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Nuestro cerebro en un búnker: entre la fantasía y el horror

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Escena del capítulo «San Junipero», de Black Mirror. Imagen: Netflix.

Este texto ha sido finalista del concurso DIPCLSC en la modalidad de ficción científica de Ciencia Jot Down 2020.

En el año 1930 las sociedades europeas se agitaban tensionadas por el oleaje de la Gran Depresión y comenzaban a asomarse al abismo del totalitarismo; el despiadado dictador Leónidas Trujillo «el Benefactor» se hacía con el poder en la República Dominicana; Clyde W. Tombaugh descubría la existencia de Plutón; y John Scott Campbell publicaba el relato «The Infinite Brain» en el número de mayo de la revista estadounidense Science Wonder Stories. En este relato, el científico Anton Des Roubles ha sido capaz de construir un mecanismo que replica los procesos de su cerebro y se comunica por escrito con Gene, la narradora, a través de una máquina que contiene su pensamiento y personalidad; porque Anton Des Roubles ha fallecido. 

Cuatro acontecimientos que van de la universalidad al pequeño suceso, de la realidad más dura a la ficción extrema. Al menos por ahora.

Son las nueve de la mañana de un viernes de enero del año 2080. Los asistentes a la reunión del consejo de dirección de la compañía paneuropea a la que acaba de incorporarse Antonio van llegando con aire tranquilo. Cogen sus cafés del dispensador, y algunos se atreven con un sándwich o con unas galletas. Pasados los quince minutos de cortesía, ven como el director general enciende el proyector 3D y un holograma se alza sobre el centro de la gran mesa de reuniones. Aparecen el programa del día con los diferentes puntos a tratar y la figura del décimo primer asistente: el anterior director general de la compañía, fallecido hace apenas un año: el señor B. Se le ve feliz de estar ahí; su opinión continúa siendo fundamental.

«No, claro que no tomaron su cerebro y lo mantienen vivo de manera artificial. No es eso, Antonio. Lo que han hecho ha sido replicarlo, emularlo para guardarlo en un servidor». 

Antonio H. es el nuevo responsable de manipulados de Water Textiles SA. Mientras le explican esto, sorbe café y mira hacia al diminuto proyector que le ha permitido presenciar lo que hasta ahora había visto como un gran avance científico-técnico anunciado en revistas y programas de televisión. 

El campo de estudio del cerebro humano es vasto y esperanzador. Enfermedades neurodegenerativas, malformaciones cerebrales, epilepsias, tumores, y tantos otros tipos de dolencias que podrían tener horizontes de cura o de tratamientos que mejoren sustancialmente la vida de los pacientes. Al final del pasillo el transhumanismo más procaz se está frotando las manos. La emulación o transferencia mental que han tratado en su obra de ficción Clarke, Asimov, David Brin y tantos otros, parece estar llegado. Y ahora sobrevuela algunos aceleradores de startups tecnológicas como una nueva y gigantesca oportunidad de negocio. Un game-changer. Pero no es un cambio de paradigma, es una detonación nuclear.

Hoy todavía hablamos de ciencia ficción, pero cada día que pasa estamos más cerca de que la ciencia llegue a esta frontera del ser humano. Ya en el año 2008, los científicos Anders Sandberg y Nick Bostrom del Future of Humany Institute (Universidad de Oxford), publicaron el informe «Whole brain emulation, a road map» sobre los desarrollos tecnológicos necesarios para emular un cerebro humano. Se estima que es probable que todavía falten décadas si es que jamás llega a ser posible para lograr emular con éxito el cerebro humano y transmutarlo a una SIM. Siglas que responden a Substrate Independent Mind

Nuestra manera de ver las cosas, nuestras emociones, nuestros recuerdos y nuestra personalidad podrán ser replicadas señalándonos, de esta manera, el camino hacia la eternidad. Pero no se trata de la eternidad de Rimbaud, c’est la mer allée /Avec le soleil (el alma inmortal del poeta), tampoco de la del ser humano biológico que pisará las calles nuevamente después de su muerte. Se trata de eternizar hasta que la subscripción sea cancelada la mirada que tenemos del mundo que nos rodea.

Esto representaría una forma de primera inmortalidad, y quizás la única posible. Al menos mientras que las mentes emuladas no puedan ser transpuestas a cuerpos humanoides como los golems de la novela «Gente de barro» («Kiln People», de David Brin), pero dispuestos para la infinitud corpórea y mental propias del arquetipo humano del que beben. Liberándolos del reflejo salmón que les impele a volver a descargar sus recuerdos al final de cada día.  

El señor B el fallecido exdirector de la compañía Water Textiles todavía es la voz con más peso del consejo de dirección. Por lo tanto, algunas de las decisiones más importantes serán tomadas por una máquina, que combinará la mente de un gran hombre de negocios con la capacidad extraordinaria para procesar información de los ordenadores.  

Miel sobre hojuelas. O tal vez cicuta y ortigas.

Una fantasía utilizada en numerosas ocasiones en la ciencia ficción. Un ejemplo más de idealización de la tecnología. Magia. Porque la pregunta capital es: ¿quién no querría poder conversar con un padre o con una abuela fallecidos a los que se echa terriblemente de menos? El candidato y rapero Kanye West regalando a su esposa Kim Kardashian un holograma bailongo de su padre, el fallecido Robert Kardashian; yo viendo a mi abuelo reír en el vídeo VHS de mi primera comunión; volver a visitar los rincones de nuestra memoria. Todo esto quedará desfasado. 

Al dolor por la pérdida de alguien querido le añadiremos la duda sobre si debemos contratar el fabuloso servicio de transferencia mental, que nos permitirá seguir conversando con el ser que vamos a perder. 

Es de esperar que el mercado nos dicte algunas de las normas. La mente contenida en un sustrato independiente podrá ser cancelada borrada, eliminada, suprimida si se deja de pagar el servicio o si caduca la tarjeta de crédito y olvidamos actualizar los datos. Estaríamos también abocados a la posibilidad de sufrir una forma de segunda pérdida si, por ejemplo, los miembros de la familia decidieran desprenderse de la losa de mantener a los muertos en vida e informados; hablar con ellos, contarle a un holograma cómo nos ha ido el día. Silencios incómodos antes de cerrar cada sesión. Habrá que cancelar al abuelo porque, total, ya ni abrimos la aplicación para hablar con él. ¿Sería tan sencillo realizar un acto de esta envergadura? O quizás tan complicado como lo sería en el caso de Josef, en La ignorancia de Kundera. Un exiliado checo viudo que no se siente capaz de dejar Dinamarca para volver a vivir a su Bohemia natal, por no abandonar el lugar en el que aún residen los recuerdos de su vida con la mujer a la que amó. Una presencia inmaterial que le acompaña a todas partes.

La compañía de la fábula futura de este artículo dice haber logrado desarrollar una solución que emula la mente humana con garantías absolutas. Beloved-Minds por ponerle un nombre a la bestia  ha disparado su valor en bolsa y se desenvuelve en los mercados globales como un nuevo rico en un concesionario Ferrari. ¿Estaremos acaso ante el inquietante y esperanzador abismo de un «San Junipero» que nos brinde una segunda oportunidad para vivir nuestras vidas?  

Beloved-Minds se presentará como una maravilla de la modernidad y el progreso, y poco a poco irán surgiendo otras soluciones, porque el mercado potencial es suculento. Se basará en el concepto del mind uploading, que consiste en un proceso a través del cual la mente, como colección de memorias, personalidad y atributos de un individuo, es transferida (subida) de un cerebro biológico a un sustrato artificial. Emulación mental, vaya. 

Pero estamos en el mercado global, amigos, y no solo florecerán otras compañías que vendan su servicio a clientes de alto poder adquisitivo y a corporaciones, sino que también irán apareciendo empresas con estrategias centradas en los segmentos con un poder adquisitivo más modesto. Estas dirigirán sus esfuerzos a las clases medias y a las menos pudientes, y esta fábula para el pueblo llano podría comenzar con una lista de precios rompedora: subscripción gratuita que generará un perfil personal, perfectamente operacional, de la información que hemos ido vertiendo en nuestras redes sociales; subscripción valor-plus de 59 euros al mes, que permitirá mantener la mente emulada y perfectamente funcional sin límite de horas; subscripción premium por 99 euros al mes, que mantendrá a los emulados al día de noticias y acontecimientos relevantes para que, más allá del tiempo transcurrido, sus opiniones tengan la validez del momento en que se emiten.

Esto no es solo un ejercicio de especulación. En 2015, la startup Eternime anunciaba que estaba a punto de lanzar un avatar que replicaría personalidades desde su huella digital, de manera que se podría interactuar (chatear, incluso hablar por Skype o Facebook) con personas fallecidas. El emprendedor e inversor Marius Ursache contaba en su página que el sueño había comenzado en 2001. Su sueño y tal vez la pesadilla de muchos de nosotros. 

En una entrevista a la BBC del año 2016, el millonario ruso Dimitry Itskov declaraba que «en un plazo de treinta años me aseguraré de que todos nosotros podamos vivir para siempre». Ha invertido parte de su fortuna en ello. Veremos. Hay, por supuesto, un buen número de neurocientíficos que se han encargado de mostrar su escepticismo (incluso su rechazo frontal: Michael Hendricks. «The false science of cryonics», MIT Technology Review, año 2015) sobre esta posibilidad. Se habla de imposibilidad de replicación fidedigna y de un horizonte inalcanzable. Y aquí asalta otra duda: ¿cómo demostrar si un cerebro se ha emulado correctamente o es simplemente una versión desviada, según estándares matemáticos conductuales, de una persona? Cómo comprobar algo así, si somos capaces de cambiar de opinión, de llevarnos la contraria a nosotros mismos, de responder de maneras diferentes a las mismas preguntas o situaciones, sin que se pueda desentrañar el porqué de todo esto. Quizás la respuesta comercial a estas incertidumbres la tenga la compañía Nectome. Ellos se comprometen a preservar tu cerebro de manera indefinida hasta que la ciencia sea capaz de emularlo en una SIM. Solo hay que darles permiso para que te practiquen la eutanasia. Casi nada. Se trata, en realidad, de un servicio poco novedoso en lo conceptual, ya que se estima que, por poner un ejemplo, la Alcor Life Extension Foundation ya tiene en conserva más de ciento cincuenta cuerpos con sus respectivos cerebros en nitrógeno líquido. Todo por si en el futuro hay manera de devolverlos a la vida, aunque solo sea como en el Museo de Cabezas, situado en la ciudad de Nueva Nueva York de la serie de animación Futurama. Eso sí, sin necesidad de que Fry las alimente por las noches.  

Hay decenas de organizaciones trabajando en desentrañar el funcionamiento del cerebro humano. Algunas de ellas con la mirada puesta en el horizonte del mind-uploading. Pero el reto es absolutamente titánico. Se trata de un área multidisciplinar que va desde el estudio molecular y neuronal hasta lo cognitivo y conductual. Una de las claves está en el conocimiento exhaustivo del funcionamiento del entramado de neuronas y conectomas.

Por otra parte, el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) será decisivo. Neuralink, fundada por el magnate entre otras cosas Elon Musk, trabaja en el desarrollo de BMI (implantable brain-machine interfaces) utilizando esta disciplina científica. Transhumanismo en esencia buscando la simbiosis entre la tecnología y el cerebro humano. Recogiendo el trabajo de esta empresa como punto de partida, el experto en inteligencia artificial, Lance Eliot, especulaba en un artículo publicado este septiembre en Forbes sobre cómo esos desarrollos podrían ser esenciales para llevar al mundo científico-técnico a lograr la emulación mental. 

En neurociencia existen cuatro líneas generales de investigación que se entienden como fundamentales para hacer posible si es que alguna vez lo es la emulación mental: preservación de los conectomas, preservación biomolecular, extracción de la memoria y replicación de las dinámicas moleculares. Los conectomas son el entramado de conexiones neuronales del cerebro humano dispuestas en una forma de mapa abigarrado; las estructuras biomoleculares son las proteínas, ácidos nucleicos (DNA y RNA), lípidos, hidratos de carbono y otras biomoléculas esenciales presentes en el cerebro; la memoria, sus elementos y su disposición jerárquica son una parte fundamental de nuestra identidad; la exploración de las dinámicas moleculares nos dará una idea clara de cómo interactúan las moléculas en su nivel más simplificado, el atómico. 

Neurociencia, tecnología, psicología e inteligencia artificial; veremos qué surge de la confluencia en ese estuario en el futuro. 

En cualquier caso, persiste la duda fundamentada sobre si será posible generar un cerebro artificial que funcione igual que su arquetipo biológico. De modo que, en esta todavía sólida realidad de personas mortales, no será necesario hacer una enmienda a la finitud como elemento fundamental del Dasein, de la obra Ser y tiempo de HeideggerTal vez Musk contra Heidegger; lucha feroz en el Tártaro. 

¿Tendrán derecho a voto los seres virtualizados? ¿Tendrán que pagar impuestos? El debate estará sobre la mesa. Sin ir más lejos, en octubre de este año la comisión del Pacto de Toledo planteaba buscar «mecanismos innovadores» para poder complementar la financiación de la Seguridad Social «en un contexto marcado por las nuevas tecnologías y la robotización». 

El señor B, eternizado en su virtualidad ideal, seguirá yendo a jugar al golf con sus amigos, abrirá la nevera en mitad de la noche porque no puede dormir y tiene hambre, dedicará un rato cada día a leer los diarios deportivos y repasará distraído los titulares de las noticias de información general. Es posible que el señor B piense que la mejor decisión de su vida fue subir su mente a un sustrato artificial de lujo, con todas las comodidades aseguradas. Solo habrá sufrido un par de intentos de jaqueo, pero nada serio que no puedan resolver los técnicos en seguridad informática del proveedor del servicio. Será el paraíso, el más allá, el edén que muchos credos han prometido durante años. Todo a su alcance con tan solo unos clics y una suma de dinero considerable, pero desde luego justa si piensa que habrá alcanzado el sueño de la existencia eterna. O quizás no, también es posible que le golpee la conciencia de la oquedad de sus días. El hecho de que en realidad no es él sino un ordenador que prolonga una ilusión, con el tiempo podría convertirse en un infierno. ¿Cómo terminar con tu propia vida, si esta está contenida en un ordenador? 

En cualquier caso, se trata de preguntas e incertidumbres que solo se plantearán los que hayan tenido el suficiente dinero para pagar el maravilloso e imbatible servicio de BelovedMinds. Porque los olvidados, los que se van a dormir con el miedo a no poder dar de comer a sus hijos al día siguiente, seguirán soñando con ese fraude de paraíso al ver los anuncios en televisión o en impactantes hologramas callejeros, que mostrarán a un señor B atlético, saludable, feliz, disfrutando del golf en su realidad impostada, situada en la memoria de algún servidor escondido en un búnker del desierto de Arizona.  

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