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La comedia del Palacio Barolo

Palacio Barolo
Palacio Barolo. Foto: DP.

El hombre debe, siempre que pueda, cerrar sus labios antes de decir una verdad que tenga visos de mentira; porque se expone a avergonzarse sin tener culpa.

(Divina comedia, «Infierno», Canto XVI, Dante).

Existe en Buenos Aires un edificio envuelto en misterio. Se trata del Palacio Barolo, el primer edificio de hormigón armado de Argentina y el más alto del país durante trece años, desde su inauguración en 1923. Y el misterio consiste en que fue construido a modo de mausoleo de Dante Alighieri, para que allí descansaran sus restos entre referencias más o menos crípticas a la Divina comedia.

El promotor, Luis Barolo, era un italiano que emigró a Argentina a hacer fortuna. Y lo consiguió, en la industria textil. El arquitecto, Mario Palanti, también era italiano y se había asentado en el país momentáneamente, aunque su ambición era volver triunfante a su tierra natal y desarrollar allí lo mejor de sus ideas arquitectónicas, que llenaban páginas y páginas de bocetos oníricos. Barolo y Palanti se conocieron a raíz de la Exposición del Centenario Argentino de 1910, donde Palanti fue el autor del Pabellón de Italia. Tenían mucho en común: ambos añoraban su país, admiraban la obra de Dante y, ah, sí, pertenecían a asociaciones secretas. Barolo contrajo matrimonio con Luisa Molteni, proveniente de una familia de conocidos masones, lo que le sirvió en bandeja la entrada en la logia, mientras que Palanti llegó a Argentina siendo ya templario. Según otras fuentes, ambos eran miembros de la Fede Santa, que había tenido en Dante a uno de sus más ilustres integrantes. Sea como sea —templarios, francmasones, Fede Santa o reptilianos—, al final estaríamos hablando de los mismos perros con distintos mandiles.

Ya fuese a instancias del promotor o del arquitecto, juntos emprendieron el proyecto de un edificio que iba a convertirse en un danteum antes que el propio Danteum. Para empezar, el edificio mide cien metros de alto porque esa es la cifra que suman los cantos de las tres partes de la Divina comedia («Infierno», «Purgatorio» y «Paraíso»). Esta altura no estaba admitida en la normativa urbanística de la capital argentina y se tuvo que emitir un permiso especial para autorizar su construcción. No es que lo superara por poco, no: cuatro veces más altura que la permitida. Cien metros y veintidós pisos, tantos como estrofas tienen los cantos. Pero es que debía ser esa altura y en esa parcela en concreto, ya que bajo ella discurre un río, hecho con gran simbología en la logia. Además, desde ese punto de la Avenida de Mayo se ve la Plaza del Congreso, donde se encuentra desde 1910 El pensador, de Auguste Rodin, una de las ocho esculturas fundidas con el mismo molde inicial. Según parece, un ya influyente Barolo maniobró e intrigó al más alto nivel para que se colocara en esa ubicación en concreto. Hay que recordar que esta obra originariamente formaba parte de un conjunto escultórico denominado Las puertas del infierno, inspirado en la obra de Dante de tal manera que hasta el propio Pensador representaba al poeta italiano, según Rodin. 

Un breve inciso geográfico. En la Divina comedia, el Infierno se encuentra en el interior de la Tierra y se accede a él a través del monte Sion, en Jerusalén. Una vez atravesados los nueve círculos del Infierno, con el mismísimo Lucifer en el centro de la esfera planetaria, un pasaje lleva a las antípodas de Jerusalén, al Purgatorio, una montaña que emerge en la masa homogénea de agua que es el hemisferio sur. Desde la cima del Purgatorio se asciende a través del eje trazado con la constelación de la Cruz del Sur, atravesando nueve esferas, hasta el Empíreo, el lugar más alto, donde se encuentra la divinidad y los ángeles con las almas de los bienaventurados. Llama la atención que la Divina comedia fue publicada entre 1304 y 1321, cuando, por un lado, Colón aún no había realizado su viaje —y aquí ya asumía Dante una Tierra esférica—, y, por otro, que se menciona la Cruz del Sur, cuando es una constelación que solo era observable desde el hemisferio austral; el tipo de cosas que le resuelven un libro a Dan Brown

Esta estructura (Infierno-Purgatorio-Paraíso) se repite en el Palacio Barolo. El edificio se divide en tres partes, como el viaje de Dante en la Divina comedia. Se entra por el Infierno, la planta baja, donde se encuentran nueve bóvedas que simbolizan sus nueve círculos. Escritos en ellas hay pasajes de Virgilio (el poeta que guiaba a Dante en las dos primeras partes) o de la Biblia, entre otros textos clásicos. Están decoradas con gárgolas y figuras mitológicas, así como una profusión de los colores de la bandera italiana y elementos de la imaginería masónica (letras A con forma de compás, flechas que parecen flores de lis, etc.). Los siguientes pisos corresponden al Purgatorio, los siete últimos ya en la peculiar torre —hablaremos de ella un poco más adelante—, que simbolizan los pecados capitales; y se finaliza con el Paraíso, coronado por su particular Empíreo materializado por un gigantesco faro cuya luz «era capaz de verse a 70 km de distancia», porque a estas alturas Palanti pensó que ya no hacía falta ser sutil. El faro se alinea con la Cruz del Sur a principios de cada verano, en conmemoración del camino de ascenso de las almas.

La torre es el elemento más llamativo dentro de una arquitectura de por sí peculiar. Sin ella es un edificio curioso, pero es este elemento el que dota de personalidad al palacio. De inspiración neogótica, la cúpula guarda gran parecido con monumentos hindús construidos entre los siglos XII y XIII, en especial con el templo Rajarani, en Bhubaneshwar (India), y representa la sublimación del amor, el reencuentro de Dante con su amada fallecida Beatriz a las puertas del Paraíso, desde donde le acompañará hasta el final de su viaje.

El Palacio Barolo escondía un secreto más. En la planta baja, en el Infierno, justo bajo el centro del faro, en el eje imaginario que traza con la Cruz del Sur en los días precisos, se ubicaría una escultura de un cóndor llevando a Dante, como símbolo del viaje de su alma desde el hemisferio sur con un ave típica de este (el poeta italiano decía que su lugar en la otra vida sería el Purgatorio por admitir pecar de lujuria, y ese lugar, como hemos dicho, lo representaba en ese hemisferio). Esta escultura, titulada Ascensión e inspirada en los bocetos de Miguel Ángel para un sepulcro de Dante, estaba destinada a cobijar los restos del escritor que durante siglos deambularon por Europa, pero la cortaron por los pies y la robaron, y quedó la incógnita de si en su interior había algo oculto. La obra estaba firmada como «sotte Palanti»; donde sotte significa, según los entendidos, «Soberana Orden del Temple, Escudero del Templo».

La inauguración del palacio estaba prevista para 1921, coincidiendo con el sexto centenario de la muerte de Dante, pero se retrasó dos años. Para entonces, Barolo había muerto ya. Según unas fuentes, se había suicidado por no haber conseguido acabarlo en tal fecha; según otras, había sido asesinado por el mismo motivo.

Por si el enigma fuera poco, al otro lado del Río de la Plata, en Montevideo, se inauguró en 1928 el Palacio Salvo. Gemelo del Barolo, le arrebató el título de edificio más alto de Sudamérica por solo cinco metros. Guardan gran parecido y varias coincidencias: fue diseñado también por Palanti con el mismo estilo arquitectónico y coronado por otro faro, sus promotores también eran emigrantes italianos que habían hecho fortuna en la industria textil y conocían a Barolo por trabajar en el mismo sector… y, obviamente, los Salvo también eran masones. 

Para la pregunta de por qué construir dos palacios iguales a ambos lados del río, existe la interpretación de que los edificios simbolizaban las antípodas de las Columnas de Hércules, rememorando el Canto XXVI del Infierno, cuando Ulises emprende el viaje de búsqueda del Purgatorio por mar dejando atrás el estrecho de Gibraltar. Los dos faros encendidos darían la bienvenida y marcarían el camino a los navegantes que entraran por el Río de la Plata…, o a cualquier iniciado que quisiera ver el lugar de reposo eterno del genial Dante Alighieri.

palacio barolo
Clic para ampliar.

Qué hay de verdad en todo esto

Esa es la versión canónica, o al menos la más extendida, de la «mitología Barolo». Quien haya leído El péndulo de Foucault de Umberto Eco ya sabrá que es muy fácil encontrar similitudes y enmarañar casualidades y datos aparentemente sorprendentes para que parezca que se esconde algo. Dicho esto, el tinglado se viene abajo rápidamente cuando, desde el punto de vista documental, no hay ninguna prueba escrita que corrobore la vinculación del edificio con la Divina comedia. No se conservan ni los planos de la obra. Pero dirán: «¡Vaya orden secreta sería si fuese por ahí emitiendo informes de sus actividades!». Hay que reconocer que es una buena argumentación. Pero hay más.

Es cierto que Palanti tenía fijación con Dante, ya que en otros edificios suyos se pueden encontrar representaciones explícitas tanto del poeta como de Beatriz. Pero en el Palacio Barolo —o en el Salvo— no hay, con la excepción de la escultura del cóndor. Ya es mala suerte que se le olvidara dejar más constancia, porque, al fin y al cabo, se supone que iba a ser su mausoleo.

Hay cien cantos, sí, pero los 22 pisos no se corresponden realmente con nada destacable de la Divina comedia. Se dice que son las estrofas que tiene cada canto, pero no es así. El poema está escrito en terza rima, ideada por Dante, que consta de estrofas de tres versos que riman ABA, BCB, CDC, etc. Y unos cantos tienen 136 versos, otros 142, otros 145… No está claro de qué forma hay que operar para que resulte 22… O 24, porque hay dos plantas bajo rasante que se deberían tener en cuenta. O no.

En cuanto al asunto de la Cruz del Sur —que Dante la conociera en aquella época—, no hay tanto misterio. Marco Polo ya había viajado hasta Madagascar y fueron coetáneos, por ejemplo. Además, la constelación se recogía en los Elementos de astronomía de Alfraganus, del año 833, y Dante ya se había referido a él en otra obra suya, Convivio. Aún hay una explicación más, y es que la constelación de cuatro estrellas que se cita en la Divina comedia sea una invención o una analogía, sin más. Eso sí, dependiendo de las fuentes, el pináculo del Palacio Barolo se alinea con la Cruz del Sur a principios de junio, a finales de junio, a principios de julio o, incluso, precisamente el 9 de julio, el día de la Independencia de la República Argentina. Se alinea, pero no se sabe muy bien cuándo.

El Palacio Salvo es casi tan gemelo del Barolo como lo fueron Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito en la famosa película de los ochenta. Tienen un poco de parecido, y la torre es característica, pero el de Buenos Aires es un edificio entre medianeras, con gran simetría, mientras que el de Montevideo tiene una planta en forma de L, con la torre en esquina. Y a los faros, aunque fueran visibles a 70 km de distancia —algo muy dudoso—, aún les quedaría una zona de sombra importante, ya que ambos edificios distan entre sí más de 200 km.

En todo caso, se le podría haber preguntado a Palanti qué pasaba con este asunto, pero abandonó la vida pública relativamente pronto y murió en 1979 sin haber desvelado el secreto, si es que lo había. Fue un arquitecto con un estilo extravagante y curioso, con una tendencia inquietante a la megalomanía. Y también era algo fascistilla, el hombre. En uno de sus libros aparecía una notable dedicatoria a Mussolini. Y no es de extrañar: en paralelo a su trabajo en Sudamérica en los años veinte, pretendió construir un rascacielos de más 300 m de altura en Roma con el beneplácito del Duce. Los primeros bocetos de la «Mole Littoria» eran como un Palacio Barolo hipertrofiado. Los siguientes borradores fueron bajando la escala, de 330 m a 150, luego a 80… Aquello sí que fue aplanar la curva: el último borrador parecía una colina chaparreta. Pero el interés de Mussolini en Palanti y la Mole Littoria se fue apagando, cada vez más centrado en cosas nazis. Y Palanti, caído en desgracia profesional, languideció en un apartamento anodino de Milán hasta su muerte.

Para saber mucho más y bastante mejor

En el documental El rascacielos latino, su narrador y director Sebastián Schindel investiga sobre lo que hay de verdad o no en la mitología del Palacio Barolo entrevistando a diversos expertos en arquitectura, Dante, masonería, etc., o a personas cercanas al mito.

El ensayo The Barolo Palace: Medieval Astronomy in the Streets of Buenos Aires, del doctor en astrofísica y divulgador científico Alejandro Gangui, estudia las relaciones geográficas y astronómicas de la Divina comedia

Monumento al genio latino, escrito por Carlos Hilger, arquitecto y experto en el Palacio Barolo. Se describen numerosas referencias a la Divina comedia que se pueden encontrar en el edificio. 

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2 Comments

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  2. einbeck

    Cierto o No; definitivamente ha sido un excelente artículo.

    Gracias por ilustrarnos.

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