana que estaba con él no me ponía a cantar, y fue por eso por lo que le sorprendió, que fuese «de repente».
Yo le decía que iba a «open mics» en bares de Madrid y él veía bien que cantase, pero no que dejara la carrera. Estaba preocupado, pero yo creo que a la vez veía que podía ir bien esto de cantar. Aun así, yo dejé la carrera diciéndole que solo sería por un año para probar y que si la música no iba bien volvía.
Y no volviste.
No. Y ahora mi padre está supercontento, no tardó mucho en darse cuenta. Era más el miedo de dar el paso de dejar de estudiar, ¡que a mí también me daba! Mis hermanos siempre han estudiado ya que desde pequeños nos han inculcado eso. Entonces dejarlo, también me hacía sentir un poco mal.
Te gastaste parte del dinero que te mandaban en una guitarra. ¿Lo veías claro?
¡Yo creo que a esas edades no se puede ver nada claro! Y aunque me sentía un poco mal por no estar estudiando, y tener a todas mis amigas que sí, lo que me hacía sentir bien era tocar. Y como iban saliendo conciertos, no tenía tiempo de pensarlo demasiado.
Pero tú no sabías tocar la guitarra, ¿tuviste que dar clases?
No di clases, aprendí yo sola.
O sea, que cuando te decides que te vas a dedicar a cantar, no sabías prácticamente tocar. Más vértigo todavía…
No, no sabía, pero tenía a mi alrededor gente que la tocaba. Mis mayores influencias eran tías que tocaban la guitarra y cantaban. Yo quería hacer eso y no lo veía de otra manera. No quería que viniese conmigo un músico a todos sitios. De hecho, mi pareja de aquel entonces tocaba la guitarra conmigo. Cuando lo dejamos me quedé sin guitarrista y ahí me puse yo. Observaba mucho como tocaban los demás, sobre todo a mis hermanos. Creo que me fue más fácil por eso y porque con dieciocho años es más fácil aprender que ahora.
¿Qué recuerdos tienes de cuando empezaste a cantar en los «open mics» de Madrid?
Estaba siempre muy nerviosa y lo pasaba fatal. Lo hacía porque me empujaban mis amigos. Eso sí, la sensación de después, el aplauso, molaba un montón. ¡Es eso lo que me enganchaba! Recuerdo la primera vez que toqué y canté a la vez sola en el escenario. Estaba tan agarrada a la guitarra que, cuando la solté, ¡tenía las manos agarrotadas!
Grabas una maqueta con Brian Hunt (The Russian Red, Templeton…) y Javier Doria (The Melocotons) y ganas el premio Mondo Sonoro. ¿Fue una especie de trampolín?
¿Lo gané?
Yo he leído que sí.
¡Ah, sí! (risas). Fue el año que lo ganaron también los Lori Meyers y toqué con ellos en la fiesta. Me dio más difusión en internet. Era una buena época porque había muchas mujeres tocando y haciendo música de ese estilo de canciones, un poco más naíf.
¿Crees que hay machismo en la industria de la música en España?
Sí, claro que lo hay, aunque no en el círculo de la gente que trabaja conmigo. He tenido suerte con mi equipo, que siempre ha estado formado por chicos. Me han tratado muy bien, me han apoyado y han creído en mí. Lo he notado fuera cuando se ha hablado más de la ropa de que mi música; de una chica con guitarra o de mi nombre Sweet. Yo no he escuchado nada parecido de grupos de chicos. Aunque es verdad que ahora somos un poco más conscientes y estamos intentando arreglar todo eso.
¿Cómo se puede pasar por un festival como el de Benicassim prácticamente sin haber grabado nada?
No sé cómo pasó, yo tampoco lo entendí. Era muy difícil tocar en el FIB… ¡Algo verían en mí y en las canciones! (risas). Lo que escucharon fue una maqueta con cuatro temas. ¡Fue la leche! Yo no era consciente porque era muy joven, todo pasaba muy rápido y solo lo disfrutaba. Pero con los años si que piensas que tocar en el FIB con una maqueta es jodido. ¡Hoy en día es difícil tocar teniendo cuatro discos! (risas).
Fichas por Subterfuge Records en 2009 y grabas Start, restart, undo. ¿Qué sentiste siendo tan joven teniendo el respaldo de una discográfica importante?
Me sentí muy bien porque Subterfuge era la discográfica indie de toda la música que a mi me molaba. Y que ellos estuvieran interesados en mí fue una ilusión muy grande, que me ayudó también a tomar la decisión de dejar de estudiar. Tampoco fui muy consciente ni pensé en las cosas, hasta que di el parón de la gira del primer disco. Ahí fue cuando me vino tanto lo bueno como lo malo.
¿Podríamos definir Start, restart, undo como íntimo y acústico?
Íntimo en cuanto a letras son todos. En cuanto al sonido yo creo que era bastante alegre, con instrumentación y arreglos con bastante color, aunque se nota que es el primero y a la vez tiene un punto fresquito.
¿Es verdad que Antonio Vega te invitó a cantar con él en un concierto en Valencia?
Sí, me invitó a cantar con él y no lo hice. Abrí su concierto, a la gente le gustó mucho y pidieron otra. Yo le pregunté a Antonio que si podía y me dijo que por supuesto. Era muy humilde y cercano. Después me invitó a cantar con él «La chica de ayer» y yo, como tenía miedo a cagarla, le dije que en el próximo concierto lo haría, cuando me supiera bien la letra. Pero no hubo siguiente porque él ya estaba mal. Eso siempre me va a quedar ahí.
En El Alpinista de los Sueños le haces un homenaje a Antonio Vega junto a Sidonie. Es de los primeros singles que cantas en castellano junto a «Tumbado en mi moqueta azul».
«Tumbado en mi moqueta azul» es una canción que me la hizo un amigo y fue la primera en castellano. Es mucho más adelante cuando me pongo a escribir en español. Luego vinieron más con Coque Malla, etc.
Hablando de colaboraciones, tienes muchas con gente muy importante. Vienes de hacer una con Mikel Erentxun y Antonio Arias.
Exactamente, que no me puede hacer más ilusión.
A Lagartija Nick no los conocías cuando llegaste a Granada.
Sabía quiénes eran, pero no me había parado en su música. Tengo la suerte de tener a mis hermanos, que siempre me ponen al día de toda la música buena.
Yo sé de alguien que te dijo que los escucharas porque te iban a gustar.
Nada más conocer a Noni me puso Lagartija Nick, en concreto Zona de conflicto y me pareció flipante. Después ya me puse a mirar todo lo de alrededor de Antonio Arias, que era un mundo que a mí me atraía muchísimo.
Su nuevo proyecto, Hola Tierra, es precioso y ya se puede escuchar, pero solo en vinilo. Hasta dentro de unos meses no saldrá en ninguna plataforma digital. Es un formato que no se había hecho hasta ahora y que incentiva la compra de discos. Creo que muchos músicos empezaremos a hacerlo. Hay que darle importancia al formato físico.
Volvemos a Start, restart, undo. Al año siguiente consigue editarse en once países: Dubái, Japón, Canadá, Taiwán…
Se editó en muchos sitios, es verdad. ¡Ya podría haber ido yo a todos! Estuve en Japón, Europa, México y Argentina.
¿Alguna vez pensantes en que esto podía ocurrir con tu primer disco?
No. De hecho, como ya he dicho, no era consciente hasta que pasó todo. Estaba flipando porque iba con mis amigos de la banda de un sitio a otro con muy buen rollo y pasándolo muy bien. Aunque también lo pasamos mal, porque el momento de los nervios de subir al escenario…
Con este disco también vinieron muchos premios: la creadora más joven nominada a artista revelación, el primer premio Guille a mejor artista pop en 2010…
¡Wow! No me acordaba de todo eso. ¡Qué guay!
¿Cómo se te ocurrió hacer la versión de «Take on Me»?
En realidad, fue cosa de Javier Doria, que era mi guitarrista entonces. Estábamos en su casa y empezamos a tocar el tema como cuando estás con amigos. Esta tenía su punto porque era muy ochentera y la estábamos tocando «suavito». Cuando la arreglamos, en vez de con guitarra lo hicimos con ukelele para darle un toque mucho más naíf. Lo tocamos en un directo, gustó mucho y nos dijeron de usarla para un anuncio.
Además, con esa canción sonaste en la VH1.
La putada fue, y sigue siendo, que es una versión. Hubiese molado que pasara con una canción mía. Alrededor de esto empiezan a pasar cosas muy buenas, pero se le da tanta importancia que me empieza a molestar. De repente es como que mi mejor canción ni siquiera es mía. Aunque había gente de mi edad que pensaba que sí que lo era. También estaban los que me odiaban por haberle quitado todos los «ochenta» a «Take on Me».
Formaste parte de la Orquesta Poligonera con Guille Mostaza, Coque Malla, Iván Ferreiro, Noni…
¡Con todos los que molaban! (risas). ¡No me acordaba de eso tampoco! No sabía si podía aportar algo, pero si aprendí mucho observando el saber estar que tenían ellos en el escenario. De ahí se creó una amistad muy bonita que seguimos teniendo.
Tras el «melocotonazo» del primer disco con el que estás tres años de gira, en 2012 publicas Oh Monsters! Algunos lo han clasificado como un disco más maduro y oscuro. ¿Te identificas con eso?
Sí. Igual que te decía que con Start, restart, undo no tanto por lo de acústico, este sí que me parece superoscuro. Acabamos la gira del anterior, me fui a vivir sola y tuve bajona a saco. Me puse a ver vídeos, entrevistas, comentarios… y me pareció muy triste todo. Fue un poco masoca por mi parte, pero yo tampoco sabía que eso iba a ser así. Cuando te pones a mirar lo que la gente dice de ti y no te ves reflejada en ninguno de los adjetivos, es un horror. Me metí en mi casa y empecé a hacer ese disco por las noches. En vez de dormir, escribía.
Lo produjiste junto a Guille Galván, de Vetusta, y Ángel Luján.
Sí, así es. Me dice muy amiga de ellos y entendieron todo perfectamente. Lo quería un poco más eléctrico, con más caña, pero de la lenta.
¿Ahí te picó el gusanillo por producir?
Siempre me había picado. De hecho, con el primer disco, me dio rabia no poder meter yo más mano de lo que quería. No tenía mucha credibilidad entonces, acababa de empezar y Brian estaba ahí para ayudarme a sacar adelante todo lo que yo no sabía hacer. ¡Tocaba la guitarra a duras penas! (risas). Pero siempre quise, entonces cuando pasaron estos tres años y vi que yo no había enseñado mi verdadera forma de ser, me arrepentí de no haber tenido más carácter. A partir de Oh, ¡Monsters! empiezo a meter más mano a saco, a decir lo que pienso de verdad de las canciones y buscar a gente que me ayudara a hacerlo.
Lo que le ha pasado a Zahara, ¿no? Estaba en Universal y se fue. Los riesgos para ella.
Viniendo de Universal que es un sello discográfico, una multinacional, supongo que es diferente, mucho más gordo el cambio. Yo estaba con Subterfuge, que siempre me han apoyado artísticamente en todo lo que he hecho, lo que pasa es que yo era muy niña al principio y me dejé llevar demasiado los tres primeros años.
Algunos te compararon con Russian Red. ¿Te molestó?
Un montón. Al principio me pareció muy bonito, las cinco primeras veces. Me gustaba lo que hacía y teníamos gustos musicales parecidos. Me parecía atípico porque no encontraba gente con esos gustos. Me podrían comparar con Faces, Cat Power, Mazzy Star, Joan Báez,… con un montón más que me hubiese gustado mucho. Pero fue con Russian Red, que al principio me encantó pero que se acabó convirtiendo en una pesadilla. No salía de ahí: me ponía una cola y era como la de Russian Red, decía hola y lo decía como ella, me sentaba y era como ella… ¡todo! Entonces ya pensaba que la gente tenía una obsesión, que la veían en todas partes. Era un coñazo sobre todo porque ella era mucho más conocida que yo, iba detrás. También esperaba que en algún momento ella me apoyara e hiciésemos un poco de women empowerment, que ahora se lleva tanto. Yo necesitaba ese apoyo de compañeras mías y me hubiese encantado haberlo tenido de su parte.
En 2015 con Chasing illusions dejas de lado la guitarra acústica y le das protagonismo a la eléctrica, a los sintetizadores y a la percusión.
Exactamente. Y además es un disco mucho más luminoso que Oh, Monsters!, que me hacía falta.
¿Ya se ve el toque Lori?
Me hizo gracia que la gente dijera que se notaba el toque Lori, porque las canciones eran mías. Ellos habían entrado en los arreglos y es cierto que una guitarra de Noni se nota. Me molan mucho los Lori, soy fan y siempre lo he sido. El toque Doria también se notaba con esa limpieza y esa luz que hubiese sido diferente si lo hubiese hecho sola. Es a partir de este cuando empiezo a cogerle cariño a mis discos (risas).
¿Compones mejor a la alegría o a la tristeza?
A la tristeza siempre. De hecho, no soy capaz de componer alegre. Cuando estoy feliz me tomo una cerveza, me voy por ahí o me veo con los amigos. ¡Ni siquiera me concentro en el arte! Eso no quiere decir que los arreglos no puedan tener fuerza y caña.
Lo que yo sentí con Chasing illusions es que necesitaba hacer la música que me gustara escuchar. Porque hasta entonces, aunque Oh, Monsters! había sido un experimento de eso, siempre me había dado la impresión de que estaba haciendo lo que podía, no lo que quería. Entonces este disco se acercó un montón para mí, a ver, salvando distancias, a Fleetwood Mac y toda esta música de los setenta.
Tenías más recursos también.
Claro. Tenía más recursos, había aprendido a grabarme, sabía tocar la guitarra, e incluso el teclado y percusión. Entonces mi objetivo era, y lo sigue siendo, hacer música de la que me gusta escuchar y tocar. Con los otros discos me había quedado con ganas de más caña en directo y quería dar ese color a partir de ahora.
En 2015 fuiste la artista independiente española con más oyentes en Spotify.
Nos sorprendió a todos (risas). Yo creo que viene del «Take on Me», vamos a ser sinceros. Por eso digo que esta versión me ha traído muchas cosas buenas y a la vez me ha hecho sentir que el resto de mi discografía ha quedado muy por debajo. De hecho, ¿sabes que uno de mis sueños es que cuando entres en Spotify, las dos primeras canciones que salgan no sean versiones y sean mías? ¡Por favor!
¿Y sigue saliendo «Take on Me»?
Sale la de Coque Malla y «Take on Me» ¿Puedo lanzar un mensaje, por favor? Que los de Spotify dejen al artista poder poner las canciones que quieran que la gente escuche antes. Es bonito, porque estaría en nuestras manos. Sería lo que Anni quiere que todos escuchen, algo muy personal y cercano. Entiendo que es un algoritmo, pero es tu trabajo y tú deberías poder decidir cuál es tu carta de presentación.
Anni, para una persona que sabe hablar inglés en España, ¿por qué lo dejas?
(Risas) Estaba un poco cansada de hacer lo mismo, lo tenía como automatizado y leí en un libro que ese proceso mental no mola nada. Hay que intentar salir de la zona de confort y jugar un poco. Sentía que después de Chasing illusions, que no había ido tan bien como disco, no estaba donde yo quería. En la gira lo pasamos muy bien, pero no sumó mucho. Cuando me puse de nuevo a componer me dio un bajón, como si fuese a salir un Chasing illusions 2. Entonces había conseguido hacer un poco más la música que me gustaba, pero no había conseguido la psicodelia que buscaba. No sé cuantos meses estuve sin hacer nada, no me salía.
¿Y te resultó fácil o difícil el cambio?
Me resultó difícil, porque en mi cabeza tengo una idea del nivel donde quiero llegar a la hora de escribir. Es complicado llegar ahí, de hecho, no he llegado. Tengo que aprender muchísimo más para escribir canciones como me gustaría hacerlo. Y a la vez, soltar todo lo que tenía en español me resultó fácil porque de pronto me veía como si tuviese un instrumento nuevo, y me sonaba bonito, sin saber usarlo muy bien.
Al cantar en castellano también te puede cambiar la sonoridad de la voz.
Claro, ahí me vi muy perdida, porque la misma canción que cantaba en inglés y me sonaba increíble, en español dejaba de hacerlo. La misma persona, la misma canción… me bloqueé mucho y casi tuve una vuelta al inglés. Estuve a punto de dar marcha atrás. Estuve un año metida en el sótano de mi casa currándome las demos a saco, como si la gente las fuese a escuchar. Me imaginaba en el directo, cómo iba a empezar las canciones, las introducciones, la voz… También pude hablar con Santiago Auserón, que para mí ha sido una influencia de las grandes, ya que lo escucho desde pequeñita, y pedirle consejo. Me dio libros para leer, me dijo que encontrase mi forma, que probase a cantar a mi manera, sin prejuicios. Al final fui encontrando mi camino y me empezaron a gustar cómo sonaban esas demos. Entonces, empecé a enseñárselas a amigos, y cuando vi las reacciones buenísimas, empecé a venirme arriba. Y entonces digo: ¡Ah! ¡Que puedo! Y vino otra y otra…
El nombre del disco viene de un libro para niños sobre física cuántica, La puerta de los tres cerrojos, de Sonia Fernández-Vidal. ¿Mejor que Peppa Pig?
(Risas) Sí, yo creo que mucho mejor, porque la física cuántica es algo de lo que no se habla mucho y es muy interesante y mágico. Igual lo veo así porque no lo entiendo, pero esa magia es muy inspiradora y por eso me pareció muy bonito que tuviese ese título. Nunca me he puesto en contacto con ella y me fliparía. No sé ni siquiera sé si sabe que existo y que he cogido ese nombre.
En el disco, ya lo hemos hablado, coqueteas con el pop y la psicodelia. ¿Te encuentras menos encorsetada que antes?
¡Totalmente! ¡Para mí la psicodelia es libertad! Luego la gente me pregunta: ¿dónde está la droga? (risas). Yo siempre les digo que la droga es un atajo y que eso no mola tanto. Lo guay es hacer el camino largo y verte entrar en tus movidas mentales sin necesidad de otras cosas. ¡Pero no vamos a hablar de eso! Me gusta muchísimo la psicodelia porque me da libertad y no me está limitando en nada… Además, no tiene que haber una parte A, B y C en una canción. De pronto tu metes una parte X que te abre y está totalmente permitido. Por eso digo que para mí la psicodelia engloba todo.
Además, te has buscado muy buenos compañeros de viaje, los miembros de Rufus, Víctor y Julia.
Ellos vienen después del disco y hay mucha confusión con eso. El disco es mío y ellos participaron después. Nos hicimos amigos más adelante, que fue lo bonito. Universo por estrenar ha sido como un milagro. De todos los discos que he tenido, con los que han pasado siempre cosas maravillosas, es el que más se ha abierto y se ha dejado. Yo les dije a Víctor y a Julia que tenía un disco y que me fliparía que fuesen mi banda. Ellos lo escucharon, les gustó un montón y me dijeron que se veían tocándolo. La gente dice que cómo se nota la mano de Rufus en el disco, y no se puede notar ninguna mano porque no la hay hasta el directo. Pero es cierto que eso es bonito, que tiene unos sonidos que podrían haber sido suyos.
Te acompaña también Antonio Trapote y Jesús Chumilla.
Ellos en el directo.
¿Cómo lo hacíais para ensayar? Porque ellos están en Aranjuez…
Me fui a Aranjuez un mes. Porque Antonio Trapote, que está en todo esto por Víctor, también es de allí.
La línea del bajo del disco es buenísima.
Son de James. El disco se tocó entre él, Noni, que también hizo arreglos, y yo que hice la mayoría de los teclados.
Son doce canciones grabadas en Londres, producidas por James Bagshaw, masterizado por Greg Calbi en Estados Unidos y en España por Ángel Luján. Una superproducción…
Greg Calbi solo hizo la masterización de la canción «Buen viaje», y no nos hizo mucha gracia, y eso que ha masterizado a David Bowie. Creo que debe tener un ayudante que le hace las cosas pequeñitas. Entonces llamé a Ángel Luján e hice la comparación. ¡Me quedé con él! Es verdad que tiene pinta de superproducción. Y tiene gracia porque esto es en Londres en ¡un cuarto de la casa de James!
Del diseño del disco se encarga Pogo, un artista mexicano que le gusta, igual que a ti, la ciencia y la astronomía. ¿Fue fácil trabajar con él?
Muy fácil. Con Pogo hablé por Instagram, ya que por ahí logré contactar con James. Me encantó su estética con un punto mexicano, con muchos colores que a la vez tenía cierta oscuridad y elementos de la ciencia. A mí me parecía que tenía un toque «retrofuturista». Cuando hablé con él le encantó la idea, me mandó unos tres bocetos que me encantaron todos, y al final elegimos ese: parece como una explosión de una cara, donde todo está flotando en el espacio y de repente hay un átomo.
Hablando de la astronomía. Eres un poco friki, incluso te compraste un telescopio del que presumes en redes sociales. ¿De dónde viene la afición?
Desde muy pequeña me gustaba mirar al cielo, creo que como a todo el mundo. Siempre me ha llamado la atención. De hecho, cuando me sentía mal, miraba el cielo por si aparecía algo. Y desde ahí, poco a poco he ido investigando más. Porque una cosa es que te mole mirar, y otra que te mole leer e intentar entender.
Han llegado incluso a publicar una foto tuya en una revista de astronomía y has colaborado con el blog de Antonio Pérez Verde (Astrométrico).
Sí, poquito a poco voy entrando en el terreno. Me hace una ilusión enorme unir música con astronomía, cosa que ya hice con el disco y lo sigo haciendo en mis redes sociales. Tengo esa unión ahí y me voy adentrando. Que haya gente como Antonio o Ángel de la revista Astronomía que aceptase una foto mía…¡mi primera foto! Ahora las hago mejor y me doy cuenta (risas). Con Antonio hablo muchísimo y me encanta que cuente conmigo para su blog maravilloso en el que se explica genial. Fue él quien me ayudó a montar el telescopio cuando me llegó a casa. Estuve a punto de devolverlo porque cuando llegó por piezas eso era para verlo. ¡No me veía ni montándolo ni entendiéndolo!
Háblame de Constelaciones, el libro.
Te iba a hablar de las constelaciones de verdad porque el libro lo tengo poco en cuenta. Para mí no es un libro en sí. A mi me gustaría llegar a sacar en algún momento un libro, pero no se si soy tan atrevida como para meterme en la literatura de esa manera. Le tengo mucho respeto.
Constelaciones es un libro en el que me piden que hable sobre una serie de canciones con ilustraciones de Lucía Inthesky. Ya que todas las canciones del disco son en inglés, me parecía bonito poder dar una explicación a aquellas personas que no tenían ni idea de dónde venían esos temas. Simplemente lo veo así.
Has salido de gira por Europa con Temples y ya lo habías soñado antes de que te llamaran. ¿Eso cómo fue?
¡Eso es muy loco, sí! (risas). Creo mucho en las energías a la vez que en la ciencia. Pero aquello yo no sé de dónde me vino. Tampoco se veía claro que era una gira en el sueño, pero sí que estábamos juntos en un hotel fuera de España. Yo estaba con mi banda y ellos allí de buen rollo. ¡Mira, se me ponen hasta los pelos de punta! James se despierta superpronto y me llamó sobre las 8.30h. Le conté el sueño y justo me dijo que me llamaba porque me tenía que contar algo que tenía mucho que ver con eso. Y fue cuando me propuso que abriese todos los bolos de la gira europea de Temples. Por favor… ¡qué movida!¡ Es guay esa sensación como de conexión! La gira fue increíble. Hoy en día me parece un sueño. Me encantaría repetirla, porque hay cosas que no retienes.
¿Es «Juramento» tu Fahrenheit 451 particular?
Sí. Diría que sí. Una canción en la que echas el odio de las personas que te han hecho daño. Me desahogo de una manera sutil y saco mi mala baba, que la tengo.
Cuando José Mercé versionó «Al Alba» de Aute, este le dijo riéndose que eso no se hacía a un amigo. ¿Tú le has pedido perdón a Coque Malla después de la versión que hiciste?
(Risas) ¿Por qué? Yo sigo pensando que la suya es mejor.
Tiene más de quince millones de reproducciones en YouTube… ¿Tú crees que ya la has hecho tuya?
Es fuerte, sí. Yo creo que la gente ha escuchado el tema con las dos voces, pero no sabe que soy yo, me da esa sensación. También creo que realmente la versión no cambió mucho, simplemente metí mi voz. Estoy muy agradecida a Coque Malla, porque me parece que es un tío con mucho arte, que es un grande, y que haya contado conmigo que realmente no estoy en ese nivel, es muy generoso. Tengo un sentimiento de agradecimiento infinito, porque gracias a eso se me han abierto muchas puertas.
¿Tú crees que a Coque Malla se le está haciendo justicia ahora? Durante un tiempo estuvo como en tierra de nadie, y con los últimos discos volvió a estar otra vez en órbita.
La respuesta a esa pregunta, igual que te diría con los Loris y con la gente que quiero, es que no se le está haciendo la suficiente justicia. Me da la sensación de que los deberían escuchar y valorar más. Coque Malla tiene talento y es un clásico de la música española.
¿Qué te resultó más raro, tocar dentro de una cueva en un barquito o entre cubas de cerveza?
(Risas) Mmm… No me habían hecho esta pregunta nunca y la verdad que es difícil. Tocar entre cervezas y no estar bebiéndotelas es una putada y lo del barquito fue un gusto. Parecía una especie de obra de teatro; el acceso era complicado, el entorno natural y el eco de la guitarra sin enchufar… nunca había estado en un sitio así.
La vi tocar tres temas en directo hace año y medio en la Dos y sonaban tan bien que a los dos días me compré el disco (soy un señor mayor que todavía compra discos). Universo por estrenar es un disco cojonudo. Sin más.
La vi en directo en Barcelona en la presentación de su último disco. Muy buna actuación, la peña muy pesada con el puto Take on me, que se ve a la legua que le da pereza tocarla a la señora Anni, pero uno es esclavo de su éxito y hay que tragar. Coincido en que Universo es un disco muy bueno y relativamente poco conocido. Lo tenía descargado de la mula y acabé comprándolo al salir del concierto.
Canta igualito que Norah Jones.
Y que Karen peris (nacida McCullough).
Y que una tal Nina Nastasia o como se llame. ¡Si es que todas cantan igual!