Una bella mujer desnuda cabalga a lomos de un corcel blanco por las calles de Coventry en Inglaterra. El sol acaba de salir y todas las ventanas están cerradas. El paseo culmina al final de la calle principal. Lady Godiva ha cumplido su palabra y sus conciudadanos se ven libres de los asfixiantes impuestos de ese año, tal y como había prometido Leofric, señor de Coventry, a su esposa Godiva.
Así es. El Medievo fue terrible para los campesinos y ganaderos que tenían que rendir tributo a su dueño y señor, con leyes tan crueles como el presunto derecho de pernada, además de una serie de impuestos que los asfixiaban a cambio de recibir la protección del feudo y trabajar sus tierras.
La leyenda de Godiva nos habla de una mujer de buen corazón que quiso hacer justicia por sus vasallos y retirarles sus impuestos en un año especialmente duro. Su esposo le concedería esa gracia si, y solo si, ella cabalgaba desnuda por la ciudad. Y ella aceptó. Su estrategia fue la siguiente: avisó a todos los ciudadanos de la situación informándoles del día y la hora en que cabalgaría desnuda para que todos cerraran los postigos de sus ventanas y nadie la viera. Todos los ciudadanos respetaron el deseo de su señora y correspondieron a su generosidad.
Todos excepto uno. Hay una leyenda imbricada con esta que nos habla de un sastre, de nombre Tom, que no pudo evitar la tentación y por una rendija vio a su señora desnuda mientras cabalgaba. Pero toda osadía tiene su castigo: tras incumplir la promesa y ver la desnudez prohibida de su señora quedó ciego. Esta es la conocida como leyenda de Tom el mirón. Esta historia ha dado pie a que en Inglaterra a todos los mirones se les designe con el nombre de «peeping Tom» en honor a este personaje.
Esta historia está fechada en el siglo XI en Inglaterra, donde efectivamente hubo un Leofric, conde de Chester y Mercia, señor de Coventry, casado con Godiva, quien destacó por su bondad y generosidad. Efectivamente esta dama se solidarizó con sus vasallos y su esposo fue condescendiente con ellos. Pero no hay nada del legendario paseo de Lady Godiva desnuda.
Todo apunta a que, en realidad, se trate de una historia mítica. Si acudimos a la etimología, el nombre «Godiva» puede ser una combinación de términos para decir la palabra «diosa» o «goddess» en inglés. Podría provenir de la «Madre Goda» o «Gerda», la esposa de Odín, con el sufijo «diva» que significaría «diosa» proveniente del sánscrito «devi». También podría tener su raíz en «Godavari» o «Godaniya», que significaba «diosa» para los antiguos pueblos godos.
Y el mito del paseo de una mujer y el mirón podría tener su raíz en la historia de Tiresias de Tebas en Grecia, quien tuvo la osadía de ver desnuda a la diosa Atenea, la que, al sorprenderle mirando, le castigó con la ceguera. Pese a ello, Tiresias fue también uno de los adivinos más célebres de la mitología griega.
Pero esta historia se habría perdido en el tiempo si no fuera por los victorianos. En concreto debemos resaltar dos nombres: el poeta lord Alfred Tennyson y el pintor John Collier. El primero fue el autor del poema «Godiva» que narraba la historia legendaria del paseo de nuestra dama. Por cierto, podemos disfrutar de este poema en una edición bilingüe en castellano e inglés a cargo de Luis Alberto de Cuenca y Victoria León en la editorial Reino de Cordelia.
Pues bien, este poema, como muchos otros de Tennyson, sirvió de inspiración para diversos pintores victorianos, de entre los que destacaría a John Collier, famoso por su versión pictórica del tema realizada en 1897. A Collier lo podríamos alinear con los prerrafaelitas, una hermandad de artistas que se constituyó como grupo a mediados del siglo XIX en Londres. Por su espíritu renovador del arte de su tiempo, casi podríamos decir que se trató de una de las primeras vanguardias. Entre sus miembros se encontraban John Everett Millais, Willian Holman Hunt y Dante Gabriel Rossetti. Estos pintores adoptaron este nombre porque creían que la pintura había perdido su esencia con la llegada de Rafael de Urbino. Esto es, adoraban el arte medieval y el del Quattrocento. Buscaban la autenticidad de la pintura del Medievo y, por ello, muchos de sus temas bebieron de historias relacionadas con este período histórico.
Así lo hizo Collier cuando representó a Lady Godiva desnuda cubierta con su cabello a lomos de un caballo blanco paseando por una ciudad medieval. Debemos fijarnos en la preciosa tela roja que cubre la montura pues la cincha tiene bordados algunos escudos británicos y al fondo se distinguen capiteles medievales. La desnudez de la dama se intuye bajo su larga cabellera y su postura inclinada, con lo que tenemos un desnudo púdico. No podemos ser los voyeurs de Lady Godiva porque su desnudo es, en esencia, prohibido. La composición es de extrema belleza y se ha convertido por derecho propio en el icono asociado a la historia de esta generosa dama.
Pero Collier no fue el único. Hay toda una nómina de pintores victorianos que decidieron aportar su visión a la iconografía de Godiva, entre los que podemos destacar a Edwin Landseer, John Clifton o David Gee.
Como si de un santuario erigido a Lady Godiva se tratase, en el Herbert Museum & Art Gallery de Coventry, en Inglaterra (precisamente el lugar donde se supone que aconteció la leyenda de Lady Godiva), tenemos una sala dedicada en exclusiva a mostrar los lienzos que representan esta historia, presididos por la obra de John Collier.
Así que ya sabéis, si estáis de paso por tierras británicas cerca de Coventry, no dejéis de acudir a visitar el templo donde reside su más bondadosa soberana.
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