Cómics Arte y Letras

Cuando la guerra fría salvó a los superhéroes

Superhéroes

Tras la victoria de las tropas aliadas, los cómics quedaron huérfanos de supervillanos. Superman solo aplicaba su afán justiciero para con la comunidad de Metrópolis, pero la Segunda Guerra Mundial puso al Hombre de Acero y los demás a luchar contra el mismísimo Hitler y sus esbirros en la ficción. Terminada la contienda, el cómic se llenó de historias descriptivas de terror y detectives, cuyo contenido principal orbitaba sobre la violencia y el sexo. Pronto comenzaron a surgir voces que alertaban del peligro de inculcar con ello a las nuevas generaciones ideas no solo poco edificantes, sino a todas luces muy peligrosas. Para algunas autoridades, estos cómics animaban a saltarse la ley, por no hablar de los comportamientos claramente impúdicos con que retrataban las relaciones hombre-mujer (otro tipo de relaciones eran un atentado contra el sistema). Los lectores podrían terminar como los protagonistas, robando bancos o en una conspiración para dominar el mundo. Los cómics, concluían estas celosas autoridades, aparte de obscenos y poco edificantes, llevaban implícitos los mensajes del comunismo. Tanto robo podía predisponer a mentes poco formadas hacia la idea de la propiedad colectiva. Por ello se orquestó una campaña de purga y control. No estaba bien que en las viñetas apareciesen solo zombis y héroes atormentados repartiendo tortas a policías corruptos. Se apostó por un tipo de argumentos de tipo local y sin nada de fantasía. Nació la editorial True Comics, donde los protagonistas eran héroes reales del deporte y miembros de la policía, en clara oposición a las líneas de editoriales de terror y sci-fi. Asociaciones de padres de familia y la Iglesia consiguieron que la industria del tebeo se autocensurase a sí misma en sus contenidos, con el Comic Code Authority.

Para simplificar mucho el problema, como hicieron los preocupados padres y las devotas asociaciones cristianas, había que volver al orden. Y el orden volvió en una ola paranoica que arrebató a Occidente: la amenaza roja. El miedo a la invasión comunista de los países libres. Miedo, sobre todo, a que, en uno de sus enfados, Nikita Jrushchov, lo mismo que se había liado a zapatazos en la ONU, apretase el botón rojo y borrase del mapa una costa entera de los Estados Unidos. Este ejército del miedo arruinó carreras y condenó a diversos personajes del mundo de la cultura por sugerir en ellos no ya una ideología comunista, sino la más pequeña crítica al capitalismo. La campaña anticomunista tuvo gran éxito en términos psicológicos, pero no precisamente en ventas de tebeos relamidos. Eso sí, nacieron cientos de canciones, películas, novelas y tebeos sobre el poder atómico y las hordas del este, además de unos curiosos y sensacionalistas documentales sobre qué hacer en caso de ataque nuclear o encontrarte con un sospechoso de pensamiento marxista.

Los soviéticos, que habían sido aliados en la guerra y en el frente recibían cómics desde Estados Unidos donde se los consideraba camaradas, pasaron en poco tiempo a convertirse en seres primitivos que no dudarían en hacer cualquier barbaridad contra Occidente. Los rusos rechazaban el progreso y no usaban desodorante. Poco a poco, la propaganda y la cultura pop comenzaron a presentarlos ante la temerosa opinión pública como máquinas inteligentes de matar, superiores en habilidades técnicas y científicas (pero del lado oscuro) a los americanos y nada impresionables ante sus ideas y creencias. Solo los productos y objetos del mercado capitalista serían capaces de hacerlos sucumbir. Antiguos personajes de la era dorada del cómic resurgieron con nuevos uniformes y poderes, tras oportunos accidentes nucleares en el desempeño de sus profesiones, como Flash y Linterna Verde. El Capitán América cambió de objetivo: de «machaca nazis» pasó a ser «machaca commies». Cráneo Rojo, el esbirro de Hitler y principal villano en las aventuras del Capitán América durante la guerra, devino en un poderoso agente secreto de la URSS que manejaba el infame Teseracto o Cubo Cósmico, donde tenía encerrada nada menos que la mente del Führer.  

También nacieron nuevos personajes al calor del miedo a la bomba y a los comunistas. La editorial Marvel triunfó por fin en todo el planeta con su deslumbrante colección de superhéroes disfuncionales. En sus cómics, Stan Lee y sus dibujantes hicieron planear la sombra del terror rojo. Un ejército de espías, doctores chiflados, mutantes y genios del mal al servicio de Moscú entró en las viñetas a plantar batalla. Duró poco: la contracultura y la guerra de Vietnam provocaron otro universo que se iría amoldando a las cada vez más contradictorias y caprichosas demandas del mercado. Pero la sombra tras el telón de acero volvería a alzarse en los ochenta, cuando llegó el presidente Reagan, e incluso con las dramáticas consecuencias de la desintegración del Pacto de Varsovia. 

guerra fría

Galería de villanos comunistas

1. El Hombre de Titanio (Iron Man, 1965).

Iron Man no era en los cómics esa chistosa estrella que aparece hoy en las películas. Tony Stark fue concebido por sus creadores como el adalid del capitalismo, un poderoso empresario que solo tiene un punto débil, el alcohol (y su corazón artificial). El Hombre de Titanio es uno de los más entrañables, por sus estrepitosos fracasos. Boris Bullski era un mando importante y ambicioso del Partido, lo que le granjeó muchas enemistades y el destierro a Siberia. Para congraciarse con sus superiores, Bullski obliga a los científicos (también deportados) a fabricar una armadura parecida a la Dínamo Escarlata, pero más sofisticada, con la que piensa retar a Iron Man. Stark acepta el desafío y lo vence en un combate televisado a medio mundo. El pobre Bullski intentará mejorar su armadura para vencerlo en sucesivos combates, pero nunca lo consigue. Los rusos lo abandonan y es recogido por el ejército vietnamita para montar un trío de supervillanos contra los Vengadores (los Tres Titanes), que también falla. 

2. Dínamo Escarlata (Iron Man, 1963).

El archienemigo de Iron Man es una armadura muy similar a la suya. La diseña por primera vez el científico Anton Vanko, y con ella puede cambiar el campo geomagnético del planeta. Esta colosal herramienta, pero tosca y de vivo color rubí (en contraste con la primera armadura de Iron Man, en tonos metálicos) la encarga el mismísimo Nikita Jrushchov, y con ella Vanko viaja a Estados Unidos para destruir las empresas de armas de Tony Stark. Pero este le convence de que el régimen comunista lo está utilizando. Vanko deserta de Rusia, no sin antes entregar al persuasivo empresario el oro que Moscú tenía previsto invertir en la guerra contra su emporio. Aquí no acaban las aventuras de la Dínamo: reaparecerá hasta en más de una veintena de aventuras, «pilotada» por diversos científicos y soldados a las órdenes de Moscú. Entre ellos, una mujer, Galina Nemirovsky, una de las mejores pilotos de Dínamos (la XV); una versión zombi (Army of Darkness) y otra que podía ser miniaturizada en microsegundos, la sofisticada Dínamo Escarlata Mark V.

3. Coloso (Patrulla X, 1975).

Se trata de un hijo del villano más famoso de la historia de Rusia. Piotr «Peter» Nikolaievitch Rasputín es un campesino que descubre que tiene el Gen X mientras trabaja en un koljós siberiano. Este le da una fuerza hiperhumana. El Profesor Xavier le recluta para luchar contra Krakoa en la Patrulla X, pero tras una serie de percances los abandona para unirse a los rebeldes de Magneto. Esta fase dura poco, Coloso se ve envuelto en una intriga por devolver a la vida al malvado Rasputín. Para evitarlo, el mutante tiene que renunciar a su familia y a su amada, y adopta el avatar de una entidad cósmica maligna, el Juggernaut (este conocido mutante luce el mismo traje que Coloso, pero se adorna con un espectacular y famoso casco de forma ovoide). Coloso sufre la traición de su hermana y tiene que luchar con este lado oscuro. Se unirá por fin a la Patrulla X, pero antes pasará una temporada en el escuadrón de operaciones peligrosas, los Factor X de Cable (el hijo de Cíclope).

4. Viuda Negra (Tales of Suspense, 1964).

La espía más famosa de Marvel desciende de la ilustre familia rusa, los Romanov. Natalia era una aplicada bailarina, hasta que se casa con un famoso cosmonauta, el Guardián Rojo. Cuando las autoridades le comunican que este ha muerto, ella no duda en ponerse al servicio del KGB, en colaboración con mercenarios como Ojo de Halcón. En estas operaciones, es secuestrada por una orden de ninjas japoneses, que la entrenan como experta luchadora y asesina. Rescatada por miembros de la Patrulla X, pasará de luchar contra Iron Man a unirse a los agentes de SHIELD como componente de los Vengadores. Las aventuras de la Viuda Negra han estado salpicadas de romances con superhéroes, programación y desprogramación para el bien o el mal, y es un ejemplo de la evolución de los papeles femeninos en el cómic: de la sosa pin up (ya hubo una versión primitiva de Black Widow en los años cuarenta) a la mutante genéticamente alterada de HYDRA en Los Nuevos Vengadores.

5. El Fantasma Rojo y los Super Simios (Los Cuatro Fantásticos, 1963).

La carrera por el espacio no solo llevó al hombre a la Luna, también avivó la imaginación de Lee y Jack Kirby para crear el grupo más formidable de superhéroes hasta la fecha, los Cuatro Fantásticos, y sus peculiares enemigos. De los más bizarros es el astrofísico Iván Kragoff, un comunista convencido y deseoso de llegar el primero a la Luna. Para ello diseña un cohete en el que viaja acompañado de tres simios. La tripulación es sometida al efecto de los rayos cósmicos y desarrollan poderes. El científico puede hacerse invisible y cada uno de los simios se vuelve un poderoso mutante. El grupo se enfrentará a los Cuatro Fantásticos, y más adelante los veremos luchando contra Hulk, Iron Man, los Vengadores y Spider-Man. Una de las mejores aventuras es cuando viajan a África para convertir el imaginario país de Niganda en una república comunista habitada exclusivamente por monos inteligentes, dejando de lado al pobre Fantasma, que siempre sale mal parado en todas las batallas y tiene que pedir ayuda a la Patrulla X.

6. Supersoldados Soviéticos (Hulk, 1981).

La respuesta del Kremlin a la Patrulla X. El Profesor Piotr Phobos abre su escuela para entrenar mutantes en Moscú, con los parabienes del KGB. Los primeros estudiantes son Mijaíl Ursus y los hermanos mellizos Nikolai y Laynia, hijos del científico Sergei Krylov (poco después, el mutante Presencia). El primero se puede transformar en un oso gigante. Nikolai (Vanguard) es capaz de repeler cualquier energía aplicada contra su cuerpo y maneja la hoz y el martillo como armas de destrucción. Layna (Estrella Oscura) puede usar la materia oscura, volar y teletransportarse. Lo que no saben es que Phobos no es un comunista leal a la causa, sino un chiflado que está desarrollando un horrible plan de dominación. Los Supersoldados pasan un calvario de persecuciones, primero de los mutantes norteamericanos, otras veces de las autoridades de su país, que los tratarán de traidores cuando abandonan la URSS, pero les suplicarán su ayuda para acabar con extraterrestres aún más malvados que ellos.

7. Sóviets Supremos (Capitán América, 1989).

¿Qué hace el Gobierno cuando sus mutantes se rebelan? Pues organiza un grupo de superhéroes para que obliguen a los primeros a volver a casa. Así nace este quinteto, dirigidos por la V Dínamo Escarlata, que cuenta entre sus filas con un dios de la mitología, Perun (la contrapartida eslava a Thor), el Guardián Rojo, Sputnik (un especialista en objetos mecánicos) y Fantasía (la hechicera, que puede transformar a unas personas en otras). La aventura en que los Sóviets luchan contra los Supersoldados en las calles de Moscú es extraordinaria. Fantasía hace pasar al quinteto por la Patrulla X para enfrentarse a los Supersoldados, pero Estrella Oscura desata su poder en forma de un monstruo que absorbe toda la energía y a punto está de acabar con todos. Tiene que llegar una autoridad: el Capitán América convence a los Supersoldados de que no maten a sus camaradas. Más adelante, con la perestroika, el quinteto pasará a llamarse Protectorado del Pueblo y sus componentes se unirán a los Supersoldados para formar, ya a finales de los noventa, la Guardia de Invierno.

8. Camaleón (Spider-Man, 1963).

Después del ladrón que mata a Ben Parker, el Camaleón es el primer villano que aparece en un cómic del personaje de Lee y Steve Ditko. Dmitri Smerdyakov es un emigrante ruso que se dedica al espionaje porque tiene la enorme habilidad de disfrazarse de cualquiera, incluido Spider-Man, para culparle de una serie de robos de planos secretos en instalaciones militares para vendérselos a los soviéticos. El todavía inexperto superhéroe casi no lo atrapa en su primera aventura, pero Camaleón es detenido y deportado al final. Poco después vuelve a Nueva York, esta vez aliado con su hermanastro, Craven el Cazador. El plan para descubrir la identidad del superhéroe mediante unos androides creados por el Duende Verde que se hicieran pasar por los padres de Spider-Man no sale bien, y la pareja de villanos tiene un final muy triste: Craven se suicida y el Camaleón, después de montar unas escenas en el puente de Brooklyn, es recluido en un psiquiátrico.

9. Soldado de Invierno (Capitán América, 1941).

Bucky Barnes, compañero inseparable de peleas del Capitán América, primer superhéroe de la factoría Marvel —antes incluso de que esta se llamara así (Timely Comics)—, le acompaña en la aventura final contra el Barón Zemo. Cuando ambos intentan desactivar la bomba que lleva en el avión, esta explota y los dos desaparecen en el mar. Muchos años después, al Capitán lo descubrirán los Vengadores dentro de una cápsula y en animación suspendida, pero Bucky, a quien se daba por muerto, reaparecerá en Marvel como un supervillano en 2005. Un submarino ruso habría recogido su cuerpo, implantándole un brazo biónico y manteniendo su cuerpo en tecnología criogénica para transformarle en asesino del Departamento X de Moscú. Bucky padece una oportuna amnesia que le permite emprender ataques terroristas en Estados Unidos. Allí se tendrá que enfrentar a su antiguo amigo. Una vez recobrada la memoria, Barnes es clave en la historia de la guerra civil de los Vengadores: cuando el Capitán es asesinado, Nick Furia le ofrece sustituirle para luchar contra el legendario Cráneo Rojo.

10. Hijo Rojo (Superman, 2003).

No todo va a ser Marvel en esta galería revolucionaria. El escocés Mark Millar planteó una pregunta fascinante. Cómo sería la saga del superhéroe más importante de todos los tiempos si su nave, lanzada desde Krypton, no se hubiese estrellado en Kansas, sino en una granja comunal de Siberia. Todo el universo DC cambia: Superman es aquí el extraterrestre con poderes increíbles que apoya los principios del comunismo. Por su estatus, está entre los íntimos de Stalin y los líderes del Presidium Supremo. Superman terminará siendo el presidente de la URSS y marido de Wonder Woman. Irónicamente, su intento de instaurar un sistema utópico y justo para todos los hombres terminará de muy mala manera, dominando el mundo bajo una horrible dictadura, en la que Lex Luthor, el archienemigo de Superman, tendrá que ser el salvador. Absolutamente deslumbrante.

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3 Comments

  1. Mr. Nobody

    Por fin un artículo divertido. De Grace tenía que ser.

  2. LUCÍA LA PROSTITUTA DE BUEN CORAZÓN ??

    Gracias por tus artículos Grace ,eres la mejor como José Legrá y eres la más grande como Muhammad Ali .

  3. ¿Qué se ha fumado la autora para escribir lo de Coloso? ¿O es que yo me he saltado algún párrafo y está haciendo historia-ficción de historias aparecidas en otros medios?
    Eso por no hablar de errores de bulto, fruto de leer las cosas en vete tú a saber dónde sin contrastarlas ni siquiera con Wikipedia (Cráneo Rojo, y su mezcla de elementos de diferentes décadas y autores como un todo, es un buen ejemplo), y falsedades como que True Comics fue una editorial (sí existió una colección así llamada, publicada por Parents Magazine Press -propiedad de The Parents’ Institute-, y que de lo mala que era cerró en 1950, un lustro antes del Comics Code Authority).
    Ya sé que cuesta mucho, pero uno deja de decir tonterías como las de este artículo al contrastar cosas y leer de vez en cuando sobre lo que se escribe (el libro de David Hadju publicado por EsPop Ediciones a lo mejor ayuda a dar más contexto si quiere volver a tratar este tema).

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