En un artículo anterior, «Los poetas malos», intenté mostrar la manera y la medida en que los recursos básicos de la poesía —la metáfora, la metonimia, la antonomasia, la hipérbole, la lítote, el pleonasmo…— son utilizados perversamente por la publicidad y la propaganda —política o de otra índole— para generar, con ayuda de los medios audiovisuales, nuevas formas metalingüísticas de confusión y seducción. Y releyendo el artículo he detectado una laguna importante: no hablo en él de los adjetivos.
La buena adjetivación es fundamental en la poesía y, análogamente, la adjetivación mala —en ambos sentidos del término— es consustancial a la poesía espuria, tanto a la deliberada como a la involuntaria: la deliberada de publicistas y políticos, y la que involuntariamente producimos —o reproducimos— al hablar (como aquel personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo, a menudo hablamos en verso sin darnos cuenta). Y la utilización sistemática —y sistémica— de adjetivos malos contribuye de forma significativa a corromper el lenguaje, y por ende las mentes.
Veamos, a continuación, algunos ejemplos de adjetivos malos consolidados por el uso:
El papa bueno
Los católicos no parecen darse cuenta de que llamar a Francisco —como antaño a Juan XXIII— «el papa bueno» equivale a decir, por omisión, que los demás papas no son buenos. Podemos referirnos a Juan Pablo II como «el papa polaco» porque hasta ahora no ha habido ningún otro, y quienes llamaban a Benedicto XVI «el pastor alemán» puede que fueran irreverentes, pero no imprecisos, pues, aunque hubo otros seis papas alemanes, del penúltimo hace casi mil años; pero llamar, por ejemplo, al tristemente célebre Pío XII «el papa italiano» no tendría ningún sentido, puesto que doscientos diecisiete de los doscientos sesenta y seis papas habidos hasta ahora han sido italianos.
O bien en dos mil años de catolicismo solo ha habido un par de papas buenos, o el apelativo cariñoso dedicado a Francisco es un agravio comparativo, y él debería ser el primero en rechazarlo.
Fundamentalismo religioso
Y ya que hemos topado con la Iglesia, consideremos el equívoco pleonasmo «fundamentalismo religioso», que da a entender que la religión puede no ser fundamentalista, e incluso que en su mejor versión no lo es, cuando, por definición, la religión —cualquiera de ellas— se basa en dogmas incuestionables, es decir, en fundamentos inamovibles. Cabría aducir que la expresión tiene una justificación histórica, pues originariamente se utilizó el término «fundamentalismo» para designar un movimiento cristiano, surgido en Estados Unidos a principios del siglo XX, que propugnaba la interpretación literal de la Biblia y era intolerante con respeto a otras versiones del cristianismo. Pero eso solo significa que el pleonasmo malo lleva más de cien años instalado en el discurso ético y político.
El fundamentalismo siempre es religioso, en un sentido amplio del adjetivo, y la religión siempre es fundamentalista, en el sentido más literal.
Dogma de fe
En este caso se trata de un genitivo que cumple la función de un adjetivo inexistente, pues la fe es la única de las tres virtudes teologales que carece de un adjetivo propio, análogo a «esperanzado» o a «caritativo», relativos, respectivamente, a la esperanza y a la caridad («fidedigno», literalmente «digno de fe», no sirve, pues en realidad el adjetivo central es «digno» y, por tanto, el sustantivo de referencia no es «fe» sino «dignidad»). Como «feérico» ya está pillado, tal vez se podría llenar la laguna recurriendo al latín, con términos como «fideico» o «fidésico».
De nuevo un pleonasmo equívoco, pues sugiere la posibilidad de que algunos dogmas puedan ser aceptados sin un acto de fe ciega, a la vez que intenta revestir el dogmatismo de un aura virtuosa.
Pensamiento único
A esta engañosa y difundida expresión le dediqué recientemente un artículo, «Reivindicación del pensamiento único: la cantante calva y la paloma de Kant», por lo que me limitaré a repetir que el pensamiento, literalmente entendido como la potencia y el acto de pensar, como la herramienta y la tarea cognoscitiva de los seres racionales, es básicamente único. Por eso, cuando su objeto está bien definido y claramente delimitado, el resultado del pensamiento también es único: solo hay una física, plenamente aceptada por todos los científicos del mundo, por más que los especialistas puedan discutir sobre determinadas cuestiones aún por dilucidar o sobre las implicaciones filosóficas de la mecánica cuántica; y aunque se suele hablar de distintas geometrías en apariencia incompatibles (la euclidiana y las no euclidianas), no son más que ramas divergentes, pero de ningún modo contradictorias, sino complementarias, de un mismo tronco matemático.
Cabría pensar que, aplicado al pensamiento, el adjetivo «único» solo es malo en el sentido de incorrecto; pero también lo es en el sentido ético del término, como intento demostrar —o cuando menos mostrar— en el artículo antes citado.
Agresión homófoba
Los fóbicos no agreden, sino que huyen del objeto de su fobia. El temor mórbido característico de las fobias no tiene que ver, en principio, con el desprecio o el odio. Tener vértigo (acrofobia) no significa detestar las torres o las montañas, y un animalista puede temer a los perros (cinofobia). En todo caso, habría que llamar «homofobia» al miedo a los homosexuales, si tal cosa existiera; el odio y el desprecio no son fóbicos, sino ideológicos.
La mal llamada homofobia es, entre otras cosas, una forma solapada de misoginia: no hay que olvidar que lo que hizo que la homosexualidad se considerara el «pecado nefando» fue, sobre todo, el hecho de que un hombre se «rebajara» a hacer de mujer.
Ganadería ecológica
A no ser que hablemos de las vacas sagradas indias y del aprovechamiento ocasional de la leche que les sobra, «ganadería ecológica» es un oxímoron, puesto que no hay nada tan antiecológico como la producción de carne para el consumo alimentario. Producir un kilo de proteína animal supone el gasto —el desmesurado despilfarro— de unos diez kilos de proteína vegetal y de hasta dieciocho mil litros de agua. El carnivorismo humano es una de las principales causas de la deforestación, el cambio climático, la contaminación de los acuíferos, la pérdida de biodiversidad y las catástrofes sanitarias, desde el mal llamado «mal de las vacas locas» (los locos son quienes se comen a las vacas) hasta la pandemia de covid-19.
Otros adjetivos aplicados a la ganadería en un intento de dignificar una práctica atroz, como «sostenible», «responsable» o «respetuosa», son aún peores. El único adjetivo adecuado para «ganadería» es «aberrante», y ha de ir delante, pues es un epíteto.
Estilo de vida americano
No hay un estilo de vida americano (el tan cacareado american way of life), del mismo modo que no hay un estilo de vida africano o asiático. Hay, en todo caso, un estilo de vida estadounidense (o de los WASP: blancos, anglosajones y protestantes, para ser más preciso), uno de cuyos rasgos es la prepotencia lingüística. Identificar «americano» con «estadounidense» es una sinécdoque abusiva que fomenta el jingoísmo yanqui y relega a una posición subsidiaria a las demás naciones y pueblos de América.
El «sueño americano» es el sueño de la razón, que, como nos recuerda Goya, produce monstruos imposibles.
Adjetivos malos
Para terminar (de momento), un poco de autocrítica: «malo» es un mal adjetivo para «adjetivo», valga el trabalenguas. Habría que hablar, más bien, de adjetivos inadecuados, equívocos, tendenciosos… Pero este artículo parte de otro —«Los poetas malos»— que, a su vez, remite a una frase de Neruda: «Todos los poetas son buenos, incluso los malos», y a dos pasos de distancia de la cita inicial, el sentido irónico/poético del adjetivo de «adjetivo» se pierde por el camino, por lo que conviene intentar recuperarlo mediante una breve aclaración. Como esta.
Continúa aquí (por lo que invito a mis amables lectoras/es a proponer otros adjetivos malos a incluir en la lista)
Ejemplo paradigmático siempre me ha parecido una pedantería atroz y casi delictiva.
Un poco pedante sí es, aunque se ha convertido en una frase de uso común; pero no recuerdo haberla utilizado.
No he dicho que la hayas utilizado. Me he animado a mencionar otro adjetivo malo (redundante y pretencioso en este caso) después de leer la invitación final del artículo.
Disculpa, ha sido la mala conciencia, pues aunque en este artículo no lo utilizo, admito que lo he hecho alguna vez. Y, sí, tienes razón, es como decir «un ejemplo ejemplar». Lo incluiré en otra entrega, gracias, Jesús.
Usar el adjetivo «pedante» ya es en sí una pedantería.
Si estamos hablando de unas vacas pastando en un prado no aprovechable para el cultivo, no se puede hablar de despilfarro de proteína vegetal. Lo mismo si se trata de cerdos a los que tradicionalmente se les alimentaba con basura no apta para consumo humano. La cifra sobre agua es difícil rebatirla ya que no se cita fuente pero las que se suelen manejar son problemáticas y no su interpretación requiere puntualizaciones.
No cabe duda que la industrialización de la ganadería y el que se les alimente con piensos de origen vegetal es un disparate antiecológico, pero el ser humano ha practicado la ganadería ganadero durante miles de años no por capricho sino porque era una fuente esencial de diversificación y seguridad alimentaria. Ahora que en el mundo desarrollado las hambrunas han desaparecido, nos podemos permitir el lugo de abrazar sentimentalismos animalistas y buscar alternativas que sin duda ayudaran a combatir el cambio climático, pero esto no es posible extender a todo el planeta y a todas las sociedades.
No casa muy bien en un artículo sobre uso inapropiado de adjetivos un ejemplo tan flagrante de propaganda vegana bastante burda.
Esta burda propaganda vegana tiene un sólido respaldo científico. La información está al alcance de quien quiera afrontarla. Y, por cierto, las hambrunas no han desaparecido, y una de las causas es precisamente la ganadería industrial.
Pues estaba yo entretenido con el artículo hasta descubrir que el autor ha sido abducido por los veganos.
Qué pena; con lo ricas y buenas que son las vacas.
Cuando quiera el Sr. Frabetti discutimos esa anomalía que está ahora tan de moda….
Abducido? Frabetti es el capitán de la banda. Y como se puede comprobar práctica el proselitismo activamente. Dicho esto desde el cariño, Don Carlo. Que uno ya le va cogiendo aprecio y pasa buenos ratos con sus artículos. Pero en lo de la ganadería, no nos vamos a poner de acuerdo.
Podemos no ponernos de acuerdo en los aspectos éticos del problema; pero los datos objetivos no son opinables.
Quizá sea una cuestión de escala. De la escala actual de la especie humana quiero decir. Porque hace 10.000 años a los que vieron que era más práctico criar las cabras y la ovejas que correr de trás de ellas para, con suerte, cazar una y que encima las esquilaban y las ordeñaban, y que sus hijos engordaban más e iban más abrigados, la gandería les pareció un invento estupendo. Y muy ecológico. Y muy sostenible. Que el Eufrates y el Tigris llevaban agua de sobra.
Efectivamente, esa es la clave. La ganadería fue una buena opción en su momento (y el canibalismo también, dicho sea de paso); pero hace mucho que dejó de serlo.
¿Y qué datos son objetivos?
Por ejemplo ¿que el tamaño de nuestro cerebro es el que es gracias a la carne?
O eso también lo niegan Vds?
No lo negamos en absoluto. La opción del carnivorismo es una gran ventaja, y a ella debemos nuestra supervivencia como especie cuando otros homínidos se extinguieron por ser exclusivamente vegetarianos. También el canibalismo nos ayudó a sobrevivir y a evolucionar. Pero son etapas ética, dietética y ecológicamente superadas. Aunque no sintiéramos ninguna piedad por los animales no humanos, tendríamos que transformar radicalmente la actual industria alimentaria por una cuestión de mera supervivencia.
Discrepo en cuanto a que estén dietéticamente superadas. Y ecológicamente. Y seguro que no lo están éticamente.
Dietéticamente hablando el veganismo es como cualquier otra moda adolescente: se adopta a los quince años y se abandona antes de los cincuenta, cuando empiezan los achaques. A los veinte años se puede sobrevivir a base de fruta y verdura igual que se puede sobrevivir a base de cocaína y alcohol, pero cuando te haces mayor descubres que igual el cuerpo no está hecho para eso. La coca y el alcohol hacen más estragos que la dieta vegana, pero hay tanta gente que dice que su salud a mejorado al pasar a ser vegana como lo contrario. Como de momento son una minoría (casi) los únicos que hablan son los casos de éxito, lo que introduce un sesgo del superviviente, pero si toda la humanidad tuviese que pasar a una dieta estrictamente vegana veríamos caídas en la esperanza de vida que nos colocarían como a principios del siglo XX.
Ecológicamente hablando, pasar a una dieta vegana liberaría amplios espacios de tierras de cultivo que ahora se cultivan esencialmente para obtener piensos con los que alimentar al ganado… pero aquí nos topamos con el problema del Thanos de «Avengers: Infinity War». En los cómics Thanos era un necrófilo que adoraba a la Muerte y quería acabar con la vida en el Universo, pero en los cómics lo convierten en un vegano: ecologista por fuera, tonto del culo por dentro. Al acabar con la mitad de los humanos del planeta reduce la población a cuatro mil millones de humanos, o sea, la población de la Tierra en 1950. O sea que su «solución final» al problema del equilibrio ecológico del Universo no dura ni 70 años. Si nos volvemos todos veganos y la población sigue creciendo como hasta ahora para el 2100 seremos 15.000.000.000 y volveremos a estar como ahora, solo que sin el recurso de cambiar de dieta para evitar el apocalipsis.
Y éticamente el veganismo no es más que otra forma de especismo. Como los humanos somos animales, consideramos a los animales como seres superiores respecto de las plantas o los hongos, sin tener en cuenta de que cada organismo vivo sobre la Tierra es el resultado de exactamente el mismo número de años de evolución. Si nos ponemos a estudiar sus especies presentes, la mayoría de las plantas comestibles son «más modernas» que la mayoría de los animales que nos comemos. La ética animalista, como el canibalismo, se sustenta sobre un mal funcionamiento del mecanismo de empatía de los humanos. Donde los caníbales ponían el listón demasiado bajo («todo lo que no sea mi tribu es comida») los veganos lo ponen absurda y maniqueamente alto: los animalitos que me parecen cuquis y me recuerdan a bebés humanos tienen derechos y el resto… bueno, ya veremos. No conozco ningún vegano que no use insecticidas o conviva con cucarachas. La inmensa mayoría dice que está en contra de tomar leche, miel o huevos porque eso es «esclavizar animales» y luego tienen mascotas, como si las esclavas sexuales fueran menos esclavas que las que recogían algodón en los campos. Me pregunto qué va a pasar con los veganos a la luz de los recientes estudios que apuntan a una especie de «conciencia» en las plantas. Supongo que, como a una persona le es imposible empatizar con un tomate, seguirán comiéndolos sin remordimientos de conciencia.
Sinceramente, hasta que no exista la posibilidad de abandonar completamente el comportamiento parasitístico de la especie humana generando comida mediante procesos químicos a partir de materia inerte me parece absurdo cambiar de dieta por una supuesta ética que está basada en que los seres vivos con un sistema nervioso central más desarrollado están por encima de aquellos que no lo poseen, o lo poseen en menor medida como los insectos. Por esa misma lógica de tres hay la misma distancia entre el cerebro de un humano y el de una vaca que entre una vaca y una lechuga.
Llevo 70 años siendo vegetariano y no sé lo que es un médico ni un hospital (salvo para visitar a amigos enfermos); decir que es una moda -aunque es cierto que ahora el veganismo está de moda- es como decir que es una moda denunciar los abusos sexuales. Y no se trata de que los animales sean más o menos «cuquis», sino de consciencia y capacidad de sufrimiento. En cuanto a las mascotas, es cierto, hay personas que las tratan como a esclavos o juguetes; pero no siempre es así, ni mucho menos. Y hablar de la «conciencia» de las plantas (tú mismo lo entrecomillas) es como hablar de la memoria del agua; si algún día se demuestra que los tomates piensan y sienten, tendremos un problema, lo admito.
Felicidades por su buena salud; pero ¿ seguro que no está haciendo alguna pequeña trampa ? Afirma no saber lo que es un médico, pero ¿ no será que acude a un homeópata o naturópata ? ( algo muy común en los vegetarianos, ir a estos pseudomédicos, ya que no creen en la medicina «tradicional» )
¿ Tampoco tiene alto el colesterol o problemas en la próstata – algo muy corriente en hombres de edad – . ¿ Cómo lo sabe, si presumiblemente tampoco se hace chequeos ? ( O tal vez no considere esto «ir al médico» )
Bueno, aquí he puesto un buen puñado de signos ortográficos, muchos de ellos de interrogación. Parece que sí sirven para algo…
Tienes una idea muy equivocada de los vegetarianos, cosa, por otra parte, bastante común. En estas mismas páginas he atacado las seudociencias, y creo firmemente en la medicina científica, aunque tengo la suerte de no necesitarla. Hacerse un análisis de sangre o tomarse la tensión no lo considero ir al médico, y, por suerte (y en parte también por mis hábitos saludables), de momento no tengo ningún problema.
Tampoco sería tan raro: el colesterol o los problemas de próstata están en parte relacionados con el consumo de grasa animal. Parece ser que en Japón había poca incidencia de problemas próstata, hasta que, tras la segunda guerra mundial, se pasaron a la aberrante híper carnívora dieta yanqui.
No hace falta irse tan lejos. En España, la influencia alimentaria estadounidense (hamburguesas, perritos, donuts, chuches, etc.), con el consiguiente abandono de la dieta mediterránea, ha causado estragos, como el alarmante crecimiento de la obesidad infantil y la diabetes.
El tema de Thanos es un poco más complejo. Hollywood fue quien transformó la esencia del personaje en un lógico idiota que considera que el equilibrio del universo implica la aniquilación de la mitad de las formas vivas. En los cómics era diplomáticamente mucho más incorrecto y cercano a las prácticas de los griegos. Como la tasa de reproducción de la humanidad depende de las mujeres, la mitad intentaba que eliminar era la femenina. La fundacion de Bill Gates ha aplicado la idea recientemente al «Aedes aegypti». Pero, puesto que aplicado al género humano el tema en este momento podía ser peliagudo, escogieron otra idea.
Toda forma de vida, incluso la vegetal, es parásita. Degrada el medio. Supongo que los animales se extinguirán antes que los vegetales, pero estos irán detrás, en cuanto escasee el anhídrido carbónico y los nutrientes del suelo.
Enhorabuena, Valhue. Un comentario para enmarcar.
¿Y para qué quieres que tu cerebro sea más grande? La inteligencia da como resultado una sinfonía… pero también las torturas de la inquisición. La especie humana no tiene ningún mérito en su «evolución»; simplemente es accidental. Los seres humanos actuales (y los de antes) no tenemos mérito en la «evolución» biológica de la especie; lo que sí podemos hacer es tener un mérito en las decisiones éticas y políticas que tomamos,
Podemos discutirla aquí mismo. En estas mismas páginas hay otros artículos míos sobre el tema, como «El caníbal cautivo» y «El ogro enajenado». Y es cierto, el veganismo se ha convertido en una moda, como ir en bicicleta o, en su día, negarse a hacer el servicio militar. Esperemos que no sean pasajeras.
Va a tener que hacer alguna nueva apostilla, pues el pastafarismo se reconoce como una religión oficial y muy fundamentalista no parece que sea. Yo me he hecho con un traje de pirata para santificar los viernes. Hasta luego, Lucas. Jarl. Ramén.
Por definición, una religión se basa en supuestas verdades absolutas e inmutables, y cuestionar esos fundamentos es negar la religión misma (o convertirse en hereje, si se sustituyen por otros). Otra cosa es que, como dice el propio Evangelio, muchos creyentes sean «hombres de poca fe».
Si decir «el papa bueno» abre la posibilidad de que hubiesen papas malos, sospecho que no podría decir «flor hermosa o
bella» ya que, hasta prueba contraria no hay flores feas. Tal vez puedan afirmarlo aquellos que se consideran fuera del
mecanismo de la naturaleza y se ven perfectos. Pero de alguna manera me tendría que ser permitido expresar el estupor por
tal realidad, y no he encontrado ni siquiera una. «Única», «peculiar», «cautivante», «extravagante», «evocativa»,
«cromática», «deslumbrante» etc. etc, no me sirven. No tienen el encanto de decir simplemente bella o hermosa. Se pierde
la humildad por el camino, esa humildad y sin ninguna pretensión que presenta la vida pura y dura . Dejemos en paz a mi
connacional (que, dicho sea de paso aprendió a hablar el italiano mejor que yo, y de viejo) y que soporte esta nueva cruz
para que podamos decir «flor hermosa» sin tener que comernos las uñas. Y poetas inútiles? sería un adjetivo bueno por lo
inútil? Y vida inútil? Habrá vidas inútiles?
Sospecho que hay un «fundamentalismo muy bien estructurado» en tus «reflexiones subjetivas». (Esto último es para lavarme
un poco la conciencia porque de vez en cuando, muy de vez en cuando me como un buen asado. Es tan difícil se humano caro
Tano) PD. Si por azar me tocaría estar una hora de frente a vos, creo que no abriría la boca por temor a tus análisis.
Siempre un inmenso placer leerte.
A sus interrogaciones les falta siempre un signo. Mire a ver si encuentra la tecla «¿» por algún lado.
Vaya daño que está haciendo la colonización británica sobre nuestra lengua.
Hay flores horribles, caro Roberto; algunas que incluso huelen a carroña para atraer a ciertos bichos polinizadores. Bromas aparte, tampoco hay que ser fundamentalista en el uso de los adjetivos; pero creo que no está de más señalar ciertas trampas del lenguaje en las que a veces caemos o nos hacen caer.
Agresión homófoba
El odio y el desprecio no provienen del miedo?
Creo que cualquier manifestacion de odio proviene de un miedo irracional a lo diferente.
En última instancia, sí, tienes toda la razón. Pero a nivel consciente hay una gran diferencia, por ejemplo, entre tener miedo de las mujeres por una forma extrema de timidez e inseguridad (ginofobia) y despreciar a las mujeres o sentirse superior a ellas por puro machismo (misoginia).
No es que falta un signo, Pasaba por aquí, (Vaya alias! Me gusta. Da un aire de desapego de las cosas terrestres), y nada tiene
que ver la colonización anglosajona, cultura que no desdeño, todo lo contrario porque ultimamente ando rumiando que lo que dijo Hamlet con respecto a su famosa frase «Hay algo de marchito en el reino de Dinamarca» no se referia a ese reino histórico, sino al cerebro del hombre. A menudo las metáforas, así sean dichas por poetas de distintas culturas, son tremendas y tienen esa picardía como la naturaleza de no mostrarse abiertamente llevándonos a conjeturas erradas. Por ahí me equivoco, pero da qué pensar lo que dijo e hizo aquel paranoico, según mi parecer. Lo que sucede es que viviendo en Italia mi teclado es italiano, y también estos latinos no usan el primer signo que en nosotros abre la interrogación, perplejidad que me llevó a preguntar (y a
insinuar su uso) recibiendo una peculiar y rotunda respuesta por parte de un empleado notarial: Lo único que faltaba! Encima de lo burocrática y enrevesada que es nuestra escritura profesional, agregar un signo al principio sería el colmo! Allá ellos. Se entienden igual, visto que continúan a ignorarlo. Prometo que trataré de solucionar este problema porque confieso que todavía no me acosumbro. Gracias por el comentario.
Ni en italiano, ni en inglés, ni en francés, ni en alemán, ni en portugués, ni en catalán, ni en ruso, ni en euskara… Al igual que la ñ, el interrogante de apertura ¿ es exclusivo del castellano. Y la verdad es que no hace ninguna falta; es probable que acabe desapareciendo.
Es lo suficientemente útil como para que el IEC lo haya adoptado para el catalán si la frase interrogativa es larga y no comienza por un adjetivo interrogativo (què, quín, quant, etc…)
Gracias por la información, no lo sabía. Pero no creo que prospere: el lenguaje escrito tiende a desprenderse de todo lo que no es imprescindible.
Lo interesante de nuestro idioma es: Que si abrimos la palabra colocando desde el inicio los signos ya sean de interrogación o de exclamación; daremos a nuestra voz el tono exacto.
Para leer en voz alta frases muy largas puede ser útil, es cierto. Pero las frases suelen ser tan cortas que la «incertidumbre» solo dura una fracción de segundo. Y el hecho de que en ninguna otra lengua existan los signos de apertura es la mejor prueba de que son innecesarios.
No tengo ganas de destripar todos sus puntos. Me limitaré a uno: un dogma no es necesariamente religioso. Puede ser igual político, como vemos cada día, y hasta artístico. Es un acto de fe? Más bien de identidad y obcecación.
En cuanto a la locución, es por una elusión «dogma de (la) fe», pues existen muchas clases de fe.
En ningún momento digo que un dogma sea necesariamente religioso: lo que digo es que requiere un acto de fe. Y no hay muchas clases de fe, sino muchos objetos de fe. La fe, por definición, consiste en creer algo sin pruebas, y el mecanismo siempre es el mismo.
Podrá desaparecer ese signo por el cual no andaré de luto como tampoco por la ñ, pero todavía no me acostumbro a la lectura sin él. Es fastidioso volver a leer una frase larga cuando al final descubro que es una pregunta. No entiendo cómo hacen los que no lo usan.
Qué suerte tienes si aún te encuentras con frases tan largas que permiten la duda, en estos tiempos de escritura telegráfica y fragmentaria. Bromas aparte, en teoría la construcción de la frase (sujeto detrás del verbo) nos informa de que se inicia una pregunta. Y también hablando ponemos el signo -tono en este caso- de interrogación al final.
De acuerdo contigo, a mí si me parece un signo necesario, o al menos, conveniente. Yo lo uso, y lo echo de menos por ej. en el teclado virtual del móvil. A veces conviene precisar cuándo se empieza una pregunta, algo que no siempre está claro, sobre todo en frases largas. Aunque he pensado un rato, no he podido encontrar un ejemplo concreto; y es que es bastante infrecuente.
El caso es que los estadounidenses no poseen el sustantivo «estadounidense». Se llamaron a sí mismos «americanos» para diferenciarse de los ingleses «europeos», pues en el siglo XIX ellos se seguían sintiendo ingleses.
Muy cierto. Una sinécdoque abusiva que merecería un artículo aparte.
Gran parte de la identidad estadounidense se construye en torno a la idea de ser un pueblo elegido. Así, ellos son los verdaderos americanos o, como mucho, norteamericanos. El resto, sólo lo son de manera espuria.
Es difícil exagerar los efectos de este concepto: excluye no sólo al hispano, también al americano nativo (el indio) y, por extensión, al negro (nacido para ser esclavo).
Eso incluye la tergiversación de la historia, olvidando la enorme parte del país que formó Nueva Francia y la que era parte de Nueva España (cosa que no duró dos días, precisamente). Y la fundación de San Agustín, en Florida, es una nota al pie de página comparado con los ríos de tinta sobre los Padres Peregrinos.
En cuanto a la religión, es curioso que la más propiamente estadounidense (el mormonismo) tiende a ser integradora. En Utah, si eres del SUD, ser hispano (¡y hasta negro!) es algo secundario. Paradójico.
Muy cierto. Aunque no hay que olvidar el papel que desempeñaron los mormones en la penetración estadounidense en Latinoamérica, no solo como misioneros, sino también como cartógrafos e informadores. Otra manera de «integrar».
Olvida que » integrar» implica «aculturar». Cuando alguien se integra, necesariamente pierde algo de su esencia.
Por otra parte, que se utilice a gente para los objetivos propios por mucho que no sean compartidos necesariamente por esa misma gente es parte de la geoestrategia típica de cualquier gran potencia. No olvidemos a los «compañeros de viaje» de los comunistas. Otra cuestión es que luego sean prescindibles, que lo son.
Muy diver tu nick, totalmente de acuerdo, con una matización: Madrid no tiene remedio, España sí. España no es Madrid, aunque la boba así lo crea.
Los estadounidenses se llaman «americanos», como «crasis» de «ingleses americanos». Los ingleses europeos, sin embargo, no desean ser siquiera denominados «europeos». El Brexit es uno de tantos síntomas. Creen que su nacionalidad es la que todo el mundo elegiría de poder escoger.
Hay «crasis» más chungas aún. Las «izquierdas» y «derechas» son izquierdas y derechas hegelianas. Sin embargo, apenas ningún político de la izquierda o derecha (aparte de Marx) ha leído a Hegel. Lo único que consultan es instagram, twitter y facebook. Ponerte a explicar lo que es la misión histórica del proletariado es convertirte en uno de esos evangelistas que se suben a predicar la palabra de Dios mientras que los pasajeros les miran perplejos, como si vieran pieles rojas.
Más que crasis -o a la vez que-, yo diría que son sinécdoques abusivas. Todo un capítulo del amplio y peliagudo tema de la perversión del lenguaje. Pobre Hegel, sí, qué poco y mal se le lee últimamente.
Pues ya me contaréis cómo se pueden llamar «cristianos» unos tipos que jamás han leído la Biblia más allá de un par de páginas, pero a quienes los curas les hicieron unos resúmenes magníficos cuando iban a la iglesia… que tampoco fueron mucho, porque lo «cool» era ser «cristiano creyente pero no praticante» (o sea, cristiano sí, pero a base de leer los ingredientes de las galletas Creme Tropical de Gullón, las solapas de los libros y la literatura del playboy).
Cristiano creyente pero no practicante: oxímoron donde los haya, ya que si algo es el verdadero cristianismo, es precisamente una práctica de la fraternidad.
¿Galletas Creme Tropical? Dirás «Campurrianas». Tampoco es que quede mucho del cristianismo primitivo. No pasa de ser un invento de Saulo, quien se hizo con el invento cuando todos los hechos que contaban ya habían pasado.
A propósito de la boba y demás, recuerdo un chiste de hace unos años.
Un inglés,un francés y un español están en un bar.
El inglés dijo: «En mi país nuestro campeón de 100 metros lisos que tiene el récord europeo de velocidad, un grupo de cirujanos le implantaron una pierna postiza en Londres».
«Eso no es nada», respondió el gabacho. «En mi país a uno le han tenido que poner los dos brazos y una pierna y es campeón del mundo de natación».
Entonces habló el español así: «En mi país pusimos un bigote a una calabaza,se lo implantamos a un fiambre y lo tuvimos de presidente del gobierno durante 8 años».
Llevamos años soportando la misma gente. «L’Estaca» es de una sorprendente actualidad.
El evangelio más genuino es el de San Marcos. Los demás son la «anastilosis» de la secta.
Sobre lo otro, quede constancia que la demolición de un partido se realiza siempre desde dentro, por ejemplo, el PCUS. En el caso que puede tener en mente, una persona que parecía destinada a ocupar la presidencia del país asumió como misión real la protección y proyección de su pareja, aunque todo el mundo sabía que cada vez que ella abre la boca, el partido pierde votos hasta desangrarse. Llega un momento en que nadie quiere saber nada de ése líder, aparte de los hipócritas y desesperados. Gana el que mete menos la pata.
Pero eso es lo que hace a Pablo humano. Eligió lo que era mejor. Optó por tener una familia antes que por convocar un consejo de ministros. Será un rasgo de clase media, pero a mi entender es laudable. La metáfora está en Kierkegaard a propósito de Hegel: ¿De qué te sirve construir palacios de cristal enormes si son inhabitables? Al final, los seres humanos necesitamos un espacio doméstico donde existir, algo a lo que poder llamar «hogar», aunque se trate la caseta de un perro.
¿no es «fiable» adjetivo de fiar? de las tres es, además, la única que tiene verbo propio.
El hombre de la providencia», si mal no recuerdo del tiempo fascista, Carlo.
«Fue una denominación muy acertada, sin dudas para tiempos turbolentos»
«El hombre de la providencia junto a creer, obedecer, combatir y queréis la guerra o la paz?»
Cierto; pero se refieren, tanto el verbo como el adjetivo, a la confianza más que a la fe. Algo parecido ocurre con «fiel», que es sinónimo de «leal» (lo menciono en la continuación de este artículo), excepto en el adjetivo sustantivado que alude a los devotos de una religión, como en la frase «los fieles acuden a la iglesia». O en esa expresión que hemos oído en las películas de musulmanes y cristianos: «perro infiel».
lo pensé al escribir mi comentario y consulté el DRAE que, bien lo sé, no consideras muy fiable y que fía su definición a la fe y no a la confianza. mi propia definición de esta última es algo así como una «fe informada». la RAE, curiosamente, lo define en primera acepción como «esperanza firme».
No es que no me fíe de la RAE, sino que pienso que a menudo concede más importancia a la etimología que a la semántica. Lo de «fe informada» está muy bien; es un pequeño oxímoron que remite a la índole paradójica de las relaciones humanas.
añadiría que también a la falibilidad de la naturaleza humana, rasgo de identidad.
Pensé que iba a ser una nota mejor.
Intentaré hacerlo mejor la próxima vez.
Pues como lo haga mejor va a batir un record en el numero de respuestas.
Gracias, Annie; pero el número de respuestas no siempre es un indicador de calidad (incluso puede ser lo contrario). Lo que sí es, es un aprendizaje y un estímulo para intentar mejorar, por lo que estoy muy agradecido a mis amables lectoras/es.
Muy buenas, solo querría comentar mi desacuerdo con la afirmación de que todo fundamentalismo es religioso. No solo las religiones son fundamentalistas. Todas las democracias incluyen en sus cartas fundacionales la sujeción a los fundamentos de esas propias democracias, castigando con penas de cárcel a quien pretenda subvertir cualquiera de los principos fundamentales que las fundaron. Exactamente igual que en las religiones, se puede estar en desacuerdo con lo que la religión a la que uno pertenece dice, pero nunca negar sus principios fundamentales. Eso hablando de democracias, si nos metemos en fascismos, comunismos o nacismos, ya ni te cuento.Por ello, o se considera a la democracia una religión (y habría tema para ello) o no solo las religiones son fundamentalistas. Gracias por su artículo, es un placer leerle.
Gracias, JyJ. La diferencia entre los fundamentos de una democracia y los de una religión, creo, es que quienes acatamos los primeros somos conscientes de que son el fruto de un consenso, un «contrato social», y, por tanto, no son inmutables ni absolutos. Y cuando lo son -o para quienes lo son- se convierten en una religión (en un sentido amplio del término).