No sé si a ustedes les habrá sucedido, pero yo ándome perplejo ante un fenómeno que me priva de los felices dormires de antaño: varias personas de mi entorno han caído en las seductoras redes de un culebrón turco titulado Mujer. Durante la emisión en vivo del susodicho, estas personas renuncian a toda actividad social o amorosa, como si solamente de ese maléfico programa pudiesen obtener el bienestar espiritual.
Intrigado, efectué torpes intentos de acercamiento; me senté durante los directos para ver algún episodio al vuelo, intentando comulgar con la sacrosanta experiencia. Fue en vano. No siendo yo un iniciado, me sentía perdido ante la incomprensible danza de personajes con nombres indistinguibles, sumidos en un laberíntico drama ambientado en horrendos apartamentos para pobres que son la última cosa que uno necesita ver en televisión. Créanme, yo mismo conozco bien esos apartamentos para pobres desde que mi familia me desposeyó de títulos y haciendas por afirmar, copa en mano durante una infausta cena de Nochebuena, que la experiencia de leer a Laín Entralgo equivalía a que me estuviesen arrancando una muela. Hay cosas que, en ciertas casas, no se perdonan. En fin, que todo en Mujer era extraño y confuso. Acudí al auxilio de mis personas allegadas, pero sus condescendientes intentos de explicación no me sirvieron.
Y lo peor: la serie no respondía a mis expectativas. En mis tiempos, cuando hablábamos de ficción ambientada en Turquía pensábamos en sensualidad y goce de los sentidos, en las alegrías de la carne: las delicias turcas, La pasión turca, los baños turcos, El expreso de medianoche. Nada de ello había en Mujer, un desangelado desfile de caras largas. Era como cualquier episodio de Cuéntame rodado con el reparto entero padeciendo la abstinencia de sus habituales dosis de antidepresivos. Pero, no importa cuán terrible fuese mi primera impresión del programa, almas cercanas a la mía continuaban arrebatadas por el culebrón, así que hice lo único que un explorador de la civilización puede hacer: me dispuse a entender Mujer en la raíz, viendo el primer episodio.
Entonces lo descubrí. Entonces lo supe. Ante mis atónitos ojos, Mujer se desplegó en todo su esplendor cual suntuoso retablo, abrumándome con una genialidad narrativa detrás de otra. Como Laín Entralgo, pero al revés. El primer episodio resultó ser un cuidadísimo trabajo de orfebrería en el que cada escena —qué digo cada escena, ¡cada plano!— inocula el drama en varios registros simultáneos. Cada imagen está planeada para que nuestro cerebro, sin que nosotros mismos nos percatemos, absorba información vital. La primera media hora del episodio, que es lo que aquí vamos a desentrañar, no tiene parangón en la industria audiovisual planetaria. Ni HBO, ni Chernobyl, ni Entralgos en vinagre: el primer episodio de Mujer sí es la auténtica Obra Maestra de la televisión de nuestro tiempo. Si no me creen, acompáñenme en este recorrido fotograma a fotograma, comprendan, y conviértanse a La Verdad.
Títulos de crédito: Suena una cajita de música y se ve un tiovivo que encierra un arcano simbolismo, una referencia a las imprevisibles vueltas que da la vida. Me viene a la mente «Tómbola». Es decir, la serie aún no ha empezado y ya me está haciendo pensar.
Minuto 1: Bellamente enmarcada por una puerta, requiebro estético inédito en el arte cinematográfico, la protagonista —llamada Bahar— está sentada junto al Bósforo, mientras espera un barco que navega en la distancia. Atado al tobillo luce un pañuelo para que entendamos que es joven e inocente. Empiezo a entender por qué esta serie ha tenido tanto éxito, y es que trata temas universales. Quién de entre ustedes, amigas lectoras, no ha experimentado ese ritual de paso que consiste en esperar sentada en un puerto con un pañuelo en el tobillo. ¡Todas! Estoy seguro. Continuando con la apacible tónica de normalidad, Bahar se pone a canturrear una canción muy de moda entre la juventud moderna, «Do-Re-Mi».
Ya conocemos a la protagonista. Ahora falta conocer a su media naranja. En el banco contiguo está sentado Niko Bellic. Oye cantar a Bahar y, interesado como experimentado musicólogo que sin duda es, le pregunta por la canción. Qué descarado, hablándole a una desconocida así sin motivo. A ella le gusta el gesto, claro, porque demuestra que Niko Bellic es atrevido y seguro de sí mismo. También Niko está arrebatado; mira a Bahar como si no supiera si invitarla a cenar, o si robarle el bolso y abollarle el coche con un bate de béisbol. Toda esta cascada de sensaciones contrapuestas nos confirma que lo que estamos viendo es un Flechazo.
Minuto 5: Viajamos al futuro. Deducimos que Bahar y Niko Bellic se han casado y han tenido dos hijos. La parejita de niños es, por supuesto, el molde más universal a la hora de mostrar una familia modelo. Bahar les cuenta a los niños cómo se conocieron ella y Niko. La psicología de los personajes está cuidada al milímetro: sabemos que la niña es niña porque está muy interesada en la Bonita Historia de Amor, y sabemos que el niño es niño porque está a punto de dormirse después de, suponemos, haberse ventilado la Nutella a cucharadas.
Un flashback: retrocedemos de nuevo al día en que Bahar y Niko Bellic se conocieron. Ambos han subido al barco. Niko lleva la mochila en la que guarda las ametralladoras y granadas de mano. Pero además, ¿qué nos dice la mochila sobre él? Nos dice mucho: a) es soltero, b) es aventurero, c) es independiente y d) probablemente es un mujeriego porque nadie lo ha domesticado todavía.
Niko se sienta junto a Bahar y le ofrece un caramelo. El caramelo es un detalle importante porque, aunque Niko tiene pinta de apalear traficantes para la mafia serbia, resulta ser un hombre tierno, ergo un futuro buen padre. Niko cuenta que acaba de volver del Nepal [estrógenos despertando], donde escaló nada menos que el Everest [estrógenos al 99 %]. El culebrón nos intriga con la suculenta posibilidad de que Bahar consiga domesticar a este Intrépido Aventurero para convertirlo en Marido. También debemos entender no solamente que Niko es El Indicado, sino que los demás hombres son básicamente morralla genética. Para que asimilemos esa idea, junto a Niko Bellic vemos sentado un tipo con tupé, que obviamente no es un Aventurero, sino un malandra o, aún peor, un niñato inane que se cree malandra y que Jamás En La Vida podrá ser reconvertido en Marido, porque no ha ido de mochilero al Tíbet y probablemente se pase las horas jugando a la PlayStation mientras su madre le calienta el ColaCao [estrógenos en presurosa retirada].
Hay más varones desechables que nos ayudan a comprender la importancia de optar por el Indicado. Junto a Bahar está sentado un hipster con gafas y camiseta de rayas. Obviamente se trata de un manso con el que Bahar, en otras y peores circunstancias, quizá se hubiese casado porque, al contrario que el niñato del tupé, es leído y buen chaval. En ausencia de un Niko, quizá Bahar hubiese optado por él. Menos mal que no lo hizo, porque con el hipster hubiese tenido hijos más feos. No, no se enfaden; no lo afirmo yo, lo afirma el guion. O, mejor dicho, la información subliminal magistralmente inoculada en cada fotograma. Fíjense en todo lo que hemos aprendido con un breve minuto de metraje. ¿Saben aquello de una imagen vale más que mil palabras? Mujer es la cúspide de esa ciencia de mostrar sin decir a la que llamamos CINE.
Minuto 6: Ya hemos visto que, salvando a Niko, los varones somos el escombro de la humanidad. La serie lo asume, las espectadoras femeninas lo asumen, y nosotros, los espectadores masculinos, también lo asumimos. Como expresa toda obra romántica desde tiempo de los griegos, en el mundo hay solamente un Hombre Indicado. Hay uno (1), no más. Pero el culebrón no se detiene aquí. Hay otro concepto importante que debemos aprender: en el mundo sí hay muchas mujeres con cualidades. Dicho de otro modo, existe abundante y preocupante competencia para Bahar. ¿Cómo lo sabemos? Junto a Niko Bellic está sentada una chica de evidente guapura con la que Niko, de no haberse topado con Bahar, quizá se hubiese casado. Y claro, esta Pelandrusca le hubiese hecho la vida imposible a Niko («No vayas más al Everest», «Deja de robar coches a punta de pistola») porque no puede ser tan comprensiva como Bahar. Todo esto nos está confirmando que tanto Bahar como Niko optaron por la opción correcta al decidir estar la una con el otro. Es el punto de partida indispensable para nuestra historia romántica: el faraónico amor de los protagonistas es mucho más profundo, elevado y conveniente que los amorzuelos vulgares y risibles del populacho descastado.
Minuto 7: Bahar, por supuesto, empieza negándose a darle el número de teléfono a Niko Bellic, porque ella no es una Pelandrusca. Ante esta negativa, Niko opta por una simpática y descarada represalia, poniéndose a cantar «Do-Re-Mi» en voz alta para llamar la atención de todo el barco. Así, poniéndose en ridículo (voluntariamente, lo cual es fundamental), espera enternecer a Bahar para que ella termine cediendo y dándole el teléfono. Sabemos que esta encantadora estrategia es la correcta porque, ¡peligro!, la guapa Pelandrusca mira a Niko como pensando: «¡Qué mochilero tan original y seguro de sí mismo!». Es el momento clave en el que Bahar debe jugárselo todo a una carta. Debe darle el teléfono a Niko, pues hay muchas lagartas por ahí fuera a las que, claro, también les hace gracia el Atrevimiento y el Desparpajo.
Cuando Niko se pone a cantar ocurre otra cosa previsible: el imbécil del tupé ni se inmuta, porque es incapaz de entender hasta dónde llega el poder de la Encantadora Extravagancia. El del tupé jamás se hubiese puesto a cantar para humillarse públicamente por una mujer; posee el más imperdonable de los defectos: no está seguro de sí mismo. En cuanto al hipster, como es buen chaval ríe la actitud de Niko, pero probablemente no entiende lo que está pasando y desconoce que es una táctica de seducción. Probablemente cree que es un numerito pensado para Tik-Tok.
Minuto 8: Bahar, pese a todo, sigue sin ceder, así que Niko Bellic se pone en pie para llamar aún más la atención, con lo que aumenta el Factor Encantador hasta el punto de que, ¡atención!, aparece una segunda Pelandrusca que le echa el ojo. Y no es una Pelandrusca cualquiera, sino una que tiene novio, pues la acabamos de ver abrazada a uno de los amigos del hipster. Esto nos dice que el encanto de Niko traspasa toda barrera, incluidas las del compromiso. La serie nos dice, amigas, que un mochilero seguro de sí mismo es un mochilero seguro de sí mismo, tenga una novio o no tenga una novio.
Ante todas estas amenazas, Bahar accede por fin a darle el teléfono a Niko. En ese mismo momento, cómo no, la primera Pelandrusca deja de mirar a Niko y escanea a Bahar para comprobar quién es Esa que ha terminado llevándose el premio de la jornada.
Como nota secundaria y sin embargo pedagógica, el del tupé lleva un buen rato haciéndose el distante para interesar a la Pelandrusca. ¿Su fallida táctica? Sin duda piensa —porque lo ha leído en Forocoches— que a las mujeres les gustan los tipos misteriosos y callados, así que ni una sola vez se ha quitado las gafas de sol para mirarla. ¡Error! Toma nota, amigo varón heterosexual: ponerse a cantar y mirar a los ojos es la jugada correcta. Si pasas demasiado rato mirando a la infinita negrura de tus gafas de sol, ella no pensará que eres Marlon Brando; pensará que estás con migraña.
Volvemos al presente. Habiendo escuchado esta parte del relato, la hija de Bahar se ríe y dice «¡Qué gracioso era papá!». El hijo dice lo mismo, pero porque lo acaba de decir su hermana mayor. Él, en realidad, apenas puede mantenerse despierto. Y esta es otra lección narrativa: los estereotipos de género quizá son socialmente indeseables, no lo sé, pero son fundamentales en el culebrón, tal y como los uniformes de distinto color son importantes en una escena de batallas. El culebrón no está para aleccionar o para romper estereotipos. El culebrón está para usar los estereotipos en su favor. Para apelar a aquellas partes de nosotros que nos empeñamos en ocultar bajo la peregrina noción de que, yo sí, yo soy una persona sofisticada que está por encima de esas cosas.
Minuto 9: Momento «Rosebud». Porque la emoción no está reñida con el arte.
Volvemos al pasado. Bahar y Niko ya se han casado. Aunque ella se ha quedado embarazada, él sigue yendo a escalar montañas porque: testosterona. Bahar no se opone. Permite que Niko se vaya al Nepal porque no quiere que sus propias preocupaciones impidan que su marido sea feliz. ¿No es acaso la esposa perfecta? La Pelandrusca no hubiese sido tan comprensiva. Lección: Bahar está preocupada por el peligro que Niko correrá subiendo por pedruscos helados, y no digamos ante la posibilidad de que en el Nepal lo rodee una legión de turistas hippies, pero ella se siente segura en cuanto a la relación y sabe que las Pelandruscas hippies retrocederán ante el Poder del Anillo de Casado. Para subrayar este concepto, en el subsiguiente plano solamente falta que la serie nos arroje el anillo a las narices.
Minuto 12: La niña pregunta «¿Os hizo felices que yo naciera?». Bahar responde que fue el mejor regalo que tuvo en la vida. El niño piensa: «¿Y conmigo qué narices pasa?». El pobre niño no entiende que es varón y, por lo tanto, morralla. Quizá deje de ser morralla si un día se va a escalar al Nepal. Bahar les dice a sus hijos: «¿Sabéis lo que pasó después?». Y la niña responde: «¿Qué papá me regaló caramelos?». Por primera vez en el episodio se nos muestra el reverso tenebroso del amor familiar. La contestación de la niña encierra dos verdades incómodas. Una, que la niña está celosa de su mamá porque se acaba de dar cuenta de que es una competidora por el amor de papá. ¿Por qué la serie nos muestra tal conducta en una inocente niña? No, no se trata de la niña en sí. La niña es lo de menos. Es algo simbólico que representa otros peligros familiares; por ejemplo, que una hipotética hermana de Bahar también estuviese interesada por Niko. Lo que este momento significa es: no importa cuán bondadosa seas tú y cómo de mochilero sea tu marido: en realidad nunca sabes cuándo puede surgir una lagarta en tu propia familia.
Minuto 13: Se nos revela que Niko Bellic, al ver por fin a su hija recién nacida, prometió dejar de escalar ¡Ahí os quedáis, Pelandruscas del mundo y del Nepal! El mochilero ha sido domesticado por completo. Otra revelación: Niko ya no estaba presente cuando nació el hermano pequeño. Intuimos, pues, que ha muerto, aunque no se nos dice de manera explícita. Eso sí, no hay duda de que el niño es hijo de Niko. Si sabemos que Bahar considera absolutamente descartada la posibilidad de que Niko se fuese con una Pelandrusca, lo mismo se le puede aplicar a ella.
Minuto 15: Un plano para situarnos en el contexto social de la protagonista. El contexto social es que vive en la cochambre. Sola y con dos hijos. Bahar es, por lo tanto, una mujer luchadora. Habla con el retrato del ¿difunto? Niko Bellic y llora: «Voy a hacer que nuestros hijos sean muy felices». Ella transformó al mochilero en marido, sí, pero el marido la convirtió a ella en una Madre Coraje. Se acabaron los pañuelos en el tobillo. De ahora en adelante, como buena madre y como buena viuda, solo usará los pañuelos para los mocos de los críos y para llorar.
Minuto 18: Alguien está dibujando obsesivamente la cara de Niko Bellic. ¿Quién? ¿Es Bahar la que dibuja para superar el duelo?
No, no es Bahar. Cuando la cámara asciende, descubrimos que quien está dibujando a Niko es ¡una Pelandrusca! ¿Cómo sabemos que es una Pelandrusca? Lo sabemos porque a) es guapa, b) tiene un hollywoodiense lunar en la cara, cabello ondulado y gargantilla, c) es una artista bohemia como las hippies del Nepal, y d) está dibujando al difunto marido de otra mujer. ¿Quién es esta misteriosa Pelandrusca? De momento, la llamaremos Artista. Pero vamos, ya saben ustedes qué clase de descocada lleva una gargantilla.
Minuto 19: La madre de Artista llama a la puerta de su habitación. Artista se apresura a esconder los retratos de Niko, acto que nos confirma que su obsesión con Niko es ilícita y vergonzosa. Cuando Artista abre la puerta, descubrimos que Madre tiene cara de no haber dormido en veinte años. Las ojeras de Madre nos dicen dos cosas: primero, que es una mujer luchadora que lo da todo por su familia (como Bahar). Y dos, que Artista es muy probablemente una hija mimada que se dedica a dibujar estupideces mientras Madre se desloma para hacerle la colada. Artista «se ofrece» para colocar su propia ropa en la habitación, pero lo hace para que Madre no descubra los retratos. Es más, Madre se sorprende como si fuese la primera vez que Artista pretende colaborar en una tarea hogareña. Así sabemos que Artista no solo es una Pelandrusca; es una vaga, el opuesto total de las mujeres luchadoras como Bahar.
Minuto 20: Madre se queja del «horrible olor a incienso» que hay en la habitación de Artista. Esto es una referencia clara a las Pelandruscas del hippismo nepalí. Y, quién sabe, una posible evidencia de que Artista fuma drogas.
Madre encuentra un dibujo. Le da la vuelta y lo mira. Aunque los espectadores no podemos verlo, creemos que es uno de los cien retratos de Niko que Artista oculta por la habitación. Se percibe la tensión. Artista piensa que su obsesión ha sido descubierta. Su expresión es mostrada en un plano pensado para que veamos bien la gargantilla. Una gargantilla. Qué descaro.
Pero Madre sonríe y se limita a decir: «Qué bien dibujas, hija». Resulta que el dibujo no es un retrato de Niko, sino el estudio de una mano agarrando una pera. ¿Es la mano de Niko? ¿Y qué es la pera? Les dejo a ustedes, que son más inteligentes que yo, la interpretación freudiana de ese boceto.
Minuto 21: Madre se empeña en lavar las sábanas de la cama de Artista, pero esto revelaría los retratos de Niko que Artista ha escondido en la cama. Para impedirlo, Artista se acuesta y dice que está mareada debido a la regla; una mentira que supone un uso innoble y antirreglamentario de la condición femenina. Madre se preocupa muchísimo, se ofrece a llevarla al hospital, dice que la ve desnutrida y que le va a preparar un batido de yogur. Qué buena es Madre. Un detalle importante: Artista tiene la pared decorada con dibujos colgados desordenadamente, lo cual no solamente nos indica que es una bohemia indeseable, sino también que es una locatis narcisista.
Momento clave: en cuanto Madre se va a batir yogures para combatir los ficticios mareos de su desagradecida hija, esta aprovecha para guardar los retratos de Niko en una caja con candado. Es la Caja de los Secretos, primer McGuffin de la serie. Hay muchas preguntas por responder. ¿Quién es Artista? ¿Por qué tanto empeño en esconder los retratos? ¿Fue acaso amante de Niko? ¡Es una aterradora posibilidad! ¡Necesitamos la respuesta! No llevamos veinte minutos de episodio y yo ya me he rendido a la intriga. Empiezo a entender que quizá esté contemplando la obra que de verdad ha conseguido heredar y adaptar a nuestra época los matices de El apartamento de Billy Wilder.
Minuto 22: Volvemos a la sufrida existencia proletaria de Bahar. Es hora de llevar los niños al colegio, pero la hija de Bahar se empeña en perder el tiempo mirando las judías que ha plantado. Otra referencia subliminal al —Dios no lo quiera— posible carácter bohemio de la niña y, Dios no lo quiera, posible futuro como hippie nepalí plantadora de marihuana. Esto supone es un sutil paralelismo con la dinámica entre Artista y Madre con Ojeras. Porque Bahar aún no tiene ojeras, pero la vemos doblando manteles de buena mañana, así que entendemos que acabará teniendo ojeras más pronto que tarde.
Después vemos a Bahar llevando el carro de su niño por una cuesta. Esta es una genial alusión a la diferencia entre la privilegiada vida de un hombre y la sufrida vida de una mujer: Niko Bellic iba a escalar por placer, pero Bahar termina escalando porque no le queda más remedio que subir la cuesta que lleva a la parada del autobús.
Minuto 25: Aunque Bahar va en el autobús con el niño pequeño en brazos, las Señoras Egoístas no le ceden el asiento y la miran con el debido desprecio con el que se mira a La Que No Tiene Marido. Las señoras saben que si Bahar tuviese marido, este la estaría llevando en coche (los maridos de ellas no cuentan porque ya son mayores y probablemente estén tratándose la lumbalgia en la terraza del bar).
Para reforzar esa sensación de que Bahar está sola en el mundo, llega al colegio y ¿qué vemos? No a otras mujeres llevando a los niños a clase, sino a los Maridos de esas otras mujeres. La única mujer en todo el fotograma es la propia Bahar. Los padres varones van relajadamente porque sí han venido en coche y no apretujados en el bus. Esta serie no deja de sorprenderme; cada imagen tiene más subtexto que The Wire.
Minuto 28: Vemos el lugar de trabajo de Bahar. Es una lavandería. Es también un deslumbrante ejemplo de retablo social. De nuevo, los estereotipos que tanto nos molestan en la vida real son aquí aplicados con singular sabiduría: en la lavandería, las empleadas femeninas visten de rosa y planchan, un trabajo que requiere habilidad y dedicación. Los hombres visten de azul y, como morralla que son, cargan peso, trabajo que no requiere talento alguno y que podría hacer gratis un burro si no fuese porque los varones humanos tienen, con respecto al burro, la ventaja de no defecar involuntariamente en mitad de la lavandería. O no tan a menudo, al menos.
Minuto 29: Bahar hace una pausa en el trabajo y sale a almorzar. Se sienta en unas escaleras. En sutil metáfora, las rejas nos hacen entender que su vida debería hacerla sentirse encarcelada. Sale también a almorzar una compañera suya, que resulta ser la Chica Nueva. Que sea la Nueva nos tranquiliza, porque eso implica que no tiene pasado (pasado = obsesión o rollo con el ¿difunto? Niko Bellic) y es por tanto una potencial amiga. La Nueva cuenta que también es madre y está sola: se ha separado del imbécil de su marido —probablemente sea aquel tipo del tupé— que no se digna en ir a ver a los niños, ocupado como está con la PlayStation.
Minuto 30: La Nueva comentando que criar hijos sola es muy duro, le pregunta a Bahar: «¿No sientes a veces que tu vida ha terminado?». Bahar, con expresión mortecina, con preojeras y con los labios pálidos por la anemia, responde que no. ¿Cómo va a sentir que su vida ha terminado? Porque para Bahar su vida son sus hijos. Terminamos de confirmar que la Nueva no es una Pelandrusca cuando la oímos hablar del horóscopo, lo cual indica que es una mujer crédula y, por lo tanto, ingenua e inofensiva. Sin que nos hayamos dado cuenta, la serie ha ido creando un vocabulario propio sobre el Bien y el Mal. Por ejemplo, incienso mal (=hippie nepalí), horóscopo bien (=madre ingenua). La escena se cierra con un plano que bien puede pertenecer a Orange is the New Black: Bahar está en la cárcel, sí, pero por fin ha hecho una amiga.
Minuto 31: Llegamos al momento que para sí hubiese querido Alfred Hitchcock. Bahar vuelve de recoger a los niños del colegio, y como es buena madre, mientras caminan va atendiendo a las gilipolleces que los niños le cuentan. Pasan junto a una tienda de fotografía. Bahar, distraída con los niños, no mira al escaparate. Pero, PERO, el espectador sí mira y ¡escalofríos! En el escaparate vemos lo que parece una foto enmarcada del ¿difunto? Niko Bellic junto a otra familia. ¡El horror, el horror! Nuestra pesadilla se ha hecho realidad. Niko no está muerto. No; es mucho peor, ¡está vivo! ¡Y está con una Pelandrusca! Quiera Dios, ¡quiera Dios!, que no sea la misma Pelandrusca aquella del barco.
Ya está: con este breve plano del escaparate, ha comenzado la imparable dominación mundial de este culebrón turco. Nada ni nadie puede resistirse a semejante despliegue de talento narrativo. En poco más de media hora (aunque aún queda mucho y brillante primer episodio), hemos recibido una avalancha de información tanto explícita como subliminal que nos ha hecho anhelar respuestas. No se ha desperdiciado una escena y no ha habido un plano que no significase algo (salvo una breve vista aérea de Estambul que probablemente era requerida por el Ministerio de Turismo). No ha habido diez segundos en los que la serie no nos haya llevado al estado emocional pertinente. Y esto, amigas y amigos, es la definición de una obra maestra. No se puede contar más y mejor en media hora. Me río yo de la primera media hora de La digilencia.
¿Quieren más pruebas? Tras el plano del escaparate, Bahar vuelve a casa y descubre que el casero la ha desahuciado. Cuando pensábamos en el minuto treinta que el drama estaba en todo lo alto, cuando habíamos bajado ya la guardia, ¡llega el minuto treinta y uno! Sublime.
Ahora, a esperar el tongazo de los Emmy. Porque nosotros ya sabemos qué serie debería ganarlos todos, aunque no se los concederán porque el mundo de la Alta Cultura todavía mira de reojo al culebrón como si fuese un «género menor». Yo mismo empecé como escéptico y, como verán, treinta minutos del primer episodio bastaron para quitarme los humos y ponerme en mi lugar. Mujer es el mejor cine en lo que llevamos del siglo XXI. Lo digo tan, tan en serio, que un día de estos, escúchenme, quizá me ponga a ver el segundo episodio.
Obra maestra.
No creo que alcance, ni por asomo, las apabullantes cotas del «Dancin’ Days» de Sônia Braga…
Cuando joven fui adicto a los cineclubes y cinematecas…pecados de juventud. Todo se vino abajo cuando vi el primer episodio de Dancin’ Days (hace 40 años?)…quedé enganchado…oh aquellos días!
Cualquier tele/radio/novela/novelón, seguida por multitudes tiene apariencia de obra maestra, Gombrowitz se disfrazó de otro para Los Hechizados…..y…vale, le echaré un vistazo
La verdad es que yo tampoco he sido de culebrones y también pensaba que eran de segunda categoría. Incluso al nivel de los realities y programas del corazón.
Sin embargo esta serie me ha sorprendido positivamente, rompiendo los mitos sobre este género.
En cuanto a lo de los estereotipos hay que tener en cuenta que es una serie turca y que es un país conservador, aunque muy abierto para ser musulmán.
De todas formas más adelante aparece un personaje femenino que tiene bastante protagonismo y que rompe con todos los estereotipos siendo una mujer independiente y con estudios.
También hay otro personaje femenino que rompe con el estereotipo de hippie o bohemia conflictiva, a pesar de que en la serie se ven prejuicios contra l@s artistas.
Hola, me ha encantado el artículo, esta bien reírse de vez en cuando de uno mismo. Yo soy de los que siguen este culebrón, y no soy dado a culebrones, ni siquiera a los de ficción, pero con este se me ocurrió hacer una excepción, con todo éxito. Se da la circunstancia de que me perdí el primer capítulo, así que gracias por la narración. Una puntualización, la foto del último minuto no es de la futura segunda familia del prota, pues esa futura familia consta de mujer y dos niños gemelos, y en la foto se ve mujer y un solo hijo. De hecho, creo que esa foto es del prota, la prota (Bahar) y la niña mayor de ambos. ¿Por qué pusieron esa secuencia? Yo que sé, como que estoy yo como para entender a los guionistas.
Esa es la serie que empezó engancha pero a ratos aburre.La mujer de ahora es distinta es un problema de drogas en cacerolas y un desfile de personajes nuevos un sin sentido aburrido .Se murieron los protagonistas y ahora las drogas e interminables diálogos con muertos.No saben cómo poner fin a ese batiburrillo.
Es un producto (en combinación con la emisión de otro que se llama Mi hija o algo así) que merecería que a ATRESMEDIA le quitaran la concesión de espacio radioléctrico que pueda tener, por emitirlos cuatro día por semana, y que a Turquía le impusiera sanciones la ONU por exportarlos.
De todos modos el karma funciona. Hace 30 años Venezuela exportaba Cristal y cosas parecidas y mira como están ahora.
Bueno, bueno, es lo que tiene estar enganchado a un culebrón, que uno lo quiere saber todo, especialmente si se ha perdido un primer capítulo. Al grano, aclarado lo de la foto del escaparate, no era una tontería de los guionistas. Veréis… espera, esto es spoiler, vale, pero supongo que en el caso de culebrones esto no aplica. Bien, la foto del escaparate es efectivamente la foto de la prota, del prota y de su hija, y el tema es que después aparece la pelandrusca más pelandrusca del mundo, la hermana por parte de madre de la prota, y descubre al ver la foto que el fallecido marido de su hermana es al que se ha querido ligar y al que como no lo ha conseguido se lo ha medio cargado… bueno, ella cree que cargado del todo. Vale, así contado no se entiende mucho, pero es así, os lo prometo.
Dioh que buen rato he pasado leyéndote, que mejor forma para empezar la semana que unas buenas risas, olé y muchas gracias maestro
La serie es muy buena, como El Quijote tiene de todo, humor, tragedia, digresiones, costumbrismo, melodrama, hasta secuestros, persecuciones y muertes. La trama y los valores de producción no tienen nada que ver con la típica telenovela, sorprende en relación a la condescendencia de la TV en general. El tono del artículo tiene altos y bajos pero queda desparejo. No sé que versión les están dando en España, pero en Argentina el marido perdido de Bahar (Primavera en turco) es Sarp Cesmeli. El que vea la serie nunca olvidará a Ceyda, Arif y otros personajes memorables por su riqueza y momentos
Por favor, que alguien me diga que este artículo es irónico porque yo soy muy sensible y veo todo lo que huele a obra maestra. Llevo varios días leyendo el titular y no me lo creía. Como me ponga a verlo y sea la mierda que me imagino cuando mi madre me dice que lo vea, arrrrrastro a quien sea!
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