El campo de la salud se encuentra asediado por el asalto de la barbarie pseudocientífica. Todos los días nos enteramos de la creación de nuevos «tratamientos» o «terapias» que no son eficaces pero tienen aspecto científico. Por supuesto, hay parásitos, «profesionales académicos» que hacen pseudociencia (falsa ciencia)1. Parece ciencia pero no lo es. Resulta delirante estar insistiendo sobre un problema que requiere atención y preocupación por parte de funcionarios de la salud pública desde hace muchísimos años.
A partir del inesperado surgimiento del COVID-19, la avalancha de pseudotratamientos y teorías conspirativas ha crecido geométricamente: cloroquina, dióxido de cloro, la «molécula» del presidente Maduro, los «Médicos por la verdad»2 por un lado, y por el otro la supuesta «creación» del virus como pretexto para introducir la vacuna, vehículo por el cual nos insertarán chips con los que se podrá controlar nuestro comportamiento. Todo ello con el auspicio de la Big Pharma, George Soros, Bill Gates y quizá hasta algún extraterrestre que desea divertirse con la especia humana. Dentro del delirante mundo conspiranoico, nunca se sabe (no hay límite para la imaginación).
¿No podemos aprender o no queremos aprender? La respuesta a esta pregunta es compleja. Las llamadas pseudociencias mutan con el tiempo y se van acomodando a las distintas épocas. El antiguo curanderismo —y las medicinas folclóricas y tradicionales— devinieron en las hoy populares medicinas alternativas o complementarias. Y estas reemplazaron el lenguaje del curanderismo (las modalidades populares de curación) por uno más sofisticado, lleno de términos que las hacen parecer científicas, cuando realmente no lo son.
En realidad, como bien expresó el oncólogo Ernesto Gil Deza3, las medicinas alternativas o complementarias son en realidad medicinas «parasitarias», porque pueden mantenerse adhiriéndose, siempre que lo necesiten, a la medicina científica. Los pacientes que son usuarios de esta última, tal vez recurren también a alguna «alternativa». Si mejoran, el éxito será atribuido a la alternativa. Y si no mejoran, quedarán en manos de la única que es la que saca las papas del horno: la medicina basada en la investigación científica. Muchas veces, lamentablemente, los enfermos abandonan tratamientos eficaces por promesas de «sanación» provenientes de personas inescrupulosas, que juegan —y ganan mucho dinero— con la salud de la población.
«Noto que tienes un campo de energía negativa que te está haciendo mal», afirmará un charlatán, sin especificar en qué consiste ese campo.
En realidad, a la persona que sufre alguna dolencia, ha sido abandonado por su pareja o pasa por una profunda depresión, le importa poco saber física o ciencia en general. Lo que le interesa es salir de esa situación que lo aqueja.
Nos pasa lo mismo cuando vamos al médico clínico para mostrarle un chequeo. Lo que nos interesa es que el médico nos diga «está bien» o «acá hay un valor que hay que corregir y tendrá que hacer dieta». Pero no necesitamos saber qué es la glucemia o los triglicéridos. Tal vez haya algunos curiosos que deseen aprender y algunos médicos que intenten interesarnos e informarnos por qué debemos saber algo. Lamentablemente, los profesionales de la medicina muchas veces nos atienden rápidamente, no nos miran a los ojos, hacen una receta y nos dicen: «tome un comprimido a la mañana y a la noche y dentro de un mes venga a verme». ¿Y dónde ha quedado la psicología médica? ¿Dónde está la idónea formación del profesional que se enfrenta con un paciente ansioso?
¿Quién es responsable de la popularidad de la medicina parasitaria?
Parte del éxito popular de esta pseudociencia es la indiferencia de los médicos que se han recibido en la universidad pero no ejercen cabalmente su profesión.
La gente se vuelca a un profesional que lo escuche (y que le responda lo que quiere escuchar). Recurre a otras disciplinas, no científicas, donde el supuesto «profesional» parasitario lo escucha pacientemente, le pregunta por su vida y otras cosas que aparentemente no tienen que ver con su padecimiento. El paciente se siente mejor ya solo con el hecho de que alguien le preste atención. He ahí una importante vía de entrada hacia la medicina parasitaria y una autopista que puede conducir al abandono de la medicina científica.
La cuestión es mucho más compleja de lo que parece. Hay en juego muchísimos factores que influyen para que acudamos a la pseudociencia: la apatía de los médicos científicos, la disponibilidad de que un médico nos atienda —los servicios de Salud a veces dan turnos a dos o tres meses, y no podemos esperar tanto tiempo para hacernos un estudio—, los «remedios» de la medicina parasitaria suelen ser más baratos y, como dijimos, el charlatán nos escucha. Muchos «remedios» son inocuos y no tienen efectos secundarios. Es el caso de la homeopatía. En el remedio ya finalizado, enfrascado y etiquetado, no queda nada que pueda llamarse «principio activo», es decir, algo que produzca algún efecto o alguna reacción. Tomamos una píldora o un preparado que no contiene ninguna droga efectiva, porque esta fue tan diluida que ya no queda nada de la sustancia original. Es lo mismo que tomar agua.
A esto debemos sumar el hecho de que no se enseña medicina parasitaria en la Universidad, lo cual es un grave error4. La mayoría de los médicos recibidos en la universidad desconocen los fundamentos (o falta de fundamentos) de la homeopatía, acupuntura, reiki, medicina ortomolecular, osteopatía, quiropraxia, terapia ozónica, sanación cuántica y los cientos de terapias promovidas por «celebridades»5. Y merecen una mención especial ciertos fenómenos como el «vampirismo energético», que consiste en la absorción de la energía de una persona para debilitarla6.
En el Primer Encuentro Latinoamericano de Librepensamiento, (Arequipa, Perú, agosto 2018) junto al doctor Héctor Guillén se creó, en una exposición conjunta, casi sin quererlo, un acrónimo para que la gente pueda retener fácilmente cuáles son los signos o señales que nos pueden advertir sobre una falsa terapia o tratamiento de la medicina parasitaria. El acrónimo es VEAN.
Vibración
Energía
Armonía
Natural
Si un tratamiento o método «médico» contiene alguno de estos términos, es aconsejable desconfiar de él. «Energía» es una palabra muy utilizada por los pseudocientíficos. En física tiene una definición clara, aunque no siempre comprensible: capacidad de trabajo. Sin embargo, en el amplio espectro de la falsa ciencia se usa en otro sentido. Así, escuchamos hablar de «energía positiva» o «energía negativa», queriendo significar que la primera nos favorece y la segunda nos perjudica. Se refieren a positiva o negativa de acuerdo con las propiedades que tenga un determinado elemento para hacernos bien o mal.
Pero cualquier físico sabe que la energía no tiene moral, no puede distinguir entre lo bueno y lo malo. En estos tiempos de posverdad, luego del terremoto posmoderno y de la moda de lo «políticamente correcto», uno de cuyos peores correlatos es la «cultura de la cancelación», parece que cualquier cosa es lo mismo, que todo tiene el mismo valor. La realidad ya no es la realidad, la verdad no es verdad, el mundo es un «constructo» y lo que importa es lo que uno crea y/o sienta. Y las creencias, no las personas, son las que se deben respetar.
El charlatanismo no es otra cosa que la explotación de la credulidad pública. Lo que distingue al charlatán es la intención (económica o moral) de embaucar. Si el charlatán no encuentra a la víctima, la busca, y si no la busca la inventa. Está buscando un «mercado», una «clientela». De manera que su intención es la estafa. Y para ello acude a esos tres problemas tan mentados: salud, dinero y amor.
Es necesario aclarar que, si bien puede haber gente que practica una medicina parasitaria creyendo que realmente funciona, lo que importa es el resultado: la terapia es ineficaz y el resultado será el mismo que si fuera implementada por alguien que es consciente de que dicha terapia es un engaño.
También hay que señalar el rol que tienen «sanadores» y «gurúes» respecto de la restricción de la libertad. El principal sustento de las creencias en la eficacia de tratamientos no validados reside en el pensamiento mágico, columna vertebral de la superstición, las cábalas, las mancias y las pseudociencias (desde la astrología hasta el charlatanismo en política y economía) que se convierte en una obstrucción para la libertad, una suerte de cadena que nos ata a lo irracional, lo esotérico y a las verdades «reveladas»7.
¿Cuáles son las propuestas de los charlatanes parasitarios?
–Lo que prometen es demasiado bueno y reconfortante. Apelan a lo emocional y descalifican al cuestionador con diversas falacias. Frente a una crítica pueden aducir que la medicina y la ciencia también se equivocan.
-Utilizan argumentos ad hominem (contra la persona). Por ejemplo, «¿Cómo un homosexual puede ser ministro de Salud?» o «¿Usted cree en Dios?». Ataca a la persona pero no a los argumentos.
-Utiliza jerga científica para disfrazar su discurso. Palabras clave: Vibración, energía, armonización, natural. El término «cuántico» aparecerá con frecuencia. Y podrá mezclar a Werner Heisenberg con la medicina tradicional practicada por tribus indígenas sin ningún problema. En el mundo del relativismo cultural, todo es posible.
-Presentan testimonios de «pacientes» (en realidad, clientes) que han «sanado»8. Es sencillo conocer el motivo por el cual algunos no dan testimonio: o no se han recuperado o están en el cementerio.
-Sus «investigaciones» no se publican en revistas científicas de revisión por pares. Muchas veces ellos crean sus propias revistas y publican allí.
-Proponen «tratamientos» o «terapias» inocuos, indoloros y sin los efectos secundarios tan molestos que suelen tener casi todos los medicamentos eficaces. Aunque no hay que fiarse de su inocuidad: muchos pueden causar daño y hasta la muerte.
-No contestan a lo que se les pregunta. Son hábiles y logran desviar la atención hacia otro tema. O interrumpen con una contrapregunta que no tiene que ver con lo que se está tratando. Salvo contadas excepciones, cuentan con la «ayuda» del conductor de un programa televisivo donde usualmente se presentan, que difícilmente haga preguntas clave para poner su charlatanería en evidencia.
-Evitan el debate. Frente a una crítica, esgrimen como explicación que en otras disciplinas también se cometen errores.
-No presentan pruebas de lo que afirman. Además, declaran estar convencidos de que no son necesarias.
-No se someten a pruebas controladas, poniendo excusas poco creíbles9.
-Transforman sus errores en aciertos. Esta técnica es muy común en videntes y astrólogos, que apelan al llamado efecto Forer (también llamado efecto Barnum), por el cual una persona puede ser convencida de cualquier cosa si se le dice lo que quiere escuchar.
Con estas argucias y tácticas, el charlatán lleva las de ganar. Y que tener en cuenta la complicidad de los medios de comunicación. El negocio es redondo: rating y ganancia para los canales de TV y las radios, y también para algún conductor o productor.
Los charlatanes crecen, se reproducen y, como los virus, mutan. Despliegan su actividad en los medios «aliados», mientras las autoridades de salud miran para otro lado. Las redes sociales se han transformado en un amplificador enorme de las más disparatadas teorías y creencias.
Por lo tanto, podemos prevenir un enorme daño si tenemos en cuenta las cuatro palabras que pueden salvar nuestra salud y nuestra economía:
Vibración, Armonía, Energía y Natural. Cuando VEAN alguna de estas cuatro palabras, ya saben de quién se trata y de lo que puede suceder.
Notas
(1) Como muestra, basta con señalar un curso de «Terapia de Regresión a Vidas Pasadas» ofrecido por la Asociación Médica Argentina hace unos años…
(2) Agostinelli, Alejandro: «Médicos por la mentira (parte I)» y «Médicos por la mentira (parte II)».
(3) Gil Deza, Ernesto. Comunicación personal.
(4) Borgo, Alejandro. Why Pseudoscience Should Be Taught in College. Skeptical Inquirer, Volume 42, No. 1 January / February 2018.
(5) Como la actriz Gwyneth Paltrow con su empresa Goop.
(6) Loy, Anabella. Los demonios de la luna (pendiente de publicación).
(7) Borgo, Alejandro. ¿Te atrevés a ser libre? Editorial Planeta, 2012. Véase también del mismo autor: Superchería, religión y supresión de la libertad, revista Questão de Ciência, marzo 2019.
(8) Utilizan el término «sanación» y no «curación», porque ni siquiera un médico puede prometer la cura a un paciente.
(9) Vale recordar el premio de un millón de dólares ofrecido por el ilusionista James Randi (1928-2020) a toda persona que pudiera demostrar algún fenómeno o capacidad que desafiara las leyes de la física y del conocimiento científico en otras áreas. Nadie lo ganó a pesar de que se presentaron más de setecientas personas.
Muy buen artículo, muy necesario desenmascarar la charlatanería y la pseudociencias.
Sobre las pseudociencias, un corto escrito ( perdón por el tocho ):
Una teoría de una antigua civilización dice que cuando uno se tira un pedo pierde parte de su ”energía vital” y que la muerte es el inexorable resultado de la pérdida de ”energía vital” que se produce a lo largo de toda una vida. Como la teoría es antigua (de la civilización de los celemiteñensis) la abrazamos de forma acrítica (al fin y al cabo, lo que sabían los antiguos celemiteñensis debería de ser verdad, antigua sabiduría popular reconcentrada durante milenios). Los más listos de entre los celemiteñensis se pegaban una tea en el culo cuando exhalaban sus ventosidades y cuando se incendiaba ”la energía vital” aducían que eso era una demostración de sus indudables cualidades energéticas.
Vale, pues ahora sabemos que es metano, que se incendia porque se oxida en contacto con el oxígeno del aire en presencia de una energía de activación dada (mechero o tea) y que no hay nada más que eso.
Pues bien, un porcentaje X (no sé si 10% o 90%) de la población seguiría abrazando la teoría celemiteñense por ser algo ancestral de los antiguos celemiteñenses y porque no se puede demostrar (DEMOSTRAR es una palabra muy fuerte) que al expeler una ventosidad no se pierda energía vital (sin definir de ninguna manera qué es eso de la ”energía vital”, algo que, de paso, tampoco lo definían los celemiteñenses
Los modernos sucesores de la teoría celemiteñense dan conferencias ($$$), cursillos ($$$$) y más, y cuando se les plantea la pregunta clave ¿Qué tipo de energía es esa energía vital y qué diferencia hay con el metano? se escapan por la tangente: Es energía vital de acuerdo a la teoría celemiteñense, que tenían otra filosofía del mundo y otros paradigmas de conocimiento diferentes, nunca nadie ha podido demostrar lo contrario y además, el que me lo pregunta no respeta las tradiciones y es un orgulloso y un altanero (por no decir un impresentable y un gilipo….).
Resultado: Un porcentaje X de la población (¿20%?) sabe que es metano y solo metano, pero tiene mejores cosas que hacer que discutir tonterías, un porcentaje Y (30%?) ni lo sabe ni le importa y al 100%-X-Y (¿50%?) restante le parece que el señor que representa la postura holística celemiteñense es mucho más tolerante y abierto a otros mundos que el químico ese petardo que habla de metano, y, además, al fin y al cabo, los antepasados tontos del todo no eran, los celemiteñenses tendrían algo de razón, en cualquier caso, no se puede demostrar que no sea nada más que metano, y en todo caso, vaya usted a saber. ¿Y por qué no? (la palabra clave…). Algunos de ellos pagan (más $$$) al de la teoría celemiteñense que les pone un tapón en el c… para prolongarles la vida. y por eso seguimos hablando de la teoría celemiteñense, porque algunos viven fantásticamente con ella. Sin más.
Lo peor es cuando los charlatanes son médicos porque cuentan de antemano con un grado de credibilidad. Recuerdo a una médico que promocionaba un libro al que tituló «Mi dieta anticáncer». Esta señora tuvo cáncer y se sometió a un tratamiento de quimioterapia, pero al parecer lo que la curó fue comer brócoli.
Escrito retórico, sin contexto serio del tema de medica integrativa, alternativa, paliativa, tradicional, ante un critico alopatico, producto de intereses de poder…
muy necesario este artículo, la irracionalidad avanza cada día en nuestra sociedad, vamos, que «nos comen los monguers», para que lo entiendan los milenials.
En ¿Cuáles son las propuestas de los charlatanes parasitarios? tranquilamente podrían ser las mismas propuestas de los políticos argentinos actuales, principalmente kirchneristas/peronistas que son los reyes de la charlatenería parasitaria, que nos llevó a ser el segundo país con mas inflación en el mundo, con 50% de pobreza entre tantos otros males que aqueja el país.