Un 4 de septiembre, el último emperador Rómulo Augústulo, que todavía era un adolescente, fue depuesto por el general bárbaro Odoacro. Así, de un día para el otro, desapareció el Imperio romano de Occidente.
En los libros está grabada a fuego la cifra de aquel año: 476. Con el paso de los siglos, el recuerdo de esa fecha inspiró a literatos y artistas, quienes imaginaron una estampa catastrófica: hordas de bárbaros brutales paseándose por el Imperio, quemando, saqueando, derramando sangre y convirtiendo en ruinas el impresionante legado de siglos de civilización. ¿Cómo, sino mediante una tormenta de violencia y horror, podía haber desaparecido el imperio más influyente de la historia?
La imagen era poderosa, como lo son todas las epopeyas trágicas, pero también constituía una fabricación que mezclaba sucesos de varias épocas. Era verdad que el Imperio romano de Occidente había sufrido invasiones y saqueos. Pero el año 476, el de su final, no se pareció a aquellos cataclismos. En las crónicas de aquel tiempo no quedó reflejado un hundimiento traumático y repentino del Imperio, sino un desmantelamiento metódico que no afectó a muchos de los elementos familiares que determinaban la vida cotidiana de sus habitantes. A partir del 476 dejó de haber un emperador como figura aglutinadora, sí, pero hubo un papa que empezaría a desempeñar ese papel de manera vicaria, representando a quien el pueblo percibía como el sustituto perfeccionado de los antiguos emperadores: Jesucristo. Ya no había gobernadores en las provincias, y sus lugares los ocuparon unos reyes bárbaros que no eran invasores entregados a la rapiña, sino antiguos vecinos que durante siglos habían habitado las fronteras del Imperio, admirándolo, asimilando su religión y parte de su cultura, incluso haciendo carrera en las legiones, primero como mercenarios y después como generales.
El propio Odoacro, responsable de la disolución del Imperio, había sido un poder fáctico en la esfera militar romana; cuando destituyó al último emperador occidental no se estaba rebelando, no pretendía crear un reino por completo independiente, y proclamó su lealtad al emperador oriental, Zenón, pues la otra mitad del Imperio, con capital en Constantinopla, continuaba intacta. En la práctica, la lealtad de Odoacro significaba poco, pues el Imperio había permanecido dividido en dos mitades por lo difícil de controlar toda su extensión desde una única capital. Odoacro no iba a estar bajo el control efectivo de Constantinopla. Aun así, su actitud demostraba que los nuevos reyes bárbaros germánicos eran muy distintos de aquellos otros bárbaros que en ocasiones habían venido desde más lejos y no habían sentido el mismo respeto por la civilización romana, como los hunos de Atila.
Salvo excepciones, las instituciones que habían regulado la vida cotidiana de los ciudadanos continuaron funcionando tal como lo habían hecho hasta el día anterior al fin del Imperio, ya fuese adoptando nuevos nombres o siendo asimiladas por otras instituciones de rango superior. Cuando Rómulo Augústulo dejó su trono, el mundo romano no se desplomó hecho ruinas. Semejante maquinaria social y política no podía desaparecer en un día, ni en un año, ni siquiera en un siglo. Podría decirse que, culturalmente, los europeos del Mediterráneo aún vivimos en los rescoldos de ese mundo romano, porque es evidente que las herencias culturales tardan mucho más tiempo en desaparecer que las estructuras políticas y administrativas. La institución religiosa principal del Imperio continúa existiendo hoy y todavía tiene su sede en Roma. El derecho romano ha continuado siendo estudiado y, en lo posible, adaptado a nuevas circunstancias. Media Europa habla derivados del latín o tiene en sus lenguas «bárbaras» muchas palabras y construcciones con origen en el latín. Todo esto es cierto. Pero, aunque las antiguas estructuras administrativas hoy ya no existen, sí continuaron vivas durante décadas e incluso siglos.
La estampa de columnas cayendo y edificios en llamas fue una fantasía posterior. Cuando los gobernantes germánicos se encontraron con el timón de las tierras que habían pertenecido a Roma, intentaron mantener, al menos en lo posible, el statu quo en los niveles medios y bajos de la antigua administración imperial. Contaron con la colaboración de la Iglesia católica, la única institución que permanecía intacta en todos los territorios ahora separados; las ciudades ya no eran regidas por los duoviri, alcaldes del sistema imperial, pero la gestión de los servicios públicos fue asimilada por los obispos. Estos llevaban ya tiempo siendo cargos tan políticos como religiosos y conocían bien la maquinaria administrativa. Por ejemplo: desde la conversión al cristianismo del emperador Constantino, a los obispos se les había permitido usar instrumentos creados para la conveniencia del Estado, como el sistema postal, lo cual era un raro privilegio.
El cambio en la esfera militar tampoco fue dramático, aunque algunas anécdotas parezcan indicar lo contrario. En lo administrativo, el ejército imperial quedó disuelto con tanta rapidez que se decía que algunos legionarios supieron del fin del Imperio cuando pretendieron cobrar su más reciente salario y se encontraron con que ya no había quien se hiciera responsable de los pagos. En la práctica, no obstante, el statu quo militar había cambiado poco. Un escritor de la época, Flavio Vegecio, ya había lamentado en su obra De re militari el pobre estado de lo que antaño había sido la maquinaria militar más antigua del mundo. El ejército llevaba mucho tiempo siendo «imperial» de manera más nominal que efectiva y las legiones romanas, si es que aún se les podía llamar así, habían estado actuando según los intereses de los generales bárbaros que las habían dirigido sobre el terreno o de quienes habían comprado sus servicios en momentos determinados. De hecho, el Imperio occidental llevaba mucho tiempo poniendo de manifiesto su extrema debilidad militar. La ciudad de Roma había sido saqueada tres veces en menos de cien años: por los galos en el año 387, por los visigodos en el 410 y por los vándalos en el 455, además de sufrir un exitoso asedio a manos del germano Ricimero en el año 472. Mediolanum, Milán, la había sustituido como capital imperial de facto en el año 286, pero, también vulnerable ante los ataques bárbaros, el año 402 cedió el papel de centro político a Rávena. Estos cambios de capitalidad ilustran que, en los dos siglos anteriores a su final, el Imperio occidental no había tenido un centro neurálgico indiscutible porque, entre otras cosas, no había sido capaz de defenderse.
El Imperio murió de ineficacia y fue «invadido» porque ya no quedaba en su sistema político nativo quien pudiese hacerse cargo de él, al menos no como unidad. Su caída, para los ciudadanos de a pie, no constituyó un trastorno político muy distinto a los que se habían vivido en otros periodos de inestabilidad. Es más, podría decirse que el final del Imperio fue mucho menos perturbador que otros acontecimientos del pasado. El Imperio había vivido guerras civiles, asesinatos de emperadores, invasiones, pillajes y toda clase de desórdenes. Cuando dejó de haber un emperador, las minorías germánicas resultaron ser gobernantes soportables, no necesariamente peores que los líderes nativos del pasado. Lo mismo iba a suceder con las minorías musulmanas que invadieron Hispania. El populum Romanum continuó viviendo bajo los nuevos gobernantes germánicos o musulmanes de manera no muy distinta a como había vivido bajo los emperadores. Los ciudadanos continuaron hablando sus respectivas formas populares de latín, que irían mutando hasta convertirse en nuevos idiomas. Siguieron rezándole al Mesías crucificado, con la complicidad de los germanos o la tolerancia de los andalusíes. La Antigüedad se iba a transformar en la Edad Media sin que la gente corriente se diese cuenta; dado que casi toda la población era pobre y el objetivo común consistía en sobrevivir un año más, los grandes cambios importaban menos que los cambios locales.
El fin del Imperio fue simplemente un hito más dentro de un proceso de transformación que ya llevaba tiempo en marcha. Las causas del proceso eran diversas. Además de la germanización que había debilitado al ejército, la economía había tocado techo al decrecer el ritmo de las victorias militares. Roma, pese a sus asombrosos logros civiles y administrativos, nunca había conseguido desarrollar una economía capaz de afrontar los malos tiempos. Sin un concepto de estabilidad presupuestaria, se había confiado en el aluvión centrípeto de riquezas procedentes de la explotación de recursos en las tierras conquistadas. Un ejemplo: los habitantes de la ciudad de Roma habían basado su alimentación en el trigo que llegaba desde el norte de África, hasta el punto de que hacía varios siglos que la capital no podía abastecerse del campo italiano. Perder el control de un territorio conquistado significaba perder una insustituible fuente de recursos básicos que, de repente, ya no estaban disponibles en los mercados. Cuando Roma perdió sus graneros de las provincias africanas, muchos habitantes tuvieron que marcharse porque ya no había qué comer. Lo mismo sucedía con los impuestos y el comercio, también fundamentados en la explotación colonial. La falta de liquidez había llevado al Imperio a recurrir a la devaluación de su moneda, con la consiguiente inflación, la pérdida de confianza de prestamistas e inversores y el repentino aumento de los impuestos al ciudadano. Ante la escasez de alimentos, la caída de la actividad comercial y la presión fiscal, los habitantes de las ciudades habían empezado a mudarse al ámbito rural, prefiriendo pagar impuestos razonables a gobernantes locales que verse obligados a financiar una monstruosa maquinaria imperial que ya no ofrecía protección ni oportunidades de enriquecimiento. Antes de que el Imperio desapareciese, la progresiva deriva hacia el feudalismo ya se había puesto en marcha.
En tiempos anteriores, el orgullo nacional de los romanos quizá hubiese sido un factor determinante, pero cuando cayó el Imperio muchos ciudadanos habían perdido el vínculo emocional con la antaño tan querida idea de Roma como potencia dominante. Los motivos de orgullo cívico eran cada vez menos. Y no ya por la corrupción, que había sido endémica desde los tiempos de la República. A fin de cuentas, la queja sobre la decadencia moral de Roma era tan antigua como los propios romanos. Pero los de Occidente habían podido ver cómo el Imperio oriental se les había adelantado en todo: era cada vez más rico y esplendoroso, con redes comerciales extensas y rentables, una cultura grecolatina que continuaba en auge y un ejército fuerte que varias veces consiguió desanimar a los invasores asiáticos (quienes, por lo general, terminaban desviándose para atacar el más débil e indefenso Imperio occidental). Los habitantes del Imperio oriental, de hecho, ya llevaban tiempo considerándose la flor y nata de los romanos. Su capital inexpugnable, Constantinopla, parecía ser el nuevo centro del mundo.
Cerca del final, los romanos occidentales ya no se sentían superiores. Además, su antiguo concepto de orden social ya no estaba vigente. El cristianismo quizá era consolador en el ámbito individual, pero paralizaba el carácter pragmático de los romanos. No era la filosofía más idónea para que el Imperio sobreviviese a una crisis profunda, porque las instituciones políticas habían evolucionado de acuerdo con una filosofía muy distinta. La antigua religión olímpica, de corte comunitario, y la moralidad cívica habían demostrado ser flexibles bajo los requerimientos de muchas circunstancias. Pero habían sido sustituidas por una nueva religión más individualista y una moralidad espiritual en la que ya no jugaba un papel importante el concepto de ciudadanía romana. Ya no era importante cumplir una moral como ciudadano de Roma, sino como creyente. El cristianismo, al contrario que la religión olímpica tradicional, era dogmático; afirmaba hablar de lo ultramundano, pero en realidad se inmiscuía en los asuntos civiles sin ofrecer capacidad de maniobra. El ascenso de un clero cada vez más influyente entorpecía el equilibrio entre poderes, ya de por sí difícil. El compás ético del romano, antes dirigido por la noción de comunidad política, había sido trastocado y el pragmatismo había cedido su lugar al misticismo.
Mirando una secuencia de mapas, puede producirse la impresión de que el Imperio occidental fue, en efecto, hecho añicos en un solo año. En realidad, su desmantelamiento tenía que producirse tarde o temprano como resultado más de una metamorfosis —unida, sí, a un estrepitoso declive— que a un acto de destrucción fulgurante. Como sucede con algunos grandes campeones deportivos, Roma había crecido y brillado gracias a un impulso voraz, al deseo de vencer y prevalecer, pero esa misma inmodestia se convirtió en un problema cuando dejaron de llegar las victorias. El Imperio oriental aún existiría durante siglos, pero el occidental, el originario, el que se había levantado desde la nadería de un pequeño reino agrícola, siempre había portado en sus genes la semilla de la grandeza, y no pudo sobrevivir cuando la grandeza empezó a pertenecer al pasado. Roma, pese a lo que siempre había creído sobre sí misma, nunca fue capaz de vivir de los recuerdos.
Este interesante artículo contiene una pequeña errata: El saqueo de Roma por los Galos ocurrió en el 387 antes de Cristo. Roma no sufriría otro saqueo (el de Alarico en 410 d. C) hasta casi 800 años después. Lo más parecido a la «caida de Roma» de la memoria colectiva fueron sitios y saqueos durante la Edad Media (Guerras Góticas del siglo VI, con la destrucción de los acueductos) o incluso durante el Renacimiento (el famoso saco de Roma de 1528).
Efectivamente una de las causas del hundimiento fue la creciente intervención fiscal en forma de mayores impuestos para pagar esa ingente maquinaria administrativa romana que ya no era útil para el ciudadano. Una nueva prueba de lo que hoy llamaríamos políticas progresistas o Socialistas que sólo contribuyeron a acelerar la ruina de Roma. En la actualidad el Socialismo continúa arruinando países.
Certero. Así está ocurriendo en este momento.
Una prueba estupenda de paso por aquí veo un artículo sobre la caída de Roama y cuelo mi mensaje aunque no venga a cuento o a costa de escribr una chorrada (grande, muy grande). Busca ayuda. Te hace falta.
¡Los comunistas acabaron con Roma! ¿En serio?
Vio el vídeo de Huerta de Soto y se ha creído que sabe historia y economía.
Excelente aportación. Sólo que el lugar adecuado era una tertulia televisiva o radiofónica. O la barra del bar, no faltará el cuñado que te sostenga el cubata.
Creo que su enfoque soslaya la realidad presente, que consiste, en el predominio de una enfermedad contemporanea como es la especulación financiera de los bancos que ha logrado aparentar crecimiento económico ficticio. los pueblos tienen que precensiar los privilegios de los banqueros que exigen rescate del gobierno actual del imperio para seguir disfrutando del poder. solo que es cuestión de tiempo que ese sistema se convierta en inoperante, ya que no existe el crecimiento económico indefinido ya que los recursos del planeta son limitados, no se puede continuar viviendo con el actual reparto de praivilegios y desigualdades el mismo sitema ha genrado unas expectativas de bienestar que no puede satisfacer, es ineludible que la civilización como la conocemos actualmente no solo es insostenible para todos.sino que el nivel de derroche de los recursos que usufructa, obligatriamente el sistema que la impulsa se encuentra agotado, esta civilización ha generado sus propias contradicciones que no puede mantener y de alli que no puede detener los conflictos que genera, tendrá que modificarse fatalmente, para ceder el paso a un sistema mas igualitario, mas eficiente en el uso racional y justo de los recursos que tieneno soy experto ela materia es lo que se maneja popularmente, los especialistas es lo que dicen corrientemente
Hace poco muy poco q un economista refutado-del cual no recuerdo el nombre-, hacia mención a la misma idea: cómo lograr un crecimiento ilimitado en un mundo LIMITADO?La tecnología no da una respuesta positiva ya…Es obvio q a pregunta se responde sola …Para cuando se espera la debacle, es lo difícil de discernir,pero los problemas de toda índole se agolpan y sólo se parchean,sin lograr soluciones válidas en el tiempo…
En efecto, sólo un consumo racional y una redistribución de la riqueza( comenzando x lo más dificil,por la cumbre de la piramide, ya que como vas a pedir al q menos tiene q se empobrezca aún más?)…Nos va en ello la subsistencia como civilización…
Estoy en parte de acuerdo con usted. Al ojo avisado, al estudioso de la Historia, no escapan algunos signos de que estamos a punto – a punto no signfica mañana, más bien algún siglo- de pasar a otra época. Varios factores lo avisan, como por ejemplo, la cada vez mayor decadencia de los sistemas de creencias que anuncian cambios de paradigma – como ocurrió con la religión cristiana y la olímpica-, crisis económicas encadenadas que anuncian la debilidad del sistema económico, y por ello crisis sociales. Asimismo, los sistemas de ideas políticas han comenzado a hacer aguas por todas partes.
La Historia cambia el rumbo cuando el pueblo no tiene que comer.
Sólo hay un clavo al que agarrarse, y es la Ciencia y el pensamiento científico. Creo que si logramos subirnos a ése barco, habremos dado un gran paso.
Ja ja ja?????.Menuda forma de intentar vendernos tu moto…
Pues. oye, la mitad oriental, lo que llamamos Imperio Bizantino, duró mil años más aplicando las mismas políticas fiscales. A lo mejor fueron otras las razones.
Asi es. Los romanos ya leian a Karl Marx y las togas son una versión antigua del chandal de Fidel.
Buen chiste, Fer. Hala, a votar por la Libertad y cuando te tengan que ingresar en una residencia y no haya un duro que te dejen morir tirado.
Claro, la Unión de Estados Sovieticos de Roma hundió el Imperio Romano. Anda, vete al peo a decir chorradas.
¿VOX?
Muy interesante y explicito. Gracias.
Excelente artigo, e muito esclarecedor
Excelente texto. Como estudiante de latin, me apasiona el tema de la caída del imperio romano. Hasta ahora solo he conseguido un libro sobre el tema, The Fall of Roman Empire por Peter Heather, y quisiera leer más sobre el tema. E.J.Rodríguez, ¿podría recomendar una bibliografía, en español o inglés?
De Averil Cameron, El Bajo IMPERIO ROMANO
Recomiendo a Isaac Asimow, La República Romana, El Imperio Romano y La Alta Edad Media, muy completo con una escritura nada rebuscada, sencillo y con toque e humor
Jairo, te recomiendo un podcast en iVoox que te encantará. Se llama «El ocaso de Roma» y el autor es un auténtico especialista en el Bajo Imperio y un gran comunicador, Carlos de Miguel. Si estás interesado en el período, te va a gustar mucho.
Lo cierto es que toda transición se da paulatinamente, pero la historia nos hace creer que se da de un momento a otro y se pone como elemento cambiante determinada fecha y en el imaginario queda que fue de un día para otro, lo que no pudo acurrir así. El imperio Romano ya venía en declive. En cuanto que los socialistas fueron los responsables que estupidez. Lo que acabó a Roma fue su degradación política económica y social.
Que el socialismo continúa aruinando países me parece poco creíble ya que es un intento de buscar un equilibrio, una
responsabilidad social incruenta entre los que más y menos tienen en estos tiempos modernos. En los de Roma era un concepto
desconocido, pero ya entonces hubo una sensibilidad, una responsabilidad social que para mayor paradoja provenía de
las clases sociales privilegiadas, como la de los Gracco, los Scipione, los Catilina, los Julio Cesar, los Marco Antonio,
los Augustos. Una sensibilidad que hoy llamaríamos Progresista, y que entre sus principios fundamentales estaba la
tremenda injusticia de que a los veteranos que habían enriquecido la República, los aristocrático les negaran una adecuada
distribución de las tierras conquistadas, o sea una «reforma agraria», que con tanta pasión y brillo oratorio se opuso
nuestro gran orador, Cicerón, ciego político y rancio aristocrático que, sin embargo, y como uno de los últimos ejemplos
de esos romanos conservadores y obtusos pagó con su vida tal elección política y, como sucede con el conservadurismo
histórico nos llegó como el «salvador de la patria», y a Catilina y Marco Antonio como unos pérfidos aristocráticos
resentidos. Excelente artículo, señor Rodriguez, necesario para tener más clara la Historia. Siempre un gusto leerlo.
Estimado, entiendo su crítica al articulo, lo que no comparto es que crea que el socialismo puede ser viable y mejor aún que el capitalismo, cuando la realidad nos a demostrado que es mucho más pernicioso y terrible que el capitalismo, usted habla de ser el socialismo algo que busca un equilibrio y la historia reciente nos demuestra que ha destruido y empobrecido países enteros, no solo matando a cientos de miles sino exiliado a millones…le puedo dar ejemplos, venezuela, cuba, y mi país argentina, donde se intenta implementar un sistema socialista a la manera de venezuela, el socialismo es bueno en la teórica pero cuando se aplica las consecuencias son peores que cualquier otro sistema. La represión y la aniquilación a cualquier critica están a la orden del día, por lo menos en el capitalismo usted puede señalar lo que está mal, en el socialismo no. Usted dirá que no es realmente socialismo lo que le señalo, pero esto también es demostrable. Porque ninguna organización socialista condena las violaciones sistemáticas de los derechos humanos habida en estos países, Lamento mucho que haya gente que realmente vea en el socialismo una salida mejor que el capitalismo.
Sr. Seba, veo q Ud. es graduado del Instituto Republicano, cum aluden. Seguro tuvo como tutor a Donald y de tutor a Pompeo…
Estimado connacional Seba. No había ninguna crítica al artículo que al final agradezco, solo hice hincapie en el comentario
de Fer que, a mi parecer, mezcla situaciones económicas y políticas que poco y nada tuvieron que ver con la caída del
Imperio Romano como narra el autor. «Pecunia» no le faltaba, y no tengo conocimientos de que hubo alzamientos en la
Italia de aquellos tiempos por problemas de impuestos abusivos durantes más de trescientos años. Las únicas revueltas
fueron por reivindicaciones nacionalitas, como en la Galia, actual Italia del norte, y en la Palestina. Cierto, hubo
abusos en sus posesiones y está documentado.
Minerales valiosos y trigo lo «importaban» de sus colonias, no con buenas maneras, claro, pero esos eran los tiempos que
parece que no fueron tan terribles ya que toda Europa copió la civilización latina. Y hasta creo que la plebe no pagaba
impuestos, parece que todo era, como dijo Frabetti, «pasta» (no pan) y circo.
Con respecto a nuestro querido país, si usted quiere darle del socialismo al peronismo no hay problemas. Después de todo
Perón aplicó los puntos de vista humanitarios que el socialismo de JM Palacios pregonaba. El peronismo es una realidad con
la cual los plutócratas o financieristas (capitalistas, a mi entender, es un vocablo que sería hora de mandarlo al rincón
del olvido) tendrán que aceptar y convivir porque más bajo no pudo haber caído nuestra Argentina, y no todo por culpa del
peronismo. Del seno de este han salido monstruos, lo reconozco, pero ningún partido político está excento de tal tragedia, y
menos el de los plutócratas y financieristas. Acabo de leer que ahora comienzan a protestar por el impuesto a los más
habientes que, como siempre son pocos.
Con respecto a Venezuela empecé a desconfiar cuando la prensa mundial hegemónica comenzó a decir que era un nuevo comunismo.
Y aplaudí cuando la UE decidió no entrometerse en su proceso político interno y no legitimar ningún golpe apoyado por el
gran vecino del norte siempre ávido de petróleo. Con respecto a Cuba, de la cual solo reprocho la casi interminable
permanencia de una familia que en su oportunidad le dio dignidad a esa isla, solo sé que tienen una envidiable sanidad
y educación, que no hay libertades civiles plenas, que el nivel de vida es bastante gris, pero no creo que haya familias
en extrema pobreza como en nuestro país considerando la extensión y riquezas de esa isla. Para mi pais desearía un sistema
social como el de los países nórdicos de los cuales me informo y, sobre todo, por el recuerdo de un compañero de trabajo
sueco cuyos padres habían emigrado a la Argentina porque… en Suecia se pagaban demasiados impuestos!, pero así anda ese
país. Gracias.
Punto 1: Hubo infinidad de alzamientos por problemas de impuesto. No olvidar que durante mucho tiempo y bien entrado la era de los emperadores, la recaudación era una actividad privada. Lo que sostienes es equivocado.
Punto 2: No lo importaban, no lo pagaban, eran parte del impuesto abusivo al cual tributaban las colonias y los estados satélites. Primero Sicilia, y luego Egipto cuando la primera no dio abasto, fueron los graneros de Roma. Segundo error.
Punto 3: La plebe que vivía en Roma no paga impuesto, pero la de los países conquistados sí, por lo menos hasta que se vieron en la obligación, creo que bajo Cómodo, de «universalizar», si se me permite la expresión, la ciudadanía romana, a otras partes del imperio. Tercer error.
Punto 4: el peronismo es una hidra de diez mil cabezas, que engloba a los actuales progresistas de puerto madero, los muchachos de la triple A, la pequeña y mediana burguesía acunada en la teta del estado, los intelectuales de izquierda populares con sueldos públicos, los montoneros, tacuara, los buenos y eternizados muchachos gremialistas, que un día aplauden a Menem y otro a Cristina, y un largo etc. Así que da lo mismo. Si no te pica, no te rasques.
Punto 5: coma mierda, millones de moscas no se equivocan: los inmigrantes venezolanos deben estar equivocados, la inflación venezolana no es tal, todo es culpa de los medios hegemónicos, etc., etc., etc.,: perfecto, anda a vivir a Venezuela ya que es mentira todo lo que se dice. Otro y van….
Punto 5: Cuba….claro que no haya libertad no se reprocha. No es que no las haya plenas NO LAS HAY DE NINGUNA MANERA. Son sometidos, claro, con educación y sanitos, pero no pueden decidir sobre su futuro, para eso está la plutocracia castrista.
Me encanta estos intelectuales clase media de cafetín argentina que te dan cátedra de lo bien que se vive en Venezuela, Cuba o Corea del Norte, tibiamente arropados en su micromundo.
Estimado E. Roberto, he leído con mucho interés todos los comentarios sobre este excelente artículo, incluyendo los suyos. He decidido respetuosamente hacerle un comentario, acaso porque menciona al país donde nací y donde aún vivo 48 años después, Cuba. Quiero empezar diciendo que no podría estar más de acuerdo con usted en cuanto a eso de que los capitalistas per se son una raza en extinción que ha sido suplantada por lo que con acierto llama «plutócratas y financieristas»; poco queda del capitalismo del libre mercado, el «fair play» y del pequeño emprendedor libre que vive de su trabajo, lo cual es triste. Muy poco queda también de lo que fue la aplicación en la praxis de las ideas socialistas originales, pero distorsionadas en las teorías de manual en el llamado «socialismo real», lo cual es una maravilla. El capitalismo fundamentalista, lejos de ser la solución a los problemas del mundo, los agudiza y acelera nuestra autodestrucción; el socialismo, o eso que llamamos socialismo, crea problemas donde no los hay, y los que había los agudiza, y lejos de elevarnos a todos a la dignidad, el
protagonismo político real y la riqueza modestamente repartida entre todos por la solidaridad colectiva, nos rebaja a todos a la indignidad de la pobreza repartida y la nulidad política que únicamente empodera a la élite del partido. Eso es Cuba. Solo puedo conjeturar sobre los demás países que mencionan aquí. De modo que comentaré sobre aquel que conozco porque lo vivo. Hay una familia perpetuada en el poder a base de represión de diverso signo a lo largo de seis largas décadas, que sólo trajo dignidad a Cuba en los libros de historia que esa misma familia ha reescrito y obligado a usar en todas las aulas de la isla (prohibiendo además cualquier otra narrativa en la esfera pública); hace más de tres décadas que el sistema educativo cubano dejó de ser envidiable en ningún otro aspecto que no sea el de la «gratuidad» y «universalidad»; es cierto que Fidel Castro, parafraseando la célebre máxima (tolle, lege), declaró cuando la campaña de alfabetización: «No le decimos al pueblo «cree», le decimos «lee», pero solo para después indicarle qué leer y sobre todo qué no podía leer (hay leyes específicas aún vigentes sobre el tema) y ya desde la campaña alfabetizadora de 1961, a los «guajiros» se les instruía con cuadernos de español donde aprendían la R, de Revolución, la E, de Ejército Rebelde, la F y la C, de Fidel Castro, la R de Raúl… (no lo invento, ahí están los cuadernos en archivo); es cierto que la universidad es «gratuita», tanto como que estudiantes y profesores que se alejan de la ortodoxia son expulsados, no admitidos (sobre todos en determinadas carreras políticamente estratégicas) y llevados al más absoluto ostracismo . De la sanidad, otrora la más recurrente carta bajo la manga en las relaciones públicas del gobierno cubano, hace mucho rato que es un asco, y su declive emula al del imperio Romano en sus últimas décadas. Por lo demás es cierto que no se pagan… al contado; las hemos pagado con creces todos los días, doblando el lomo a lo largo de toda una vida por una fracción del valor de nuestro trabajo, solo para que después el gobierno socialista te pida gratitud y lealtad sin fisuras, como quien te salva la vida, cuando apenas usa a su vez una fracción de la riqueza producida por todos para mantenernos dependientes y pendientes de él, usando el resto para sostener una burocracia política incompetente, corrupta e hipertrofiada y unas instituciones militares desproporcionadas en número y en poder político. No hay libertades civiles, ni plenas ni verdaderas, sí hay muchas familias en la extrema pobreza, que pasan hambre real, de la que da punzadas en el estómago, sí hay homeless y mendigos, la economía cubana no es gris, es un pozo ciego. Todo eso lo saben los cubanos, aunque muchos solo quieran vivir enajenados y felices en el noticiero nacional de televisión y en los periódicos, controlados todos con minuciosidad de esposo celoso por el departamento ideológico del partido. La llegada de internet a los celulares y las casas privadas en Cuba hace apenas unos tres años, a buchitos, con precios deliberadamente prohibitivos para la mayoría, para los que no tienen nada que perder, intermitente, lenta y también minuciosamente monitoreada, ha sido sin embargo la primera grieta en una cortina de censura y agendas informativas de más de sesenta años, que son en realidad el verdadero triunfo del gobierno cubano: el más eficiente sistema de relaciones públicas del hemisferio. Solo ahora incluso los cubanos empiezan a conocerse a sí mismos, y a hablar entre sí sin intermediarios, a sotto voce y en privado, y lo que se han contado nos tiene a todos horrorizados, decepcionados, indignados. Podría decir más, y hablar también, claro está, de los aspectos positivos de mi país, y hasta de mi gobierno, al cual interesa primero que nada y por encima de todo su propia perpetuación en el poder, y que sólo teniendo esto en consideración se le puede entender en su actuar cotidiano, pero que no es 100 % maligno en todo y todo el tiempo ni mucho menos, lo qué pasa es que el consuelo que nos queda a los cubanos al final siempre es el mismo, el saber qué hay otros a los que tal vez les va mucho peor; a fin de cuentas los cubanos solo estamos en un estado de guerra permanente con nosotros mismos. Pero ya voy desde el principio demasiado lejos del tema del artículo original. Concluyendo creo que las discusiones acerca de qué es mejor o menos pernicioso, si el socialismo o el capitalismo, es pura disonancia cognitiva; si esa disyuntiva nos es impuesta en la práctica por los sofistas, los economistas y los políticos, no debería nublarnos el coco en el terreno de las ideas. Es ese maniqueísmo el que nos tiene estancados hace un siglo entre dos caminos que conducen por igual al abismo. Por ello creo que usted y yo podríamos tener una conversación como esta y ser mejor comprendidos justamente en esos otros países que menciona de la península escandinava y sus alrededores. Disculpe lo extenso del comentario y tenga ud mis respetos.
Recibido el mensaje, aunque podría haberse ahorrado esas metáforas obscenas, o certezas graníticas sobre el error de los
otros, o imperativos de viajes imposibles o lo privilegiados que son esos tibiamente arropaditos escribiendo cuando
pienso que usted estará en las mismas condiciones, porque es simplemente un intento de literatura para entender nuestra
Historia, en mi caso el intento de un ciudadano de a pie, en un foro donde se pretende intercambiar opiniones tratando
de elegir las palabras o metáforas más adecuadas, y deseando que los comentarios no introduzcan por la fuerza otras
consideraciones que nada tienen que ver con el artículo. Ya ve dónde vamos a parar con estas intolerancias que hacen de
nuestro pais un país poco envidiable, no como ese que especifico en mi comentario donde se pagan tantos impuestos.
Continuaré con la interminable lectura de Roma para ver en qué fecha se produjeron esos alzamientos que usted no especifica,
sin apuro, sólo por curiosidad, pues no creo que los motivos contrastantes de esta discusión forzada hayan tenido algo
que ver con la lenta caída de Roma.
Se me quedó algo en el tintero, que para no meter más barullo tendría que dejarla ahí porque el artículo narra otra
cosa, pero sucede que cuando se habla de la Argentina, y su consecuencia inmediata, ser argentino, que es como una
enfermedad rara, de esas que solo el paciente experimenta, o sea que sabe que es el mejor país del mundo, pero que los otros
lo ignoran, agrego que, no obstante la pechada de las palabras en la controversia anterior, le digo que en algunos puntos
estamos de acuerdo, especialmente en eso de los montoneros, tacuaras, y agrego erpianos, trostkistas y familiares y sus
opuestos, triplerosA y sindicalistas, los primeros que por haber leído medio tomo de El Capital, se creen tener todas las
respuestas, los otros por la demagogia y las riquezas personales espurias que me han llevado amigos, compañeros de trabajo
y tantos desconocidos. Menos de acuerdo con lo de la Medusa, porque ningún partido político está a salvo de tales monstruos
y obsecuentes los hay por doquier. Por las virtudes o vicios de aquellos países habría que ir y ver con los propios ojos, y no con los de la prensa que siempre es parcial. Con respecto a las verdades históricas, es muy difícil saberlo. No se me ocurre otra, y espero que sea lo último solo por respeto al autor del artículo.
El capitalismo actual es.un asco y el socialismo es para.los.pobres.que.quieren.dejar.de.serlo los.que.tienen.recursos pueden ser.lo que.deseen.
¿Por qué se empeñan en decir que el imperio romano cayó en el 450?
El imperio romano se mudó a Bizancio en el 321. Lo que cayó en la Roma vieja fue un remanente. Roma perduró otros 1,000 años desde Constantinopla.
Son datos conocidos y documentados.
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